sábado, octubre 20, 2007

LOS HOMBRES SON COMO LOS ASTROS...


"Los hombres son como los astros, que unos dan luz de sí y otros brillan con la que reciben"
josé martí...

ETICA Y POESÍA




Juan Domingo Argüelles
Ética y poesía


Si quisiéramos plantearnos una disyuntiva realista, pese a todas las dificultades que conlleva una respuesta concluyente, ¿qué sería menos malo: un mal poeta que es "buenísima persona" o un excelente poeta que es "malísima persona"?
En cuestiones de ética y de estética, según lo que nos convenga, los poetas y, en general, los escritores, nunca logramos un acuerdo. En realidad, esto ocurre con la mayor parte de la gente que compone eso que se ha dado en llamar el medio literario, a la cual algo le va en esta disyuntiva que no por ser un tanto equívoca deja de ser bastante decisiva para los lectores y para el poeta mismo.
Hay quienes sostienen que la literatura no tiene nada que ver con la ética, mucho menos con la moral; que todo el asunto se reduce a que una obra esté bien o mal escrita. Siendo así, el asunto se vuelve en extremo descarnado. ¿Cómo desinteresarse de la moral en aras o en nombre de la literatura, como si de una abstracción se tratara? Si las cosas que hacemos contienen, de alguna manera, nuestro espíritu, contendrán asimismo nuestros gustos, preferencias y convencimientos, incluidos nuestros conceptos éticos o amorales y, posiblemente, incluso inmorales. El asunto entonces no parece tan simple, antes por el contrario es extremadamente complejo.
En una deducción lógica no exenta de justicia poética, podríamos casi alcanzar la certeza de que ningún libro puede ser mejor que quien lo escribió, pues en un libro un autor incluye no solamente sus convicciones, emociones e ideas, sino en general, su espíritu, que ha de abarcar por fuerza sus defectos, flaquezas y acaso sus mezquindades. Es obvio que la poesía no es en ningún modo ajena al ser humano que la produce.
Creer en la escritura únicamente como un lujoso artificio es por lo menos una curiosa ingenuidad. El gran Ramón Gaya lo dice del modo más lúcido y menos rebatible: "el arte y la vida no son dos cosas, sino una", y en este sentido, dicho también por Gaya, un libro no es un "lugar de trabajo", sino de vida. El poeta escribe un libro y, al mismo tiempo, refleja su existencia en ese libro: sobre esas páginas que nunca son abstractas, que siempre son concretas, vivas, palpitantes, si son auténticas, verdaderas.
Jugar a escribir poesía puede ser un pasatiempo bastante divertido y nada censurable, pero la poesía no es únicamente juego y, casi por lo general, nunca es sólo un juego. Eloy Sánchez Rosillo lo dice de modo extraordinario: "La poesía no debe adelgazar hasta caer en la anorexia y quedarse en los puros huesos, como en la época de la poesía pura o en los minimalismos, misticismos de pacotilla y demás ocurrencias macrobióticas actuales. Hay que dejar sobre el papel al ser vivo completo, a la criatura entera, y no sólo el esqueleto de la criatura."
Si la poesía es, ante todo, creación, esa creación incluye al ser humano completo. Por ello, la verdadera poesía siempre tendrá en su ímpetu esa ética, esa moral que no puede ocultar jamás la auténtica realidad de su creador. Hay quienes arguyen sin más que la literatura no es moral y que, por tanto, no vale la pena traer a cuento la presunta bondad personal de un escritor, sino que lo fundamental es que nos mejore con su obra artística, que siempre será más importante, para la humanidad, que su buen comportamiento. Sin embargo, el "buen comportamiento" (sea cual fuere, desde un punto de vista obvio) también exige una estética poética. Por muy gran poeta que sea un canalla, será siempre menos poeta en tanto más canalla sea.
Desde luego, el problema sigue siendo el mismo, tanto para la ética como para la estética: ¿nos mejora, es decir mejora a la humanidad, un gran poeta que es malísima persona? O bien, preguntado de otro modo: ¿cómo una malísima persona puede ser, a la vez, un gran poeta que mejore a la humanidad? ¿Es esto siquiera posible? En el ámbito de la filosofía, muchos son los que han abordado este problema, y muchos más serán los que prolonguen este abordamiento, pero en el ámbito de la poesía misma el problema está casi zanjado con las palabras de Jaime Sabines: "¿De qué sirven los poetas? Sirven, como en el mito se Sísifo, para subir la roca que ha de caerse, para sacar la flor de las cenizas, para arrojar del corazón del hombre el desencanto."
Releído lo anterior, es obvio que ningún canalla puede ser el gran poeta que saque la flor de las cenizas y sea capaz de arrojar del corazón del hombre el desencanto.

lunes, octubre 15, 2007

Las chicas que viven en la calle y están embarazadas o son madres


Las chicas que viven en la calle y están embarazadas o son madres
El aumento de los casos se verificó en el principal centro de atención para chicos y adolescentes que están en la calle. Testimonios de adolescentes con una nueva responsabilidad.



De 50 adolescentes que atendió el Caina este año, 23 están embarazadas o ya son madres.

No sabe si será varón o mujer ni tampoco cómo lo llamará. Lo único que sabe es que tiene siete meses para encontrar un techo donde llevar al bebé que crece en su vientre. Laura tiene 17 años, y al igual que su novio, son chicos de la calle. "Estamos juntando la plata para alquilar una pieza", contó la chica. Ella es una de las jóvenes embarazadas que asisten al Centro de Atención Integral a la Niñez y Adolescencia (Caina), ubicado en el barrio porteño de San Telmo. En lo que va del año, el centro atendió a 50 chicas, de las cuales 23 están embarazadas o tienen hijos. Tanto para Laura como para muchas otras jóvenes, la maternidad se convirtió en una motivación para regresar a sus hogares o intentar abandonar la calle.

La cantidad de chicas que acuden al Caina en busca de ayuda o asistencia médica para sus bebés creció paulatinamente en los últimos años y a su vez disminuyó la edad de las jóvenes embarazadas. De acuerdo con un registro de este centro de día, en 2004 se registraron 15 chicas embarazadas y madres, de entre 17 y 18 años. En 2005, este número trepó a 32 chicas, con un promedio de edad de 16 años. En 2006, subió a 33 casos de más de 17 años y este año, el índice de edad volvió a caer a los 16 años. Todas estas adolescentes iniciaron su embarazo en situación de calle, algunas de ellas con sus compañeros, otras solas, y en su mayoría se enteraron tarde de su embarazo.

Las consultas de adolescentes, con historias de abandono similares a las de Laura, llevó al equipo interdisciplinario a elaborar una estrategia acorde con las demandas de ellas. "Las chicas venían embarazadas, no sabían qué hacer, pedían para ir al médico", recordó Natalia Cilli, socióloga integrante del grupo de trabajo. La respuesta a esta situación tomó la forma de un taller sobre maternidad para adolescentes que viven en la calle.

Allí las chicas aprenden sobre cuidados de salud durante el embarazo y luego de nacer el bebé, la lactancia, incorporaron rutinas y obligaciones. Aprenden a vincularse con ese nuevo estado en su vida. Los especialistas promueven la idea del embarazo como una etapa de cambio en la mujer o adolescente, en reemplazo de lo que consideran "la visión oficial", que lo ve como un factor de riesgo para el bienestar del adolescente. "El embarazo de una adolescente en situación de calle y/o pobreza es visto como situación indeseable. La persona es calificada de inmadura e irresponsable para enfrentar la maternidad", cuestionó Laureano Gutiérrez, docente a cargo de la vicedirección del Caina.

Por el contrario, la maternidad es vivida como una oportunidad para salir de la calle. "Es un antes y un después para ellas, piensan en otro proyecto de vida, deciden 'rescatarse', como dicen ellas, dejar de consumir y en tener algo propio", analizó Verónica Murari, trabajadora social del equipo.

"Acá viene una chica que le decimos la Cholito. Era re bardera. Quedó embarazada y ahora es otra persona. Hasta se animó a hacer un curso de cocina francesa que dictamos en el centro", ejemplificó el psicólogo Claudio Di Paola. Y cuenta otro caso: Sabrina, de 21 años, vive en el conurbano bonaerense. Su primer embarazo la motivó a dejar la calle y volver a vivir con su papá. De un total de 32 casos, 14 de las chicas abandonaron la calle, 11 salieron en forma inestable, es decir, a veces retornan a la situación de calle, y siete directamente continúan durmiendo en ellas. Luego del acompañamiento e intermediación del Caina, la mayoría de las chicas volvieron a vivir con sus familias. Este análisis y relevamiento fue presentado en el Tercer Congreso Nacional de Políticas Sociales.

Según el estudio, ser madres significa para ellas un cambio de status entre sus pares, ya que pasan de ser reconocida como una chica de la calle a ser una futura mamá. "A la chica embarazada se la cuida más. Si tiene frío o hambre, la respuesta del grupo es otra", explicó Di Paola. Sin embargo, los especialistas plantearon la necesidad de impulsar un programa integral que garantice los derechos a vivienda, salud y educación de estas jóvenes. "De 60 embarazos que tenemos contabilizados, tres bebés fallecieron por muerte súbita y dos nacieron con enfermedades cerebrales. Fumar durante el embarazo, dormir en malas condiciones, hacinados, son causas del síndrome de muerte súbita, claramente vinculado con la pobreza", sostuvo Gutiérrez. El testimonio de Laura es ejemplo de ello: "Todavía no sé dónde vamos a ir. Tenemos que juntar 300 pesos para alquilar algo por Retiro o Constitución".

Informe: Elisabet Contrera.

INFORME SOBRE LA VIOLENCIA CONTRA LOS JOVENES EN AMERICA LATINA



INFORME SOBRE LA VIOLENCIA CONTRA LOS JOVENES EN AMERICA LATINA
"Víctimas de quien los debe cuidar"


Un análisis que recopila el trabajo de expertos y ONG muestra cómo el "control social" de los agentes del Estado es ejercido sobre la base de vincular la pobreza con violencia y delito.

El informe destaca que la mayoría de los jóvenes identifica a la policía "como un peligro".

Por Carlos Rodríguez
Un informe sobre violencia institucional en América latina afirma que la que ejerce la policía contra niños, niñas y adolescentes es "física, verbal, psicológica y sexual" y tiene "ciertas particularidades" porque pese a ser "generalizada y extendida, se comete en la clandestinidad y con prácticas de encubrimiento". Se resalta que esa violencia "sería invisible" si no existieran "las denuncias de las víctimas, de sus familiares –que pocas veces se animan a hacerlo por temor– o por el accionar de las organizaciones sociales". El trabajo realizado por el Capítulo Infancia de Periodismo Social cita a expertos y ONG del continente –incluyendo a la Argentina– y sostiene que las prácticas de "control social" de los agentes del Estado se basan en "ciertas representaciones sociales sobre los adolescentes" que vinculan "pobreza con violencia y delito", hasta transformar "al adolescente pobre en 'peligroso'". Esto lleva a que la mayoría de los jóvenes identifiquen a la policía "como un peligro, no como una instancia a la que puedan recurrir en busca de protección".

El informe, denominado "Violencia institucional: niños y niñas víctimas de quien los debe cuidar", fue realizado por Cielo Salviolo, Gisela Grunin y Eduardo de Miguel. Se afirma que las medidas que se aplican son "cada vez más punitivas, incluida la detención a gran escala de presuntos miembros de bandas", lo cual está asociado con "la arbitrariedad, la ineficacia y una imposición violenta de la ley". Eso contribuye aún más a "estigmatizar a los jóvenes pobres y a la violencia", tal como ha señalado el experto brasileño Sergio Pinheiro en el Estudio Mundial contra los Niños, presentado el año pasado ante las Naciones Unidas.

Respecto de la Argentina, en el informe se dice que "al menos 119 jóvenes de entre 15 y 25 años fueron muertos en 2006, víctimas de la violencia institucional", según los datos de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi), que desde 1983 lleva "un pormenorizado archivo que ya suma más de 2200 casos de 'gatillo fácil' y torturas que terminaron con la muerte de las víctimas a manos de miembros de las fuerzas policiales o de seguridad estatal".

Mariana Barrenechea, de Correpi, sostiene que en la Argentina hay una "represión preventiva" hacia los sectores "más conflictivos para la gobernabilidad del país, esto es los sectores más pobres propensos a la organización y al enfrentamiento con el Estado". Esto convive, dice Barrenechea, con una "represión selectiva" dirigida a "los sectores organizados que participan activamente de la política nacional". En ese marco, ocurre "una muerte día por medio". La mayoría son jóvenes: "Del total de víctimas de 2006, el 67,78 por ciento tiene entre 15 y 25 años y más del 90 por ciento proviene de las zonas más pobres".

Sandra Carvalho, directora del Centro para la Justicia Global de Brasil, resume de este modo la situación en el país más poblado de la región: "Las víctimas de la violencia institucional son los jóvenes negros que viven en comunidades pobres. Este tipo de violencia está presente en su versión represiva a través de las fuerzas policiales, aunque también se manifiesta por la ausencia de políticas públicas, que implican atención sanitaria, escuelas y servicios esenciales".

Es muy similar la situación que se vive en los países de Centroamérica. "En Costa Rica, las principales víctimas de violencia policial son los jóvenes indígenas y migrantes", precisa Virginia Murillo, titular de la Organización DNI Defensora de los Niños Internacional, de ese país. En forma coincidente, en el informe mundial del brasileño Pinheiro se asegura que "la vulnerabilidad de los niños a la violencia está relacionada con su edad y capacidad evolutiva. Algunos niños, debido a su género, raza, origen étnico, discapacidad o condición social, son especialmente vulnerables".

También se hace mención a los casos de "abuso policial y militar atendidos en Venezuela" por la Red de Apoyo por la Justicia y la Paz entre los años 2000 y 2005. La encuesta mostró que "el 73 por ciento de las víctimas de violación del derecho a la vida, a la integridad y a la libertad personal eran adolescentes y jóvenes". Pablo Fernández Blanco, en nombre de la Red, ratificó que "los jóvenes son víctimas debido, en gran medida, a factores de carácter socioeconómico". Es interesante el análisis que hizo, a nivel de continente, la organización Plan Internacional, también citada en el presente informe sobre violencia institucional.

"Las ciudades latinoamericanas, las más grandes especialmente, son ricas en expresiones juveniles, que funcionan como movimientos sociales. En algunos contextos se las ha denominado culturas juveniles. El uso de prendas de vestir y adornos corporales característicos, su carácter más o menos organizado, un lenguaje peculiar y valores explícitos no son raros en estos grupos. No se trata de agrupaciones delictivas o violentas pero es frecuente que estén señaladas con el estigma de tales, por la preocupación que producen en el mundo adulto sus rarezas y formas de resistencia cultural e incluso transgresiones no violentas", destaca Plan Internacional.

La entidad sostiene que "el acoso policial contra estas personas y las limpiezas sociales son expresiones de esta clase de estereotipos que contribuyen a agravar el ciclo de la violencia, al producir antagonismo y desconfianza entre jóvenes y autoridades. La idea es abonada por Murillo, de DNI-Costa Rica, para quien "las vulnerabilidades sociales y la falta de oportunidades para el ejercicio de sus derechos humanos" transforman a los jóvenes en víctimas del aparato del Estado. "Al ser víctimas de la exclusión social y el empobrecimiento, quedan expuestos a ser clientela del sistema penal", define Murillo.

Del mismo modo, el elevado índice de muertes cometidas por la policía del Brasil –cuatro veces la media internacional– "sólo es posible dentro de una lógica de seguridad pública basada en la confrontación bélica y en el tratamiento penal de la miseria". Esto lo dice Sandra Carvalho, quien agrega que, en los hechos, la política de seguridad pública de su país "tiene como criterio de eficiencia la letalidad de la policía".

Murillo, por su parte, describe que "en todos los países de la región hay violencia institucional, aunque se diferencian en su grado de dureza y complejidad. Guatemala, Honduras y El Salvador viven en una espiral de violencia". En estos países las pandillas juveniles, delictivas o no, son llamadas maras (por marabunta). La organización PLAN, en su informe, relata que "los miembros de las maras que tienen menos de 18 años y que están encarcelados no han cometido delitos graves. Incluso, la mayor parte de los niños, niñas y adolescentes lo está por llevar tatuajes".

A la hora de las recomendaciones a futuro, Sergio Pinheiro propicia en su informe mundial que los Estados "reduzcan las cifras de niños y niñas que entran en el sistema judicial dejando de considerar delitos 'en razón de la condición'" comportamientos propios de los niños como "ausentarse de la escuela, fugarse de su casa" o el hecho de "no poder ser controlados por sus padres". Y también otras "conductas de supervivencia" como "mendigar, escarbar entre la basura, merodear o vagabundear". Por último se sugiere lo mismo para "actividades de trata o explotación delictiva a que puedan verse sometidos" los niños por personas adultas.

Karyna Sposato, de Unicef Brasil, advierte que ese país ofrece "una de las mejores legislaciones sobre los niños y adolescentes", pero de todos modos "las previsiones legales no lograron cambiar por completo las prácticas institucionales y todavía existe, por ejemplo, tortura, maltratos y violencia contra los chicos, especialmente cuando han cometido delitos y quedan bajo custodia de instituciones de privación de libertad".

LA GRAMÁTICA DE LA TERNURA



La gramática de la ternura

Zenia Regalado corresp@jrebelde.cip.cu 141007

Esta asignatura debía impartirse en todas las escuelas del país, y no digo en las del mundo pues sería una propuesta extraterritorial.

No se trata de un reciente invento de un lector que haya vuelto a las andadas al releer Elogio de la locura, del humanista y filósofo Erasmo de Rotterdam. Nada de eso.

Realmente es una propuesta nada descabellada y necesaria para mejorar la convivencia ciudadana, como alimento imprescindible para el espíritu, ese que también necesita del medio ambiente para su bienestar, y en el cual la existencia humana es el centro para el equilibrio.

Un entorno doméstico, laboral y público caracterizado por el afecto siempre será un buen espacio para la creación y la marcha equilibrada del trabajo.

¡Caramba!, y tanto que nos cuesta muchas veces, entre nosotros mismos, practicar hasta los más elementales actos de urbanidad: «buenos días», es uno de esos que ha desaparecido ya de algunos contextos, y es sustituido en su lugar por la palabra soez o la provocación vulgar.

Y lo peor, los niños crecen imitando lo que ven a su alrededor, pasando por los más primitivos patrones machistas.
Se hace difícil estar en un lugar público y no ser objeto o testigo de la violencia verbal de otra persona, como si la calle fuera una jungla en la cual se debe andar a dentelladas como en la más feroz carnicería.

Son los antivalores humanos que florecen en muchas esquinas, lo mismo cuando
un hombre orina a la luz pública sin respetar el paso de una mujer, que cuando un adolescente le lanza la bicicleta encima a un anciano.
¿Y qué decir cuando el alcohol pasó los límites permisibles, esos que al ser violados convierten a un humano en animal irracional?

¿Es el estrés cotidiano lo que lleva a esa catarsis de mal gusto? ¿Y acaso en otros tiempos no los hubo también?

Se han confundido acciones. Por ejemplo, para muchos es anticuado ser cortés, y todo lo que derribe una regla o patrón de conducta es moda y postmoderno.

Por ese camino podríamos comernos vivos al peor estilo feudal, o como el hombre de las cavernas.
Hace falta la gramática de la ternura, y si no se puede llegar a tanto en el aprendizaje, al menos, vencer la lección inicial: respetar al prójimo.

Cuba tiene en Martí una permanente fuente de sabiduría. Él predicaba que la enseñanza debe basarse en el amor.

¿En qué parte se han extraviado esas lecciones teóricas en las que somos especialistas, pero iletrados totales al aplicarlas?

La esfera afectiva comienza con cada experiencia individual desde que se es bien pequeño. Lo dicen los expertos.

Un hombre comentaba hace poco que no necesitaba decirle a su esposa que la amaba, pues ella lo sabía.

El hecho suscitó opiniones diversas. Alguien dijo que escuchar esa declaración obra el mismo efecto que el beso de despedida en las mañanas entre los casados.

En los rumbos de nuestra cultura patriarcal, de generación en generación se ha heredado que los hombres no deben exteriorizar sus emociones. Al niño pequeño se le dice cuando se cae: las lágrimas son para las mujeres.
Debía presidir los murales y los sitiales aquel pensamiento como agua de manantial de Dulce María Loynaz: «He aprendido que no puedo hacer que alguien me ame, solo convertirme en alguien a quien se puede amar. El resto depende de los otros».

Creo que ha ocurrido también que se han traspapelado en el mercantilismo aquellas esencias inspiradoras de amor, que algunos confunden con fetiches de la ostentación, y que dejan vacía de afectos el alma, esas cosas que bien alimentan: una sonrisa, un gesto agradable, una acción altruista.
La solidaridad a veces solo se entiende como la que practicamos hacia fuera de nuestras fronteras nacionales y obviamos la que debemos darnos entre nosotros.

Solo soy solidario con quien lo merece, argumentan algunos sistemáticamente y con cierta razón; pero cabría reexaminarnos en ese punto.
Todo bien que hagas se revertirá, igual que todo mal. Es mejor a veces andar de perdonavidas ante una incomprensión, incluso, ante alguna que otra flecha lanzada a la espalda.

Podemos hacerle un guiño a la vida y vencer nuestra propia intolerancia, así alejaremos ciertas vengativas tentaciones no tan inconscientes.

LA MISMA SANGRE





La misma sangre
Al menos desde que se cumplieron 500 años del inicio de la conquista española de América hablar de genocidio indígena es políticamente correcto. Pero sólo espasmódicamente se advierte el modo en que las y los descendientes de estos pueblos siguen muriendo por causa de la exclusión, la discriminación y la falta de valorización de sus culturas

Por Luciana Peker
"Mi papá está en lachugue, decía Elizabet González y decía río. "Mi papá está en aviaqu", decía ella y decía monte. Pero Elizabet no sabía ni decía monte ni río a sus ocho años, antes de ir a la escuela. Hoy tiene treinta y nueve, pero habla con Las/12 y aunque su hablar fluye ella explica que traduce de su pensamiento originario al castellano, tan traducido como el nombre toba que ella denuncia impuesto y que define qom. Vive en Resistencia, Chaco, pero nació en Pampa del Indio –un nombre que define la identidad de la tierra y la expropiación de la tierra y sus nombres– y es vocal titular del Instituto del Aborigen Chaqueño.



A Isabel Condori le pegaban en la mano, también, a los ocho años y en la Escuela. "Sí, con un palo. Una vez me preguntaron los colores y cuando me Señalaron el gris dije oke y cuando me mostraron el marrón dije chumpi. La maestra tenía un palo y me decía: 'No se habla así' y los chicos también nos pegaban, a mis hermanos y a mí, porque nos decían negros", hila como si hoy estuviera viendo el gris, el palo, el miedo, las palabras escondidas, la descalificación del mundo exterior y el mundo cálido y abierto de una familia abrazada a su identidad. Isabel tiene 66 años y una parte de la historia argentina que castigaba con la regla el desvío de las palabras originarias impregnada en la piel y en los poros de la memoria. Nació en Chicoana, Salta, y es kolla. Ahora trabaja como bordadora y expone sus blusas de colores y diseños originarios en la Feria de Mataderos. También es coordinadora del Consejo Nacional de la Mujer Indígena. "Nosotros no sabíamos que hablábamos mal, nosotros hablábamos como mi mamá y mi papá, un poco de kolla y un poco de aymara", rememora.

Elizabet e Isabel son algunas de las mujeres que ahora hablan y extienden la voz de las mujeres y que son parte del libro Mujeres dirigentes indígenas (relatos e historias de vida), de la colección cultura ciudadana y diversidad de la Secretaría de Cultura de la Nación, en una revalorización que no sólo quiere rearmar el rompecabezas de una historia en donde los nombres del origen argentino están ocultos, sino que también implica y explica un presente de desnutrición, pobreza y contaminación.


"Si estamos igual, los españoles se siguen llevando todo. Ahora se llevan el petróleo y encima matándonos con la contaminación de las aguas. No cuidan la naturaleza. Los pueblos originarios cuidamos la naturaleza. Pero no es por nosotros. Es por todos los que habitamos la tierra. En el clima, en todo se nota, si en Catamarca los zorros ya no tienen pelos...", desliza Isabel, en una parábola histórica sobre la conquista –que algunos llamaron encuentro– y la actual situación económica –que algunos llaman seguridad financiera– que ella enmarca en el ciclo que empezó con el aniversario de los 500 años de los españoles a América y que trajo vientos de renovación desde ese momento.

Ahora hay una ola de visibilización que se pueden ver en nuevos libros dedicados a chicos con la revalorización de la historia indígena (por ejemplo, la colección de Editorial Sudamericana sobre wichí, tobas o mapuches), aperturas musicales como las de Tonolec –que mezcla orígenes toba con música electrónica– o el pedido de que el feriado del 12 de octubre deje de nombrarse como el día de la raza (ver recuadro). Sin embargo, son más las cuentas pendientes, como demuestra la muerte de ocho mujeres aborígenes (y ocho varones más) por desnutrición, tuberculosis, anemia y otras enfermedades de la pobreza en el Chaco argentino. "Todavía no existe una política para los pueblos indígenas", reclama Elizabet.

La mujer es más vulnerable en las poblaciones indígenas. Presentan un mayor cuadro de desnutrición que los varones porque son madres multíparas, de manera que el embarazo y la lactancia producen efectos devastadores sobre ellas, mucho más cuando la magra dieta que consumen, mayoritariamente, se compone de harina y grasa. También vimos cómo ceden sus porciones alimentarias en favor de sus niños de manera sustancial.



La desnutrición
Rolando Núñez, del Centro Nelson Mandela de Chaco, empezó investigando el salvaje desmonte producido por la tala indiscriminada de árboles y se encontró con la más salvaje de las exclusiones: la desnutrición. "Nos dimos de frente ante una realidad de pobreza extrema, hambre, desnutrición, tuberculosis, Chagas, muertes prematuras o evitables. Todo esto nos decidió a que nos ocupáramos de investigar la realidad en torno a las comunidades originarias", relata.

La mirada del Centro Mandela mostró esos cuerpos imposibles de mirar, tolerar, subsistir o dejar de mirar para que la muerte no pase como pasa el tiempo. El Chaco hubiera seguido siendo impenetrable si Rosa Molina, en septiembre, e Higinia Rodríguez, en octubre, no hubieran fallecido de exclusión crónica y su muerte no hubiera estado nombrada. Nombrada, pero, todavía, naturalizada. "De las dieciséis muertes que pudimos contabilizar, a pesar de las trabas que pone salud pública en el acceso a la información, ocho son mujeres", señala Rolando Núñez y describe el femicidio de la pobreza: "La mujer es más vulnerable en las poblaciones indígenas. Presentan un mayor cuadro de desnutrición que los varones porque son madres multíparas, de manera que el embarazo y la lactancia producen efectos devastadores sobre ellas, mucho más cuando la magra dieta que consumen, mayoritariamente, se compone de harina y grasa. También vimos cómo ceden sus porciones alimentarias en favor de sus niños de manera sustancial. Esto también aporta un factor determinante para los cuadros de desnutrición, malnutrición y anemia. Además, no cuentan con agua potable o apta para el consumo. Son extremadamente vulnerables".



La conmoción pública generó un fallo de la Corte Suprema de Justicia que obligó al Estado nacional y al gobierno chaqueño a dar asistencia urgente a las comunidades tobas. Sin embargo, el peligro es que cuando la exposición pase también se olvidará la exclusión de las más excluidas, de las olvidadas en el borde sin retorno de la muerte. Núñez diagnostica: "Es posible que cuando pase la ola de difusión masiva de la grave situación que rodea a las comunidades indígenas todo continúe igual y que la pobreza extrema se reproduzca". "A raíz de las denuncias recién ahora van médicos a las comunidades. Como mujer indígena creo que tenemos que pensar por qué llegamos a esto. ¿Por qué hoy en día los hermanos se mueren? Ya no hay lugares donde ir a cazar, ni ríos donde ir a sacar pescados, ni raíces nutritivas en los montes y hubo una política que se metió en las comunidades de dar migajas a la gente para que se conforme."

¿Para defender a las mujeres indígenas no será necesario que se escuche a las dirigentes que puedan señalar los problemas específicos de las mujeres, como la desnutrición y anemia por embarazos múltiples?

–Yo creo que sí. Pero a mí me costó doce años llegar a ocupar este lugar. Dentro de mis hermanos existe discriminación para con las mujeres. Se supone que nosotras estamos solamente para atender a nuestros maridos y nuestros hijos. Sin embargo, siempre estuvimos en la parte política. De hecho, fueron mujeres las que iban como espías para ver dónde estaban los españoles en la época de la gran matanza. No eran guerreras visibles, pero sí eran las que sostenían la comunidad y las que avisaban cuándo había que mudar la tribu. Y ahora somos las que más conocemos del tema de la alimentación y de la escasez y somos las que luchamos para que las mamás estén bien para alimentar a sus bebés. También hay grandes problemas de las mujeres, como la tuberculosis y el cáncer de cuello de útero, pero muchas ni tienen medios para llegar a un hospital –describe Elizabet.



El machismo
La crudeza de la situación del Chaco muestra hasta qué punto de muerte y exclusión las vulnerabilidades se suman y ser pobre, ser mujer, ser indígena puede ser un destino de poco futuro. Sin embargo, aun a nivel nacional, los voceros de esta problemática fueron varones. ¿Qué pasaba con las mujeres que podían hablar de que las mujeres sufren por el embarazo mayor descalcificación y desnutrición? ¿Qué pasaba con las voces de mujeres que podían defender a otras mujeres? No es que no existan, pero sí reconocen que tienen que pelear contra varias discriminaciones: las sociales, las políticas y las de muchos varones de sus propias comunidades.

Isabel empezó su militancia en la Asociación Indígena en los ochenta. Pero no fue fácil. Ella recuerda: "Las mujeres teníamos que cebar mate y estar calladitas. Si llegaban cartas para invitarnos a un congreso nadie creía que podíamos viajar y ni nos avisaban. Hasta que nos empezamos a organizar entre nosotras". La coincidencia con el doble frente une a las mujeres. "Todo el proceso de colonización ha atravesado a todos los pueblos originarios. Los valores del patriarcado están insertos en nuestras comunidades. Se padece el machismo como un síntoma de la colonización. En la cosmovisión original hubo una visión de complementariedad, dualidad y horizontalidad entre varones y mujeres pero hoy no lo vivimos así. Las mujeres de los pueblos originarios estamos afectadas por el machismo. Hay una soledad muy fuerte de las mujeres de los pueblos originarios que tenemos que llevar adelante no solamente la reafirmación de nuestra identidad, sino nuestra revalorización de ser mujeres", subraya Moira Millán, integrante de la comunidad mapuche Pillan Mahuiza y vocera del Frente de Lucha Mapuche y Campesino de Chubut.

Moira acepta que el machismo está en el interior de las comunidades y la dirigencia indígena y que ésa es una realidad que tienen que cambiar para que el lugar de la mujer no sea el de la postergación ni la de la foto del horror o el adorno. "Estamos cansadas de dar tantas batallas –se queja–. Encima de ser violentadas y rechazadas por la sociedad tenemos que dar la misma batalla y convencer a los hermanos varones de la importancia de nuestro rol. A veces es más fácil pararnos delante de un funcionario blanco y decirle lo que pensamos que defendernos en nuestras casas, ante los hombres que amamos, por el lugar que tenemos que ocupar."



El ADN indígena
A pesar de que cada dos argentinos o argentinas uno tiene algún nivel de sangre indígena, para muchos los rasgos y rostros originarios son sinónimos de migrantes de Bolivia o Perú y ser de Bolivia o Perú es, según esos parámetros, sinónimo de inferioridad. A pesar de creer que la Argentina es un país de inmigrantes con grupos minoritarios indígenas, un estudio del investigador del Conicet Daniel Corach, del Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la Universidad de Buenos Aires, que se realizó con muestras de ADN de 12.000 argentinos –también de sectores urbanos y de la Capital Federal– demostró que el 56 por ciento de los habitantes actuales de Argentina tiene algún rasgo amerindio en sus huellas genéticas.

La mixtura nacional es fuerte, claro, por eso sólo en el 10 por ciento de esos casos los datos genéticos de pueblos originarios son absolutos, sin ningún rasgo europeo. Pero, a la vez, la mayoría de morochas y morochos –por decir un rasgo posible de la ascendencia originaria– no se identifican, reivindican, investigan o se enorgullecen de su cuota de identidad indígena. Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) también hablan de una incidencia de la población indígena mucho mayor de la que –todavía– figura, por ejemplo, en las guías turísticas que marcan a la Argentina con una población de un 86 por ciento de ascendencia europea. Pero, muy contrariamente a esta idea, en una encuesta realizada, entre 2004 y 2005, por censistas indígenas en 57.000 hogares, se encontraron 402.921 pobladores indígenas de veintidós pueblos distintos. Sin embargo, en el imaginario social todavía las mujeres indígenas son extranjeras del ser nacional.



La discriminación
"Este es un país discriminatorio. En otros países no se sufre la discriminación como acá. Por ejemplo, una vez estaba esperando en la estación de Retiro a un grupo de hermanos que llegaban de Tartagal y el ómnibus se retrasó. Por eso, me quede varias horas ahí. Hasta que un policía se acercó y me preguntó mi apellido. Cuando le dije 'Condori' me replicó: '¿Sos boliviana o peruana?'. Eso ya es discriminación, porque a los que somos del norte nos llaman bolivianos, a los guaraníes les dicen paraguayos, a los mapuches les dicen chilenos. ¿Entonces nadie es argentino?", se pregunta Isabel. Pero también contesta desafiante: "Sí, la verdad es que los argentinos son los que vinieron en los barcos porque cuando estábamos nosotros éramos los mapuches, los diaguitas, las naciones originarias. Por eso los argentinos no sienten nada de orgullo por la identidad originaria".

La palabra Bolivia se repite como una descalificación en la boca de quienes la pronuncian, como una manera de limpiar lo que el mapa genético de Argentina reafirma. El ADN argentino –aunque se invisibilice– es también indígena. "Ser indígena genera rechazo por la calle", denuncia también Moira Millán. "El año pasado, en Buenos Aires, un grupo de chicos que estaban tomando cerveza me gritaron 'boliviana de mierda'. Me paré a decirles que era mapuche y que los bolivianos eran un pueblo hermoso. Se levantaron para golpearme y terminé corriendo y escondiéndome en una cafetería. ¿Cuál era mi delito? –se pregunta– ¿Tener rostro indígena?"


Pero las formas de la discriminación no son sólo agresiones, también la falta de respeto por la cultura. Isabel tiene diez hermanos, pero su mamá no aceptó ir al hospital. "Ella estaba acostumbrada a tener los hijos en la casa, con mujeres. Le parecía horrible ir al hospital a que la vean los hombres", rememora en un acto hoy revalorizado por las nuevas parteras y comadronas. Isabel habla mucho, en la cultura, del respeto a las mayores; de Vitalicia, su mamá, de 97 años, un nombre de un pueblo, muchos pueblos, que no mueren, sino que tienen una identidad que hoy se revitaliza. "Ella coquea y por eso se cae y no le pasa nada, porque la hoja de coca tiene mucho calcio. Pero la coca no es una droga, sería lo mismo que comparar a la uva con el vino", diferencia Isabel.

Pero no sólo se ensanchan las diferencias. También se actualizan las esperanzas. Moira apuesta: "El gran desafío son nuestros hijos e hijas. Hay una posibilidad de salirnos de la colonización patriarcal a partir de la educación que les damos como mujeres y como madres a nuestros hijas". Y Elizabet cuestiona esa lengua que ya no quiere trabar, sino regalar: "Nosotros respetamos a la sociedad, pero también en las escuelas se debería conocer más de nosotros. Yo aprendí francés en el Chaco. ¿Por qué no se puede empezar a enseñar toba en las escuelas o universidades? Para hablar con vos yo tengo que pensar en mi idioma y traducirlo. También puede ser al revés ¿no?".