sábado, octubre 13, 2007

PICAPIEDRIZACIÓN DE LOS SUPERSÓNICOS


LA PICAPIEDRIZACIÓN DE LOS SUPERSÓNICOS

por Leo Maslíah

(incitación a revisar el "organigrama" de los estratos musicales de hoy)



(Nota: El siguiente diálogo, parcialmente basado en algunas entrevistas para distintos medios de prensa, adolesce probablemente de vicios de enfoque, debido a la falta de formación musicológica del autor, pero intenta cuestionar, desde el lugar de la práctica musical, algunas cosas que por "inercia" parecen seguir dándose por sentadas acríticamente. Por último, quiero aclarar que el único objetivo de esto es promover la discusión y que las "acusaciones" presentadas aquí contra las posturas explícitas o implícitas de la música "contemporánea" y las opiniones sobre el modo de supervivencia de la música "clásica" no implican ninguna clase de cuestionamiento de tipo personal a quienes fueron mis maestros, sin cuyas desinteresadas enseñanzas jamás habría podido hacer lo poco que hice en materia de música.)



Pregunta (o réplica, según los casos)- ¿Cuáles son las principales deficiencias, en tu opinión, del contenido de la enseñanza en las instituciones formadoras en lo que se denomina música "académica" o "culta" y cuáles las de las de música "popular"? ¿Es posible diseñar un programa que articule a ambas áreas o que desestime la división?

Respuesta - La cuestión consiste en que la música "culta", en gran medida, dejó de existir como tal (me refiero a lo que vagamente podría llamarse su "función" en la sociedad). Entonces, la formación que se le da a la gente que quiere ir por ahí, es una formación "exterior", una formación tendiente a recrear lo mejor posible modelos consagrados, tanto de ejecución como de creación. Por otra parte, una buena porción de la "función" que antes desempeñaba la música "culta" fue absorbida en las últimas décadas por el jazz. Yo creo que si Franz Liszt reviviera y quisiera "aggiornarse" en lo que pasó dentro de la música, tardaría unas pocas horas en aprender y dominar las distintas propuestas de la música "culta" del siglo XX, pero tendría que pasarse varios años estudiando para entender lo que toca Herbie Hancock (y no solamente en razón de lo que en éste no viene de la música clásica europea, sino incluso en lo que sí viene de ahí, en la fagocitosis que el sistema tonal hizo de Debussy, Bartok, el blues, etc). En contrapartida, con respecto a la enseñanza de la música popular, creo que está demasiado constreñida a las formas tonales, al punto que se implanta ese esquema al tratamiento y aprendizaje de muchas músicas que en su constitución básica son ajenas a eso. Está totalmente generalizado en estos ámbitos un sentido invertido de la armonía: una armonía que no resulta de "armonizar" cosas que suceden juntas, sino que se plantea como punto de partida; una cuadrícula vacía pero que actúa obligando a las cosas a armonizarse no entre sí, sino en relación a ella, o sea en relación a nada. Y esto liquida al 99% de los músicos que entran a aprender. En cuanto a lo de articular ambas áreas, la culta y la popular... No sé, supongo que estaría bien, pero en general, cuando se emprenden cosas así, se entra en callejones sin salida, a veces por culpa de palabras como "tango", por ejemplo, o "rock". La mayor parte de lo que actualmente se hace bajo el rótulo de "tango" surge de una comprensión errónea de la relación entre esa palabra y las cosas que se tocaban por estos lados en la primera mitad del siglo XX. Es como si por llamarse "Juan" un recién nacido, hubiera que llevarlo a un cirujano plástico que le cambiara la cara para parecerse a otro Juan más viejo, como si ése se hubiese llamado así por tener esa cara, y no simplemente por requisitos civiles. La herencia "real" de ese Juan viejo no va a estar en ese otro recién nacido operado, sino en sus propios hijos, que pueden tener otras caras y otros nombres. Y en el caso de la música "culta" creo que es todavía peor, porque es un rótulo que ni siquiera existía en las épocas a las que se les endilga su surgimiento como tal no en contraposición a las otras músicas que hubiera en esas épocas, sino en contraposición a las que hay ahora, que no existían antes.

P - ¿Antes no había música popular?

R – Claro que sí. Y qué.

P - En el ámbito de la composición ¿la división música culta/ música popular es conflictiva pero necesaria o es un obstáculo creativo?

R- El modo en que la gente hoy en día se vincula con los distintos tipos de música es muy diferente al de épocas sin discos, walkmans, televisión, etc. Una persona puede, en un trayecto de una cuadra, ser atravesada por diecisiete músicas de lenguajes absolutamente ajenos entre sí en sus orígenes (eso no significa que todas le "digan", claro). Sin embargo, los músicos que las tocan pueden en algunos casos ser los mismos, cosa impensable en otras épocas. Esto tiene un alcance que en general creo que no se alcanza a comprender, y es éste: que lo que antes funcionaba como un lenguaje, ahora puede ser sólo una "locución" propia de un lenguaje más grande que se comió a todos esos lenguajes (aunque sin digerirlos). De ahí que muchos "géneros" o "estilos" musicales se mantengan casi incambiados en las últimas décadas, pese a que otras cosas de la música cambien tanto. Es porque, por ejemplo, los tipos que están tocando tangos, folclore o cumbia (o música "contemporánea"), en su mayoría, no están tocando tangos, ni folclore ni cumbia, sino que están diciendo "yo toco tangos", "yo toco folclore", "yo toco música contemporánea", etc, como locuciones propias de un lenguaje que a algunos de ellos les permite usar otras de esas locuciones (otros no las pueden usar como músicos, pero sí como oyentes, como el caso de los músicos "contemporáneos" que no saben tocar música popular, pero la usan o la necesitan como compañía cotidiana). Pero la conciencia de ese "superlenguaje" (que es lo que realmente merecería, creo yo, llamarse "música contemporánea") es escasa. Se puede oír plenamente asumido, de todos modos, en muchas manifestaciones musicales como Les Luthiers, o en Carl Stalling (el que hacía las músicas de los dibujos animados de la Warner), o en Scott Bradley (el que hacía las de Tom & Jerry), por ejemplo. Volviendo a la pregunta, yo no creo que la división música culta/música popular sea un asunto propio de la música actual. Hay diferentes lenguajes y ámbitos musicales, sí, pero no están ordenados ni distribuidos de esa forma, que es más bien una "superestructura" anacrónica que algunos musicólogos y periodistas siguen sosteniendo a falta de otra mejor. Yo creo que hoy en día el panorama es mucho más complejo y no se deja atrapar por esa clasificación. Sin duda algo de ella subsiste, pero está "cruzado" y en conflicto con lo que lleva el rótulo de "culto" o de "popular". Yo pienso, por ejemplo, que muchas de las mejores obras de música "culta" uruguaya de las últimas décadas son de Daniel Viglietti, Jorge Lazaroff y Luis Trochón, compositores clasificados como "populares". Se puede objetar que esos trabajos son de música popular porque se difundieron en medios y canales propios de la música popular, pero si los géneros se definen de esa manera vamos mal, todo queda en una cuestión de clubes. Tiene que haber algunos rasgos estructurales, o funcionales, para definir los géneros. También se podrá objetar mi juicio diciendo que, por ejemplo, esas obras no están escritas, mientras que la música "culta" siempre se escribe. Yo respondería que la escritura de la música "culta" no registra más que una pequeña parte de lo que los ejecutantes saben que deben tocar (y eso en la música "contemporánea" está mucho más exacerbado; las nuevas grafías de la música "contemporánea", en general, son un "curro"), y que muchas cosas de la música popular que supuestamente no están "escritas", en realidad a veces lo están, y otras veces están registradas como grabación de ayuda-memoria para el compositor o para el intérprete. Lo que sucede es que como los compositores de música "culta" (reconocida como tal) en general son bastante sordos, necesitan la escritura más que los otros. Pero existiendo la grabación, muchos músicos, y más cuando son cosas para un solo instrumento, usan o usaban eso como "escritura" en lugar de escribir. (Esto sin hablar de las computadoras). Probablemente habrían hecho lo mismo compositores como Chopin o Beethoven, en muchas de sus composiciones para piano. En otras composiciones, por ejemplo para varios instrumentos, sí se habrían hecho partituras de todos modos, pero hay que tener en cuenta que las partituras, además de funcionar como registro de lo que se compone, tienen una función muy importante como instrumento musical. Hay cosas que no se pueden tocar si no se tiene un papel adelante. Y en esta función de instrumento también son muy usadas en la música llamada popular. Y las partituras también tienen otra función, son una herramienta a veces imprescindible para la composición. Hay cosas que ningún compositor habría podido concebir de un saque, sin ir viendo en un papel, paso a paso, lo que está pasando entre las distintas cosas que a él o a ella misma se le van ocurriendo. Eso tal vez sea una de las cosas más importantes que distinguen la música occidental de otras músicas de otras culturas. Es mucho más definitorio que la tonalidad, que generalmente se tomo como rasgo identificatorio de nuestro sistema musical más allá de que no se use o se finja no usar en la música llamada contemporánea. Pero bueno, esa función de la escritura ahora también puede ser desempeñada por otros elementos, grabadores, secuenciadores, computadoras.

P- Antes hablaste de lo que podría o no llamarse la "función" de la música culta en la sociedad occidental. ¿Cuál es esa función?

R- No sé cuál es, pero ha sufrido algunos cambios importantes en el tránsito del Renacimiento a la sociedad capitalista. La antigua nobleza tenía a los compositores a su servicio, y con peor o mejor gusto, promovía las artes, que realzaban y coloreaban su poderío. Con el advenimiento de la sociedad burguesa, la actividad musical se va independizando, pero como decían Marx y Engels en el Manifiesto Comunista de 1844, ninguna clase dominante en la historia fue tan bruta o tan cerda como la de los burgueses. Mientras la burguesía quiso imitar a la nobleza de los siglos anteriores en la "protección", el amparo de la producción musical "culta" del presente y del pasado (esto último justamente por carecer de criterio propio y verse obligada a tomar prestado el criterio de los nobles de antes, a quienes quería sustituir), hubo pocos cambios en la situación funcional de la música culta, más allá de que algún músico sin amparo pudiera morirse de hambre. Además, esto se ve reforzado por la circunstancia de que durante el siglo XIX la alta burguesía estaba muy mezclada con lo que quedaba de la nobleza, o lo que quedaba de ésta seguía en su mecenazgo de músicos. Pero durante el siglo XX, poco a poco, se va volviendo cada vez más vacío de contenido y de "vida" el apego de la aristocracia burguesa por la Música con mayúscula, y a pesar de que la mayúscula se la puso ella misma, hoy en día la alta burguesía no escucha más a la crema de la crema de los músicos cultos, no escucha más a los Chopin y los Liszt de ahora, sino que reparte su tiempo entre los Chopin y los Liszt de antes y los Enrique Iglesias de ahora. Las músicas que se eligen a nivel de las multinacionales para proyectar e imponer al consumo masivo no son sólo un mecanismo para ganar plata y para perpetuar el ejercicio del poder: son también un reflejo de lo que les gusta a los dueños y de lo que ellos son.

P - ¿Pero de cualquier manera los compositores "cultos", aunque desamparados por el poder, siguieron constituyendo la vanguardia?

R - La vanguardia de qué.

P - No sé, de la música. De la música occidental.

R - Mirá, ese vaciamiento del apego burgués por el arte tiene múltiples consecuencias. Se va generando una escuela de intérpretes que tocan técnicamente cada vez mejor, se van superando generación tras generación, son máquinas cada vez más perfectas, entrenadas para simular hasta los más ínfimos detalles de la supuesta "expresión" de las músicas del pasado (que en realidad suelen ser las que se pusieron de moda durante el siglo XIX, supongo que bastante avanzado), pero que son cada vez más incapaces de salirse una sola nota de lo escrito (no es que salirse de lo escrito estuviera "prescrito" en esas músicas, pero ¿puede un intérprete entender una música si no es capaz, a cada paso, de "elegirla" entre distintas alternativas que se le pueden presentar, en función del conocimiento del lenguaje musical y de la experiencia previa?). Todo esto supongo que es archisabido (aunque mi ignorancia en asuntos musicológicos me haga decirlo tal vez con muy poco rigor), pero lo que creo que no se ve mucho es la contracara que todo este asunto tiene en el ámbito de la composición. La misma inanición que va ganando a los intérpretes, va haciendo carne también en los compositores (por más geniales que sean muchos de ellos y por más puertas que hayan abierto hacia nuevos tipos de sensibilidad musical). Porque a la par que durante las primeras décadas del siglo XX se van desplegando y sucediendo distintas formas de ruptura con algunos de los elementos constitutivos de la tradición musical "culta", se va desarrollando un anquilosamiento "lingüístico" (en el sentido de lenguaje musical). Porque en cierto modo, en un principio, el abandono del manejo tonal de las notas de la escala cromática se da como por cansancio, por saturación, por estar muchos compositores hastiados de estar dando vueltas sobre lo mismo y sentirse necesitados de decir otra cosa. Los intérpretes se regodean con la repetición infinita del mensaje tonal, pero los compositores que abandonan la tonalidad es porque la conocen demasiado bien y en vez de regodearse con ella sienten que ya no les sirve, que necesitan decir cosas que no están dentro de su repertorio de posibilidades (muchas de esas cosas ya están en germen en la música de Beethoven, donde se dan situaciones sonoras que se articulan más -o igualmente- en función del timbre y de los niveles de intensidad que en función de lo melódico y lo armónico). Pero después, poco a poco, después de las distintas camadas de Debussýes, de Bártoks, de Prokófieffs, de Schoenbergs, de Revueltas, van surgiendo nuevas camadas de compositores que heredan el sentimiento de hastío por los elementos tonales pero sin tener ellos mismos la experiencia del hastío, porque no se formaron de la misma manera y no adquirieron ese dominio que podían tener aquellos otros en el manejo de las supuestas exacerbaciones tonales de Wagner o Mahler. Y como en general los compositores cultos que seguían insistiendo en el manejo de elementos tonales eran malos, se afirmaba cada vez más en los ámbitos cultos el rechazo a la tonalidad, pese a que probablemente la mayor parte de los que tomaban parte en ese rechazo seguía tarareando íntimamente melodías tonales o modales o cantando "que los cumplas feliz" y escuchando por ahí música popular, pero todo eso era como harina de otro costal. Sin embargo, en el ámbito del jazz, la tonalidad se seguía desarrollando y evolucionaba incorporando y asimilando muchos de los recursos que en las primeras décadas del siglo XX algunos compositores usaban para salirse de ella (como Debussy, como Bartok). Así, muchas de las escalas que en músicas más antiguas funcionaban como modos, pero con la afinación actualizada y privadas de su sentido original, se iban incorporando a la música tonal casi con el mismo estatuto jerárquico que los modos mayor y menor, únicos empleados en la música clásica. La incorporación al esquema tonal y a las funciones tonales de todos esos otros modos, y del blues, y de la escala por tonos, y no sé cuántas cosas más, fue extendiendo, para bien o para mal, las posibilidades de la tonalidad a tales extremos que es totalmente justificada la afirmación del pianista Mark Levine en cuanto a que desde el punto de vista armónico, en comparación con lo que se hace en el jazz, la música clásica europea, hasta en sus más abigarrados exponentes posrománticos, es música minimalista. No sé cómo es en Europa o en otros lugares, pero en nuestro medio, en general, esto no es percibido por los compositores de música "culta" que siguen repitiendo ingenuamente que la tonalidad terminó en Wagner o en Alban Berg, y despachan el asunto irresponsablemente diciendo que lo que hacen los jazzistas, si bien contiene elementos tonales, constituye "otro código". Es cierto que es otro código, pero también es otro código Debussy con respecto a Rameau, y también es cierto que así como hay un camino que va desde Haydn o Beethoven hasta Varèse, Cage o Xenakis en cuanto al tipo de hechos sonoros que pueden ser objeto de una gramática musical, hay otro camino, cruzado con ese, que va desde Bach o desde Frescobaldi o desde no sé quién, hasta John Coltrane o Bill Evans. También, por supuesto, hay caminos a Piazzola, a Cuchi Leguizamón, etc etc. Por supuesto que pasaron muchas otras cosas, y muy decisivas, fuera de esos caminos, pero esto es para contestar a la pregunta: la contesto preguntándome qué papel de vanguardia, vanguardia de qué, puede ser un grupo de músicos que no tiene idea de cómo funciona una gran parte de la música que sonaba a su alrededor durante gran parte de su vida. Algunos indicios de esto: la canción "revolucionaria" que compuso el vanguardista Fredric Rzewski. Otro índice más cercano: los "Postangos" de Gerardo Gandini. Gandini es un buen compositor, es un excelente pianista, los Postangos son un trabajo muy bueno, muy interesante en muchos aspectos, muy lindo, pero en términos de lenguaje musical, ¿qué pasa ahí adentro? Un ir y venir desde el caos cromático más abigarrado hasta el planteamiento tonal más ingenuo, pero sin pasar por lo que podría llegar a considerarse una etapa intermedia, la de la mantención de las funciones tonales mediante elementos que tradicionalmente no las desempeñaban, pero que son obligados a desempeñarlas. No digo que Gandini tuviera por qué usar eso ni que usarlo hubiera significado un mejoramiento de su trabajo, para nada, al contrario, la mayor parte de lo que se hace con esas cosas actualmente suele ser bastante descartable; pero es importante señalar ese bache, yo lo llamaría "el malestar en la música contemporánea"; es el hecho de que la mayor parte de los compositores de música contemporánea no saben nada de armonía, su sentido tonal es infantil, está subdesarrollado, y su oído está atrofiado.

P - Pero el oído, en el sentido tradicional que tiene la palabra en la expresión "Fulano tiene oído" ¿no fue sustituido por otro tipo de oído? ¿No enseñó John Cage a escuchar otras cosas además de las notas? ¿No enseñó a escuchar no las notas abstractas significadas o representadas por las notas concretas que uno toca o pretende tocar, sino esas mismas notas concretas, esos mismos hechos sonoros que se están produciendo en un momento dado, junto con todo el resto de las cosas que suenan alrededor?

R - Por supuesto, pero yo me estoy refiriendo solamente a la captación de las relaciones entre las notas de la escala cromática.

P - Pero ¿no se produjo también una revolución perceptiva en ese plano? ¿No se desarrolló un oído atonal, que superara la antigua percepción, un oído que captara, identificara y degustara democráticamente todas las relaciones posibles entre las notas, sin privilegiar las que tuvieran significado como funciones tonales?

R - No. No se desarrolló para nada. Yo al principio creía ingenuamente que sí. Creía que en una pieza dodecafónica, por ejemplo, el compositor tenía el mismo tipo de vínculo con las notas que en una pieza tonal, no en cuanto al sentido de cada nota, por supuesto, pero sí en cuanto a la cantidad de sentido de cada nota, si se le puede llamar así, a la medida de la importancia de que fuera esa nota, y no otra, la que estuviera puesta en tal o cual lugar (este asunto del lugar también es muy importante, pero lo paso, ahora). No digo medida de la importancia en cuanto a la teoría, en cuanto a cumplir con los requisitos de la teoría, porque en este sentido, por ejemplo, en una pieza serial, la altura de cada nota requiere un nivel de determinación generalmente mayor que en una pieza tonal. Estoy hablando de la importancia en el sentido de cuánto altera el resultado musical, en la percepción del compositor, un cambio de nota. Pero cuidado, no estoy haciendo ningún tipo de comparación valorativa de los lenguajes musicales en sí, ni estoy diciendo que el hecho de que un compositor tuviera por ejemplo menos control melódico del resultado en una pieza dodecafónica que en una tonal implicara alguna desventaja musical. Sólo estoy diciendo lo que yo creía, cómo creía yo que funcionaba el vínculo del compositor, o del intérprete, con el sistema de alturas liberado de la tiranía tonal. Pensaba que era una superación. Algo así como que los compositores habían logrado construir todo un sistema de significados melódico-armónicos en la escala cromática liberada, que podía incluir las relaciones tonales simplemente como un caso particular, ya que en el ámbito de la música dodecafónica, por ejemplo, siempre se dijo que el lenguaje no era incompatible con lo tonal, y la música de Alban Berg era un buen ejemplo de eso. Pero de a poco me fui dando cuenta de que el asunto no funcionaba así, de que la percepción de todas las relaciones de alturas no era más rica en la música "liberada" que en la otra. No hubo superación del oído tonal, sino todo lo contrario, se fue dando un anquilosamiento. Sólo iba quedando una especie de percepción general que le servía a los compositores negativamente, es decir, para rechazar cosas, por ejemplo "ah, no, esto suena demasiado armónico" o "esto me quedó como una especie de dominante-tónica, lo voy a sacar". Por supuesto que no hay nada reprochable en que se haya dado esto, ninguna técnica, ningún sistema de trabajo tiene por qué ser descartado, y sin duda ése dio sus buenos frutos, pero lo que es innegable es que está basado en la mentira. La mentira de creerse y de querer hacer creer que se está por encima de un sistema de significados musicales que en realidad se domina y se conoce cada vez menos. Muchos compositores de música contemporánea se enojan con la gente que sigue desarrollando la armonía tonal, dicen cosas como que por más terceras que se agreguen a los acordes todo queda siempre en lo mismo, que no se agrega nada sustancial, y se pierden de aprender y de escuchar toda la inmensidad de cosas y de sentidos nuevos que aparecen y no se dan cuenta de que están exactamente en el mismo tipo de postura de los que cuando escuchan Ionización de Varèse se impacientan preguntando cuándo va a terminar la introducción y va a empezar el tema. Claro, nadie tiene la obligación ni el deber, ni seguramente el tiempo ni las ganas de conocer todas las vertientes de la música. Pero tampoco hay, ni hubo, por qué mentir. No estoy hablando de ninguna mala fe, ni de actitudes personales, de gente mentirosa; a lo que me refiero es a una escuela de la mentira, algo bastante generalizado e inconsciente por parte de sus agentes. Algo que además se puede comprobar en el tipo de reacción que generalmente tiene la gente formada en esa escuela, cuando se enfrenta con un producto musical contemporáneo que está elaborado en base a elementos tonales o modales. Si tiene algún patrón folclórico o algo que permita clasificarlo en algún rubro consagrado de la música popular, está perfecto, no hay ningún problema, es otro código y es muy válido. Si en cambio tiene algún tipo de elaboración que lo saque de esos rubros, y si está basado en lo instrumental, no se comprende para nada y es rechazado en función de esa percepción tonal vaga y atrofiada de la que hablaba antes. "Eso no". Pero si pese a estar estructurado de esa forma, es cantado y el canto no funciona como un instrumento más sino como algo a lo que todo lo demás acompaña, entonces es muy apreciado. ¿Por qué? Porque gracias al canto y eventualmente al texto el escucha "contemporáneo", que tenía el oído atrofiado, se engancha con el producto, le concede la posibilidad de aceptar que tiene algo que decir, accede a él y entonces en vez de oírlo desde la atrofia lo oye desde un lugar de aprendizaje, todo eso que no entiende, en vez de ser motivo de ese rechazo global, empieza a ser motivo de curiosidad y de interés, mirá esa nota que me parece que no es del acorde cómo queda, ahí, qué cosa, ¿no? Y esto no podría pasar, no podría existir ese tipo de sorpresa si fuera cierto, si hubiera sido auténtica esa revolución auditiva porque esa misma combinación de notas seguramente está presente diez mil veces en fragmentos de Berg o de Schoenberg claro que en otro contexto, pero si sólo se aprendió a degustar el contexto y no lo que pasa en el detalle de todas las combinaciones de notas, no se está por encima de la armonía, sino muy por debajo. Además, yo sospecho que eso siempre fue un motivo de disconformidad en el seno mismo del ámbito académico, y que fue una de las razones que desencadenaron el surgimiento de las corrientes llamadas minimalistas, por ejemplo, que fueron como decir "ah, los músicos populares y los jazzeros pueden tocar acordes y escalas, pueden cantar melodías, y nosotros no podemos porque ya decretamos que hacer eso era retrógrado, era reaccionario, pero a ver, busquémosle la vuelta, ¿cómo podemos hacer para utilizar ese material tan rico pero prohibido?". Y entonces surgieron esas estructuras repetitivas tan revolucionarias, que mataban dos pájaros de un tiro porque se podían diferenciar claramente de las viejas estructuras después llamadas discursivas, que estaban prohibidas, y a la vez permitían regodearse tocando infinitas veces seguidas eso cuyas ganas de ser tocado habían sido reprimidas durante décadas. Algo parecido a esto creo que es lo que desencadenó el éxito inicial de Les Luthiers. Más allá de la genialidad de su propuesta, creo que lo que vehiculizó el furor entusiasta que despertaron en el Instituto Di Tella y todas sus áreas de influencia fue el hecho de que habían encontrado la vuelta, gracias al humor, para tocar y componer con elementos que estaban prohibidos. Más allá de su indiscutible valor, yo creo que Les Luthiers ganaron sus primeros adeptos gracias al mecanismo del "placer sin culpa".

P - Pero, perdón, sobre lo que decías hace un rato, tal vez no se trata ni se trataba de estar por encima de la armonía, sino en otro lugar.

R - Sin duda, pero si vos estás generando situaciones armónicas cuyo significado no entendés ni controlás, no estás en otro lugar, o mejor dicho no sabés dónde estás, podés creer estar en un lugar y estar en otro. Y también se puede ir cambiando de lugar sin moverse. Las cosas van cobrando sentidos que antes no tenían. Es muy distinto escuchar la sonata para piano de Alban Berg ahora que hace 60 o 70 años, porque está llena de acordes que en ese momento podían ser considerados acordes raros y ahora son formas muy comunes de tocar acordes de dominante. Escuchar esa obra es una experiencia similar a la de mirar uno de esos dibujos donde mirando de una manera se ve un paisaje y mirando de otra se ve una cara; esas cosas. También es muy común que la gente que nunca escuchó con conocimiento de causa "música contemporánea" al escuchar alguna obra piense que es la banda sonora de una película de terror, porque los que componían música de películas, sobre todo en los años 60, empezaron a usar elementos de esa música "desconocida" para representar "lo desconocido", para crear climas de suspenso, de no saber lo que va a pasar. Entonces todo eso adquirió significaciones que a la hora de componer no se pueden desconocer. Y el problema es que si sos un compositor "contemporáneo" que no tiene más que una idea vaga y muy general de lo que pasó en la armonía de la música popular durante los últimos 50 años, y si igual trabajás con notas, con instrumentos que toquen notas de altura determinada, inevitablemente te vas a meter en una camisa no de once varas, sino de doce, lo que podríamos llamar una "camisa de Schoenberg".

P - Pero ¿no pasa siempre, eso, en realidad? ¿No pasa que todo lo que uno compone siempre va a tener o a cobrar más significados que los que uno quiso poner? Cualquier obra, después que uno la hizo, es de los que la escuchan, que le agregan todo lo que antes ellos tenían en la cabeza.

R - Por supuesto. Siempre es así. Yo no estoy haciendo ningún reproche a esa forma de trabajar o de componer. Sólo estoy haciendo reproches a quien considere que eso se puede llamar vanguardia, que eso pueda estar de algún modo "más allá" que otras formas de expresión musical. Lo que sucedió en este aspecto con la música es análogo a lo que habría podido pasar si cuando se inventó la fotografía, por ejemplo, no se le hubiera puesto un nombre diferente que a la pintura, sino que se le hubiera llamado pintura contemporánea, y se hubiera generado una actitud, por parte de los fotógrafos, de creerse que su "pintura" era la vanguardia y que los que seguían dibujando o pintando en lugar de fotografiar estaban atrasados en cuanto a lenguaje pictórico, es decir, en cuanto a cómo crear imágenes en una superficie.

P - Y decime, cuál es el modo de sustraerse a las significaciones musicales preexistentes de que hablabas, ¿evitarlas? ¿Agregar más elementos a la lista negra?

R - Bueno, sí, es una forma. Alguna gente habla de algo que llaman el "problema de las alturas". Ese problema yo lo definiría como la pregunta "¿cómo puedo disponer las alturas para que no me digan que soy tal cosa, o que soy tal otra, o que suena a esto o a lo otro?". A mí ese problema me parece que no es musical, es un problema de guardarropa, qué me pongo para ir a esta fiesta para que no piensen que soy un groncho, o que soy un nuevo rico, o que quiero llamar la atención, o que quiero pasar desapercibido, etc etc. El "problema de las alturas" solamente se presenta si uno, en vez de tener la pretensión de decir algo, pretende tener la garantía de decir algo que nunca haya sido dicho, ir a la fiesta con un modelo exclusivo, con la seguridad de que ninguna otra lo va a tener. Es la misión del Enterprise de Star Trek, Viaje a las estrellas, explorar nuevos mundos, ir a donde nadie ha llegado antes, como mal traducían en el doblaje.

P - De todos modos eso que decías, de componer negativamente, más bien da la impresión de que pasaba hace 20 o 30 años, ahora hay como más tolerancia, en el ámbito de la música contemporánea, ¿no? Inclusive aparecen obras llenas de reminiscencias tonales que ni siquiera están planteadas sobre estructuras repetitivas, cosas que hace 30 años no sólo no hubieran sido aceptadas en ningún concierto ni concurso de composición, sino que habrían significado el apedreo del compositor, su defenestración.

R - Es cierto, pero la tolerancia actual no es producto de una reconsideración de estos temas, es solamente una actitud propia de la frivolidad posmoderna, de la despreocupación y de la irresponsabilidad. Todo es válido, vos hacés lo tuyo, yo hago lo mío, no tiene sentido comparar las cosas, afuera los juicios de valor, no hay caminos mejores o peores, todos son igualmente estériles o igualmente satisfactorios. Pero cada cual en su casa, en su club.

P - ¿Qué clubes hay?

R - No sé, yo conozco algunos pocos, nada más. Hay un gran club de música joven, por ejemplo, se supone que si sos joven te tienen que gustar ciertas cosas sin importar que sean casi exactamente iguales que las de los jóvenes de hace 30 años. Y está el club de lo contemporáneo, donde no importa que lo que hagas sea exactamente igual a lo que hacían otros hace 30 años, porque ahí fue cuando se decidió cambiarle el sentido a la palabra; lo contemporáneo dejó de ser lo que se hacía en ese momento por hacerse en ese momento, y pasó a ser lo que se hacía en ese momento y punto. Y es increíble hasta qué punto las palabras y las etiquetas condicionan la percepción de la gente. En Montevideo hay una agrupación que se llama Núcleo Música Nueva, y conozco gente que usa la palabra nuevo para referirse a cosas que se tocan en los ciclos de la Agrupación, sin prestar ninguna atención al hecho de que en su concepción musical, y más allá de que puedan ser músicas buenísimas, son exactamente iguales a cosas que se hacían hace 30 o 40 años, o son directamente cosas compuestas en esa época o antes.

P - Pero ¿no pueden ser nuevas a pesar de eso?

R - Sí pueden serlo, pero no creo que la probabilidad de que lo sean sea mayor que en cualquier otro ámbito de la música.

P - Pero cuando se habla de música nueva o contemporánea en ese tipo de contextos, ¿no es para diferenciarlos de algún modo de los ciclos sinfónicos o de cámara oficiales o tradicionales, donde el repertorio es siempre más antiguo?

R - Sí, pero eso no libra de la responsabilidad de hacer algo nuevo si se está anunciando algo nuevo. En todo caso, estos ciclos podrían cambiar su denominación de nuevos o de contemporáneos, y llamarse por ejemplo "música vieja pero no tan vieja como las otras". De todos modos hay una cantidad de cosas que suelen darse, al menos en los conciertos de música "contemporánea" de estas latitudes (no sé cómo es en otras) que son difíciles de compatibilizar con algunos de los principios que supuestamente subyacen a sus vertientes más importantes. Por ejemplo, ¿se puede hablar del "estreno" de una obra de John Cage, o de una obra inspirada en su enfoque de la música? Una obra así no puede tener estreno, porque si se ensaya ya se estrenó. No estoy diciendo que el inspector de SADAIC tenga que ir también a los ensayos, a cobrarles a los músicos, pero sí que el presentarse en público con la actitud de quien va a abrir una ventana que permita acceder a una obra abstracta que no está en la sala sino en un lugar ideal, como sucede con la música clásica, y después tocar algo que no está en ningún lugar ideal sino en la realidad concreta de su ejecución en ese momento y en esa sala, es muy engañoso. La tos del público en un concierto de música contemporánea funciona igual que en uno de música clásica, funciona como una molestia, como un recordatorio de la carne que dificulta el vuelo del espíritu. Pero supuestamente no tendría que ser así.

P - ¿Y cómo tendría que ser? ¿Tendría que haberse desarrollado una conciencia sonora que incorporara ese tipo de perturbaciones respiratorias a la semiosis del discurso musical? ¿O tendría que ser como en una peña folclórica, o en un boliche de tango, o en un club de jazz, donde si alguien tose o se ríe no hay ningún problema, no se siente como una interrupción o un atentado a la continuidad del rito sagrado, por más que esos sean también ritos sagrados, pero con otro tipo de sacralidad? ¿No será que le están pidiendo a un género que adopte modalidades que son de otro?

R - No le pido que adopte modalidades de otro, pero sí que si anunció que va a revolucionar sus modalidades tradicionales, que lo haga.

P - ¿Pero no te parecen suficientes rompimientos los que ya llevó a cabo? Fijate lo que pasó con el manejo del tiempo, por ejemplo. En la música clásica, por más que ciertas danzas tuvieran ritmos que deformaban de diferentes maneras la regularidad del compás, todo está basado en el compás, en la distribución de los acontecimientos sonoros en ciertas unidades de tiempo articuladas por un sistema de acentuaciones. En muchas vertientes de la música contemporánea todo eso fue barrido. Al igual que el sistema de alturas, el tiempo también se democratizó.

R - No, para nada. Se mantiene la dictadura encubierta. Cuando el ritmo o las figuraciones parecen muy zarpados, es un tipo de zarpe igual al de la libertad rítmica de los recitativos barrocos, sólo que con otros elementos. Y cuando hay compás, por más irregulares que parezcan las cosas que se tocan, se está contando el mismo tiempo que en la música clásica, sólo que se lo trata de ocultar, se miente. Es un tiempo unidimensional, además, que cuando se estira se estira todo junto y cuando se contrae también se contrae todo junto. En un tango, por ejemplo, se puede estirar o estrechar algunas de las líneas melódicas de lo que está sonando, y aunque una nota caiga un tiempo antes o un tiempo después, o medio, o dos tiempos, igual el oído la relaciona y la asocia con acordes que no están sonando en ese momento, es casi como si hubiera tres flujos temporales, uno por el que pasa una cosa, uno por el que pasa otra, y un tercero a través del cual aquellas dos cosas se pueden percibir como coincidentes. Lo misma pasa en el jazz, sólo que los flujos temporales se relacionan de otra manera. Y en la zamba y en la chacarera también, de repente ahí los tiempos coinciden pero están estructurados internamente de modos diferentes, están divididos de diferentes maneras. En la música clásica, en cambio, cuando se apura una cosa se apuran también todas las demás, todo siempre tiene que coincidir, para que coincida. En la música romántica siempre hay arrebatos y momentos de tranquilizarse, igual que en gran parte de la música "contemporánea", pero siempre son los mismos arrebatos y achiques para todos en todo momento. La máxima libertad que puede haber ahí es la de tomar un acorde arpegiado, en vez de tomarlo con todas las notas juntas.

P - Bueno, pero es parte del código. No podés pedirle a la música culta que adopte el código de otros lenguajes.

R - Creo que sí se le puede pedir, y de hecho muchísima gente hace eso, no es que adopte el código, pero lo considera, lo oye, oye lo que pasa a su alrededor y trabaja con eso, sueña con eso, inventa otras posibilidades con eso. Sólo que en general no tienen carné de afiliación al club de la música contemporánea. A Picasso le podrían haber dicho también hace 90 años "mirá, vos estás usando códigos que no son de tu área, eso no vale, tenés que respetar la perspectiva, se tiene que saber qué es lo que está adelante y qué es lo que está atrás". Del mismo modo se le podría haber dicho a Schoenberg que el dodecafonismo no concordaba con el código de la música culta, que tenía que haber siempre una tónica clara. ¿Y cómo los Beatles pudieron incorporar a su música, tan medularmente, elementos de blues? Era otro código. ¿Qué tenía que ver el blues con la música popular inglesa? Los códigos pueden ir cambiando, no se puede usar el mismo argumento para justificar una revolución en la música que para prohibir otra. Además, creo que cuando se habla de "código" y de "lenguaje" en música, hasta ahora, no se sabe bien qué se quiere decir. Creo que el manejo de esos términos es muy vago y da lugar a confusiones y contradicciones debido a cambios inadvertidos en el significado de las palabras en el curso de las exposiciones. Y siguiendo con lo que te decía antes, lo mismo que pasa con el tiempo pasa con otros componentes de la música. Por ejemplo, los instrumentos musicales surgidos en los últimos decenios. Hoy en día la mayor parte de los discos y de los espectáculos musicales que se realizan descansan en buena medida en parámetros musicales que no son ni la melodía, ni la armonía, ni el ritmo, ni el timbre, son parámetros que tienen que ver con el procesamiento electrónico de lo que hacen las voces y los instrumentos, la distorsión, la posibilidad de que distintos instrumentos que están físicamente juntos suenen como si estuvieran situados en espacios de diferentes tamaños y con diferentes propiedades acústicas, hay una lista muy larga de nuevos instrumentos que en general donde menos se usan es en el ámbito de la música "contemporánea", el ámbito donde supuestamente más se revolucionó la percepción del sonido y la expresión sonora. No digo que no se usen, ojo, digo que es donde su uso está menos generalizado. Los compositores e intérpretes de la música supuestamente más "avanzada" son en general los que usan los instrumentos del modo más tradicional, aunque disfracen su concepción del sonido o de la música poniendo a los viejos instrumentos a hacer cosas para las que no habían sido pensados, cosa muy apreciable por cierto, y que dio magníficos frutos musicales, pero que por desgracia, en la mayoría de los casos, ofrece un "repertorio" de posibilidades muy escaso.

P - Sí, pero no sé si en la música popular, por ejemplo, el uso de todos esos nuevos instrumentos realmente está en la base, en el meoyo de la expresión o del lenguaje. ¿No es más bien un aderezo, un artificio, una fioritura? No en vano se les llama "efectos".

R - Los rótulos son muy engañosos, ya te dije. Creo que en algunos casos sí funcionan esas cosas como efectos, y en otros no, pero eso requiere estudios y análisis serios que no sé si alguien en algún lado está haciendo. Y en la música culta también el análisis está en pañales. Mucha gente confunde lo que un tipo dice que hizo, o la descripción del procedimiento que usó para hacerlo, con lo que realmente hizo, en términos de lenguaje musical. Esta confusión surge de que en la música clásica, en general, las dos cosas coinciden, debido a que casi todos los elementos formales de que se compone coinciden con unidades de significación, ya que son la cristalización de procesos de muchos siglos, durante los cuales las cosas que fueron consagrándose por el uso iban cobrando al mismo tiempo significados utilizados y comprendidos más o menos de la misma manera por todos los involucrados. Pero si vos analizás una obra musical por ejemplo en función de la correspondencia entre ciertas concepciones gráficas o geométricas por una parte y las alturas de los sonidos y el tiempo, por otra, tal vez no estés haciendo ningún análisis musical, estás jugando a otra cosa que no tiene nada que ver con la música, pero no con la música clásica, con ninguna música, tiene que ver, es lo mismo que si uno decide por ejemplo escribir un cuento donde todos los renglones empiecen y terminen con la misma letra. Después, cuando se publica, el formato del libro no coincide con el de las páginas del manuscrito, y ese elemento no es percibido por nadie, y tal vez tampoco sería percibido aunque los formatos coincidieran. El análisis literario del cuento va a ser el análisis de lo que las palabras del cuento dicen, más allá del interés que pueda tener enterarse de cómo trabajó el autor.

P - Pero lo que se llamaba poesía concreta ¿no hacía cosas de ese tipo? ¿No integraba ese tipo de elementos visuales a la significación?

R - Sí, pero la diferencia está en que ahí lo que el autor escribe y lo que el lector lee es lo mismo. En la música, el oyente no escucha lo que el autor escribe, sino cómo suena lo que escribe. Entonces para validar un análisis musical basado en el análisis geométrico de lo que un compositor dibujó, o en la historia de los pasos que siguió para dibujar eso, tenés que demostrar primero que los elementos gráficamente significativos se traducen uno a uno en elementos sonoros también significativos. Y eso puede no ser para nada así. Puede ser que se traduzcan en elementos sonoros, sí, claro, pero ¿quién garantiza que son ésos los que articulan o determinan el "sentido" de la obra? El sentido de la obra, en el sentido de las cosas que resultan relevantes para los oyentes, como para que ellos la vayan siguiendo, la vayan sintiendo, la vayan aprehendiendo, puede estar dado por otras cosas que no estén contempladas en ese tipo de análisis. Una situación imaginaria: si se analizara una obra de Beethoven o de Schubert confeccionando una lista de números formados por el producto de las veces que en cada compás apareciera un mi bemol por el número del tiempo en que en ese compás apareciera el primer mi bemol (poniendo tiempo número cero si no hubiera ningún mi bemol) dividido por la cantidad de tiempos del compás, probablemente alguien podría pensar que al análisis le falta algo; que puede haber elementos estructurales bastante importantes que no fueron tomados en cuenta. Sin embargo, es dable imaginar una escuela de música donde se entrenara a los alumnos en este tipo de análisis, y donde la mayoría saliera con la impresión de que sabe captar lo medular de cualquier obra musical. Ciertas listas de números que presentaran algunos tipos de regularidades podrían ocupar sitiales de privilegio sobre las otras, y gozarían del favor de muchos alumnos de la escuela, algunos de los cuales se esforzarían en componer música en concordancia con ellas (esto podría llamarse "armonía"), mientras otros, dedicados a la crítica musical después de su egreso, hicieran comentarios elogiosos cuando detectaran (siempre que tuvieran acceso a las partituras de las obras, claro) listas de números de las buenas. Y no hay garantías de que muchos análisis de la música llamada "contemporánea" no sean de este tipo. El cuentito de un compositor sobre cómo estructuró su obra no representa esa garantía; nadie tiene por qué saber en qué lenguaje o de qué manera logra comunicar. En el lenguaje hablado nos pasa a todos, podemos saber hablar y no saber nada de gramática, no saber cómo decimos lo que decimos, ni saber cómo es que lo que decimos consigue decir. Es muy ingenuo creer que con la música es más fácil, yo creo que al contrario, es todavía más difícil. Y redondeo esto con una anécdota. Una vez me presenté a un concurso de composición, y después que fui bochado, un día, hablando con un compositor que había sido miembro del jurado, le pregunté por mi obra y al identificarla me dijo que le había parecido muy mala. Después, al escuchar otra música mía, me dijo que tal vez si hubiera visto la partitura de esa música sin oírla, también le habría parecido muy mala o no la habría entendido, aunque oyéndola tenía otra impresión. Creo que ahora en muchos concursos se pide lo que se llama "maquetas midi" de las obras, pero hubo varias décadas durante las que los concursos de composición musical no eran de música sino de dibujo, habida cuenta de que los "maestros", a partir de cierta época (creo que más o menos a partir de los años 1950-60) dejaron de "saber música" en el sentido en que "sabían música" los de antes.

P: ¿Y quiénes "saben música" en la actualidad?

R: Creo que hay dos grandes "academias", dos grandes medios "cultos" o medios donde se concentra el "saber musical" (o pretende hacerlo, claro, ya que muchas expresiones musicales quedan fuera de ese "saber") . Uno es el tradicional, que está esquizofrénicamente dividido en dos, con el saber "clásico" por un lado (pero confinado a la imitación) y el "contemporáneo" por otro (pero que como "saber" sólo adopta una apariencia de sistematicidad que justifique los grados, los sueldos, los títulos universitarios, etc (en los países donde eso sigue existiendo, claro), ya que intrínsecamente ese saber no es "orgánico" como el de la música llamada clásica. Y el otro gran ámbito académico, en coincidencia con el ascenso geopolítico de los Estados Unidos durante el siglo XX, es el que se fue cristalizando a partir de la teorización del jazz. Este "saber" sí está sistematizado y organizado, y ahí para aprender ciertas cosas es indispensable haber aprendido primero otras. Esto no le da ninguna ventaja sobre el de la música "contemporánea", claro; pero es un "saber" de verdad. El otro es de mentira. Y fuera (o dentro, o independientemente) de estas academias está la gente que hace cosas que luego serán los modelos a estudiar, a imitar, o a execrar por los académicos. Esto no es muy original, casi todo el mundo lo sabe. Lo que no saben los músicos "contemporáneos" y los "clásicos", en general, es que no "saben música". Y lo que no saben los discípulos directos o indirectos de Berklee, en general, es que (exactamente del mismo modo como ocurría en los conservatorios de hace pocas décadas), las "reglas" que aprenden no son las reglas de la música, sino de una música.

viernes, octubre 12, 2007

REVOLUCIÓN

GRITO DE LOS EXCLUIDOS



http://www.movimientos.org/12octubre/show_text.php3?key=10983

2007-10-10

Grito de los Excluídos/as: Por la diversidad e integración de las
culturas
Caminos/CMMLK


Este viernes 12 de octubre, a las 4:00 p.m. en la Casa Comunitaria de Pogolotti, el Centro Memorial Dr. Martin Luther King.Jr, la Federación Estudiantil Universitaria, una representación de estudiantes extranjeros que cursan diversas especialidades en nuestro país, y el Taller de Transformación Integral del Barrio se unirán para recordar el Día de la Lucha y la Resistencia de los Pueblos, el Grito de los Excluidos/as del continente.

En esta oportunidad y a diferencia de años anteriores, se ha intencionado la participación de diversos actores sociales entre ellos los estudiantes extranjeros que estudian en diversas universidades de nuestro país, educadoras y educadores populares, artistas aficionados y promotores culturales del barrio, incluyendo la presentación del Grupo Generación con Propósito de la Iglesia Bautista Ebenezer de Marianao con la intención de recordar, celebrar y reflexionar sobre las múltiples expresiones culturales de Latinoamérica y el Caribe, precisamente en una fecha que convoca a la resignificación de las luchas de resistencia de nuestros pueblos frente a los apetitos voraces de las naciones del llamado Primer Mundo.

El Grito de los Excluidos/as, movimiento social internacional surgido en Brasil en 1994, agrupa a trabajadores y trabajadoras del campo y la ciudad, campesinos sin tierra, pueblos indígenas y afroamericanos, desempleados y subempleados, migrantes, jóvenes y niños excluidos y excluidas de sus derechos fundamentales. Se ha convertido en un importante espacio de denuncia y lucha continental.

Sus objetivos y compromisos son luchar:

· por la superación de toda forma de exclusión social

· para el no pago de la deuda externa

· rescatar las deudas sociales luchar contra el modelo neoliberal que amenaza y extermina la vida y el medio ambiente

· contra todas las formas de migración forzada, xenofobia, racismo y por un mundo sin fronteras

· continuar apoyando la lucha contra el ALCA, OMC y FMI; lucha en contra la militarización estadounidense en América Latina y el Caribe; la lucha por la paz y contra la guerra.

El Grito de los Excluidos/as como movimiento popular buscar descentralizar las actividades, procura atender a las demandas y especificidades locales; promover acciones que llamen la atención como: exposiciones, presentaciones teatrales, debates, caminatas por plazas públicas, barrios, marchas, celebraciones ecuménicas, romerías y vigilias.

Por esa razón, se organizará una comparsa multicolor donde desfilará una representación de las culturas latinoamericanas, africanas y de nuestro país, que “arrollará” por calles y avenidas del populoso barrio capitalino de Pogolotti al ritmo de tambores y congas

ESTÉTICA DEL COITO


Estética del Coito

Fernando Buen Abad Domínguez




Felizmente el coito es ese territorio real y surrealista “…punto en el espíritu desde donde la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el futuro, lo comunicable y lo incomunicable, lo alto y lo bajo cesan de ser percibidos contradictoriamente…”[1] Canto de carnes y almas en un desplante de vida que hace fluir sus néctares sobre la faz de lo cotidiano. Coreografía de fugas que se electrizan para que estallemos como arco iris insurrectos entre orgasmo y orgasmo. El coito es revolucionario.

Entre las muchas calamidades confabuladas contra el coito hay que inventariar al empirismo y al criticismo, al simplismo, al reduccionismo, al facilismo y al oscurantismo. Ideologías de pajas en ojos ajenos sobre la mesa de las pulcritudes metafísicas que acompañan voluntariosas al autoritarismo macho, al institucionalismo ceremonioso, a la frigidez burocrática, al miedo culpígeno, al cientificismo psicoprofiláctico, al oscurantismo iluminista y al reglamentarismo del usuario feliz promovido por la moral burguesa de algunas “revoluciones sexuales” de la autoayuda. El capitalismo destruye también las fuerzas productivas del coito.

Contra el coito obran designios ideológicos interminables alimentados por cierta perversión enfebrecida que se encaramó en la historia para traicionarlo todo. Se trata de una lógica de la omisión y el ninguneo empeñada en malversar, reprimir, desfalcar, reglamentar, ocultar y vulgarizar. Lógica de la omisión para esclavizar instintos y vidas. Lógica de la barbarie que ha dejado dividendos monstruosos: un imaginario histórico del coito alienado y alienante, ignorancia, culpas, miedo, negación de los cuerpos, entumecimiento brutal de los placeres y una multiplicación descontrolada de patologías y obscenidades. Prostitución y esclavitud burguesa, la alienación coital conduce a un cogedero miserable que ha victimado a sociedades enteras.
Cogedero que es la barbarie hecha negocio.

Pero el coito es una misa de cuerpos presentes con liturgias no metafísicas que entre mareas y marejadas incontrolables da resurrección a los instintos más libres. Homilía de carnes, agujeros, pelos, pliegues, sudores, olores, aguas, sístoles y diástoles. Rito concreto de los deseos donde los cuerpos son hostias mojadas en efluvios de placeres. Fiesta religiosa con inciensos abisales, confesiones cósmicas y evangelios telúricos. Piedra filosofal con revelaciones promisorias que orientan la vida durante los jadeos de la libertad coital, en viento y marea… contra viento y marea. Todos los enigmas de la naturaleza retozan en el coito para reactivase a diestra y siniestra.

El coito es psicosomático, se nota, es acto ampliador de las realidades que contiene. Acto de naturaleza y cultura tejidas con sus propios paradigmas. El coito es un lenguaje. En el coito se excitan los fundamentos humanos más francamente revolucionarios, las fusiones y correspondencias, las analogías y divergencias consustanciales del juego… del hecho lúdico. Lo distinto integrado dialécticamente para una resolución estrictamente necesaria: la vida misma. Es el habla de la libertad en una de sus modalidades más seductoras.

El coito es un lenguaje que suelta chispazos incendiarios sobre las fantasías y las emociones. Sirve para reunir incluso lo rabiosamente disociado, no con discursos de “igualdad” demagógica sino con diferencias animadas por un encuentro de lenguajes particulares. Lenguas vivas. Unión entre conjuntos de conjuros que crece según la proliferación de frases siempre nuevas. Lenguaje de intensidad y fuego nuevo.

“En la vida sólo es digno de existir lo que es capaz de arder” Arqueles Vela.

El coito es un caldero de brujas donde hierven cuerpos y almas entre vocablos de lenguajes nuevos. Arte de artificios para un diálogo sin cánones en aquelarre permanente que niega todo lo que no provenga de sus magias propias. Así es, o debería ser, a pesar de los silencios y los manipuleos. Así es, o debería ser, contra las prácticas atemorizantes o torcidas. Porque cada coito ofrece puntos de fuga sobre un horizonte carnal e inmediato lleno de promesas. Sin manuales poblacionales, sin prejuicios inquisitivos, sin dogmas de convenciones sensibleras, sin chantajes nupciales, sin dictaduras de status, sin ignorancia, sin vigilancia, sin sida…

Nadie puede dar demostraciones definitivas sobre la identidad si no se pone al corriente con los coitos necesarios en cada vida, si no ahuyenta incertidumbres, sombras con fuego de coitos que son lenguajes de ojos, vientres, expresándose como principio afirmativo. Todo coito ofrece imágenes espontáneas ante las cuales la razón reconoce otras fuerzas que tienen por cometido reprimir sus facultades. Uno sabe tarde o temprano que el coito es un estado de realidad absoluta resultado de la fusión de dos estados en apariencia contradictorios. Es el automatismo real del deseo dictado por la vida en complicidad con esos controles especiales de la razón que no están al margen de los placeres estéticos e incluso morales. El coito demuestra que en la humanidad habitan ciertas capacidades creadoras que pueden ser develadas mediante lenguajes complejos que habitan, aunque se les reprima, muy en la superficie de lo cotidiano.

También el coito activa y renueva al deseo, inyecta energía al el ser y modo de ser humano porque es como la metáfora por excelencia donde se verifica en síntesis la multiplicidad de formas realmente existentes en el Universo y, aunque parezca a veces caótico o individualista, su inspiración y morfología descubren la diversidad unificada en lo biológico, en lo psíquico, en lo social, en lo cultural… para generar formas de conciencia y emoción, de sensación y emoción que en su dialéctica ganan enriquecimiento, en profundidad y en extensión, gracias a sus posibilidades cambiantes siempre. La materia en movimiento.

Debido al principio de unidad de lo diverso hacemos singular la diversidad de experiencias coitales. Incluso sus ritmos. Escenarios, personajes y acciones de un relato fantástico que renueva fetiches renovándose ellos. En sus magnificencias el rito coital emerge astucias de sobrevivencia para ponerse a salvo frente al repertorio de insatisfacciones, mercenarismos, prohibiciones y reduccionismos desatados por la todas las tácticas de la alienación.

Todo lo que rodea el coito es material inflamable. El coito requiere una guerra de guerrillas semióticas, no didáctica, no panfletaria, no ingenua. Pide derrocar los poderes inquisitivos de las jerarquías morales, desde la ciencia hasta la subconciencia, desde el machismo hasta el reproductivismo, desde el pulpito hasta el pálpito. El amor por el coito es una forma de amor que mantiene vivo el hervidero de los instintos que transforma al logos. Su papel transformador y liberador supone estrategias que ningún régimen paternalista es capaz de enfrentar porque le teme. Su mejor pedagogía está en el uso inmoderado del estupefaciente llamado coito. Entre cómplices.
No es “coital” sólo el contacto genital. Más allá de la física coital están todas las otras físicas anteriores y posteriores que se resuelven objetivamente en cada una de las experiencias eróticas. La garantía del misterio radica en que es un juego de voluntades en búsqueda y fusión licuadas en la praxis de sus símbolos y arrebatos del deseo profundo personal o histórico. Los lenguajes de coito se distienden y contraen en saltos y asaltos que no se arderán con discriminaciones. El latigazo eléctrico del deseo isunfla descargas fosforescentes en el ser total de los llamados al coito.
Esa espontaneidad que tiene el coito se aprecia siguiendo el acercamiento repentino e insólito de ciertos arrebatos convulsivos como la belleza de cierta chispa incendiaria despótica y anhelada. Es un instante que procede de cierta mística concreta y azarosa, fulgor interior que escribe las fábulas místicas de los instintos entre moralejas épicas de placer dialéctico. El coito no es un fin, sino un medio; un medio para encender la luz interior sobre un punto donde no es posible que cierto racionalismo utilitario imponga su lógica absurda. El coito no es un fin justamente porque en su dialéctica los contrarios se concilian sólo para afirmarse en una unidad y totalidad comprensible y constante. Hacia delante y hacia atrás.
Cualquier pretexto hace contexto en las situaciones e intenciones de los individuos como respuesta y propuesta multiemocionales. La génesis de cada coito es facturada lúdicamente el repertorio de intensidades que los sujetos ponen en juego. Alguien abre un nicho que otro llena con una nueva apertura. Cara a cara. Entonces en cualquier momento, más o menos impredecible, sobreviene la danza de los horizontes encaramados entre montañas de mares inversos. Gira la ruleta blanda, tibia y húmeda de los orgasmos.

Todo coito se comporta como enjambre eléctrico en tinieblas o a pleno sol, tiene raíces de abismo, de temblor y cataclismo. Vive como un río de luz entre manos y labios con fulgor persistencia pleno de palabras impronunciadas silenciosamente pero erguidas como monumento extremo. Todo coito es enjambre eléctrico deshojado en esperas atónitas y catástrofes de olvidos. A veces el coito tiene un aspecto severo, y, sin embargo, suave con una intensidad de mutación y de ruptura ligada a la indiferencia. Pero uno no puede entregarse a la inmovilidad por cualquier causa. Se trata de una fuerza contradictorias que en sus horizontes da la sensación de cierta vehemencia del movimiento. El coito es también una penetración lírica y teorética íntimamente conectada con las fuerzas más ignotas de la creatividad y la necesidad de reordenar mundos interiores y exteriores maravillosos gracias a una investigación metódica que conduce a comprender que no se puede traicionar la vida. Por eso busca al amor.

Cuerpos con vocación de cuerpos balbucean los arrebatos arremetidas y pálpitos de los genitales representantes plenipotenciarios de los lenguajes más poderosos que son idénticos arriba y abajo. Jalones intermitentes de aguas coreógrafas cuyo tema recurrente es la búsqueda. Nada se queda quieto. Especies en intercambio de sí con espasmos rítmicos de la vida que se vuelve latigazo eléctrico en las caderas. Se atienden con urgencia los enigmas primordiales para que vengan otros nuevos. Coros de esfínteres aferrados al soplo de los instantes inéditos siempre. Vulvas, falos, miradas, tactos, líquidos enardecidos en panal de turbulencias que hacen de todo. Uno dispuesto a estallar en miles. Nada se queda quieto, adentro y afuera rachas de aliento sexual alborotan los pelos de las vulvas y las vergas mojadas. Sienten que es la vida lea habla. Nada deja de crecer entre tanto estremecimiento definitivo sobre la piel de cada milímetro y viceversa. Se recomienda su uso con frecuencia.

Cada músculo, vena pelo, gota, olor… resbalan comprimen, expanden hinchan su todo y nada en un vaivén de trasatlánticos siderales a punto de naufragio divertido entre lenguas de fuego que lamen el aire de los jadeos telúricos. Todo es cómplice de las ánimas invocadas hasta las pasiones desbocadas. Caben todas las leyes decretadas en la danza de los cuerpos que se sumergen mutuamente en las cavernas alteradas de cada cual. Es diálogo de vidas contándose maravillas entre sí para que se incendie de una vez por todas lo que ha de mantenernos vivos. Se exaltan arribazones del mar en playas con soles y lunas simultáneas. Nada queda en su sitio. El coito es portátil. Rompe las meninges del microcosmos con relámpagos de ánima exaltada que se trepa a la punta de todas las cordilleras emocionales para tirarse al vacío lleno de sentidos.

Quien atenta contra el coito atenta contra el universo.

Hay una ciencia del coito, tatuada en los ensayos de sus lenguajes y símbolos, que se repite en muchas ocasiones gracias a la sensación beatífica del orgasmo y a su necesidad de crear un orden simbólico del coito renovándose siempre mientras los fulgores de la vida se sienten urgidos de interioridad y saltos cualitativos. Esa ciencia coital no establece sólo relaciones entre "horizontales" siguiendo cánones estereotipados sino que incluye "verticales" en un mismo ritmo de correspondencias no indiferentes a la realidad por ejemplo, de los animales, plantas… son correspondencias que provienen de la unidad indisoluble del universo. Así el coito hace brotar de una conciencia infinitamente sensible una justificación objetiva, desde la carne hasta las emociones, basada en las correspondencias concretas de los cuerpos que se empujan rítmicamente con la fórmula del principio de identificación necesaria.

Nadie se hunde en el mismo coito dos veces. De ahí esa luz fosforescente que delata a quien resucita asiduamente del coito. De ahí tanta libertad de códigos secretos y tanto brillo emergente de y hacia las fantasías más creadoras y renovantes. Felizmente el coito tiene su propia multimodal estrategia clandestina, con sus apóstoles y feligreses, para descubrir siempre la vida misma, su calidad y dignidad. Por el pasado, por el presente y por el futuro. Felizmente coito eres y al coito volverás y si todo marcha bien el coito encontrará en las caderas lo que los pájaros buscan en el aire.

--------------------------------------------------------------------------------
[1] A. Breton. "Todo conduce a creer que existe un cierto punto en el espíritu desde donde la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el futuro, lo comunicable y lo incomunicable, lo alto y lo bajo cesan de ser percibidos contradictoriamente. En vano se le buscaría a la actividad surrealista otro móvil que la esperanza de determinación de este punto." "Tout porte à croire qu’il existe un certain point de l’esprit d’où la vie et la mort, le réel et l’imaginaire, le passé et le futur, le communicable et l’incommunicable, le haut et le bas cessent d’être perçus contradictoriament. Or, c’est en vain qu’on chercherait à l’activité surréaliste un autre mobile que l’espoir de détermination de ce point." .

jueves, octubre 11, 2007

Con motivo del 12 de Octubre dia la invasion y exterminio de los Pueblos Originarios




Con motivo del 12 de Octubre dia la invasion y exterminio de los pueblos Originarios:

INDIGENAS AMERICANOS (MCR)


Existe la creencia generalizada, y aceptada por numerosos historiadores, que la conquista y colonización de América finalizó en el transcurso del siglo XIX, cuando se consolidaron los movimientos libertadores que dieron lugar a la formación de los Estados-Nación en todo el continente. Sin embargo el proceso histórico tuvo una continuidad manifestada en el afán expansionista de esos nuevos Estados, conducidos por clases dirigentes herederas de las europeas conquistadoras del continente. Esa nueva etnia en el poder cortó lazos con las metrópolis y puso en marcha su plan independiente de ampliación y colonización de territorios, aunque bajo el mismo modelo político-económico liberal naciente en Europa. No fue ese un cambio afortunado para los habitantes primitivos de América. Muchas comunidades indígenas que aún vivían en sus propios dominios sufrieron invasiones y despojos de tierras; debieron someterse a la legislación vigente del orden establecido; tuvieron que renunciar a sus culturas en función de la homogenización educativa; fueron privados de los recursos económicos y de la libertad del espacio vital y limitados por fronteras nacionales que partieron sus comunidades. Esta política agresiva, negadora de la total autonomía de los pueblos indígenas se prolonga hasta la actualidad.

-PARTE I-
LA CONQUISTA
Unas pocas palabras sueltas, relacionadas exclusivamente por asociación de ideas, pueden constituirse en una síntesis de más de 350 años de conquista y colonialismo español en América: inquisición, genocidio, explotación, saqueo, transculturación...
Estos procesos negativos son la esencia de la historia no oficial descrita desde el punto de vista de los pueblos conquistados. Sin considerar esta versión como una verdad absoluta, los testimonios comprobados de esos períodos históricos manifiestan que la destrucción sistemática de la cultura local y su reemplazo por las pautas culturales impuestas desde la metrópolis fue una tarea primordial que justificaba el uso de cualquier medio para llevarla a cabo.
Dos cronistas de la época dejaron sus textos como pruebas: "(...) pues como las minas eran muy ricas y la codicia de los hombres insaciable, trabajaron algunos excesivamente a los indios; otros no les dieron de comer como convenía... Dieron así mismo gran causa a la muerte de estas gentes las mudanzas que los gobernadores y repartidores hicieron de estos indios; porque andando de amo en amo y de señor en señor y pasando los de un codicioso a otro mayor, todo eso fue unos aparejos e instrumentos evidentes para la total definición de esta gente y para ello, por las causas que he dicho o por cualquiera de ellas, muriesen los indios. Y llegó a tanto el negocio, que no solamente fueron repartidos los indios a los pobladores, pero también se dieron a caballeros privados, personas aceptas y que estaban cerca de la persona del rey Católico, que eran del Consejo de Castilla y de Indias", según describe el capitán Gonzalo Fernández de Oviedo. Mientras que un fragmento de declaración del sacerdote Bartolomé de las Casas dice "(...) por ende digo que tengo por cierto y lo creo así, porque creo y estimo que así lo tendrá la Santa Romana Iglesia, regla y mesura de nuestro creer, que cuanto se ha cometido por los españoles contra aquellas gentes, robos, muertes y usurpaciones de sus Estados y señoríos de los naturales reyes y señores, tierras y reinos, y otros infinitos bienes, con tan malditas crueldades, ha sido con la ley de Dios (...)"
Por tanto no es que se elijan sólo procesos negativos para caracterizar la época de la conquista americana, es que la mayoría de ellos fueron irremediablemente perjudiciales para los habitantes aborígenes.
Los primeros años posteriores a la llegada de Cristóbal Colón a América -conducentes a la Edad de Oro del Imperio Español- permitieron encontrar en esas nuevas tierras un objetivo que el azar brindaba para el lanzamiento hacia las metas de poder económico y político ambicionadas por la jerarquía reinante. La mayor parte de aquellos sueños de grandeza se forjaron sobre diversas formas de servidumbre a las que se vieron sometidos los indígenas. Los aristócratas, funcionarios públicos, militares o religiosos españoles los tenían a su servicio personal como tamemes o cuidadores de ganado, cargadores o servidores domésticos, reproduciendo el estaus esclavizante reservado para la plebe y los esclavos en el modelo de estructura social española de la época.
Los conquistadores ignoraron el entramado cultural vigente en esos pueblos y las jerarquías sociales existentes en los mismos, para imponer sus valores propios.
La campaña evangelizadora de la iglesia católica desnuclearizó la estructura social indígena. Los aborígenes eran alejados de sus agrupaciones tribales o multifamiliares, promoviendo deportaciones masivas hacia lugares con climas y costumbres diferentes, para formar las congregas que construían iglesias y conventos y para servir a los religiosos de esas residencias.
A partir de 1553 los indígenas eran obligados a proporcionarle sustento a los sacerdotes (según acuerdo legal entre Audiencia e Iglesia) a través del camarico; una especie de impuesto que consistía en la entrega diaria a la jerarquía religiosa de esa comunidad, de un par de gallinas, y la cesión de entre tres y cuatro mujeres que elaboraran pan, recogieran frutas e hicieran la comida para los caballos. La mayoría de los religiosos terminaron cobrando ese impuesto en monedas de plata. En 1537, sin embargo, el Papa Paulo III admitió que los indios americanos eran "seres humanos, dotados de alma y razón", en su bula Sublimis Deus. Algunos historiadores creen ver detrás de esa bula misericordiosa, el resultado perverso de las luchas políticas entre la iglesia católica y las jerarquías monárquicas del siglo XVI. Estos enfrentamientos, abiertos en muchas ocasiones, eran lo suficientemente enconados como para creer que la declaración del Papa se debía simplemente a un piadoso pensamiento cristiano iluminado por el espíritu santo. Los siglos y acontecimientos subsiguientes confirmaron que el reconocimiento de los indios como seres humanos había actuado como única razón justificadora para emprender con rigor y organización la cruzada evangelizadora: difícilmente se pudiera entender la llegada masiva de eclesiásticos a América con la misión de convertir animales al cristianismo. Un juicio sencillo pero básico para la elaboración posterior del sofisma que engendra la división entre la civilización europea y la barbarie americana (dos estadios diferentes de desarrollo cultural que presupone la primacía de uno sobre otro y la imposición didáctico-práctica del vencedor).
En la sociedad civil se repitieron y multiplicaron los factores de dominación. La figura del encomendero era de fundamental importancia: autorizado por la propia Corona española, se encargaba de repartir los indios de la comarca para la realización de determinados trabajos, según sus necesidades productivas y personales; y además gozaba de la facultad de exigirles tributo. La ambición desenfrenada de los conquistadores y encomenderos llevó a someter a los indios y ofrecerlos como moneda de cambio convertible en oro.
El mismo camino seguían los indígenas que entraban en la mita o sorteo de trabajadores realizado por los Señores del lugar, para llevar a cabo trabajos en las haciendas; o los sometidos a una especie de esclavitud oculta denominada por los indígenas yanaconazgo o yanaconaje (como se le suele llamar en Perú) igual a efectuar servicios personales para el patrón noble, entre los que se contaban también los requerimientos sexuales.
Estas relaciones humanas y de producción eran consecuencia de la transferencia del sistema de vida feudal europeo al nuevo continente, cuyo modelo social y económico era absolutamente desigualitario, profundamente injusto, promovedor de privilegios y esclavitudes. Características incrementadas en América gracias al ejercicio del poder absoluto que los conquistadores se autoatribuían por gracia divina.
El marco de represión en el que se desarrolló este régimen de dominación, incluidas las guerras pertinentes, es conocido a través de sus consecuencias. En 1492 había aproximadamente 90 millones de indígenas viviendo en América (66,5 millones en Sudamérica; 13,5 en América Central y 10 millones en Norteamérica). Cien años más tarde el equilibrio demográfico se había roto de tal manera a causa de las guerras, las enfermedades y las matanzas, que los habitantes indígenas de Sudamérica se habían reducido en 40 millones de personas. En 1652, los 13,5 millones de indios centroamericanos se habían transformado en 540.000. Y en 1692, en el segundo centenario del desembarco europeo en América, la población indígena total superaba apenas los 4,5 millones de habitantes, según datos proporcionados por la organización Survival International.
El derecho regio se antepuso a cualquier legislación consuetudinaria indígena cuando citaba que "la toma de posesión de tierras conquistadas para el soberano español y el derecho de un quinto sobre toda presa y botín o reintegro de gastos que se hubieran hecho con cargo a las cajas reales y la totalidad de lo que fuera tomado, aprisionado o rescatado de los príncipes y monarcas vencidos" eran deberes de los conquistadores.
La gestión de las tierras nuevas y su explotación económica estuvo presidida por la transferencia permanente de recursos hacia la metrópolis, que ya no cesaría durante toda la dominación española, y que continuaría aunque con procedimientos diferentes hasta el presente.
Durante el período 1503-1660 las remesas totales de metales preciosos embarcados desde América hacia España alcanzaban los 181.333 kilos de oro y 16.886.815 kilos de plata según la constancia oficial registrada en los Libros de Cuenta y Razón y Cargo y Data de la Casa de Contratación. Indudablemente, entre esos datos no se cuentan las cargas de los navíos clandestinos que no figuraban en los listados de navegación de la Casa de Contratación, ni las inversiones realizadas por los nobles y burgueses españoles en castillos y mansiones en el propio territorio americano.

PERIODO COLONIAL
La estructura de dominación colonial comenzó a consolidarse a partir de las primeras décadas del siglo XVI. A través de la integración territorial se incorporaron al reino español los nuevos dominios bajo una concepción del bajo medioevo: las apetencias del poder político, relacionadas con la creación de un imperio, concordaban perfectamente con la primacía de la expansión mercantil.
El desarrollo, sobre estas bases, significó la destrucción total de las estructuras sociales y políticas que regían la vida de las Naciones e imperios indígenas precolombinos con sus relaciones dinámicas de poder y fuerza y su territorialidad, legislada y administrada. La ruptura total que originó el desconcierto, las diásporas, la indefensión y el aniquilamiento de gran parte de los pueblos indígenas, se consolidó con nuevas legislaciones, administraciones y límites territoriales. Virreinatos, capitanías generales, departamentos, gobernaciones, corregimientos dividieron las tierras en función de las luchas del conquistador, los asentamientos de los colonizadores y, posteriormente, de la explotación de los grandes recursos naturales que ofrecía la región (caucho, tabaco, madera, salitre, frutos exóticos, minerales preciosos) y las actividades agropecuarias. No es verosímil por tanto el eufemismo que que reduce el complejo proceso de conquista y colonización al "encuentro de dos culturas", como sinónimo de intercambio cultural, ocultando la prevalencia total y premeditada de una sobre otra.
La civilización europea no reconoció los valores de los pueblos aborígenes, creando las bases para la prolongación de su sometimiento en siglos posteriores.
Todo el período colonial hispano hasta el desarrollo del proceso de liberación americana, a finales del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX, evolucionó reflejando el proceso de transformaciones graduales de las ideas y las estructuras europeas.

El caso norteamericano

En Norteamérica el proceso de conquista y colonización sajón -el que prevaleció, finalmente, entre otros intentos- tuvo matices distintos. Los primeros colonos llegaron a las tierras del este norteamericano a principios del siglo XVII. Y la primera población colonial fundada en tierras norteamericanas fue Jamestown (en el actual estado de Virginia) en 1607. Tenía aproximadamente 6.000 habitantes, en su gran mayoría ingleses ambiciosos, cuya principal obsesión fue la búsqueda afanosa de metales preciosos, sin detenerse a formar la mínima trama social entre sus pobladores para construir una colonia con visión de futuro. Las guerras con los indios, las enfermedades y los conflictos internos fueron diezmando la población hasta quedar reducidos a mil habitantes en 1624.
La historia oficial norteamericana ocultó este primer paso verdadero en la colonización de aquellas tierras por su similitud de actitudes con la conquista hispana. Los estadounidenses prefieren reivindicar a los anglicanos que llegaron en el buque My Flowers en 1620. Estos puritanos capitalistas, sometidos por la corona británica (bajo la dinastía de los Estuardo) pusieron su pie sobre las nuevas tierras con concepciones distintas, más liberales en lo político y social, con el objetivo de fundar una nueva comunidad alejada de los privilegios monárquicos y el absolutismo que prevalecían en las islas británicas. En los siguientes treinta años se produjeron olas migratorias que fueron poblando la costa Este norteamericana al amparo de leyes bastante rigurosas y sumamente progresistas para la época, en las que se determinaban la separación de iglesia y estado, la libertad religiosa, y el reconocimiento de los derechos indígenas sobre la propiedad de la tierra.
Las tribus del este, hurones, iroqueses, mohicanos se vieron presionados por las costumbres mercantilistas de los colonizadores y las tribus algonquinas no tardaron en transformar sus costumbres: de la agricultura de superviviencia al trampeo para obtener pieles de animales que, una vez descubiertos por los europeos, comenzaron a ser muy valorados. Los indios formaron olas migratorias hacia las zonas de caza y ampliaron considerablemente las zonas de trampeo para comerciar. Pocos años después (durante la primera mitad del siglo XVII) las colonias francesas y holandesas comerciaban fluidamente con los indios. Es más, los comerciantes holandeses llegaron a crear la fábrica más importante de sombreros, basada en pieles, de América del Norte, que marcó el inicio de la moda de la indumentaria en Europa (pieles de castor, nutria, zorro, etc.).
La llegada posterior de diferentes grupos religiosos como los calvinistas o los prebisterianos (que tendrían influencia decisiva en la Conquista del Oeste en el siglo XIX) ensombrecerían ese proceso que había demostrado intenciones aparentes de respeto a las culturas de los colonos y a la de los indígenas.
No por ocultos los datos de la conquista norteamericana son menos representativos de sus crueles consecuencias. A principio del siglo XVII, algunos historiadores atribuyen aproximadamente entre 8 y 10 millones de habitantes indígenas para Estados Unidos, aunque no existe coincidencia en las cifras. Los mismos autores sitúan esa población entre 850 mil y un millón y medio en 1800 (24 años después de haberse proclamado la independencia norteamericana). Enfermedades desconocidas, el deterioro económico y social, las hambrunas, el alcohol, las matanzas y deportaciones acabaron en tres siglos con casi el noventa por ciento de los indios norteamericanos. Y si la etapa colonial fue dura, los años posteriores de expansión de los colonos norteamericanos fueron aún más crueles y disgregadores para los indígenas.
Las Naciones Indias no encajaban en los planes del nuevo Estado independiente. Detrás de una fachada pacífica y respetuosa las olas colonizadoras, apoyadas por fuerzas armadas, fueron ganando territorios hacia el oeste.
A partir de 1780 los trece estados de la Unión (embrión político de lo que serían los Estados Unidos) quedaron libres de indios. Los mahican y los delaware fueron deportados al oeste de los montes Alleghanys; la Nación iroquesa obligada a ceder porciones de sus tierras a los Estados de Nueva York, Pennsylvania y Ohio en 1784. A partir de 1790 se produjo la guerra con los Shawnee como consecuencia de la negativa de éstos a renunciar a sus tierras en beneficio de los colonizadores. Finalmente fueron derrotados y debieron resignar dos tercios de los territorios de Ohio y parte de Indiana.
Los primeros 20 años del siglo XIX el flamante Estado norteamericano seguía conquistando silenciosamente los territorios de la costa atlántica sin contemplaciones con los indígenas.
En 1813 concluye la guerra anglo-norteamericana con la derrota británica y el sometimiento de numerosas tribus: los kickapoos, los wyandot, los peoria, los winnebago, los sauk, los cherokees, los creek y los semínolas de la Florida. La mayoría fueron deportados a reservas en Kansas, donde cada sublevación se pagaba con una matanza; otras pueblos huyeron hacia las montañas y pantanos, totalmente desperdigados, para sobrevivir clandestinamente.
Sucesivos presidentes norteamericanos como Monroe o Jackson aumentaron la política de sometimiento y deportaciones de indios. Según explica el historiador Carlo Caranci, "a partir de 1831 se reconoce a las comunidades indias el estatuto de naciones domésticas dependientes en estado de tutela sin soberanía, puesto que se hallaban en territorio estadounidense, con las que el Estado federal puede firmar tratados. Pero los mismos serán meros medios de presión para forzarlos a abandonar sus tierras y marcharse al oeste. Centenares de miles de indios son privados de sus tierras y bienes y trasladados al llamado Territorio Indio (actualmente Oklahoma): los choctaw en 1831, los creek en el 36, los cherokees entre el 38 y el 39. No sin haber sido saqueados y vejados previamente por los colonos, ante la pasividad de las autoridades, a lo largo de la Pista de Lágrimas, en la que muchos murieron antes de llegar a su destino".

LOS NUEVOS ESTADOS-NACION INDEPENDIENTES

La evolución del pensamiento liberal del viejo continente, fue ganando terreno durante el siglo XVIII, recortando los poderes absolutos de las monarquías y reclamando la organización más horizontal del poder dentro de la sociedad.
En Europa se desarrolló la propuesta nacionalista que sostenía el derecho de los pueblos a autogobernarse. La concepción de Rousseau, Ferguson, incluso Hobbes, sostenía la identificación del progreso con el avance del Estado, entendido ya no como una determinación divina en manos de los herederos naturales de ese poder omnímodo (absolutismo monárquico), sino como un acuerdo concensual de voluntades semejantes.
Hasta el siglo XIX la colonia en Centro y Sudamérica era ese lugar cercado y seguro que debía rendir cuentas exclusivamente a su metrópoli; parte integrante de un sistema político y económico único y cerrado. A partir de la Revolución Francesa se empezaron a reconsiderar ciertos valores, intocables hasta entonces, como la esclavitud humana, y se abren las puertas hacia el liberalismo económico (propiedad privada, librecambio de mercancías).
La repercusión de esta ideología en las colonias centro y sudamericanas tiene lugar entre finales del siglo XVIII y mediados del XIX. Los españoles residentes y los nacidos en tierras americanas al igual que los mestizos comenzaron a sentir la necesidad de distanciarse de una España decadente y acercarse a un Imperio Británico en auge, proclamador de ideales económicos libertarios contrarios al absolutismo proteccionista. Surgieron entonces en América las revoluciones de los mercaderes, de los pequeños y grandes comerciantes que necesitaban abrir fronteras y eliminar aduanas, impuestos y restricciones comerciales, deslumbrados y presionados por el avance británico.
La transformación americana a cargo de las burguesías locales no implicó el reconocimiento de los pueblos indígenas (ni de los sometidos ni de aquellos que aún habitaban territorios no ocupados por los criollos o europeos). Las nuevas clases dirigentes tuvieron como objetivo continuar la expansión y desarrollo iniciados por sus antecesores españoles monárquicos, bajo el proyecto de organización de los Estados-Nación y la búsqueda de sus identidades nacionales, a las que no respondía ninguna característica del ser indígena, de modo que éste no era considerado ser nacional sino un usurpador.
Los nuevos Estados seguían considerando como "territorios desérticos" las zonas habitadas por poblaciones indígenas autónomas y automarginadas de los procesos organizativos de los descendientes de europeos. Los movimientos independentistas que dieron lugar a esas nuevas Naciones sólo reconocían límites en las tierras ocupadas por otros Estados, excepto que una relación de fuerzas favorable o equilibrada permitiera el intento de ocupación de esas zonas.
La legislación de las nuevas Naciones desconocía en la mayoría de los casos las tierras indígenas y si bien reconocía a sus habitantes como integrantes del nuevo país - en caso de que los indios aceptaran el nuevo orden vigente-, no los consideraba miembros de pleno derecho. La contradicción se hacía más evidente al surgir situaciones de conflicto. Cuando se producía un enfrentamiento bélico entre Estados era considerado una "guerra" que debía atenerse a los principios de la norma internacional; en cambio las luchas entre tribus y Naciones indias contra tropas de ese mismo Estado, eran denominadas "campañas" tendentes a resolver problemas internos, sin arreglo al derecho internacional.
El expansionismo de los nuevos Estados fue el motivo principal para el desarrollo de esas "campañas" por gran parte del continente para ocupar los territorios "vacíos": la costa atlántica de Centroamérica; el litoral norte de Brasil, parte de la selva amazónica, la selva del Orinoco, la meseta del Matto Grosso; un vasto sector del Chaco; casi toda Colombia (incluido lo que hoy es Panamá) y todo el sur patagónico del continente: a partir del río Bío Bío en Chile y de los ríos Salado y Colorado en la Argentina.
Ese proceso desarrollado a lo largo del siglo XIX respondía también a las necesidades de las metrópolis europeas que experimentaban un giro en sus relaciones de fuerza.
El último tercio del siglo pasado se produjo el Gran Viraje Colonial europeo. A partir de 1870 el mapa del mundo conquistado se reconvirtió. Entre 1876 y 1914 una cuarta parte de los territorios del planeta fueron redistribuidos entre media docena de Estados: Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Alemania, Bélgica e Italia. Los británicos incrementaron sus posesiones en cerca de diez millones de kilómetros cuadrados; los franceses en nueve millones; los alemanes en dos millones y medio y los belgas e italianos en aproximadamente dos millones. Los Estados Unidos ampliaron sus posesiones externas en cerca de 250.000 kilómetros cuadrados, en su mayoría gracias a la usurpación de territorios mexicanos y a la obtención de antiguos dominios coloniales españoles.
El expansionismo europeo, sin embargo, no se contaba exclusivamente por la superficie de las colonias conquistadas sino en la trasmisión de las ideas que daban lugar a esa expansión. Al mismo tiempo que conquistaban nuevas tierras, establecían lazos de dependencia económica-cultural con aquellos países que declaraban su independencia política en América Latina.
El gran avance industrial y comercial del centro de poder europeo necesitaba abastecerse de materias primas y los países latinoamericanos basaban su riqueza en esos recursos naturales. Es así que los territorios conquistados por los ejércitos autóctonos fueron utilizados para la explotación de esos recursos que, en su más amplia mayoría eran transferidos a las metrópolis.
La justificación ideológica de esta nueva conquista tenía puntos diferenciados de la española: se pretendía integrar esos territorios en un mercado mundial capitalista; se imponía la definición de las relaciones con los indígenas a partir del ideario liberal; los conquistados debían ser reconvertidos en ciudadanos (no en cristianos); se exigía, en muchos casos, la anulación de la estructura social precedente para incorporarse individualmente al Estado; se desvalorizaba la cultura autóctona en nombre del progreso (fuertes influencias del positivismo); se promovía la integración forzosa a una nueva estructura social con jerarquías rígidas y relaciones étnicas desiguales y racistas.
Un ejemplo: en 1854 el presidente de la República de Ecuador, José María Urbina, promulgó un decreto sobre las relaciones entre los indígenas que ocupaban el sector oriental del país (selva) y el Estado. En sus considerandos decía:
11- Que es un deber estricto del Gobierno sacar de la barbarie y colocar en el camino de la civilización a las tribus de indígenas que habitan en la parte oriental de la República.
21- Que está asi mismo entre sus esenciales deberes el de fomentar el espíritu de empresa, y procurar que se descubran y se pongan al alcance de los ciudadanos las fuentes de riqueza que abundan en esas regiones.
31- Que para conseguir este doble objeto es de absoluta necesidad dar un régimen de administración pública de la manera más adecuada a las circunstancias peculiares y excepcionales en que se encuentran actualmente esas localidades.
En su artículo 1 el decreto dice: "se incluyen bajo la denominación del Gobierno de Oriente las poblaciones territoriales conprendidas en los antiguos corregimientos de Quijos, Macas y Canelos" (división administrativa colonial). Mientras que en los artículos 21 y 31, correspondientes al capítulo de las atribuciones del Gobernador, se expone: "Favorecer a los indígenas, y procurar introducir en ellos hábitos de orden y de sumisión a las leyes. Defender los límites de que la República se ha hallado en posesión".
En otros países de numerosa población indígena la legislación sirvió para la desmembración de la vida colectiva.
En Bolivia el presidente Melgarejo decretó en 1866 la abolición de las comunidades de origen, ordenando el reparto de sus tierras individualmente entre los indios. Y ocho años más tarde el gobierno promulgó otra ley complementaria: la de exvinculación de tierras de ayllus (denominación incaica para la división de la tierra según la administración precolombina). Ambas leyes produjeron el traspaso de los terrenos a manos blancas o mestizas; las parcelas que quedaron en poder de los indios fueron rápidamente absorbidas por las grandes fincas o haciendas privadas, permaneciendo los indígenas en sus tierras ancestrales en calidad de sirvientes que recibían una pequeña parcela y, a veces, el permiso para conservar algunos animales.
En 1870, contemporánea a la legislación boliviana, el régimen guatemalteco de Rufino Barrios impuso una ley similar sobre las grandes tierras de la meseta que aún conservaban en administración colectiva las comunidades indígenas. El resultado fue catastrófico para los nativos: muchas de las tierras no registradas fueron vendidas como baldías por el gobierno a grandes hacendados; otras fueron absorbidas o compradas por los latifundistas en maniobras financieras no siempre transparentes.
La ley venezolana sobre reducción, civilización y resguardo de indígenas, del 2 de junio de 1882, declaró "la abolición de las antiguas reservas y todos los privilegios concedidos por la administración colonial. Sólo se reconocen las comunidades indias de los territorios federales de Amazonas, Alto Orinoco y La Guajira". Y apenas iniciarse el siglo XX se cerró el cerco legal. El 8 de abril de 1904, una nueva ley sobre resguardos indígenas dispuso "que las tierras que habían sido propiedad de las comunidades indígenas desaparecidas y las tierras cuyos títulos de propiedad no pudieran ser debidamente establecidos pasarán a poder de la Nación (...)"
Esta política fue aplicada con matices menores y adaptada a la circunstancias territoriales, en cada país, en toda Latinoamérica. Y produjo el creciente aniquilamiento, bajo cobertura legal gubernativa, de aquellas Naciones indígenas que se negaban a integrarse en el nuevo sistema o a desalojar las tierras "vacías".
Las peores matanzas organizadas sistemáticamente fueron las producidas en Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay. El proyecto autárquico y autoritario impuesto en este último país en la segunda mitad del siglo XIX llevó a una guerra, denominada de la Triple Alianza, que lo enfrentó a Brasil, Argentina y Uruguay, aliados que contaron con la asistencia de Gran Bretaña en base a suministros y préstamos financieros. Las masacres indígenas de tribus guaraníes, tobas, guaycurúes, mocovíes y matacos, entre otras, permitió no sólo liberar la región del Chaco para su explotación (forestal fundamentalmente) sino también aplastar las intenciones autonómicas-proteccionistas del Paraguay y abrirlo al librecambismo. Pocos años después los gobiernos de Argentina y Chile llevaron adelante la Campaña al Desierto (tierras ocupadas por Naciones Mapuches en el sur de ambos países). Las sucesivas incursiones duraron aproximadamente 15 años y, en términos de vidas humanas, tuvieron un costo oficial de más de 70.000 indios. Durante esa época el científico inglés Charles Darwin investigaba en tierras patagónicas y describió así las persecuciones contra los indios: "Siéntese profunda melancolía al pensar en la rapidez con que los indios han desaparecido ante los invasores. Aquí todos están convencidos de que ésta es la más justa de las guerras )Quién podría creer que se cometan tantas atrocidades en un país cristiano y civilizado? Creo que dentro de medio siglo no habrá ni un sólo indio salvaje al norte del Río Negro" (del libro "Viaje de un Naturalista Alrededor del Mundo").
Esa campaña forjó el latifundismo argentino. El gobierno y los terratenientes realizaron un gran negocio; la adjudicación y venta de tierras. Las aristocráticas familias de Buenos Aires y representantes de latifundistas extranjeros tuvieron prioridad para comprar grandes extensiones de tierras en la zona de Río Negro y Neuquén (más tarde se trasladaron a las provincias australes de Chubut y Santa Cruz), donde pagaron 0,16 centavos por cada hectárea. Quince años después del término de la "Campaña", es decir a finales de siglo, cada hectárea costaba 400,00 pesos. Las más grandes fortunas y familias de raigambre argentina nacieron como consecuencia de estas operaciones.
En el resto de Latinoamérica las represiones sistemáticas estuvieron dirigidas a los núcleos indígenas resistentes; a los más remisos a asimilarse al nuevo sistema, que tenía reservada para ellos una situación de servidumbre esclavizante. Su papel sería el de mano de obra libre sin ninguna legislación que los amparase, ni en lo laboral ni en lo social.

La Conquista del Oeste norteamericano

Estados Unidos intensificó durante el último cuarto del siglo XIX, superada la Guerra de Secesión, todo el "lento" expansionismo hacia el oeste que le había permitido un crecimiento continuado desde la declaración de su independencia. Este último período fue el más cruente de la persecución indígena: lo que más tarde la historia oficial norteamericana llamaría la Epopeya de la Conquista del Oeste.
En 1860, entre los 31.400.000 de norteamericanos blancos y el océano Pacífico se interponían centenares de miles de indios agrupados en diferentes naciones. Treinta años más tarde, los dos océanos estaban unidos bajo la jurisdicción de un mismo Estado habitado por 62.700.000 habitantes, en su mayoría inmigrantes extranjeros dispuestos a vivir en las tierras expoliadas a los indígenas.
Los recursos para expulsar a los indios de sus tierras no ofrecieron demasiados reparos y contradijeron claramente los preceptos legales y morales que sostenían la ideología del nuevo Estado.
La base del sustento de las grandes naciones indígenas de la pradera era el búfalo; su matanza deliberada, indiscriminada y dirigida ofuscó a muchos de esos pueblos que se lanzaron desesperadamente a una batalla final por la supervivencia. Los datos de esa sorda guerra oficial son elocuentes: en 1830 existían cerca de 75 millones de búfalos diseminados en la vasta pradera central norteamericana; veinte años más tarde quedaban 50 millones. En 1883 se los había declarado una especie en extinción (sólo en 1870 se abatieron más de un millón de animales).
Las matanzas de indígenas ante la resistencia a ceder sus tierras tampoco ofrecieron reparos oficiales. Primero fueron los sioux en 1862 quienes se negaron a abandonar los territorios de Minnesota y las Dakotas y poco después los cheyennes, quienes quedaron reducidos a unos grupúsculos luego de las matanzas de Sand Creek, en 1865 y la de Washita River, nueve años más tarde, dirigida por el general Custer.
El desequilibrio era tan grande y la desproporción del enfrentamiento entre las tropas estatales y los indios tan mayúsculo, que en 1876 sioux y cheyenes, haciendo el más grande esfuerzo de concordia, pudieron formar un ejército de 2.000 guerreros. La historia estadounidense recuerda como el gran desastre de su ejército frente a los indios la derrota de Little Big Horn, en la que murieron 260 soldados del general Custer.
En 1886, Gerónimo, jefe de los apaches-chiricahuas, huía por tierras de Nuevo México desde hacía tres años dándole jaque a varios regimientos que le perseguían sumando una tropa conjunta de 5.000 hombres. Los indios eran 25, con sus mujeres y niños. Finalmente fueron atrapados 18.
En 1889 se cerró el último acto de aquella conquista difundida tendeciosamente, medio siglo después, a través del cine y la televisión. El llamado Territorio Indio, fue convertido por el gobierno Norteamericano en el Estado de Oklahoma. En esa tierra malvivian, harapientos y muertos de hambre, 75.000 indios deportados de diferentes regiones. El 22 de abril de aquel año, y en sólo 24 horas vieron invadidas esas tierras deprimidas y secas por 50.000 colonos. Las reservas que les asignó el gobierno estadounidense eran semejantes a corrales de hacinamiento.


-PARTE II-
SIGLO XX: EL OLVIDO

A finales del siglo pasado y primeras décadas del presente comienza una "tercera conquista" de los indígenas americanos. En esta oportunidad, estabilizadas las condiciones políticas y divisiones territoriales en lo que respecta a sus distribución entre los Estados de la región latinoamericana, el peso de esta nueva colonización quedó relegado a la acción privada, con el apoyo jurídico que le otorgaban las nuevas legislaciones, frente a la indefensión de los indios y el olvido del cuerpo social.
Los territorios conquistados el siglo anterior a los mapuches, en Argentina y Chile, permitieron la explotación agroganadera de aquellas tierras a través de empresas textiles y frigoríficas importadoras de carnes y cueros de Gran Bretaña (Swift, Westley, etc.); también compañías inglesas se hicieron con vastos territorios de Paraguay, Argentina, Brasil y Uruguay para la explotación forestal indiscriminada en el hábitat ocupado por las Naciones indígenas del Chaco y la Baja Amazonía.
Después del invento de los neumáticos por John Dunlop, en 1808, el caucho pasó a ser el oro blanco de la selva sudamericana. En el norte de la selva amazónica (abarca territorio colombiano, peruano y brasileño) la fiebre del caucho provocó masacres silenciadas. Un aterrador testimonio del norteamericano W. Handenburg, registrado en 1.909, pone de manifiesto la magnitud del genocidio "(...) Los agentes de la Compañía obligan a los pacíficos indios del Putumayo a trabajar día y noche, sin la más mínima recuperación salvo la comida necesaria para mantenerlos vivos. Les roban sus cosechas, sus mujeres, sus hijos. Los azotan inhumanamente hasta dejarles los huesos al aire... Toman a sus hijos por los pies y les estrellan la cabeza contra los árboles y paredes... Hombres, mujeres y niños sirven de blanco a los disparos por diversión y en oportunidades les queman con parafina para que los empleados disfruten con su desesperada agonía (...)".
Estas acciones repetidas en el resto de América Latina, contaban con la permisividad oficial ya sea por acción, protegiendo la actividad de esas empresas que significaban "progreso" o por omisión, puesto que esas poderosas compañías extranjeras suplantaban la capacidad represiva oficial en lugares alejados y contribuían a mantener la unidad territorial formal.
El pensamiento antiindio se hizo doctrina oficial en la Argentina del siglo XX, justificando el genocidio, el destierro y el saqueo. En un libro de geografía, aprobado como texto escolar por el Ministerio de Educación, y escrito en 1926 por el profesor Eduardo Acevedo Díaz, se podía leer (...) "La República Argentina no necesita de sus indios. Las razones sentimentales que aconsejan su protección son contrarias a las conveniencias nacionales".
En el presente siglo la lucha por las tierras indias quedó relegada a pocos núcleos resistentes de hecho, a la supervivencia de comunidades indígenas en regiones improductivas o la asimilación al sistema productivo del país en cuestión. En este último caso los indios era tratados como personas marginadas de una legislación laboral ya de por sí escasa e injusta para los intereses del trabajador. Por lo general el indio realizaba tareas agrícolas y, según especifica un Informe de la Organización Internacional del Trabajo realizado en 1953, las condiciones de la labor eran las siguientes: "(...) el terrateniente facilita al indio una parcela de su propia tierra (generalmente difícil de trabajar por su infertilidad o desnivel de relieve) y también semillas, abonos y herramientas y, para cubrir sus necesidades, le anticipa dinero para cuya devolución se le exige un pago en especie a un tipo de conversión que determina el propietario. De este modo se abre 'una cuenta en especie', lo que da lugar a una situación de dependencia debido a la acumulación de las deudas, que a menudo obliga al trabajador indígena a permanecer indefinidamente al servicio del terrateniente".
Un ejemplo claro de esta situación, repetida en la mayoría de los países de Latinoamérica, fue el México prerevolucionario. Al final de la dictadura de Porfirio Díaz, el uno por ciento de la población poseía el 70 por ciento de las tierras laborables del país: en el Estado de Chihuahua una sola familia se consideraba dueña de 4.956.000 ha; en tanto el Estado de Hidalgo se lo repartían tres familias.
En Perú las formas esclavizantes de trabajo se mantuvieron de hecho legalmente hasta 1969. Un informe elaborado 15 años antes daba cuenta de las dos modalidades de tenencia de la tierra de los indígenas: el colonato y el yanaconaje, este último heredado de la colonia española 400 años antes. El yanacón o yanacona, según una Comisión de Expertos en Trabajo Indígena de la década de los cincuenta, "es un trabajador que tiene dos contratos: uno que lo compromete a prestar servicios en la hacienda como trabajador estable y otro por el que recibe un pedazo de tierra para cultivarla por su cuenta. Este segundo es de arrendamiento o aparcería. Si el indio recibe la tierra en arrendamiento a merced conductiva puede pagarla en dinero, aunque es más usual que lo haga en productos que el mismo principal señala en cantidad fija".
La integración mundial creciente en este siglo, fundamentalmente relacionada con aspectos económicos, ha transformado negativamente la vida de los indígenas latinoamericanos, prolongando su desintegración como pueblos y su degradación en la escala social. Los grandes proyectos de progreso de los gobiernos latinoamericanos fueron conducidos por la senda liberal que confiaba el control de los sectores básicos de su economía a grandes empresas multinacionales extranjeras.
En el terreno de la energía un ejemplo flagrante fue la Guerra del Chaco (enfrentó a Bolivia y Paraguay en 1932-1935 por reivindicaciones territoriales) motivada por intereses particulares de dos empresas petroleras contendientes, La Royal- Dutch Shell y la Standard Oil, que pretendían lograr mejores posiciones negociadoras y mayores parcelas en los yacimientos de hidrocarburos. La mayor parte de las víctimas de esa sangrienta guerra fueron indios.
En Guatemala, los yacimientos controlados por la Texaco y Amoco Oil eran custodiados por los propios militares guatemaltecos que aún ejercen la represión indiscriminada contra los trabajadores indígenas. En las mismas tierras indias de Alta Verapaz fue encontrado níquel cuya explotación quedó en manos de la INCO y la Hanna Minning Co., empresas que provocaron la expulsión de los indios bajo el fuego de un ejército privado que, en 1978 causó la matanza de más de dos centenares de nativos. Similares acciones se produjeron/producen en otros países con la explotación de otros recursos naturales, como el petróleo en Perú, Venezuela, México y Ecuador; el cobre en Chile; el estaño en Bolivia; el oro en Brasil; las esmeraldas y el café en Colombia, entre muchos otros. Pero el ejemplo que ha tenido mayor relevancia en el continente es el de la empresa United Fruit Company, cuyo poder se extiende desde principios de siglo por Colombia, Ecuador, Panamá, Costa Rica, Honduras, Nicaragua y Guatemala, creando un Estado dentro de otro mayor, incluso con el poder manifiesto para derrocar presidentes, conducir la economía, decidir sobre infraestructuras y modificar a su antojo las condiciones legales y sociales de esos países. Esta empresa poderosa redujo a la explotación esclavista a gran parte de los trabajadores indígenas que cosechaban los frutales que exportaba; y tenía libertad para reprimir cualquier intento de protesta o para ejecutar "traslados forzados" de indígenas hacia reductos similares a campos de detención, disimulados bajo formas laborales.
No resulta extraño este tipo de comportamiento de empresas que teóricamente deberían respetar las leyes del país en el que se asientan. Las legislaciones de inversiones extranjeras en los países latinoamericanos no existían o cuando, a lo largo del siglo, se fueron decretando, tenían un alto índice de permisividad para la instalación y gestión foráneas dentro de cada país. Todo aquello que no pudiera ser conseguido a través de la legalidad vigente, claramente favorable a sus intereses, era logrado a través de la corrupción de las autoriades locales o la presión política-económica, ejercida desde las empresas centrales o las propias autoridades nacionales norteamericanas o europeas.
La explotación del indio como ideología medieval, fue abolida en la Argentina en 1949, en Bolivia en 1952 y en Perú en 1968; en Colombia, Ecuador y Brasil, la presión internacional ha favorecido el impulso de un proceso de recuperación y delimitación de tierras y derechos indígenas, aún escaso, entre 1991 y 1993. En tanto otros países como México, Ecuador y Chile, por ejemplo, siguen sin definición clara sobre el tema.
El concepto de "Nación dentro de otra Nación", base ideológica para la organización de comunidades indias en los Estados actuales, no ha sido nunca aceptada por los países latinoamericanos como una especie de autonomía política, administrativa y cultural que permitiera la conservación o recuperación de sus viejos valores.
En el trascurso de las décadas de los 60, 70 y 80 los procesos dictatoriales que asaltaron el poder en la mayor parte de los países del subcontinente, adoptaron la Doctrina de Seguridad Nacional como pieza clave de la represión militar que ejercían sus propios ejércitos nacionales contra rebeliones internas al orden establecido. El fantasma del enemigo comunista, tan relevante durante la Guerra Fría, fue agitado por una de las potencias en litigio (Estados Unidos) para controlar el continente y adaptarlo a sus necesidades políticas y económicas.
La falta de arraigo nacionalista evidenciado por las comunidades indígenas y por los propios ciudadanos indios asimilados, produjo la desconfiaza y sospecha permanente de las autoridades dictatoriales. En Chile, cada movimiento de las reservas mapuches del sur fueron contestados con incursiones del ejército chileno, comandado por general Pinochet, con saldos que superaban las centenas de muertos. En esas tierras el proyecto hidroeléctrico del alto Bío Bío, que amenazaba sumergir las zonas destinadas a seis comunidades indígenas, fue tomado como una prioridad de infraestructura del país.
Durante los años 70 cerca de 3.600 km2 de territorio fronterizo brasileño correspondiente a comunidades indias del Amazonas, pasaron a control militar por "razones de seguridad", dando ingreso posteriormente al área a empresas extranjeras para explotar recursos naturales. Durante la dictadura argentina (1976-1983) la campaña "marchemos hacia la frontera", llevada a cabo por el general Domingo Bussi para reforzar el espíritu nacionalista, puso en tela de juicio el "nacionalismo" de los mapuches ubicados en la provincia de Neuquén, sistemáticamente hostigados por esta causa.

PRESENTE DE AISLAMIENTO Y MARGINACION

La ideología del olvido, la sospecha, la marginación social y económica, el rechazo racista y la represión violenta de las comunidades indígenas persiste en América Latina, según se deduce de los numerosos estudios sobre sus condiciones de vida, realizados por entidades oficiales, religiosas, organizaciones no gubernamentales y organismos internacionales: la mayoría coincide en afirmar que la situación es de pobreza extrema, con destrucción del tejido social, marginación creciente y nulas posibilidades de integración colectiva o reconocimiento de su cultura singular. Aisladas, sin posibilidades económicas, sobreviven mediante el desarrollo de actividades informales, carentes de cobertura sanitaria y educacional. En los países andinos constituyen la gran mayoría postergada de la población, desintegrados del país oficial, soportando estructuras sociales discriminatorias y relegados en muchos casos a las tierras altas de los valles andinos o a la ceja de selva amazónica (cultivo y comercio de hoja de coca). En Guatemala están sometidos al terror ejercido por un ejército que se ampara en la represión antiguerrillera para cometer masacres que no trascienden a los medios de comunicación. Los hijos de indígenas guatemaltecos reciben generalmente un año y medio de educación en contraste con los cinco años de promedio que alcanza el resto de la población infantil.
Los trabajadores indios del continente reciben, como media, un salario equivalente al 60 por ciento del sueldo que cobran trabajadores de otras etnias por igual tarea y tiempo empleados.
Los cambios demográficos y sociales y el desarrollo tecnológico han sido la causa de numerosos cambios en la economía que obligaron a grandes migraciones internas de los indígenas hacia las ciudades del continente. La tareas agrícolas fueron perdiendo peso en el aparato productivo y su rendimiento se hizo cada vez más escaso originando el traslado de hábitat para sobrevivir, con la consiguiente pérdida de signos de identidad que ello supone.
De acuerdo con un estudio realizado por la organización no gubernamental Survival International, "Los quechuas se ven obligados a dejar sus tierras y dirigirse a las ciudades donde la única opción para las mujeres es vender sus productos y para los hombres trabajar como porteros y obreros mal pagados. Sus antepasados murieron en las minas de oro y plata como esclavos de los españoles y hoy las cosas han mejorado poco, pues sus vidas están reducidas al servilismo y a la pobreza en los barrios marginales de las ciudades".
En la Amazonia que comparten Brasil, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana y Bolivia perviven todavía grupos indígenas que conservan su estructura primitiva aunque fueron reducidos por las incursiones violentas de los colonos o los explotadores de minerales.
Según un informe del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas "Los indios yanomamis están agonizando en Brasil, ya que el gobierno impide que lleguen hasta ellos los servicios médicos adecuados. Los yanomamis son el grupo indio más nutrido que todavía vive en América del Sur relativamente aislado de las comunidades no indias. Este grupo constituye en Brasil una población de 9.000 a 10.000 indios, en el Estado de Roraima. Su situación ha experimentado un acusado deterioro y numerosos yanomamis han muerto a causa de las enfermedades y la violencia desatada por los cerca de 50.000 buscadores de oro que invadieron su territorio".
La tribu nambiquara ("orejas largas" o "agujero en la oreja"), formada por nómadas, cazadores y recolectores, vivía libremente en la sabana brasileña hasta la decisión del Estado central de abrir una supercarretera que atravesara sus tierras en 1960. Durante los últimos 30 años los nambiquara han sufrido la marginación en reservas reducidas, un aumento considerable de su mortandad a causa de los asesinatos de colonos y madereros que incursionan en su zona, la desnutrición y afecciones como fiebre tifoidea y amarilla. A inicios de la década de los 90 habían quedado reducidos a 1.200 habitantes.
Mayor éxito tuvo el grupo indígena amazónico kayapó que en 1989 logró resistir en base a un programa de protesta internacional liderado por organizaciones no gubernamentales y medios de comunicación, un plan de construcción de embalses en sus tierras que hubiesen anegado un territorio equivalente a una vez y media la superficie de Gran Bretaña.
Similares dificultades viven otros pueblos que pretenden preservar sus formas de vida comunitaria: los wichi, en medio de la selva del Chaco argentino, han sido invadidos por colonos criadores de ganado que manejan la ley y la justicia en función de sus intereses, llegando al asesinato para resolver los contenciosos. Los rarámuris (pies veloces) habitantes de las montañas del oeste mexicano deben enfrentarse a los colonos y a la política oficial, ya que en 1989 el Banco Mundial concedió un crédito de 45 millones de dólares a México para la explotación forestal en el Estado de Chihuahua. Las talas han reducido sistemáticamente, año a año, la superficie de su zona vital con el peligro de su extinción como etnia.
En Costa Rica, cerca de cuatro mil indígenas huaynines viven en la frontera con Panamá y por tanto, ante la duda de su ubicación, el gobierno costarricense les niega la nacionalidad; cuestión que se repite en el caso del gobierno panameño. Como consecuencia de este simple problema burocrático los indígenas no tienen derecho sobre sus tierras porque no pueden acreditar su nacionalidad costarricense y tampoco reciben los beneficios de la Asistencia Social y la atención médica que la legislación de ese país centroamericano ofrece gratuitamente a todos sus habitantes.
Una de las pocas comunidades que han logrado conciliar los intereses nacionales y trasnacionales con los suyos propios son los Kuna, grupo indígena (el tercero de Centroamérica en población) habitante del istmo de Darién en el archipiélago del Golfo de San Blas, en la costa atlántica panameña. El aislamiento fue su mejor aliado para conservar entre los islotes sus costumbres y estructura social. Cuando los intereses norteamericanos favorecieron la independencia de Panamá de Colombia para poder llevar adelante la obra del canal interoceánico, el territorio Kuna recibió protección norteamericana para evitar la recuperación colombiana. Actualmente, los kuna continúan viviendo en sus 375 islas invadidos por los turistas y la infraestructura de trasporte, comunicaciones y servicios. Tampoco han podido escapar a la depauperada economía que el país centroamericano tiene reservada a sus sectores sociales más bajos, los cuales buscan refugio en un circuito comercial marginal, sumergido. Una situación repetida en toda la región como consecuencia del subdesarrollo y las relaciones intrínsecamente injustas en que está sumida.
Las acciones de los gobiernos americanos para solucionar lo que generalmente llaman el "problema indio" dependen de la trascendencia internacional de la situación de sus comunidades o ciudadanos indígenas, el perjuicio político que provoquen, o los grupos de presión internos que actúen para concienciar a la opinión pública. El movimiento indigenista ha logrado tomar una tenue iniciativa, a partir de 1970, como respuesta y resistencia activa a su constante deterioro, explotación y olvido intencionado. Los gobiernos americanos, sin embargo, tienden a ocultar, silenciar la vida marginal de los indígenas y a mantener un orden opresivo plenamente justificado desde el poder, mediante el cual minorías/ mayorías blancas someten económica y socialmente a las mayorías/ minorías indígenas.


ANEXO I
UN MODELO DE GENOCIDIO: ARGENTINA-LA CONQUISTA DEL DESIERTO

La denominada Conquista del Desierto en Argentina, llevada a cabo durante el último tercio del siglo XIX, tuvo como misión eliminar definitivamente la línea fronteriza impuesta como un cordón de seguridad cortando el mapa de la Argentina a la altura del sur de la provincia de Buenos Aires, La Pampa y Neuquén. Ese paralelo imaginario dejaba cautiva, en poder de los indígenas, toda la Patagonia y las zonas más productivas del centro del país (la región Pampeana). Su presencia impedía el desarrollo del ferrocarril, las explotaciones mineras (carbón), forestales (bosques de coníferas), agrícolas y de ganado ovino, sectores sobre los que tenían especial interés las empresas británicas.
Más allá de las grandes civilizaciones de la llamada América Nuclear, que abarcaba todo el territorio encerrado entre los trópicos, al sur de Cáncer vivían numerosas naciones con un grado menor de avance cultural. En el noroeste argentino y chileno y el sur boliviano estaban asentados los atamaqueños, los omaguacas, y los diaguitas, tribus incorporadas al Tahuatinsuyo (Imperio Inca). En la región del Gran Chaco (noreste de Argentina, Paraguay) los guaycurú era la nación más importante dividida en grupos: los mbayá, los caduveo, los guaraníes, los matacos, los payaguá, los mocovíes y fundamentalmente los tobas. Más al sur, en territorios de lo que hoy es Uruguay se asentaban las tribus charrúas. En el centro de Argentina, sanavirones y comechingones se repartían las sierras y los huarpes la precordillera mendocina. La región pampeana estaba habitada por una de las naciones más importantes del subcontinente, los araucanos, dividida a su vez en numerosos grupos étnicos entre los que destacaban los mapuches, los ranqueles, los puelches y los tehuelches. En el extremo sur del continente, al sur de la provincia Argentina de Santa Cruz y en la isla de Tierra del Fuego, ejercían su particular cultura del frío, las tribus ona, alacaluf y yaghan. Este resumen étnico puede ser sorprendente para muchos europeos que creían que la Patagonia era un territorio deshabitado. Todas esas naciones fueron literalmente arrasadas por los ejércitos argentinos durante el siglo XIX.
Durante la década de 1830 a 1840, el caudillo de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas realizó varias incursiones hacia el "desierto" para intentar aislar a las tribus de indios puelches y ranqueles. Tribus nómadas sin localizaciones específicas, inventoras de la "guerra de guerrillas", sus ataques se producían en grupos reducidos, llamados malones, que lograban sembrar el pánico entre las poblaciones fronterizas.
En mayo de 1832 el general Rosas comienza su primera incursión hacia el suroeste, en dirección a las provincias patagónicas de Río Negro y Neuquén. Cuatro meses más tarde el diario de Buenos Aires la "Gaceta Mercantil", daba a conocer los resultados de la breve campaña: "3.200 indios muertos, 1.200 prisioneros de ambos sexos".
A principios de los años 40 la campaña se cierra con más de 8.000 indios muertos y un avance importante sobre sus territorios de la línea de fortines fronterizos.
Los conflictos internos y la lucha de intereses por el poder en la Argentina que recién nacía postergaron el golpe final por el cual abogaban los miembros del Club del Progreso de Buenos Aires, cuyos integrantes formaban las ricas familias oligárquicas descendientes de los españoles. Entre ellos habían militares deseosos de gloria sobre la base de una nueva epopeya; terratenientes avariciosos que habían esculpido la frase "no hay negocio como el de las tierras, en una nación jóven", y financistas y banqueros deseosos de otorgar nuevos créditos a tasas módicas para engrosar sus capitales.
En 1877 asume la presidencia de la Nación Argentina el doctor Nicolás Avellaneda un liberal honrado que cogió a un país con ganas de salir adelante pero con una carga de deuda externa generada durante a presidencia anterior de Domingo Sarmiento (con la banca, empresas y particulares ingleses, preferentemente) que le hizo profetizar: "nuestro país pagará sus compromisos externos hasta la última gota de sangre del último argentino". Desde luego, en la mente de Avellaneda los primeros litros de ese plasma salvador debían recaudarse de venas indias. Inmediatamente nombró ministro de Guerra a un jóven y aristocrático general de 34 años, Julio Argentino Roca, de reconocida militancia antiindia y con un importante antecedente en su hoja de servicio: varias batallas ganadas seis años antes en la Guerra del Paraguay o de la Triple Alianza (Brasil, Argentina y Uruguay contra Paraguay), en la que el presidente argentino Bartolomé Mitre financió una matanza premeditada de indios y mestizos con capitales de la banca Baring Brothers de Londres.
Roca inicia los preparativos de la Campaña al Desierto en 1878. Algunas columnas de soldados partieron hacia el sur como operativo de ablandamiento de la gran andanada. Volvieron con 4.000 indios prisioneros: hombres, mujeres, niños y ancianos. Muchos de ellos murieron en campos de reserva.
Las incursiones fueron minando paulatinamente la resistencia de indios que tenían pocas posibilidades de sobrevivir si sus costumbres sociales se veían amenazadas, si no disponían de tiempo para la caza y la recolección, mientras guerreaban, ni podían dar seguridad a sus familias. Sin embargo ninguno de ellos estaba dispuesto a rendirse. Namuncurá y Pincén, dos de los caciques araucanos más prestigiosos se dispersaron en los montes con cien guerreros cada uno para atacar por "montoneras" (pequeños grupos que actúan por sorpresa) a los hombres blancos y resistir hasta las últimas consecuencias.
En abril de 1879 el general Roca inicia su expedición desplegando en abanico a más de 6.000 hombres muy bien pertrechados y apoyados por artillería. Más de 150.000 indios inician una triste retirada; un éxodo en dirección al Neuquén.
El informe final que el general Roca ofreció al Congreso sobre esa campaña dice que "14.172 indios fueron reducidos, muertos o prisioneros (algunos historiadores elevan esa cifra a 35.000). Seiscientos indígenas fueron enviados a la zafra en Tucumán. Los prisioneros de guerra fueron incorporados (forzosamente) al Ejército y la Marina para cumplir un servicio de seis años, mientras que las mujeres y los niños se distribuyeron entre familias que las solicitaban (para servicios domésticos o adopción forzada) a través de la Sociedad de Beneficiencia".
En 1881 Roca inicia la segunda fase de exterminio ilegal en la provincia del Neuquén, puesto que el Congreso le había autorizado, a través de una ley (número 947) a perseguir a los indios solamente hasta la frontera reconocida de los ríos Limay y Neuquén "y no más allá". En marzo de 1881 el general Villegas partía con tres brigadas de infantería, cuatro regimientos de caballería y una sección de artillería hacia el lago Nahuel Huapi (Cabeza de Tigre, en araucano). La huida de las familias indias (sólo opusieron resistencia los caciques con grupos selectos de guerreros) transformó la expedición gloriosa en un auténtico saqueo. Después de matar 45 indios y de tomar 150 prisioneros, las huestes del ejército argentino se alzaron con 6.500 cabezas de ovinos, 1.700 vacas y 2.300 caballos, rapiñados a las tribus en fuga. Las batallas siguientes al pie de la Cordillera de Los Andes, pusieron de manifiesto el desequilibrio existentes: 345 indios muertos y 1.720 prisioneros. Entre las fuerzas nacionales se registraron 17 muertos y 21 heridos.
En términos de vidas humanas la conquista del Neuquén tuvo un costo oficial de 55.000 indios.


Bibliografía

- Informe "Indígenas de las Américas", Survival Internacional; 1992.
- Artículo "Tierra para los indios"; revista Tercer Mundo, N1 124, enero 1990.
- "La Flota de Indias"; Manuel Lucena Salmoral; colección Historia 16, 1986.
- La Hueste Indiana"; Manuel Ballesteros Gaibrois; colección Historia 16, 1986.
- "Informe Latinoamericano" de la OIT; junio 1993.
- "Identidad y movimientos indios"; Asunción Ontiveros Yulquila; Intermon, 1992.
- "Expansión de fronteras sobre comunidades indígenas"; Dolores Juliano; Intermon, 1992.
- "Identidad étnica y movimientos indios en América Latina"; Guillermo Bonfill Batalla; Intermon, 1992.
- "Coca, Cocaína y Narcotráfico -Laberinto de los Andes", Comisión Andina de Juristas, 1989.
- "Los virreinatos americanos"; Pedro Vives, 1987.
- "Sevilla y el comercio de Indias"; Manuel Ballesteros; colección Historia 16, 1987.
- Artículo "El present dels pobles indígenes a Amèrica Llatina", revista DCIDOB N140, mayo, 1992.
- "Indios Kuna"; Tomás Calvo Buezas, 1987.
- "Las matanzas del Neuquén - crónicas mapuches"; Curruhuinca-Roux; Plus Ultra, 1984.
- "Caballos contra Jaguar - La extraordinaria conquista de las fieras de indias"; Emilio García Merás; Kaydeda Ediciones, Madrid; 1988.
- "Dos mil años de economía española", Pedro Voltes; Planeta, 1988
- "Cinco siglos de legislación agraria en México"; Manuel Fabila (director de colección); México, 1941.
- "Poblaciones Indígenas"; informe de la Organización Internacional del Trabajo, 1953.
- "Indigenous People- International Year 1993"; Centre for Human Rights United Nations, 1993.
- "Historia Social del Ecuador" - tomo III; Piedad Peña Herrera de Costales y Alfredo Costales Samaniego, Quito, 1963.
- "Las revoluciones hispanoamericanas 1808-1826"; John Lynch; Editorial Ariel; 1976.
- "Abi Yala - Tierra, nuestra libertad"; Intermon, 1977.
- Artículo "Aborígenes - Condenados al olvido"; revista El Periodista de Buenos Aires N115; Carlos Ares, Adriana Bruno y Cecilia Mosto; 1984.
- "Multinacionales en Latinoamérica"; Nelson Martínez Díaz; colección Historia 16, 1985.
- "El Oeste Americano"; Carlo Caranci, Historia 16; 1985.
- Historia de Estados Unidos"; Carl N. Degler; Editorial Ariel; 1986.
- "Conquista de Norteamérica"; Manuel Ferrer, Sylvia L. Hilton, Pedro Vives; Historia 16; 1985.
- "La Santa Federación" - 1840-1850; Andrés Carretero; colección Memorial de la Patria; Ediciones La Bastilla, Buenos Aires; 1979.
- Informes e investigaciones de la ONG Survival International.



Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR de Chile WWW.CHILE-MIR.ORG
http://www.patrialibre.org