sábado, marzo 28, 2009

CINCUENTENARIO ICAIC

Una pelea cubana… para estar juntos

La trascendencia del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos como sólido baluarte cultural convida a la reflexión desde las voces de algunos de sus principales protagonistas

Por SAHILY TABARES Y ROXANA RODRÍGUEZ (cultura@bohemia.co.cu)
Fotos: MARTHA VECINO (foto@bohemia.co.cu)

(26 de marzo de 2009)



La actriz Beatriz Valdés durante la
prueba de maquillaje para el personaje
de Rachel en la recordada La bella del
Alambra, galardonada con el Premio
Goya de 1989 y nominada al
Oscar en 1991


La sala a oscuras. En la gran pantalla, el silencio es ilusión. Las imágenes, el relato, los personajes. Todo es verdad.

Todo es ilusión. Miradas sensoriales iluminan épocas, circunstancias, conflictos. Ese acto íntimo, irrepetible, estremece el tacto de lo posible. Incentiva la memoria que entronca hacia el viaje de vuelta, en definitivo avance.

Las Lucías de Solás, nacen de tres mujeres en diferentes épocas de la historia cubana. Retrato de Teresa compulsa al cambio.

Imperecederos resultan la madurez juvenil en El brigadista; el abrazo final en Fresa y Chocolate; El Benny en plena ejecución con su bastón de mando, único, inolvidable; Memorias del subdesarrollo, unclásico del cine iberoamericano.

En fragmentos rutilan registros de secuencias, planos cercanos, escenas, emociones compartidas al escuchar la voz de ¡acción!

El Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, (ICAIC) constituido el 24 de marzo de 1959, desde sus inicios proyecta desarrollar la industria nacional. A partir de la Ley 169, primera en el ámbito cultural promulgada por el Gobierno revolucionario, puntualiza: “El cine debe conservar su condición de arte y liberado de ataduras mezquinas e inútiles servidumbres, contribuir naturalmente y con todos sus recursos técnicos y prácticos al desarrollo y enriquecimiento del nuevo humanismo que inspira nuestra Revolución”.



Alfredo Guevara, Premio Nacional de
Cine, presidió durante 31 años de la
institución. Desde allí desarrolló
múltiples iniciativas y propició la
integración cultural del continente
a través de los Festivales de Cine

En aquel momento, resulta esencial la vocación innovadora del intelectual Alfredo Guevara, su promotor principal, Premio Nacional de Cine, al encauzar estrategias destinadas al perfeccionamiento del talento y la formación de un público capaz de apreciar otras formas de comunicación. A dichas perspectivas coadyuva, la nacionalización de las empresas de distribución y exhibición cinematográficas que pasan a manos del Instituto a partir de 1965.

En el suceso de plasmar la Revolución en el cine participan dos personalidades notables desde la etapa fundacional: Julio García Espinosa y Tomás Gutiérrez Alea, Titón, (1928-1996). Instruidos en el Centro Experimental de Cinematografía de Roma, defienden la identidad nacional, denuncian lastres sociales, cohesionan rupturas estéticas y junto a algunos realizadores del continente, influyen en el posterior auge del movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano.

“Trabajar por el refinamiento cultural del pueblo”, según Guevara, erige al ICAIC como institución sin precedentes en el país y la sitúa a la vanguardia de un proceso transformador que se afinca en legítimos valores artísticos, decisivo para la construcción de la memoria audiovisual.

El documental El Mégano, que codirigen Alea y García Espinosa en 1956, con la colaboración de Guevara y José Massip, se asienta en la vertiente neorrealista y constituye el antecedente del cine cubano revolucionario.

La utopía posible

Manuel Iglesias y el director Jorge
Luis Sánchez, durante la edición del
documental Dentro de 50 años que
rinde homenaje a la institución y
a sus protagonistas


Apenas en un flash-back, se evoca la memoria para adentrarse en el sueño de la utopía. Aflora la urgencia de construir una visualidad acorde con el espíritu de la nueva época.

Durante cinco décadas, la organización se sumerge en el abordaje de un amplio universo temático; incorpora opciones narrativas en diferentes géneros. Busca vías para no perecer, enfrenta múltiples desafíos.

En opinión del destacado director Fernando Pérez (Clandestinos, Madrigal, La vida es silbar, Hello Hemingway, Suite Habana), “el cine que nació con la Revolución, asumió toda la audacia, el ímpetu, la dinámica que transformó a nuestro país. Esa visión revolucionaria favoreció la aparición de películas que marcaron nuestra identidad.

“Hemos tenido dificultades, contradicciones, incomprensiones. Lo primordial ha sido la actitud de los cineastas cubanos en los distintos períodos. La defensa de sus propuestas por un cine que exprese las complejidades de la realidad, penetre en nuestros problemas con una realización artística, sin un enfoque esquemático, reductor o modélico del contexto social en que vivimos.


La defensa de la diversidad
cultural es uno de los propósitos
de la Muestra de Cine Itinerante
del Caribe que dirige el cineasta
Rigoberto López

“Han sido momentos difíciles. Sobre todo el período especial, donde la situación económica originó la crisis social que vivimos todos y el cine —gran milagro— sobrevivió. En otro sistema social no hubiera ocurrido. Nos sostuvimos, en ocasiones, concibiendo una película al año; otras, sin producir ninguna, pero la infraestructura se preservó, fue costoso en muchos sentidos, porque la generación más joven se perdió.

“La distribución se ha convertido en un fenómeno más complicado que la producción. Con la tecnología digital se puede producir, pero ¿dónde exhibir? Esto no solo sucede con los jóvenes cubanos, se ha convertido en un problema a escala internacional. En Cuba existen canales alternativos como los festivales.

“Aquí prevalece la ética. La exhibición y la distribución no tienen fines lucrativos, su objetivo es la difusión cultural —lo cual no quiere decir educativa—, legitimar el arte, el desarrollo del pensamiento.”

Verdad de la ilusión

La diversidad dentro de la unidad, la confrontación entre realizadores perdura en la atmósfera del ICAIC. El derecho del espectador a ver filmes de todo el orbe y la libertad del creador para concebir se afirman como máxima esencial a lo largo de estos años.

Al director Rigoberto López (Granada, el despegue de un sueño, El viaje más largo, Yo soy del son a la salsa, Roble de olor) le place recordar que “en los intercambios con Alfredo Guevara o Julio García Espinosa, la fluidez en el diálogo era una constante. Sentía que hablaba con un intelectual, no un funcionario. Siempre hubo respeto hacia el ejercicio del criterio. Con Glauber Rocha aprendí que nuestra estética es nuestra ética”.

Intensas ideas estimulan a músicos y directores en la realización cinematográfica. Reconocidos compositores e intérpretes crean piezas y bandas sonoras para filmes, alentados por Alfredo Guevara, quien convoca al maestro Leo Brouwer, Premio Nacional de Cine 2009, a fundar el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC que reúne a Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola y otros, entre 1969 y 1977. Al desaparecer da lugar a la Nueva Trova, uno de los más importantes movimientos culturales y artísticos surgidos en el siglo pasado.

Secuencia por contar

Omar González, actual presidente
del ICAIC, reconoció en
conferencia de prensa, que la
institución se defiende con su obra
inobjetablemente revolucionaria,
sin concesiones a la mediocridad.
Señaló, además, la labor de los más
jóvenes en la producción
de la industria

En varios momentos, algunos jóvenes realizadores dejan su impronta en creaciones que se alzan como clásicos del cine nacional. Solás tiene 27 años cuando dirige Lucía. Juan Carlos Cremata, Enrique Álvarez, Jorge Luis Sánchez, Pavel Giroud, Lester Hamlet, Esteban Insausti, Ernesto Daranas y algunos más, asumen las complejidades de la industria en un proceso de superación individual y colectiva, graban huellas valiosas en el relato inacabado de la institución.

El estímulo al aprendizaje académico de las nuevas hornadas, una esperanza que no resiente precariedades o insuficiencias. Es una brújula certera para salvar el acto creativo, la continuidad de los que avanzan.

Elocuente resulta la experiencia del guionista, realizador y teórico Julio García Espinosa (Aventuras de Juan Quinquín, La inútil muerte de mi socio Manolo, Reina y Rey), director de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños, entre 2002-2007.

“Hay que enseñar haciendo. Desde su fundación el 15 de diciembre de 1986, el centro hizo énfasis en el desarrollo del talento artístico, sin obviar la técnica.

“No es un secreto la hegemonía de Estados Unidos en el mercado. La clave de hacer visible nuestro continente estriba en hacer un cine propio.”

Esta necesidad la comparten varias generaciones de artistas. No por azar, desde octubre de 2000, el ICAIC organiza las Muestras de Nuevos Realizadores, que propician fructíferos encuentros, enriquecen saberes en todas las disciplinas, aglutinan talentos dispersos por la calidad futura del cine cubano.

Fascinación compartida



Julio García Espinosa, Premio
Nacional de Cine, fundador del
ICAIC y del movimiento del
Nuevo Cine Latinoamericano,
ilumina con su pensamiento
cuestionador


La memoria es un viaje interminable. Coinciden zonas de silencio, crisis, ideas, tensiones, conflictos, logros, desaciertos. Retos a los que no está ajena una historia compleja con vertientes que deben confluir: arte e industria.

Fuera del set, ajenos al estrés del rodaje, protagonistas de esa historia rememoran detalles de una pasión subyugante, la de hacer cine. Congenian al destacar la producción, especialidad que abarca desde el guión hasta el proceso de creación. Un conocedor en estos menesteres es Santiago Llapur (El hombre de Maisinicú,

La última cena, El otro Francisco, Baraguá, Una pelea cubana contra los demonios), con 48 años en la industria y una vasta obra, la define como “un oficio de riesgos, de sustos”. Y añade: “un principio básico es preparar bien el rodaje desde la pre-filmación, de acuerdo al cronograma establecido.

“La revolución tecnológica ha influido en los conceptos de producción. Se asume en el pensamiento, pero las limitaciones económicas inciden directamente en la adquisición de equipos y técnicas de punta. Entre riesgos y sustos, siento un gran sentido de pertenencia al ICAIC, es mi otra casa.”

Para llegar al cine el prestigioso editor Manuel Iglesias (El cine y la vida: Nelson Rodríguez y Humberto Solás, Viviendo al límite, Divina Desmesura, El Benny) intenta distintas vías: guión, fotografía, dirección. Cuando tiene la oportunidad de sentarse frente a una mesa de edición, poner música en la cinta y sobre ella montar dos tomas, reconoce su vocación definitiva.

“Fue una iluminación. Más tarde, con varias obras en mi currículum, gracias a Fernando Pérez comienzo a impartir clases en la Escuela de Cine.

“El ICAIC amplificó mi interés por crecer desde el punto de vista profesional. Montar cine de ficción son palabras mayores. Lo sabía por Nelson Rodríguez, mi maestro, y otros editores con los que me relacioné.

“Cuando edité Zafiros, locura azul, estaba aterrado. Se hizo fuera de Cuba, no podía acudir a ninguna mano salvadora en caso de afrontar algún problema. Sin embargo, Nelson, Lina Baniela, Julia Yip, continuaron a mi lado desde tan lejos, por sus años de consejos, de enseñanzas.

“Me preocupa que solo Nelson y yo impartimos un curso integral de teoría del montaje cinematográfico. ¿Quiénes ocuparán nuestro lugar cuando no estemos? Como advierte García Espinosa: un país sin imagen no existe.”

Del silencio a la acción


El director de fotografía Raúl Rodríguez
y el realizador Enrique Álvarez durante
el rodaje de Miradas

Inseparable de su cámara, el director de fotografía Raúl Rodríguez (La bella del Alhambra, Nada, Bailando Chachachá y Páginas del diario de Mauricio) recuerda que: “el ICAIC creó Enciclopedia Popular, primer departamento donde trabajé en 1961, para apoyar la Campaña de Alfabetización, en homenaje al año de la Educación. Su fundador y director el cineasta Octavio Cortázar, aglutinó a expertos con probados conocimientos técnicos y artísticos.

“Los de mi generación aprendimos sobre la marcha. Integramos un grupo cinéfilo, interesado en el cine como arte y en su apreciación. Esto propició que se organizara el movimiento de cine-clubes y, dentro de ellos, los cines debates que funcionaron como una escuela, conformaban el gusto estético, ofrecían herramientas para la creación.

“Por esa época, el Noticiero ICAIC Latinoamericano, en el que colaboré durante un tiempo, llevaba la vanguardia de la noticia filmada, más que en la televisión. En su contenido primaba lo artístico, factor esencial para que nuestro cine se conociera a escala internacional.

“Todo esto enriqueció mi labor profesional. El fotógrafo debe conocer sobre las líneas que sigue el actor en la concepción de un personaje, el montaje, el guión. De lo contrario, concibe la filmación de manera caótica.


Santiago Llapur, Enrique Pineda Barnet
y Héctor Noas, integran el equipo de
realización del filme La Anunciación


“Las nuevas directoras de fotografía se destacarán con respecto a los hombres, por su particular intuición hacia la imagen. Confío en el talento femenino. Sara Gómez marcó una época. Después surgieron otras cineastas, que conforman un grupo importante.”

A esa pléyade pertenece la guionista y directora Rebeca Chávez (Cuba: caminos de Revolución, Buscando a Chano Pozo, Cuando una mujer no duerme, Esa invencible esperanza), quien cumple una aspiración profesional al llegar a la institución a mediados de los 70 y materializa algunas de sus inquietudes desde el documental.
“Testimoniar, acompañar, denunciar, pueden ser funciones del género. En todo caso no se debe eludir la responsabilidad del artista al abordar ciertas zonas de la realidad. Incluyo en la misma importancia la estética y la visión del creador, su postura y compromiso”, declara la realizadora.

“Muchas veces en el Instituto se ha hecho verdad el precepto de que arte e industria vayan juntos por el mismo camino. No siempre se puede alcanzar ese equilibrio, preservarlo. Ahora la industria está muy deteriorada y se vuelve más difícil. Aparecen las tentaciones del “plan”, del apuro, el ahora o nunca, eso no siempre deja buenos resultados.

“Para una cineasta nada se puede comparar a la experiencia de concebir y terminar una película. Sarita Gómez fue la primera con De cierta manera. Fuera del ICAIC, Teresa Ordoqui y Belkis Vega concibieron puestas cinematográficas para la TV que se proyectaron en las salas de cine.

“Largometrajes en 35 milímetros, celuloide posible de tocar con las manos que es cine como se sueña, no lo había logrado otra mujer desde Sara en el Instituto. Por suerte, en el presente las muchachas vienen con un paso muy firme, no solo como directoras sino en todas las disciplinas. Para mí, aprender a ser cineasta en Cuba es el ICAIC.”

La ilusión definitiva


El destacado cineasta Fernando
Pérez en la edición de El ojo del
canario, primera obra de ficción
del ICAIC dedicada a José Martí


Todo es verdad. Las imágenes, la historia, los personajes…En La última cena un rico conde, dueño de ingenios azucareros, invita a doce de sus esclavos a un banquete en jueves santo.

Convencidos de su buena voluntad, se niegan a trabajar al día siguiente.

El conde reacciona para defender sus intereses… Laura desanda las calles de La Habana, sufre, grita, profundiza en la vigencia de un mito, reconoce desde una irremediable tragedia, Los dioses rotos : “yo también quisiera que fuera de otra manera”.

La sala a oscuras. Todo es ilusión. La emoción de los personajes, el conflicto estremecedor, la escena inolvidable. El juego de sombras, símbolos, máscaras, tentaciones.

En cincuenta años, la ilusión de verdad en la sala oscura, lidera una pelea cubana de complicidad, por aquella idea del gran maestro Ettore Scola: “el cine es una maravillosa manera de estar juntos”.

No hay comentarios.: