viernes, agosto 05, 2011

Marco Tulio Restrepo:Ecuador y la profundización de la democracia



M. M. López • La Habana
Foto: R. A. Hdez. (La Jiribilla)

En días en que se discute con fuerza el papel de los media en Ecuador, Marco Tulio Restrepo, subsecretario de la región Centro Oriente-Tena, del Ministerio de Cultura de Ecuador, presente en el Encuentro-Taller de la Red de Redes en Defensa de la Humanidad, ofreció sus consideraciones a La Jiribilla sobre el rol de la comunicación en la construcción democrática de la nación. Restrepo, además, señaló los principales retos del gobierno y de la intelectualidad de izquierda en un país que busca el Buen Vivir como punto de partida para proponer nuevos modelos de desarrollo en el contexto latinoamericano.
Hace solo unos días, la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) efectuó una visita al Ecuador para “verificar la situación de los medios” a propósito de que el presidente Correa se mostrara rotundo ante los ataques de la prensa burguesa a su gestión de gobierno. ¿Cómo valora la postura del mandatario respecto a este asunto?
Existen nuevos vientos para América Latina. Antes la propuesta ideológica y cultural de la derecha imperaba en toda la región, pero en la actualidad han surgido diferentes gobiernos patrióticos, de izquierda, que creen en la integración. Uno de ellos es el del presidente Rafael Correa, con un programa popular, que realmente rescata la función que debe tener el estado en la planificación, en la economía, en la salud. Esto representa un salto desde el modelo neoliberal impuesto por los otros gobiernos que habían provocado prácticamente la bancarrota del estado ecuatoriano, convirtiéndolo en un estado fallido, inviable. Lo que se está haciendo hoy es recuperar el espacio que tiene la sociedad en defensa de los intereses más caros del pueblo.
En esa perspectiva, se ha dado un retroceso de los partidos tradicionales de la derecha; el espacio que han dejado los socialcristianos, la izquierda democrática, el Partido Liberal, el Partido Renovador Institucional Acción Nacional del exportador bananero Álvaro Novoa, ha sido llenado por ciertos medios de comunicación, especialmente los nacionales. La prensa, la radio o la televisión ya no fungen como informadores o conductores de la opinión, sino como actores políticos. Jugando ese papel, son los medios lo que hacen la oposición al presidente Correa.
Si bien no es la totalidad de la prensa, los medios más importantes dentro del país han iniciado una campaña para bloquear, para deslegitimar, para desprestigiar el trabajo del gobierno, hasta el punto de efectuar ataques de manera personal, como ocurrió en el periódico El Universo contra el propio Presidente. El articulista que cuestionó a Rafael Correa estaba en contubernio con los dueños del periódico, miembros de la oligarquía más rancia de Guayaquil. A partir de este hecho, el Presidente ha asumido una posición frontal en contra de lo que significa que los medios se conviertan en actores políticos, distorsionando totalmente el papel que deben jugar en la sociedad.
Como alternativas, en el Ecuador y otros países de América Latina se impone la propuesta de la radio, la televisión y los periódicos públicos, que actúan como contrapeso ante la desinformación provocada intencionalmente por  aquellos sectores. La lucha ideológica que tiene que darse pasa, sin duda alguna, también por los medios de comunicación, los cuales pueden vehiculizar las nuevas ideas sobre la integración latinoamericana, para recoger el legado  de nuestros próceres, de la patria Grande, de Nuestra América, de la posibilidad de construir un espacio donde los latinoamericanos no seamos subordinados a las políticas imperiales de los EE.UU.
Los medios de comunicación de la derecha en nuestro país se encuentran en el centro de una cruzada en contra de una ley que fue sometida a consulta popular con toda la ciudadanía por parte del Presidente, para la aprobación, entre otras medidas, de aquella que plantea que los dueños de los medios no deben tener intereses en los sectores financiero, económico o productivo, como sucedía antes. Por otro lado, hay una Ley de Comunicación en la Asamblea Nacional impulsada por el partido de gobierno y por el Partido Socialista de Frente Amplio para definir incluso los contenidos de los medios, que hasta hoy tienen carácter sexista, violento, de una creación de antivalores relacionadas con el narcotráfico, con el dinero fácil, con el asesinato. Alrededor de la Ley de Comunicación se ha aglutinado toda la derecha para tratar de bloquear su aprobación e incumplir con el mandato dado por el pueblo ecuatoriano en las urnas a través de la consulta popular.
En el Encuentro de la Red de Redes se ha debatido acerca de la relación estado-gobierno-ciudadanía. ¿Cómo se maneja en Ecuador el asunto de ciudadanizar la política y politizar la ciudadanía?
Hay una diferencia entre estado y gobierno, y el estado es una instancia de mediación social amplia, mientras el gobierno es lo que el Ecuador logró a través de una alianza entre el Movimiento País y el Partido Socialista de Frente Amplio. El gobierno está lanzando propuestas, apoyando un programa a favor de la ciudadanía que habrá que profundizar y radicalizar. El estado, en tanto instancia mayor, tiene reductos como la Corte de Justicia, que antes había sido un espacio para la derecha, para la oligarquía, para los privilegiados. Ahora el presidente Correa, con una comisión tripartita, ha podido hacer las reformas que el pueblo ecuatoriano necesita para que exista realmente justicia en el país.
La relación entre partidos, movimientos y gobierno está, como todas las construcciones, no exenta de conflicto. Sin duda, habrá problemas hasta que no se entienda que los cambios deben ser sintonizados en función de objetivos y de programas concretos. Muchas veces ciertos sectores que exigen una mayor radicalización terminan haciéndole el juego a la derecha y no entienden que los cambios tienen sus propios ritmos y que el corporativismo, la defensa de espacios pequeños al interior de la sociedad, no tiene cabida como agenda dentro del presente gobierno.
El gobierno tiene que profundizar el sentido de la democracia, debe existir un estado que permita el debate de todo lo que se está haciendo a todos los niveles, como garantía para poder avanzar.
Hay, en efecto, algunos temas pendientes dentro del nuevo gobierno. Con respecto a la reforma agraria, los socialistas hemos estado impulsando un proceso de discusión que permita la realización de la misma en el Ecuador, porque una de las deudas que tiene el gobierno de revolución ciudadana es la estructura de la tenencia de la tierra, totalmente injusta para miles de campesinos, indígenas, cholos, negros y montubios. La constitución de estos sujetos como actores políticos es otra de las tareas que debemos emprender para dotar al proceso de cambio de ciudadanía, de quienes en definitiva serán los garantes de la transformación que buscamos.
¿Hasta qué punto los intelectuales de una izquierda que parece sufrir un proceso de fragmentación y de invisibilidad en la región, tiene, en el Ecuador, la oportunidad de acompañar críticamente las transformaciones y de convertirse en una voz escuchada, nuevamente visible?
Todo proceso de este tipo es un camino difícil, lleno de discrepancias, conflictos, visiones diferentes al interior de la sociedad. Los procesos políticos deben estar necesariamente cruzados por ciertas discrepancias sobre cómo llevar adelante los cambios. En Ecuador ha sido muy favorable la alianza entre el PS y el Movimiento País del presidente Correa. El PS, con décadas de existencia, ha mantenido una ideología clara respecto al cambio. Otros sectores de la izquierda han tomado distancia por diferentes razones: unos defienden el corporativismo y la gremialización dejando de lado los intereses más altos del pueblo; otros sectores más radicales miran el proceso de la revolución ciudadana como el sostén de una política extractivista, sin tener en cuenta, por ejemplo, que el Presidente ha definido el rol de las compañías petroleras sin concesiones ni imposiciones de precios y manteniendo la soberanía con participación.
Los diferentes puntos de vista han hecho que algunos sectores se separen del proceso de cambios. En la actualidad, lo más importante es medir el momento histórico en que se vive, apuntalar las transformaciones y entrar en un proceso de discusión y de democratización de la política mucho más amplio. Donde no hay democracia, no existe la posibilidad de generar ese hombre nuevo del que habló el Che, un hombre que no olvide a las masas empobrecidas de la ciudad y del campo.
En la pasada Feria del Libro de La Habana, la Ministra de Cultura de Ecuador se pronunció sobre las perspectivas del proyecto integracionista ALBA-TCP en torno a la cultura en la región. ¿Qué esperanzas depositan los intelectuales del área, y de su país específicamente, en esta iniciativa?
Dentro de su administración y sobre una discusión colectiva, Érika Silva ha definido los ejes programáticos del Ministerio de Cultura en Ecuador, en torno a la descolonización, la reivindicación de los derechos culturales, la nueva identidad contemporánea y los emprendimientos culturales. El asunto de la integración pasa por la descolonización de los saberes y de los poderes, es decir, de la mente y de las formas en que el colonialismo pervive obviando las diferencias y atacando a los procesos de unidad latinoamericana.
En el Ecuador, el gobierno del presidente Correa es el primero que ha dado pasos hacia políticas efectivas de integración. El estar dentro del ALBA es ya una respuesta a lo que significa ceder a la imposición, a la dominación, a las políticas neoliberales que tanto daño han hecho al país. Estamos liderando la nueva arquitectura financiera de la región con el Banco del Sur, y promoviendo el Sucre para dejar de lado al patrón dólar. Creemos que los países bolivarianos, los países latinoamericanos, deben tener propuestas distintas desde el punto de vista financiero, sacar los recursos y reservas de los EE.UU., en contra de las formas impuestas por el FMI y el BM. Desde nuestro punto de vista es el camino señalado desde Bolívar y Martí, para quienes tenemos una historia y un destino común.

Daniel Viglietti: Canción para “nuestramérica”



Yinett Polanco • La Habana
Fotos: R. A. Hdez. (La Jiribilla)

Cuando habla, Daniel Viglietti parece como si llevase su guitarra al hombro. Su tempo pausado al hablar le permite descubrir pequeños detalles, ocultos para un observador menos avezado. En las conversaciones no dice mucho, pero hacer un aparte con él, en un Encuentro donde se reúnen filósofos, historiadores, economistas… ofrece la posibilidad de mirar la realidad de un continente que a diario lucha por reinventarse a sí mismo desde el prisma de la canción inteligente. Mientras conversamos, uno no puede dejar de recordar que ese hombre con tanta tranquilidad en la mirada vivió 11 años en el exilio y que la campaña por su liberación la encabezaron intelectuales como Jean Paul Sartre, Julio Cortázar y Oscar Niemeyer. Para este uruguayo, coterráneo de Mario Benedetti y Juan Carlos Onetti, asistir al Encuentro-Taller de la Red de Redes en Defensa de la Humanidad, le hace sentirse “nuestroamericano”.
“Desde la primera vez que vine a Cuba en 1967, al encuentro de la Canción Protesta —dice— concienticé que era nuestroamericano. En aquel momento decíamos latinoamericanos o de América Latina y del Caribe. Antes de llegar a Cuba en el 61, había escrito una canción llamada ‘Canción para mi América’ ese mi, no era egoísta, sino que significaba cómo muchos sentíamos que era Nuestra América, como bien lo había dicho José Martí. Muchas décadas más tarde, en una canción que escribí para aquella Nicaragua sandinista de los comienzos, llamada ‘Declaración de amor para Nicaragua’, se me ocurrió crear un neologismo que es ‘nuestromericano’ porque la canción dice ‘es nuestroamericano el compañero’, refiriéndose a Sandino y a todo ese proceso.”
“Al estar de nuevo en Cuba, después de algunos años sin llegar, retomé esa sensación porque aquí hay un contacto inmediato con muchas tribus latinoamericanas, gente de diferentes tierras, por eso tengo una alegría adicional a la de estar en Cuba, que es la de estarme confirmando junto con tantas compañeras y compañeros como ‘nuestroamericano’”.
Además de su labor como trovador, Viglietti ha dedicado gran parte de sus esfuerzos al trabajo con los medios de comunicación. Aquel que en 1939 fuera nombrado Secretario de redacción del semanario Marcha, no ha dejado desde entonces de duplicarse entre la sensibilidad del trovador y la objetividad del periodista. Ante el reclamo de alternativas concretas que inundó el debate que durante tres días tuvo lugar en la Casa del Alba, Viglietti anunció que haría una serie de programas para divulgar las discusiones.
“Indiscutiblemente hay que tener para ello un gran poder de síntesis —afirma—, es una tarea difícil el sintetizar este tipo de encuentro en programas que pueden ser uno, dos, tres, de media hora de duración, donde hay además música, por lo que voy a hacer minientrevistas con algunas personas para divulgar ese diálogo, para que sea más audible, porque es necesario que la persona que esté escuchando se interese, esté atenta. Tengo un programa de radio llamado Tímpano, que se transmite toda la semana, y otro de televisión en una serie, llamado Párpado, dos palabras esdrújulas, porque me gustan mucho las esdrújulas.
Antes de venir dejé dos programas de radio preparados sobre Cuba, uno de ellos sobre el 26 de Julio. A mi regreso voy a empezar a preparar estos diálogos con personas interesantes. El trovador, que es mi oficio principal, le da espacio también al comunicador, a veces el cantor le dice al comunicador: déjalo crear más discos. Y a veces el comunicador viene y le dice al cantor: por favor, queremos más programas. Es una duplicación de tareas y a esta altura de la vida, 72 años, no es simple cómo seguir adelante, cómo administrar el tiempo. Me habían dicho que de viejo se tenía más tiempo, pero es todo lo contrario”.
Cree Viglietti que la utilidad de este tipo de encuentros está precisamente en la posibilidad que les brinda a los intelectuales y artistas de reunirse, de encontrar un espacio para pensar el mundo. “Hemos sido siempre muy balcanizados, muy divididos, este tipo de encuentros son precisamente esfuerzos contra eso, contra esa división, para que nos comuniquemos más entre países que a veces estamos relativamente cercas y nos conocemos poco. En ese sentido, la canción en sí misma es un elemento comunicante, a pesar de las dificultades a través de los medios, que cercenan mucho la divulgación de cierta música, de cierta canción y dan lugar a algo muy comercial, perentorio, mediocre. La gran mayoría de los materiales difundidos en la generalidad de las emisoras de Nuestra América son alienantes, terriblemente cercenante de los valores culturales que circulan en tanta trova, en tanta poesía y literatura, de manera que ese esfuerzo hay que difundirlo a partir de trabajos en radios, televisoras, escribiendo en revistas, es un trabajo incesante, de hormiga. Frente a un mundo que es un tiranosaurio, la hormiga debe hacer su camino en un viaje sin fin, porque nunca se va a llegar al ser humano nuevo, entre otras razones porque el ser humano nuevo se desplaza, aparecen otros factores que obligan a seguir el camino, es tan móvil como un horizonte. Eso lo tenía muy claro el Che, que no fue solamente el Guerrillero Heroico, sino el maestro de todos nosotros, un pensador nada dogmático, crítico. Él nos enseñó que es necesario tener oídos, ojos para la realidad y no caer en el dogma, en el homenaje automático a ciertas ideas, sino que hay que discutirlas permanentemente y luchar por que no se distorsionen”.
 

Los peligros de la militarización en América Latina


Ana Esther Ceceña • La Habana
Fotos: Iván Soca y R. A. Hdez. (La Jiribilla)

Las lógicas del poder, que se transforman aparencialmente de acuerdo a las situaciones y circunstancias históricas, adoptan formas imperiales, como las que se expresan con los procesos de militarización, pero también formas “consensuales” para imponer sus reglas del juego. Los “acuerdos” aprobados en la OMC (Organización Mundial de Comercio), las reglas legitimadas del FMI (Fondo Monetario Internacional), las disposiciones perversas de los tratados de libre comercio e incluso las reglas de las democracias formales que padecemos son algunas de las más destacadas formas de establecimiento consensual de las relaciones de dominación. El imperialismo es una de las formas que asume la dominación, pero no es la única. Con la desaparición del imperialismo no se resuelve la dominación que abarca dimensiones tan complejas como las de las relaciones de género, de cultura, de lengua y muchas otras que significan las prácticas relacionales en los micro y macroniveles.
 

Como estudiosos de los fenómenos económicos y sociopolíticos contemporáneos, como pensadores críticos y actores políticos, estamos obligados a ser muy precisos y desentrañar la sustancia oculta de estos sin simplificaciones abusivas que en vez de contribuir a una buena comprensión y al diseño de estrategias de lucha inteligentes, nos lleven a enfrentamientos de conjunto, incapaces de penetrar por las porosidades del poder.
 
En la lucha de los pueblos americanos, el problema no se terminaría aboliendo las relaciones de explotación, aunque seguramente es un punto fundamental, sino que tenemos que enfrentar simultáneamente problemas de clase, de discriminación racial, de género y muchos otros que tienen que ver con la difícil conformación de una socialidad impuesta, contradictoria y resistida. La colonización no solo se realizó en la esfera del trabajo o de la producción, sino que sobre todo se enfocó a los cambios de mentalidad, a la extirpación cultural e histórica de los pueblos mesoamericanos, caribeños y andinos, a la conquista de las mentes.
 
La esencia de las relaciones sociales, de las relaciones entre sujetos que no están establecidos o conformados de una vez y para siempre, no emanan “naturalmente” de las estructuras. Los sujetos se construyen a sí mismos en el proceso social, en la lucha, en la resistencia y a través de esa lucha es que se van modificando también las formas y modalidades de la dominación.
 
No sería posible explicar de otro modo la tónica militarista que invade las escenas de la “libertad de mercado” impulsadas por el neoliberalismo como mecanismo privilegiado de reordenamiento social. No hay más libre mercado, si es que lo hubo. Las normatividades que se van estableciendo universalmente por la vía de los tratados económicos y de las negociaciones en organismos internacionales como la OMC, no propician la libertad sino la imposición; pero además se acompañan, cada vez más, de medidas de control militar y militarizado ahí donde el rechazo de la población se manifiesta de forma organizada y/o masiva.
 
La modalidad militarizada del capitalismo de nuestros días juega con mecanismos de involucramiento generalizado y aborda “científicamente”1 la dimensión simbólica y de creación de sentidos que permite construir un imaginario social sustentado en la existencia de un enemigo siempre acechante y legitimar la visión guerrera de las relaciones sociales y las políticas que la acompañan (Ceceña, 2004). Esto supone que la militarización de las relaciones sociales es un fenómeno complejo que no se restringe a las situaciones de guerra abierta, sino que incluye acciones de contrainsurgencia muy diversas, que comprenden el manejo de imaginarios, todos los trabajos de inteligencia, el control de fronteras, la creación de bancos de información de datos personales, la introducción de nuevas funciones y estilos en las policías ocupadas de la seguridad interna, e incluso la modificación del estatuto de la seguridad en el conjunto de responsabilidades y derechos de los estados.
 
Caracterizar el momento actual sobre la base de la militarización de las visiones y estrategias hegemónicas no descarta la identificación de la guerra, de la sustancia de la guerra, como un elemento inmanente, consustancial, a las relaciones capitalistas. Pero si bien la guerra es solo otra forma de entender la competencia, históricamente se van modificando los énfasis o los terrenos en los cuales se desatan las estrategias de clase, en este caso de la clase dominante, y en que se configuran las diferentes modalidades o momentos en las relaciones de dominación. Hace algunos años nadie hablaba del militarismo como elemento dominante y, sin embargo, estábamos en este mismo sistema. Se hablaba del neoliberalismo, del mercado, de que el eje ordenador de la sociedad eran las relaciones de mercado y que era a través de estas relaciones de mercado como se disciplinaba y como se concebía a la sociedad en su conjunto.
 
Hoy eso nos es insuficiente para entenderla, pero también le es insuficiente al poder para reorganizarla y controlarla; entre otras cosas porque es una sociedad que se mueve tanto, que se insubordina tanto, que no permitió que el mercado la disciplinara, obligando a los poderosos a usar otro tipo de herramientas. No quiere decir que el mercado desaparezca como disciplinador, quiere decir que la dimensión militar se sobrepone al mercado desplazándolo de su carácter de eje ordenador, que la visión del mundo adopta un contenido particularmente militarizado, y que es a partir de la visión militar que la totalidad no solo se reordena sino que cobra un nuevo sentido.
 
La hegemonía consiste en universalizar una visión del mundo, pero la universalización se hace de muchas maneras. A través de imágenes, a través de imposiciones, de discursos, de prácticas.

Con respecto a la militarización de los últimos tiempos, la batalla más importante la están ganando los poderosos en el terreno cultural, a través de una serie de mecanismos entre los cuales destacan los medios de comunicación. Están ganando la batalla en la medida en que logran convencer de que el mundo es un lugar de competencia, de disputa, en el que tenemos que batirnos unos con otros para ocupar nuestro espacio, por lo demás, siempre incierto. Tenemos que competir entre nosotros por un empleo, por los planes de desempleo, por la seguridad social. Batirnos a muerte por ser incluidos en el reino de los explotados y precarizados, como si esa fuera nuestra utopía de mundo para el futuro.
 
Esa batalla cultural es una batalla por la construcción de sentido, no es de colocación de bases militares. La militarización se está metiendo en las cabezas y no solamente en las bases militares. Se está metiendo en las leyes, antiterroristas o simplemente de control de movimientos como son los regímenes de tolerancia cero que nos convierten a todos en sospechosos.
 

Percibo que en términos de los paradigmas de militarización para América hay una construcción de capas envolventes en las cuales se van abarcando diferentes dimensiones de establecimiento de relaciones de sometimiento. Entre esas capas envolventes se encuentran, como círculos concéntricos, los cambios de normatividad, el establecimiento de normas continentales para la seguridad interna, el cuidado de las fronteras, los ejercicios militares en tierra, los ejercicios en los ríos y canales de internación en los territorios, el establecimiento de una red continental de bases militares y los ejercicios navales que permiten circundar todo el continente, estableciendo una última frontera, más allá de las jurisdicciones nacionales.
 
Desde Irak hasta la Patagonia, los poderosos han puesto hoy especial cuidado en construir una legalidad que justifique sus acciones de intromisión. Ante una legitimidad fuertemente cuestionada se generalizan las leyes antiterroristas que tienden a crear, por un lado, una complicidad entre todos los estados y por esa vía van imponiendo políticas y juridicidades supranacionales y, por el otro, una paradójica situación similar a la de un estado de excepción permanente en el que todos los ciudadanos serán rigurosamente vigilados porque todos son sospechosos, aunque todavía no se sepa ni siquiera de qué. Generalmente de pretenderse sujetos. El derecho se coloca al servicio de la impunidad aunque se reivindique democrático y los cuerpos de seguridad empiezan a construir el panóptico que vigila desde todos los ángulos: con cámaras de video en los bancos, en los semáforos, en las calles transitadas; que permite la intercepción telefónica en casos que así lo ameriten; que permite la tortura cuando se trata de detenidos catalogados como terroristas sin ningún juicio previo, y que admite la detención de cualquier ciudadano sin orden de aprehensión previa, simplemente para investigar. Es decir, se trata de imponer la cultura del miedo en una población que no podrá saber previamente a la detención si era sospechosa de algo, como medio para paralizar y disuadir de conductas terroristas o insurgentes. Los delincuentes comunes tienen construida toda otra red de relaciones que solo casualmente son tratados de acuerdo a estas mismas normas.
 
Como parte del panóptico y nuevamente como otra de las paradojas de los discursos del poder, al lado de la pregonada libertad de tránsito para las mercancías, las inversiones y los cuerpos de seguridad, se ha ido restringiendo cada vez más el libre tránsito de personas. Los mejores y más trágicos ejemplos son las fronteras impuestas al pueblo palestino en su propia tierra y los muros de contención a migrantes desesperados en la frontera entre México y EE.UU. y en el sur de España, no obstante, las fronteras no siempre se cierran de manera tan visible y evidente. Mucho más sutil pero quizá más peligroso por la amplitud y alcances que puede llegar a tener es el control de inteligencia que hoy utiliza los adelantos de la tecnología para aprovechar el tránsito a través de las fronteras como mecanismo de seguimiento personalizado. El panóptico se materializa en las nuevas fotografías que incluyen los pasaportes, con reconocimiento de iris o con otro tipo de identificación biogenética que inmediatamente incorporan los movimientos de la persona a un banco de datos centralizado en EE.UU. y que está a disposición de los servicios migratorios de la región (en el caso nuestro del continente americano) como en otro momento y con menos recursos tecnológicos ya se hizo con el Plan Cóndor. La eficacia macabra con la que el Cóndor desarticuló los movimientos sociales en los años de las dictaduras militares en América del Sur tiene hoy posibilidades multiplicadas al poder usar tecnologías que son a la vez mucho más precisas y mucho más abarcadoras; sin embargo, tiene en contra, evidentemente, el aprendizaje de los pueblos y su capacidad de lucha y resistencia.
 
Este control de fronteras y la imposición de leyes con implicancias supranacionales, combinado con la dilución de los límites internacionales, convierten en una ilusión las soberanías nacionales. La pretensión de privatizar las aduanas de México, los tratados transfronterizos para la gestión de recursos naturales que caen bajo la jurisdicción de más de un estado y que están permitiendo evadir leyes nacionales, por ejemplo, son mecanismos de conculcación de soberanía. En el acuífero Guaraní, por citar un caso muy delicado y relevante, la negociación se hace entre los cuatro países implicados y con la intervención de EE.UU. (en el esquema del cuatro más uno) mediante el apoyo experto del Banco Mundial. Lo mismo ocurre con selvas, oleoductos u otros recursos que pasan a ser tratados ya sea como novedosos y por tanto no contemplados en las legislaciones nacionales, ya sea como problemas de “seguridad nacional”. Y en este continente se sabe que seguridad nacional es seguridad de EE.UU. en el territorio que no es de EE.UU., o no solo en territorio que es de EE.UU. Las fronteras, que hasta ahora eran custodiadas por las fuerzas garantes de la seguridad interna en la vieja acepción, hoy se han convertido en zonas de seguridad estratégica custodiadas cada vez más por los cuerpos de seguridad del gendarme mundial.
 
En diversos casos los ríos o lagos son los que marcan las fronteras. Pues bien, estos son justamente los espacios privilegiados de localización de los ejercicios militares conjuntos (con EE.UU., se entiende) actualmente. Los ríos son un canal de penetración muy distinto al que se estaba utilizando cuando se hacían los ejercicios directamente en tierra y permiten además no solo la utilización de fuerzas anfibias, sino la definición de actividades tanto en agua, como en tierra, matando dos pájaros de un tiro. En esta situación se encuentra la zona del río Paraná, y en algún momento estuvo la del río Usumacinta, entre México y Guatemala. Curiosamente, cuando se trata de ejercicios ribereños, es más fácil evadir la aprobación de los Congresos de los países limítrofes porque el río aparece como territorio relativamente neutro. Es como si se estuviera ante una legislación ausente o vacía ya que se refiere a un territorio fluido y no fijo.
 
Una de las capas envolventes más importantes por su capacidad de influir en los modos de uso de los territorios y en los modos de control de los sujetos críticos consiste en la colocación de bases militares de EE.UU. en puntos seleccionados del continente con dos propósitos explícitos y evidentes: garantizar el acceso a los recursos naturales estratégicos y contener, disuadir y/o eliminar la resistencia ante las políticas hegemónicas y la insurgencia abierta. Actualmente, EE.UU. cuenta con un sistema de bases que ha logrado establecer dos áreas de control:
 
1. El círculo formado por las islas del Caribe, el Golfo de México y Centroamérica, que cubre los yacimientos petroleros más importantes de América Latina y que se forma ya no solamente con las bases de Guantánamo, Reina Beatriz, Hato Rey, Lampira, Roosevelt, Palmerola-Soto Cano y Comalapa, como fue hasta 2009, sino que ahora incorpora las nuevas posiciones convenidas con Colombia (7), Panamá (11) y Honduras (2), además de las bases itinerantes, mucho más flexibles, ubicadas en los 43 buques de guerra que Costa Rica ha permitido actuar en sus aguas territoriales desde julio de 2010.
2. El círculo que rodea la cuenca amazónica bajando desde Panamá, en el que el canal, las riquezas de la región y la posición de entrada a América del Sur han sido esenciales, y que se forma con las bases colombianas ya viejas (Larandia, Tres Esquinas, Caño Limón, Marandúa y Riohacha), con las posiciones que comparten en Perú (Iquitos, Pucallpa, Yurimaguas y Chiclayo), y con todas las nuevas de Colombia y Panamá.
 
Algo que podría ser concebido como la última frontera o la capa envolvente más externa, está conformada por los ejercicios militares en los océanos Pacífico y Atlántico y en el mar Caribe: en todo lo que circunda a América Latina. Hasta ahora la percepción que se tenía era la de ejercicios circunstanciales y esporádicos y en parte por esa razón no se les ha concedido demasiada importancia. Mucho menos se les ha considerado parte de la estrategia continental de control. Sin embargo, se trata de ejercicios sistemáticos, que permiten realizar un patrullaje constante alrededor de América Latina y mantener ahí una presencia más o menos permanente. Son ejercicios que tienen un carácter secuencial, evolutivo, y que marcan en verdad un circuito de frontera que, por ser externa a las aguas territoriales de los países correspondientes, queda a cargo, nuevamente, del gendarme mundial a través de su IV flota.
 
Ahora bien, estas capas envolventes, que atañen a América Latina en su conjunto, van a estar focalizadas en tres áreas distintas en las que parecen atender a tres estrategias diferenciadas. Esas tres subregiones se caracterizan también por tres paradigmas distintos de dominación y sus diferencias geopolíticas son muy claras. En los tres casos, por diferentes razones, se trata de puntos estratégicos tanto por los recursos que albergan, como por su posición geográfica específica.
 
La primera región es la constituida por Colombia y su área circundante. Yo destacaría dos elementos en este caso, relacionados con la estrategia contrainsurgente y de ocupación militar: 1. el experimento de la polarización, acompañado de una sistemática ruptura de tejido comunitario, para valorar hasta dónde es posible dominar, controlar e incluso hegemonizar a través de un esquema de polarización exacerbada con solo dos opciones antagónicas, y 2. hasta dónde es posible, a partir de asentamientos o de construcciones sociales como la colombiana, el control de la que EE.UU. considera la mayor amenaza hoy en el continente, que es Venezuela, evaluando el carácter de las tensiones fronterizas que se desarrollan y la capacidad de control de la insurgencia venezolana desde Colombia.
La segunda subregión es la del Caribe y la cuenca del Golfo de México, extendida hasta Venezuela. La estrategia regional en esta zona avanza por dos líneas: la ocupación directa por un lado, y la creación de acuerdos que propician la extraterritorialidad de EE.UU., asumida por el Comando Conjunto mediante el establecimiento de la jurisdicción del Comando Norte del ejército abarcando el área Canadá-EE.UU.-México completa, por el otro.
El enclave paradigmático de ocupación directa en este momento se localiza en Haití, aunque, evidentemente, con fuertes implicaciones para Cuba. Haití es un caso muy importante porque es donde se está ensayando otra manera de establecer la hegemonía a través de la complicidad casi obligatoria de todos los ejércitos del continente, sin olvidar la de Francia, que asegura tener ahí un conflicto de intereses. La ocupación de Haití, así sea por los llamados cuerpos de paz, es una ocupación militar impuesta. Todos sabemos que la figura de cuerpos de paz fue creada como parte de los mecanismos de penetración contrainsurgente de la USAID en los momentos inmediatos posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Aunque ahora esta figura esté sancionada por la ONU, la conformación latinoamericana de los ocupantes de Haití está involucrando una estrategia que hasta ahora no había tenido éxito, y es que los países de América Latina todavía no acaban de aceptar en las Conferencias Hemisféricas la construcción de la fuerza militar hemisférica, como fuerza multinacional, porque saben el riesgo que tiene en términos de pérdida de soberanía y, sin embargo, en los hechos ha sido puesta en funcionamiento a través de su participación en Haití; son soldados latinoamericanos los que están a cargo del disciplinamiento y la represión al pueblo haitiano, de la destrucción de sus organizaciones políticas en razón de su supuesta incapacidad para autogobernarse.
Después del terremoto de 2011 la ocupación militar de Haití cambió de carácter, pues fue directamente el Comando Sur quien se estableció en este territorio, subordinó a la misión internacional de la ONU y tomó el control de las comunicaciones y del funcionamiento interno del país, estableciendo un enclave militar de primer nivel en el centro del Caribe.

La línea de la extraterritorialidad que ha impulsado EE.UU. avanza en el otro costado del Golfo de México bajo el manto de un acuerdo, una “alianza”, que construye como fronteras externas las que circundan el bloque trinacional de América del Norte. Frontera externa compartida que debe ser defendida en colaboración por los cuerpos de seguridad y fuerzas armadas de los tres países cuyos territorios conforman el área de seguridad interna. La Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN), mediante un acuerdo ejecutivo no sometido a las instancias de representación ni mucho menos a la sociedad en su conjunto, ha entregado la soberanía, de manera voluntaria, a las fuerzas del orden de EE.UU. y abrió la puerta para implantar el Plan México (Iniciativa Mérida), que combina y en cierto sentido supera al Plan Colombia.
De este modo, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) se amplía hacia la integración energética que resolverá la crisis de EE.UU. en este renglón y hacia la integración de políticas y acciones de seguridad bajo los criterios dictados por el Comando Conjunto de EE.UU. que incluyen, entre otras cosas, la misión de garantizar el acceso irrestricto a los recursos considerados indispensables para la seguridad nacional (de EE.UU., claro). Es decir, las riquezas de México quedan legítimamente encadenadas a los intereses estratégicos estadounidenses, además de la extensión de las medidas adoptadas después del 11 de septiembre de 2001 en la Ley patriótica, referentes al combate a la subversión, terrorismo y disidencia. La conculcación de derechos ciudadanos a que se ha sometido al pueblo estadounidense se extiende al tratamiento de los pueblos canadiense y mexicano.
 
Desde una perspectiva geopolítica, poner a las fuerzas de seguridad estadounidenses como custodia de las fronteras mexicanas no afecta solamente a los mexicanos, sino a toda la región caribeña y centroamericana.
 
Con la ASPAN, la Iniciativa Mérida y la ocupación de Haití; con las bases militares y los patrullajes y ejercicios constantes en esta región se garantiza el cuidado de las cuencas petrolíferas del Golfo de México y Venezuela; se controlan los pasos más importantes de los migrantes y las drogas; se mantiene bajo vigilancia los procesos cubano, venezolano y en general del bloque del ALBA; y se sienta el precedente de los nuevos tratados de integración que se intenta imponer en el continente y que han permitido recientemente la creación de la Iniciativa de Seguridad del Caribe.
 
El otro eje del paradigma, el otro ensayo de estrategia, es el caso de Paraguay. Corazón de una subregión que si bien ha sido escenario de acción de dictaduras militares que se significaron por su creatividad perversa en todo tipo de torturas y por ser máquinas implacables de desaparición y muerte, hasta ahora solo tenía la base de Mariscal Estigarribia, con una pista de aterrizaje para tránsito pesado en el centro de la zona hidrocarburífera (el Chaco). Los ejercicios conjuntos en Paraguay han sido sistemáticos y hoy se complementan con la instalación de una Base de Operaciones en la zona norte, concedida a EE.UU.
 
El cono sur concentra una enorme porción del agua dulce del planeta en sus abundantes ríos y lagos, en los acuíferos subterráneos y en los glaciares del sur, además de minerales y otros recursos valiosos como petróleo y gas, particularmente en Argentina y Bolivia. Es en este sentido de una importancia indudable.
 
El sobredimensionamiento de la presencia militar estadounidense en la región amazónico-caribeña ocurrido en los últimos cinco años principalmente, hace pensar en que los próximos movimientos se harán hacia el sur, intentando llenar los vacíos o escasos posicionamientos en el cono sur.
 
Paraguay ha sido hasta ahora uno de los principales puertos de entrada y es donde tienen ya sentadas algunas posiciones importantes. Perú es el otro punto con el que se logran tender algunos entramados que en conjunto permiten un control bastante aceptable de la región.
 
Las nuevas elecciones en Perú podrían significar un cambio en las posibilidades de EE.UU. en esta región, pero es previsible que la estrategia trazada previamente siga su curso y vaya permitiendo una nueva situación de dominio y articulación continental a través de la Alianza del Pacífico, del nuevo estilo del protagonismo colombiano con el presidente Santos y de la complicidad de las oligarquías locales con los proyectos de Washington.
 
Para nosotros, pensadores críticos y luchadores sociales, esta coyuntura abre nuevos retos y desafíos más profundos.
 
Nota:
1- Así como la introducción del taylorismo y fordismo supuso un estudio cuidadoso de los procesos de trabajo y su transformación “científica” con base en su desagregación en tiempos y movimientos, a la vez que el ambiente y organización del trabajo era objeto de la aplicación de dinámicas de estimulación y corresponsabilidad, recientemente los estudios sobre sistemas complejos experimentan con estímulos al comportamiento de colectivos diversos, y los medios de comunicación buscan las mejores alternativas para la creación de sentidos, no solo en términos de contenidos, sino de imágenes y manejo de tiempos y secuencias. Todo esto vinculado a los campos de control y contrainsurgencia directamente generados por el Comando Conjunto de EE.UU.

Declaración de la Red de Intelectuales y Artistas En Defensa de la Humanidad


Un fuego encendido contra la noche oscura
La Habana

Después de 500 años de resistencia y en el momento de celebración de los bicentenarios de la Independencia, el planeta se encuentra frente a una nueva ofensiva devastadora de EE.UU. y los poderosos del mundo. La lucha tenaz de vastos movimientos populares y gobiernos revolucionarios y progresistas por la democracia, la justicia social y el derecho a ejercer su identidad —en el Norte de África, el Oriente Medio, el Sudeste de Asia, el Caribe y la América Latina— es confrontada con nuevos escenarios de guerra con modalidades múltiples que abarcan todas las dimensiones de la vida y de los territorios.
La civilización creada por el capitalismo, incapaz de resolver los problemas generados por su propio desarrollo, los exacerba en su avance implacable contra la naturaleza y contra la humanidad.
Nuestra América ocupa un lugar destacado en esta crisis general. La presencia de realidades nuevas, que se manifiesta en la integración, cooperación solidaria y esperanza que significa la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA), y organismos como la Unión de Naciones del Sur (UNASUR) y la naciente Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), enfrentan la renovación en escala ampliada de viejos factores de riesgo y dibujan un escenario de ocupación total. Con 20 nuevas bases militares de EE.UU.; con golpes de Estado como vieja-nueva estrategia imperial; con acuerdos de seguridad, invasores de las soberanías de los pueblos; con ejercicios de entrenamiento y patrullaje permanentes; con megaproyectos como el Plan Puebla Panamá y la Integración de la Infraestructura Regional de Sudamérica se tienden las condiciones para la transformación masiva de nuestras riquezas hídricas, bióticas, energéticas y mineras en nuevo capital natural y de nuestras riquezas culturales en capital humano y mercancía intelectual.
Ante la catástrofe civilizatoria la disyuntiva es de vida o muerte. Nuevas formas de dominación, apropiación y expansión del capitalismo conducen a nuevos desafíos que nuestros saberes deben aprender a enfrentar. Es necesario fortalecer nuestras capacidades de intelección para descifrar y adelantarnos a esta carrera suicida.
Es urgente consolidar las bases sobre las que se levante un mundo emancipado, sin colonialismos, sin colonias ni imperios, sin esclavitud ni racismos, sin sometimiento de ninguna forma de vida.
El diálogo entre las cosmovisiones y las tradiciones liberadoras de la humanidad, la poesía, los cantos, la danza, el arte y la imaginación creadora de nuestros pueblos contribuirán a encontrar los nuevos lenguajes y decisivos caminos para la emancipación material, cultural y espiritual, en el abrazo con todos los pueblos de la Tierra.
Por esto, intelectuales y artistas de América Latina y el Caribe nos proponemos:
1. Movilizarnos en contra de las guerras y expansiones territoriales de los poderosos del mundo, en cualquier parte que ocurran.
2. Luchar por una democracia participativa de amplia base popular, respetuosa e incluyente de nuestras diversidades, que amplíe los espacios políticos de acuerdo entre las visiones y prácticas culturales diferentes y garantice condiciones de justicia, paz, autodeterminación e independencia de todos los pueblos.
3. Como parte del proceso emancipatorio general, celebrar y defender los logros y conquistas de los movimientos sociales y de los gobiernos revolucionarios y progresistas, sin dejar de trascenderlos en pos de alcanzar los amplios horizontes que dibujan nuestras utopías.
4. Movilizar todas nuestras energías para lograr la desmilitarización y la salida de las fuerzas extranjeras de Haití, agravio contra la dignidad, la justicia, la democracia, la soberanía y la inteligencia de un pueblo que fue capaz de conducir la primera lucha de Independencia del planeta contra la expansión genocida con la que se fundó el sistema-mundo capitalista. Necesitamos crear un acercamiento solidario de los pueblos del mundo con Haití  —como el que han mantenido Cuba y Venezuela— ante los estragos de la ofensiva a la que ha sido sometido por los intereses imperiales.
5. Empeñarnos en crear condiciones para lograr una paz verdadera para el pueblo colombiano, sabiendo que es necesaria para asegurar condiciones democráticas y de paz justa en todos nuestros territorios. Instar a la UNASUR y a todas las instancias regionales e internacionales a trabajar por la democracia y la paz en un país que suma ya 600 mil muertos en un genocidio continuado y permanente. Colombia es un espejo para el futuro de varios de nuestros países.
6.  Participar en el amplio debate sobre la situación y perspectivas de Nuestra América y el mundo en las vísperas de la Cumbre de Río + 20 que impulsan pensadores y movimientos sociales en todo el planeta.
7.  Generar un amplio debate sobre sentidos y significados de una realidad compleja y abigarrada que se modifica y profundiza sus contradicciones, a la vez que abre múltiples horizontes utópicos y exige nuevas energías y saberes a la lucha emancipatoria.
8.  Hacer frente a la guerra mediática con un trabajo sistemático y consistente en la batalla de las ideas y en la construcción de sentidos comunes emancipatorios y comprometidos con la liberación de nuestros pueblos. Buscar formas de expresión e interlocución que involucren todo el espectro de nuestros lenguajes, cosmovisiones y la riqueza de nuestras culturas; que apoyen las iniciativas existentes de comunicación alternativa y que se apropien de las nuevas herramientas tecnológicas sin desestimar las antiguas.
9.  Ampliar nuestro involucramiento activo en la lucha contra la impunidad bajo todas sus modalidades, cotidianas y casi invisibles como las que operan en los microespacios, y de gran envergadura como las invasiones, bombardeos o bloqueos a algunos territorios del mundo. Exigir sin descanso el levantamiento del bloqueo a Cuba y juicio y castigo a todos los genocidas, dondequiera que se encuentren.
10. Celebrar y comprometer la voluntad política de la Red en la articulación con las movilizaciones de los pueblos, de los jóvenes, de las mujeres, de los indígenas, de los excluidos, de las diversidades sexuales, de los diferentes, de los indignados, de los agraviados y de los luchadores del mundo entero. Sus combates son los nuestros.
La Red de intelectuales y artistas En Defensa de la Humanidad se suma y convoca a todas las organizaciones y redes de pensadores críticos, luchadores sociales y artistas comprometidos para fortalecer los esfuerzos de construcción del nuevo mundo no capitalista que dibujan nuestros horizontes.
El desafío es enorme.
Ningún esfuerzo o ninguna lucha son prescindibles.
Ningún pueblo es sacrificable.
 “Se acerca el tiempo en que nuestra querida patria, la América, llegará a ser esa gloriosa parte del globo que la naturaleza quiso que fuese.”
                                                                 Francisco de Miranda
La Habana, julio 30 de 2011