sábado, enero 02, 2010

Después de las fiestas / julio cortázar


Y cuando todo el mundo se iba
y nos quedábamos los dos
entre vasos vacíos y ceniceros sucios,

qué hermoso era saber que estabas
ahí como un remanso,
sola conmigo al borde de la noche,
y que durabas, eras más que el tiempo,

eras la que no se iba
porque una misma almohada
y una misma tibieza
iba a llamarnos otra vez
a despertar al nuevo día,
juntos, riendo, despeinados.

Réquiem con Tostadas (La muerte y otras sorpresas, 1968) Mario Benedetti



(Paso de los Toros, Departamento de Tacuarembó,
Uruguay, 14 de septiembre del 1920)

Sí, me llamo Eduardo. Usted me lo pregunta para entrar de algún modo en conversación, y eso puedo entenderlo. Pero usted hace mucho que me conoce, aunque de lejos. Como yo lo conozco a usted. Desde la época en que empezó a encontrarse como mi madre en el café de Larrañaga y Rivera, o en éste mismo. No crea que los espiaba. Nada de eso. Usted a lo mejor lo piensa, pero es porque no sabe toda la historia. ¿O acaso mamá se la contó?. Hace tiempo que yo tenía ganas de hablar con usted, pero no me atrevía. Así que, después de todo, le agradezco que me haya ganado de mano. ¿Y sabe por qué tenía ganas de hablar con usted?. Porque tengo la impresión de que usted es un buen tipo. Y mamá también era buena gente. No hablábamos mucho de ella y yo. En casa, o reinaba el silencio, o tenía la palabra mi padre. Pero el Viejo hablaba casi exclusivamente cuando venía borracho, o sea casi todas las noches, y entonces más bien gritaba. Los tres le teníamos miedo: mamá, mi hermanita Mirta y yo. Ahora tengo trece años y medio, y aprendí muchas cosas, entre otras que los tipos que gritan y castigan e insultan, son en el fondo unos pobres diablos. Pero entonces yo era mucho más chico y no lo sabía. Mirta no lo sabe ni siquiera ahora, pero ella es tres años menor que yo, y sé que a veces en la noche se despierta llorando. Es el miedo. ¿Usted alguna vez tuvo miedo? A Mirta siempre le parece que el Viejo va a aparecer borracho, y que se va a quitar el cinturón para pegarle. Todavía no se ha acostumbrado a la nueva situación. Yo, en cambio, he tratado de acostumbrarme.

Usted apareció hace un año y medio, pero el Viejo se emborrachaba desde hace mucho más, y no bien agarró ese vicio nos empezó a pegar a los tres. A Mirta y a mí nos daba con el cinto, duele bastante, pero a mamá le pegaba con el puño cerrado. Porque sí nomás, sin mayor motivo: porque la sopa estaba demasiado caliente, o porque estaba demasiado fría, o porque no lo había esperado despierta hasta las tres de la madrugada, o porque tenía los ojos hinchado de tanto llorar. Después, con el tiempo, mamá dejó de llorar. Yo no sé cómo hacía, pero cuando él le pegaba, ella ni siquiera se mordía los labios, y no lloraba, y eso al Viejo le daba todavía más rabia. Ella era consciente de eso, y sin embargo prefería no llorar. Usted conoció a mamá cuando ella ya había aguantado y sufrido mucho, pero sólo cuatro años antes (me acuerdo perfectamente) todavía era muy linda y tenía buenos colores. Además era una mujer fuerte. Algunas noches, cuando por fin el Viejo caía estrepitosamente y de inmediato empezaba a roncar, entre ella y yo lo levantábamos y lo llevábamos hasta la cama. Era pesadísimo, y además aquello era como levantar a un muerto. La que hacía casi toda la fuerza era ella. Yo apenas si me encargaba de sostener una pierna, con el pantalón todo embarrado y el zapato marrón con los cordones sueltos. Usted seguramente creerá que el Viejo toda la vida fue un bruto. Pero no. A papá lo destruyó una porquería que le hicieron. Y se la hizo precisamente un primo de mamá, ese que trabaja en el Municipio. Yo no supe nunca en qué consistió la porquería, pero mamá disculpaba en cierto modo los arranques del Viejo porque ella se sentía un poco responsable de que alguien de su propia familia lo hubiera perjudicado en aquella forma.

No supe nunca qué clase de porquería le hizo, pero la verdad era que papá, cada vez que se emborrachaba, se lo reprochaba como si ella fuese la única culpable. Antes de la porquería, nosotros vivíamos muy bien. No en cuanto a la plata, porque tanto yo como mi hermana nacimos en el mismo apartamento (casi un conventillo) junto a Villa Dolores, el sueldo de papá nunca alcanzó para nada, y mamá siempre tuvo que hacer milagros para darnos de comer y comprarnos de vez en cuando alguna tricota o algún par de alpargatas. Hubo muchos días en que pasábamos hambre (si viera qué feo es pasar hambre), pero en esa época por lo menos había paz. El Viejo no se emborrachaba, ni nos pegaba, y a veces hasta nos llevaba a la metinée. Algún raro domingo en que había plata. Yo creo que ellos nunca se quisieron demasiado. Eran muy distintos. Aún antes de la porquería, cuando papá todavía no tomaba, ya era un tipo bastante alunado. A veces se levantaba al mediodía y no le hablaba a nadie, pero por lo menos no nos pegaba ni la insultaba a mamá. Ojalá hubiera seguido así toda la vida.

Claro que después vino la porquería y él se derrumbó, y empezó a ir al boliche y a llegar siempre después de media noche, con un olor a grapa que apestaba. En los últimos tiempos todavía era peor, porque también se emborrachaba de día y ni siquiera nos dejaba ese respiro. Estoy seguro de que los vecinos escuchaban todos los gritos, pero nadie decía nada, claro, porque papá es un hombre grandote y le tenían miedo. También yo le tenía miedo, no sólo por mi y por Mirta, sino especialmente por mamá. A veces yo no iba a la escuela, no para hacer la rabona, sino para quedarme rondando la casa, ya que siempre temía que el Viejo llegara durante el día, más borracho que de costumbre, y la moliera a golpes.

Yo no la podía defender, usted ve lo flaco y menudo que soy, y todavía entonces lo era más, pero quería estar cerca para avisar a la policía. ¿Usted se enteró de que ni papá ni mamá eran de ese ambiente?. Mis abuelos de uno y otro lado, no diré que tienen plata, pero por lo menos viven en lugares decentes, con balcones a la calle y cuartos con bidet y bañera. Después que pasó todo, Mirta se fue a vivir con mi abuela Juana, la madre de mi papá, y yo estoy por ahora en casa de mi abuela Blanca, la madre de mamá. Ahora casi se pelearon por recogernos, pero cuando papá y mamá se casaron, ellas se habían opuesto a ese matrimonio (ahora pienso que a lo mejor tenían razón) y cortaron las relaciones con nosotros. Digo nosotros, porque papá y mamá se casaron cuando yo ya tenía seis meses. Eso me lo contaron una vez en la escuela, y yo le reventé la nariz al Beto, pero cuando se lo pregunté a mamá, ella me dijo que era cierto. Bueno, yo tenía ganas de hablar con usted, porque (no sé qué cara va a poner) usted fue importante para mí, sencillamente porque fue importante para mi mamá.

Yo la quise bastante, como es natural, pero creo que nunca podré decírselo. Teníamos siempre tanto miedo, que no nos quedaba tiempo para mimos. Sin embargo, cuando ella no me veía, yo la miraba y sentía no sé qué, algo así como una emoción que no era lástima, sino una mezcla de cariño y también de rabia por verla todavía joven y tan acabada, tan agobiada por una culpa que no era suya, y por un castigo que no se merecía. Usted a lo mejor se dio cuenta, pero yo le aseguro que mi madre era inteligente, por cierto bastante más que mi padre, creo, y eso era para mi lo peor: saber que ella veía esa vida horrible con los ojos bien abiertos, porque ni la miseria ni los golpes ni siquiera el hambre, consiguieron nunca embrutecerla. La ponían triste, eso sí. A veces se le formaban unas ojeras casi azules, pero se enojaba cuando yo le preguntaba si le pasaba algo. En realidad, se hacía la enojada. Nunca la vi realmente mala conmigo. Ni con nadie. Pero antes de que usted apareciera, yo había notado que cada vez estaba más deprimida, más apagada, más sola. Tal vez por eso fue que pude notar mejor la diferencia. Además, una noche llegó un poco tarde (aunque siempre mucho antes que papá) y me miró de una manera distinta, tan distinta que yo me di cuenta de que algo sucedía. Como si por primera vez se enterara de que yo era capaz de comprenderla. Me abrazó fuerte, como con vergüenza, y después me sonrió. ¿Usted se acuerda de su sonrisa? Yo sí me acuerdo.

A mí me preocupó tanto ese cambio, que falté dos o tres veces al trabajo (en los últimos tiempos hacía el reparto de un almacén) para seguirla y saber de qué se trataba. Fue entonces que los vi. A usted y a ella. Yo también me quedé contento. La gente puede pensar que soy un desalmado, y quizá no esté bien eso de haberme alegrado porque mi madre engañaba a mi padre. Puede pensarlo. Por eso nunca lo digo. Con usted es distinto. Usted la quería. Y eso para mí fue algo así como una suerte. Porque ella se merecía que la quisieran. Usted la quería ¿verdad que sí? Yo los vi muchas veces y estoy casi seguro. Claro que al Viejo también trato de comprenderlo. Es difícil, pero trato. Nunca lo pude odiar, ¿me entiende? Será porque, pese a lo que hizo, sigue siendo mi padre. Cuando nos pegaba, a Mirta y a mi, o cuando arremetía contra mamá, en medio de mi terror yo sentía lástima. Lástima por él, por ella, por Mirta, por mí. También la siento ahora, ahora que él ha matado a mamá y quién sabe por cuanto tiempo estará preso. Al principio, no quería que yo fuese, pero hace por lo menos un mes que voy a visitarlo a Miquelete y acepta verme. Me resulta extraño verlo al natural, quiero decir sin encontrarlo borracho. Me mira, y la mayoría de las veces no dice nada. Yo creo que cuando salga, ya no me va a pegar. Además, yo seré un hombre, a lo mejor me habré casado y hasta tendré hijos. Pero yo a mis hijos no les pegaré, ¿no le parece? Además estoy seguro de que papá no habría hecho lo que hizo si no hubiese estado tan borracho.

¿O usted cree lo contrario? ¿Usted cree que, de todos modos hubiera matado a mamá esa tarde en que, por seguirme y castigarme a mí, dio finalmente con ustedes dos? No me parece. Fíjese que a usted no le hizo nada. Sólo más tarde, cuando tomó más grapa que de costumbre, fue que arremetió contra mamá. Yo pienso que, en otras condiciones, él habría comprendido que mamá necesitaba cariño, necesitaba simpatía, y que él en cambio sólo le había dado golpes. Porque mamá era buena. Usted debe saberlo tan bien como yo. Por eso, hace un rato, cuando usted se me acercó y me invitó a tomar un capuchino con tostadas, aquí en el mismo café donde se citaba con ella, yo sentí que tenía que contarle todo esto. A lo mejor usted no lo sabía, o sólo sabía una parte, porque mamá era muy callada y sobre todo no le gustaba hablar de sí misma. Ahora estoy seguro de que hice bien. Porque usted está llorando, y, ya que mamá está muerta, eso es algo así como un premio para ella, que no lloraba nunca.

Casa Tomada II Encuentro de Jóvenes Artistas y Escritores de América Latina y el Caribe

Un espacio conjurado por los jóvenes
Daniela Camacho • La Habana
Fotos: Casa de las Américas y La Jiribilla



“Fundada en la esperanza y el trabajo creador de todas las manifestaciones culturales, la Casa de las Américas llegó a este 2009 en plena celebración. (…) En el año del aniversario cincuenta, hemos deseado una Casa ‘tomada’, no por misterios ni fantasías, no por el mercado ni la banalidad, sino por un énfasis creativo y reflexivo desde la diversidad.”

En esos términos, un comité integrado por representantes de las nuevas generaciones de especialistas y trabajadores de la Casa de las Américas estuvo trabajando a lo largo de uno de los años más intensos que recuerda la institución para regalar(nos) el II Encuentro de Jóvenes Artistas y Escritores de la América Latina y el Caribe, Casa Tomada, que se ha celebrado del 14 al 18 de diciembre, en todos los espacios de la Casa.

Acudieron a la cita poetas, narradores, dramaturgos, ensayistas, musicólogos, artistas de la plástica, comunicadores… y otros creadores nacidos después de 1967. De Bolivia, Diego Aramburo; de Costa Rica, Susan Campos; de Ecuador, Valeria Coronel y Santiago Vizcaíno; de Argentina, Ana Longoni, Washington Cucurto y Gastón Zambón; de México, Gloria Muñoz, Alejandro Madrid, Daniel Rendón, Iván Delgado; de República Dominicana, Raquel Paiewonsky; de Nicaragua, Alejandra Sequeira; de Colombia, Viviana Vargas; de Uruguay, Gabriel Schutz; de Puerto Rico, los Jóvenes del 98; de Guatemala (con esa alta dosis cubana que le toca), Alejandro Ramírez… con muchos otros que hicieron todo por llegar a La Habana en estos días para interactuar.

Completan la nómina de invitados, los cubanos: Alexander Abreu, Vilma Díaz, Norge Espinosa, tres de los muchachos de Espacio 08 (Douglas Argüelles, Ruslán Torres y Jorge Wellesley), Hiram Hernández Castro, Raupa, Ailer Pérez, Harold López-Nussa, Baby Lores, Leonardo García, Julio César Guanche, Kirenia Rodríguez… con todos los que decidieron acompañarnos a pesar de los exámenes en la Universidad, la fatiga posfestivalera, la intensidad del programa y la inoportuna lluvia mañanera de la jornada final.

El primer día abrió con una tremenda carga de emotividad: los muchachos de la Mambo Jazz, del Conservatorio Amadeo Roldán, dirigidos por el entusiasta Carlos A. Martínez, hicieron sonar alto y claro sus instrumentos, tras las palabras de apertura del coordinador general del evento, Jaime Gómez Triana. Alexander Abreu no pudo contenerse y con trompeta prestada dialogó con los novísimos músicos: "el futuro está garantizado”, afirmó el talentoso instrumentista.



Pocos minutos después, un grupo de estudiantes del Instituto Superior de Diseño Industrial, convocados por Nelson Ponce, comenzaron a intervenir una de las paredes del patio interior de la Casa. Ya habían terminado un peculiar mural en la sala de Lectura, que acompañaría la inauguración de la muestra bibliográfica Asunto de circunstancia, que evidencia, desde soportes tradicionales hasta digitales, diversos espacios de promoción del arte y la literatura joven en nuestra región.



Pero antes de abrir al público esta exposición tuvo lugar el primer panel de Casa Tomada: Espacios: participación y legitimación, oportunidades del arte/creación joven, medios de comunicación masiva/medios alternativos, marginalidades, conducido por Maité Hernández-Lorenzo, y que contó con la participación de Jorge Wellesley, Susan Campos, Raupa, Washington Cucurto, Norge Espinosa y Diego Aramburo.



La jornada inicial tuvo muy feliz colofón cuando Darsi Fernández, de la Sociedad General de Autores y Editores, presentó al público el documental Sin mapa, del grupo puertorriqueño Calle 13, cuyos integrantes estaban invitados al evento pero no obtuvieron las licencias del departamento del Tesoro de los EE.UU. para concretar ese sueño. Arte, acción cultural y espacios de resistencia contrahegemónica fue el título genérico con el que los organizadores de Casa Tomada llamaron a disfrutar/pensar el material audiovisual narrado por Residente (René Pérez).

Tras un comienzo así, la segunda fecha abrió con el panel Poéticas: nuevos lenguajes/nuevos temas, estética y creación, perspectivas, conducido por Reinier Pérez-Hernández, y que contó con las intervenciones de Douglas Argüelles, Viviana Vargas, Alejandra Sequeira y Santiago Vizcaíno. Ya en la tarde, en la Galería Mariano, Diego Aramburo inició su taller de teatro, y casi simultáneamente, en la sala Manuel Galich, Carlos Bernal reunió al grupo de poetas y narradores invitados para unas lecturas De contrabando.



Taller de teatro convocado por el dramaturgo boliviano Diego Aramburo

A las 6 p.m. nos fuimos a la presentación del primer número de la revista Amnios, consagrada a la poesía, en la muy nueva sede de la Casa del ALBA en La Habana. Allí escuchamos a representantes de tres generaciones de poetas: Roberto Fernández Retamar, Roberto Manzano y Omar Pérez.

El miércoles 16 fue un día largo y un poco agotador. Lo iniciamos bien temprano, cerca de las 9 de la mañana, con el panel Desplazamientos: migraciones, resistencia cultural, sentido de pertenencia, asimilación, transculturación, (des)territorialización, moderado por Caridad Tamayo. Tan amplio tema suscitó enfoques muy diversos. Sus protagonistas: Vilma Díaz, Alejandro Ramírez, Gabriel Schutz, Alejandro L. Madrid e Iván Delgado.

Luego fuimos convocados por el tema Re-conocimientos: identidad, referentes culturales, nuevos movimientos sociales y responsabilidad del intelectual, que tuvo como ponentes a Hiram Hernández Castro, Ana Longoni, Valeria Coronel, Raquel Paiewonsky, Gloria Muñoz y el venezolano José Javier León, que envió su texto leído por la conductora del espacio Nahela Hechavarría.

En la sala Manuel Galich, en horas de la tarde, Ana Longoni exponía sus ideas sobre el activismo político, tema del que ya nos había avanzado algunos elementos en la mañana. Raquel Paiewonsky, Iván Delgado y los muchachos de Espacio 08 mostraron algunas fotos de su trabajo. La agotadora jornada concluyó con trova. Le tocó a Leonardo García, acompañado por sus amigos Inti Santana y Pedrito Beritán, animar el espacio de la Sala de lectura (Biblioteca) desde las 7 de la tarde.



Trovador Inti Santana en el "Día de Cuba"

El jueves fue el “día de Cuba” en Casa Tomada. Desde las 9:30 a.m. quedó inaugurada la muestra fotográfica Pensar Cuba hoy, que reúne trabajos de María Cienfuegos, Alejandro González y Lázaro Eduardo Herrera Bermúdez, premiados en esa manifestación en el concurso Casa de las Américas-CLACSO dado a conocer en octubre último. Como complemento, media hora más tarde, con la conducción de Sandra Valmaña Lastres, Julio César Guanche y Kirenia Rodríguez presentaron síntesis de sus ensayos, que merecieron ese reconocimiento en su categoría, junto con el de Félix Julio Alfonso, quien no pudo asistir a la mesa. Dentro del mismo programa tuvo lugar la presentación del libro El poder y el proyecto. Un debate sobre el hoy y el mañana de la revolución en Cuba, de Julio César Guanche, a cargo de Berta Álvarez Martens y Ariel Dacal Díaz.

En la tarde, los músicos y musicólogos se encontraron en Voces de ida y vuelta…, en la sala Contemporánea, mientras los teatristas lo hacían en el Espacio para el riesgo, en la Sala de lectura. Susan Campos, Daniel Rendón, Alejandro L. Madrid, Harold López Unza, Ailer Pérez y Baby Lores presentaron diversas publicaciones vinculadas con el mundo de la creación musical y se refirieron a temas que afectan la promoción de determinados géneros en la actualidad. Diego Aramburo, Ana Longoni, Norge Espinosa, Gastón Zambón y los Jóvenes del 98 debatían sobre el estado actual del teatro desde la perspectiva de las nuevas generaciones.

La jornada cerró con “Felices los normales”, diálogo con Roberto Fernández Retamar, quien respondió preguntas acerca de su vida, la literatura, la posición del intelectual y de su arte en relación con su realidad.


Encuentro con Roberto Fernández Retamar, "Felices los normales"

El viernes 18 amaneció lluvioso. Ello amenazaba la participación de los jóvenes en las diversas actividades que para esta fecha había concebido el comité organizador de Casa Tomada. Cucurto llevaba adelante su taller de confección de libros artesanales, al estilo de su Eloísa Cartonera en la Sala de lectura; los Jóvenes del 98 impresionaban con sus obras de creación colectiva en la sala Che Guevara; Alejandro Madrid y Susan Campos se encontraban con musicólogos y estudiantes de Música en la dirección correspondiente de la Casa de las Américas; Gloria Muñoz, Alejandro Ramírez e Hiram Hernández Castro dialogaban sobre compromiso de los intelectuales/periodistas, objetividad/subjetividad, rigor y otros temas con quienes asistieron a la dirección de Comunicación e Imagen.

La tarde abrió con la lectura de la obra Fragmentos líquidos, de Diego Aramburo, en teatro semimontado, y con la muestra en diversos espacios de la Casa de la obra de Raquel Paiewonsky (fotografías), Espacio 08 (performance/vídeo/pinturas, Cuba), Raupa (video/instalación) e Iván Delgado (vídeo). Proyecciones de audiovisuales y lecturas de poesía y narraciones breves completarían el programa antes del Concertazo que, conducido por Alexander Abreu, Havana D´Primera y sus invitados: Robertico Carcassés, Baby Lores, Tirso Duarte, D´Jazz, prometía las mejores energías para la clausura de Casa Tomada.

Entrevista con Roy Brown

Entrevista con Roy Brown
A testimonio limpio
Kaloian Santos y Estrella Díaz • La Habana
Fotos: Kaloian y Cortesía de Centro Pablo de la Torriente Brau




El pasado viernes 22 —luego del concierto A guitarra limpia que ofreciera el trovador puertorriqueño Roy Brown en la sede del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, en La Habana Vieja, a propósito del Cubadisco 2009— los que suscribimos estas líneas tuvimos una suerte de “encuentro cercano” con este boricua de hablar pausado y sutil agudeza. La conversación desarrollada durante una noche cerrada al cobijo de las yagrumas devino testimonio limpio.


“Vine a Cuba por primera vez en diciembre de 1972 y estuve dos meses y medio; recorrí toda la Isla con el grupo Taoné. Trajimos nuestro equipo de sonido porque aquí no había y también nuestro grupo musical, nuestro ingeniero de sonido y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) nos consiguió dos percusionistas y así, en una guagüita, le dimos la vuelta entera a Cuba. Cantamos en Pinar del Río, Villa Clara, Camagüey y llegamos hasta Santiago de Cuba y Guantánamo.

“Grabamos aquí un disco con Irakere y con otros músicos cubanos que se llamó Taoné en Cuba. Fue una experiencia increíble porque el país estaba pasando por una época totalmente diferente a la de ahora. Creo que fuimos de los primeros artistas que vinieron a Cuba a hacer una gira de esta magnitud. Fue nacional y no solo en los teatros, hacíamos conciertos en la calle porque no había electricidad como para utilizar un teatro. Cantamos en canchas de baloncesto, en caseríos nuevos que se estaban construyendo en la Sierra Maestra. De hecho la experiencia fue tan agotadora que decidí dejar de fumar. Tuve que dejar de hacerlo porque aquí cantaba todos los días, y era fatigoso. A veces no comíamos porque terminábamos a las 2:00 de la madrugada y llegábamos a donde nos estábamos hospedando, y ya no había comida.”

¿Compartieron con músicos de esos lugares?

Sí, siempre. Dentro del grupo había un integrante que hacía música campesina, y compartimos con gente que practicaba la forma antigua de decir las décimas y de hacer la improvisación.

¿Y esa experiencia de compartir con Irakere porque, seguro, ya los conocía…?

Sabía quiénes eran y realmente me pareció un gesto desmerecido que Cuba pusiera a nuestra disposición los mejores músicos que tenía en esos momentos porque nosotros estábamos apenas empezando. Ya había grabado un disco, pero lo que me sabía eran tres tonos nada más, o sea, no era realmente un músico.

Fui músico de la calle, no pude ir a una Universidad, a un conservatorio a estudiar música, sino que por aquellas cosas de la vida una novia me regaló una guitarra y empecé a hacer canciones protestas al molde de lo que estaba pasando dentro de la música de protesta en Irlanda, en Inglaterra, en EE.UU. Soy un músico que me he ido formando y he ido estudiando sobre la marcha.

Cuando vine aquí e Irakere hizo los arreglos para nosotros, fue histórico porque llegamos a Puerto Rico con eso y estábamos alante.

Después seguí viniendo; en esos momentos era más fácil venir aquí. Probablemente nosotros éramos los únicos de la colonia de Puerto Rico que nos atrevíamos a venir. Lo hacíamos dos veces al año, y tuve una buena relación con el ICAIC, se hizo un documental y estuve acá grabando para una película que se hizo.



En esa época Pablo Milanés escribió De un pájaro las dos alas y, por supuesto, trabajé con él en ese aspecto. Luego estuve envuelto en la organización de los viajes turísticos desde Puerto Rico hasta La Habana, ¡y pasamos las de Caín!; mataron a Carlos Muñiz Varela que estaba trabajando en el turismo para traer visitantes de Puerto Rico a Cuba. Vine con mi grupo, estuve por aquí una semana ofreciendo conciertos, y me presenté en un teatro antiguo que no recuerdo su nombre.

Andando por aquí es que me acuerdo de las veces que he estado, he venido mucho. Vine al Festival de la Juventud celebrado en el ochenta y algo. Luego a grabar un disco con Silvio Rodríguez que titulamos Árboles. He tenido muchas oportunidades.

En 1996 visité a Cuba en viaje turístico, y canté en el Festival del Bolero. Ahí conecté a Silvio para que fuera a Puerto Rico donde hizo el concierto a dos guitarras. Fue un recital increíble en el estadio de béisbol de San Juan, la capital, al que asistieron más de 16 000 personas.

Regresé diez años después para participar en un Encuentro de Artistas e Intelectuales en Defensa de la Humanidad, en el Palacio de Convenciones. Esa es mi historia en relación con Cuba. Diría que con esta Isla tengo una relación más estrecha que con cualquier otro país… aparte de Puerto Rico donde he tenido, también, grandes y hermosas experiencias.

Esta invitación al Cubadisco 2009 me cae de sorpresa. Hasta última hora, no creía que iba a venir. Llegué ayer. Estoy feliz.

El reencuentro con amigos…

Hoy me encontré con Sara González… Cuando yo vivía en New York y en Puerto Rico, viajaba mucho entre estos dos países, me encontraba con estos trovadores, con los hermanos Feliú, con Sara, Amaury Pérez, con Pablo Milanés, con Silvio Rodríguez, con los integrantes del Grupo Manguaré, con Alberto Faya, con Pancho Amat y con Los Papines. Tengo una relación con estos últimos de cuando ellos por fin fueron a New York a dar un concierto, y fui yo el que lo abrió.

En el teatro nos dijeron que había una bomba y que había que cerrarlo. Hubo que traer una tarima portátil para hacer el concierto afuera en la calle. Me acuerdo porque viajé con ellos y tengo una foto de mis dos chiquitas, Yarí y Lara, con el Papín que murió, agarrando a mis hijas. También recuerdo cuando Sara fue a Puerto Rico y cuando Silvio hizo la gira por los EE.UU. hace muchísimos años. Aquella vez él fue a casa, le preparé un plato especial que se llamaba plátanos a la tiquismikis que es como una especie de lasaña, pero en vez de con pasta, pues con plátanos amarillos y carne.

Para usted la canción protesta nunca pasa de moda, ¿cómo asimilan los jóvenes actualmente este tema?

Ahora se afronta de una manera distinta. Cuando nosotros empezamos, el que cantaba lo hacía con una guitarra; eso evolucionó a un movimiento de canción de conciencia, de planteamiento dentro de la música.

Por ejemplo, tenemos a Mapeyé. La lírica de sus cantores y de sus trovadores es una forma de canción protesta; pero lo que nosotros empezamos a hacer entonces lo acogió también la gente de la salsa, y muchas de las canciones nuestras se llevaron a ritmo de salsa. Por ejemplo, tengo una canción llamada “Encantito” que fue emblema de la Fanny Old Star, la cantó Celia Cruz y se escuchó en toda Latinoamérica. Hicimos un movimiento de música que trascendió lo que nosotros hacíamos y es parte de lo que es hoy la música popular. Por ejemplo, el rock en español hace canción protesta y también el reggaetón —la música más popular ahora en Puerto Rico— y el rap, tienen su protesta.

No podemos decir que hay una manera de decir las cosas y de hacer canción de conciencia. Lo que existe como tradición en el caso de nosotros es, quizá, que uno tiene una guitarra y hace música y no solo de un género. Mi música no responde a un género: hago música tropical, pero también tiene una nota clásica o tiene una nota jazz. Quienes nos llamamos cantautores, hemos hecho una música creativa, que no está atada a un género nada más, sino que es ecléctica.

Incluso cuando empezó el rap —que ha evolucionado en Puerto Rico al reggaetón—, este surgió en las calles de New York. Viví en las calles de New York y por muchos años andaba de hippie, cantando con los negros que lo inventaron y a mí me influyó. Tengo canciones como esta:

“Allí está el galán cantándole al amor de las rosas y el champaña,

mujeres pintorreteadas del sudor de sangre de pueblo,

las niñas maniquíes vendiéndoles la belleza,

rompiéndole la cabeza al joven obrero para que el cívico líder del servicio sanitario coja el dólar donado por el rico acomodado.

¡Viva la democracia del legislador Pipón que roba en Asia, en África y Argentina!

Asesino que no vacila.”

Eso lo escribí en 1973 y es un rap porque estaba allí rapeando con los negros de Nueva York. Uno se deja influir por toda la gente que hace música y trata de crear a su vez una música con influencia en su país que le diga a la gente: mira, uno no tiene que estar haciendo lo mismo sino que uno puede echar mano de todo. Eso es parte de lo que hacemos los cantautores.

¿Cuando usted hizo Árboles fue de sorpresa?

Silvio me decía que quería hacerme un disco, nos encontramos en Puerto Rico en un festival, y me dijo: llámame. Cuando lo hice, me dijo que viniera, y acá estuve casi dos meses grabando con el grupo Afrocuba. Fue una hazaña porque esa agrupación estaba entonces en su mejor momento. Silvio estaba desarrollando una música que tuvo un impacto grande en Latinoamérica, y ese disco tuvo su impacto también.

Todavía aquí hay programa en la radio cubana, en Radio Taíno, que lleva el tema de “Mujer poetisa”.

¡Ah, sí! ¡Qué bueno! Hicimos un video, aquello que conseguimos hacer fue un milagro porque hicimos un programa de televisión de más de una hora y filmamos en todos lados.

No estaba en sus planes…

No, es que no se hacía. Cuba estaba haciendo cosas, pero que se pusieran tantos recursos en un proyecto que no iba a generar cientos de miles de dólares… Fue una cosa muy bonita, un gesto muy lindo.

Usted ha tenido una relación de trabajo con el ICAIC, ¿cuáles son los sentimientos de Roy Brown hacia esta institución?

El grupo experimental del ICAIC tuvo un impacto fundamental en mi vida. Yo fui quien editó su primer disco realizado fuera de Cuba, en Puerto Rico en un sello perteneciente al Partido Socialista Puertorriqueño llamado Disco libre, y así fue que se dio a conocer todo el trabajo.

La trova cubana hoy en día es una de las más populares de Puerto Rico. La juventud todavía busca su música. Si se eliminara el bloqueo todos los jóvenes músicos cubanos pudieran ir a Puerto Rico, allí van a ser bienvenidos. Silvio es un héroe de la nación puertorriqueña.

¿Cómo siente Roy Brown esa mezcla de haber nacido en EE.UU. y vivir en Puerto Rico, estudiar después en New York y volver a Cuba?

Nací en Orlando y allí he vuelto porque hay muchos boricuas. A Florida fui una vez nada más, no he podido regresar, ni quiero hacerlo tampoco. No me interesa porque Miami es la derecha latinoamericana y a los músicos que están allí ¡se los regalo! Son gentes superficiales y lo que les interesa es el dinero, a mí no me gusta esa ciudad.

Algunos la consideran como la Meca de los músicos de habla hispana…

Sí, es la Meca y le quitó el puesto a New York.

Y para Roy Brown, ¿cuál es la Meca?

Mayagué, donde vivo. Esa es mi Meca, y tengo mi buen espacio ahí.

¿Expectativas ante este nuevo reencuentro en Cuba?

Te soy sincero: no sé. Uno está aquí y es parte de mi vida. Amo la música, me gusta lo que hago, lo que represento, pero esta no es la totalidad de Roy Brown. Estoy aquí, la vida me ha dado esta experiencia y la voy a disfrutar dentro de lo que puedo. Pero cuando yo regrese a Puerto Rico, seguiré siendo papá, compañero de mi esposa. Ahora estoy metido en la agricultura…

¿En la agricultura?

Tengo mi huerto y durante un par de horas al día labro la tierra, me dedico a la nota agrícola para no estar obsesionando y tener claridad. Esa es parte de mi vida. Y soy músico también, pero el centro de mi vida no es la música. Ya esa época pasó.

¿Tiene que ver con los años?

No sé, quizá con los años o con la manera de ver la vida. Soy un tipo inteligente y sé por dónde tengo que ir y cómo tengo que vivir para durar, para llegar a los 90. Tengo que trabajar para criar a estos dos nenes. Tengo un nene de tres años y una nena de ocho años. Y tengo 64.

Estás empezando a vivir…

Sí, estoy empezando de nuevo…

Homenaje a Luis "El Terror" Díaz



Por: RAFAEL PINEDA | 6:46 PM

DESDE EL ORIENTE

En la República Dominicana ha muerto "El Terror”. Luis (apodado "El Terror”). Luis “El Terror” Díaz ha muerto. Su deceso me conmueve y entristece profundamente. En los años setenta me hice fanático de su música. Asistí a sus conciertos en la UASD, donde frecuentemente cantaba en los actos de solidaridad con los pueblos del mundo.

Diez veces recorrí doscientos quilómetros para verlo actuar en Casa de Teatro y lo traté de cerca cuando hicimos un viaje en tren a través de las estepas siberianas, en ocasión de visitar Rusia, ambos como delegados dominicanos del Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes.

El, Chío Villalona y yo, compartimos un camarote en el largo tren y tuvimos tiempo para conversar de música, del papel de los jóvenes ante la protesta social que caracterizaba esos tiempos y sobre la identidad cultural del pueblo dominicano. Hablamos de tantas cosas mientras en los amaneceres grises contemplábamos desde el pasillo del tren los inmensos campos de girasoles amarillos.

Era posiblemente la primera vez que yo conversaba extensamente con un ídolo y me sentí feliz por eso. Fue la gran estrella de la delegación donde también brillaron Xiomara Fortuna, Patricia Pereyra, Roldán y José Castillo dirigiendo el Ballet Folclorico de la UASD; “Baila en la calle” fue nuestro himno escuchado y aplaudido por miles de moscovitas en las calles, en la Plaza Roja y en los teatros donde se presentó. Recuerdo que encontramos a Silvio Rodríguez frente a un bar y quiso hacerse una foto con él.

A su regreso definitivo de Nueva York (donde estuvo radicado unos años) nos reencontramos y me contó su proyecto de trabajar con niños enseñándoles a tocar guitarra uniendo en ese propósito a su amigo Dulúc (músico tamborero) quien adiestraría en percusión a los infantes a quienes quería enseñar ritmos antillanos para que cuando fueran adultos –sostenía- tuvieran una herramienta adecuada para difundir el amor a su país.

Luis “El Terror” Díaz fue el gran artista, el ícono de los jóvenes de los setenta y ochenta. Fue uno de los cantantes y compositores que tuvieron alta conciencia social y pusieron “sin tapujos y sin temores” su canto al servicio de las causas nobles: concientizar a la juventud a través de la música acerca de los fenómenos políticos y sociales de su tiempo. Pocos como él. Fue un artista que hizo canciones contra Trujillo y contra el violento régimen de los doce años.

Surgirán otros artistas que levantarán sus canciones emblemáticas, las que él más quería: Barrios calientes, Criminala, Toro bravo, La yipeta, Los mormones, Oye Pichirilo, Liborio, Candelo y la más hermosa composición de nuestro país: “Suite Folclórica Dominicana”.

Montevideo, Uruguay.
31 de diciembre, 2009.

Viva la Revolución

¡Primero de Enero!

Luminosamente surge la mañana.
¡Las sombras se han ido! Fulgura el lucero
de la redimida bandera cubana.

El aire se llena de alegres clamores.
Se cruzan las almas saludos y besos,
y en todas las tumbas de nobles caídos
revientan las flores y cantan los huesos.

Pasa un jubiloso ciclón de banderas
y de brazaletes de azabache y grana.

Mueve el entusiasmo balcones y aceras,
grita desde el marco de cada ventana.

A la luz del día se abren las prisiones
y se abren los brazos: se abre la alegría
como rosa roja en los corazones
de madres enfermas de melancolía:

Jóvenes barbudos, rebeldes diamantes
con trajes olivo bajan de las lomas,
y por su dulzura los héroes triunfantes
parecen armadas y bravas palomas.

Vienen vencedores del hambre, la bala y el frío
por el ojo alerta del campesinado
y el amparo abierto de cada bohío.

Vienen con un triunfo de fusil y arado.
Vienen con sonrisa de hermano y amigo.

Vienen con fragancia de vida rural.
Vienen con las armas que al ciego enemigo
quitó el ideal.

Vienen con el ansia del pueblo encendido.
Vienen con el aire y el amanecer
y, sencillamente, como el que ha cumplido
un simple deber.

No importa el insecto, no importa la espina,
la sed consolada con parra del monte,
el viento, la lluvia, la mano asesina
siempre amenazando en el horizonte.

¡Sólo importa Cuba! Sólo importa el sueño
de cambiar la suerte.
¡Oh, nuevo soldado que no arruga el ceño
ni viene asombrado de tutear la muerte!

Los niños lo miran pasar aguerrido
y piensan, crecidos por la admiración,
que ven a un rey mago, rejuvenecido,
y con cinco días de anticipación.

Pasa fulgurante Camilo Cienfuegos.
Alumbran su rostro cien fuegos de gloria.

Pasan capitanes, curtidos labriegos
que vienen de arar en la Historia.

Pasan las marianas sin otras coronas
que sus sacrificios: cubanas marciales,
gardenias que un día se hicieron leonas
al beso de doña Mariana Grajales.

Con los invasores, pasa el Che Guevara,
Alma de los Andes que trepó el Turquino,
San Martín quemante sobre Santa Clara,
Maceo del Plata, Gómez argentino.

Ya entre los mambises del bravío Oriente,
Sobre un mar de pueblo, resplandece un astro:
ya vemos... ya vemos la cálida frente,
el brazo pujante, la dulce sonrisa de Castro.

Lo siguen radiantes Almeida y Raúl,
Y aplauden el paso del Héroe ciudades quemadas,
Ciudades heridas, que serán curadas,
y tendrán un cielo sereno y azul.

¡Fidel, fidelísimo retoño martiano,
asombro de América, titán de la hazaña,
que desde las cumbres quemó las espinas del llano,
y ahora riega orquídeas, flores de montaña.

Y esto que las hieles se volvieran miel,
se llama...
¡Fidel!

Y esto que la ortiga se hiciera clavel,
se llama...
¡Fidel!

Y esto que mi Patria no sea un sombrío cuartel,
se llama...
¡Fidel!

y esto que la bestia fuera derrotada por el bien del hombre,
y esto, esto que la sombra se volviera luz,
esto tiene un nombre, sólo tiene un nombre...
¡Fidel Castro Ruz!

Jesús Orta Ruíz, el indio Naborí, enero de 1959

Cine sobre la infancia: Análisis de tres películas



Jesús Dapena Botero (Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

1. Bienvenidos a la casa de muñecas

Es un filme dirigido por Todd Solondz, una película estadounidense, producida en 1987, la historia de una niña de once años, la del medio entre tres hermanos, quien adelanta estudios primarios en New Jersey. Es una chica incomprendida, humillada y ofendida, quien trata de mostrar su cara más feliz en el inicio de su pubertad pero como su vida está marcada por el sello de lo ominoso, tanto en la niñez como en la adolescencia, aprende a disfrutar del dolor y las humillaciones, cosa que es una constante en sus romances frustrados. La duración de la película es de 95 minutos, cerca de hora y media.

La cinta que se presentó por primera vez en 1995, recibió el Gran Premio del Jurado de Sundance en 1996 además de recibir el Premio del Espíritu Independiente y se considera una comedia negra, aclamada por el cine independiente por tratarse de una adolescente acobardada por su complejo de fealdad, ¿una dismorfobia? La pequeña recibe tanto en el colegio como en el hogar una dura y absoluta incomprensión ya que, en realidad, es fea, descuidada y enamoradiza aunque lucha por superar esta dificultad. La crítica en relación con el filme ha sido excelente, ya que resulta un cínico, divertido y amargo drama, con una propuesta interesante.

Es una curiosa historia sobre la adolescencia que se detiene en una descripción de la edad puberal, sin preocuparse por la transición de la niñez a la madurez, con una buena dosis de humor negro.

También se la considera una comedia urbana en la que la protagonista llega a preguntarse si la vida no será mejor fuera de su ciudad, ya que, a su vez es todo un drama social, encubierto por el tono humorístico de la película, que termina siendo una película demoledora sobre una pubertad singular con sus conflictos, sentimientos, sufrimientos y deseos, en un ámbito de incomprensión, soledad y miedo, que para algunos críticos puede resultar muy cruel y perversa pero que, de otro lado puede resultar toda una crítica al mundo desgarradora e inquietante, que termina por fluir más que por molestar, si la tomamos como una denuncia. La niña se convierte en objeto de nuestra empatía, hasta el punto de provocar en el espectador lástima y odio al mismo tiempo, una inducción a la ambivalencia del receptor, que es una de las cualidades del cine de Solondz.

La cinta tiene toda una nómina actoral encabezada por Christina Brucato, Siri Howard, Tely Pontidis, Scout Coogan, Brendan Sexton, Christina Vidal, Brendan Sexton, Herbie Duarte, Heather Matarazzo y Daria Kalnina.

Es de lamentar que las películas de Todd Solondz no se distribuyan en la mayoría de las salas comerciales ni en los sitios de alquiler de película, lo que las hace difíciles de adquirir y que permanezcan muy desconocidas para el gran público.

No todas las niñas quieren jugar con muñecas, este filme es una mirada introspectiva al alma de una chica poco atractiva de séptimo grado que lucha por manejar su situación con unos padres desatentos, unos compañeros que se las de finolis, un hermano mayor detestable, otra hermana menor atractiva y con sus propias inseguridades. Para mostrar el tipo de vínculo con la madre baste recordar que en una ocasión, la pequeña le dice a ésta que sólo se estaba defendiendo ante lo cual la progenitora le pregunta que quién le ha dado permiso para que se defienda.

La cinta es excelente, muestra de una forma muy original, las experiencias de una chica impopular en su clase de secundaria. La película trata sobre la marginación, muestra como una persona no responde a los cánones establecidos por la sociedad y trata de protegerse creando un huequito para habitar en el mundo. La actriz principal, Heather Matarazzo, hace un gran papel al representar a una chica con una pequeña deficiencia que para todos puede pasar desapercibida aunque se siente incomprendida y odiada por casi todos, lo cual produce una cinta triste y dura que nos enfrenta con la realidad y con las personas tal y cual son.

2. El perro mongol o La cueva del perro amarillo

Dirigida por Byambasuren Davaa
Alemania / Mongolia, 2005 - 93 minutos

Nansal, la hija mayor de una familia de nómadas mongoles, encuentra un cachorro mientras recoge leña para su madre en un campo cercano a su casa. Desde el primer momento se encapricha con la criatura pero, cuando lo presenta en familia, su padre teme que les traiga mala suerte porque cree que puede ser descendiente de lobos, y le pide que se deshaga inmediatamente de él. A pesar del mandato de su padre, Nansal decide quedarse con el cachorro y un día, mientras pasea al rebaño, se pierde y conoce a una anciana que le cuenta una historia mágica... Es la fábula del vínculo que, según las tradiciones mongolas, existe entre el hombre y el perro y el significado especial que esta relación tiene dentro del eterno ciclo de la reencarnación.

* * *

La película fue realizada hace tres años, en el 2006, con guión y bajo la dirección de Byambasuren Davaa, una realizadora de Mongolia. Es un drama para adolescentes, más aclamado por los espectadores que por los mismos críticos.

Byambasuren Davaa nació en 1971, en Ulaanbaatar, en el país mongol. Entre los dieciocho y los veintitrés años trabajó como ayudante de dirección y presentadora en la televisión pública; también estudió Derecho Internacional en su ciudad natal para, a los veinticuatro años, estudiar en la Academia de Cine de su patria, durante tres años, tras los cuales viajaría a Alemania para estudiar en la Escuela de Cine de Munich en 1999, cuya tarea final, para culminar sus estudios, fue esta película, realizada después del éxito obtenido con su trabajo anterior La historia del camello que llora, filme que ha cosechados éxitos en festivales de todo el mundo, un documental que dirigiría en el 2003, con un guión compartido entre ella y Luigi Falorni, una historia que ocurre en una primavera en el desierto de Gobi, al sur de Mongolia, donde vemos a una familia de pastores nómadas ayudar al nacimiento de camellos en su manada de camélidos, pero tienen que enfrentar un parto distócico, situación que puede resolverse con la ayuda de sus dueños, para dar a luz un camello albino, al que la madre rechaza, al negarle tanto el alimento como el amor maternal, lo cual hace que los padres envíen a sus hijos a un viaje por el desierto, en busca de un violinista, quien lleva a cabo un ritual musical para conmover a la señora camello, quien mediante el rito llega a conmoverse, llorar y reparar la actitud rechazante hacia su hijo.

Otros documentales de Byambasuren Davaa han sido:

• Unterwegs, Portrait of a Girl del 2003.
• Wunsch del 2001.
• Das Orange Pferd de 1999 y One World, Two Economies de 1993.

Dado su rodaje en Mongolia, en la parte noroccidental del país, El perro mongol resulta algo más que una película exótica, llena de poesía, en un escenario de praderas donde tumbarse y oír la respiración propia, una cinta nítida como los riachuelos que recorren el paisaje, con niños soñadores y ancianas fabulosas, para, al fin, dar con una creación testimonial, política, didáctica y artística, de excelente calidad, que nos acerca a los usos y costumbres de un pueblo nómada, una cinta bien alejada del cine de acción estadounidense, que después este filme debería ir a parar al cajón de la basura.

El perro mongol resulta puro cine vivo aunque, en apariencia, no pase nada. Es una película mesurada e intensamente hermosa, un filme sin hipocresía ni acartonamientos.

No se trata de una cinta de intriga ya que el argumento es sencillo, que, de pronto, hasta podría escribir su protagonista, una niña de diez años, pero no hace falta nada más, no hacen falta asesinos ni truculentas historias eróticas.

El perro resulta tan simpático que hasta querríamos adoptarlo; los niños son traviesos y encantadores; nos deleitan las historias de la anciana, al igual que el queso que la madre corta o la motocicleta con la que el padre se mueve a la gran ciudad, para vender algunos de sus productos, por increíbles paisajes esteparios, que nos invitan a ir a vivir allí.

La madre atiende la casa y las labores del campo mientras los niños juegan y ayudan en lo que pueden.

Nansal, la niña mayor, con apenas diez años de edad, vuelve de la escuela con su uniforme, su delantal y sus cintas de coleta pero al regresar a casa se pone la ropa de trabajo para acatar las indicaciones maternas de recoger estiércol para calentar la casa, pastorear a caballo, de tal manera, que mientras trabaja, juega y recorre la estepa.

Así las cosas, esta película es un canto a la vida del campo, con su tranquilidad bucólica, en una llanura donde viven los yaks, las cabras y las ovejas en torno a la yurta, el hogar temporal de una humanidad nómada, algo natural y fantástico a la vez, en relación con las formas de vida occidentales, que la directora puede interpretar gracias a su conocimiento de la vida en Mongolia y en Alemania, que expresa gracias a su exquisita sensibilidad, que sabe sacar de unos actores vernáculos, lo más auténtico de sí mismos.

La película fluye en medio de un gran realismo, sin tintes nostálgicos ni sentimentaloides, sin hacer una crítica valorativa del desarrollo pero sí con una gran valoración de la vida tradicional, que nos hace degustar la sabiduría en la vida cotidiana, algo que deberíamos conservar de alguna manera en un mundo globalizado, de tal forma que podamos ser plenamente conscientes de nuestras raíces culturales y espirituales.

La película se queda a medio camino, entre el documental y los filmes de acción para alcanzar una dimensión metafórica, mediante una fábula que nos ofrece nuevas visiones de la vida, en la que cada uno de los espectadores podrá sacar sus propias conclusiones en torno a temas como los de la reencarnación, el renacimiento, la tradición y la modernidad.

Podría decirse que El perro mongol es cine de verdad, un documento bastante educativo, si uno se sienta en la butaca y se deja ir tras las imágenes que nos ofrece la directora, que nos brindan la posibilidad de que, desde la lejanía, podamos asistir y compartir la vida cotidiana con una familia de Mongolia, con sus usos y costumbres de todos los días, sus quehaceres diarios, la rutina de una vida, bien distinta de la occidental. La dirección logra un cine distinto, que se deja ver y se disfruta.

La temporalidad de la película es tranquila y prodigiosa, emparentada con la vivencia del tiempo de las religiones budistas. Los niños juegan de una manera tranquila pero el filme ni se hace largo ni pesado, ya que, a pesar de no ser una cinta de intriga, la directora le logra dar cierta tensión al argumento, que genera cierto misterio narrativo, cierto suspenso que mueve nuestra curiosidad; por ejemplo, cuando surge el conflicto con el padre acerca de si éste aceptara o no al perro, que la chica ha encontrado en una cueva.

La película puede dejarnos, por momentos, boquiabiertos o arrancarnos una discreta sonrisa como cuando los niños juegan con una figurita de Buda y el chico mayor dice:

-¡Con Dios no se juega!

No hay, en la cinta, planos gratuitos; la cámara siempre está en el lugar preciso, sin hacer piruetas, ni alardes visuales, de tal forma que casi se da un único movimiento, salvo cuando se hacen panorámicas.

Dominan los planos fijos y reposados o grandes planos muy abiertos, con un predominio del azul del cielo, el verde de la estepa o el naranja del fuego del hogar, con unos planos que parecen diluirse con magia. La directora nos presenta grandes planos generales, en los que el cielo es el protagonista del encuadre.

La secuencia en la que la abuela cuenta a la niña la historia del perro, es un verdadero ejercicio de planificación, una buena mezcla de montaje sosegado y vertiginoso, que pone tensión en ciertos puntos clave, como cuando se da un montaje paralelo, entre un padre que va al galope y un niño que se acerca a unos buitres, de los que el perro defenderá.

Hay en la cinta un ritmo determinado, con excelentes rimas visuales, como cuando el perro se suelta de la correa para defender a los niños o el caballo corre a toda velocidad.

La música de la cinta recurre a las canciones tradicionales que se contrapuntean con el silencio para lograr atmósferas preciosas y precisas, de tal forma que nos enfrentamos con una película casi magistral.

La película es hermosa, cálida y familiar, nos acerca a una vida bucólica, tierna, entrañable, sincera en sus postulados, en fin, un filme encantador, que produce todo un festín visual, dados su belleza paisajista, sus escenarios naturales, su belleza plástica, su vestuario y ambientación, a la vez minimalista y exuberante, como si fuera una especie de tapiz oriental, aunque la cinta pudiera resultar un poco más artificiosa que La historia del camello que llora, lo cual no es una crítica que le quite valor, ya que es otra forma de acercarse al tema de las familias nómadas del país asiático, en otra región, con una historia distinta, así el mensaje del discurso sea semejante en un honesto intento de mostrar la vida cotidiana y las costumbres de sus gentes, todo un canto a la vida natural, sin artificios, a la comunión con el entorno, a la importancia de la vida familiar, a la sencillez en las formas de vida, más allá del consumismo de las sociedades supuestamente avanzadas.

El rodaje del filme se inició en la región de Altai, donde por más de dos meses, en distintas localidades, la directora y su equipo hicieron todo una aproximación a una familia común y corriente hasta lograr un buen vínculo con ella y poder pasar a una segunda etapa de producción cinematográfica, lo que trajo consigo la conformación de todo un grupo de trabajo que dio lo mejor de sí en creatividad y autenticidad artística.

Es de resaltar que la película no fue realizada con actores profesionales pero, a pesar de ello, se logra una interpretación creativa y magistral acerca de una familia que vive en un valle aislado de Mongolia, que nos acerca a una vida sencilla, llena de profundos mensajes.

De seguro, la directora puede hacer una magnífica interpretación de los fenómenos plasmados en la cinta porque es descendiente de unos padres que proceden de la región donde se filma la cinta, de tal forma que su conocimiento de las tradiciones de esa localidad le permiten mostrar los cambios que experimentan su tierra y sus gentes, de tal manera, que la directora puede sumergirnos a los espectadores en la cultura de su país, que, sin lugar a dudas, nos resultará bastante extraña, con su gran dosis de espiritualidad budista, la cual permite la integración armónica del nómada con la naturaleza, con sus creencias en la reencarnación, como bien lo expresa la frase inicial de la película, cuando la abuela dice a su nieta:

-Todo el mundo muere pero nadie está muerto. – oración que se sustenta en las creencias en la reencarnación, que, la propia abuela de la directora le comunicara cuando ésta era todavía una niña pequeña como la protagonista.

El guión hace parte de toda una preocupación de la directora por los temas de la urbanización en su país, las transformaciones que éste ha ido sufriendo y los cambios en la existencia cotidiana de la gente nómada, ya que a la autora la inquieta saber en qué valores y con qué creencias crecen los niños de allí, hoy en día, qué significa la vida moderna para una familia nómada.

El filme también muestra la íntima relación entre el hombre y el perro, la cual, para el budismo, tiene sus orígenes en la creencia en la reencarnación, según la cual, las almas deambulan de un cuerpo al otro, de una planta a un animal, hasta llegar al perro y al ser humano, creencias que muchos mongoles han ideo abandonando en su contacto con la modernidad, de tal forma, que la relación entre los hombres y el perro también se van transformando, con una pérdida del equilibrio del eterno ciclo.

Muchas familias nómadas dejan a sus perros atrás, una vez deciden instalarse en las ciudades; los perros entonces van haciendo manadas, que se unen a las de los lobos y terminan todos estos cánidos atacando a los seres humanos, les matan sus ovejas, sus cabras y se convierten en toda una amenaza contra los medios de subsistencia de la gente.

Para la directora, el gran reto del filme era contar una historia con emoción, que mostrara los cambios sociales, que se están dando en su país y describir la vida cotidiana de una familia nómada, que ella valora muchísimo, sobretodo, a partir de su experiencia alemana.

La protagonista, Nansal, estudia en un internado y va a la estepa en vacaciones, lo que le permite hablar a sus hermanos de su vida en la urbe; si se fueran a allí, quisiera vivir en un edificio bien alto para poder seguir en contacto con las estrellas, que la acompañan en la llanura.

La vida en la ciudad constituye para esta familia, toda una novedad, algo casi completamente desconocido, que, a veces, idealizan.

La directora acude a mirar el problema desde el punto de vista de los niños y así mostrar ciertos puntos positivos de la modernización, sobretodo en lo que respecta a la educación pero sin descuidar una crítica a la superficialidad con la que se vive en las ciudades, ya que la cineasta misma ha podido experimentar los avances que se logran en las ciudades al vivir en Alemania, lo que no le impide apreciar grandemente los valores tradicionales que, en un mundo ultramoderno, muchos desconocen, pero que ella recibió en forma directa de su abuela.

Nansal le sirve a la cineasta viajar hasta sus raíces.

La chica debe cumplir las órdenes del padre de deshacerse de Zochor, el perro multicolor, lo que la lleva a perderse en el campo pero, de pronto, oye una melodía que alguien canta a los lejos y se roba su atención para conducirla ante una anciana de cabellos grises, que canta con toda su alma en aquel valle.

La vieja acoge a la niña en su casa, donde el tiempo parece detenerse en una temporalidad que le permite a la chica el reencuentro con sus orígenes, su cultura y una espiritualidad bien particular, que la conducen a verdades universales, que la directora espera transmitir a personas de ámbitos culturales diferentes, ya que ella, en Mongolia, aprendió a vivir más allá de una axiología lineal materialista, que la autora critica a través de la metáfora del hombre y el perro, de tal manera que lo tradicional y lo moderno puedan coexistir.

La fotografía de la película la lleva a cabo Daniel Schoenauer, la música fue realizada por Börte, con un montaje de Sarah Clara Weber y la película es protagonizadas por:

Batculuun Urjindorj, en el papel del padre, Buyandulam Daramdadi Batchuluun, como la madre, Nansal Batchuluun representa a la hija mayor de la familia, Nansalmaa Batchuluun, protagoniza a la niña menor y Batabayar Batachuluun hace el papel del hijo varón de ese grupo familiar.

La cinta ha recogido premios en los festivales de cine de Munich y San Sebastián, junto con otros galardones al cine para la infancia, la producción se llevó a cabo con la Schesch Filmoproduktion, con un costo superior a los seis mil euros y ha sido distribuida por Karma Films Spain. Además la película fue candidata, por Mongolia, al Óscar a la mejor película extranjera.

3. El niño que gritó puta

De nuevo, el tema de la guerra y su repercusión sobre la infancia, visto por Juan José Campanella, el director de cine hispano-argentino, nacido en Buenos Aires, en 1959, quien ha desarrollado su labor fílmica en los Estados Unidos de América, donde ha trabajado en series televisivas como La Ley y el Orden, el director de esa hermosa película, El hijo de la novia con Ricardo Darín y Norma Aleandro, quien hace el papel de una madre demente, que se despide de nosotros con una genial sonrisa, tras verla con todo el embotamiento, propio del mal de Alzheimer, con toda la versatilidad propia de esa gran actriz argentina, en un filme magistral que estuvo a punto de ganarse el Óscar a la mejor película de habla extranjera.

Al director se lo ha considerado una de las grandes revelaciones del cine argentino, en los últimos años, con sus historias sencillas, narradas con un lenguaje bastante cotidiano, sin mayores florituras, con lo que logra una filmografía bastante pop, quien dice ser un tipo bastante melancólico de ascendencia asturiana pero que no se considera nostálgico, ya que él ve en la nostalgia el deseo de volver al pasado, cosa que para nada le parece positiva, muy propia de los inmigrantes argentinos, que se pasaron la vida con la añoranza de Europa, cosa que no sucedió a quienes inmigraron a los Estados Unidos de América, quienes se dedicaron a hacer un país nuevo y cortar con las amarras del pasado, por eso, al tono melancólico que pueda haber quedado en él, Campanella lo que hace es evitarlo con el recurso del humor.

La película es protagonizada por Harley Cross, Karen Young, Dennis Boutsikaris, Adrien Brody, Gene Canfield, Moira Kelly, J.D. Daniels y Jesse Bradford, con quienes se logra un drama, basado en hechos reales, sobre un niño violento, quien hace la vida imposible a su madre, de una manera provoctiva, un drama que trasciende los dramas corrientes conmovedores y lacrimógenos para conducirnos al ámbito de lo siniestro, del horror, quien paraliza con sus insultos a una madre impotente, interpretado por Harley Cross, quien logra dar a su personaje, ribetes de un impactante realismo, con un trasfondo triste, de tal forma que el personaje infatil resulta más ominoso que el niño de La profecía, una personita con una mente bastante retorcida, cuya magistral interpretación hiciera que el joven actor ganara el premio al mejor actor en el Festival de Cine de Valladolid, España.

Su vocabulario es obsceno y procaz, cuya sádica conducta, encuentra eco en el masoquismo de una madre culpabilizada, que cree haberlo hecho todo mal, y termina por llevarlo al reformatorio, donde el muchacho encuentra el amor de otra de las coasiladas.

¡Lástima que la película haya pasado tan desapercibida para el gran público!

Su dureza da cuenta de lo afectada que está la sociedad actual, hasta el punto de poner en grave riesgo a los niños, que son el futuro del mundo, problemas que los seres humanos no deberíamos ignorar sino, todo lo contrario, poderlos conocer y pensar para buscar caminos de solución, así la película llegue a un final cuestionable, que puede denotar cierta inexperiencia del director, quien realizaba uno de sus primeros filmes, ya que dar muerte al protagonista puede resultar una solución demasiado fácil para solucionar problemas narrativos.

De todas maneras, la película es una digna representante del cine estadounidense de la década del 90, en la que el joven director de entonces, se anota el hit de haber realizado una sobrecogedora cinta, en la que demuestra su gran capacidad para la dirección de actores y la consecución de verosímiles y dramáticas escenas.

Jesús Dapena Botero es colombiano residente en España.

viernes, enero 01, 2010

yo no olvido al año viejo porque me ha dejado cosas muy buenas....


Felicitación de Año Nuevo

A mis amigos y lectores de aquende y de allende,
creyentes de cualquier religión o de ninguna,
devotos de cualquier dios o de ninguno,
con el espíritu solidario de estos días,
Feliz Año Nuevo,
Paz y Libertad,
Salud y República.

Que tu nombre no figure jamás en las listas de sospechosos
elaboradas por l ...as agencias de seguridad gringas.

Que los abusos que sufras a manos de la autoridad,
ya sean crueles, degradantes e inhumanos,
nada tengan que ver con las instrucciones
de fundamentalistas cristianos como Cheney,
Rumsfeld y Belcebush.

Que tu país nunca sea "liberado" por los EE.UU. de América,
ni sus "marines" te lleven la democracia.

Que el uranio empobrecido, las bombas "margarita",
el fósforo blanco y el napalm
que caen en tus tierras
sean tan inofensivos e inexistentes como dice el Pentágono.

Que no caigas enfermo en los EE. UU. de América
si careces de seguro médico,
ni desees ir a ninguna de sus universidades
si no eres rico.

Que las voraces farmacéuticas del Primer Mundo
dejen de ensayar sus medicamentos mortales
en tus niños del Tercero.

Que redescubras lo que los franceses descubrieron
a finales del siglo XVIII, a saber:
que las cabezas de los aristócratas, terratenientes,tiburones
industriales y demás depredadores sociales
pueden separarse mecánicamente de
sus hombros si no se avienen a razones.

debo agradecer inmensamente a cada ser humano que habita en este lugar!!!! sepan ustedes que han sido fundamentales en estos días y que mi cariño inmenso es para cada personita que me ha hecho feliz! no digo nombres porque luego me olvido, pero saben bien que los adoro!
que el año 2010 sea besable, querible, amable!!!!

ABRAZOS ADORABLES,
la cheqa

martes, diciembre 29, 2009

Hambre de amor


sábado 19 de diciembre de 2009
Marcelo Colussi

Antonio Bressani, el joven antropólogo graduado con honores en Milán, lo pensó una y mil veces antes de tomar la decisión. Finalmente, aceptó: formaría parte de la expedición al Amazonas peruano que estaba organizando la universidad. Sólo imaginarse ese destino lo fascinaba; poder concretarlo, ni se diga.

Aunque no dejaba de preocuparlo también, pues la fiereza del grupo mawambi que visitarían lo tenía algo consternado. ¿Caníbales? No lo podía creer. ¿Caníbales en el siglo XX?

Era la primera vez que visitaría una selva.

Se defendía aceptablemente en portugués (tendrían que remontar el río Amazonas desde Brasil) y en español (el pueblo a investigar estaba en territorio peruano, y aunque muy poco, algo hablaban en lengua española). Del mawambi, el idioma del grupo con el que estarían conviviendo por espacio de cuatro meses en lo profundo de la jungla, apenas si conocía los rudimentos básicos. Como todo el grupo de antropólogos italianos, lo terminaría de aprender con el pueblo originario en su contacto directo.

Fue llegar a la selva y quedar hipnotizado. Las incomodidades prácticas del viaje ya en terreno no le preocuparon; la belleza de lo que estaba conociendo le pareció infinitamente más importante. En varias ocasiones pasó largas horas solo, en silencio, contemplando extasiado el follaje. Ese espectáculo se le hacía sobrecogedor. Parecía hipnotizado.

La universidad de Lima había hecho los arreglos del caso y, traductor mediante, más cuatro antropólogos peruanos que se sumaron al grupo, a los ocho antropólogos italianos no les resultó especialmente difícil establecer contacto con los mawambi.

En realidad, había más mito que verdad en lo que se decía de este pueblo; no eran antropófagos en sentido estricto sino que tenían ciertas prácticas con contenidos más o menos cercanos a la antropofagia. Básicamente comían los huesos de los muertos, años después de enterrados y una vez que los tejidos blandos habían desaparecido, molidos y mezclados con hierbas afrodisíacas. Había alguna información también, no confirmada por los antropólogos citadinos de Perú y por algunos estadounidenses que habían estudiado esta etnia, que en determinadas ocasiones tenían prácticas caníbales con los enemigos derrotados. Por lo pronto algunos miembros, sólo algunos, solían llevar algún hueso humano colgado como atavío. Antonio, ante todo eso, además de aterrarse, quedaba cautivado.

Fue verla y quedar más cautivado aún que con la espesura de la vegetación. Estaba semidesnuda, al menos para la usanza italiana u occidental, aunque llevaba una indumentaria que, en todo caso, realzaba más lo erótico, ocultando más de lo que permitía ver. Vestía una falda de una rústica tela anaranjada brillante y un collar de huesos -extraños huesos, de variadas formas- que le daba un par de vueltas al cuello ocultándole a media los nacientes pero ya bastante bien desarrollados pechos. Tenía 14 años. Se miraron y se sonrieron.

Awamble-puri, “Hija de la luna” en mawambi, era la hija del jefe principal. La última hija, la más pequeña, nacida cuando ya los padres no pensaban tener más descendencia. Por tanto, era la consentida, la especialmente mimada entre los once hermanos. En una mezcla de idiomas, más con gestos que con palabras, se comenzaron a comunicar. Para Awamble-puri hubo también algo de flechazo. Antonio, entre los italianos al menos, no era precisamente el más apuesto ejemplar: algo encorvado, de una delgadez extrema y aspecto desgarbado, lentes con un anticuado y pesado marco de carey negro, algo de acné juvenil -pese a sus 28 años- y una expresión de eterno despiste, su figura distaba mucho de aquella del amante latino a la que el cine de su país tenía acostumbrado al público con ese estereotipo. Pero para una muchacha casadera de un grupo indígena en las profundidades de la selva amazónica, un varón de piel tan blanca, cabellos amarillos y ojos color verde era una novedad absoluta.

Sin poder explicar cómo, se enamoraron.

En realidad, ninguno de los dos tenía mucho que explicar: el amor es así, no repara en detalles, etnias ni costumbres. Se enamoraron, aunque ello pueda parecer raro, y punto.

A los compañeros de Antonio les resultó alto extravagante el hecho. Más que nada, fueron bromas las que surgieron, siempre con el ánimo de festejar la noticia. Pero por el otro lado, para la familia de Awamble-puri, la situación no era un simple detalle: tenía el valor de problema comunitario. Por lo pronto, todo el grupo se reunió en consejo especial de emergencia, sin convocar a los visitantes italianos. Incluso no era un pequeño problema, una cuestión práctica menor: era algo que tocaba los cimientos mismos de su cultura. Se debatía sobre si un miembro del grupo debía cruzarse con un extraño -tan feo, por lo demás, según sus criterios estéticos- como Antonio. El debate tomó largas horas. Finalmente la tribu decidió asentir la unión. Solemnemente, el padre de Awamble-puri se acercó al italiano, y ante su asombro, lo abrazó. Antonio sólo comprendió que lo felicitaba, sin captar exactamente el porqué. Pero luego, cuando ya todos, primero el consejo de ancianos, luego sus futuros cuñados y por último los demás miembros masculinos del grupo lo continuaban abrazando con rostros felices, entendió: ¡ya se podían casar!

Y se casaron.

No sin discusiones, con otras nuevas interminables reuniones secretas del grupo mawambi, finalmente la tribu -los varones ante todo, la opinión de Awamble-puri no parecía contar mucho en esto- decidió sobre la propuesta de Antonio: los recién casados podían viajar a la tierra del forastero. Es decir: se irían a vivir a Italia.

Los otros siete antropólogos italianos, más los cuatro peruanos que constituían el grupo investigador original, ya se habían marchado hacía varios meses. Awamble-puri y Antonio pasaron varias lunas hasta que decidieron irse -o mejor dicho, hasta que consiguieron la autorización para hacerlo-.

Y se fueron.

Ya en Italia, para la muchacha todo resultó un cambio tremendo. Joven e inteligente como era, no le costó mucho aprender rápidamente un italiano básico que le permitía moverse con relativa soltura. Entre ellos dos se comunicaban parte en italiano, parte en mawambi. De todos modos, pese al amor enorme que los unía y a los esfuerzos inmensos que hacía Antonio para ayudarla en su proceso de inserción, el trasplante no le fue en absoluto fácil. Tuvo que aprender casi todo de nuevo; la vida en una gran ciudad como Milán, con gente nueva, en un contexto cultural tan radicalmente distinto, se le tornó agobiante. Sólo el inconmensurable amor que se profesaban logró retener a Awamble-puri en Italia.

Y así llegó el primer hijo.

Pasquale nació sano y robusto. Eso llenó de alegría al padre; pero no tanto a la madre. Los primeros tiempos Awamble-puri encontró en su recién nacido el motivo que más o menos la animó. Sin embargo, pasados unos pocos meses la tristeza volvió a invadirla. Y esta vez nada logró moverla de ese estado. Regalos, paseos, promesas, cariños renovados, o ni siquiera el pequeño Pasquale, fueron suficientes para animarla. Sumida en una profunda nostalgia que la tenía postrada todo el día, finalmente Awamble-puri, con el más hondo dolor del alma, decidió volver a su tribu en la Amazonia.

Más grande aún fue el dolor de Antonio. Él no quería retornar a la selva; su vida estaba en la universidad en Milán. El libro que estaba por publicarse sintetizando el trabajo antropológico desarrollado en el Perú -“Entre árboles, pantanos y esperanzas” llevaría por título, y él aparecía como colaborador principal- no logró disiparle la melancolía profunda que también lo había invadido. La llegada del hijo sólo en muy pequeña medida lo lograba sacar de ese estado.

En principio habían pensado que Antonio acompañaría a Awamble-puri hasta Lima, y de allí a Iquitos, donde ella, con ayuda de gente de la zona, llegaría por sus propios medios a su tribu. El niño quedaría con el padre en Italia. Así lo decidieron.

Llegado el momento de la partida, Antonio no pudo resistir el dolor y cambió de parecer: no aguantaba acompañarla hasta Perú, por lo que la despidió en el aeropuerto de Milán, con un beso apasionado “para todo un siglo”, según le dijo en italiano.

Ambos lloraron desconsoladamente. Luego, como siempre, el tiempo va cerrando -al menos un poco- las heridas. Aunque nunca del todo. De todos modos, para ambos la vida siguió su curso. Awamble-puri pudo rehacerse más rápidamente. Con algunas pequeñas dificultades que fue resolviendo sobre la marcha sin mayores sobresaltos, llegó de regreso a su hogar. Luego de la tremenda sorpresa inicial, fueron seis días de celebraciones para darle la bienvenida, en una confusa mezcla de alegría por el retorno, llanto por el fracaso, vergüenza y cólera por la deshonra. Nada se podía hacer con respecto a Antonio y el niño, que habían quedado en otro extremo del mundo. Sólo evocarlos, con tristeza, con odio, pocas veces con dulzura.

Para Antonio la separación fue infinitamente más traumática. Tres semanas después de la partida de Awamble-puri, en un rapto de emotividad, sin consultarlo con nadie y dejando el niño al cuidado de su madre, salió en forma abrupta hacia Perú. La misión que se había impuesto era traer nuevamente a su esposa hacia Italia, con la renovada promesa que ahora las cosas serían distintas. La idea de otro hijo pensó que podría motivarla, y eventualmente, unirlos más.

Tras varias peripecias prácticas, una tarde de torrencial lluvia tropical llegó, solo, al poblado mawambi. La sorpresa fue mayúscula.

Nunca quedó claro cómo fueron exactamente los acontecimientos. Para un desprevenido y prejuicioso observador occidental sería muy fácil decir que “los aborígenes se lo comieron”. La situación fue mucho más compleja. Seguramente como parte de alguna, al menos para nosotros, incomprensible práctica cultural mawambi, los varones de la tribu, luego de someterlo a un penoso juicio, le dieron muerte, luego de lo cual las mujeres pudieron ver el cadáver, y sólo después, cuando ya estaba trozado convenientemente, Awamble-puri fue llamada y convocada a comer el trozo que le ofrecían. Ella nunca supo qué pedazo de Antonio fue el que se comió (cocinado, valga aclarar). Al hacerlo sintió una rara combinación de sentimientos, pero fundamentalmente: venganza que hacía justicia.

Un pequeño hueso del pie -una falange del dedo gordo más precisamente- fue agregado a su collar, que sigue luciendo altiva en su mundo, esa selva que la vio nacer y crecer como hija de un soberano.

En Italia Pasquale nunca supo el final de esa historia; más aún, nunca supo nada de su madre. Sus abuelos silenciaron los hechos, y el muchachito creció convencido de otra versión, la que le inventaron, mucho más suave. Ahora es músico. Más exactamente: etnomusicólogo y -¿astucias de la razón?, ¿ironías del destino?- está por viajar al Amazonas para estudiar en terreno la música de los pueblos mawambi, en las profundidades de la selva peruana.

Tomado del libro “Historias dulces color de rosa”, de próxima aparición.

Los amigos de Leda Valladares festejarán con cantos sus 90 años



Lunes 21 de Diciembre de 2009

A lo largo de su vida cantó, hizo música para teatro y cine, e investigó las tradiciones y los cantos antiguos.

La artista, que en las décadas del 60 y del 70 publicó una serie de discos documentales, estuvo en esta ciudad en 2000. la gaceta / archivo - antonio ferroni

BUENOS AIRES.- Profesora de filosofía, poeta, cantora, compositora y musicóloga que dedicó su vida a conocer, registrar, proteger y difundir la música anónima y originaria argentina, Leda Valladares es una artista esencial que hoy cumple 90 años, y sus discípulos se lo celebrarán cantando.

Aunque la creadora se encuentra internada desde hace 10 años y padece el mal de Alzheimer, su continuadora Miriam García encabezará una comparsa de unos 20 miembros que se acercará a saludarla y a cantarle.

"Nosotros la queremos y la valoramos por ser una persona que dejó una obra que sigue germinando y produciendo acciones y que tiene una vigencia increíble", subrayó García.

La cantante, docente y gestora que asume el legado de Leda y lo exhibe en el marco de la intensa actividad de El Bagualazo donde plasma su labor en torno al canto colectivo, lamentó que "la obra de Leda tenga escaso reconocimiento de parte del mundo del folclore comercial que todavía no se atreve a comprender su trabajo".
En un escrito de Miriam para la revista "Devenir", describió a Valladares como "una visionaria que sigue siendo un referente contundente con una obra para seguir asombrando". "Ella siempre estuvo obsesionada porque estos repertorios de cantos antiguos se conocieran y se cantaran, que no siguieran ocultos, que lo cantaran sobre todo los niños y jóvenes, y los maestros en el aula. Leda ha sido además una exquisita cantante que con su interpretación supo ahondar como nadie en las profundidades de estos cantos y resaltar su magia y su misterio", dijo.

Formación
Valladares nació en Tucumán el 21 de diciembre de 1919 y antes de cumplir los 20 años formó su primer grupo de música: F.I.J.O.S (Folclóricos, Intuitivos, Jazzísticos, Originales y Surrealistas) que compartió con otros jóvenes audaces y talentosos de la talla de Adolfo Abalos, Manuel Gómez Carrillo, Enrique "Mono" Villegas y Gustavo "Cuchi" Leguizamón.

A lo largo de su camino cantó jazz, hizo música para teatro, cine y TV y se unió a María Elena Walsh con quien actuó con gran suceso en la Argentina, Europa y Estados Unidos y registró varios álbumes, seis de ellos en Francia.

Entre 1960 y 1974 publicó una serie de discos documentales llamados en conjunto "Mapa Musical Argentino" y luego lanzó otras trabajos de similar carácter como "Grito en el cielo" (1989), "Grito en el cielo II" (1990) y "América en cueros" (1992).

Con estos trabajos logró dejar testimonio de su actividad y mereció la atención de León Gieco, Suna Rocha, Gustavo Santaolalla, Fito Páez y Pedro Aznar, entre otros músicos. "Siempre hemos tratado de darle a la gente joven los misterios de lo que se viene cuidando, perpetuando, para que esos misterios no desaparezcan. Han quedado discos, pero todo lo que es moda siempre tiene un apoyo que no tiene lo que es tradición, que parecería que está abolida o superada", dijo la artista en una de sus últimas entrevistas.

Ideario
Su fecunda tarea también la volcó en libros como "Cantando las raíces" del que publicamos dos fragmentos que sintetizan parte de su ideario vital:
-"Cantar no es gobernar un caudal aéreo o melódico. Es algo profuso y subterráneo. Caer en concavidades desconocidas y volver a la superficie con fuegos y metales, con picos y planicies, con savias y arenas".

-"Cuando el canto pierde rugidos y lamentos, magia y sabiduría ancestral, se perfeccionan proezas, la voz se decolora y se convierte en un juego estético o simple pasatiempo. Las triviales modas de lo popular, la solapada búsqueda de agradar al soberano y adormecer el gusto propalan todos los vicios del cantor aceitado y bucodental, así pasamos al canturreo híbrido que nos inunda y anestesia". (Télam)

Confrontaciones en Copenhague



20 Diciembre 2009

En Copenhague, en las discusiones sobre las tasas de reducción de los gases productores del cambio climático se enfrentan dos visiones de mundo: la de la mayoría de los que están fuera de la Asamblea, venidos de todas partes del mundo, y la de los pocos que están dentro, que representan a los 192 estados. Estas visiones diferentes están cargadas de consecuencias, significando, en el límite, la garantía o la destrucción de un futuro común.

Los que están dentro, fundamentalmente, reafirman el sistema actual de producción y de consumo, incluso sabiendo que implica sacrificio de la naturaleza y creación de desigualdades sociales. Creen que, con algunas regulaciones y controles, la máquina puede seguir produciendo crecimiento material y ganancias como ocurría antes de la crisis.

Pero hay que denunciar que justamente este sistema es el principal causante del calentamiento global al emitir anualmente 40 mil millones de toneladas de gases contaminantes. Tanto el calentamiento planetario como las perturbaciones de la naturaleza y la injusticia mundial son consideradas como externalidades, es decir, como realidades no intencionadas y que por eso no entran en la contabilidad general de los estados y de las empresas. Lo que cuenta en definitiva es el lucro y tener un PIB positivo.

Pero ocurre que estas externalidades se han vuelto tan amenazantes que están desestabilizando el sistema-Tierra, mostrando el fracaso del modelo económico neoliberal y poniendo en grave peligro el futuro de la especie humana.

No pasa por la cabeza de los representantes de los pueblos que la alternativa sea cambiar a un modo de producción que implique una relación de sinergia con la naturaleza. La sola reducción de las emisiones de carbono manteniendo el mismo pillaje de los recursos es como si pusiéramos un pie en el cuello de alguien y le dijéramos: quiero que seas libre, pero con la condición de que sigas teniendo mi pie en tu cuello.

Precisamos impugnar la filosofía subyacente a esta cosmovisión. Ella desconoce los límites de la Tierra, afirma que el ser humano es esencialmente egoísta y que por eso no puede cambiar, que puede disponer de la naturaleza como quiera, que la competición es natural, que por la selección natural los débiles son engullidos por los más fuertes, y que el mercado es el regulador de toda la vida económica y social.

Por el contrario, reafirmamos que el ser humano es esencialmente cooperativo, porque es un ser social, pero se vuelve egoísta cuando rompe con su propia esencia. Dando centralidad al egoísmo, como have el sistema del capital, have imposible una sociedad de rostro humano. Un hecho reciente lo demuestra: en cincuenta años los pobres recibieron 2 billones de dólares de ayuda mientras que los bancos recibieron 18 billones de dólares en un año. No es la competición lo que constituye la dinámica central del universo y de la vida sino la cooperación de todos con todos. Desde que se descubrieron los genes, las bacterias y los virus como principales factores de la evolución, no se puede sostener la selección natural como se hacía antes. Ésta sirvió de base para el darwinismo social. El mercado entregado a su lógica interna enfrenta a todos contra todos y así desgarra el tejido social. Postulamos una sociedad con mercado, no de mercado.

La otra visión, la de los representantes de la sociedad civil mundial, sostiene: la situación de la Tierra y de la Humanidad es tan grave que solamente el principio de cooperación y una nueva relación de sinergia y de respeto hacia la naturaleza podrán salvarnos. Sin eso vamos hacia el abismo que hemos cavado nosotros mismos.

Esa cooperación no es una virtud cualquiera. Es aquella que en otro tiempo nos permitió dejar atrás el mundo animal e inaugurar el mundo humano. Somos esencialmente seres cooperativos y solidarios sin lo cual nos devoramos unos a otros. Por eso la economía debe dar lugar a la ecología. O hacemos este viraje o Gaia puede que continúe sin nosotros.

La forma más inmediata de salvarnos es volver a la ética del cuidado, buscando el trabajo sin explotación, la producción sin contaminación, la competencia sin arrogancia y la solidaridad a partir de los más débiles. Éste es el gran salto que se impone en este momento. A partir de él la Tierra y la Humanidad pueden llegar a un acuerdo que salvará a ambos.

ALBERT PLA


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[Xavier Pintanel © Prohibida su reproducción sin permiso del autor aun citando la procedencia]

Albert Pla, nacido en Sabadell (Barcelona) a mediados de los años sesenta, desarrolla desde la segunda mitad de los años ochenta, una de las carreras artísticas más completas, originales, creativas e incisivas de la escena musical española.

Compositor, cantante, músico, y por lo tanto cantautor, ejerce de cronista de las esquinas olvidadas de la vida, y de los protagonistas anónimos de la historia del mundo de a pié. Actor en el cine y también en el teatro, asume el lado tragicómico de la existencia desde la poesía urbana más explicita y desacomplejada, desterrando el monopolio de la metáfora del discurso de la canción y del cantautor hasta su llegada.

Podríamos dividir su trayectoria musical en tres etapas fundamentales:

Una primera aparición en la escena de la canción en catalán como cantautor de derribo de los cánones establecidos.

Una segunda etapa en la que abraza la rumba junto con la lengua castellana, y se acerca progresivamente a las orillas más radicales del rock y sus alternativas más tóxicas.

Y una tercera en la que la libertad creativa toma el mando sin tapujos y con alternancias lingüísticas, en la que asume cada proyecto como un nuevo reto hacia el arte total, multimierda, como le gusta denominar a sus espectáculos, hacia la crónica de la vida en su estado más puro y brutal.

Albert Pla no es solo un cantautor diferente que ha influenciado a varias generaciones más allá de los estilos y que es reivindicado por los nuevos artistas, sino uno de los más grandes y más lúcidos trabajadores que tiene nuestro arte, quizás por eso es lo más parecido a un genio.

Gerard Quintana
Trovador