domingo, febrero 22, 2009

festival canción social


Talastilla trabajo cultural

Talastilla es una agrupación cultural integrada por compañeros de distintas organizaciones sociales y agrupaciones políticas que entienden la acción cultural como un proceso inseparable de las luchas sociales, de la cuestión nacional y de la reivindicación de quienes en ellas entregaron lo mejor de sus vidas. Nuestra tarea esta vinculada a la música, el teatro, las artes plásticas y las muy diversas expresiones artísticas cuya perspectiva recorta, plasma y transmite las experiencias de la gente que se organiza y lucha, que se compromete con su tiempo y que ante el avasallamiento incesante de un poder cada día más cruento e inescrupuloso, responde con más lucha, más organización y más sentido solidario.

Por esta razón, nos encontramos organizando el 1º FESTIVAL DE LA CANCIÓN SOCIAL para celebrar y difundir a los artistas que han hecho de la canción una verdadera herramienta social. El festival se realizará el 21, 22, 23 y 24 de Marzo de 2009 en el ECUNHI (Espacio Cultural Nuestros Hijos) Av. Libertador 8465 (ex ESMA) y nos reunirá con varios de los referentes más importantes de esta expresión popular. Entre ellos, nos entregará sus canciones una vez más TERESA PARODI, referente ineludible de la canción, anfitriona y madrina de este 1º Festival de la Canción Social. También han confirmado su participación el CUARTETO CEDRÓN, IGNACIO COPANI, CATALINAS SUR, BUENOS AIRES NEGRO, MATEMURGA, HUGO FERNANDEZ PANCONI, FERNANDO MONTALBANO, SERGIO LOBO, entre otros. La entrada para asistir a cada presentación será un útil escolar que distribuirán las organizaciones sociales que participan de este encuentro que, además, coincide en su cierre, con otro aniversario de aquel oscuro 24 de marzo del 76 en dónde. sin dudas, los movimientos culturales y la canción social, claro está, emprendían un durísimo camino de resistencia.

Carta a Margarita


Beatriz Paganini (Desde Santa Fe, Argentina. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

Tengo ante mí tu foto, Margarita Mbywangi.

Has salido en los medios de prensa internacionales.

¿Cómo se pronunciará tu apellido? ¿Mmmmbiuangi?

¿Cómo le agrego tu dulce acento guaraní?

Tenías cuatro años cuando los blancos mataron a tu familia y te llevaron como esclava para servir en las haciendas paraguayas.

Hoy, lo acompañás, con rango de ministra, al presidente Fernando Lugo en la valiente cruzada de gobernar al Paraguay como una nación libre y soberana.

Será a un alto costo; a una lucha diaria por todos los flancos.

¡No más cipayos paraguayos!

¡No más extranjeros dominando Paraguay!

Ahora tenés 46 años. ¡Lástima que tu compatriota Don Augusto Roa Bastos no pueda celebrarlo! Justamente él, exiliado, errante, perseguido por la dictadura.

Yo llegué a conocerlo en Toulousse. Le llevé la carta de Hermenegildo Rosales Prieto, otro paraguayo perseguido, a quien mi tío Ramiro le dio escondite y refugio en la casona de mis abuelos.

- ¡Tío, quiero llevarle esas letras! – le pedí entusiasmada.

Ante mi pedido, tío Ramiro aceptó.

Entonces, decidida, emprendí el viaje.

Toulousse me recibió con una fina y helada llovizna. Esperé en la sala de profesores de la Universidad donde él se encontraba.

Nos presentamos y, caminando nos dirigimos a su escritorio privado.

Espontáneamente le dije la semejanza física que tenía con Don Atahualpa Yupanqui.

_ Somos hermanos en la lucha de perseguidos por nuestros ideales, sobre los derechos inalienables de la Humanidad - me contestó - él con su canto, su guitarra y sus versos, yo con mi pluma y mi docencia. Francia hizo honor a su liberté, ëgalité e igualité al recibirnos y salvarnos de la garra persecutoria y asesina de los que desprecian su suelo patrio, conchabándose al Imperialismo, liberalismo o cualquier neo-ismo de todo lo que sea privilegio para unos pocos.

Asentí con un gesto y él, invitó a sentarnos.

Abrí mi cartera, saqué un sobre y se lo entregué.

Lo abrió y comenzó a leer en silencio.

"Augusto Roa Bastos, es el amigo paisano que me espera en Buenos Aires y yo, Hemernegildo Rosales voy a su encuentro.

Me costó escapar de esas bestias humanoides que castigan mi pueblo. Matan a mis hermanos. Se arrodillan ante los gringos y les venden lo que no es de ellos.

¡Mal venden por treinta dineros la tierra paraguaya!

¡Malaya! ¡Mal paridos!

La estaca que nos clavan, algún día será castigo para ellos.

Me salvó el silbido del Amancio, tal como era la consigna, si venían a buscarme.

Descalzo, salté al vacío desde el techo del rancho y me interné en el monte. Ladraban los perros del Isidro, pero yo corrí. Ladraban los perros de la Nemesia pero yo corría.

Llegué a La Chúcara.

Abrir el portón me fue fácil.

Me acordé que Don Juarez, el capatáz, estaría en la bailanta.

Los perros no ladraron porque me reconocieron.

No fue en vano los pedazos de carne que les daba, cuando llevaba el pedido de "La Mejor y Única.", la carnicería donde tenía mi conchavo de repartidor, mandadero y cualquier otro servicio que se le ocurriera al patrón (hasta que me despidió por afiliarme al sindicato).

Me subí al techo. El tanque de agua estaba a un costado. La tapa, gracias al tata ateo, tenía unas hendijas que me permitieron entrar las manos.

No era mi intención destaparla sino correrla.

Entonces empujé.

¡Puje! ¡Puje! Gritaba la matrona a mi mamá para que viniera al mundo la Zelmira. Y, ahora, con mi puje yo salvo mi vida.

Con fuerza y a su vez medido debía ser el puje porque la tapa no debía caerse. Después de cuatro pujes, calculé que entraba y me metí.

El frío no se me mezquinó. Sentí el sudor caliente como chirriando.

Igualito que chirría el hierro sacado de la fragua y metido en agua fría.

Así sentí mis carnes que hervían con el sudor que, hasta ahí nomás, me estaba chorreando.

Haciendo pié, me alcanzaba tener la cabeza fuera. Cuando se hizo la luz, salí para espiar.

Me metí otra vez por la aparición de unos gurises.

Quedé entumecido, hinchado, con la ropa pegada y ajustada como encogida.

Oí el silbido del Amancio. Esta vez no era Anahí sino Pájaro Campana.

Así habíamos quedado.

Si el silbaba Anahí yo ya estaba escondido.

Si silbaba Pájaro Campana, entonces estate tranquilo Herme, no hay peligro a la vista.

Como no sabía donde estaba, me dijo que se la pasó silbando. Que más silbaba de noche, pero que de día tampoco le hacía asco, por si las dudas.

No me fue fácil contestarle para que se orientara.

Los labios, la lengua, toda la boca no me hacían caso.

Demoré el silbido.

Para peor, cuando el suyo se alejaba yo me sentía desesperar, pero, al fin, pude domar la lengua como he domado siempre al destino que se me quiso torcer en desgracia.

En un momento, silbido y silbido hicieron un solo canto, sin eco.

Bajé. Nos abrazamos.

_ ¡Hermano!- me dijo sólo eso.

Ya estaba oscureciendo, yo lo seguía rengueando, descalzo.

_ No hay naides- me cuenta-han ido pal otro lado a buscar más rebeldes.

Le entendí.

Yo también era un rebelde terrorista.

En el rancho me dió ropa y había un camastro para pasar la noche.

Las alimañas sólo volverían dentro de dos o tres días, después con los pobres infelices que ya torturados en el camino, caerían en los calabozos de Asunción o Clorinda. Si no eran fusilados por el nazi-paraguayo de turno, morirían tuberculosos, locos o de cualquier peste.

El mate me acompañaba cuando estaba solo y en la cabeza maquinaba mi huída hacia Clorinda para enlazar con Misiones.

Pero, al final, fue por agua mi escape.

El Paraná me transportó.

En Entre Ríos, ya avisado, me esperaba un argentino muy caballero, educado como son algunos allá. Con el peinado chato como Gardel.

Me contó que estaba cumpliendo la misión que le había encargado un amigo de mi amigo Roa Bastos.

¡Cha`migo! Este Augusto.

Enfiló, con su fitito, hacia el Túnel que une Paraná con Santa Fe.

Yo nunca había pasado abajo del agua por un túnel.

¡Es de no creer lo que puede la mano del hombre!

Llegamos de noche, después de cruzar un pintoresco puente, que el argentino me dijo que se llamaba Puente Colgante; las luces de la ciudad me recibieron.

Parecía una ciudad tranquila. Cerquita del puente estaba la casa. Nos detuvimos y el argentino me dijo:

_ Amigo, lo voy a dejar en una casa de familia muy conocida de Santa Fe, pero a usted, por ahora, no lo verán. Uno de los hijos, aprovechando que el cabeza de familia está en Europa, lo acogerá en el sótano de su residencia con absoluto silencio. Desde ya confío en su discreción como usted deberá confiar en la buena voluntad que nos mueve a ofrecerle esta especie de salvoconducto.

Entonces, me di cuenta que la Argentina se estaba poniendo peligrosa para la gente al igual que para los paraguayos en su pago.

La mansión era imponente, daba a un boulevard y tenía dos entradas por dos calles porque abarcaba muchísimo terreno.

Cruzamos jardines, fuentes, estatuas, todo rápido, casi a lo oscuro.

Se abrió una puerta y, un indio vestido como cristiano civilizado inclinó la cabeza y nos hizo señas para que lo siguiéramos.

Entramos en una amplia y lujosa cocina, casi, casi de ésas medidas era mi rancho paraguayo.

En un ángulo, entre dos paredes había una puerta que el indio abrió, prendió una luz y se vió una escalera que descendía.

Bajamos.

Llegamos a una enorme despensa y bodega. Allí, volvimos a bajar por otra escalera.

Ese lugar era un lavadero. Pilas de ropa, fuentones, baldes, percheros con ropa colgada y varias planchas a carbón.

Otra vez bajamos y lo que apareció a mi vista, no lo podía creer.

Era una casa lujosa dentro de otra casa.

Jamás en la vida, hasta ese día, tuve frente a mi tanto lujo y comodidades.

Esos muebles fabulosos de maderas desconocidas. El piso alfombrado con distintos tapices que separaban, y unían a su vez, las zonas determinadas para Biblioteca, dormitorio, comedor. Cortinados, visillos, carpetas, floreros, esculturas, cuadros, arañas, muebles todo acorde con una decoración palaciega.

En menos de una semana pasé de fugitivo con riesgo de morir ahogado en un tanque de agua en el techo de la Estancia LA CHÚCARA del Paraguay, a huésped refugiado en un sótano lujoso y simulado de Santa Fe.

Mi agradecimiento a Don Augusto, viene desde mi infancia.

Su mamá ayudó a mi mamá y él, me enseñó a comprender el porqué estamos sometidos en nuestra querida tierra paragüaya.

Recuerdo que, hace cinco años desde Buenos Aires me ayudó con los gastos para que viajara hasta allí.

Vivíamos en una pensión. El vendía libros y yo vendía ropa.

Pero, en el 73 mi madre enfermó y quise ir a verla. Pasó el tiempo, me quedé con ella y no pude volver a Buenos Aires.

Ahora, llegando el 75, me avisó que corría peligro en Paraguay, cosa que yo ya había advertido.

Por teléfono le dije que iba y me explicó que dejara todo en sus manos y que yo sólo le avisara por donde iban mis pasos.

En nuestra última llamada desde Paraná me contó que ya en la Argentina estaban persiguiendo y matando como en Paraguay.

La triple A de José López Rega, el minitro de Isabel Martinez de Parón, estaba matando hasta en las calles de Buenos Aires.

Y, aquí estoy. Mañana a la noche me llevan a Rosario.

Dejo estas líneas como agradecimiento a la familia Quintana que me ayudó y es la dueña de este chalet. Algún día, en tiempos mejores para la Humanidad, volveré para agradecer personalmente.

A lo mejor, ese día, conoceré a los niños que ríen, corren y cantan allá arriba; donde ahora, no me ven ni yo los veo.

Dios y el Tata Ateo los bendiga, lo digo y lo firmo:

EN UN DIA DE AGOSTO DE 1975 Hermenegildo Rosales Prieto"

A medida que Don Augusto leía, su cara de esfinge india, seria, como tallada en madera y piedra comenzaba a transformarse con un gesto de tristeza, que por momentos le obligaban a interrumpir la lectura.

Cuando terminó, se levantó y con paso pausado se acercó a la biblioteca. Sacó un bibliorato. Lo abrió. Se volvió a sentar, pasando las hojas buscando, evidentemente, algo importante.

Al encontrarlo me dijo - Lea usted, por favor. -

Sus manos temblaban cuando me acercó las páginas señaladas.

Era un recorte de un diario de Rosario que consignaba lo siguiente:

Dos delincuentes abatidos
AGENCIA E.F.E
25 de agosto de 1975.
Ayer, en horas de la noche, luego de un asalto a mano armada en el interior de la joyería El Diamante, dos delincuentes fueron abatidos cuando intentaron huir cubriéndose la retirada a los tiros. Identificados, los malvivientes resultaron ser: Hugo García argentino, de 25 años y Hermenegildo Rosales Prieto, paraguayo, de 38. Ambos con pedido de captura y frondoso prontuario delictivo. En el auto abandonado, se encontraron armas de guerra y documentación falsificada.

Lo miré consternada. Hubo una pausa.

Luego, él me dijo:

- Esta hoja del diario me la dió Zelmira, la hermana menor de Hermenegildo, hace tres meses cuando yo fui a Paraguay a ultimar los detalles de mi vuelta. Lo extraño del asunto, fue que el recorte se lo mandaron a su domicilio en Paraguay a los dos días de su publicación. Entonces ella me dijo no creer que su hermano hubiera terminado en eso, como un delincuente. ¡No mi`hija! la interrumpí. Yo pongo las manos en el fuego por tu hermano. Él iba a mi encuentro, pero escondiéndose. Le expliqué lo que era el Plan Cóndor y cómo se había extendido como un virus exterminador, matando mujeres, hombres y niños. Que hasta había monjas y curas corriendo la misma suerte.

A demás, estaba demostrada la relación internacional de los represores. ¿Por qué le mandaron la noticia del diario a ella? Era para meter miedo o sembrar dudas. Daba igual. Mientras tanto, yo lo esperaba, pero no tenía noticias, era como si se lo hubiera tragado la tierra, y me tuve que ir solo a Europa con la intriga que permanecía en mi corazón, dado que su rastro se perdió cuando salió del refugio de Santa Fe. Ahora, con las letras que él dejó escritas, está todo claro: ES OTRO DESAPARECIDO, aunque esta vez lo hacen pasar por delincuente. Hoy mismo le hablaré por teléfono a Zelmira y le diré que le llevo la última carta de su hermano.

Fue la primera y última vez que nos vimos con Don Augusto.

Él volvió definitivamente al Paraguay, falleciendo en 1995. Yo sigo viviendo en Santa Fe.

El chalet ya ha sido demolido. Los ladrillos que formaron sus paredes fueron mudos testigos de los sentimientos más nobles y más mezquinos de la condición humana, algo así como los acontecimientos de la vida misma. Como la historia de mi país, Argentina con sus utopías, heroísmos, venganzas, traiciones, prejuicios, patriotismo, renunciamientos… la historia misma de la humanidad toda.

Por eso, esta carta te la dirijo a vos: MARGARITA MBYWANGI. Es como si Don Augusto te dejara la posta en tus manos y en todas las manos de los paraguayos patriotas.

Varios cientos viven en mi país, Argentina, otros cientos repartidos por América, que sus luchas y exilios no hayan sido en vano.

Un fraterno abrazo.

VERÓNICA QUINTANA

Algo de música: desde la India, Ravi Shankar


ARGENPRESS

Para quienes leemos esto, seguramente occidentales, el nombre de Ravi Shankar evoca automáticamente misticismo. Se trata de un símbolo: es la India la que se nos figura, música de cítara, fragancia a incienso, quizá –más allá del remanido lugar común– paz y amor. Imágenes que el mismo Shankar, a decir verdad, no ha querido imponer, sino que provienen de una mercadotecnia que está más allá de su música.

Este legendario artista que ha llevado la música tradicional hindú a un sitial de honor en el ámbito cultural de todo el mundo, tiene actualmente en su haber el Récord Guinness por la carrera internacional más larga, con más de seis décadas de vigencia. Nacido en 1920 en Benarés, Uttar Pradesh, India, al día de hoy aún actúa.

Su talento personal es lo que lo ha llevado a brillar con luz propia, a lo que se agrega su asociación con el grupo británico The Beatles en la segunda mitad de la década de los 60 del pasado siglo, hecho que llevó su fama por todo el mundo occidental.

La innovación inicial de Shankar fue un tono vibrante y una forma más rápida de tocar la cítara, que históricamente era más serio, más solemne, ganándose así las críticas de los músicos más conservadores de la India. Colaboraciones con artistas occidentales como el violinista Yehudi Menuhin y su vinculación con The Beatles abrieron el camino a la experimentación para todos los demás. Aunque su sonido se convirtió en sinónimo de psicodelia en los 60, Shankar no gustaba del rol del líder del "trip".

En el año 1998 recibió el Polar Music Prize, un premio concedido por la Real Academia de Suecia de Música.

Presentamos aquí tres temas que dan un panorama de su creación.

Una mujer desnuda y en lo oscuro tiene una claridad que nos alumbra, es una vocación para las manos y, etcétera


Guillermo Guzmán (Desde Barcelona, Venezuela. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

¡Porsiacaso un apagón!

Evocar la poesía del Maestro Mario Benedetti "Una mujer desnuda y en lo oscuro" a propósito de que las escuálidas del Táchira se desvistieron en lo claro, ante los soldados del pueblo, me hace pensar en el contraste.

Oscuras pretensiones en lo claro, es otra cosa. Digo sin reporquetas que, son putas. ¡Putas es lo que son tales mujeres cuyos maridos cabrones las alquilan!

No es el lenguaje hablado la única manera de decir. El poder invisible de una mujer es siempre incomparable, te atrapa de alguna manera, en toda circunstancia de lugar y de tiempo, a menos que tu corazón no tenga fuerza para latir y en cuyo caso, no pueda incendiarse, de otra manera, estás jodido.

Y, eso que no ha llegado el mes de mayo, no obstante, las tres "anclas" de la globobillete (en la noche) -es decir, la globovisión- andan alborotadas.

Preludio, Capricho y Sinfonía andan locas y metiendo embuste para complacer a Ravel.
Os daré mi parecer: las putas y las "anclas" son actrices del mismo elenco. Unas, pelando el culo y las otras poniendo a andar la guarimba periodística, ¡oh! tristeza, ser periodista para mentirle al pueblo.

Entre los envenenados mensajes del matacura y el remate que hacen del mismo las tres locas, hay un grotesco libreto pero, nada inocente.

Debemos descifrar a tiempo los códigos de la arremetida televisiva, contra Venezuela.

Cada palabra está asociada a una visión, si el contexto verbal no está en sintonía con la realidad que pretende describir, ahí hay una manipulación y, en consecuencia, un delito informativo. Los escuálidos pretenden que la realidad se adapte a sus descabelladas descripciones, es por lo que ellos diseñan sucesos pret a porter que luego transmiten de ipso facto para dar la sensación de que son muy eficientes y esos son elementos de la trampa, de la guarimba periodística.

Pero, se tambalea ese "periodismo" -¿qué es el mensaje?- ¿Una vez transmitido ese mensaje, cuál es el remordimiento de ese "periodista"?

Unas putas que quieren que los soldados del pueblo le den julepe pero, al mismo tiempo los dejan con la carabina al hombro.

¡Ah!- pero es que las imágenes humorísticas, tanto como las de tipo sexual son las que se recuerdan con mayor frecuencia e intensidad. Se trata de un calculado manejo psicológico que sirve de vehículo para sembrar un mensaje y, es precisamente ese mensaje al que debemos descifrarle los códigos, para neutralizarlos.

El culo de esas putas es el pretexto. No olvidemos que detrás de todo eso hay un tablero alrededor del cual están los peores criminales de la historia contemporánea, y han empezado a jugar las cartas grandes para impedir a como de lugar la enmienda constitucional.

Ellos pretenden mover los resortes de la conciencia a través de un juego psicológico perverso pero que todos entienden.

Darles un palo por la cabeza y hacerles un buen chichón, es lo que merecen esas sinvergüenzas, por prestarse para-entre otras cosas-tratar de desmoralizar a nuestros soldados.

En cambio, la revolución bolivariana reivindica a la mujer y al papel que ella debe jugar en la sociedad. El poeta Mario Benedetti reivindica con su poesía tan buena, a la mujer digna y eso vale mucho.

"...tiene una claridad que nos alumbra / de modo que si ocurre un desconsuelo / un apagón o una noche sin luna /...../ para los labios es casi un destino / y para el corazón un despilfarro / genera una luz propia y nos enciende / es una gloria..../ genera un resplandor que da confianza /...etcétera.

Izquierda marxista, informe confidencial



Marcos Winocur (Desde México. Especial para ARGENPRES CULTURAL)

Con el propósito de saldar cuentas con el pasado, la izquierda marxista ha circulado un informe confidencial sobre cómo hacer la revolución, tema que le resulta siempre caro. Aquí brindamos el informe en primicia.

1. Cómo hacer la revolución y nadie quede para contarlo, Stalin.

2. Cómo hacer la revolución y la culpa la tuvo el otro, Trotski.

3. Cómo hacer la revolución pero no tanta, Kruschev.

4. Cómo hacer la revolución sin fatigarse, Breznev.

5. Cómo hacer la revolución con el grado de Gran Timonel, Mao.

6. Cómo hacer la revolución quitando algunas comas, Gramsci, Lukacs, Poulantzas, Althusser.

7. Cómo hacer la revolución de los comunistas buenos hasta la llegada de los nacionalistas malos, Tito.

8. Cómo hacer la revolución tan light que el viento se la llevó, Gorby.

9. Cómo hacer la revolución al revés, Yeltsin.

Hasta aquí el informe de la izquierda marxista circulado entre bambalinas. Dado su carácter confidencial, se ruega no comunicarlo a ninguna persona de derecha
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Confesión de escarabajo


Edgar Borges (Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

Hace tiempo, Franz Kafka escribió que "una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto." Hoy, desde las catacumbas de la sociedad virtual, confieso públicamente que yo también soy un escarabajo. Mi problema (creo), como lo fue el de Kafka, no es por el padre; mi situación, como en la novela El proceso, es que no conozco el rostro del juez que me ha sentenciado a vagar por los subterráneos del planeta. Y de calle en calle voy escuchando que unos señores de traje elegante (¿serán políticos?, ¿serán banqueros?) hablan de crisis (imagino que cada uno ve al otro de reojo mientras aprieta duro las manos en los bolsillos). Y mucha gente pasa corriendo a paso disperso y angustiado. Quizá mañana alguno lleve en la suela del zapato los restos de un escarabajo.

Debo admitirlo, en este mundo de murallas invisibles, cada vez más, me siento un escarabajo. Un día decidí no jugar más a la ruleta rusa que el sistema denomina sociedad (hace tiempo dejaron de llamarla humanidad). Le dije adiós a la familia que no era familia y a los vecinos que no eran vecinos y me eché a rodar a paso de bicho.

A veces, en el hospital o en el bus, me daba vergüenza que me llamaran cliente. Al comienzo me juzgaba por darle la espalda a mi especie. Después, tras una intensa confrontación existencial (a cuarto cerrado y a doble llave), comprendí que no formaba parte de la sociedad de clientes. Y asumí que muy poco a poco (y en silencio) lo humano fue expulsado de la superficie. Había llegado la hora de que cada quien definiera su espacio y posición en la batalla. ¿Tendría sentido seguir llamando humano al vecino que el otro día quiso aplastarme en el ascensor del edificio que supuestamente ambos compartimos? ¿En qué se diferencia este individuo de los sujetos de traje elegante que hablan de crisis? ¿Qué atrocidades más graves haría el primero si tuviera el poder de los segundos? ¿Y quién es menos humano entre el periodista que trabaja diciendo mentiras y la institución (que como la ONU) se convierte en la servilleta de los poderosos? ¿Y quién tiene menos nobleza entre Silvio Berlusconi (que con sonrisa de galán de película mediocre impulsa políticas anti extranjeros) y la señora del pueblo que pide a gritos la cabeza de los gitanos? ¿Qué ambición pesa más entre la de un Bush y la de un compañero de cuadra que chupa sangre a la gente del barrio?

Mientras, yo sigo mi rumbo callejero. De basurero en alcantarilla; de chabola en favela y de burdel al solar más cercano. Y desde ahí intento ver la Madre Tierra. Tranquila vieja, soy escarabajo pero tú sigues siendo mi Pacha Mama. Y allá, muy abajo, por los caminos más discretos, avanzan todos los otros escarabajos. Ellos, al igual que yo, han sido arrojados de la vida que no era vida. Desde entonces formamos parte de una inmensa legión de escarabajos. Y sobrevivimos (a paso firme) dando vueltas (una y otra vez) a la mentira. Y siempre, de día y de noche, a turno completo, piedra contra piedra, unos y otros, trabajamos para abrirle agujeros al engaño. No somos personajes de Kafka. Lo digo en serio: los miserables de antes, hoy hemos vuelto (quitando el polvo del camino) convertidos en escarabajos.

Edgar Borges es venezolano reside actualmente en España.