jueves, abril 29, 2010

Silvio Rodríguez: “Sigo admirando del Che su insaciable compromiso con la verdad”


Sergio Marelli
Pro Diario, Argentina

Presentación del disco "Segunda Cita" de Silvio Rodríguez, Casa de las Américas, 26 de marzo de 2010. Foto: Kaloian

Silvio Rodríguez pertenece a esa estirpe de juglares para quienes la palabra es un ardiente oficio que combina la siembra con el vuelo, alguien que no está en los mercados grandes de la palabra pero dice lo suyo a tiempo y sonriente. Rabelais decía no ser lo suficientemente docto como para tomar la luna con sus dientes, pero Silvio, trovador errante, enciende las hogueras, convoca luciérnagas y sabe el nombre de la chispa que salta de la crepitación hacia la noche. Su sed no se entretiene fácil, no acepta la poesía rumiante que no altera la digestión del poeta; su poesía es la de los labios que se endurecen para decir bellas palabras. No cría una posteridad de versos según los últimos cánones en boga. Va hacia donde arde la lágrima para convencer que la risa aún es posible. Agrega su paso a los pasos de los que emprenden la larga marcha hacia sí mismos “armados de pecho hasta la frente”, como dijo Vallejo. Hace crecer el plumaje del fuego para espantar todos los fríos, hacer del desabrigo, amparo, y de las resecas manos un cántaro donde los solos sacian su antigua sed; a ellos, los condenados por su rebelión, da su canción de amigo. Sus canciones, aun las de más explícito contenido social, jamás le confieren el carácter de predicador político. Siempre está en la búsqueda de un humanismo sin mordazas, sabe que el alma no es un asunto de tinieblas sino puro y ardiente compromiso terrestre. No es un repetidor de consignas a destajo, un publicista de nobles propósitos, un corredor de ideologías a domicilio. Pero tampoco es un abonado a la podrida pureza del arte puro y su abstracta geometría de almas bellas. Es un revolucionario. Antena que recoge noticias de la magia que anuda las hebras de lo cotidiano. Camina con una brújula encantada siguiendo el ejemplo de los que entregaron a una causa generosa hasta la última gota de sangre, hasta el último hálito de su aliento, convencidos de que la justicia sobre la Tierra no caerá de la distraída mano de Dios, sino será hija de la lucha. A ellos canta desbordado. La historia no es una vía muerta donde se herrumbra el tren de los sueños, piensa Silvio Rodríguez, por eso desecha tentaciones al lado de las cuales, las ofrecidas por el Maligno en el desierto, no son sino inocentes pregones de feria. “Asiente y eres cuerdo, disiente y eres de inmediato peligroso, y quedas atado a una cadena”, escribió Emily Dickinson; por eso Silvio Rodríguez es peligroso para los que quieren cortar la libertad a la medida de su impotencia, ajenos al espíritu de la revolución cuya estatura crece, incesantemente joven, imposible de ser aplastada bajo la inmensa osamenta de la burocracia. “Siempre tendré un enemigo con el semblante arrugado y más cansado que yo. Los que a lo largo de su sombra quieren cortar la medida de toda revolución.” Y, en su último disco, pide: “Superen la erre de revolución. Restauren lo decrépito que veo, pero déjenme el brazo de Maceo y, para conducirlo, su razón.” Este poeta sigue mirando el horizonte con ojos heridos de soñar, dando voces de amor a cuatro vientos, buscando su unicornio azul, apurando las ruinas del infierno, y así seguirá hasta el fin de sus horas, hasta convertirse en una chispa transitoria disuelta en las remotas antífonas que saben las cigarras.

-Tonada del albedrío es una canción dedicada al Che, ¿qué es lo que más te atrae de su recuerdo?

-Todavía admiro lo mismo que siempre admiré de él: que fue un hombre capaz de vivir como pensaba. También su insaciable compromiso con la verdad, lo que lo separaba de pensamientos revolucionarios ortodoxos.

-Sin duda sos un hombre comprometido políticamente; pero como artista, tu compromiso principal es con la belleza, casi no se te conoce un solo panfleto cantado. Me gustaría alguna reflexión tuya al respecto.

-Yo fui un joven que participó con entusiasmo en la transformación revolucionaria que se produjo en Cuba durante la década del ‘60. Entonces trabajé en varios medios de prensa efectivamente muy políticos. Empecé a los 14 años en el semanario Mella, de la Unión de Jóvenes Comunistas; después estuve en la revista Venceremos, del Ejército de Occidente; por último trabajé en la revista Verde Olivo, órgano de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Sin embargo en 1965 escribí una canción contra la discriminación racial que no era un panfleto, sino un reclamo humano. La única explicación que tengo para esto es que junto a mi compromiso social también fui desarrollando un gusto por la poesía y un hábito de lecturas que fue determinante como influencia, a la hora de escribir canciones.

-¿Cuáles son los retos a los que te enfrentás hoy como artista?

-En el fondo se parecen mucho a los que tenía cuando empezaba. Siempre hay cosas por decir, pero a veces no sale una nota. Otras uno ve una servilleta, pide una pluma prestada y aparece un montón de palabras. Para mí lo decisivo es tener ganas. Siempre que hay verdaderas ganas, aparece algo.

-¿Por qué te declarás un trovador antiguo?

-Porque llega un momento en que lo que fue considerado actual empieza a formar parte de la tradición. La tradición es como una tropa fantasma a la que se le van sumando almas. Cuando nos llega esa hora, lo que llaman actual son unos jovencitos que se parecen a uno mismo cuando tenía 40 menos. Es algo que se ve clarito.

-En este último disco hay una canción que hiciste con Víctor Heredia. Hablanos de ella, ¿cómo nació?, ¿cómo te resulta la experiencia de componer con otro?

-No compongo a menudo con otros. Pero Víctor me mandó un poema sobre los niños y no tuve más remedio que ponerle música porque tiene un lenguaje muy tierno. Dice, por ejemplo: “Tu risa enharinada”. Eso me sedujo y le hice una música que me pareció como argentina, aunque no sé, puede que sea una percepción personal. Él incluyó este tema, que se llama Lo cierto, en su último disco. Yo lo iba a poner en Segunda cita, pero después se me ocurrió dejarlo para más adelante y juntarlo con otras canciones con amigos.

-Recuerdo haber visto un recital tuyo, en Buenos Aires, en la primera fila del teatro estaba Atahualpa Yupanqui, quien se puso de pie para aplaudirte. Antes de ponernos de pie nosotros, para aplaudir la memoria de Atahualpa, te pido me cuentes cuándo lo conociste y qué recuerdos tenés de él.

-Conocí a Don Ata en febrero de 1985, en Berlín. Fui a disfrutar de un concierto que él daba y, al final, de fresco, me acerqué a saludarlo. No sabía si le iba a gustar que lo fueran a ver tras la actuación, pero me recibió con calidez y hasta me dejó tocar su guitarra. Al día siguiente comimos en Alexander Platz, donde le hablé de amigos comunes que lo mentaban mucho, como Alfredo Zitarrosa y Naldo Labrín. Tiempo después le escribí una cartita y la puse en un disco. Angel Parra me contó que eso le había gustado. Después nos vimos aquella vez en Buenos Aires, pocos meses antes de su muerte. Yo estaba con Eduardo Aute y Yupanqui nos citó en un lugar llamado Los Teatros. Allí lo invité a mi concierto. Me llamó la atención que sólo pidiera una entrada. Pensé que no iba a ir. Así que fue una gran sorpresa saber que estaba aquella noche en la sala. Recuerdo que cuando le dediqué el concierto, el teatro, de pie, lo aplaudió a rabiar. En medio de aquella ovación fue la última vez que lo vi.

-En Segunda cita hay una canción basada en un relato oral de García Márquez. ¿Cómo fue esa reunión cumbre? ¿García Márquez ya escuchó la canción?

-Fue algo que pasó hace más de 20 años. Tomamos un avión de La Habana a México, con escala en Cancún. Por raro que parezca, durante la primera etapa del vuelo él y yo éramos los únicos pasajeros. En cuanto vi aquello supuse que era una de las cosas que le ocurrían a García Márquez todos los días y que yo sólo estaba allí para comprobarlo. Fue una travesía de nubes negras y saltos, así que nos necesitábamos el uno al otro. En ese ambiente fraterno él me contó de algunos argumentos pequeñitos que a veces se le ocurrían, casi como imágenes. Él pensaba que aquellas historias minúsculas podían ser canciones. Me contó dos o tres, y al menos dos de ellas las encontré después, puestas como de paso, en sus narraciones. No hay más nada que contar al respecto. Y no: no puede haber escuchado la canción todavía, aunque pienso mandarle un disco.

-Pasemos del gran novelista colombiano a un muy prometedor narrador cubano, ¿en dónde ha quedado el Silvio Rodríguez novelista? Hace algunos años intentaste probarte en esos terrenos.

-Permíteme que me sonría, pero me parece que te has confundido. Chico Buarque, Víctor Heredia y Amaury Pérez son los cantores novelistas. Yo sólo soy un fan de lo que son capaces de hacer.

-¿Cuáles son los misterios de los que te sentís más aficionado?

-Uno de mis primeros oficios fue el de dibujante. Eso es lo que más hice en aquellas publicaciones en que trabajé de adolescente. Desde entonces me aficioné a la fotografía, por sus valores plásticos, pero también por la alquimia de congelar el tiempo. Todavía ando con cámaras. Pudiera decirse que son mi violín de Ingres.

-Mirá hacia la puerta, acaba de entrar un cholo. Viene de la eternidad, pero él dice que nunca se fue de Santiago de Chuco, le han pegado duro con un palo y duro también con una soga; quiere sentarse a esta mesa, que le sirvamos un luminoso vino fraterno para seguir soñando, ¿qué le dirías?

-Que escuche a Ernesto Guevara recitar Los Heraldos Negros. Que lo busque por ahí, por donde andan, y le diga que se los recite, para que vea cómo se le ponen los huesos de gallina.

-¿Cuándo supiste de la existencia de la poesía?

-Mi padre me leía poemas cuando yo tenía 7 u 8 años. Esa fue la primera noción que tuve. La de un obrero agrícola, con segundo grado de escolaridad, que leía en voz alta Los motivos del lobo, de Rubén Darío.

-Hiciste algunos recitales poético-musicales con un quijote hamletiano del Caribe, Roberto Fernández Retamar. Contanos de esa experiencia, y trazá una semblanza de él.

-No me parece que a Roberto le pueda servir de mucho una valoración mía, aunque en verdad es un querido amigo desde hace años. Él ya era director de la revista cuando yo llegué, jovencito, a Casa de las Américas en 1968. Incluso ya tenía toda una trayectoria literaria, amigo de Lezama y del maravilloso grupo que fundó la revista Orígenes. Cuando yo le conocí, Roberto ya era una de las voces poéticas principales de su generación y además era maestro de algunos de mis amigos, en la Escuela de Letras de la Universidad de La Habana. Roberto ha estado vinculado a muchas cosas que han sido importantes para mí. Para empezar, la mismísima Casa de las Américas y su fundadora, nuestra querida, imprescindible Haydeé Santamaría. Imagínate que recuerdo a Paco Urondo y veo a Roberto; a Roque Dalton y veo a Roberto; a Mariano Rodríguez y veo a Roberto; a Ernesto Cardenal y veo a Roberto; a Julio Cortázar y veo a Roberto… y siempre veo a Haydeé, que es como el alma de todas esas visitaciones. El año pasado, cuando se cumplió medio siglo de la Casa, lo invité a que hiciera conmigo un recital de poesía y canción, y Roberto, que nunca había leído sus poemas allí donde trabaja hace más de 40 años, tuvo el gesto espléndido de hacer el recital conmigo. Unos meses después lo repetimos en el Auditorio Nacional de México DF, con mucho éxito, por cierto.

-Si pudieras pegarte unas alas, para dónde volarías: el pasado o el futuro, ¿qué imaginás que verías o qué te gustaría ver?

-Me gustaría ver cosas que hoy pudieran considerarse imposibles: más respeto recíproco, menos peso de intereses mezquinos, más predominio de la solidaridad. Pura utopía.

-¿Qué puede más en vos, el desencanto o el deseo? ¿Es una batalla que siempre tiene el mismo ganador?

-Creo que en mí predomina el deseo, aunque a veces tenga días más oscuros.

-¿Tenés pensado venir a Argentina a presentar el disco?

-No le tengo mucha fe, internacionalmente, a Segunda cita. Es un disco, en cierto sentido, local. Empezando por Segunda cita, que está llena de referencias al último medio siglo de nuestra historia. Sea señora, Huracán, Trovador antiguo están bastante centradas en nuestra realidad. Pero si resultara gustar, claro que sí, con mucho gusto que lo haría.

Sale “Gracias a la vida” para recaudar fondos por Chile


23 Abril 2010

Violeta ParraLa nueva versión del tema Gracias a la vida” de Violeta Parra, grabada por artistas como Beto Cuevas, Juanes, Shakira y Juan Luis Guerra, entre otros, se venderá en sitios de descargas por internet a partir del 4 de mayo.

La empresa Warner Music informó el viernes en comunicado de prensa que la canción, emblemática para los chilenos desde hace más de 40 años, fue grabada por un grupo de artistas que de esta manera dan forma a la iniciativa Voces unidas por Chile” con la que buscan ayudar a las víctimas del terremoto y maremoto que sacudió al país el 27 de febrero.

Los fondos recaudados por la venta del tema a través de Internet serán entregados a Habitat for Humanity”, una organización sin fines de lucro que da apoyo y vivienda a poblaciones afectada por desastres naturales o provocados por el hombre.

Sin importar en qué parte del mundo se encontraban, los artistas acomodaron su agenda para poder grabar su parte correspondiente de la canción”, dijo el sello disquero en el comunicado.

Beto Cuevas grabó en Los Angeles, Juanes en Londres, Alejandro Sanz en Santiago de Chile, Juan Luis Guerra en Miami, Laura Pausini en Italia, Fher del grupo Maná en Guadalajara, Shakira en Nassau, Michael Bublé en Nueva York y Miguel Bosé en Madrid.

La producción de esta nueva versión estuvo a cargo del chileno Humberto Gatica.

(Con información de AP)

Entrevista con Santiago Feliú: El «trovador del rock and roll» conversó con JR sobre su nuevo CD Ay, la vida



Kaloian Santos Cabrera
kaloian@juventudrebelde.cu
24 de Abril del 2010

Desafiante se presentó en una audición para entrar al Movimiento de la Nueva Trova. Corría el año 1978 y tenía entonces solo 15 años. Santiago Feliú disparó Batalla sobre mí y Dime, dos temas de su autoría. Entre los miembros del jurado estaba Pablo Milanés y cuentan que, cuando el adolescente terminó, el ya consagrado bardo exclamó: «Ojalá alguna vez yo hiciera dos canciones como esas».

Y porque solo quería tocar la guitarra, escribir y cantar dejó la escuela en octavo grado. Quizá era algo irremediable pues desde los cinco años Santiago estaba «dándole a la guitarrita» y viendo a su hermano Vicente Feliú reunirse a cantar con Silvio Rodríguez y Noel Nicola.

«Santi solo te pide que lo escuches un instante, porque sabe bien, eso sí, que un par de canciones después su encanto y su magia son capaces de atraparte, electrizarte y hacer que te enamores de su ángel, para siempre». Carlos Varela.

Ahora, «cuarentonamente», el autor de Para Bárbara anda en busca de otra canción y se confiesa ser una «porfía en razón». Y lo es. Además, sigue «gago, zurdo y vago» y, para colmos, con orgullo y razón se autoproclama «la trova del rock and roll». Y hay mucho más, imposible de ceñir en un par de oraciones —como las anteriores— aunque yo me haya valido de desarmar la letra de su canción Sin tanta soledad para abrir así esta entrevista donde el trovador, gracias al auxilio de amigos mutuos como Humberto Manduley y Darsi Fernández, nos cuenta de su nuevo CD Ay, la vida, que llega casi una década después de Sin Julieta (2002).

—¿Por qué tanto tiempo sin sacar un disco?

—Trato de hacerlo cuando tengo más de diez canciones logradas. Un disco al año generalmente tiene tres canciones buenas y las otras bastante menos. Aunque no soy de sentarme a trabajar, y cierto es que soy bastante vago, sigo abogando por la espontaneidad. Sé que cuando bajan las musas deben encontrarte trabajando, pero tengo mis rachas de creatividad y espero por ellas. Por eso no me comprometo con disqueras en entregarles x discos en x años. Prefiero uno bueno a 20 regulares. Tampoco abundan las posibilidades de grabar en buenos estudios. Es cuando se puede. En fin… voy a mi aire.

—Más allá de un álbum, ¿qué puede ser Ay, la vida: quejas, suspiros, declaración de principios cuando pasas los 40?

—Más bien cuando se acercan los 50. No soy jovencito. Ni siquiera joven. Soy un «jovenzote» y este disco es «madurote». Apto para mayores de 40 o jóvenes muy intuitivos.

«Ay, la vida es una canción llena de versos reflexivos sobre la vida. Da título al disco porque lo resume: Hay un tema a mi hijo, otro sobre mi relación con la canción, como siempre alguna que otra de amor y otra de amor desamorado, un autorretrato, una sobre Cuba... Es un CD como la vida misma. La verdad es que son 37 minutos entretenidos, fluidos, que se dejan escuchar sin pasar temas y sin aburrir. Modestia incluida.

«Le debo mucho también en este disco a la suerte de contar, una vez más, con Roberto Carcassés, Descemer Bueno y Elmer Ferrer, grandes músicos y grandes amigos que siempre me acompañan.

«Otro lujazo fue contar con Oliver Valdés en la batería y cantar junto a Haydée Milanés, Yusa, Melvis Estévez y Silvio Rodríguez, que cantó precioso y por primera vez grabamos un tema en estudio. Entre todos hacemos buena química de empaste que equilibra y embellece el disco».

«Diría yo que Santiago Feliú, zurdo gago al que se le caen los dientes de su barba, le sobra razón para lo que la vida da de sí y le faltan palabras para tanta música como le nace». Joan Manuel Serrat.

—A propósito de que lo mencionas, ¿de qué forma irrumpió Adriano en tu vida, en tus canciones?

—Siempre le tuve pánico a ser papá por mi alocada manera de vivir los intensos 70 y 80 (todavía el condón no era popular, ni tan superimprescindible. Con esto no trato de evadir responsabilidades. Los días eran así).

«El caso es que Adriano llegó porque su mamá, a quien también le dije que no, me dijo: “Ok, entonces vete que yo lo tengo sola”. Esto se lo agradeceré toda la vida, porque es un niño bello, un superhijo y porque sin proponérmelo he resultado ser un padrazo. Y es que un hijo supera al mismísimo amor. Te encuentras, te vuelve más seguro, más fuerte, más sabio... Es tremendo».

—Has dicho en alguna ocasión que eres «un adicto a la belleza que provoca la tristeza traducida en música» ¿Es este CD también producto de esos felices desamores?

—Puede ser, pero a diferencia de Sin Julieta, Ay, la vida tiene más de mi veta roquera, menos guitarra rebuscada. Es una poética más «directa». También por primera vez grabo cuatro canciones acompañándome decorosamente al piano.

—¿El resultado final del Ay, la vida se parece a lo que soñaste?

—Sí. Creo que es la primera vez que me pasa. Sobre todo en el asunto grabación, mezcla, masterización y diseño. Generalmente son buenos mis discos en repertorio y acople, como obra artística, musical, pero tienen sus defectos de producción que siempre es culpa del poco tiempo disponible.

—¿A estas alturas cuánto hay de oficio, y cuánto de inspiración para crear?

—Dejo que la inspiración supere al oficio. La música me sale más espontánea. Casi siempre con una estructura de canción. Luego trato de poner versos sobre esa melodía inventada. También, a veces, con melodías sin palabras, hago instrumentales por puro «placer guitarrístico».

«La verdad es que escribir me cuesta. El qué decir es una cuestión trabajosa sobre todo cuando se ha dicho tanto, incluyéndome. Pero el español es tan mágico que te permite inventarte una poética que va diciéndose sola. Así me va saliendo la canción».

—Entonces ¿cómo has tenido que amañártelas para que tus producciones discográficas y tu carrera sean coherentes con lo que tú quieres y no con lo que requiere el mercado o los medios de difusión?

—Sin hacer concesiones. Nunca pasaré de moda porque nunca estuve de moda. Aspiro a ser como el vino, mientras más viejo mejor. El mercado me da igual, solo quiero que me escuche quien me necesite.

—La vida es motivo reiterado de tus canciones…

—Debe ser por la muerte.

—Y los años 80 son un capítulo esencial en tu historia…

—Realmente da para un libro. En esa década conocí a Donato Poveda, que también andaba callejeando, en una evaluación para la Nueva Trova. Fue un hechizo mutuo de guitarra y poesía. Hicimos un dúo bastante ingenioso «guitarrísticamente hablando» y con un interés radical de hacer algo novedoso armónica y poéticamente. Luego me encontré a Frank Delgado, Carlitos Varela y a Gerardo Alfonso para compartir los años luminosos del Movimiento de la Nueva Trova.

«En el año 85 Silvio me invitó a su gira con AfroCuba por España y Sudamérica. Recuerdo que cantábamos Historia de la silla y Para Bárbara. Luego me dejaba en el escenario, yo hacía dos temas con AfroCuba y un par más solo. ¡Era increíble! El intensivo aprendizaje con semejante trovador junto a semejante “bandón” fue intensamente bello.

«En Argentina aprendí que existe un rock en castellano y, además, buenísimo. Trabajé con Fito Páez, León Gieco y Juan Carlos Baglietto, entre otros. Esa etapa fue esencial para exaltar mi veta roquera.

«En el 89 me quedé un tiempo en Colombia, de donde fui expulsado por mis andanzas con el Movimiento guerrillero M-19. Es el propio Silvio quien me rescata en Santiago de Chile y me devuelve a La Habana. Llegué con mis Náuseas de fin de siglo a comenzar los 90.

—Y en ese tema cantas: «Lo que pasa es que lo eterno/ no es de nosotros. / Lo imposible es esa brújula rota en el alma./ El amor de la sonrisa/ contaminándose más./ Y en el miedo de querer/ todo lo que está ahogándose». Y ahora te pregunto: ¿Qué náuseas te provoca el principio de este nuevo siglo?

—Pues son las mismas: El hombre sigue bruto, prepotente y mediocre. Destruye el planeta y juega a la guerra en nombre de la paz. Y tanto avance de la ciencia y la tecnología para luego involucionar.

«Creo que sería bueno una invasión de extraterrestres para ver si nos unimos y dejamos de matarnos entre nosotros».

GABRIELA MISTRAL Y SANDINO






por Jaime Quezada

Yo sigo admirando a Sandino,
y me conforta esa fuerza primitiva pero constante,
una fuerza organizada, casi técnica, y maravillosa.

Gabriela Mistral


¿Sabías, leal lector, que fuera de Nicaragua la abanderada intelectual del sandinismo, entre el sexo femenino, fue la célebre Gabriela Mistral?

Declarada por Augusto César Sandino, desde sus montañas de las Segovias, Benemérita del Ejército Sandinista.

La maestra rural chilena estaba lejos todavía del Premio Nobel de Literatura (1945), pero muy cerca de la carne viva de la historia: "Es necesario decir algo a favor de la desgraciada Nicaragua.

Es preciso acompañar siquiera con palabras a esa gente desventurada y heroica que padece por la justicia". Aunque nuestra Mistral creía no tener manía política tuvo, sin embargo, una extraordinaria adhesión hacia aquel "hombre heroico, héroe legítimo, como tal vez no me toque ver otro".

Y hacia aquella causa de su "pequeño ejército loco de voluntad de sacrificio".

Memorables artículos, casi desconocidos hoy, publicaría Gabriela Mistral en la prensa latinoamericana de aquella época (1928, 1930) con motivo de la invasión norteamericana en Nicaragua.

"Para mí Sandino es todo un héroe", repite diez o quince veces, como para refutar el calificativo de "bandido" que le daba el presidente yanqui Herbert Hoover, o el de "insignificante jefe desequilibrado" que le tildaba The New York Times. Gabriela Mistral no permanece ajena a los acontecimientos del país de Rubén Darío, aun cuando ella está en París, en Marsella o en la misma Nueva York. Los cables de la prensa le hacen temblar el pulso:

"Sandino carga las dos o tres pistolas que le dan las fotografías malignas de los semanarios neoyorquinos, porque corre perseguido por los ajenos y los propios, y cada árbol y cada piedra de su región le son desleales.

Y su defensa toma aspectos de locura porque vive un caso fabuloso como para voltear a cualquiera la masa de sangre".

No se queda ella –nuestra Mistral- en panegíricos, artículos o contestaciones a encuestas. Solicita públicamente a los hispanistas políticos una colecta continental para la causa sandinista: "Nunca los dólares, los sucres, o los bolívares sudamericanos, que se gastan tan fluvialmente en sensualidades capitalinas, estarán mejor donados".

Y en un mensaje, que insta a formar la Legión hispanoamericana de Nicaragua, motiva a centenares de jóvenes que abandonen hogares y universidades "para ofrecerle a Sandino lo mejor que puede cederse, que es la sangre joven, y una lealtad temeraria y perfecta que sólo la juventud puede dar".

Razón de gratitud tendría, entonces, el "hombrecito Sandino" para honrar a Gabriela Mistral como "la abanderada intelectual del sandinismo".

¿Sabías, leal lector, que fuera de Nicaragua la abanderada intelectual del sandinismo, entre el sexo femenino, fue la chilema Gabriela Mistral?

Santiago de Chile, junio, y 2009.
Leer más:

www.luiseaguilera.blogspot.com

DIEGO EL CIGALA “Cuanto más se busca, menos se halla”


aunque es una entrevista antigua, creo que vale la pena releerla...

jueves, 5 de noviembre de 2009

MUSICA › DIEGO EL CIGALA PRESENTA SU DISCO DOS LAGRIMAS, HOY EN EL GRAN REX
“Cuanto más se busca, menos se halla”

El gitano no oculta su satisfacción por volver a una sala que considera “ideal para mi música”. Mientras prepara un disco de tangos, alienta a bajar sus discos de la web: “Las multinacionales ya se han forrado los bolsillos durante años”. Por Karina Micheletto

Es el corresponsable de uno de los últimos fenómenos de la world music, aquel sorprendente Lágrimas negras, donde juntó son, bolero, rumba y tango con flamenco, en una música nueva y exquisita, en compañía de la gloria del piano Bebo Valdés. De allí, este gitano de ley salió disparado al centro de la escena mundial, capaz del canto visceral que remite directamente a eso que llaman “raíz”. A siete años de aquel éxito que fue Lágrimas negras, el músico redobló la apuesta con el CD Dos lágrimas. “Olor a ron añejo”, dice que andaba buscando, y para eso volvió a cruzarse con veteranos de la música cubana. Esta noche lo presentará en Buenos Aires –a las 21.30 en el teatro Gran Rex–, en una actuación que tendrá un adelanto significativo para estas tierras: el nuevo disco que ya está grabando el gitano, donde se mete de cabeza en el tango, junto a glorias que esta vez son argentinas, como Rubén Juárez.

Son las seis de la tarde en Madrid y El Cigala se despierta con el llamado de Página/12. “Es que anoche me he quedado grabando hasta las altas”, explica. Las altas son las altas horas de la madrugada, y lo que está grabando es un disco en el que sonarán Troilo, Goyeneche y los Expósito en su registro flamenco. El Cigala lo anuncia y suelta la carcajada, pero jura que se lo está tomando muy en serio. Enseguida el gitano se disculpa: no puede dar mayores datos por ahora, pero sí un par de puntas por las que es posible imaginar de qué viene el disco que ya tuvo un primer germen en aquella memorable versión de “Niebla del Riachuelo”, una de las claves del éxito de Lágrimas negras.

Un par de muestras sonarán en el concierto del Gran Rex: la versión flamenca de “Alfonsina y el mar” –que no es un tango, claro, pero es la obra del folklore argentino traducida a más idiomas, la zamba más conocida en el mundo entero– y “Garganta con arena”, el homenaje que le hizo Cacho Castaña al Polaco Goyeneche. “Las tengo ahí, a medias, pero las voy a tirar”, dice El Cigala, que se entusiasma con “lo bonito que está quedando el disco”, pero, sobre todo, con el invitado de honor que tendrá la grabación, Rubén Juárez. “Un loco, un genio, un mago”, lo define, y es fácil imaginar la potencia del contrapunto entre el cante del Cigala y el bandoneón que Juárez hace cantar junto con él, dos puntos de partida y dos maneras de improvisar diferentes, un mismo fondo de búsqueda. “¡Qué magia cuando venga a grabar en su blanco bandoneón!”, sigue alabando el gitano, en su estilo siempre al borde la hipérbole.

–¿Cómo surgió ese encuentro?

–Nos conocimos en Madrid, en una cena, le empecé a cantar, él me siguió cantando, y nos volvimos locos los dos. Bueno, yo ya estaba un poco loco, y él, ¡ni le cuento! (risas). Yo creo que hay que estar un poco loco para ser tan genio como Rubén, si ese señor fuese una persona como tantas, no podría desarrollar tanta magia alrededor de él. A mí definitivamente me dejó loco cuando me cantó “Volver”. Esa noche me cantó cosas muy profundas y muy bonitas, y me encantaría tenerlo a mi lado.

–Es de imaginar que esa grabación tendrá mucho de improvisación...

–Sí, así trabajo siempre, dejamos que fluya, lo que nos va gustando se va quedando, y mientras tanto vamos viviendo esos momentos de emotividad que van apareciendo, no es que los buscamos. A mí me pasa como a Pica-sso: yo no busco, encuentro. La música se trata de eso, porque cuando más buscas, menos hallas.

–En su página web pone a disposición su discografía completa en forma gratuita. ¿Por qué tomó esa decisión?

–¡Y para qué lo voy a dejar pa’ mí solo, prefiero que todo el mundo lo escuche! El que le guste, que lo escuche, que pueda hablar de los discos, criticarlos, comentarlos. Y luego, si ya la ha escuchado en la web y le gustó mucho, mucho, pues, que lo compre. Esa es la propuesta. Yo no grabo un disco pa’ tenerlo yo mismo, los grabo pa’ que la gente lo escuche. Ya he tenido mis beneficios, y ahora prefiero que la gente pueda escuchar mi música. Luego, si la quiere tener, la puede comparar.

–Entonces, el disco, como negocio, es claramente un objeto secundario para usted. ¿La ganancia del artista hoy pasa sólo por los shows en vivo?

–¡Pues, lo que es por el disco, no ha pasado nunca! Las multinacionales ya se han forrado los bolsillos durante años, siempre se han llenado las arcas ellos y los artistas quedaron en segundo plano. Eso ha empezado a cambiar, ahora que ha tocado el tiempo de la caída. La gente se hace sus grabaciones por lo libre, los artistas tienen sus estudios de grabación, las formas son otras. Yo me harté, y en España edité mi disco por lo libre. Dos lágrimas estuvo en todos los kioscos con el diario El País. Me encantó hacerlo así.

–Usted es amigo de Gabriel García Márquez, hablan seguido por teléfono. ¿Cómo se conocieron?

–¡Me ha nombrado usted a uno de los genios del siglo! ¡Me encanta ese hombre, es una genialidad absoluta, y un ser humano que pa’ qué le cuento! Hablamos por teléfono, sí, y siempre me transmite tanto cariño que inevitablemente cuando corto me quedo pensando: qué suerte que tienes, Diego, mira que es cojonudo poder conocer a una persona de tanta sabiduría. Nos conocimos en México, en un concierto en el Auditorio Nacional, y luego fuimos a un bar muy famoso, el Siqueiros. Allí se inauguraba una muestra de un dibujante también muy famoso, Luis Carreño, que me había hecho una caricatura. Teníamos que tirar los dos de la cortina, y cuando el Gabo vio mi caricatura, se descojonó. Desde entonces quedamos en contacto. Me escribió unas cosas para el disco Dos lágrimas, pero no dio tiempo a incluirlas, porque ya estaba en imprenta. Dios mío, qué honor, me lo mandó de puño y letra suyo, en una servilleta. Lo vamos a utilizar en un video de Dos lágrimas.

–Usted ya estuvo en la Argentina después de cantar tangos. ¿Era como se lo imaginaba?

–Pues, sí, yo me imaginaba que era un país de gente muy caliente, muy campechana, de esos que dan rápidamente cobijo, y de eso no me quedó duda la primera vez que fui, cuando actué en el Luna Park. Mi madre, lo que fue ese lugar repleto los dos días, algo monstruoso. Y luego estuve en el Gran Rex, que es un teatro que me encanta, muy adecuado para ofrecer mi música, así que estoy contento de volver allí.

–¿Y fue a conocer el Riachuelo del que habla “Niebla del Riachuelo”?

–Me encantaría, ¿es un sitio bonito?

–Le diría que algo... oloroso.

–Bueno, no pasa nada, nos pondremos una mascarilla y ya. Pero eso no es lo que pinta el tema, ¿eh? ¡Me está usted cambiando la canción! (risas). A propósito, antes de terminar la nota, ¿le pido un favor? Póngale un título bonito.

Los valores del hombre moderno, según Quino

Con el paso de los siglos el ser humano ha incorporado nuevo valores que se ajustan a los tiempos que corren. A continuación Quino explica cuáles son los valores que dominan al hombre moderno.









Joaquín Salvador Lavado (Guaymallén, Provincia de Mendoza, 17 de julio de 1932), más conocido como Quino, es un humorista gráfico y creador de historietas de nacionalidad argentina e hijo de emigrantes españoles. Su obra más famosa es la tira cómica Mafalda (publicada originalmente entre 1964 y 1973).

http://www.cubadebate.cu/especiales/2009/11/03/los-valores-del-hombre-moderno-segun-quino/