sábado, mayo 15, 2010

Premio Especial CUBADISCO a «Noel Nicola. Nos queda su canción»


El Premio Especial CUBADISCO será entregado a Noel Nicola. Nos queda su canción (DVD CD), que cuenta con la dirección general del realizador Carlos León y la participación de Abel Machado.

13/05/2010 REDACCIÓN
Noel Nicola
© Juan Miguel Morales

El trovador cubano Noel Nicola sigue ganando premios aún después de su desaparición física. Es esta ocasión será el Premio Especial CUBADISCO será entregado a Noel Nicola. Nos queda su canción (DVD CD), que cuenta con la dirección general del realizador Carlos León y la participación de Abel Machado, que será entregado el próximo día 15 de mayo en la Gala de Premiaciones de Cubadisco a celebrarse en el teatro Carlos Marx, en La Habana.



Este es un producto que integra un DVD, contentivo de los documentales realizados por León: Así como soy (2003) y Nos queda su canción (2009) y más de 10 entrevistas a personalidades de la cultura cubana y extranjera, entre ellos: Daniel Viglietti, Guillermo Rodríguez Rivera, Víctor Víctor, Sergio Vitier y Vicente Feliú, entre otros, también de la autoría del realizador.

Por su parte, el disco de música contiene toda la discografía del desaparecido trovador: Comienzo el día, Así como soy, Lejanías, Noel Nicola canta a César Vallejo, Tricolor, Ánimo, trovador, Dame mi voz y Entre otros. También están presentes tres temas grabados con el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC y temas inéditos, voz y guitarra, que fueron recuperados del archivo de sonido del ICAIC. Por último, aparecen varias musicalizaciones inéditas de textos de José Martí de un disco que Nicola nunca llegó a concluir.

La producción de esta material antológico es del sello Unicornio de Producciones Abdala con la colaboración de ICAIC.

DECLARACIÓN DEL FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESIA DE LA HABANA

Los poetas que organizamos el Festival Internacional de Poesía de La Habana no podemos quedarnos en silencio ante el manifiesto de la llamada “Plataforma de españoles por la democratización de Cuba”.

Cuba ha construido una democracia propia y legítima, respaldada por la inmensa mayoría de su pueblo.

Junto a conocidos voceros de la propaganda anticubana, personas honestas, tal vez sin la información y el conocimiento necesarios, influidas por la “feroz y dolorosa” campaña mediática contra Cuba, nos acusan, y al hacerlo, asumen una postura que intenta lesionar la soberanía de nuestro país y hace el juego a los eternos enemigos de la isla que no han cesado en los últimos 200 años de acariciar su sueño anexionista y colonial.

Pretenden mantener a Cuba en el banquillo de los acusados. Las palabras democracia, libertad y derechos humanos han sido secuestradas. Esgrimen argumentos vacíos con el propósito de imponer en los primeros planos la visión de nuestro país que se quiere vender.

Cuba no es sólo un nombre bajo el dedo acusador.

Cuba es una cultura, una ética, una historia, una identidad resistente, una mística nacida de la poesía y de la imaginación.

Esta que algunos pretenden que nos agreda, no es la España que hemos querido y admirado siempre: La España de Juan Ramón Jiménez, de Antonio Machado y de León Felipe; la de Federico García Lorca, Rafael Alberti y Miguel Hernández; la de María Teresa León y María Zambrano; la de Pablo Casals y Pablo Picasso; la España de intelectuales y artistas contemporáneos siempre fraternos; la de innumerables amigos que nos acompañan día a día con su solidaridad.

La España que nos legó una cultura poderosa no puede ni juzgarnos ni condenarnos por defender nuestra propia noción de la cultura, la belleza y la justicia.

Presidencia del Festival
Aitana Alberti Miguel Barnet Víctor Casaus Pablo Armando Fernández Eusebio Leal Waldo Leyva César López Virgilio López Lemus Omar Felipe Mauri Edel Morales Nancy Morejón Carilda Oliver Labra Alex Pausides Juan Ramón de la Portilla

Confiere Estados Unidos visa al cantautor cubano Silvio Rodríguez para presentarse en la Isla




Silvio Rodríguez podrá pisar suelo puertorriqueño por primera vez en trece años.

La presentación del emblemático cantautor cubano Silvio Rodríguez en el Coliseo de Puerto Rico el próximo 30 de mayo acaba de vencer el mayor obstáculo, al conferirle el gobierno de Estados Unidos la visa de entrada que le permitirá, además, actuar en Nueva York.

El productor César Sáinz, productor del espectáculo para Rompeolas, confirmó hoy, martes, a Inter News Service (INS) que el intérprete cubano podrá pisar suelo puertorriqueño por primera vez en trece años, luego de que finalmente Estados Unidos le ha conferido el visado para entrar a su territorio.

El empresario artístico, quien trajo por última vez a Puerto Rico al cantautor cuando se presentó en el estadio “Hiram Bithorn”, en Hato Rey, dijo que el abogado californiano Bill Martínez le confirmó que la legación diplomática de Estados Unidos en La Habana ya recibió el visto bueno para concederle la visa.

Junto a Silvio Rodríguez, indicó el letrado Martínez, también se le dio luz verde de entrada a Estados Unidos a su esposa, la flautista Niurka González, a la hija de ambos, Malva, y a “algunos miembros de su banda”, según se establece en la comunicación.

Sáinz manifestó que, después de tantos años de ausencia, los seguidores de Silvio Rodríguez tendrán la oportunidad de apreciar un recorrido por su trayectoria, aparte de escuchar algunas de sus nuevas canciones, que los melómanos puertorriqueños conocen muy bien.

Además de su presentación en Puerto Rico, fijada para el 30 de mayo, el creador de “Canción del elegido” actuará el próximo 4 de junio en el Carnegie Hall de Nueva York, luego de que el año pasado se le vetara para asistir como invitado a un espectáculo en tributo a Peter Seeger.

El cantautor no actúa en Estados Unidos desde hace unos 30 años.

Para el intérprete de “Te doy una canción”, Puerto Rico tiene un significado especial en su vida, no sólo por los amigos que ha cultivado, como el cantautor Roy Brown, sino por la noción que de la Isla le dio el apóstol cubano José Martí.

“Mi noción primera de Puerto Rico, me la dio Martí, en su última carta a Manuel Mercado, cuando dijo que todo lo que había hecho y lo que haría era para impedir que los Estados Unidos se adueñara de Cuba y Puerto Rico y caer con esa fuerza más sobre los pueblos de Latinoamérica”, escribió en una oportunidad.

Dijo que a partir de ese planteamiento de Martí “me empecé a hacer preguntas. Empecé a adentrarme en el drama de Puerto Rico”.

Roque Dalton por Eduardo Galeano



Hace treinta y cinco años, Roque fue asesinado mientras dormía.

Yo soy uno de sus muchos dolientes.

Fui su amigo, y lo sigo siendo.

Su asesinato me dolió, y me sigue doliendo.

La impunidad me indignó, y me sigue indignando.

La impunidad estimula a los criminales, y los militantes que matan para castigar la discrepancia no son menos criminales que los militares que matan para perpetuar la injusticia.

Aquí va mi abrazo, de muchos brazos, a los familiares de Roque, a sus amigos, a sus compañeros, y a las muchas y muchos que no lo conocieron pero lo aman amando las palabras que nos dejó.

La Jornada

Pronunciamiento de la comunidad académica, artística e intelectual de México por el 35 aniversario del asesinato del poeta salvadoreño Roque Dalton


Al Presidente de la República de El Salvador, Mauricio Funes
Al pueblo de El Salvador
A la familia Dalton Cañas
A la comunidad académica, artística e intelectual de Latinoamérica y el mundo

Los abajo firmantes, miembros de la comunidad académica, artística e intelectual de México manifestamos nuestra inquietud por la posición que ha asumido el gobierno de El Salvador con respecto a la memoria del poeta salvadoreño Roque Dalton, al cumplirse 35 años de su asesinato.

Las últimas noticias nos informan del nombramiento de Jorge Meléndez como director de protección Civil de El Salvador, lo cual nos alarma de sobremanera, ya que el presidente Mauricio Funes obvia u olvida que Meléndez, mejor conocido como “Jonás” en la época que perteneció al Ejército Revolucionario Popular, fue uno de los miembros de la dirección de este ejército guerrillero que dio la orden, junto a Joaquín Villalobos y Alejandro Rivas Mira de ejecutar al poeta Roque Dalton.

Consideramos que esta actitud enturbia la posibilidad de enaltecer la memoria del poeta. Sostenemos que la mejor manera de honrar la memoria de Roque Dalton al cumplirse 35 años de su asesinato no es con homenajes de pompa y platillo sino enjuiciando y procesando a sus asesinos confesos. Sostenemos que la democracia en El Salvador no será posible hasta que se esclarezcan los crímenes que ensombrecen el pasado y la memoria de esta nación hermana. Respaldamos a la familia Dalton Cañas en la exigencia que hacen al presidente Mauricio Funes para la renuncia inmediata de Jorge Meléndez de la dirección de Protección Civil, y exigimos, desde México, el esclarecimiento de los crímenes contra el poeta Roque Dalton, Monseñor Óscar Arnulfo Romero, y los mártires de la UCA.



Porque el hermano pueblo salvadoreño merece construir su presente y su democracia honrando su memoria histórica con justicia:

Firman

(las personas que quieran suscribir la carta escriban al siguiente correo: unlibrorojopararoque@yahoo.com.mx )

Les agradecería si reenvían este mensaje a todos sus contactos. Tenemos hasta el dia miércoles pues busvcaremos hacerlo público el día 14 que se cumplen 70 del natalicio del poeta. Agreguen su oficio, por favor.

Gracias por su Solidaridad.

Leonardo Iván Martínez (poeta y docente), Iván Cruz Osorio (poeta y editor)

Silvio Rodríguez estrena un blog: “Hola, pues, todo el mundo”


El cantautor Silvio Rodríguez acaba de estrenar su blog “Segunda Cita“, donde se presenta como “trovador, hijo de Dagoberto y Argelia, nacido el 29 de noviembre de 1946 en San Antonio de los Baños, Cuba”. Usted puede seguirlo también a través de su cuenta en Facebook o Twitter, registrándose directamente en el blog del trovador.

A continuación sus primeras palabras:
El primer post de Silvio



silvio-en-la-taguaraPuede que me arrepienta de no haber meditado lo que pongo esta primera vez del blog, pero el entusiasmo de escribir y verlo puesto aventaja a la cautela, al menos hoy. No sé ni para qué lo hago. Cecilia Todd me mandó un link que decía “varias versiones de Pequeña Serenata Diurna”, con el comentario de que era “todo amor”. Así entré a “La Taguara“, donde aparece un muñequito parecido a mí pero con más pelo (mis gracias a su autor). Darvin Romero se llama este periodista-trovador-bloguero que cita a Alí Primera (hombre rebosante de amor incendiario del que guardo un cuatro que tuve que soltar, porque quemaba). Después de ver que entre las preferidas de Darvin está Ódiame, que escucho desde mi infancia, me fijo en que ha compuesto una canción con Hugo Chávez y me digo: Ojalá esto no sea una usurpación de funciones, porque recuerdo que el propio Chávez cierta vez anunció que él y yo formábamos el dúo Silvio y Hugo (Hugo y Silvio para mi). Pero enseguida me doy cuenta de que hace años que no voy por Venezuela y lógicamente Hugo ha tenido que buscarse un compañero más estable. Así que no hay otro reclamo que aquello que decía el Principito: “para siempre eres responsable de lo que siembras”. Pensando en eso miro arriba y descubro en luces de neón: Crear un blog. Y me digo: bueno, tampoco será teclear y cantar, e incrédulo me pongo a seguir los dos, tres pasitos y heme aquí, de pronto con blog propio, madre mía (segundo domingo de mayo, día de las madres en toda Cuba), el que además se llama como séptimo se me ocurrió: Segunda cita. Hola, pues, todo el mundo. Me siento inaugurado.

PUBLICADO POR SILVIO RODRÍGUEZ DOMÍNGUEZ

(Cubadebate ha verificado que es efectivamente un blog escrito por Silvio Rodríguez)

El sentido de la vida / Ricardo San Esteban


viernes 7 de mayo de 2010
(Desde Buenos Aires, Argentina. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

Marx escribía que lo esencial era determinar el sentido de la vida humana, que podía manifestarse de dos formas: el sentido del ser o el sentido del tener. El sentido del ser significaba que el hombre lograba el desarrollo de sus máximas potencialidades, lo que implicaba no vivir luchando por tener o apropiarse de más y más cosas, no se trataba de tener, pues, sino de ser, ser uno mismo, de desarrollarse plenamente en todos los aspectos. El sentido del tener, en cambio, significaba llenarse de chirimbolos u objetos externos pero a costa de un vaciamiento interior, de su pérdida de identidad.

El general chino Sun Tzu, que vivió hace miles de años, decía que para conquistar un país debía primeramente llenárselo de baratijas y mercachifles, mandarle felones para arruinar su administración, y presentarles putas, músicos y bailarines licenciosos, para cambiar sus costumbres, esto es, ablandarlos, hacerles perder su identidad y meterles la idea del hedonismo y la estupidez. Naturalmente, antes de invadirlos para vaciar sus arcas, vaciarles la cabeza.

La disyuntiva entre el ser y el tener en los tiempos actuales, de todas maneras, no depende de la decisión ni de la voluntad individual, porque es el sistema social, con su culto al mercado y al consumismo, quien empuja hacia posiciones extremas en una enajenación sin precedentes.

Pero ¿por qué disociar el ser del tener? Es preciso luchar por ser y por tener acceso a los bienes que el propio hombre crea, materiales y espirituales, y tratar de que los logros de la humanidad se pongan al servicio de todos.

También el psicoanálisis trabaja con dos importantes categorías: el ser y el tener. Según Freud, la operación según la cual se constituye el sujeto humano, es la identificación, forma primitiva del lazo afectivo, mediante la cual nos apropiamos de aspectos del otro para constituirnos. Como acotaba el psicólogo Norberto Inda, un sustento no menor de la sociedad de mercado es volvernos más consumidores que ciudadanos. Tener objetos de todo tipo significa ser alguien, y justamente la estrategia mercantil es esa incentivación publicitaria del deseo asentado en alguna carencia hipertrofiada, tener equivale a ser, y de paso, pertenecer al selecto grupo de los que accedieron. Pertenecer tiene sus privilegios, era el eslogan de una tarjeta de crédito.

La política imperante en los últimos tiempos, a parte de aumentar el desempleo y la pauperización, fue desarrollando un discurso legitimador en el que ser era sinónimo de tener. Así los bancos incentivaron a sus clientes en cuanto a enterrarse en créditos hipotecarios y personales, a cambiar el autito, comprarse la videocasetera o ahorrar en dólares. No en vano Menem consiguió su reelección sobre la base de los votos licuadora, provenientes de aquellos rehenes de las cuotas dolarizadas.

El corralito y otras medidas implementadas por Menem, Cavallo, De la Rúa y quienes los siguieron, impactaron en el corazón de una identidad conformada cosística y financieramente, identidad que forjó su imaginario descontando ya su pertenencia al primer mundo, al primer espacio, a pasos del paraíso.
De golpe y porrazo tal identidad se cayó, un simple decreto cambió las reglas, se resquebrajaron las subjetividades y estábamos en un mundo de cuarta. Si tener caseteras y autitos, como identificación a futuro, constituía el proyecto identificatorio de una sociedad burguesa y rechoncha, evidentemente que ese principio de legitimidad era muy endeble y que finalmente nos transformaría en cazcarrientos. De golpe, ni éramos ni teníamos.

El ser y el tener

Contrariamente al sentido del tener, el sentido del ser significa llegar al hombre total, es decir, lograr el máximo desarrollo para todos en sus potencialidades materiales, intelectuales y afectivas, pero sin perder la identidad. La práctica de la vida debería residir en la conquista de los tres factores (material, intelectual y afectivo) sin absolutizar el factor material a costa de los otros dos. Pero ello depende del comportamiento del sistema y de sus elementos componentes, elementos constituidos por una parte de nosotros mismos.

Parecía como que apropiarse de más objetos resultaba el fin último del ser humano. En el siglo pasado, como reacción frente a la creciente enajenación del hombre no sólo en los países capitalistas sino también en los llamados socialistas, los existencialistas absolutizaron todo lo concerniente a la teoría del individuo y la teoría de la enajenación, sobre todo en lo que se refiere a la enajenación subjetiva o autoenajenación.

¿Cuál fue la causa por la que los intérpretes y seguidores de Marx, Plejanov, Lenin, Trotsky o Bujarin dejaran de lado el existencialismo humanista? Erich Fromm decía que el pensamiento filosófico de la época, desde la muerte de Marx hasta los años veinte, estuvo dominado por ideas positivistas-mecanicistas, que influyeron en pensadores como Lenin o Bujarin.

Es evidente que en los marxistas de aquel tiempo existió cierto enfoque voluntarista y una sobrevaloración de la conciencia colectiva, al pensar que el hombre podía cambiar la sociedad y la naturaleza sin que existiesen todas las condiciones necesarias y en especial, la razón suficiente.

Ignoraron aquellas palabras de Marx en la Ideología Alemana “Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal a imponerle a la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actuales. Las condiciones de este movimiento se desprenden de las premisas existentes...”.

La conciencia no es determinante de los hechos, no nos engañemos. Ninguna situación revolucionaria puede afianzarse si no existen las bases objetivas para ello y por más que los sabios bajen hasta el pueblo y tengamos finalmente un pueblo de filósofos, no lograremos cambiar el sistema. Veamos si no lo acontecido en la ex Unión Soviética, luego de setenta años de intentos para elevar la conciencia popular. De nada valieron las apelaciones a la moral socialista, las arengas, la heroica acción de los obreros stajanovistas, los sábados comunistas; la productividad per cápita siguió siendo muy inferior a la de los países capitalistas desarrollados.

Al respecto puedo contar una anécdota ocurrida cuando estudiábamos en Moscú –integré la primera promoción del legendario Instituto de Ciencias Sociales de la Academia de Ciencias de la URSS- y allí en una oportunidad nos entrevistamos con el máximo dirigente de la central obrera soviética. A una pregunta mía acerca del porqué la productividad per cápita era del 30% en relación con la de Estados Unidos, en primer lugar miró mis manos para constatar si yo era obrero o intelectual y luego contestó: “bueno, para eso hicimos la revolución”. En otra oportunidad habíamos viajado a visitar un koljós y cuando se mencionó aquel slogan del comité central “alcanzar y sobrepasar a los Estados Unidos” un rudo campesino exclamó “alcanzarlos sí, pero sobrepasarlos no, porque van a ver los remiendos que tenemos en el culo”.

La implosión del llamado campo socialista, sin embargo, tiene en este índice una de sus principales claves. Se pueden modificar las relaciones de producción, pero las fuerzas productivas constituyen la locomotora en cualquier sociedad.

Esta afirmación tampoco debe llevarnos a la pasividad: ayúdate, que dios te ayudará.
Debido a cómo los humanos tenemos de abordar la realidad –como asomados a ella- y a nuestra praxis, casi siempre concebimos a los objetos o al futuro con cierta rigidez, porque ésta constituye una de las características de los modelos que adoptamos para avanzar en el conocimiento. El sistema materia nos excede y no tiene, evidentemente, un fin moral totalmente acomodado a lo que aspira el ser humano. No es el hombre quien modifica voluntariamente las cosas, sino que en el fondo se trata de una estrategia del sistema, y ese sistema, el capitalista –como hemos visto- adopta como elemento a una porción del hombre, su tiempo de trabajo, quedando en el entorno su parte psíquica, creativa.

Paradojalmente, el sistema social y su entorno interno están compuestos por el hombre, y no existe una voluntad divina ni tampoco un señor de barba que dirija el tráfico. El entorno externo del hombre es la naturaleza, sus leyes, que vamos desentrañando para tratar de entender su estrategia, sus objetivos en cuanto a nosotros. Nada mágico, como puede verse; es sólo que el hombre le pone magia a las cosas que no comprende.

Sabemos que la moral es una forma de conciencia social y como tal, histórica, y que no se puede absolutizar acerca de ella, aún cuando las reglas morales se correspondan relativamente con la realidad objetiva del momento histórico. La lucha por conocer las leyes, la necesidad, es la que determina, en última instancia, las reglas morales.

Si bien una de las rigideces en el pensamiento marxista fue el de sacar conclusiones científicas teñidas por cierta absolutización de la moral y de la conciencia, el contenido del concepto suyo acerca de la naturaleza del hombre no consistía en algo abstracto e inmanente a cada individuo, no como algo puramente biológico pero tampoco una abstracción fantasmagórica.

Se trataba de una naturaleza entendible históricamente donde el ser humano no podía contemplarse como algo estático, inmutable, sino como aquello que fluye y existe potencialmente y se desarrolla en un proceso histórico, sistémico. De ahí el planteo de Marx en cuanto a que el hombre es potencialmente humano.

En El Capital dice que al otro lado de sus fronteras (del reino de la naturaleza) comienza el despliegue de las fuerzas humanas que se consideran como fin en sí, el verdadero reino de la libertad que sin embargo sólo puede florecer tomando como base aquel reino de la necesidad. La sociedad humana, diríamos, se naturaliza y al mismo tiempo, humaniza a la naturaleza, en un intercambio en el cual ambos van modificándose mutuamente.

El hombre, homo creator

Conforme a esta concepción antropológica, el hombre-elemento-sistema-entorno es no solamente su propio creador, sino también quien crea las condiciones de su propia existencia. No puede modificar las leyes naturales pero sí puede modificar las condiciones en las que esas leyes se expresan. Como consecuencia, el sistema de valores que le sirve de orientación es un producto social propio, flexible en el tiempo. Es, pues, un producto sistémico, pero esta concepción colectiva no significa que desconozcamos la importancia del individuo, los grados de libertad que va adquiriendo. Desde el punto de vista biológico –como hemos visto someramente- ya la ciencia ha demostrado cuál ha sido la génesis del ser humano. Desde el punto de vista social, dentro de los parámetros naturales, el sistema es su propio creador, posee un desarrollo y una estrategia.

Precisamente, en esa autocreación sucesiva y determinista, el elemento constitutivo del sistema capitalista va logrando grados de libertad, y con ello va negándose a sí mismo, para finalmente dar lugar a otro principio de legitimidad futuro que se hallará corporeizado en el hombre total y no solamente en el que existe por su trabajo enajenado.

El conflicto entre fuerzas y relaciones no se resuelve solamente con un mayor conocimiento de la necesidad sino que es preciso, además, que exista dentro del sistema una correlación de fuerzas favorable. Las relaciones de producción son relaciones portadoras de orden, y en cambio, las fuerzas productivas, son portadoras de desorden viviendo en un proceso de acumulación, y cuando aquellas relaciones acentúan su papel de frenado es cuando las fuerzas productivas que crecen y se expresan, las hace saltar en mil pedazos.

Conviene tener presente, además, que el hombre posee dos caras. Por un lado, es elemento del sistema, y por el otro, forma parte del entorno interno. Y ambas caras, partiendo de un principio subjetivo, como lo es la praxis, se transforman la una en la otra, se objetivizan en las relaciones de producción. Esas fuerzas son las generadoras de la entropía o el desorden, originando una acumulación de sus potencialidades a partir de extenderse y sucederse en el tiempo, hasta llegar a su masa crítica y de ahí dar el salto hacia un grado de libertad cualitativamente nuevo.

El concepto de libertad se liga con la relación existente entre el hombre social, el elemento y el entorno, en una sucesiva complejización mutua con conexiones internas y externas que se expresan, desde el conocimiento aplicado, en una creciente independencia.

Cornelius Castoriadis, en su Testamento Filosófico, decía que las raíces racionalistas del marxismo, su creencia en una finalidad determinada de la historia, lo volvían inaceptable como teoría. En ese mismo sentido se habían expresado muchos otros, tales como el brasileño Celso Furtado.

Pero conviene tener en cuenta que en las teorías científicas más importantes, como la de la relatividad o la teoría cuántica, también se expresa una raíz racionalista y, en última instancia, una teleología, una finalidad determinada de la historia. La flecha del tiempo, las composiciones químicas, los hechos físicos, la sociedad, en fin, todo, va en una sola dirección: de lo simple a lo complejo y nunca al revés. Y lógicamente, también en los actos cotidianos del hombre, pues de lo contrario no podría existir como tal, sería caer en aquella afirmación de la Iglesia que, hasta el Concilio Vaticano II, negaba el progreso.

Las raíces racionalistas del marxismo y la poesía

En toda teoría siempre existe una parte de finalidad última –aunque lo niegue en sus formulaciones- y una parte de fantasía, las hipótesis siempre abarcan algo de moral, algo del futuro, algo de poesía. Somos de la misma tela de la que están hechos los sueños, decía Shakespeare, y Walter Benjamin escribía que no hay otra poesía más que la del futuro, pero como por definición ella aún no existe, la revolución deriva su poesía de la ausencia.

Muéstrenme uno solo de los científicos que alguna vez no haya borroneado algunas cuartillas con versos. Illya Prigogine escribió que el saber científico deviene una audición poética de la naturaleza y contemporáneamente un proceso natural, proceso abierto de producción y de invención, en un mundo abierto productivo e inventivo. Y Mario Bunge: toda teoría fáctica refinada contiene convenciones, simplificaciones y artificios. Por cierto, esto no nos debe llevar al dislate gnoseológico de Feyerabend, para quien la ciencia era un vale todo o un cambalache.

Partimos de dos situaciones como lo son nuestro determinismo relativo y racionalista, y nuestra ensoñación, pero eso no constituye un defecto sino que es aquello que, finalmente, rescata al hombre.

Los que critican a Marx porque a veces mezcla juicios de valor con constataciones científicas, o mezcla la filosofía con la ciencia económica –Celso Furtado acusa a Marx de ello- ignoran que hoy las disciplinas científicas deben poseer una permeabilidad mutua debido a su creciente parentesco. La ciencia, la cultura y el arte hermanados en el objetivo de lograr que el ser humano obtenga una cita consigo mismo. El saber humano es crecientemente metatemático.

Su plasmación constituye un problema complejo en donde un aspecto importante es la correspondiente madurez de la base material y técnica, pero resulta muy lineal pensar que solamente el cambio en las relaciones de producción en el ámbito general sea suficiente para lograr un cambio en el individuo.

Como ya hemos dicho, el marxismo mal interpretado también dejaba librado a cierto voluntarismo esta cuestión, aunque el ser humano tiene una ligazón fundamental con su sistema social y el sistema también tiene sus planes a partir del elemento social. El hombre no puede ir más allá de sí mismo ni salirse del sistema global, es evidente que todo se mueve por procesos sujetos a leyes, por regularidades que poseen grados de libertad pero no la libertad absoluta.

El límite del hombre es el hombre mismo

El límite del hombre es el hombre mismo, es potencialmente humano y hasta esa humanidad deberá escalar para lograr ser dueño de sí. El ser humano es histórico, tuvo un nacimiento y tendrá un final. Cuando se salga de sus límites, para bien o para mal, hallará su negación y probablemente dé lugar a otro ser, con otras características.

Si bien el elemento-hombre es el sujeto de su libertad, todos los objetos y procesos poseen ciertos grados de libertad, cierta flexibilidad respecto al medio sin la cual el universo no podría funcionar. Y cuando el hombre interfiere en los grados de libertad de los hechos o procesos, dicho hombre gana en libertad, pero restringiéndosela al proceso o fenómeno interferido.

Al conocer las leyes naturales y ponerlas a su servicio, el hombre adquiere mayores grados de libertad, se acerca a su complementación, transita el camino para hacerse realmente humano. Pero al mismo tiempo, la utilización de esas leyes lo hace prisionero de otras, como por ejemplo, al descubrir y utilizar el petróleo como fuente de energía, con lo que obtiene el efecto invernadero, la polución. Existe un límite móvil entre el sistema social y su entorno, pero es infranqueable en tanto siga rigiendo el principio de legitimidad dado. Ese entorno no es un sistema, no posee límites franqueables como sí los posee el sistema.

El medio o entorno solamente está limitado –o delimitado- por horizontes abiertos y la propia imputación al entorno es una estrategia del sistema. Y esa estrategia es una estrategia clasista, partidista, porque el sistema no es neutral, y en esta fase necesita ser proburgués y antidemocrático para sobrevivir, pero ello no será eterno. Como ya dijimos, lo que la teoría intenta comprender es una complejidad que el sistema ya creó sin ayuda de ninguna teoría, para hacer frente a una complejidad todavía mayor, proveniente del entorno.

El sistema social es objeto y sujeto de sí mismo, puede observarse y modificarse a través del ser humano en determinadas condiciones. Los entornos interno y externo acechan para modificar su elemento constitutivo, otorgándole más libertad al ser humano, mayor conocimiento de sus leyes.

Pero para dicho sistema, la creciente libertad del hombre es chocante y entonces ese mismo sistema trata de conducirlo a cierta engañosa brillazón, en la que a veces el ser humano cree ver realidades y en las que sólo existe ficción. El único remedio es la práctica como criterio de verdad.

La crisis sistémica actual es más profunda que las anteriores debido a que los cambios han sido muy importantes, exponenciales, el conocimiento y la capacidad del hombre alcanza límites inconcebibles años atrás, colocándose en los umbrales de una libertad contraria al principio de legitimidad del sistema capitalista.

Y por otro lado, en esta etapa final del capitalismo nadie puede sentirse dueño de nada, ni siquiera los otrora grandes latifundistas o grandes burgueses pueden estar seguros. La incertidumbre no es solamente una angustia metafísica, es la inseguridad colectiva en todos los aspectos de la vida como una de las estrategias del sistema para sobrevivir.

Pese al esfuerzo del sistema en contrario, la sociedad, su educación y su cultura han crecido y el principio legitimador que acecha desde el futuro tiene hambre de una libertad que el viejo poder no está dispuesto a considerar. Y ya se sabe cómo terminan estas cosas.

El miedo a la libertad

Por otra parte, esa libertad choca no solamente contra ciertas ilusiones o contra la ignorancia respecto a leyes sistémicas, o expande su libertad por un lado y la restringe por otro, sino que el hombre siente miedo ante esa libertad que va conquistando y que en su desarrollo puede desembocar en la ruptura de su identidad, de los moldes tradicionales o en su propia destrucción física.

Así pues, las relaciones de producción basadas en la propiedad privada hacen que los grados de libertad del ser humano permanezcan restringidos, ante el discutible derecho que tienen unos individuos en cuanto a apoderarse –a través de redistribución de rentas, disposiciones impositivas, legales, de movimientos contables o de saqueos lisos y llanos- de los bienes, el espíritu y la vida de otros individuos.

Por otra parte la vida espiritual del hombre es muy compleja, y ya dijimos que como sujeto no puede ir más allá de sí mismo ni salirse de sí, habitando la sociedad como sistema compuesto por elementos, paquetes de elementos, clases sociales, niveles, relaciones. Existe una estructura social que en este período de globalización y exclusión –se dan los dos fenómenos a un tiempo- contradice cada vez más su principio de legitimidad.

Es ahí donde debe observarse, fundamentalmente, el comportamiento del elemento, su apego al actual principio de legitimidad, pues no puede existir ningún cambio si el elemento antiguo no es aniquilado por su sucesor.

Si entendemos a la libertad como la necesidad conocida –que sería su interpretación más profunda- no podemos dejar por ello de considerar que su límite se halla en el carácter del sistema social. Por eso no conviene simplificar, acudiendo solamente a su acepción más inmediata, es decir, la de la libertad física, de circulación, de ideas. Estos constituyen grados que se van alcanzando dentro de la lucha por la libertad general, dentro de la lucha por el cambio de sistema, porque en este sistema la libertad del hombre estará siempre restringida, así lo exige su esencia, su propio principio de legitimidad fincado en la apropiación del trabajo ajeno.

Conocemos que el concepto de libre albedrío no puede ser considerado sinónimo absoluto de libertad, tiene otro contenido, y además es interpretado de diversas maneras. Algunos pensadores le han absolutizado, como aquellos que consideran que el hombre puede elegir sin ninguna contención y es responsable total de su elección. Otros que lo piensan como relativo, como una de las formas –la subjetiva- de la actividad práctica del hombre social, es decir, que sus actos volitivos se hallan motivados y que su libre albedrío choca contra los muros de contención del sistema.

En el caso de su absolutización, el libre albedrío dependería de la voluntad individual de cada uno. Las concepciones idealistas sostuvieron la prioridad absoluta de la voluntad sobre el conocimiento, pero la voluntad no consiste en algo independiente de las circunstancias, por lo cual no es absoluta, querer no es poder, no se puede partir de los deseos individuales o colectivos (voluntarismo) sino que debemos elegir en consonancia con la realidad objetiva que, como hemos dicho, se enmarca en el sistema y en sus contradicciones últimas.

El tino, la habilidad y el conocimiento permiten elegir con mayor precisión, el margen de error se acota teniendo en cuenta la teoría de la toma de decisiones, pero el ser humano es habitante de un sistema compuesto por él mismo y acechado por su entorno. La corriente idealista considera que la conducta tiene un carácter voluntario, por lo cual la propia historia es irracional. Ciertos marxistas pensaban que con sólo proponérselo, el hombre podía cambiar la historia.

Por el contrario, existe un determinismo que, aunque relativo, condiciona objetivamente las conductas. La categoría de libre albedrío designa el componente subjetivo de la praxis, vinculada con la responsabilidad del hombre por los resultados de la actividad dada dentro del sistema correspondiente.

Pero la libertad, en el sentido más profundo, no se halla en el logro de una imposible desvinculación respecto de las leyes naturales, sino en el conocimiento de estas leyes y en la posibilidad de utilizarlas planificadamente. Este es el sentido de la independencia. En la filosofía kantiana el sujeto imponía la ley a la naturaleza a través de la ciencia, y por otro lado, Michel Foucault escribía que las palabras se separan de las cosas formando una red clasificadora que se impone al mundo real de las cosas. Pero en un sentido estricto, las palabras no pueden imponerse a las leyes del mundo real.

El libre arbitrio significa que la decisión debe tomarse con conocimiento de causa, pero teniendo en cuenta que al hombre le está vedado legislar sobre la naturaleza, que aquél sólo puede conocer e interpretar sus leyes. Cuanto más libre sea el juicio de una persona con respecto a un determinado problema, tanto más ceñido se hallará ese juicio respecto al mundo real, tanto más señalado será el carácter de la necesidad que determine el contenido de dicho juicio.

En cambio, la inseguridad basada en la ignorancia que elige, al parecer, en forma caprichosa entre posibilidades distintas y contrarias muestra su falta de libertad, indica que se encuentra dominada por el objeto que intenta dominar.

El conocimiento otorga caminos para elegir y actuar, la libertad es siempre relativa y esa relatividad depende de la sabiduría con que se mueva, de la base material y técnica, de los obstáculos que deba sortear y de los nexos a todo nivel que sepa crear. La revolución científico-técnica ha colocado el mayor interés en el factor subjetivo, el ciberespacio plantea nuevos e inquietantes horizontes en la lucha por la libertad.

De manera que el contenido del concepto libertad es el del esfuerzo por lograr un mayor grado de legitimación humana, basado en el conocimiento, pero en lucha contra las intenciones del sistema que pretende conservar su viejo principio de legitimidad. El conocimiento es también parte del entorno, que pugna por legitimarse, y esa legitimación es a su vez parte de la lucha por la libertad del hombre. En el sistema social, el caos se liga con esa lucha cuyo contenido es el encuentro del hombre consigo mismo, el desorden es parte de la ampliación de su libertad. Contrariamente a lo que se piensa, el equilibrio no es la ley. La ley es el desequilibrio, la no-linealidad.

Necesidad y libertad

En la relación entre necesidad y libertad, debe entenderse que las leyes del mundo exterior –la necesidad- existen en el entorno fuera de nosotros e independientemente de nosotros. El mundo existe fuera de nuestra conciencia, pero nuestra conciencia no existe fuera del mundo. El nexo no es mecánico ni estático, tiene historia y no cesa de transformarse y trasmutarse en función de los nuevos logros de la ciencia, en la medida en que la praxis le permite avanzar hacia nuevos conocimientos, hacia un mayor grado de legitimidad del hombre integral. Por cierto, muchas veces estos avances ahondan la brecha de la enajenación. Los avances científico-técnicos no siempre se pueden equiparar con el progreso, los logros son escamoteados por el sistema y hasta pueden ponérsele en contra o privarlo de libertad.

La libertad del ser humano se halla también vinculada a una relación de fuerzas desde el punto de vista político, a la correlación entre las fuerzas populares y las reaccionarias. La acción política se basa en elementos objetivos y subjetivos: las relaciones de fuerza propias de la pugna entre el nuevo principio de legitimidad que acosa desde el futuro y el viejo principio que trata de conservar su lugar. El nuevo principio de legitimidad se halla muy ligado al nivel de conciencia y de organización de las masas populares. Entre los grados de libertad conquistados por la sociedad, la correlación de fuerzas en el terreno político y la alienación hay un nexo evidente. El hecho se puede examinar desde la superestructura ideológica o como praxis del sujeto, pues el método resulta de la conjunción de ambas direcciones, en donde la relación de fuerzas se puede ver como un reflejo de las relaciones socioeconómicas –objetivas- y al mismo tiempo, como la praxis especial del sujeto histórico, de su organización, su experiencia de lucha y hasta de su territorialidad.

La lucha por la libertad no depende, pues, solamente del conocimiento de las leyes de la naturaleza; constituye una confrontación de fuerzas y siempre es riesgosa.

Precisamente y ligado con esto, un tema que conviene dilucidar es el del progreso. Hace poco, en un programa radial que conduce una de mis hijas, ella suscitó el tema y los oyentes participaron activamente, opinando que el ser humano no ha progresado. Yo recordé aquella opinión de Tucídides dada hace dos mil quinientos años: “en estos dos mil quinientos años el hombre no ha cambiado”. Indudablemente, para hacerlo se necesita de un nuevo hombre, protagonista de un gran viraje en la historia humana en el que el sistema basado en la propiedad privada dé lugar al surgimiento de otro sistema basado en el encuentro del hombre consigo mismo a partir de un mayor conocimiento de las leyes.

El premio Nobel alternativo de economía, el chileno Manfred McNeef, advertía que la trampa del lenguaje y del conocimiento de las teorías económicas provoca un agravamiento de la gran crisis que padecemos, porque las conclusiones a las que llevan, desembocan en absurdos, tales como que para resolver los problemas generados por el crecimiento económico es indispensable que haya más crecimiento. Ello pese a que existe conciencia de que el crecimiento económico en un sentido convencional ha creado gravísimos problemas a nivel del Planeta.

La práctica social debería permitir comprender la vinculación entre la necesidad objetiva y su captación consciente, el paso de la una a la otra y cómo dicha aprehensión cambia en un proceso ilimitado, en donde no siempre el grado de industrialización o el avance tecnológico son sinónimos de progreso.

La complejidad de los fenómenos y sus relaciones aumentan en la medida en que avanzan los conocimientos pero también en la medida en que la realidad misma, el sistema y su entorno, se complejizan. Por ende, tal modificación de las expresiones de la naturaleza conforma nuevos desequilibrios. De ello se desprende que el logro de la libertad está indisolublemente unido al cambio en la sociedad, al cambio de sistema, pues en un sistema eminentemente depredador como lo es el capitalista, toda destrucción de la naturaleza conlleva una relativa pérdida de libertad.

Se pueden observar diferencias conceptuales –como escribía Silvia Regoli Roa- en los principios organizativos del cambio. El ensanchamiento de las esferas sociales en el ámbito tecnoeconómico lleva a una mayor interacción, mayor especialización y a relaciones de complementación. En una empresa de mayor especialización y diferenciación estructural estos hechos aparecen como respuesta a un cambio de escala, y esto también se da en el ámbito de cada país. Sin embargo en la cultura, la mayor interacción conduce a la mezcla, la superposición y la convivencia y la fusión de estilos, religiones, costumbres del "almacén mundial", con el fin de alcanzar la autorrealización. Esta libertad para tomar y adoptar diferentes fragmentos de las diversas formas culturales deriva del principio axial de la cultura actual, cual es la realización y recreación del "yo". Se profundiza, pues, la contradicción entre el tipo de organización y las normas que exige el ámbito económico, por una parte, con las normas de autorrealización que exige la cultura de hoy, por la otra.

El recurso del terror

Por cierto, aquel dicho de que la letra con sangre entra se aplica objetivamente, y la matriz ideológica del irracionalismo individualista especulativo se asienta también en el terror, en todas sus variantes. Ya la religión se encargó y encarga de meter miedo al infierno, a la muerte, a la venganza de dios.

Y no sólo al terror que pudiesen producir los hechos en sí, sino al terror difundido a través de los medios, al terror como producción espiritual. Desde los juguetes infantiles y dibujitos basados en monstruos, hasta el terror político (grupos de tareas, policías de gatillo fácil, operaciones de inteligencia, saqueos, enfrentamientos armados, secuestros relámpago, asesinatos.) que se difunden masivamente y también el terror económico producido por la pérdida de poder adquisitivo, por la pérdida de los ahorros, del empleo, de la vivienda propia. También el terror social sembrado a través de la difusión de enfermedades tales como el cólera, SIDA, el dengue, el H1N1, la desnutrición, el abandono de persona.

La corrupción económico-política es, asimismo, funcional a la producción espiritual del sistema y se traduce en la pérdida de identidad, en el desclasamiento, la exclusión masiva, los ataques de pánico, el terror a lo desconocido.

La cooptación y el clientelismo político se asientan asimismo en el pánico, en la inserción de mecanismos para impedir o fracturar cualquier intento de organización social, como puede verse actualmente en la dispersión de las izquierdas y otras organizaciones, jaqueadas por los medios masivos que reemplazan a los caudillos de la vieja política.

También existe un terror ecológico a partir de los fenómenos creados por la desertización, el desprendimiento de bloques de hielo de la antártida, el agujero de ozono.

El surgimiento de los gobiernos de derechas, la revitalización del fascismo, la privatización de la solidaridad social, las conductas exacerbadamente individualistas, el quiebre y desmontaje pieza por pieza de todo lo que constituyó la plataforma del humanismo ¿es responsabilidad del Cielo? Yo diría que no. Obedece a las conductas humanas, masivas, sistémicas, relacionadas con el metabolismo y la entropía de las que hablábamos más arriba, del flujo de información y de capitales, de la acumulación de ambos, de la ley del valor y el papel de los mercados, de la ley de población, de la economía y la organización social y principalmente, de la tendencia de todo sistema hacia su homogeinización, necesaria para su subsistencia y previa a su propia debacle o negación.

Son nexos y conductas de crisis, no muy diferentes a las que se verificaron en vísperas de todos los grandes virajes del mundo. Las investigaciones actuales en los diversos campos de la ciencia reafirman el comportamiento de todas las cosas por paquetes (o cuantos), bandas y sistemas, en determinados tiempos.

Los sistemas se mueven -mientras son- dentro de ciertas cantidades, bandas y tiempos. Los grados de libertad de que gozan se refieren a esas bandas, y si un elemento de tales sistemas o el sistema mismo se exceden o excede sus bandas, cambia de identidad o muere. La noción de espacio, campo, se entiende dentro de esos parámetros, por lo cual el concepto de nexo causal adquiere otra dimensión. Pero una parte de la definición esencial de las cosas y procesos permanece aún dentro de esa caja negra de la que hablan algunos científicos.

La caja negra, como antes decíamos, quizá no exista. La clave al problema del infinito y de las fuerzas fundamentales es más que probable sea hallada por mediación del ciberespacio. De todas maneras, cabe recordar que la existencia de cajas negras o de regiones desconocidas pertenece a la visión humana del mundo, que casi siempre anexa el infinito con su propia aspiración de inmortalidad individual.

Precisamente, el sentido de la vida quizá esté lejos de aquello que imaginan los aspirantes a una inmortalidad y creyentes de su prosapia divina o de la trascendencia mágica de sus actos. Sin caer en ninguna clase de escepticismos, es casi seguro que la existencia humana no tiene ni el sentido ni la trascendencia (entendida como categoría filosófica o teológica) que las aspiraciones de inmortalidad del homo sapiens burgués le atribuye. Es cierto que ni el libreto ni el proyecto del mundo le pertenecen, pero quizá no pertenezcan a nadie o pertenezcan a todos o al todo.

De cualquier manera, es evidente que a medida que crece la entropía, los nexos entre las personas y de éstas con las cosas adquieren un grado de abstracción cada vez más elevado, hasta parecerse mucho a la definición del concepto de concreto teórico.

Pero el nexo fundamental entre los hombres y de los hombres con el sistema materia y su entorno, ya no será en el futuro ni el mercado ni el valor de la mercancía. El nexo pasaría a ser, principalmente, la información-mercancía. Esto en una primera etapa, pues en una segunda la información sería tan accesible y barata que no resultaría mercancía.

La ley del valor es la reguladora de la producción capitalista, su gran nexo. Con el desarrollo de la informática, la información se transformará gradualmente en la reguladora de la producción, por lo cual bien puede hablarse de una ley de la información que será sucesora de la ley del valor. La gran lucha actual, a nuestro modo de ver, es ampliar y democratizar constantemente el ciberespacio como una de las premisas para poder liberar al hombre de la discontinuidad propia del sistema social capitalista.

En esos términos, probablemente, el ser humano que quizá suceda al homo sapiens, no será, como muchos creen, un tonto inalámbrico. Eliminará el manto de plomo del pensamiento cero, propio de la globalización capitalista y tendrá una visión mucho más rica y profunda de la realidad edificando una sociedad autogestionaria donde no exista el Estado opresor. No se sabe si inventará alguna utopía, pero el crecimiento de una masa de información cada vez más precisa le llevará a asistir al fin del mercado y al triunfo de un socialismo científico. Creían que el marxismo había muerto, pero como en el Juan Tenorio, los muertos que vos matáis gozan de buena salud, aunque quien lo diga sea un fantasma.

Esencialmente, el elemento hombre ya no se hallará en la base de la producción, sino en la base de la información. Ello implicaría un retorno a las relaciones concretas con la naturaleza -pero en otro plano, mucho más elevado y abstracto- y a la gradual sustitución del nexo esencial del valor de la mercancía y el mercado, reemplazado principalmente por un nexo a través del ciberespacio.

El 13 de febrero de 1990 el Voyager I tomó por primera vez unas fotografías donde se podían ver a la Tierra, Venus, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y el Sol como pequeños puntos sobre un vastísimo fondo negro. El entonces vocero de la NASA, Van der Woude, dijo que las fotos, además de mostrar el sistema solar, mostraban lo insignificantes que somos. El vocero de la NASA no sabía que ese enano llamado hombre es parte esencial del sistema-universo, que en última instancia tiene el cosmos a su favor.

El homo sapiens no asiste al fin de la historia, sino al fin de la prehistoria. Así lo indican numerosos elementos como lo son -por ejemplo- su creciente longevidad, los logros de la ciencia en todos los campos, el conocimiento cada vez más profundo de las leyes de la naturaleza, la liberación femenina, la libertad sexual, el reemplazo del dinero físico por el dinero virtual (prólogo, esto último, de la desaparición del dinero en todas sus formas).

Se prepara para abordar al cosmos y poblarlo -entre otras grandes tareas- pero sólo podrá realizarlas a través de un nuevo sistema social, de un tipo nuevo de cooperación en gran escala, en un esfuerzo común imposible de realizar sobre la base del actual sistema capitalista.

Por ello mismo, cabe pensar que en esta entropía de la sociedad organizada como sistema capitalista, algo termina y algo -sin duda- está por comenzar.

Edward Lear, los limericks, y el Zoo Loco de María Elena Walsh



Edward Lear por William Holman Hunt (Londres, 1827-1910). Retrato realizado con crayon negro coloreado con tiza (1857).
por Marcela Carranza
Dibujante y poeta

Edward Lear nació en Highgate, un suburbio de Londres (Inglaterra), el 12 de mayo de 1812. Fue el más joven de los veinte hijos del matrimonio Lear. La educación de Edward estuvo a cargo de una de sus hermanas: Ann, veintiún años mayor. Sus padres prácticamente se desentendieron de él desde su nacimiento.

Durante su infancia, Edward sufrió enfermedades que continuarían afectándolo el resto de su vida: epilepsia, cambios repentinos de humor con episodios de depresión aguda (“The Morbids”), miopía extrema y la fractura de dos rodillas con la consiguiente configuración defectuosa de las piernas.

En 1826, a los catorce años de edad, por necesidad económica, Edward comenzó a trabajar como ilustrador. No había realizado estudios formales de dibujo de ningún tipo.

En 1830 inició su trabajo con las planchas de Illustrations of the Family of Psittacidae, or Parrots (Ilustraciones de la familia de los psitácidos, o loros). Estos dibujos, realizados con intención científica, inmediatamente le otorgaron reputación como dibujante. Un reconocido ornitólogo, Joe Gould, lo invitó a colaborar en una obra sobre aves de Europa. Durante los dos siguientes años Lear viajó con Gould por Amsterdam, Rotterdam, Berna y Berlín dibujando pájaros.



Macrocercus aracanga dibujado por Edward Lear.

En 1832 Lear interrumpió su trabajo con Gould por la oferta de Lord Stanley, quien le propuso dibujar los animales del zoológico de su propiedad. Lear se instaló en la mansión de este aristócrata y trabó amistad con la familia y los invitados de su patrón. En 1835 viajó a Irlanda con Edward Stanley y su hijo. De este modo se inició lo que luego sería una constante en la vida del artista: su pasión por los viajes.

Por esta época la obra pictórica de Lear se volcó hacia los paisajes. Al parecer este cambio temático tuvo su razón de ser en un mercado demandante de “vistas” de lugares pintorescos o históricos. Como consecuencia de esta tarea profesional Lear se estableció en Roma en diciembre de 1836. Esta ciudad fue su lugar de residencia habitual durante más de diez años, con constantes viajes por Italia y por el mundo, idas y venidas a su país natal.


Edward Lear: Autorretrato.

En 1846 publicó por primera vez A Book of Nonsense bajo el seudónimo de Derry Down Derry. El libro contaba con setenta y dos limericks distribuidos en dos volúmenes. Por esta época en una de sus frecuentes visitas a Inglaterra dio una serie de doce lecciones de dibujo a la joven reina Victoria.

Entre 1850 y 1853 Lear se propuso aprender a pintar metódicamente para superar los déficits de su formación autodidacta. Ingresó a la Escuela de la Academia Real. Fue amigo y alumno de Holman Hunt, un destacado pintor. Pintó paisajes al óleo de grandes dimensiones que logró exponer e incluso vender.

En 1855 publicó por segunda vez A Book of Nonsense. En el año 1861 el libro fue editado nuevamente, ahora sí con el nombre de Edward Lear en la tapa. Este libro contenía 112 limericks, pero en él se descartaron tres de la primera edición.



Portada del libro A Book of Nonsense, de Edward Lear (Londres 1861).

Lear también escribió poemas “nonsense” en otras formas diferentes al limerick. Reunió estos escritos en 1871 como Nonsense Songs, Stories and Alphabets. En 1872 publicó More Nonsense, Pictures, Rhymes, Botany, y en 1876: Laughable Lyrics. Muchos de estos alfabetos, dibujos y rimas, así como los dibujos de botánica fantasiosa, fueron regalos que Lear dedicó a los pequeños hijos de sus amigos.



The Bountiful Beetle,
who always carried a Green Umbrella when it didn’t rain,
and left it at home when it did.

(El Escarabajo de Bountiful,
que siempre llevaba un paraguas verde cuando no llovía,
y lo dejó en casa cuando llovió.)
* * *


The Fizzgiggious Fish,
who always walked about upon Stilts,
because he had no legs.

(El Pez Fizzgiggious,
que siempre caminaba sobre zancos,
porque no tenía piernas.)
* * *




Tigerlillia Terribilis.
* * *




Shoebootia Utilis.
* * *


Enkoopia Chickabiddia.
* * *

Por 1866 Lear estuvo a punto de casarse con una joven inglesa: Gussie Bethell. Sin embargo no alcanzó a proponerle matrimonio. Años más tarde la situación volvió a repetirse cuando Gussie enviudó, sin embargo Lear nunca se decidió y continuó soltero hasta su muerte.

Las dos compañías estables durante la vida de Lear fueron Giorgio Cocalli, su valet, y entre 1872 y 1887 su gato Foss, al que hizo hacer la siguiente lápida cuando murió:

“Qui sotto sta sepolto il mio buon Gato Foss. Era in casa mia 30 anni e morí il 26/7/1887 di etá 31 anni”. Firmado: Edoardo Lear.


Edward Lear y su gato Foss (1885).

La edad del gato era aproximadamente la mitad de la declarada por su amo. El cambio quizá obedeció a una de las tantas excentricidades del autor.

En 1870 decidió comprar tierras en la Riviera italiana, en San Remo, y en 1871 Lear hizo construir su casa a la que llamó Villa Emily, en homenaje a su mejor amiga: Emily Tennyson, esposa del poeta Alfred Tennyson, con cuyos poemas Lear hizo canciones y también se propuso publicar una edición ilustrada, proyecto que quedó sin realizar.

Durante 1873 y parte de 1874, Lear realizó un largo viaje por India y Ceilán (actual Sri Lanka), en compañía de su amigo Thomas George Baring.



Dibujo de Edward Lear en una carta a Lady Waldegrave (1873)

A raíz de la construcción de un hotel que perturbó la tranquilidad del vecindario, Lear compró un nuevo terreno e hizo edificar otra casa que llamó Villa Tennyson. Se mudó a ella en 1880; ese año hizo su última visita a Inglaterra. Por esa época sus viajes por el mundo se detuvieron.

Murió en San Remo el 29 de enero de 1888 a los setenta y seis años.




Edward Lear: Autorretrato.
Acerca del limerick

Un limerick es un tipo de poema de cinco versos con un esquema estricto de rimas del tipo: A-A-B-B-A. Los cinco versos del limerick poseen diferente métrica, coincidiendo en mayor extensión el primero, segundo y quinto por un lado; el tercero y cuarto, más breves, por el otro. La historia del poema suele presentar las particularidades de un personaje, por lo general habitante de una ciudad que se menciona en el primer verso, o bien con algún rasgo físico destacable: una larga nariz, una barba descomunal… protagonista de algún hecho desopilante.

El limerick pertenece a la vasta tradición de la poesía popular británica. Se lo remonta al siglo XIV, a las “nursery rhymes” y otros tipos de poesía popular e infantil. Según señala César Aira (1), un posible antecedente del nonsense son las “mad songs” de los monjes mendigos errantes, consecuencia de la disolución de los monasterios por Enrique VIII. Estos monjes, al parecer, invocaban caridad por la falta de razón. Su prueba de locura eran los poemas sin sentido que recitaban de memoria. El fin “práctico” del poema explicaría su brevedad y concisión. De este antiguo origen del limerick, nos informa Aira, no se conservan textos, pero sí de canciones absurdas de beber o de fumar y de canciones eróticas de principios y mediados del siglo XVII.

En la primera colección publicada de Nursery Rhymes que se conoce: Tommy Thumb’s Pretty Song Book (1744), aparece por primera vez un limerick ilustrado:

Hickere, Dickere Dock,
A Mouse ran up the Clock,
The Clock Struck One,
The Mouse fell down,
And Hickere Dickere Dock.



Ilustraciones de William Wallace Denslow para Mother Goose Collection (1901).

No se sabe a ciencia cierta a qué se debe el nombre de “limerick” de estos breves poemas; lo que sí se sabe es que Limerick es una ciudad irlandesa que aparece en canciones de bebidas. Cabe señalar que Lear nunca usó este nombre para designar sus textos ya que su aparición es posterior.

Muchos autores consideran al limerick intraducible. En ellos el significante, la sonoridad y el ritmo prevalecen sobre los sentidos, o mejor dicho los determinan.

“El sinsentido y lo infantil se derivaron por sí solos. Los niños aman la repetición, y aquí la repetición era casi completa. ‘Había un viejo en…’ o una dama, o un joven. Los cuentos infantiles también empiezan con una fórmula: ‘Había una vez…’, a partir de la cual se abre un imprevisto, a veces inquietante, que puede llevar muy lejos (…). El sitio al que llega el ‘había una vez’ del limerick es instantáneo; contiguo, y a la vez imprevisible y lejano. Con el primer verso está todo dicho; lo que le suceda a ese personaje dependerá de la rima. El segundo tramo, la segunda rima, es la peripecia. El último verso, al repetir el primero, desmiente la historia; todo queda como estaba, y en realidad todo estuvo siempre como estaba: mientras sucedía el relato, todo permanecía en su lugar. En cuanto al sinsentido, es eso precisamente: el relleno a presión con elementos de sentido de un marco fijo preestablecido.” (2)

Veamos el siguiente limerick de Lear:

There was an Old Lady of Chertsey,
Who made a remarkable curtsey;
She twirled round and round,
Till she sunk underground
Which distressed all the people of Chertsey.

(Había una anciana de Chertsey, / que hizo una notable reverencia; / giró y giró en redondo, / hasta hundirse bajo la tierra, / lo cual apenó a toda la gente de Chertsey.)



Ilustración de Edward Lear para “There was an Old Lady of Chertsey” (Book of Nonsense).

Como se observa en la traducción en prosa, si la decisión es la de conservar el sentido de la historia, entonces es imposible la rima. O bien el poema se transforma en relato, o bien el traductor debe crear otro poema. Es decir, si elige conservar las rimas y la métrica realizará las modificaciones necesarias, pero de todas maneras deberá hacer la traducción de la historia. En el caso particular de los limericks de Lear la presencia de las ilustraciones obliga al traductor a conservar lo mejor posible personajes y acontecimientos.

Para escribir un limerick, en palabras de César Aira el poeta busca las palabras junto al argumento y cualquier cosa puede salir de esa búsqueda.

“Una vez que ha salido, algo, un solo elemento, todos los demás quedan más o menos determinados, estableciendo un continuo de necesidad entre forma y contenido (…)

Esta escritura ‘por las palabras’ se diría propia de la poesía: el sonido se adelanta al sentido. El sentido de todos modos no se hace esperar, pero se presenta, aun en la simultaneidad, como un resultado, a veces sorprendente.” (3)

Si bien el nombre de Edward Lear está indiscutiblemente asociado al limerick, y es él quien parece haberle dado su forma definitiva, no fue Lear quien inventó este género. Edward Lear escribió sus primeros limericks por 1830. Existen libros de limericks publicados con anterioridad, como por ejemplo un librito de 1820: The History of Sixteen Wonderful Old Women (La historia de dieciséis ancianas maravillosas), cuyo autor fue posiblemente de R. S. Sharpe y otro librito publicado poco tiempo después, en 1822: Anecdotes and adventures of Fifteen Gentlemen (Anécdotas y aventuras de quince caballeros), también anónimo y posiblemente del mismo autor. Ambos libros llevan las ilustraciones del célebre caricaturista Robert Cruikshank.

There was an Old woman of Bath,
And she was as thin as a Lath,
She was brown as a berry,
With a Nose like a Cherry;
This skinny Old Woman of Bath.

(Había una vieja de Bath, / tan delgada como un listón, / era morena como una baya, / con una nariz como una cereza; / esta vieja flaca de Bath.)



Ilustración de Robert Cruikshank para el libro The History of Sixteen Wonderful Old Women (1920).

Aunque los orígenes del limerick, como se señaló, parecen mucho más remotos, probablemente medievales; el formato que adoptará Lear responde a estos dos libritos antes nombrados: un personaje identificado por un lugar geográfico y la compañía de dibujos que ilustran el excéntrico acontecimiento narrado en los cinco versos. Los estudiosos no descartan la posibilidad de otras publicaciones anónimas de limericks anteriores a Lear.
Los dibujos de Lear

Ilustrador de profesión, Lear dibujó todos sus limericks. En algunos casos la ilustración parece repetir lo dicho por el texto; en otros, el sentido del texto se completa gracias a la información brindada por la imagen.

Así por ejemplo en:

There was al Old Man with a nose
Who said: If you choose to suppose
That my nose is too long,
Your are certainly wrong,
That remarkable Man with a nose.

(Había un hombre con una nariz, / que decía: “Si suponen / que mi nariz es demasiado larga, / están ciertamente errados”, / ese notable hombre con una nariz.)



Ilustración de Edward Lear.

El texto tan sólo designa a “un hombre con una nariz”, es la imagen la que nos permite saber de qué clase de nariz se trata. Incluso las palabras del personaje contradicen lo observable en el dibujo. Si el hombre es “notable” sin duda es por las dimensiones de su nariz, y sus palabras tan sólo parecen afirmar por la negación un hecho comprobable en la imagen. De todas formas el vocablo “demasiado” es lo suficientemente relativo como para depender del punto de vista de quien lo utilice. Ahora bien, el dibujo permite sacar al lector sus propias conclusiones y dejar grabada la imagen de una nariz serpentina que impide el paso a los transeúntes o bien se ofrece como soga para saltar. La hipérbole y la extrañeza se construyen en la confluencia de la imagen y las palabras.

Lejos del cuidado documental, los dibujos de Lear para sus limericks parecen hechos “a las apuradas”.

“En estos dibujos, efectivamente, hay, junto a una habilidad casi diabólica, algo de ‘dibujar sin saber dibujar’, algo que hoy podemos ver como una exaltación artística de primer orden: una acción pura, que crea sus paradigmas de valor y sentido en lugar de adaptarse a los que están en vigencia. La infancia justifica como excusa o metáfora (pero metáfora llevada a la realidad a cumplir una promesa utópica) de la humanidad artista. El secreto último del limerick bien podría estar ahí, en tanto artefacto mecánico que ‘se hace solo’ o que ‘puede hacer cualquiera’, o, en términos más realistas, que ‘hace la lengua’ en su juego propio, usando la intención del artista apenas como vehículo.” (4)
Los limericks de María Elena Walsh

Desde pequeña María Elena Walsh (Buenos Aires, 1930), la célebre escritora argentina, escuchó en voz de su padre las Nursery Rhymes. De este modo esas “curiosas historietas en verso que se llaman limericks” (5) formaron parte de su infancia. Podemos definir la obra de María Elena Walsh y en particular su libro Zoo Loco (1964) en intenso diálogo con los textos Edward Lear y Lewis Carroll; los dos grandes escritores del nonsense en la literatura para niños.

En su prólogo a Zoo Loco, María Elena Walsh describe al limerick y señala:

“En general cuentan soberanas tonterías, cosas requetesabidas o descomunales mentiras. Algo parecido a lo que sucede con muchas coplas populares de Hispanoamérica como ésa que dice:

Todas las mañanitas
del mes de enero
me amanecen las uñas
sobre los dedos.

Los chicos y la gente sencilla se divierten mucho con estos juguetes hechos de palabras, por eso se me ocurrió intentar hacer algunos limericks en castellano. Mentiras: no se me ocurrió nada. Los limericks se aparecen de pronto, como un bicho en la punta del lápiz, y se ponen a correr por su cuenta sobre el papel.” (6)
El Zoo Loco

Los limericks de María Elena Walsh reunidos en su libro Zoo Loco, con ilustraciones de Ruth Varsavsky, salieron publicados por primera vez en 1964. Desde entonces el libro ha sido continuamente reeditado. (7)


Portada de la primera edición de Zoo Loco.

Se trata de cuarenta y dos poesías, la última de las cuales: “Un Nogüipín, un Greti, un Lodricoco”, tiene la particularidad de haber sido escrita al “vesre”:

“(Un Nogüipín, un Greti, un Lodricoco.
Un toquimos, un Mapu, una Rratoco.
Una Faraji, un Toga,
un Rrope, una Tavioga,
un Llobaca, un Norrizo y un Teyoco.)”

“Hay gente que opina que es feísimo hablar al Vesre, por eso la puse al final y escondida entre dos paréntesis, para que nadie la vea” (8), señala María Elena Walsh en un gesto de complicidad y juego trasgresor con el niño lector.

A diferencia de los limericks de Lear, los de María Elena Walsh tienen por protagonistas a los animales y éstos no necesariamente son situados en un punto geográfico en el primer verso. También a diferencia de Lear el último verso del poema no repite al primero. De este modo la brevísima anécdota logra extenderse y concluir recién en el punto final.

Un canario que ladra si está triste; una pava con fama de letrada; un elefante con la trompa por detrás; una trucha que nada en agua no mojada… Una galería, un zoológico mejor dicho, de animales excéntricos, imposibles, surrealistas, delirantes.

La infancia como interlocutor y como excusa para jugar con las palabras, imaginar locuras y darse permiso para decir tonterías. Poemas que se desligan de la tiranía del sentido, juguetes hechos con palabras. Los limericks de Zoo Loco fueron y continúan siendo revolucionarios en el campo de la poesía infantil argentina.
Notas

(1) Aira, Cesar. “Capítulo VI”. En: Edward Lear. Buenos Aires, Beatriz Viterbo Editora, 2004. Pág. 48-52. Aira remite su esquema acerca de los orígenes del limerick al libro The Limerick, de Gershon Legman, y a las investigaciones de Bibby y Marco Graziosi.

(2) Aira, César. Op. cit.; pág. 50.

(3) Aira, César. Op. cit.; pág. 9.

(4) Aira, César. Op. cit.; pág. 154.

(5) Walsh, María Elena. Nota introductoria de Zoo Loco. Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2000. Pág. 7.

(6) Walsh, María Elena. Op. cit.; págs. 7-8.

(7) Nota de Imaginaria: Zoo Loco fue editado por primera vez por Luis Fariña Editor (Buenos Aires, 1964), con ilustraciones de Ruth Varsavsky. Y tuvo varias reediciones: Editorial Sudamericana (Buenos Aires, 1970), la más difundida, con ilustraciones de Vilar; Espasa Calpe (Buenos Aires, 1996), con ilustraciones de Eduardo y Ricardo Fuhrmann; y la que circula actualmente, de Editorial Alfaguara (Buenos Aires, 2000), con ilustraciones de Perica (Silvia Jacoboni).

(8) Walsh, María Elena. Op. cit.; pág. 9.

“Cultura de paz”: ¿Sueño, ingenuidad, dispositivo político?


lunes 26 de abril de 2010
Marcelo Colussi (especial para ARGENPRESS.info)

“Hay dos modos de defenderse: el uno con las leyes y el otro con la fuerza. (…) Como a menudo no basta con aquél, es preciso recurrir al segundo”
Maquiavelo

La invocación a la paz es algo tan viejo como el mundo; nadie en su sano juicio la desecha, la rechaza abiertamente, no habla de ella como un bien positivo en sí mismo.

La historia muestra una interminable sucesión de invocaciones a la paz… pero al mismo tiempo, la historia también es una interminable sucesión de guerras, de negación sistemática de la paz, de situaciones donde lo que prima es el más descarnado enfrentamiento. Extraer de ello la conclusión que habría una “esencia guerrera” en lo humano que nos condena fatalmente al conflicto violento (“el hombre como lobo del propio hombre”), puede ser apresurado; o, en todo caso, habría que matizarla: la convivencia pacífica sigue siendo una aspiración, por lo que se ve, siempre bastante lejana. ¿Es entonces quimérico pensar en un mundo menos violento que el que conocemos? Por cierto, la discusión está abierta desde hace largo tiempo; la filosofía, la política, las ciencias sociales, el arte en sus diferentes expresiones vienen preguntándoselo incansablemente. No hay ninguna duda que la sola constatación de la vida cotidiana o de la historia, en cualquier momento y en cualquier punto del planeta, nos muestra que la guerra y la conflictividad en sentido amplio son el molde de las relaciones humanas.

“Si quieres la paz prepárate para la guerra”, alertaban los romanos del Imperio hace más de dos milenios; quizá con demasiado cinismo, quizá con profundo conocimiento de la condición humana, la invocación no parece descabellada. Esa “preparación”, que no es sino el desarrollo del componente bélico en cualquiera de sus innumerables aristas, ha sido y continúa siendo el sector más acrecentado, dinámico -y hoy día: lucrativo- de los seres humanos. Se dijo mordazmente que lo primero que hizo el ser humano cuando sus ancestros bajaron de los árboles y comenzaron a caminar erguidos fue un arma: una piedra afilada. Lo cierto es que desde ese primer homo habilis hace dos millones y medio de años hasta la increíble parafernalia armamentística actual (que implica un gasto de 30.000 dólares por segundo), la industria de la guerra no se ha detenido nunca. Hoy disponemos de los medios técnicos para hacer volar el planeta varias veces, provocando una onda expansiva que llegaría hasta la órbita de Plutón. Es evidente que la paz se resiste y que la guerra no nos es ajena. Pero pese a ese fabuloso desarrollo ¿inteligente?, el mundo sigue siendo injusto. Por tanto: infeliz y desagradable para muchos, diríamos que para inmensas mayorías (métanse ahí todos los afectados por cualquier forma de injusticia: pobres, mujeres, excluidos de cualquier índole, “razas inferiores”, etc., etc.)

Buscar la paz no es lo mismo que buscar la justicia. Paz y justicia no son términos antagónicos, pero todo indica que no siempre se corresponden en su totalidad. La historia muestra también que la búsqueda de la justicia no es nada fácil, que implica muchísimo esfuerzo; es decir: la reacción de unos -los más desfavorecidos, en general mayoritarios- contra otros que se aprovechan de los primeros para buscar su bienestar -muy egoístamente por cierto, injustamente, para decirlo con precisión, y en general siendo minoría- es un proceso donde la violencia no deja de estar presente. Es decir: en la búsqueda de la justicia, la violencia juega un papel; si hay injusticia, asimetría en la repartición de poderes, relaciones desparejas, su supresión no se da nunca en forma espontánea, pacífica, libre de tensiones. El arreglo de esas situaciones de desbalance, de asimetría -eso, en definitiva, es la injusticia- no se consigue nunca de modo alegre, feliz, dialogando. Aunque a nadie le guste, la violencia es el vehículo necesario para lograr repartir más equitativamente los recursos con los que vivimos. ¿Cuándo alguien cedió amistosamente cuotas de poder si no fue porque una fuerza violenta lo obligó a ello?

Ahora bien: ¿por qué esa insistencia en la paz en nuestro discurso cotidiano? Se hace la guerra, se violan mujeres, algunos saquean recursos naturales contra la voluntad de otros, se mata, se esclaviza, se desprecia al otro inferiorizado…, pero nos la pasamos hablando de la paz. Contradictorio, sin dudas ¿Por qué siempre esa discordancia, ese cortocircuito de decir lo contrario a lo que se hace? ¿De dónde esa perpetua necesidad de sentirse “buenos” e invocar la paz pese a las tropelías cometidas? En nombre de la paz se mata, así de monstruoso. Luego de los “bombardeos humanitarios” en la ex Yugoslavia (¿bombardeos “humanitarios”?... ¿Nos agarran de estúpidos?) se llegó en el siglo XXI (¿no es que nos civilizamos cada vez más?) al oprobioso e infame concepto de “guerras preventivas”. La paz, definitivamente, da para todo. Hasta puede ser un lucrativo negocio.

Todo indica que no nos podemos tomar muy en serio los discursos sobre la paz, porque en su nombre, así como en nombre del amor (otra expresión del mismo mito) o cualquier otro término pomposo que suene altisonante: libertad, solidaridad, democracia, etc., etc., se pueden cometer las peores barbaridades: las Cruzadas, la Santa Inquisición, la conquista de América, la violencia física de los adultos con los niños, el Gulag -y la lista de etcéteras se puede prolongar bastante-. Seguramente tanto hablamos de la paz, el amor y la concordia porque sabemos eso algo muy lejano, y probablemente avergüenza decir con todas sus letras que lo que menos está en juego en la arquitectura de las relaciones sociales es, justamente, la paz. Pero hay que agregar: quien habla, quien enuncia ese discurso, es siempre el detentador del poder.

Son los poderes constituidos (el poder económico, el Estado como expresión política de la dominación de clase, el género masculino, los adultos, el discurso de la cultura dominante -hoy, el eurocéntrico-, el que da la limosna y no quien la recibe) quienes se llenan la boca hablando, no sin cierta ampulosidad, de paz. Los desposeídos no. Los desposeídos, los que están en la parte de abajo en la pirámide social, los débiles, en todo caso aspiran a la justicia. La paz, con toda esa pompa y grandilocuencia con que la invocan los poderes dominantes, no es parte de sus preocupaciones. Justicia no es contradictoria con paz, pero no necesariamente van de la mano.

En mayor o menor medida, disquisiciones sobre la paz ha habido siempre a lo largo de la historia. Desde una primaria noción de “equilibrio con la naturaleza” como noción amplia de “paz” -más propia de las cosmovisiones no-europeas enfatizando los equilibrios cósmicos y energéticos- hasta las nociones modernas enmarcadas en el racionalismo de la Europa de estos dos o tres últimos siglos, con la idea individualista de derechos humanos que se va generando con el mundo burgués, la interrogación sobre la paz fue ganando en refinamiento, fundamentalmente en el pensamiento europeo moderno, desde el Iluminismo en adelante, hasta llegar a la moderna, muy reciente formulación de “cultura de paz”. El pensamiento socialista no dedicó su esfuerzo a esta reflexión; su énfasis, nótese, estuvo puesto siempre en la lucha por la justicia. La paz, en todo caso, podrá venir por añadidura. O no. Pero la reflexión en torno a la paz no jugó un papel crucial en el ámbito de las ideas revolucionarias modernas. Mucho menos esta noción reciente, surgida luego de la caída del muro de Berlín, de “cultura de paz”.

Y es de ella, justamente, de la que queremos hacer ahora algunas consideraciones.

Recién en julio de 1989 en Costa de Marfil (África), en el marco del “Congreso Internacional sobre la Paz en la Mente de los Hombres”, comienza a hablarse sistemáticamente de “cultura de paz”. Durante el largo período de la Guerra Fría, curiosamente, nunca se tocó el tema, no estaba acuñado el concepto, bien que hubiera sido necesario invocar a un mundo menos violento.

Casualmente, la idea de cultura de paz comienza a tomar auge coincidiendo con un cambio importante que se registra en el mundo: la caída de lo que en ese momento era el socialismo real, es decir: todo el bloque soviético este-europeo. Bloque, por cierto, considerado “violento”, causa de la violencia -“imperio del mal” llegó a definírselo- por el discurso dominante del capitalismo global. Bloque que, para la ideología profundamente anti-socialista difundida a escala planetaria, representaba la pérdida de la libertad y el reinado de la violencia extrema (de ahí, se decía, se exportaban todas las acciones violentas, las guerrillas, el terrorismo, el odio reconcentrado y una larga lista de atrocidades, según las viscerales versiones que alimentaban la guerra cultural que se libraba en ese entonces, con Moscú abriendo cabezas de playa por todo el planeta y entregando fusiles AK 47 a granel).

Sin omitir una crítica rigurosa de lo que efectivamente representó ese primer modelo de socialismo desarrollado en el mundo como experiencia primigenia, socialismo autoritario y antihumano en definitiva que no debe repetirse jamás, es significativo que al caer ese paradigma -sin que las contradicciones de la aldea global se resolvieran, obviamente, pues las injusticias no se terminaron- surgiera con tanta fuerza el llamado a una cultura de paz. La misma, según la definición que aporta Naciones Unidas en 1998 con su Resolución Acta 52/13, “consiste en una serie de valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y previenen los conflictos tratando de atacar sus causas para solucionar los problemas mediante el diálogo y la negociación entre las personas, los grupos y las naciones”.

Sin dudas, la invocación es, más allá de genuinas buenas voluntades en los intelectuales que la formularon, un llamado a desarmar todo atisbo de rebeldía, de protesta, de contestación. La violencia pasa a ser algo “feo”, “fuera de moda”, “primitivo”. Hay que rechazarla de cuajo. Contra la fuerza de quienes se alzan ante las injusticias, el llamado es al diálogo y la negociación. De Marx se pasa a MARC’s; del pensador alemán fundador del socialismo científico se pasa a los “Métodos Alternativos de Resolución de Conflictos”. Y ahí está la trampa: ¿cómo es posible solucionar consensuadamente los conflictos? ¿Pueden sentarse a dialogar las partes estructuralmente opuestas y llegar a compromisos satisfactorios para todos? Una vez más: ¿cuándo un factor de poder cedió amistosamente cuotas de su poder si no fue porque una fuerza violenta lo obligó a ello? ¿Qué ejemplo histórico nos muestra que se “resolvió amistosamente” una asimetría de poderes a partir de buenas voluntades y diálogo? Un enfrentamiento de clases, de géneros, el racismo, el autoritarismo, la conquista de un país por otro ¿se podrán arreglar en la mesa de negociaciones? ¿Cuántos ejemplos de ello hay?

El llamado a desarrollar esta cultura de paz que va apareciendo para la década del 90 del pasado siglo coincide con el desmoronamiento del bloque socialista de Europa, lo cual trajo, entre otras consecuencias, la terminación de innumerables conflictos armados internos que se desarrollaban durante la Guerra Fría. Pero la terminación de todos ellos y los posteriores procesos de paz que se vivieron con numerosos movimientos revolucionarios insurgentes que terminaron desarmándose e integrándose a la vida política civil, no significaron ni la paz social ni el fin de las injusticias que alentaban esas confrontaciones. Por ello es significativa la aparición al unísono de tanta preocupación por la paz; y más aún: toda esa elucubración en torno a una cultura de paz.

¿Por qué no una “cultura de justicia”? No, de eso no se habla. O, al menos, no hablan los poderes dominantes. Una “cultura de paz” políticamente correcta: sí. Más de eso: es sacrílego, no meterse.

Esta novedosa formulación de una cultura de paz que va tomando cuerpo para la década de los 90 del siglo pasado, que invita a dejar de lado la violencia y a negociar, a consensuar las diferencias, termina con una esperanzadora declaración conocida como “Manifiesto 2000 para una cultura de paz y no violencia”. Allí se habla -muy correctamente por cierto en términos políticos- de lo que debería hacerse para que todo el mundo viva en paz: promover una cultura de paz por medio de la educación, promover el desarrollo económico y social sostenible, promover el respeto de todos los derechos humanos, garantizar la igualdad entre mujeres y hombres, promover la participación democrática, promover la comprensión, la tolerancia y la solidaridad, apoyar la comunicación participativa y la libre circulación de información y conocimientos, promover la paz y la seguridad internacionales. Consecuencia de esto es la instauración del decenio de una cultura de paz entre el 2001 y el 2010. Década, por cierto, que ya está por terminar y que se si evalúa con rigor en cuanto al cumplimiento de las metas establecidas, como mínimo, sale reprobada en el examen. ¿Alguien, honestamente, esperó en algún momento que con ese manifiesto se alcanzara la paz en el mundo?

Todo lo que en esa declaración de principios se dice es muy encomiable, sin dudas. Pero no queda para nada claro cómo se conseguiría. ¿Quién sería la autoridad planetaria que haría efectivo el cumplimiento de todos esos buenos deseos? ¿Con qué poder de convocatoria se conminaría a todas las partes a respetar ese bienintencionado decálogo? ¿La Organización de Naciones Unidas lo haría acaso? ¿Esa institución que estuvo a punto de cerrar sus oficinas en Nueva York porque no tenía cómo pagar los gastos operativos dado que Estados Unidos debía algunas cuotas? ¿La misma que no pudo siquiera pestañar ante las vergonzantes guerras de Irak y Afganistán? ¿Esa instancia sería la encargada de implementar todas estas medidas? Como mínimo podríamos decir que eso se ve dudoso, por no decir desopilante.

Loable, plausible, digno de todo nuestro respeto y consideración el pedido de un mundo en paz. ¿Quién podría ser tan desalmado de pedir la guerra acaso? Ahora bien: ¿es genuino este pedido de una cultura de paz? ¿Es solamente ingenuo? ¿Encierra algo más?

Seguramente hay más de un sujeto altruista y soñador que se toma en serio la posibilidad de construir ese paraíso en la tierra, entendiendo que, por ejemplo, la educación es una camino para lograr buscar con toda la honestidad del caso un mundo más civilizado donde la violencia vaya teniendo cada vez menos lugar. Ahora bien: las posibilidades de hacer realidad eso, de repartir equitativamente los poderes ya establecidos por vía de un diálogo constructivo parecen muy alejadas de la realidad. No hay cambio genuino que no necesite imponerse, romper viejos esquemas. “Para hacer una tortilla hay que romper algunos huevos”, enseña el refrán. El solo hecho de “imponerse” implica ya una tensión, que siempre -la historia lo enseña- conlleva hechos violentos. Aún a riesgo de ser reiterativo: ¿quién ha cedido su cuota de poder voluntariamente alguna vez?

El llamado a una cultura de paz finalmente, aparecido en el momento en que cae el muro de Berlín y junto a él también -al menos temporariamente- caen sueños de justicia, aparecido de la mano de esta machacona idea de “transformación de conflictos” y “resolución consensuada de las diferencias”, como mínimo, debería ser puesto en observación. La invocación de una cultura de paz en abstracto puede terminar pareciéndose, en definitiva, a una cultura de pis. Lo cual, por cierto, no huele muy bien.

Autor imagen: Kalvellido