domingo, abril 05, 2009

El color de Ariel y Lily

María Fernanda Ferrer • La Habana
tomado de La Jiribilla
Fotos: Cortesía de la autora



El tema de los dúos entre trovadores y su permanencia-trascendencia (o no) es un asunto insuficientemente estudiado en el contexto cubano y muy poca (o casi ninguna) investigación se ha centrado en ese aspecto.

Sin embargo, es una certeza que actualmente existe una cierta tendencia al incremento de los dúos; esta fue la razón que inspiró el siguiente diálogo que tiene como protagonistas a dos jóvenes músicos quienes han asumido el dúo como proyecto creativo. Tienen la palabra Ariel Díaz y Lilliana Héctor.

Como trovador, ¿por qué te interesa trabajar el formato de dúo?

Ariel: En realidad no es que prefiera exactamente el dúo, es que me gusta enriquecer desde el punto de vista musical mi obra. Que hayan sido dúos es completamente circunstancial. En este caso es interesante que Lilliana aporte ideas y canciones propias, es una experiencia realmente nueva para mí, contar con su frescura y su belleza interior. Desde el punto de vista práctico, sin duda, también tiene sus ventajas, en el tema sonido, giras, promoción. Aunque también hemos trabajado incorporando otros músicos e incluso pensamos hacerlo en un futuro de manera permanente.

¿Cuál o cuáles consideras que son las características esenciales en las que deba asentarse el trabajo de los dúos?

Ariel: Depende de qué resultados se pretendan y de las características específicas de cada proyecto. Cuando solo uno de los dos compone o lleva el peso de los arreglos y la otra parte, simplemente, acompaña no se comporta de igual manera que como en este caso. Ya te decía lo de dos cantautores individuales generando ideas. Para cualquiera de las variantes creo que se necesita mucha tolerancia y respeto por el otro y, desde luego, mucho trabajo previo y tener claro cuál es el objetivo central del proyecto.

Según tu experiencia, ¿cual es el riesgo mayor al constituirse en dúo?

Ariel: Bueno, el más obvio, que después de mucho trabajo no cuaje, no haya química y el resultado no sea el esperado. Pero cada empresa tiene riesgos que, por suerte, casi siempre son aplastados por la satisfacción de hacer el arte que a uno le gusta y le interesa. Lo demás no tiene la menor importancia si se hace lo que uno quiere.

¿Qué es lo que tiene que "sacrificar" cada quien cuando ajustan su trabajo a ese formato?

Lilliana: No lo llamaría “sacrificar”; en todo caso, creo, que poner el trabajo como solista en función de un formato de dúo, bien hecho, te puede enriquecer en muchísimos aspectos tu obra propia. Te hace, en primer lugar, ver los puntos débiles de la composición, encontrar las cosas mejorables y perfilarlas con la experiencia de uno o la audacia del otro. En nuestro caso como se trata de un dúo atípico, en ocasiones puede parecer que se sacrifican momentos preponderantes de la canción. Me explico: a veces el cantautor quisiera interpretar por completo su composición (recuerda que tanto Ariel como yo somos compositores) porque, quién mejor que uno puede entender cada matiz de su obra, qué voz o qué modulación va sobre cada acorde, en fin… eso se “sacrifica” cuando uno cede al otro el papel protagónico o varía el arreglo, según el consejo del otro. Pero ese sacrificio casi siempre trae la mejoría.

Ariel: El “sacrificio” es muy relativo. Sobre todo si se entiende de antemano como un medio para lograr el verdadero objetivo estético, el trabajo acabado, listo para exponerlo al público. Es como en la pelota: sin outs y hombre en primera hay que tocar la bola para que ese hombre llegue a segunda y el equipo haga una carrera más, aunque te pongan out en la inicial. Espero que aprendamos la lección de los japoneses, no solo para la pelota. Siempre tengo presente el ejemplo de los Beatles, ¿No crees que valió la pena el “sacrificio” del ego personal en pos de tamaña obra? Reparemos en que todo acabó cuando no pudieron “sacrificarlo” más.

En la rica historia musical cubana han existido emblemáticos dúos, ¿por qué ese formato languideció durante unos cuantos años?, ¿cuáles consideras que han sido las causas?

Ariel: No tengo la opinión de que los dúos, ni los tríos, ni la trova entera hayan tenido momentos lánguidos, lo que ha languidecido notablemente es el interés y la promoción de estas formas musicales. Este país no ha tenido una sola década sin trovadores desde que Luz Vázquez sucumbió a los encantos de “La bayamesa” en el siglo XIX. Son lánguidos algunos directores de radio y televisión, algunos promotores de arte, especialistas en mercadotecnia o determinados funcionarios. Gracias a ellos languidece la cultura entera.

Respecto a los dúos, aunque no solo a ellos, a veces siento una profunda tristeza al percatarme de cuántos no llegaron a conocerse lo suficiente. Pienso en Karel García y Carlos Lage, uno de los mejores dúos que haya escuchado, en el dúo Superávit, en Marta Campos y José Antonio Quesada, en Donato Poveda y Santiago Feliú, estos dos últimos más célebres y ocasionales, pero igual de anónimos para las generaciones de hoy.



En los últimos tiempos se ha ido consolidando el trabajo de dúos como Karma (de La Habana) o Lien y Rey (de Matanzas) o Janet y Quincoso (de Caibarién), ¿será suficiente?

Lilliana: Existen otros dúos de magnífico trabajo en nuestra Isla, como Cofradía; de Sancti Spíritus y Aire y Madera, de esa misma provincia. Tienen un trabajo distinto, interesante y sobre todo muy redondo. De todas formas con el continuo languidecer, no del trabajo como dúo, sino de la preponderancia que otrora tuviera el movimiento trovadoresco en Cuba, aun es poco. A veces me parece que tenemos que ser muchos y decirlo a gritos, a ver si somos escuchados. Conste que no hay insuficiencia por parte de los dúos, tríos, cualquier otra modalidad o de cantautores solos, por sí mismos. Es que, simplemente, es insuficiente la promoción. Como mismo hubo un momento del esplendor trovadoresco en que este género fue amado, noto una muerte de las intenciones o los buenos deseos de promoverlo.

En tu caso particular, ¿por qué apuestas por los dúos?, ¿crees que los temas se enriquecen "a dos voces"?

Ariel: Definitivamente se enriquecen, además con las guitarras en este caso también, pero insisto en que nada enriquece más que las ideas, las comunes y las encontradas. Además hay que disfrutar el trabajo, nosotros nos divertimos muchísimo haciendo esto. De manera que, sinceramente, cuando comienza a estresarnos lo dejamos reposar. Tampoco se trata de generar una fábrica de chorizos; todo en su momento.

Tanto tú como Liliana componen, ¿tienen previsto el montaje de un repertorio exclusivo de canciones de la autoría de ambos?

Ariel: No. En primer lugar porque existe una obra previa que hemos adaptado. A veces hay canciones muy intimistas, muy personales donde la intervención del otro puede llegar a desvirtuar más que a enriquecer. Hay que tener medida. Aunque de hecho, este trabajo surge a partir de la composición a cuatro manos, con la canción a Frida Kalho y Diego Rivera que ganara un concurso auspiciado por el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau y la embajada de México en La Habana. A partir de entonces ya empiezan a aparecer otras canciones similares. Una aventura toda.

Todo dúo se forma con un propósito y con un modo de asumir la canción, ¿cómo es en el caso de ustedes?

Ariel: Fusionar los dos talentos desde su óptica musical, poética e incluso intergeneracional. Son dos maneras diferentes de asumir la canción y de ver el mundo alrededor. Por otra parte fusionar nuestras influencias que coinciden o no.

Lilliana: Nosotros no nos unimos a propósito. Fue totalmente casual y cuando le pedí a Ariel que pusiera música a mi letra para “Frida”, ni soñaba con armar un dúo, mucho menos que hoy tratemos de hacer otras canciones juntos y que de hecho lo estemos logrando. Todo fue circunstancial y nos pareció interesante desde el punto de vista promocional, llevar una obra hecha en cofradía a México y nació el CD Ven a mi Cuba. Pero, ahora que sé lo maravilloso que es trabajar con un artista como él y tengo, incluso, nuevos objetivos a su lado. Por ejemplo, he aprendido a llevar mi obra por otro camino que no sea, solamente, la canción de amor. He visto las cosas desde otra óptica. Comencé a hacer mis primeras canciones de temática social y siempre cuento con su ayuda; por eso, la principal intención ahora es unir los dos pensamientos poético-musicales y aprovechar la diferencia de generaciones. Y crear.

Tuvieron una experiencia internacional en México y luego en Italia. ¿Cómo fue el contacto con estos públicos?

Ariel: La verdad es que cuando fuimos a México todavía no teníamos claras muchas de estas cosas. En realidad, allí fue donde surgió todo: descubrir que podía hacerse y con éxito.

Lilliana: En México fue donde nos dimos cuenta de que podía funcionar el trabajo juntos, aunque en La Habana a mucha gente le costó aceptarlo. Con anterioridad, Ariel tenía un trabajo consolidado y a mí estaban acostumbrados a verme haciendo mis canciones y prestando la voz a las canciones de los trovadores de mi generación. En México, viendo la reacción de las personas que nos escuchaban juntos, aprendí a darle valor a mi trabajo creativo, a comprender que era mucho más de lo que pensaba. Aprendí a creérmelo en serio y mostrarlo. Como trabajo en dúo, en Italia mucho más porque lo que había surgido muy a prisa para cumplir con el compromiso en México se había consolidado. Además fueron más conciertos, en diversos lugares, con distintos públicos, con maravillosa aceptación a pesar de que no hablamos el mismo idioma. Si quedaba alguna duda, allí se acabaron.



Sé que tienen un disco producido de manera independiente en el que se incluyen los primeros trabajos realizados en conjunto, ¿algún proyecto nuevo?

Lilliana: Ahora nos encontramos inmersos en la grabación del nuevo CD. Este nuevo trabajo va ser elaborado de manera independiente, al igual que Ven a mi Cuba y contaremos con la ayuda del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau. Me parece que puede ser más interesante que el anterior. Puede parecer que me estoy repitiendo, pero se debe, justamente, a que lo que en la producción anterior podía escucharse dudoso, con poca seguridad, con dejos o manías de trabajos anteriores, tanto míos como de Ariel, o tal vez hasta poco trabajado, ahora no tiene cabida. Creo que a partir de esta producción, somos auténticamente Ariel Díaz y Lilliana Héctor trabajando unidos, sobre todo porque la mayoría de las canciones han sido compuestas bajo otras influencias. Hay ritmos caribeños ―sin incursionar en el reggaetón. No confundir― y un mejor trabajo de grabación y masterización. Son muchos elementos que coadyuvan a que Colores, que es como se llama, sea más matizado, pero, sobre todo, del color nuestro, de Ariel y Lily.

Ariel: Por otra parte planeamos el regreso a Italia y una gira un poco más ambiciosa de la que no queremos adelantar nada todavía. Seguir tocando ―no en cualquier lugar, sino en sitios que merezcan la pena― donde se llegue a determinado grado de comunicación con el que escucha. Queremos concretar el trabajo con algunos músicos de manera más constante, músicos que están por aparecer, pero que existen en las calles, en las escuelas. Quisiéramos viajar más al interior del país. En fin, trabajar.

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