jueves, octubre 11, 2007

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

El amor en los tiempos de la globalizacion

Koldo



En estos tiempos modernistas y globalizadores, el amor es otra especie más en vías de extinción.

No podía ser de otra manera en una sociedad como la nuestra, que todavía no sabe cómo cotizar los sentimientos en el mercado de emociones.

Además, sabido es que los besos, desgraciadamente, no desgravan impuestos ni tampoco emiten bonos, y los abrazos se devalúan cada día que pasa, sin que pueda el amor sobreponerse a tantos altibajos bursátiles.

Las elevadas tasas de interés han venido sumiendo al amor en una crisis recesiva que amenaza, incluso, con la quiebra general de afectos, y el valor nominal de
sentimientos evidencia una marcada tendencia a la desaceleración por lo que, a corto plazo, es muy probable que ya no queden ni siquiera los depósitos.

No hay tiempo para el amor y cualquier noche de luna llena, las almas que, felices, ayer se acompañaban, hoy se dedican afanosamente a ampliar sus capitales e
incrementar su cifra de negocio, decididas a reevaluar los sueños en oscuras intenciones de compra.

Las cómplices sonrisas de los amaneceres han quedado arruinadas por los planes de inversión y los intermediarios empeñados en especular la adjudicación de afectos grado a grado, para que pueda el beso enamorado cotizar la saliva arancelaria sin el
componente del valor agregado.

Nadie te da la mano, por si acaso la competitividad y la ponderación del gasto dinamiza las cuotas, y no tolera el mercado otra nueva emisión de dedos.

La Bolsa del amor vuelve a cerrar sus actividades con una nueva caída de acciones y no hay por el momento indicios de que vaya a ampliar sus operaciones.

Pero no hay razón para alarmarse. El desarrollo sustentado y sostenible también ha globalizado olvidos y distancias, para evitarnos el tiempo que perdemos soñando amores viejos e imposibles.

Lo oportuno es rendirse a la evidencia, archivar todos los abrazos retenidos en un e-mail sin manos ni destino, y transferir a un banco de silencio aquel beso entrañable que se quedó sin labios.

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