jueves, enero 24, 2008

Silvio Rodríguez: "Estamos aquí porque creemos en ustedes"



Silvio Rodríguez: "Estamos aquí porque creemos en ustedes"
Rosa Miriam Elizalde

Cubadebate
2008-01-21

Fotos: Silvio Rodríguez




"Expedición", la gira cultural por los centros penitenciarios de Cuba que propuso y organizó Silvio Rodríguez y concluye –la primera parte- el próximo 28 de enero en Santa Clara, estuvo este jueves en la Prisión provincial de Granma. Cubadebate estuvo en el concierto.


Ellas.


Qué difícil es cantar

en un lugar como este

y hacer que el alma se preste

otra vez a disfrutar.

Hemos venido a dejar

el arte a otros ciudadanos.

A ustedes, seres humanos

en difíciles procesos

porque aunque se encuentran presos

no dejan de ser cubanos. [1][1]

BAYAMO, enero 17.-En contraste con la frialdad de los exteriores de la Prisión provincial de Granma, puertas adentro el ambiente es agitado y como de campo de feria, que refuerza un sol amarillo y abrasador. Faltan diez minutos para que inicie el concierto, fijado a las tres de la tarde. Artistas, técnicos, oficiales, soldados, reclusos, periodistas se arremolinan camino a una sala del edificio principal del penal, donde se ha montado una exposición de Ernesto Rancaño, el pintor que acompaña la gira.

Casi no se puede dar un paso en la salita rebosada de gente. Para llegar hasta ella hay que pasar primero por un recibidor donde algunos reclusos, tímidamente, han esperado para obsequiar piezas que ellos mismos tallaron para los artistas. Entre las manos cuarteadas de un muchacho de basto uniforme azul hay un barquito de madera. "¿Puedes imaginar qué se siente cuando ellos te entregan su regalo? No te lo dicen con palabras, pero tú las percibes en el gesto. Algo de ellos saldrá de la prisión". Alexis Díaz Pimienta, repentista y escritor, es el primero del pequeño grupo de trovadores de esta "Expedición" con quien tropiezo. Es el tercer centro penitenciario donde ofrecen su concierto, organizado por Silvio Rodríguez y en el que participan también Amaury Pérez, Vicente Feliú y el cuarteto Sexto Sentido, acompañados del escritor Reinaldo González, el cineasta Léster Hamlet y la fotógrafa María Teresa González (Petí). "Como el primer día, tengo sentimientos contradictorios –confirma Alexis. Uno sabe que son presos, que están aquí porque hicieron daño a otros, pero a la vez no puedes dejar de compadecerlos ni puedes impedir que te duela su tragedia". Pasa Silvio, camisa roja y gorra azul, y uno de los técnicos del espectáculo se anima a contarme al menos una anécdota: "En una de las cárceles que visitamos, alguien le dijo: 'Silvio, ojalá que se acaben los presos'. Él ni lo pensó para responder: 'Sí, pero que primero se acabe el delito'."

Son ya las tres. Salimos al exterior, casi en fuga. Va a empezar el concierto en el patio del penal, una explanada enorme donde hay 3 000 sillas ocupadas, frente a una tarima azul de la que cuelga una guirnalda de rosas amarillas. A un costado, la Banda de conciertos del centro penitenciario, 30 presos ahora sentados, con sus instrumentos sobre las rodillas. "Fíjate, están los reclusos y sus familiares", va comentándome Reinaldo González mientras busco mi asiento. ¿Están obligados a venir al concierto? "No, claro que no", responde. Desde el público se aprecia mejor el escenario. La tela del fondo es una mujer con cara de luna y un solecito en el pecho, pintura de Rancaño que aparece en la portada del disco "Expedición". Por fin, vibra el micrófono y se escucha: "Buenas tardes, soy Silvio Rodríguez."


Ellos.


Un trío de trovadores

y un cuarteto vocalista,

un humilde repentista

un pintor de los mejores

y uno de los escritores

más insignes del país,

le hemos dado a la raíz

de nuestro arte nuevos usos,

para que ustedes, reclusos,

tengan un día feliz.

Una pausa y el murmullo cariñoso que parece replicarle "¿pero quién no te conoce, Silvio?". Él explica a qué han venido. "Estamos aquí porque creemos en ustedes. Tenemos fe en el hombre y en la mujer, tenemos fe en los jóvenes, y nos sentimos igual que ustedes. Esta gira la iniciamos en 1990, pero tuvimos que interrumpirla después de visitar algunas prisiones del Occidente –la impidió el Período Especial-, y ahora llegó la oportunidad de continuarla. Somos un grupo de artistas, de los muchos que se brindaron, pues esta fue una idea bien acogida, no solo por la Asamblea Nacional, sino por artistas de varias manifestaciones."

Al escenario llega Reinaldo, Premio Nacional de Literatura. Sus palabras son tan breves y emocionadas como las del cantautor: "El hombre es perfectible: no hay detrás de esta palabra nada místico, sino una convicción realista. Nos hemos reunido un grupo de amigos para venir trayendo música y alegría de vivir que es imprescindible para superar cualquier angustia." Y continúa: "Soy escritor y no quise venir con las manos vacías. Con la ayuda del Instituto Cubano del Libro, he seleccionado 302 obras entre los grandes títulos literarios de la humanidad. Autores muy diversos, imprescindibles para la formación cultural. No hemos pensado solamente en el que comienza a leer, sino también en el que suele leer y su cultura le exige superación".

Reinaldo presenta a una cantante bayamesa, Lidia Alcobea, técnica de laboratorio del hospital del penal, y ella a Vicente Feliú, que viene con un poema de Antonio Guerrero, uno de los Cinco cubanos prisioneros en Estados Unidos, que el trovador musicalizó. Vicente sigue con su "De donde habita el corazón" y ese himno generacional que es "Créeme". Ha comenzado "el guateque", como anunciara Reinaldo poco antes, y Silvio sube nuevamente al escenario para cantar a dúo con Vicente "El colibrí" y luego, solo, "Cita con ángeles", "Pequeña serenata diurna" y "Expedición", de la cual apunto estos versos enigmáticos: "Hoy somos ángeles caídos/ junto al que fuimos a curar". Busca el tono de la guitarra por unos segundos que se alargan: "Es que el sol desafina las guitarras", se disculpa y empieza a sonar "La gota de rocío". Se escucha, como voz segunda, un coro espontáneo de las mujeres del público, mayoritariamente combatientes que trabajan en prisiones de Granma. Miro detrás de mí. A un par de filas de distancia están intercalados un grupo de presos y sus familiares. Una mujer de ojos cansados no deja de apretar la mano del que parece ser su hijo, quien canturrea bajito: "La gota de rocío/ del cielo se cayó/ y en ella el amor mío/ la carita se lavó". Canta y sonríe con los ojos clavados en el trovador y yo me desarmo. Ni siquiera puedo apuntar lo que pienso en este instante. Cualquiera se da cuenta que la dignidad no es propiedad que tenga el ser humano, como tiene páncreas o sistema nervioso, sino que es una idea de sí mismo, quizás un momento como este, una esperanza, un proyecto alumbrado por él, que se mantiene mientras lo mantenemos.


La misma música.

Es temprano todavía

pero ya hay luna en el cielo

se enteró de que en el suelo

hay música y poesía.

Es raro, siendo de día,

ver la luna en primer plano;

se enteró del gesto humano

al que Silvio convocó

y no sé si no durmió

o se levantó temprano.



Hoy llega esta "Expedición"

de música y poesía

para sembrar alegría

en las piedras del rincón

más oculto. Una prisión

deja heridas interiores

pero seguro, señores,

después de lo que hoy vivamos

como dice Silvio vamos

a ser "un tilín mejores".

La misma música.

Es verdad, son poco más de las cuatro de una tarde iluminada de modo tan implacable que el público tiene que ponerse la mano como visera para ver a los artistas, y sin embargo, la luna está a un costado del cielo y en el mural de algo más de tres metros que a mi izquierda pinta Rancaño, junto a cinco artistas plásticos de la provincia y a dos reclusos. Uno de los presos dibuja con parsimonia el detalle astral casi a mitad de la tela, el punto de partida para un cuadro sin motivo preconcebido, que va armándose a medida que se escuchan las canciones. En cinco bandejas de aluminio, traídas del comedor de la prisión, mezclan las pinturas. Cuando sube a la tarima el cuarteto Sexto Sentido, el mural está terminado y en él se reconoce un barco fantasmagórico, partido en dos por un árbol sin hojas que alza una estrella entre sus ramas secas. Detrás de esa primera luna tímidamente azul aletea una paloma blanca.

Para entonces ya cantaron Alexis Díaz Pimienta y Amaury Pérez. Y para entonces hemos llorado y nos hemos reído muchísimo. El humor de Amaury, que celebra en esta gira sus 25 años de casado con Petí, ha relajado la tensión emotiva del concierto: "Recuerdo muy bien la primera vez que vine a Bayamo hace unos 30 años. Salí del hotel donde me hospedaba y me fui al Parque Céspedes. Me encontré dos personas mayores, tomando un alcohol 'raro': 'la sonrisa del tigre" dijeron que se llamaba la bebida. 'Tómate un trago para que tú veas por qué se llama así'. El sorbo bajó perfecto, pero cuando subió hizo: 'ahhhhhhhhhh'". Amaury cantó "Te perdono" de Noel Nicola –"que si viviera estaría aquí, con nosotros"-, "Acuérdate de abril" y cuando iba a entonar "Si yo pudiera…", advirtió que "esta canción la escribí en una gira por Europa con Pablo Milanés y Sara González, donde, por cierto, nadie entendía las letras. No me hizo mucha gracia cuando en Hungría anunciaron que iba a cantar 'Amauroska Perezoska'."

Sexto Sentido.


El concierto termina con los reclusos y los artistas, juntos, en el escenario. Toca el Sexteto Granma, constituido en prisión. La primera voz y guitarra no lleva el uniforme de presidiario, porque es un hombre libre. No hace mucho terminó de cumplir su condena –casi 20 años-. Cuando lo invitaron para que cantara junto a los compañeros del grupo que él había fundado, aceptó sin titubear. A Yayito, así lo conocen en la prisión y en Bayamo, le pregunto qué ha pasado con su vida: será evaluado como músico profesional y va a empezar a recibir clases de guitarra, de solfeo y las asignaturas teóricas, con profesores de Bayamo. "La música me salvó", dice y se inclina para saludar a uno de los integrantes de la Banda de Conciertos del penal, la primera de cuatro que ya se han constituido en el país, integradas por presos que sufren largas condenas. ¿Por qué ellos? La razón es sencilla, me explican: para que la vida no sea para esos seres humanos un agujero negro hasta el final.

Son poco más de las cinco de la tarde. Los instrumentos han desaparecido del escenario y los presos, en fila, regresan a sus celdas. "Se acabó el sueño y ha vuelto la realidad", pienso en voz alta.

Repentista.

"Sí, pero ya no será igual que antes –interviene Amaury. Ni para ellos ni para nosotros. ¿Viste que cantamos no más de tres canciones cada uno? Pues nos sentimos como si hubiéramos cantado durante tres horas seguidas. Regresamos siempre cansadísimos, nos derrumbamos literalmente, porque las emociones son tremendas, incomparables." Le pido un ejemplo: "Me encontré con un muchacho que me dijo: 'Amaury, yo siempre soñé con darte un abrazo y mira dónde te lo vine a dar'. Le pregunté cuánto tiempo le faltaba para salir: 'un año'. 'Pues prométeme que cuando salgas me vas a ir a ver para darnos otro abrazo'."


[1][1] Las décimas que acompañan este texto fueron improvisadas por Alexis Díaz Pimienta durante el concierto.


Todos


Tres poetas esenciales



Tres poetas esenciales
Publicado por Delfina Acosta


La poesía añeja, escrita siglos atrás, muy permanente está, pues viendo y considerando su excelencia, su forma tallada con precisión, su sonoridad inspirada, y su decir tan lúcido como elemental, es el referente de la cultura poética. Favorecida por las leyes de la versificación que la hicieron clásica, en ella se apoya, básicamente, toda la buena poesía que leemos hoy día.

Una buena poesía es, por ejemplo, la escrita por la poetisa cubana Dulce María Loynaz. Nacida en La Habana, el 10 de diciembre de 1902, cuando era una joven de diecisiete años publicó sus primeros poemas en el periódico "El Independiente".

Sus versos muestran sencillez. Una creación plena de ternura es la suya.

Dueña de un estilo envolvente, y consagrada ya como una poetisa de nombre mayor, viajó a América del Sur donde conoció a la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou. Falleció en La Habana en 1997.

Un poema suyo:

BALADA DEL AMOR TARDÍO

Amor que llegas tarde,
tráeme al menos la paz:
Amor de atardecer, ¿por qué extraviado
camino llegas a mi soledad?

Amor que me has buscado sin buscarte,
no sé qué vale más:
la palabra que vas a decirme
o la que yo no digo ya…

Amor… ¿No sientes frío? Soy la luna:
Tengo la muerte blanca y la verdad
lejana… _ no me des tus rosas frescas;
soy grave para rosas. Dame el mar…

Amor que llegas tarde, no me viste
ayer cuando cantaba en el trigal…

Amor de mi silencio y mi cansancio,
hoy no me hagas llorar.

Dulce María Loynaz

Y qué decir de la poesía de Juan Gelman (Buenos Aires, 1930), recientemente galardonado con el Premio Cervantes. Me habían dicho mis "malos amigos", en una oportunidad, que el poeta argentino escribió inicialmente con un lenguaje sencillo, accesible al lector común tanto como al más exigente poeta, y que luego su palabra entró en el terreno de lo complejo.

LA INCONSTANCIA

Creo que los poetas nunca permanecen en un mismo sitio. El mismo Pablo Neruda nos sorprende, nos llena de entusiasmo, se inmortaliza con su Veinte poemas de amor y una canción desesperada, para luego dividir a los críticos con ciertas obras.

Pero vamos a un poema sencillo de Juan Gelman, con la finalidad de conocer la historia verídica de su doctrina poética:

Lo limitado no tiene alcance, ni significación. Existen, dicen, dos lectores para cien poetas, en el mundo, hoy día. Tienen trascendencia, sin lugar a dudas, aquellos vates que se apropian de la palabra, y la hacen suya y también de todos. Con esto, no vengo a desconocer, ni mucho menos, la poesía metafísica de Jorge Luis Borges. A propósito del autor de El Aleph, hay quienes opinan que sus versos están cargados de futuro. ¿Tiene asidero esta versión?

PÍNTATE A TI MISMO

Existen obras destinadas a perpetuarse, porque asumen la condición del ser humano. Decía Tolstoi: "Pinta tu aldea y serás universal". Yo vengo a decir, plagiando: "Píntate a ti mismo y pintarás al hombre". El dolor, la angustia, la muerte, Dios, el amor son temas que aguardan alguna respuesta, cierta solución, en los religiosos y en los poetas. Estos últimos, si son auténticos, se pintan con su decadencia, sus esperanzas, sus conflictos, su deformidad y su rechazo hacia un sistema universal que deja al más sabio de los hombres, perplejo y mudo en su humana soledad.

El arte de hacer poesía exige un continuo desplazamiento de ideas así como la lectura de autores universales (Lope de Vega, Calderón de la Barca, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Federico García Lorca, Pablo Neruda, Rubén Darío, Jorge Luis Borges, entre otros). La poesía es, en sí misma, una huida de la realidad. Y, ¿por qué no? la poesía es el espejo de los locos. En ese espejo uno se ve distinto, como bestia urbana con los ojos asustados ante un chorro de luz.

Cierto es que hay poetas lógicos, sensatos y exitosos. Y cierto es también que la poesía es purulenta, toma la vida de los autores, administra sus emociones, su tiempo, sus dudas, sus amores.

El poeta es un ser complejo. Es un individuo que vive inserto en una sociedad áspera, vacía casi de contenido y hueca en su conciencia.

Se aguarda, con respeto, que el poeta no improvisa. Ya se tiene una idea firme de su condición: persona dada a la lectura, a las charlas, a la autocrítica, a la búsqueda de la excelencia.

El despliegue de metáforas, de imágenes y de figuras en los versos dependerá de su propia conexión con el trabajo escritural. El trabajo, en sí mismo, es la vigilia. La tensión antes, durante y después de la creación, se vuelve una constante en la cotidianeidad del poeta.

LOS POETAS NACEN

Cierto es que los poetas nacen. No se hacen. Ahora bien: se vuelven mejores en la medida en que se exigen a sí mismos. Escribir es, a veces, algo sobrehumano. La poesía no se agota en sí misma. Bien cierto es que pasa por desniveles. Muchos, tantos vates no saben desencadenar el espíritu divino y a la vez diabólico que ella mantiene en su interior.

De la pluralidad de ejercicios poéticos puede aprenderse bastante, con la obra de Lope de Vega, en las manos. Era este vate español conocido como el Fénix de los Ingenios.

Un poeta ingenioso de estos tiempos es Raúl Zurita. Esta es su síntesis biográfica: Nació en Santiago de Chile, en 1951. Es uno de los poetas populares de América Latina. Estudió Ingeniería Civil en Valparaíso. Sus obras son, entre otras: Purgatorio (1979), Anteparaíso (1982), Canto a su amor desaparecido (1986). Fue distinguido con el Premio Nacional de Literatura de Chile.

ARTE POÉTICA

Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío,
como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del alma,
cuando la enfermedad hunde las manos.

A este oficio me obligan los dolores ajenos,
las lágrimas, los pañuelos sudadores,
las promesas en medio del otoño o del fuego,
los besos del encuentro, los besos del adiós,
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre.

Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos,
rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte.

Juan Gelman

POEMA DIÁLOGO DE CHILE

Verás un mar de piedras
Verás margaritas en el mar
Verás un Dios de hambre
Verás el hambre
Verás figuras como flores
Verás un desierto
Verás el mar en el desierto
Verás tu odio
Verás un país de sed
Verás acantilados de agua
Verás nombres en fuga
Verás la sed
Verás amores en fuga
Verás el poco amor
Verás flores como piedras
Verás sus ojos en fuga
Verás cumbres
Verás margaritas en las cumbres
Verás un día blanco
Verás que se va
verás no ver
Y llorarás.

Raúl Zurita

Escrito por Delfina Acosta en el Suplemento Cultural del diario ABC (Paraguay)

martes, enero 22, 2008

Gioconda Belli: Deseo y revolución

Gioconda Belli: Deseo y revolución


Por Carolina Broner
Sudestada / La Insignia. Argentina, agosto del 2002.


«La piel es lo más profundo de los seres humanos»
-Oscar Wilde-




Como si desafiase al mundo con su sexo, como si la fiebre revolucionaria fuese la misma que nace en el deseo y se desata entre las piernas, como si por la libertad se luchase entre sábanas revueltas, Gioconda Belli escribe con puño firme, cuerpo ardiente y aliento entrecortado.

"El hombre que me ame reconocerá mi rostro en la trinchera/ rodilla en tierra me amará/ mientras disparamos juntos contra el enemigo", decía en los setenta, poco antes de dejarse amar por Henry Ruiz, uno de los nueve comandantes de la dirección nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional que en 1979 condujo la revolución en Nicaragua.

La obra literaria de Gioconda Belli recorre la historia de su país, ha recibido numerosos premios como el Casa de las Américas en 1978. La tierra se hace cuerpo y suda en su poesía.

"Quiero morder tu carne,/salada y fuerte,/empezar por tus brazos hermosos/como ramas de ceibo,/ seguir por ese pecho con el que sueñan mis sueños/ese pecho-cueva donde se esconde mi cabeza/ hurgando la ternura,/ese pecho que suena a tambores y vida continuada."

Se ha dicho que Gioconda Belli es, después de Ernesto Cardenal, la poetisa simbólica de la revolución nicaragüense. Entre sus libros de poesía se encuentran Sobre la Grama, Línea de fuego y Amor insurrecto, y las novelas La mujer habitada, Sofía de los presagios y Waslala, una novela futurista que pinta una América reducida a basurero de la tecnología, del narcotráfico y de los desechos del Primer Mundo, que vive de vender árboles en pie.

"No quiero salir a la calle con la cara seria cuando quisiera reír a carcajadas sin ningún motivo en especial más que este sentirme preñada de palabras, en lucha contra la sociedad de consumo que me llama con sus escaparates llenos de cosas inalcanzables y a las que rechazo con todas mis hormonas femeninas cuando recuerdo las caras gastadas y tristes de las gentes en mi pueblo que deben haber amanecido hoy como amanecen siempre y como seguirán amaneciendo hasta que no nos vistamos de dinamita y nos vayamos a invadir palacios de gobierno, ministerios, cuarteles... con un fosforito en la mano", escribió durante su exilio en México, desde donde luchaba por la revolución.

Antes y después, siguió recorriéndose el deseo.

"Quedarme allí un rato largo/enredando mis manos/en ese bosquecito de arbustos que te crece/suave y negro bajo mi piel desnuda/seguir después hacia tu ombligo/hacia ese centro donde te empieza el cosquilleo,/irte besando, mordiendo,/hasta llegar allí/a ese lugarcito/-apretado y secreto-/que se alegra ante mi presencia/que se adelanta a recibirme/y viene a mí/en toda su dureza de macho enardecido"

Belli pertenece a una generación de poetas que creó un nuevo estilo de expresión en Nicaragua, un estilo revolucionario de ruptura con estructuras míticas y creación de otras, gestadas a través de su realidad social.

"Partirás otra vez/porque la tierra llama/con la fuerza de una mujer desamparada/Partirás otra vez, mi amor,/porque es allá/donde la vida de tantos se resuelve/Allá te espera la esperanza,/la lucha sin cuartel/Allá son los desvelos/y el reto de un tiempo sin medida/tratando de saltar al paso de la historia./ Anda, mi amor,/anda con esos brazos que me abrazan,/con esa boca que me besa,/a chorrear fuego"

Decidida a rescatar el lugar de la mujer, su obra plasma la incesante búsqueda de lo femenino y el encuentro con la conciencia social, a través de la actitud revolucionaria. "Quedará de nosotros algo más que el gesto o la palabra: este deseo candente de libertad".

Desde diversas trincheras, el papel de la mujer fue de suma trascendencia en la revolución sandinista. Gioconda Belli luchó y sigue luchando desde la suya.

"Bajar luego a tus piernas/firmes como tus convicciones guerrilleras,/esas piernas donde tu estatura se asienta/con las que vienes a mí/con las que me sostienes,/las que enredas en la noche entre las mías/ blandas y femeninas./Besar tus pies, amor,/que tanto tienen aun que recorrer sin mí/y volver a escalarte/hasta apretar tu boca con la mía,/hasta llenarme toda de tu saliva y tu aliento/hasta que entres en mí/con la fuerza de la marea/y me invadas con tu ir y venir/de mar furioso/y quedemos los dos tendidos y sudados/en la arena de las sábanas".

Tomado de Chile Vive

Fantasía y creación artística en América Latina y el Caribe

Fantasía y creación artística en América Latina y el Caribe



Gabriel García Márquez




Publicado en Voces. Arte y literatura. San Francisco - California. Marzo de 1998. Número 2.

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, la fantasía es "una facultad que tiene el ánimo de reproducir por medio de imágenes". Es difícil concebir una definición más pobre y confusa que esa primera acepción. En su segunda acepción dice que es una "ficción, cuento o novela, o pensamiento elevado o ingenioso", lo cual no hace sino infundir mayor desconcierto en el ya creado por la definición inicial.


De la palabra imaginación, el mismo diccionario dice que es "aprensión falsa de una cosa que no hay en la realidad o no tiene fundamento". Por su parte, don Joan Corominas, ese gran detective de las palabras castellanas –cuya lengua materna no era por cierto el castellano sino el catalán– estableció que la fantasía e imaginación tienen el mismo origen, y que en última instancia puede decirse sin mucho esfuerzo que son la misma cosa.


Uno de mis mayores defectos intelectuales es que nunca he logrado entender lo que quieren decir los diccionarios y menos que cualquier otro el terrible esperpento represivo de la Academia de la Lengua. Por una vez que he tenido curiosidad de volver a él, para establecer las diferencias entre fantasía e imaginación, me encuentro con la desgracia de que sus definiciones no sólo son muy poco comprensibles, sino que además están al revés. Quiero decir que, según yo entiendo, la fantasía es la que no tiene nada que ver con la realidad del mundo en que vivimos: es una pura invención fantástica, un infundio, y por cierto, de un gusto poco recomendable en las bellas artes, como muy bien lo entendió el que puso el nombre al chaleco de fantasía. Por muy fantástica que sea la concepción de que un hombre amanezca convertido en un gigantesco insecto, a nadie se le ocurriría decir que la fantasía sea la virtud creativa de Franz Kafka, y en cambio no cabe duda de que fue el recurso primordial de Walt Disney. Por el contrario, y al revés de lo que dice el diccionario, pienso que la imaginación es una facultad especial que tienen los artistas para crear una realidad nueva a partir de la realidad en que viven. Que, por lo demás, es la única creación artística que me parece válida. Hablemos, pues, de la imaginación en la creación artística en América Latina, y dejemos la fantasía para uso exclusivo de los malos gobiernos.


I. Es difícil el problema de que nos crean


En América Latina y el Caribe, los artistas han tenido que inventar muy poco, y tal vez su problema ha sido el contrario: hacer creíble su realidad. Siempre fue así desde nuestros orígenes históricos, hasta el punto de que no hay en nuestra literatura escritores menos creíbles y al mismo tiempo más apegados a la realidad que nuestros cronistas de Indias. También ellos –para decirlo con un lugar común irremplazable– se encontraron con que la realidad iba más lejos que la imaginación. El diario de Cristóbal Colón es la pieza más antigua de esa literatura. Empezando porque no se sabe a ciencia cierta si el texto existió en la realidad, puesto que la versiónque conocemos fue transcrita por el padre Las Casas de unos originales que dijo haber conocido. En todo caso, esa versión es apenas un reflejo infiel de los asombrosos recursos de imaginación a que tuvo que apelar Cristóbal Colón para que los reyes católicos le creyeran la grandeza de sus descubrimientos. Colón dice que las gentes que salieron a recibirlo el 12 de octubre de 1492 "estaban como sus madres los parieron". Otros cronistas coinciden con él en que los caribes, como era natural en un trópico todavía a salvo de la moral cristiana, andaban desnudos. Sin embargo, los ejemplares escogidos que llevó Colón al palacio real de Barcelona estaban ataviados con hojas de palmeras pintadas y plumas y collares de dientes y garras de animales raros. La explicación parece simple: el primer viaje de Colón, al revés de sus sueños, fue un desastre económico. Apenas si encontró el oro prometido, perdió la mayor parte de sus naves, y no pudo llevar de regreso ninguna prueba tangible del valor enorme de sus descubrimientos, ni nada que justificara los gastos de su aventura y la conveniencia de continuarla. Vestir a sus cautivos como lo hizo fue un truco convincente de publicidad. El simple testimonio oral no hubiera bastado, un siglo después de que Marco Polo había regresado de China con realidades tan novedosas e inequívocas como los espaguetis y los gusanos de seda, y como lo habían sido la pólvora y la brújula. Toda nuestra historia, desde el descubrimiento, se ha distinguido por la dificultad de hacerla creer. Uno de mis libros favoritos de siempre ha sido "El primer viaje en torno del globo" del italiano Antonio Pigafetta, que acompañó a Magallanes en su expedición alrededor del mundo. Pigafetta dice que vio en el Brasil unos pájaros que no tenían colas, otros que no hacían nidos porque no tenían patas, pero cuyas hembras ponían y empollaban sus huevos en la espalda del macho y en medio del mar, y otros que sólo se alimentaban de los excrementos de sus semejantes. Dice que vio cerdos con el ombligo en la espalda y unos pájaros grandes cuyos picos parecían una cuchara, pero carecían de lengua. También habló de un animal que tenía cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y cola y relincho de caballo. Fue Pigafetta quien contó la historia de cómo encontraron al primer gigante de la Patagonia, y de cómo éste se desmayó cuando vio su propia cara reflejada en un espejo que le pusieron enfrente.


II. Las aventuras de los que creyeron


La leyenda del Dorado es sin duda la más bella, la más extraña y decisiva de nuestra historia. Buscando ese territorio fantástico, Gonzalo Jiménez de Quesada conquistó casi la mitad del territorio de lo que hoy es Colombia, y Francisco de Orellana descubrió el río Amazonas. Pero lo más fantástico es que lo descubrió al derecho –es decir, navegando de las cabeceras hasta la desembocadura–, que es el sentido contrario en que se descubren los ríos. El Dorado, como el tesoro de Cuauhtémoc, siguió siendo un enigma para siempre. Como lo siguieron siendo las once mil llamas cargadas cada una con cien libras de oro, que fueron despachadas desde el Cuzco para pagar el rescate de Atahualpa, y que nunca llegaron a su destino. La realidad fue otra vez más lejos hace menos de un siglo, cuando una misión alemana encargada de elaborar el proyecto de construcción de un ferrocarril trans-oceánico en el istmo de Panamá, concluyó que el proyecto era viable, pero con una condición: que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metal muy difícil de conseguir en la región, sino que se hicieran de oro. Tanta credulidad de los conquistadores sólo era comprensible después de la fiebre metafísica de la Edad Media, y del delirio literario de las novelas de caballería. Sólo así se explica la desmesurada aventura de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, que necesitó ocho años para llegar desde España a México a través de todo lo que hoy es el sur de los Estados Unidos, en una expedición cuyos miembros se comieron unos a otros, hasta que sólo quedaron cinco de los 600 originales. El incentivo de Cabeza de Vaca, al parecer, no era la búsqueda del Dorado, sino algo más noble y poético: la fuente de la eterna juventud.


Acostumbrado a unas novelas donde había ungüentos para pegarles las cabezas cortadas a los caballos, Gonzalo Pizarro no podía dudar cuando le contaron en Quito, en el siglo XVI, que muy cerca de allí había un reino con tres mil artesanos dedicados a fabricar muebles de oro, y en cuyo palacio real había una escalera de oro macizo, y estaba custodiado por leones con cadenas de oro. ¡Leones en los Andes! A Balboa le contaron un cuento semejante en Santa María del Darién, y descubrió el Océano Pacífico. Gonzalo Pizarro no descubrió nada especial, pero el tamaño de su credulidad puede medirse por la expedición que armó para buscar el reino inverosímil: 300 españoles, 4000 indios, 150 caballos y más de mil perros amaestrados en la caza de seres humanos.


III. Una realidad que no cabe en el idioma


Un problema muy serio que nuestra realidad desmesurada plantea a la literatura, es el de la insuficiencia de palabras. Cuando nosotros hablamos de un río, lo más lejos que puede llegar un lector europeo es a imaginarse algo tan grande como el Danubio, que tiene 2,790 km. Es difícil que se imagine si no se le describe, la realidad del Amazonas, que tiene 5,500 km. de longitud. Frente a Belén del Pará no se alcanza a ver la otra orilla, y es más ancho que el mar Báltico. Cuando nosotros escribimos la palabra tempestad, los europeos piensan en relámpagos y truenos, pero no es fácil que estén concibiendo el mismo fenómeno que nosotros queremos representar. Lomismo ocurre, por ejemplo, con la palabra lluvia. En la cordillera de los Andes, según la descripción que hizo para los franceses otro francés llamado Javier Marimier, hay tempestades que pueden durar hasta cinco meses. "Quienes no hayan visto esas tormentas –dice– no podrán formarse una idea de la violencia con que se desarrollan. Durante horas enteras los relámpagos se suceden rápidamente a manera de cascadas de sangre y la atmósfera tiembla bajo la sacudida continua de los truenos, cuyos estampidos repercuten en la inmensidad de la montaña". La descripción está muy lejos de ser una obra maestra, pero bastaría para estremecer de horror al europeo menos crédulo.


De modo que sería necesario crear todo un sistema de palabras nuevas para el tamaño de nuestra realidad. Los ejemplos de esa necesidad son interminables. F.W. Up de Graff, un explorador holandés que recorrió el alto Amazonas a principios de siglo, dice que encontró un arroyo de agua hirviendo donde se hacían huevos duros en cinco minutos, y que había pasado por una región donde no se podía hablar en voz alta porque se desataban aguaceros torrenciales. En algún lugar de la costa de Colombia yo vi a un hombre rezar una oración secreta frente a una vaca que tenía gusanos en la oreja, y vi caer los gusanos muertos mientras transcurría la oración. Aquel hombre aseguraba que podía hacer la misma cura a distancia, siempre que le hicieran la descripción del animal y le indicaran el lugar en que se encontraba. El 8 de mayo de 1902, el volcán Mont Pelé, en la isla Martinica, destruyó en pocos minutos el puerto Saint Pierre y mató y sepultó en lava a la totalidad de sus 30.000 habitantes. Salvo uno: Ludger Sylvaris, el único preso de la población, que fue protegido por la estructura invulnerable de la celda individual que le habían construído para que no pudiera escapar.


Sólo en México habría que escribir muchos volúmenes para expresar su realidad increíble. Después de casi 20 años de estar aquí, yo podría pasar todavía horas enteras, como lo he hecho tantas veces, contemplando una vasija de frijoles saltarines. Racionalistas benévolos me han explicado que su movilidad se debe a una larva viva que tienen dentro, pero la explicación me parece pobre: lo maravilloso no es que los frijoles se muevan porque tengan larva dentro, sino que tengan una larva dentro para que puedan moverse. Otra de las extrañas experiencias de mi vida fue mi primer encuentro con el ajolote (axólotl). Julio Cortázar cuenta, en uno de sus relatos, que conoció el ajolote en el Jardín des Plantes de París, un día en que quiso ver los leones. Al pasar frente a los acuarios –cuenta Cortázar– "soslayé los peces vulgares hasta dar de pronto con el axólotl". Y concluye: "Me quedé mirándoles por una hora, y salí, incapaz de otra cosa". A mí me sucedió lo mismo, en Pátzcuaro, sólo que no lo contemplé por una hora sino por una tarde entera, y volví varias veces. Pero había allí algo que me impresionó más que el animal mismo, y era el letrero clavado en la puerta de la casa: "Se vende jarabe de Ajolote".


IV. El Caribe: centro de gravedad de lo increíble


Esa realidad increíble alcanza su densidad máxima en el Caribe, que, en rigor, se extiende (por el norte) hasta el sur de los Estados Unidos, y por el sur hasta el Brasil. No se piense que es un delirio expansionista. No: es que el Caribe no es sólo un área geográfica, como por supuesto lo creen los geógrafos, sino un área cultural muy homogénea.


En el Caribe, a los elementos originales de las creencias primarias y concepciones mágicas anteriores al descubrimiento se sumó la profusa variedad de culturas que confluyeron en los años siguientes en un sincretismo mágico cuyo interés artístico y cuya propia fecundidad artística son inagotables. La contribución africana fue forzosa e indignante, pero afortunada. En esa encrucijada del mundo, de forjó un sentido de libertad sin término, una realidad sin Dios ni ley, donde cada quien sintió que le era posible hacer lo que quería sin límites de ninguna clase: y los bandoleros amanecían convertidos en reyes, los prófugos en almirantes, las prostitutas en gobernadoras. Y también lo contrario.


Yo nací y crecí en el Caribe. Lo conozco país por país, isla por isla, y tal vez de allí provenga mi frustración de que nunca se me ha ocurrido nada ni he podido hacer nada que sea más asombroso que la realidad. Lo más lejos que he podido llegar es a trasponerla con recursos poéticos, pero no hay una sola línea en ninguno de mis libros que no tenga su origen en un hecho real. Una de esas trasposiciones es el estigma de la cola de cerdo que tanto inquietaba a la estirpe de los Buendía en Cien años de soledad. Yo hubiera podido recurrir a otra imagen cualquiera, pero pensé que el temor al nacimiento de unhijo con cola de cerdo era la que menos probabilidades tenía de coincidir con la realidad. Sin embargo, tan pronto como la novela empezó a ser conocida, surgieron en distintos lugares de las Américas las confesiones de hombres y mujeres que tenían algo semejante a una cola de cerdo. En Barranquilla, un joven se mostró en losperiódicos: había nacido y crecido con aquella cola, pero nunca lo había revelado, hasta que leyó Cien años de soledad. Su explicación era más asombrosa que su cola: "Nunca quise decir que la tenía porque me daba vergüenza", dijo. "Pero ahora, leyendo la novela y oyendo a la gente que la ha leído, me he dado cuenta de que es una cosa natural." Poco después, un lector me mandó el recorte de la foto de una niña de Seúl, capital de Corea del Sur, que naci con una cola de cerdo. Al contrario de lo que yo pensaba cuando escribí la novela, a la niña de Seúl le cortaron la cola y sobrevivió. Acompaño esa foto a esta ponencia, como homenaje a los racionalistas incrédulos que forman parte de la concurrencia.


Sin embargo, mi experiencia de escritor más difícil fue la preparación de El otoño del patriarca. Durante casi 10 años leí todo lo que me fue posible sobre los dictadores de América Latina, y en especial del Caribe, con el propósito de que el libro que pensaba escribir se pareciera lo menos posible a la realidad. Cada paso era una desilusión. La intuición de Juan Vicente Gómez era muchomás penetrante que una verdadera facultad adivinatoria. El doctor Duvalier, en Haití, había hecho exterminar los perros negros en el país porque uno de sus enemigos, tratando de escapar del tirano, se había escabullido de su condición humana y se había convertido en perro negro. El doctor Francia, cuyo prestigio de filósofo era tan extenso que mereció un estudio de Carlyle, cerró a la república del Paraguay como si fuera una casa, y sólo dejó abierta una ventana para que entrara el correo. Nuestro Antonio López de Santana enterró su propia pierna en funerales espléndidos. La mano cortada de Lope de Aguirre navegó río abajo durante varios días, y quienes la veían pasar se estremecían de horror, pensando que aun en aquel estado de aquella mano asesina podía blandir un puñal. Anastasio Somoza García, padre del último dictador nicaragüense, tenía en el patio de su casa un jardín zoológico con jaulas de dos compartimientos: en uno estaban encerradas las fieras, y en el otro separado apenas por una reja de hierro, estaban sus enemigos políticos. Maximiliano Hernández Martínez de El Salvador, hizo forrar con papel rojo todo el alumbrado público del país para combatir una epidemia de sarampión, y había inventado un péndulo que ponía sobre los alimentos antes de comer para averiguar si no estaban envenenados. La estatua de Morazán que aún existe en Tegucigalpa es en realidad del mariscal Ney: la comisión oficial que viajó a Londres a buscarla, resolvió que era más barato comprar esa estatua olvidada en un depósito, que mandar a hacer una auténtica de Morazán.


En síntesis, los escritores de América Latina y el Caribe tenemos que reconocer, con la mano en el corazón, que la realidad es mejor escritor que nosotros. Nuestro destino, y tal vez nuestra gloria, es tratar de imitarla con humildad, y lo mejor que nos sea posible.

Tomado de Sololiteratura