martes, diciembre 06, 2011

Cristina, Hugo Chávez y el Pensamiento de Jorge Abelardo Ramos

2 de diciembre de 2011







La escritora y periodista venezolana Mónica Chalbaud ha asumido sobre su responsabilidad la grabación y transcripción inmediata de los discursos e intervenciones de su presidente, Hugo Chávez. Esta vez lo hizo con el notable diálogo político entre entre el presidente de Venezuela y nuestra Cristina Fernández de Kirchner. De ese diálogo hemos extraído este momento que nos interesa sobremanera. En la víspera de la creación de la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), Cristina y Hugo Chávez pasaron revista al pensamiento de Jorge Abelardo Ramos y su genial Historia de la Nación Latinoamericana.
Esta es la transcripción de ese momento.
Chávez: ¡Y hay que felicitar, por cierto, a Cristina! Fue reelecta ! No la hemos saludado de esa manera (aplausos)
¡A la reelecta Presidenta de las argentina0 y los argentinos! (siguen los aplausos)
¡Con un 54 % !
Cristina: ¡Sí! 54,11...
Chávez: 54
Cristina: 54, 11...No se te olvide el coma once !
Chávez: Voy a tratar de superarte en las elecciones del próximo año... (se ríe), o al menos, igualarte.
(aplausos)
Bueno, Cristina, quiero ir a la toma de posesión. Vamos a ir! Nicolás (Maduro) no está aquí porque está en la reunión de los cancilleres de la CELAC! Va a ser el 10 de diciembre, ¡y yo voy a ir ! Bueno Cristina, compañeros, compañeras: yo por eso decía que esa unidad, ese acercamiento, esa compenetración personal, política y estratégica entre el gobierno que dirigió Néstor y, ahora, el que tú diriges y nuestro gobierno, nuestros pueblos, nuestras naciones, eso viene de lejos. Yo creo que es un mandato de la historia para nosotros, argentinos, argentinas, venezolanos, venezolanas. Nuestra unidad es un mandato histórico. Es un mandato de la geografía, incluso pudiéramos decir. Aquella frase que Bolívar escribe desde el Orinoco, en plena guerra de liberación, en 1819, y le dice a quien entonces estaba al frente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que era Pueyrredón. Le escribe a Pueyrredón y a los habitantes del Río de la Plata. Mil ocho diecinueve, se me ha pegado un poco de ustedes lo de mil ocho diecinueve. Le dice: “Cuando las armas de Venezuela terminemos el proceso de nuestra Independencia iremos al Río de la Plata”, dice, “para forjar el pacto americano”. Y le dice al final: “Si la Providencia, si el cielo nos concediera ese voto, haríamos aquí la reina de las naciones y la madre de las repúblicas” . Y Bolívar casi llegó a Buenos Aires, ustedes saben. Casi, no llego a Buenos Aires porque se lo prohibe de Bogotá el movimiento antibolivariano que ya estaba cuajando en manos de Santander. El era presidente de la Gran Colombia y le llaman de Buenos Aires, entre otros el Loco Dorrego.
Cristina: Te cuento algo. Hace unos días firmé un decreto que ha levantado algunas críticas de la historiografía liberal en la Argentina. Se creó el Instituto de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, en el cual se va a estudiar todo lo que es la historia de Iberoamérica, pero no desde la perspectiva de los colonizadores o de los que vencieron en los distintos países, sino desde la perspectiva de lo que fueron los roles históricos en materia económica, en materia social, en materia de independencia. Esto ha levantado un poco de revuelo porque hay una historia oficial. En todos los países siempre hay una historia oficial, sobre todo en aquellos que han tenido dictaduras y fuertes subordinaciones culturales, que es la que nos enseñan en los colegios y nos cuentan. Pero todos sabemos que esa no es la verdadera historia. Era esta pequeña disgresión. No quería interrumplirlo, Presidente, discúlpeme. He tomado su costumbre, ya ve. No me debo juntar demasiado con usted. Adelante. (aplausos)
Chávez: Cristina, no, lo que has hecho no ha sido más que alimentar aún más mis reflexiones, alimentarlas. Y me parece tan bueno eso. Aquí a mi me acusa la burguesía de que estamos cambiando la historia... Bueno, la estamos cambiando en verdad. Hoy y hacia el futuro. Pero la pasada, el relato histórico. La verdad es que ellos falsificaron lo que realmente aquí ocurrió. Y ahora estamos haciendo un esfuerzo por colocar las cosas en su justo lugar, tratando de ser bien objetivos. Aquí en Venezuela casi nadie sabía que a Bolívar lo expulsaron de acá. Yo vine a enterarme cuando era capitán, era profesor de historia militar y buscando y buscando veo el decreto de expulsión de Bolívar. Te juro que aunque habían pasado ya casi doscientos años a mí se me fue la sangre a la cabeza y agarré mi espada de capitán y me provocó brincar doscientos años atrás a defender a Bolívar. Porque no hubo o casi no hubo quien lo defendiera. El pobre se quedó solo. Íngrimo y solo.
Y hay una frase de Bolívar, hacia el final de sus días, que dice textualmente: “¿Qué puede un pobre hombre contra el mundo?”.
De allá viene todo este impulso. Bolívar, San Martín. ¡El Abrazo de Guayaquil! Ese es un desafío para nosotros, argentinas y argentinos, venezolanos y venezolanas: el Abrazo de Guayaquil y todo lo que ocurrió luego.
Por cierto, hablando de Dorrego, en las notas que me hacen los compañeros, Clips Históricos, el 1° de diciembre, hoy -mira ya llegó casi la Navidad-, pero de 1828, ¡qué casualidad!, una conjura azuzada desde Londres, hecha del poder al gobernador legítimo de la provincia de Buenos Aires, Manuel Dorrego. El representante del imperio británico, Lord Ponsomby (lee el nombre con dificultad)
Cristina: Lord Pónsomby (aclara). Hay una obra de teatro fantástica que es un diálogo entre Lord Pónsomby y Dorrego escrita por Pacho O'Donnell. Es excelente. Y te voy a decir algo, vos decís que a Bolívar lo echaron de aquí. Yo te voy a decir algo de Manuel Belgrano, otro gran patriota, que tal vez no tenga...
Chávez: Me has hablado mucho tú de Belgrano.
Cristina: Ah, mi preferido es Belgrano. Que eso me valió un título que casi los de River me matan. Pero, bueno, no importa. Porque Belgrano es un equipo de fútbol que le ganó a River y yo dije esto, “mi preferido es Belgrano”, y un diario puso “el preferido de Cristina es Belgrano” (risas)
Belgrano, y afortunadamente no lo cumplió, había recibido desde Buenos Aires la orden de retirarse del Norte, y si él no hubiera desobedecido las órdenes no hubiera vencido en las batallas de Salta y Tucumán, hubiera sido imposible, luego, lo que hizo San Martín. A San Martín se lo puede entender en el cruce de los Andes y en la campaña del Perú por los triunfos en el Norte de Belgrano. Y a Belgrano le habían ordenado que abandonara esas posiciones y volviera con las tropas a Buenos Aires, con lo cual los realistas hubieran avanzado. El desobedeció y los venció, y las derrotas que les infringió en Salta y Tucumán fueron determinantes, como también otro gran argentino como Miguel de Güemes.
Chávez: Es el paso de los Andes que viene luego ¿no?
Cristina: Claro, el tenía que dar esas batallas e impedir la entrada, porque hubiera sido inútil la marcha por el Pacífico de San Martín., que también ha sido una obra... inspirada en Aníbal, pienso yo. El cartaginés que intentó cruzar los Alpes para ingresar a Roma. Bueno, te dejo con Dorrego...
Chávez: Que bueno que nos juntemos, mira. Estamos en cadena nacional. Bolívar hizo lo propio por acá en 1819, cruzó los Andes rumbo a Boyacá, pues. Y liberó Nueva Granada. Por eso que este cuento viene de lejos y tiene raíces muy, muy profundas y muy vivas hoy. No son raíces que estén muertas, no. Son raíces vivas. Es una historia viva, retadora, excitante, comprometedora.
Derrocaron a Dorrego un día como hoy en 1828.
Belgrano, recuerdo que, así como tu contaste que echaste unas lágrimas cuando yo anuncié mi cáncer... y Cristina tenía días y días llamando a La Habana. Nicolás me dijo: “Yo no encuentro qué decirle a Cristina... ¿Qué le digo?” Y al final me contó que Cristina le dijo: “Nicolás, está bien, no me digas nada”. Lo regañaste.
Cristina: Me enojé, sí, me enojé.
Chávez: Y le dijiste: “Yo me imagino que Hugo ha de tener algo serio, porque yo me caí, me dí un golpe y no me llamó. ¡Y fui postulada como candidata, y tampoco me llamó!
Cristina: Fue cuando me caí en acto y me abrí la cabeza. Y vos por cualquier cosa me llamabas y cuando me caí, ¡no me llamaste! Y anuncié que iba a someterme de vuelta a consideración del electorado, ¡y no me llamaste! Y ahí fue que me di cuenta que estaba pasando algo. ¿Por qué, cómo no me llama?
Chávez: ¡Y salió regañado Nicolás! Entonces, igual yo, yo lloré de indignación, una noche, iba manejando una noche, mi carrito, en Fuerte Tiuna, iba yo regresando, a medianoche casi, regresaba a la Escuela Militar, donde trabajaba de Capitán, 1981, y venía yo oyendo radio y ¡dan la noticia del hundimiento del Belgrano!
Cristina: Claro...
Chávez: El Belgrano, que creo que no era ningún barco de guerra, creo que llevaba pasajeros.
Cristina: No, no, era el crucero General Belgrano que estaba fuera de la zona de exclusión. Fue un crimen de guerra, no fue un acto de guerra, ¡fue un crimen de guerra!
Chávez: ¡Nunca se me olvida esa noche! Bueno. Cristina, por eso decía en mis reflexiones que esa historia nos impulsa ¡y aquí nos trajo! ¡Comenzando el siglo XXI ! Mira! (le acerca un libro) ¡Jorge Abelardo Ramos! Este libro, que lo estoy leyendo ahora, ¡preparándome para la CELAC!
Cristina: (Se ríe)
Chávez: ¡Sí! Estudiando, y como me lo regalaron unos argentinos en el 2003... Me dicen aquí: “Sr. Presidente Hugo Chávez -un 17 de agosto del 2003- ¡Por un Ayacucho definitivo! ¡A paso de Vencedores! Natalia Fosatti y Andrés Ruiz, orgullosos de haber bailado un tango para Ud. en representación de nuestro pueblo, y por la unión de las naciones”. ¡Me regalaron este libro!
Cristina: El hijo de Ramos es uno de los historiadores que está en este Instituto iberoamericano Manuel Dorrego! (ella, en su conversación, poco antes, había nombrado ese Instituto como algo muy positivo). Fíjate tú.
Chávez: ¡Aah!...
Cristina: Ves como la Historia....
Chávez: ¡Nosotros deberíamos hacer una réplica aquí, en Caracas, de ese Instituto! ¡Claro! Fíjate lo que escribe aquí Jorge Abelardo Ramos, un marxista y que enfoca muy bien la cuestión nacional. ¡La cuestión nacional!
Cristina: Él integra la corriente de marxistas, con Hernández Arregui, entre otros, que interpretaban la Historia. Eran marxistas pero tenían una mirada nacional de los problemas. El integró esa corriente historiográfica, también.
Chávez: ¡Y apoyó a Perón!
Cristina: ¡Claro! En el año 73, cuando se produce la fórmula Perón-Perón. Que ya había un ambiente caldeado, el histórico en esos momentos, y, surge la fórmula Perón-Perón, y él lo lleva en la boleta del FIP
Chávez: ¿Cómo fórmula Perón- Perón?
Cristina: ¡Claro! Cuando Cámpora renuncia y Perón se postula. El postula como Vicepresidenta a Isabel, a su mujer, a Isabel Perón. Y como esto provocó mucha efervescencia y muchos sectores juveniles y de centro izquierda, que no querían demasiado a la esposa de él, Abelardo Ramos, desde el FIP, también lleva la fórmula Perón-Perón y dice: “Vote a Perón desde la izquierda”. Y él lanza eso. Y obtiene ocho cientos y pico mil votos, casi un millón de votos, de los que sacó Perón, en un record histórico de 62%, fueron aportados, de...
Chávez: ¡Desde de la izquierda, pues!
Cristina: No eran votos de Jorge Abelardo Ramos, obviamente. Era gente que quería votar por Perón, pero desde un lugar, diferente, ¡sí!
Chávez: De movimientos de izquierda, de sectores populares. Fíjate. En este capítulo, el siete, de esta maravillosa obra, que se llama “De Bolívar a Bolivia”, dice Jorge Abelardo Ramos: “El pueblo de Buenos Aires festeja a Bolívar”. Leo aquí, sólo este párrafo: “La noticia llegó a Buenos Aires a las 8 de la noche del 2 de enero de 1825. Alberdi, recordará su niñez”... Alberdi, un escritor...
Cristina: Juan Bautista Alberdi fue un hombre que integró primero la generación de Mayo. ¡Ay! ¡Parecemos unos Profesores de Historia! En Buenos Aires dirían: “¡Uh, otra vez la pesada esta dando Historia! (Se ríen) Bueno, Juan Bautista Alberdi fue uno de los hombres más preclaros, pero se puso preclaro al final de sus días, cuando vio la historia..., a ese Alberdi de las Obras Póstumas lo ocultan y lo ignoran. ¿Sí? Muestran al Alberdi que fue antirrosista, el Alberdi de la llamada generación de Mayo... Pero no muestran el Alberdi maravilloso de las Obras póstumas que te cuesta encontrarlas. Yo las encontré en una librería perdida de la calle Corrientes porque no se encuentran en ninguna parte.
Chávez: Creo que era niño, entonces...
Cristina: Era muy joven. Y tuvo una postura no del todo nacionales y populares. Pero al final de su vida revé toda esa postura y, bueno, es el hombre de las bases constitucionales argentinas, y realmente, es un personaje del que se muestra una primera parte de él. Pero el Alberdi del final, el Alberdi que advierte por donde viene la cuestión nacional y popular, el de sus obras póstumas, a ese lo desaparecen. Como a tantos otros.
Chávez: Fíjate lo que dice Ramos de Alberdi. “Alberdi recordará su niñez: Comillas (Cita a Alberdi): “Mi primera impresión de Buenos Aires son los repiques de campanas y las fiestas en honor a Bolívar por el triunfo de Ayacucho”. Cierra las comillas. Muchos años más tarde, en su vejez, el general Gregorio Las Heras, que se desempeñaba como gobernador de Buenos Aires, al llegar la gran noticia, evocaba sus impresiones con su verba de viejo soldado: 'Sacaron en procesión el retrato de Bolívar por las calles con hachas encendidas en noche de pampero...
¡Noche de pampero!, ¿qué es?
Cristina: El pampero es el viento...
Chávez: Ah, ¡de la pampa! Del viento, de la brisa de la pampa. ¡Qué bien este viejo de las Heras! Escribe mucho tiempo después esto, ¿no? Hachas, debe ser antorchas... Dice: “hachas encendidas en noche de pampero. Volcán de fiestas y alegrías en la ciudad, por un mes”. Y termina diciendo: “Tuve que tirar un decreto para reglamentar el delirio”. ¡Así recibieron la noticia de Ayacucho! Por eso hoy, con ese mismo delirio, ¡aquí tenemos a Néstor! ¡A San Martín! ¡A Perón! ¡A Eva! ¡Y a tí! ¡Y a todos Uds.! (aplausos)
¡Compañeras y compañeros! ¡La Patria Argentina ! (aplausos)
¡Solo sigamos enfrentando el desafío! El desafío del Sur. ¡El desafío nuestro!
Yo, por supuesto que todos los países de América Latina y todos los países del Caribe. Y todos los países de Suramérica tienen su peso propio, tienen su propia grandeza, tienen su importancia tremenda! Pero, la geopolítica: Caracas, Buenos Aires. El Caribe y el Atlántico Sur. El Orinoco y el Río de la Plata. Muchas cosas harán falta para la definitiva unidad de Suramérica. Y más allá, el Caribe, América latina! Pero una de ellas, y la más importante, y lo creo firmemente, lo creemos, es la relación que podamos seguir haciendo, estructurando, fortaleciendo, en el eje Caracas - Buenos Aires.
Y aquí estamos haciéndolo! Hoy lo hemos hablado bastante en la reunión con nuestros Cancilleres, con nuestros Ministros y Ministras, y Embajadores.
Y ahora, que Cristina está a punto de comenzar un nuevo período, de ocho años!
Cristina: ¡De Cuatro!
Chávez: De cuatro. Perdón, de cuatro, de cuatro años. (Se ríe)
Cristina: Ni se te ocurra decir eso, por Dios! ¡Desde ya me imagino la prensa con 80 titulares! ¡Cuatro años! ¡Es más que suficiente !
Chávez: Cuatro años. Y el año que viene comenzaremos nosotros, otro período de seis años. Pero, bueno, tenemos por delante, digamos, conjuntamente, cuatro años, para fortalecer lo que hemos logrado y para lanzar la relación estratégica a nuevos niveles, de mayor peso. Sobre todo que ahora tenemos al mundo. Lo que está pasando en el mundo. Que no lo teníamos hace ocho años. No lo teníamos hace un año, incluso. Tú estabas en el G-20 y nos comentabas algunas cosas. Anoche, yo veía en Telesur, ¡que cada día está mejor Telesur! ¡No dejen de ver Telesur! ¿ Débora, tú ves Telesur?
(Débora Giorgi asiente entre asombrada y complacida)
Néstor un día me llamó, ¿sabes que me dijo un día Néstor? Estaba yo hablando, no sé donde, y yo, la culpa no era mía! Entonces Telesur estaba pegada a una cadena mía. ¿Eh? Y yo, habla que habla. Y entonces llama Néstor: “Díganle a Chávez que suelte a Telesur que me hace falta para dormirme. (Se rie) Yo me duermo con Telesur”. ¿Te acuerdas? (Se rie) Él me llamó, después, en la noche, y hablamos. “Yo me duermo con Telesur, dile que suelte a Telesur, chico” (Se rie) La culpa no era mía, Telesur estaba transmitiendo un acto...
Cristina: En Argentina, por ejemplo, los canales de televisión transmiten un poquito de lo que pasa en el Mundo. Casi uno no se entera. Si uno quiere saber lo que está pasando en Londres o en Nueya York, en Grecia, en Europa, en Oriente Medio, tiene que poner Telesur, porque, en realidad, los canales como que no quieren mostrar lo que pasa en el mundo, no sea cosa que los argentinos se aviven y se den cuenta de lo que tenemos, ¿no? Me parece que también, muchas veces debe obedecer a eso, a una estrategia. No son todos, sería injusto generalizar, pero, la mayor parte no pasa nada.
Chávez: Afortunadamente, Cristina, así lo veo yo, modestamente, mirando, como he estado yo estos cuatro o cinco meses un poco en retaguardia, con más tiempo, para ver, analizar, estudiar un poco. Lo que a Europa le está ocurriendo ahora, por aquí ya pasó ya. Aquí pasó lo que está ocurriendo en algunos países de Europa, de África, rebeliones populares de distintos signos, ¡nosotros ya lo vivimos aquí! ¿El Caracazo qué fue? ¡Uds. allá en Buenos Aires? ¡El modelo neoliberal! ¡El hambre! ¡La miseria! ¡La Deuda Externa! ¡Las imposiciones del Fondo Monetario Internacional! Eso fue otra cosa magistral que Néstor hizo. El diseño aquel estratégico financiero. Que lo hablamos en el Orinoco, recuerdo. Estaba ahí Julio De Vido. ¡Desde aquí le mando un saludo a Julio De Vido!
Ahora, en la situación que hoy vive el mundo, en este marco de una crisis terrible que nadie sabe donde va a terminar, aquí estamos nosotros, ¡en Nuestramérica, pues!
Creo que no es que estemos en óptimas condiciones, pero tenemos buenas condiciones, ¿eh? para pensar en un Proyecto, más allá de lo nacional, de lo nacional nacional, permítanme la expresión, para enfocarnos a un Proyecto Gran Nacional, permítanme también esa expresión... Porque estaba también leyendo aquí a Aldo Ferrer...
Cristina: Nuestro Embajador en Francia.
Chávez: ¡Ah! ¿Está en Francia? Y Helio Jaguaribe, este librito lo tengo hace varios años, Argentina y Brasil en la reflexión Mercosur o ALCA. Esta la dimos en Mar del Plata. Y aquella frase de Nestor (se ríe) ¡Aquí no vengan a patotearnos! ¿Te acuerdas?
Cristina: Pusieron cara como de ¿ qué nos está diciendo?
Chávez: Salieron aquellos señores, por allá, silenciosamente. Yo recuerdo, ¡Nestor era muy hábil! ¡Muy hábil! Me llamó aparte y entonces me dijo: ¡Mira Hugo, tú que hablas tanto! A estos tipos los vamos a cansar aquí. ¡Los vamos es a cansar! Estaban sudando, sudando. Y me dijo: Cuando yo necesite ganar tiempo, te doy la palabra, en cualquier momento, y tú hablas, y hablas, y hablas. (se ríe) Y así lo hizo, como tres veces! En algún momento, yo creo que salí al baño, y me dicen: Mire que le toca hablar... ¿ A mí? ¡Sí! ¡Le dieron la palabra al Presidente de Venezuela! Y cada vez que yo tomaba la palabra, Mister Danger se levantaba y se iba no sé pa' dónde. Me impresionó la habilidad, la dirección de aquella reunión. Si no, ¡nos hubieran impuesto el ALCA! Esos gobiernos, la gente estaba resuelta, incluso querían hacer una votación. Tú estabas ahí. Querían hacer una votación. Ahí fue cuando él dijo: ¡Aquí no vengan a patotearnos! Una expresión muy típica de los argentinos.
Bueno, Cristina, ¡y tú ? Yo no voy a abusar del tiempo. Por ahí viene la Presidenta Dilma, la Presidenta de Brasil. Y tenemos otra bilateral. Ojalá nos podamos conseguir los tres, y conversar algunas ideas. De esto, ¡del tema de la Gran Nación! Uds. que son ministras, ministros, embajadores, empresarios, también hay aquí, gobernadores, y mis compañeras y compañeros, tengamos esto, cada día, más firmemente, aquí, entre pecho y espalda, en la conciencia: la cuestión nacional, que aquí la desarrolla muy bien, Jorge Abelardo Ramos. Pero la desarrolló muy bien, y sobre el mapa y sobre el terreno, ¡San Martín! ¿Por qué San Martín se vino hasta Guayaquil? ¡Y casi llegó a Caracas! ¿Y por qué Bolivar se fue y llegó casi a Buenos Aires?
Porque estaban claros, mucho antes de que salieran las tesis de la cuestión nacional, de que ninguno de nuestros países, por si solos, tendría futuro en un mundo, que como decía Bolívar, se movía muy rápido. Se aceleraba muy rápido, desde entonces, amenazado por grandes Imperios, ¡los viejos y los nuevos Imperios!
¡Hoy tenemos, tenemos una gran oportunidad de darle vida a un Proyecto Gran Nacional Suramericano!

La silenciosa revolución suramericana

El anillo de fibra óptica tendrá una extensión de 10 mil kilómetros y será gestionado por las empresas estatales de cada país para que las comunicaciones sean más seguras y baratas
Raul Zibechi |kaosenlared.net/noticia/silenciosa-revolucion-suramericana
 
La Unasur aprobó un importante proyecto estratégico que comienza a desatar los lazos de dependencia con Estados Unidos: la creación de un mega-anillo de fibra óptica que hará que las comunicaciones internas de la región no pasen más por suelo estadunidense. La decisión de la primera reunión de los 12 ministros de Comunicaciones y Tecnologías de la Información reunidos en Brasilia el martes 29 es más importante aún, desde el punto de vista geopolítico, que los proyectos de infraestructura aprobados por el Cosiplan (Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento) al día siguiente en la misma ciudad.
Hasta ahora, las comunicaciones de Internet en la región sufren una dependencia casi increíble. Un mail enviado entre dos ciudades limítrofes de Brasil y Perú, por ejemplo entre Rio Branco, capital de Acre, y Puerto Maldonado, va hasta Brasilia, sale por Fortaleza en cable submarino, ingresa a Estados Unidos por Miami, llega a California para descender por el Pacífico hasta Lima y seguir viaje hasta Puerto Maldonado, a escasos 300 kilómetros de donde partió. Sobre esta base es imposible hablar de soberanía y de integración.
El anillo de fibra óptica tendrá una extensión de 10 mil kilómetros y será gestionado por las empresas estatales de cada país para que las comunicaciones sean más seguras y baratas. Para el Ministerio de Comunicaciones de Brasil, que gestó el proyecto, el anillo disminuye la vulnerabilidad que tenemos en caso de atentados, así como en cuanto al secreto de los datos oficiales y militares. Hasta hoy, 80 por ciento del tráfico internacional de datos de América Latina pasa por Estados Unidos, el doble que Asia y cuatro veces el porcentaje de Europa (Valor, 28 de noviembre).
El ministro brasileño Paulo Bernardo dijo que el anillo estará concluido en dos años y que los costos actuales de Internet en América del Sur son tres veces mayores que los que se pagan en Estados Unidos. Para que los 12 países tengan un acceso igualitario a los flujos que se incrementarán por la conexión de nuevos cables submarinos, Bernardo adelantó la creación de puntos de intercambio de tráfico en las fronteras, de los que podrán colgarse las empresas. Para Brasil, el costo total del proyecto es de apenas 100 millones de dólares
Además de las decisiones de ambas reuniones de Unasur, Brasil decidió llevar a Naciones Unidas su negociación para la democratización de Internet, que está en manos de empresas estadunidenses. El embajador Tovar da Silva Nunes dijo el martes pasado que la gestión de los flujos de información no es inclusiva, no es segura, no es justa ni deseable.
El Cosiplan decidió impulsar 31 proyectos de infraestructura para 2012-2022, con un costo de 14 mil millones de dólares. Los cuatro más importantes son: corredor ferroviario entre los puertos de Paranagua (Brasil) y Antofagasta (Chile), con un costo de 3 mil 700 millones de dólares; carretera Caracas-Bogotá-Buenaventura-Quito, o sea, con salida al Pacífico, con un costo de 3 mil 350 millones de dólares; ferrocarril bioceánico Santos-Arica, trecho boliviano, que costará 3 mil 100 millones, y la carretera Callao-La Oroya-Pucallpa, que costará 2 mil 500 millones de dólares. En su mayor parte serán financiados por el BNDES de Brasil, pero podrán participar el Bandes de Venezuela, el Banco de Inversión y Comercio Exterior de Argentina y el regional Banco del Sur.
Todas estas obras forman parte del proyecto IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana), y están siendo contestadas por los pueblos, como sucedió en Bolivia con la carretera del TIPNIS y en Perú con las hidroeléctricas. La conversión de la región en potencia global, de la mano de Brasil, se procesará con un aumento de la explotación de los recursos naturales y de las personas. Es el mismo camino que antes recorrieron los países del norte y luego los emergentes.
Hay muchas más novedades en esta región. La reunión del Consejo de Defensa de la Unasur, realizada en Lima el 11 de noviembre, acordó 26 acciones en el contexto del plan de acción 2012 para la integración en materia de defensa y la creación de una agencia espacial regional. Argentina quedó encargada de poner en marcha la fabricación de un avión de entrenamiento para la formación de pilotos, en cuyo proceso participarán Ecuador, Venezuela, Perú y Brasil. Cada país fabricará partes que luego serán ensambladas en un lugar a determinar. Brasil, por su parte, quedó al frente del proyecto de avión no tripulado para la vigilancia de fronteras.
La región sigue así los pasos del acuerdo estratégico de defensa suscrito el 5 de septiembre entre Argentina y Brasil, que se plasma por ahora en la fabricación del carguero militar KC-390, diseñado por la empresa aeronáutica Embraer, en Brasil, que contará con piezas fabricadas en Córdoba, Argentina, con una inversión conjunta de mil millones de dólares, en la fabricación conjunta de vehículos de transporte y blindados, y la cooperación de las industrias navales y aeroespacial, y en el área de la ciberdefensa.
Es la primera vez que se toman este tipo de decisiones en el ex patio trasero de Washington. Además, y este dato no es menor, el proyecto del anillo de fibra óptica fue pergeñado en Bogotá por el ministro brasileño Bernardo; María Emma Mejía, la persona designada por Juan Manuel Santos para presidir la Unasur, y el presidente del BID, Luis Alberto Moreno, amigo personal del banquero Luis Carlos Sarmiento, el hombre más rico de Colombia, partidario de firmar un TLC con Brasil y de asociar las bolsas de valores de ambos países.
Eso puede explicar las intempestivas declaraciones de Álvaro Uribe contra las buenas relaciones colombo-venezolanas y el artículo de Roger Noriega en InterAmerican Security Watch, quien llamó a su país a preparase para una intervención militar en Venezuela, donde Estados Unidos compra 10 por ciento de su petróleo (9 de noviembre). Es evidente que el imperio en decadencia no va a contemplar pasivamente cómo pierde el control de la región sudamericana.
 

Diez instrucciones para ser un perfecto antiimperialista de los que se llevan hoy día

Poco te importará reforzar las coartadas ideológicas (armas de destrucción masiva, etc.) que inventa el imperialismo invasor o no haber apoyado a las resistencias reales hayan surgido en esos países
www.kaosenlared.net/noticia/diez-instrucciones-para-ser-perfecto-antiimperialista-llevan-hoy-dia
 
1) Desconocer toda noción de geopolítica internacional y, a ser posible, desconocer también que los coches se alimentan de petróleo y que el petróleo es un bien finito, por cuyo control el imperialismo combate.
2) No ver, en consecuencia, nada sospechoso en el hecho de que el imperialismo agreda precisamente a países ricos en dicho compuesto orgánico, como Irak, Libia… o quizá Irán.
3) Inventarse, sin el menor dato real, supuestos movimientos revolucionarios en todo aquel país que sea objetivo militar de la OTAN y en toda aquella nación en la que la OTAN pretenda justificar, bajo pretexto “humanitario”, una agresión bélica.
4) Tirar de imaginación para inventar, sin la menor apoyatura documental o el más leve indicio, soviets y consejos obreros en países donde los obreros prácticamente no existen (o donde, de existir, son masacrados por su “revolución”, como ocurrió con los negros en Libia).
5) Confundir un momentáneo vacío de poder, propio de cualquier guerra civil, con una revolución socialista.
6) Tachar a todo aquel que haya hecho una revolución de verdad alguna vez (como Fidel Castro o Hugo Chávez)  de traidor, por el hecho de que no idealicen dichas movilizaciones “revolucionarias” o maniobras de desestabilización cocinadas, según demasiados indicios, en el exterior.
7) Cuando dichos movimientos “revolucionarios” acaben solicitando, sin más, una invasión de la OTAN, simular una gran sorpresa (se recomienda realizar algunos aspavientos, a ser posible) y decir que no te lo esperabas pero ni de coña, que nadie podría haberse imaginado un final así, etc. etc.
8) Si nadie te cree porque lo que dices es absurdo, en ese caso decir que lo ocurrido en realidad es culpa de los estalinistas y de las direcciones reformistas y contrarrevolucionarias, pero que las bases del proceso en realidad son trotskistas y revolucionarias, sólo que “la revolución ha sido traicionada”.
9) Añadir que en realidad la OTAN no ha ido a luchar contra el gobierno del país agredido, (no, ¡qué va!, eso es una tapadera, una cortina de humo y una maquiavélica conspiración), sino contra una revolución popular inspirada en la IV Internacional que en realidad, aunque nadie lo supiera, estaba en marcha en ese país.
10) No importa, por tanto, qué país en concreto sea, ya que el esquema básico será siempre el mismo, y Allan Woods sacará invariablemente un artículo titulado “Revolución y contrarrevolución en X” (donde pone X, escribir el nombre de algún país rico en petróleo u objetivo del imperialismo: como Libia, Siria o Irán).
Si  cumples estas diez instrucciones, podrás ser el líder de más de un partido o, quién sabe, incluso de alguna “internacional”. Poco te importará haber reforzado las coartadas ideológicas (armas de destrucción masiva, etc.) que inventa el imperialismo para acometer sus empresas. También te resbalará no haber apoyado a las resistencias reales que frente al imperialismo hayan surgido en esos países.  Porque, al mismo tiempo, habrás reforzado las posiciones más hiper-mega-revolucionarias (esas que nunca en toda la historia han hecho una revolución). ¿Cómo le decían, tan irónicos? ¿La revolución permanente?

Desaparición forzada de personas en Latinoamérica: Efectos que aún persisten

lunes 5 de diciembre de 2011

Marcelo Colussi (especial para ARGENPRESS.info)

“Nuestro principal enemigo es el miedo”
Domitila Barrios

La guerra como “catástrofe” humana

De acuerdo al Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis, se entiende por trauma psíquico un “acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del sujeto de responder a él adecuadamente y el trastorno y los efectos patógenos duraderos que provoca en la organización psíquica. (…) Se caracteriza por un aflujo de excitaciones excesivo, en relación con la tolerancia del sujeto y su capacidad de controlar y elaborar psíquicamente dichas excitaciones” . Es decir, cuando la vida de una persona está en riesgo, es altamente probable que queden secuelas psicológicas, en muchos casos crónicas, debido a ese cúmulo de estímulos externos de difícil o imposible procesamiento.

Son diversas las experiencias traumáticas que pueden estar en la base de esa dinámica; por lo pronto, son todas aquellas donde la propia vida está en peligro: accidentes graves, violaciones sexuales, amenazas de muerte. De entre todas estas situaciones, la guerra es una de las peores, de las más dramáticas. Lo es, porque distintamente a lo que puede ser un evento natural que también produce muerte y destrucción –una catástrofe como un terremoto, un huracán, etc.–, o el envejecimiento y la cercanía del fin como proceso natural mismo, no hay en la guerra una explicación racional que pueda dar cuenta de ella, que permita procesarla, asimilarla en el orden de las cosas esperables. La pregunta sobre su porqué tiene siempre un nivel de insondable para quien la padece.

En comparación con las otras agresiones traumatizantes arriba citadas, la guerra tiene características especiales que la hacen más inmanejable, más irracional. ¿Por qué de pronto otro semejante, sin que medie motivo alguno, viene a matarme? ¿Por qué en la guerra se destruye toda obra civilizatoria, se echa abajo lo que costó tanto sacrificio ir edificando con paciencia? ¿Por qué otro humano me hace todo eso sin que siquiera lo conozca? La sinrazón es lo que la define: la guerra, para quien la sufre, no tiene explicación lógica, es una invasión masiva sin sentido.

Los cambios psicológicos a los que debe someterse quien es parte de una guerra son grandes, inmanejables a veces; los paradigmas éticos, el sentido de la vida, la afectividad, todo ello se ve resentido, y muchas veces la magnitud de todo eso tiene un valor de transformación tan enorme que se torna un problema para quien lo experimenta, pues no lo puede procesar.

Matar a otro semejante, según todas las construcciones morales de las distintas culturas, está prohibido en la vida cotidiana. En la guerra, sin embargo, esa interdicción básica cae y la situación fuerza a matar. Es más: la dinámica imperante obliga imperiosamente a hacerlo, porque si no, corre riesgo la propia vida. El otro de carne y hueso se despersonaliza y deja de ser un semejante para transformarse en “el enemigo”. No hay sujeto con rostro humano: hay sólo enemigo amenazador al que hay que atacar. La “normalidad” de las relaciones humanas cambia drásticamente; ahora lo normal, lo aceptado tradicionalmente, se esfuma, cambia de pronto dando paso a nuevos valores. Hacer ese pasaje en términos psicológicos implica un gran esfuerzo, que no siempre se puede cumplir exitosamente.

Toda la configuración subjetiva de la cotidianeidad que se entiende como normal cambia dramáticamente, y el otro no sólo puede ser eliminado sino que, forzosamente, debe ser eliminado. Más aún, durante la guerra cuantos más “enemigos” se eliminen, mejor. Las medallas al honor las reciben los “héroes de la patria”, es decir, quienes más enemigos eliminen, quienes más maten. No hay duda que esos hechos sangrientos no se consideran asesinatos; si así fuera, quienes los comenten serían asesinos, transgresores de una ley. Lo curioso es que durante la guerra nadie es considerado tal sino, por el contrario, un héroe. La guerra premia la acción de matar. Es obvio que el cortocircuito en juego en todo ello no es pequeño, y en general no es fácil salir airoso de esa circunstancia.

Todo lo cual se agrava con lo que sucede una vez terminada la guerra, dado que esa agresividad puesta al servicio del exterminio por el cual se premia y se reciben honores, de buenas a primeras debe clausurarse y nuevamente la muerte del otro pasa a estar prohibida.

Entrar y salir a todas esas reconfiguraciones subjetivas nunca es gratuito, nunca pasa de forma intrascendente. Al contrario: casi con seguridad, deja marcas. Dicho de otro modo: la guerra, el evento más tremendo en donde la propia vida está en juego y en donde caen los paradigmas éticos de los tiempos de paz, en mayor o menor medida, siempre produce secuelas psicológicas. En tal sentido, es un modelo único de trauma, quizá el más trágico, pues la totalidad de la subjetividad se resiente, y siempre en forma duradera.

Las guerras “sucias”

La guerra, al igual que otras actividades humanas, ha evolucionado a lo largo del tiempo, se ha perfeccionado, ha ido haciendo uso de las tecnologías más avanzadas de su momento. En ese sentido pude decirse que recorrió un camino desde las confrontaciones cuerpo a cuerpo, en igualdad de condiciones y con armas equivalentes (garrote-garrote, arco-arco, fusil-fusil), hasta la que hoy es llamada guerra moderna, guerra total, que es un enfrentamiento asimétrico y no de equivalencias o, como la consideran actualmente algunos teóricos del arte militar: guerra de cuarta generación.

De la mano de los cambios tecnológicos que le dan forma, también sus reglas, enunciados y la ética que la acompaña han cambiado y se han ido adaptando a esos cambios técnicos y a las condiciones y grados de poder de los combatientes. Así, por ejemplo, armas de fuego = guerra en línea; aviones = guerra de trincheras; fuerzas no equivalentes = guerra de guerrillas; guerra de guerrillas = guerra contrainsurgente.

Las primeras confrontaciones entre tribus fueron transformándose en conflictos bélicos entre dos o más grupos que se enfrentaban por razones económicas, políticas o ideológicas, y su objetivo final era vencer al enemigo para adueñarse de sus tierras, esclavizarlos o capturarlos dentro de su área política de influencia o imponer un determinado sistema ideológico-político. Las guerras se desarrollaban en el campo de batalla y se estima que entre el 80 y el 85% de las muertes eran de combatientes, en tanto que sólo entre el 15 y el 20% correspondía a población civil.

Las guerras del Siglo XX fueron cambiando más profundamente, tanto en la forma de hacerla (aspectos técnicos), como –seguramente lo más dramático– en la forma de justificarla. Es en ese contexto que surge aquella idea de “en la guerra la primera víctima es la verdad”. Después de la Segunda Guerra Mundial, las reglas de la guerra tantas veces analizadas y discutidas fueron cayendo en desuso; las formas también se modificaron y, a la par, los enunciados que las promueven y hacen su apología. De esa cuenta, ya llegados a fines del Siglo XX pudo llegarse a la infame locura teórica de “guerras preventivas”.

Veamos tres ejemplos de las guerras modernas: 1) en el caso de la llamada “guerra remota” se trata de enemigos distantes a los que nunca se llega a ver de cerca y que se constituyen simplemente en “blancos” de la acción militar, olvidando su humanidad; 2) en la “guerra preventiva” toda lógica se rompe al determinar que la única forma de prevenir que se haga la guerra es haciendo una guerra previa; y, 3) en la llamada guerra total, guerra contrainsurgente o guerra sucia, se violentan los principios antes expuestos y, más que nunca, se sobreponen los intereses particulares de un grupo sobre el derecho humano a la vida. En esta última modalidad, lisa y llanamente “vale todo”.

Las guerras modernas pueden desarrollarse o no entre dos Estados, pero es cada vez más frecuente que se trate de conflictos entre grupos al interior de un mismo Estado. Si bien las razones del enfrentamiento son las mismas (económicas, políticas, culturales o ideológicas: es decir, reacomodos en torno al poder) ya no se desarrollan en el campo de batalla sino en todos los ámbitos de la vida social. Las cifras que prevalecían para la pérdida de vidas humanas se han invertido; hoy, a partir de las nuevas doctrinas militares, se estima que entre el 15 y el 20% de las muertes son de combatientes, mientras que entre el 80 y el 85% corresponden a población civil, no involucrada directamente en el conflicto.

Si bien la guerra es siempre la negación misma del hecho civilizatorio, de la normal convivencia apegada a normas sociales, la forma que ha ido adquiriendo hacia las últimas décadas del Siglo XX presenta características muy peculiares; si algo la define, es su total y más absoluta deshumanización. Entiéndase bien: las guerras nunca son “amorosas” precisamente; pero lo que vamos viendo en estos últimos años, no como circunstancia azarosa sino como doctrina militar fríamente concebida, académicamente pensada, es una guerra que ya no distingue entre enemigo y población no combatiente, una guerra que echa mano de los recursos más arteros que anteriores instrumentos jurídicos internacionales (las Convenciones de Ginebra, por ejemplo) prohibían. Guerras, en definitivamente, que se fundamentan en ser “tramposas”, tortuosas, engañosas. Guerras “sucias”, básicamente.

Sólo en ese clima de militarización extrema y justificación de todo (léase: fundamentos de la cultura de la impunidad) es que pueden surgir armazones teóricos que promueven la creación de “máquinas de matar”, tales como los grupos élite de los que hoy día van disponiendo las fuerzas armadas de casi todos los países. Grupos preparados para toda tarea, que lo mismo pueden manejar explosivos como una computadora, saber de primeros auxilios o entrenados para resistir las circunstancias más terribles, por ejemplo la tortura. Soldados, valga decir, que son parte de las estrategias que mantienen prácticamente todos los Estados actuales y que tangencialmente –no se tome esto como macabro chiste de humor negro– viene a demostrar que el Estado, cuando quiere, sí puede ser eficiente, contrariando las modernas tesituras neoliberales que lo ven irremediablemente como incapaz.

Fundamentos de las guerras sucias

La doctrina militar contemporánea en relación a las así llamadas gerras sucias, en Occidente llevada a su punto máximo por las academias estadounidenses, se nutre de lo desarrollado por el francés Roger Trinquier a partir de la experiencia de la tristemente célebre guerra de Argelia, desde donde enunció las tesis de esta modalidad bélica moderna, estructurada sobre los siguientes ejes:
La clandestinidad: La represión se basa en el ocultamiento de los centros de detención, desaparición de personas y eliminación de los cuerpos. Uso de personal militar vestido de civil, formados en comandos y recorriendo de noche los centros urbanos en busca de víctimas o sospechosos.

La moralidad estrecha: La construcción de un “enemigo interno” bajo un marco moral tan rígido y reducido que posibilita la persecución de cualquier acto calificado como desviación o crítica política, y en consecuencia, cualquier desviación debe ser perseguida y eliminada.

La presión psicológica: Concepción por la cual la guerra se hace en todos los ámbitos de la vida social. Los espacios de la vida cotidiana pueden ser invadidos a través de una guerra psicológica que se transforma en una herramienta privilegiada. Se practica para “ganar los corazones y las mentes de quienes están siendo violentados”. Se desata una “guerra preventiva” que pretende influir sobre la “conciencia social”. Los medios de comunicación, en esa lógica, cobran una importancia decisiva.

La ilegalidad: Aunque no enunciado explícitamente, el modelo expone que “cuando el poder político está en peligro, los militares son los únicos que disponen de medios suficientes para establecer el orden y, en una situación de emergencia, la ley es un obstáculo”. En América Latina sabemos amargamente que esto fue una realidad por décadas, costando muertos y desaparecidos en cantidades industriales.

Si se revisan los registros y documentos existentes en varios de los países latinoamericanos que dan cuenta de las guerras contrainsurgentes de estos últimos años, puede observarse cómo la respuesta de los Estados se ciñó, paso a paso, a lo establecido en las enseñanzas de Trinquier. Los actos de desaparición forzada son ejecutados conforme a los pasos del manual: 1) persecución de una persona concebida desde una perspectiva ideológica como un enemigo interno; 2) una detención ilegal; 3) entrega del detenido en algún centro de detención clandestino; 4) ocultamiento ilegal de la víctima; 5) Presión psicológica ejercida sobre la familia, el grupo de pertenencia del desaparecido y el colectivo social a través del discurso oficial estigmatizante e ideologizante y las técnicas publicitarias empleadas. En Argentina, por ejemplo, en el medio de la sangrienta dictadura iniciada con el golpe de Estado de 1976 y ante la ofensiva de los organismos de derechos humanos reclamando por las personas desaparecidas, los militares, además de organizar el Mundial de Fútbol en 1978 como cortina de humo, sacaron el lema “los argentinos somos derechos y humanos”. ¡Buenos alumnos de las academias estadounidenses!, por cierto.

Cuando se plantea que la guerra debe hacerse “en todos los ámbitos”, para desastre del ser humano, la psicología se transforma en una herramienta más de la guerra. La mente humana es un blanco más al que van dirigidos los mensajes bélicos. Y en ese sentido, la población que recibe los ataques está siempre desarmada, desamparada; más aún: ni siquiera sabe que está siendo blanco de ataque.

La presencia de la guerra hoy: los desaparecidos

Los planes de ajuste estructural que se siguen sufriendo en la región latinoamericana al día de hoy se asientan en el camino que prepararon las dictaduras militares de algunas décadas atrás. La falta de reacción que aún se padece (sin negar que, por supuesto, hay reacciones, muchas y variadas, con experiencias riquísimas sin dudas) tiene que ver con el miedo que aún está instalado en las poblaciones. El estado de derecho, el primado de la ley, después de esa pedagogía del terror y de la impunidad sin límites que fueran las guerras sucias, más allá de la declaración formal de una institucionalidad por lo demás bastante débil que caracteriza las actuales “democracias de baja intensidad”, premia la impunidad. La situación de explotación económica y de precarización laboral que vivimos encuentra en esa pedagogía del terror buena parte de su explicación.

Entre algunas de las prácticas perversas que tuvieron lugar en esos oscuros años de nuestras historias en los distintos países de la Patria Grande, la desaparición forzada de personas fue un mecanismo que aún sigue estando presente en la conciencia de la población, aterrorizando, sirviendo como una perversa escuela y recordatorio de la muerte y del silencio. Los desaparecidos siguen siendo una de las heridas abiertas de las sociedades latinoamericanas. Para toda la región se contabiliza un total de 108.000 personas desaparecidas, siendo Guatemala (con 45.000, el 41% del total) y Argentina (con 30.000) quienes encabezan la lista.

La desaparición forzada de personas es un delito de lesa humanidad; así lo consignan tanto la Asamblea General de Naciones Unidas, en 1992, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos –OEA– en 1994. Por tanto, son delitos imprescriptibles.

En todos los Estados latinoamericanos que durante los años de la Guerra Fría desarrollaron estrategias de guerra contrainsurgente amparados en la Doctrina de Seguridad Nacional y combate al enemigo interno (es decir: sectores de la misma población), la desaparición forzada de personas jugó un papel importantísimo. Sirvió para inmovilizar a las poblaciones civiles, aterrorizándolas, enviándoles mensajes de control y de inocultables llamados a la desmovilización.

En concreto, la desaparición forzada de personas es “un acto de violencia extrema, cometido por agentes del Estado o por personas autorizadas por éste, que se constituye a partir de la captura ilegal, el ocultamiento deliberado de una persona y la consecuente pérdida de su presencia física (o material), sin que exista la posibilidad de establecer con certeza las circunstancias que determinan su “no presencia física”. Las condiciones de persistencia e incertidumbre que la acompañan hacen de ella un sutil instrumento de tortura con las consiguientes secuelas físicas y severas alteraciones a nivel del psiquismo individual y colectivo. La práctica sistemática de la desaparición forzada implica la alteración de los sistemas de relaciones sociales y el implantamiento del terror”.

En cualquier ámbito que tuviera lugar el hecho, urbano o rural, una vez desaparecida la persona su suerte era totalmente incierta. En eso consistía justamente el valor político-ideológico-cultural del mecanismo: enviaba un mensaje a la población absolutamente aterrorizador. Si estas estrategias bélicas pueden ser llamadas “sucias” es justamente por prácticas como esta: son perversas, arteras, siniestras. De hecho, ninguna guerra deja de serlo, pero en esta modalidad lo que se busca fundamentalmente no es tanto eliminar enemigos físicos sino controlar a poblaciones enteras. Las desapariciones forzadas de personas (adultas o de niños, varones o mujeres, eso no importa), son un elemento principal de esas estrategias.

Está demostrado que la desaparición física de alguien sin que se sepa fehacientemente qué suerte corre, sin que aparezca luego su cuerpo confirmando que sí, efectivamente, murió, todo ello produce alteraciones diversas en los allegados (familiares, amigos), que quedan en una espera eterna. El mecanismo en cuestión que utilizan las fuerzas que producen la desaparición, por tanto, es sumamente perverso: sirve para paralizar a toda una población dejándola en una situación de duelo no resuelto eterno.

La desaparición de un familiar/amigo/allegado es altamente nociva para la psicología de quien queda en esa espera enfermiza. Los efectos psicológicos son diversos; sólo a título descriptivo pueden citarse:

Sentimientos de culpa por la pérdida (activándose una serie de fantasías de autoincriminación por “no haber hecho lo suficiente por haber impedido el hecho”)

Tristeza profunda

Episodios de depresión reactiva y/o estados de depresión profunda

Duelos patológicamente alterados (duelos que nunca terminan, que sólo pueden finalizar el día que hay una confirmación sobre la suerte corrida por el desaparecido)

Trastornos psicosomáticos (problemas gastrointestinales, insomnio, inapetencia, cefaleas, estados de ansiedad difusa)

Sentimiento de fatalidad e impotencia

En algunos casos, desorganización psicológica (estados confusionales, pensamiento monotemático y recurrente centrado en la figura del desaparecido, eventuales pérdidas de ubicación en tiempo y espacio)

En algunos casos, estados de hiper excitación acompañados de hipersomnia.

Pero además, sin quitarle el más mínimo valor a estos efectos sufridos a título individual por los familiares/allegados directos de las personas desaparecidas, hay otro tipo de efectos, que son las consecuencias colectivas, las secuelas transgeneracionales. Es decir: todo aquello que esta estrategia de guerra sucia deja en el imaginario social, en la conciencia colectiva de una comunidad. Dicho en otras palabras: el fomento del terror y la consecuente cultura de la impunidad que ello va generando. Por lo pronto, llamamos “desaparecidos” a quienes en verdad son secuestrados. Esa es una demostración palmaria de cómo actúa esa perversa pedagogía del terror. Nadie desaparece solo, nadie se esfuma: lo desaparecen, que no es lo mismo.

Efectos colectivos aparejados: cultura del silencio, de la desidia

Este es el ámbito donde pueden verse los efectos más profundos en tanto construcción ideológico-política de las guerras sucias, de las estrategias contrainsurgentes que barrieron prácticamente toda Latinoamérica en décadas pasadas. Cada una de las prácticas desarrolladas en estas estrategias de intervención estuvo calculada, buscando generar respuestas a mediano y largo plazo. Guerra psicológica, en definitiva, que con el empleo planificado de acciones que sirven como “propaganda”, como promoción de un mensaje (freno al “comunismo internacional que quería adueñarse de estas tierras”), están orientadas a direccionar conductas colectivas en la búsqueda de objetivos de control social. “Ganar los corazones y las mentes de quienes están siendo violentados”, como decíamos cuando hablábamos más arriba de los fundamentos de las guerras sucias.

Desparecer, secuestrar, mantener ilegalmente a niñas y niños en cautiverio o hacerles adoptar una nueva personalidad, en algunos casos como “botín/recuerdo” de las acciones bélicas (habrá casos incluso donde fueron mercadería para la venta a extranjeros, producto comercializable para adopciones ilegales, etc.), hacer aparecer algunos cadáveres de desaparecidos mutilados dejando ver que fueron torturados, permitirse hacer todo eso no es sino una forma de ratificar la impunidad dominante. A partir del mensaje en juego –“la vida del colectivo está en manos de quienes la dirigen militarmente, quienes obligan a pensar de una determinada manera”– lo que se pretendió buscar desde los grupos que controlaron el Estado durante años fue dejar la sensación que “hay que resignarse, nada se puede cambiar”. La impunidad, en tanto gran marco cultural que engloba todas las acciones de ese Estado contrainsurgente, queda violentamente ratificada como política, como modo de vida de los poderes fácticos. Y ante ello no queda sino la resignación. O, andando el tiempo, el silencio, el desencanto. El ámbito político se denigra, se rebaja. Conclusión: se consigue la apatía de las grandes mayorías.

No está de más recordar que es en este momento cuando comienzan a implementarse en toda Latinoamérica los planes neoliberales, los que, entonces, no habría más que aceptar pasivamente. Es en ese marco cuando una de las cabezas visibles del inicio de esas políticas en todo el mundo, la Primera Ministra británica Margaret Tatcher, pudo decir ampulosa: “no hay alternativas”.

Sin duda, el mensaje buscado se cumplió. O, al menos, se cumplió en un alto porcentaje. Los tejidos sociales fueron desarticulados y el terror como modo de vida quedó incorporado en la psicología de la sociedad latinoamericana, en todos los estamentos: rurales y urbanos, jóvenes y adultos, varones y mujeres. Los planes neoliberales que posteriormente se construyeron sobre este mar de sangre y este terror incorporado, funcionaron y siguen funcionando. La desarticulación de la protesta social se cumplió en muy buena medida.

Pero siempre hay esperanzas

Sin embargo, quedaron espacios para la reconstrucción de lo destruido por la guerra y por las estrategias de fondo que la alentaron. No caben dudas que los planes de capitalismo salvaje que se desataron sobre Latinoamérica en estos últimos años siguen presentes. Quizá hoy ya no se habla tanto de ellos, no se lo visualiza como demoníacoas porque pasaron a ser parte de nuestra realidad: se normalizaron, se institucionalizaron. Decir que fracasaron es, quizá, una exageración. Por supuesto no resolvieron ningún problema para las grandes mayorías, pero obviamente no estaban para eso. Para el gran capital global que los implementó no fracasaron de ningún modo. La precarización en las condiciones de trabajo y el aumento escandaloso de la brecha entre ricos y pobres transformó a la región en la más injusta del mundo, diviendo nuestras sociedades en ghettos cerrados de ultra adinerados –defendidos por ejércitos de guardaespaldas y con vehículos blindados– sobre pobres cada vez más pauperizados.

Esto ya se hizo absolutamente crónico, dejando muy pocas salidas: las luchas sindicales han ido quedando como piezas de museo, y la resignación generalizada hace aceptar condiciones laborales infames. Una de las pocas salidas para innumerables latinoamericanos es la huída de sus países rumbo a la supuesta prosperidad del Norte, Estaods Unidos básicamente, y en estos últimos años también en muy buena medida Europa. Pero esas no son salidas sino sólo reacomodos coyunturales que apenas ayudan a paliar la pobreza.

Los movimientos sociales quedaron bastante golpeados, y aún no terminan de rearticularse. Las izquierdas políticas han tenido que modificar –suavizando– sus idearios revolucionarios de algún tiempo atrás. Su participación en los mecanismos legales del entramado político del sistema ya se aceptó como irrevocable. De hecho, con propuestas siempre light, ha podido llegar a ser gobierno en más de alguna ocasión, propiciando “rostro humano” para supuestos “capitalismos serios”. Definitivamente, la derrota para el campo popular y el pensamiento político de izquierda fue grande. Se le hizo retrotraer varias décadas. Son raras las propuestas abiertamente anticapitalistas. El miedo sigue instalado.

Conclusión obligada de todo esto: las nuevas guerras sucias libradas años atrás con la desaparición forzada como una de las principales tácticas, dio resultados que aún siguen vigentes. Pero la historia no está terminada. Si bien las técnicas militares se refinan día a día y este mecanismo de la desaparición cambió profundamente el sujeto político de estos años volviéndolo apático, la injusticia sigue estando. Y eso, quiérase que no, continúa siendo un motor que lleva a la sublevación. En definitiva, la historia humana, nos guste o no, es la historia de los conflictos sociales. Las luchas de clases, aunque hoy no se hable mucho de ello, sigue estando presente minuto a minuto. La desaparición forzada de personas constituye su sangriento recordatorio.

Si vemos la historia de estos años luego de concluidas las guerras contrainsurgentes de la región, el panorama no es muy esperanzador para el campo popular. Pero de todos modos siempre sigue reaccionando. Quizá sin una clara direccionalidad, sin programa específico, muchas veces sin conducción; pero la protesta sin embargo no ha desaparecido. Se podrá hacer desaparecer gente, más no la injusticia. Y mientras haya injusticia, siempre habrá una cuota de esperanza para transformar esa realidad inequitativa. La historia de la humanidad es ese movimiento perpetuo de reacción contra las injusticias. El fantasma de los desaparecidos sigue asustando, pero la dignidad puede más que el miedo. Como dijo la dirigente indígena de Bolivia Domitila Barrios: “Nuestro enemigo principal no es el imperialismo, ni la burguesía ni la burocracia. Nuestro enemigo principal es el miedo, y lo llevamos adentro”.

Bibliografía:
- Bermann Sylvia y otros. “Efectos psicosociales de la represión política”. Córdoba, 1994. Ed. Goethe-Institut.
- Comisión para el Esclarecimiento Histórico. “Guatemala. Memoria del Silencio”. Recomendaciones y Recomendaciones. Guatemala, 1999.
- Laplanche, Jean y Pontalis, Jean-Bertrand. “Diccionario de Psicoanálisis”. Barcelona, 1971. Ed. Labor.
- Martín-Baró, Ignacio. “Acción e Ideología”. San Salvador, 1990. Ed. Universidad Centroamericana Simeón Cañas.
- Radda Barnen de Suecia. “Restaurando la alegría. Diferentes enfoques de asistencia a la niñez psicológicamente afectada por la guerra”. 1996. Ed. Radda Barnen de Suecia
- Villagrán, Marina de. “La desaparición forzada. Una aproximación desde la psicosociología”. Tesis de Maestría. Guatemala, 2004.

Autor imagen: PRIMERA FUENTE

lunes, diciembre 05, 2011

Santiago Feliú: “Yo no fabrico ni vendo canciones”

Cristian Vitale
 
Santiago Feliú
“Soy trovador a secas”, sentencia Santiago Feliú cuando trata de ubicarse en su lugar, hoy. Parte de la trova original sigue por la de las canciones urgentes que emergió junto a la revolución y que tuvo a su hermano Vicente, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola como principales exponentes, y desemboca en la que muchos han dado en llamar la “novísima” trova cubana, la de Frank Delgado y Kelvis Ochoa. “A ésta pertenezco, porque así nos han llamado a los de la segunda generación. Así, o topos, pero igual no me gustan los cartelitos… Pongamos que heredo alguito de todas. Las estéticas y la realidad han cambiado, pero la esencia del trovador como hacedor de canciones poéticas y pensantes es una”, desarrolla este zurdo de la guitarra y las palabras, parado en medio de una gira por la Argentina, que esta noche se planta en La Trastienda (Balcarce 460) con el fin de presentar su décimo y flamante disco: Ay, la vida. “Este disco es como un suspiro, ¿sabes?”, dice Feliú.
–¿En qué sentido?
–A ver: son doce canciones sobre el amor y el amor desamorado, reflexiones poéticas sobre la vida misma, la amistad, la paternidad, una canción sobre Cuba y así… Un poco distinto de lo mismo, un resumen de lo vivido.
–Nada demasiado extraño a su cosecha anterior… esos temas que menciona son recurrentes.
–En algún sentido, sí. Tal vez lo novedoso sea que empecé a componer en el piano, que agarré ya de treintón, y eso le da un toque de distinción no sólo al disco, sino al show. Tardé mucho en editar (Sin Julieta, el disco anterior, lo sacó en 2002) porque sigo pensando al disco como una obra de arte, por eso espero a tener un puñado de canciones logradas y entonces grabar. Voy a mi aire, digamos, sin contratos que me aten a componer sí o sí. No me gusta que hagan zapping con mi disco, trato de que todas en conjunto te lleven a escuchar el disco como un todo. Yo no fabrico ni vendo canciones.
–Ese todo al que alude es como un compendio melancólico. Sus canciones tienen, en general, un dejo de tristeza.
–Porque se originan en la mismísima melancolía (risas). La verdad es que me lo paso payaseando, haciendo chistes, y creo que es para compensar el tango estremecedor que llevo dentro. La música de la tristeza me emociona más que nada; me sale espontáneo, es parte vital de mi creación.
Feliú (49 años, 15 menos que Vicente) pone como ejemplo algunas de las inoxidables canciones que recreará –o estrenará– esta noche en Buenos Aires. Habla de “Iceberg”, de “Sobrevolando un sueño”, “La ilusión”, “Alto al fuego” o “Planeta Cuba” y planta una tensión entre ellas, su propio corpus creativo y aquellos referentes que impiden desprenderlo de un contexto. Habla de León Gieco y su impulso vital para agregar armónica a sus temas (“Por él la toco; él por Dylan y yo por él”); habla del mismísimo Dylan como un misterio, una cosa mítica e intensamente significativa; dice que los Van Van son los Stones de Cuba y le atribuye a Kafka, a su misterio y su narrativa, el pulso textual de muchas de sus canciones (“me alucinó de veiteañero”).
–Pero ninguno tanto como Silvio Rodríguez, se intuye. De él se nutrió en un principio, cuando todo era nada, o casi, y hoy se lo considera su padrino. Fue quien le propuso hacer esa gira por España y América, cuando usted tenía apenas un disco editado, Vida.
–Por supuesto. Conozco a Silvio desde niño. Vicente, mi hermano, es más hermano suyo que mío, porque, como dije, se conocen desde muy jovencitos, armaron junto a otros el movimiento de la Nueva Trova y fueron juntos a la guerra de Angola. A mí me hechizaba escucharlo en casa de mi padre o de mi abuela, donde se juntaban y donde vi nacer y crecer canciones que hoy son clásicas. Silvio es para mí como una mezcla de gurú y padrino, pero sobre todo un gran amigo al que, sin deberle nada, le debo un montonazo. Tuve que superar su potente influencia.
–¿Lo logró?
–Digamos que la gocé, la sufrí y luego la absorbí. Creo que si no hubiera viajado y tocado con él, no se me hubiera desprendido tan rápido, porque enseguida aprendí de Silvio que lo más importante es ser uno mismo.
–Algunos lo llaman “el eléctrico”, otros “el hippie del comunismo”. ¿Cómo acusa recibo de esos apodos?
–Bien. Lo de eléctrico supongo que porque fui el primero de mi generación que se puso a rockear la trova. Y lo de hippie comunista, bueno, fue el título que se le dio a una biografía sobre mí escrita por Juan Pin Vilar. En la contratapa hay unas palabras de Rafael Rojas donde me califica así y no está mal… Tengo mucho de la esencia del hi-ppismo, y como vivo en una sociedad que aspiraba al comunismo pues, bueno, es cierto y gracioso.
–¿Se lleva bien con la revolución, hoy?
–Para mí es algo natural porque nací con ella y forjó una sociedad distinta: pobres pero sanos, con cultura, solidaridad y por supuesto siempre bloqueados y agredidos por las administraciones gringas. La caída del bloque socialista europeo trajo consigo un éxodo masivo, una crisis infernal de la cual nunca salimos del todo pero que se ha ido piloteando preservando y priorizando siempre los principios básicos de educación y salud bajo una cruda austeridad al límite de lo vivible con decoro. Ese es por arribita el planeta Cuba.
–El que refleja la canción con ese nombre, una de las nuevas.
–Claro. Medio siglo siendo diferentes y resistiendo al socialismo que nos impone el capitalismo, distante del que podríamos tener. Mientras en nuestro hemisferio haya niños mendigando o trabajando, la Revolución Cubana tiene sentido. Sólo espero que la revolución sea revolucionada por los jóvenes cubanos. (Tomado de Página 12)
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