lunes, agosto 01, 2011

Por andar vestida de hombre: La equidad significa algo más que la vestimenta



Julio César González Pagés • La Habana

Otras vestidas de hombre (Capítulo IV)

4.1 A manera de reflexión
 
Vestirse de hombre no ha sido una vocación estridente para un grupo de mujeres que decidieron desafiar el poder patriarcal ejercido por ellos. Según la estudiosa estadounidense Alison Lurie, en su libro The language of clothes, la verdadera causa la debemos buscar en el significado que ha tenido el vestido masculino como icono de poder en el referente externo del dominio físico y social otorgados a los varones. (Lurie, 1981)
Por eso, a la acción transgresora de Enriqueta Favez, de vestirse de hombre para ejercer la Medicina en Cuba, y casarse como tal, se le puede sumar la de muchas mujeres que, igualmente vestidas de hombre, lo hicieron por diferentes causas en disímiles lugares y momentos históricos.
Algunas de ellas por medio de la vestimenta masculina, retaron el poder político de los hombres desde posiciones independentistas, como Martina Pierra de Poo, en Cuba, o Tonina Marinello, en Italia. Otras se enfrentaron al poder monárquico, como la reina Cristina de Suecia y los oficiales del ejército inglés, James Barry y John Taylor, nombres asumidos por dos mujeres británicas.
También fueron desafiantes las actitudes de la escritora George Sand y la arqueóloga Madame Dieulafoy, que cuestionaron espacios públicos diseñados para ellas por la sociedad. Asimismo, personalidades menos célebres, pero con un accionar beligerante, como Murray Hall, Tony Leesa y Sandor Vay, lucharon por su libre opción sexual fuera de la normativa heterosexista.
Esta relación de mujeres transgresoras tiene como historia final a la anarquista boricua Luisa Capetillo, quien por motivos distintos a Favez, pero con el mismo espíritu de defender el derecho de las mujeres a figurar en el espacio público, fue expulsada de La Habana en 1915, porque “iba por la calle vistiendo prenda masculina”.
Las mujeres que vistieron de hombre tuvieron que asumir un costo que, en muchos casos, arruinó su vida personal. A pesar de ello, como ejemplo social, incentivaron a que muchas otras se unieran para lograr sociedades donde la equidad significara algo más que la vestimenta.
 
4.2 Una mujer hombre público
 
Según cuenta el Post de Nueva Orleans, el 1ro. de agosto de 1851, el patriota venezolano Narciso López recibió la noticia auténtica de que “una perfecta señora, una amante colosal de la independencia, Doña Martina Pierra de Agüero, se había lanzado a la lid con los patriotas, vestida con el arreo de un soldado y montada en un espléndido corcel. Participaba de los peligros y las fatigas de la guerra”. (La Crónica, 1851, p. 5)
Martina fue una mujer que desde muy joven escribió poesía y también fue actriz. En 1851, resultó prisionera y sancionada al destierro de su ciudad natal, Puerto Príncipe (Camagüey). Su poema “A la muerte de Joaquín Agüero”, alcanzó gran popularidad entre los cubanos independentistas durante el siglo XIX.
 
4.3 Mujeres que pasan por hombres

El caso de Murray Hall
1 
 
Hace pocas semanas ha muerto en Nueva York uno de los políticos más bulliciosos de la famosa organización democrática conocida con el nombre de Tammany Hall2, que tanta influencia electoral ejerce en los EE.UU. El difunto llevaba mangoneando en política más de 25 años y se llamaba Murray Hall2. Al ir a amortajarlo se descubrió que era una mujer.
No solo era un gran muñidor electoral, sino que hacía todas las cosas de los hombres: fumaba, mascaba tabaco, bebía, juraba como un carretero, bailaba y corría como los hombres; conocía el boxeo y reñía con frecuencia, y hasta buscaba quimeras cuando la molestaban. Para engañar mejor, llevaba siempre lo mismo en verano que en invierno, un abrigo muy largo y muy ancho. Dirigía una agencia de colocaciones de las más acreditadas de Nueva York, y a la sombra de ella durante mucho tiempo tuvo otra agencia de apuestas mutuas. Manejaba tan bien sus negocios, que a su muerte se ha visto que poseía arriba 40 mil dólares.
Lo único que podía haber hecho sospechar su sexo era su voz aguda; muchas veces ocurrió que estando en algún despacho de bebidas, al levantar la voz se volvía alguno de los concurrentes creyendo que se trataba de una mujer: en tal caso Murray Hall miraba al curioso con una fijeza y expresión tan mala, que los hombres más atrevidos acababan por apartar la vista y no volverse a ocupar de aquel individuo que tenía una voz tan extraña y una manera tan amenazadora de mirar.
Lo más extraordinario del caso es que Murray Hall estuvo casado una porción de años. Conquistó a una muchacha muy bonita y de muy buena familia, haciéndola creer que era inmensamente rico. Lo que pasó entre ellos después de la boda es cosa que no se sabrá nunca, porque la pobre mujer guardó un silencio absoluto, aun con su familia, hasta que murió hace algunos años, créese que de tristeza. El dominio de Murray Hall sobre su mujer era tan absoluto, que se apoderó por completo de la fortuna de ella.
Más aún, se sabe que Murray Hall enviaba periódicamente cantidades de dinero a California y se sospecha que esas remesas eran para otra mujer con quien se había casado en primeras nupcias.
Tan extraño individuo, o individua, debió adoptar el traje masculino allá por los años 1849, y después de haber sido madre, según afirman los médicos. Por aquel entonces marchó a California a buscar oro, e hizo la vida ruda de los mineros.
En Nueva York, después de viudo, hizo una vida muy disipada; por las noches lo veían en los bares, con muchachas que casi siempre eran bonitas; después de convidarlas a beber o a comer, se iba con ellas diciendo que las llevaba al teatro. (Alrededor del mundo, 1901, pp.172-173)
 
El caso de James Barry3
 
En el ejército inglés se recuerda todavía un famoso doctor James Barry, que durante 50 años estuvo desempeñando el cargo de médico militar en una porción de guarniciones, incluso en las de Malta y en el cabo de Buena Esperanza. Jamás sospechó nadie que aquel doctor tan querido de todo el mundo era una mujer. Estando en el cabo de Buena Esperanza tuvo un desafío con un oficial que le llamó “mujer”. (Alrededor del mundo, 1901, pp.172-173)
 
El caso de Charles Wilson4
 
Hoy en 1901 vive todavía en Londres una mujer de 65 años, recogida en un asilo, que durante 48 años pasó por hombre y ejercía el oficio de pintor decorador. Se hacía llamar Charles Wilson, y no se hubiera descubierto nunca su sexo á no ser por una caída de un andamio, que la dejó inútil y la obligó a ir a un asilo. (Alrededor del mundo, 1901, pp.172-173)
 
El caso de Tony Leesa5
 
Es un rasgo característico de las mujeres que se hacen pasar por hombres, la facilidad asombrosa que poseen para que las mujeres se enamoren de ellas. Por cierto que una de las más célebres de esta clase, Tony Leesa, trabajaba en una gran fábrica de Jonkers, donde traía revueltas y enamoradas de ella, creyéndole él, a todas las operarias, hasta que un día sucumbió ella también al amor, y habiéndose enamorado de un hombre volvió a vestirse como mujer, y se casó con él con gran sorpresa y desesperación de los centenares de enamoradas que la Tony tenía. (Alrededor del mundo, 1901, pp.172-173)
 
El caso de John Taylor
 
Otro hecho del siglo XIX, y también relacionado con la armada inglesa, fue el de la travesti Mary A. Talbot, quien sirvió muchos años en la Marina de Gran Bretaña, bajo el nombre de John Taylor. (Lurie, 1981)
 
El caso de Sandor Vay6


Entre los hechos históricos de este género, hay algunos tan notables como el de la condesa Sarolta Vay, una muchacha austríaca que, vestida de hombre, se hacía llamar Sandor Vay, usaba su título de conde, publicó poemas y llegó á alcanzar tanto favor en la sociedad de Pesth, que conquistó a una muchacha rica y se casó con ella, y antes que se hubiera descubierto su engaño, había disipado la mayor parte de la fortuna de su “esposa”. (Alrededor del mundo, 1901, pp.172-173)
 
4.3.1 Escritoras, arqueólogas, reinas y revolucionarias también se vistieron de hombre
Una escritora
 
La célebre escritora feminista que firmaba con el seudónimo de George Sand vistió de hombre. Su verdadero nombre fue Amandine-Aurore-Lucille Dupin, baronesa Dudevant. Luego de divorciarse de su esposo, Aurore, comenzó a preferir el uso de vestimentas masculinas y fumar cigarrillos, aunque para ciertas reuniones sociales continuaba vistiéndose con prendas femeninas.
La ropa masculina le permitió circular más libremente en París, y obtuvo de esta forma, un acceso a lugares que de otra manera hubieran estado negados para una mujer de su clase social. Aunque como consecuencia de estos actos, ella perdió una parte de los privilegios que obtuvo al convertirse en baronesa. (Duby y Perrot, 1992)
 
Una arqueóloga7
 
La exploradora Madame Dieulafoy fue una de las pocas mujeres a quienes el gobierno francés, por decreto especial, la autorizó para vestir de hombre desde el siglo XIX. Su verdadero nombre era Jeanne Henriette Rachel y se le deben importantes hallazgos arqueológicos de la etapa romana en España. (Alrededor del mundo, 1901, pp.172-173)
 
Una reina
 
La reina Cristina de Suecia fue educada como si fuera un niño, y su padre le hizo llevar siempre ropa masculina desde su nacimiento, porque estaba desesperado por no tener hijo varón.
Como mujer soltera, se esperaba de ella que llevara una vida más recluida y dedicada a causas piadosas, pero en su lugar, Cristina continuó con una vida activa, que le fue permitida por su estatus social. Además, Cristina prefería vestir cómoda, por lo que no era raro que usara ropas masculinas, sobre todo cuando viajaba. (Lesbian News, 1999, p. 52)
 
Una garibaldina
 
Una italiana, Tonina Marinello, formó parte en todas las campañas de Giuseppe Garibaldi, haciéndose pasar por hermano del hombre que era su marido. Para estos menesteres bélicos siempre fue vestida de hombre. Era tan valiente, que se decía que nada la arredraba, y era reconocida en muchas canciones populares italianas como la que decía: “era bella, era rubia, pequeña como un ave pero con un corazón de león y soldado”. (Scena Illustrata, 1912)
 
4.4 Luisa Capetillo y su historia8
 
El caso de la mujer con traje masculino en la corte correccional
 
En la mañana de ayer se vio ante el juez correccional del segundo distrito, licenciado García Sola, el caso de Luisa Capetillo9, propagandista de las ideas anarquistas que hace unos dos años llegó de Puerto Rico y que fue detenida en la noche del sábado por el vigilante No. 32, M. Rodríguez al ir por la calle de Neptuno vistiendo el traje masculino.
El vigilante, expresó el señor juez, que había detenido a Luisa por su indumentaria masculina, se le antojó una nota de escándalo, pues iba llamando con su excéntrico capricho la atención de los transeúntes, algunos de los cuales, se detuvieron escandalizados formando grupo tras la anarquista borinqueña.
— ¿Usted qué tiene que alegar a lo dicho por el señor vigilante?, preguntó el señor juez a Luisa.
—Pues, sencillamente, que iba por la calle de Neptuno y Consulado vestida con saco y pantalón y sin dar lugar a escándalo de ninguna clase, cuando me sorprendió el requerimiento de este pudoroso vigilante. Yo siempre uso pantalones, señor Juez (y alzándose un poco el vestido mostró unos pantalones abombachados, de color blanco, que le llegaban casi al tobillo) y en la noche de “autos” en vez de llevarlos por dentro los llevaba a semejanza de los hombres y en uso de un perfecto y libérrimo derecho, por fuera.
— ¿Con que usted siempre usa pantalones?
—Sí, señor; siempre ya en una forma o en otra. Con la misma indumentaria con que iba vestida en la noche del sábado me he pasado en Puerto Rico, México y los EE.UU. y nunca fui molestada. El pantalón es el traje más higiénico y más cómodo...
—Más cómodo sería ir sin ropa.
—Pero no más higiénico.
—Bueno, está usted absuelta.
Al término de este diálogo, Luisa Capetillo se dirigió al señor Juez para pedirle que reprendiese al vigilante Rodríguez por haberla detenido y molestado en su sentir inopinadamente.
El licenciado García Sola, molesto por esta indicación se dirigió a los vigilantes de servicio en aquel lugar en esta forma:
—Saquen a esa mujer que ha faltado al juzgado.
Luisa se retira absuelta —pues cada uno puede vestirse como le dé la gana, mientras no ofenda la moral pública—, y un sordo rumor del pueblo que da carácter a estas sesiones de las cortes correccionales quedó durante algún tiempo flotando en el espacio. (El Mundo, 1915, p.14)
 
Luisa en nuestra redacción
 
Desde el juicio, Luisa visitó nuestra redacción. Nos pidió que rectificáramos los conceptos que sobre su ocurrencia de vestir el traje masculino expusiera un estimado colega de la mañana.
—Yo me vestí con saco y pantalón no para llamar la atención como dice dicho periódico —nos dijo Luisa— sino que lo hice con otro objeto, con el de averiguar sin ser advertida, algo que personalmente me interesaba e inquietaba. Y a pesar de ser anarquista, tengo mis sentimientos, mi corazón más o menos sensible, mis afectos personales y mis caprichos amorosos. Un empeño de investigación policiaca relacionado con este último extremo fue el motivo de lo que se ha juzgado, una caprichosa ocurrencia mía.
— ¿Celos acaso?
—Sí, celos.
— ¿Volverá usted a vestirse de hombre? —preguntámosle.
Mi espíritu inquieto nunca pendiente de las ocurrencias del mañana, sino de la lucha del presente, para el mejoramiento del futuro, nunca predice lo que hacer. No sé si se me ocurra o me sea necesario vestirme de hombre otra vez. Pero si por alguna circunstancia se me antojara vestir una indumentaria, cuyo uso nadie tiene derecho a monopolizar, me la pondré y tan campante. (El Heraldo de Cuba, 1915)
 
Vestida de hombre
 
La conocida Luisa Capetillo, propagandista portorriqueña, vecina de O´Relly 24, fue llevada a la tercera Estación anoche a las 10:00 p.m., por el vigilante 32, M. Rodríguez. La Capetillo fue acusada de escándalo, pues iba por la calle vistiendo prendas del sexo masculino. Ella declaró que iba vestida así por creer que al ir vestida con esa indumentaria, no ofende nada ni a nadie y que no es cierto que se aglomerara público, ni hubiera escándalo. (El Mundo, 1915, p. 14)
 
Luisa Capetillo, protagonista de una película cómica
 
El Mundo publicó el domingo la noticia de que un vigilante de la Tercera Estación había arrestado a la joven portorriqueña Luisa Capetillo por discurrir por la ciudad con traje masculino.
La Capetillo, cuando el Teniente de la Carpeta le interrogó acerca del porqué de su excentricidad, contestó sonriendo:
—Amparada en la Constitución me he comprado este trajecito de hombre, que está más en concordancia con mis ideas avanzadas que “una saya de percal planchá”, por ejemplo.
—Es que...
—Nada, hijo mío, estoy en mi perfecto derecho de vestirme como me dé la gana.
—La moral, señorita...
—Buena, gracias, esa distinguida señora no se enojará conmigo, pues ya lo ve usted; el pantalón es ancho como a la moda y el saco, ancho también.
Y Luisa Capetillo con un gesto eminentemente femenino, se colocó frente al Teniente en la misma posición que un alistado, lo haría al pasar el Jefe del Ejército.
Una mirada del Teniente fue la revelación de que la joven le había convencido; pero como el cargo es incompatible con la conciencia, tosió una vez, dos y tres y dijo enfrentándose con la peligrosa anarquista, — pues Luisa Capetillo tiene además de sus excentricidades, la pretensión de creerse que la tomamos en serio de cómo anarquista dijo:
—Allá el Juez Correccional que se la entienda con usted, so marimacho.
A la media hora, Luisa se paseaba por la ciudad llamando la atención y recibiendo felicitaciones de sus amigos y admiradores, que esperaban ver de un momento a otro a muchas señoras y señoritas también en traje masculino.
La adopción del traje ha constituido la nota de actualidad palpitante y en otro país que no fuera el nuestro, en los EE.UU. pongo el caso, ya a estas horas a esa joven le habrían hecho ofertas para exhibirse en cualquier teatro de a medio la entrada, en la seguridad de que obtendría un éxito colosalmente significativo.
Porque sin duda de ningún género el rasgo de la Capetillo es de esos que le “zumba el mango”.
No ha tenido precedente y recordará el lector lo que se comentó en La Habana hace años, la moda de la falda-pantalón, importada de París, Francia.
Nosotros teníamos una amiga que le dio grandes disgustos a su esposo.
Ella era tan bajita que la llamaban tinajón con patas. Pues bien, un día se presentó ante su esposo con una falda–pantalón y al verla aquel díjole, confundiéndola con una maromera:
—Señora, usted se ha equivocado de casa, aquí no es donde vive Pubillones.
—No me conoces; soy yo, tu “Cheíta”.
La voz de su mujer le sacó del error y cogiendo el reloj de gas que se había desprendido de detrás de la puerta, se lo tiró violentamente.
—Impúdica ¡Quítese usted esos pantalones, que quizá de quien sean!
— ¡Es la falda de moda, y con ella puesta voy ahora mismo al Hospital de Emergencias para que me pongan un esparadrapo en el chichón que me has hecho con el reloj de gas; para confundirte, groserote!
Hubo necesidad de avisar a la madre de la señora a fin de que la convenciera de que estaba a punto menos que en calzoncillos y solo así volvió a presentarse ante la familia vestida con decencia.
El numeroso público que estaba en la corte correccional del segundo Distrito, quedó defraudado en sus esperanzas, pues Luisa Capetillo se presentó ayer en traje ordinario. Lo único masculino que tenía era la mirada. El vigilante acusador “no las tenía todas consigo” y S.S. el Juez que no le gusta ni el ruido de un cohete, mandó al Secretario Ferrádanes a que tropezara con la acusada para ver si esta llevaba oculta algunas de las bombas de dinamita que la han hecho tan popular entre nosotros. Después de oír las descargas de Luisa, el Juez distó su absolución. (El Mundo, 1915)
 
Citas y Notas:
 
1- Trascripción hecha de Mujeres que pasan por hombres, Alrededor del Mundo, pp. 172-173, Madrid, febrero, 1901.
2- Se llegó a saber que su verdadero nombre era Mary Anderson y se creía que había nacido en Irlanda.
3- Trascripción hecha de Mujeres que pasan por hombres, Alrededor del Mundo, pp. 172-173, Madrid, febrero, 1901.
4- Ibídem.
5- Ibídem.
6- Ibídem.
7- Ibídem.
8- A partir de este acápite todas son trascripciones de periódicos cubanos como: Información policíaca. Vestida de hombre, El Mundo, p .14, La Habana, 25 de julio, 1915; El caso de la mujer con traje masculino en la corte correccional, El Heraldo de Cuba, La Habana, 27 de julio, 1915; e Información policíaca. Luisa Capetillo, protagonista de una película cómica, El Mundo, La Habana, 27 de julio, 1915.
9- Luisa Capetillo fue una de las principales dirigentes del movimiento feminista y de la clase obrera en Puerto Rico. Una copla popular guarda el recuerdo sobre su modo de vestir “Doña Luisa Capetillo, con razón o sin razón, ha armado tremendo lío con su falda pantalón”. Ver la obra de Yamila Azize: La mujer en la lucha, p. 77, Editorial Cultural, San Juan, 1985. Otros comentarios sobre el suceso que narramos se pueden ver en Julio Ramos: Amor y anarquía. Los escritos de Luisa Capetillo, pp. 11-17, Ediciones Huracán, San Juan, 1992. Les agradezco a Yamila y Julio por haberme obsequiado sus libros durante una visita a la Universidad de Río Piedras (Puerto Rico), en abril de 1995. 
 
Referencias bibliográficas
Azize, Yamila: La mujer en la lucha, p. 77, Editorial Cultural, San Juan, 1985.
El caso de la mujer con traje masculino en la corte correccional, El Heraldo de Cuba, La Habana, 27 de julio, 1915.
Duby, George y Perrot, Michelle: Historia de las mujeres. El siglo XIX. La ruptura política y los nuevos modelos sociales, t.7, Taurus Ediciones, Madrid, 1992.
Garibaldina Tonina Marinello, Scena Illustrata, n.XVI, Roma, 1912.
Información policíaca. Vestida de hombre, El Mundo, p. 14, La Habana, 25 de julio, 1915.
Información policíaca. Luisa Capetillo, protagonista de una película cómica, El Mundo, La Habana, 27 de julio, 1915.
Lurie, Alison: The language of clothes, Vintage, Nueva York, 1981.
Una mujer hombre público, La Crónica, p. 5, Nueva York, 9 de agosto de 1851.
Mujeres que pasan por hombres, Alrededor del Mundo, pp. 172-173, Madrid, febrero, 1901.
Queen Christina of Sweden, Lesbian News, Vol. 24, Issue 10, p. 52, mayo, 1999.
Ramos, Julio: Amor y anarquía. Los escritos de Luisa Capetillo, pp. 11-17, Ediciones Huracán, San Juan, 1992.

 
Capítulo del libro Por andar vestida de hombre. Editorial de la Mujer, La Habana, 2011.

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