"En nombre del folclore" es el último trabajo del escritor Sergio Pujol, en el que da el espesor humano y artístico del hombre que, portador de la memoria de la tierra, encarnó la rebeldía del gaucho y la dignidad del indígena y supo trasmitirla en temas tan populares como "El arriero" y "Caminito del indio".
Télam
Buenos Aires. La biografía de Atahualpa Yupanqui, "En nombre del folclore", a cargo del escritor Sergio Pujol, da el espesor humano y artístico del hombre que, portador de la memoria de la tierra, encarnó la rebeldía del gaucho y la dignidad del indígena, y supo transmitirla en temas tan populares como "El arriero" y "Caminito del indio".
A través de una exhaustiva investigación y una escritura que trasciende lo meramente informativo, el libro editado por el sello Emecé, da un retrato sustancial del autor de "Los ejes de mi carreta": "Ese sujeto al que el viento había vuelto de todos y de nadie", dijo el biógrafo.
Aunque el personaje se desdobla en poeta, militante, músico, baqueano y cronista, no hay según Pujol un rol predominante, sino que: "La clave del 'personaje' está justamente en la conjunción de música y poesía. Incluso la militancia política (primero radical, luego comunista) parece orientada a resguardar ese patrimonio cultural del que Yupanqui se consideraba hijo putativo".
Y agrega: "En el imaginario social argentino la suya fue siempre una figura de gran coherencia artística y política.
Yupanqui se erige como categoría moral de la música popular argentina; hay en todos sus actos un 'deber ser' que despierta admiración y a veces también un poco de fastidio por lo implacable ó inflexible".
Respecto a su compulsión al viaje —para Yupanqui "el hombre es tierra que anda"—, señala Pujol: "El camino fue para él una vía de conocimiento, del mismo modo que el café porteño fue 'la escuela de todas las cosas' para Discépolo".
"Buscaba un país fugado de la modernidad. Su obsesión fue rescatar y proyectar a futuro un conjunto de tradiciones que consideraba en peligro de desaparecer. Esa sabiduría no llega al hombre 'naturalmente', por eso él pensaba que sólo podía ser salvada del olvido definitivo yendo en su búsqueda", apunta.
El niño que empieza a garabatear versos a los 13 años y continúa escribiendo por siempre —crónicas, notas, poemas, memorias, cartas, novelas— es también, en palabras de Pujol, "un lector voraz, que salta desordenadamente de la narrativa a la poesía y de esta al ensayo político ó a las ciencias sociales".
Pujol —quien tuvo acceso a la biblioteca privada de la casa museo de Cerro Colorado— descubrió al lector, y también "al bibliófilo y al humanista, palabra que en su tiempo tenía un significado especial".
"Muchas de las personas a las que se acercó a lo largo de su vida, sobre todo en los años formativos, poseían grandes bibliotecas: Deodoro Roca, Rodolfo Borzone, su amigo José Ramón Luna. La del erudito es una marca fuerte en la vida de Yupanqui".
Es en ese tránsito que el hombre de "saberes concurrentes" encuentra a sus maestros y compañeros de ruta, hombres como Romildo Risso, autor de los versos de "Los ejes de mi carreta".
"En los versos de Risso, que efectivamente ejercieron gran influencia en Yupanqui, había una mirada de lo rural diferente, de cierto calado metafísico muy afín al gusto de Atahualpa", remarca Pujol.
Entre los muchos personajes que se mueven en esta biografía, resalta el del padre de Yupanqui, José Demetrio Chavero, "trotamundo a caballo" que viajaba con dos baúles de libros y que se suicida sin explicación: "La marca del padre es definitiva —acota Pujol—. El lo considera un baqueano en la vida, un modelo de criollo. Su muerte sume al joven Chavero en una gran soledad. Vivirá el resto de su vida obsesionado con el tema de la muerte".
¿Un Yupanqui cantor, decidor de máximas, coplero, recitador? Pujol concluye: "Era un cantor, sin duda. Entonado, de voz bien timbrada, muy musical. Con los años, un estilo más "decidor" se fue instalando. La forma milonga alentó esa manera de cantar diciendo, ó decir cantando. Y la debacle de su salud hizo el resto. Insisto: Yupanqui fue un cantor interesante y un gran guitarrista".
FUENTE: EL CIUDADANO.NET
http://www.elciudadano.net/NOTAS/nota.php?nombre=ULT-29-09-2008-040
Télam
Buenos Aires. La biografía de Atahualpa Yupanqui, "En nombre del folclore", a cargo del escritor Sergio Pujol, da el espesor humano y artístico del hombre que, portador de la memoria de la tierra, encarnó la rebeldía del gaucho y la dignidad del indígena, y supo transmitirla en temas tan populares como "El arriero" y "Caminito del indio".
A través de una exhaustiva investigación y una escritura que trasciende lo meramente informativo, el libro editado por el sello Emecé, da un retrato sustancial del autor de "Los ejes de mi carreta": "Ese sujeto al que el viento había vuelto de todos y de nadie", dijo el biógrafo.
Aunque el personaje se desdobla en poeta, militante, músico, baqueano y cronista, no hay según Pujol un rol predominante, sino que: "La clave del 'personaje' está justamente en la conjunción de música y poesía. Incluso la militancia política (primero radical, luego comunista) parece orientada a resguardar ese patrimonio cultural del que Yupanqui se consideraba hijo putativo".
Y agrega: "En el imaginario social argentino la suya fue siempre una figura de gran coherencia artística y política.
Yupanqui se erige como categoría moral de la música popular argentina; hay en todos sus actos un 'deber ser' que despierta admiración y a veces también un poco de fastidio por lo implacable ó inflexible".
Respecto a su compulsión al viaje —para Yupanqui "el hombre es tierra que anda"—, señala Pujol: "El camino fue para él una vía de conocimiento, del mismo modo que el café porteño fue 'la escuela de todas las cosas' para Discépolo".
"Buscaba un país fugado de la modernidad. Su obsesión fue rescatar y proyectar a futuro un conjunto de tradiciones que consideraba en peligro de desaparecer. Esa sabiduría no llega al hombre 'naturalmente', por eso él pensaba que sólo podía ser salvada del olvido definitivo yendo en su búsqueda", apunta.
El niño que empieza a garabatear versos a los 13 años y continúa escribiendo por siempre —crónicas, notas, poemas, memorias, cartas, novelas— es también, en palabras de Pujol, "un lector voraz, que salta desordenadamente de la narrativa a la poesía y de esta al ensayo político ó a las ciencias sociales".
Pujol —quien tuvo acceso a la biblioteca privada de la casa museo de Cerro Colorado— descubrió al lector, y también "al bibliófilo y al humanista, palabra que en su tiempo tenía un significado especial".
"Muchas de las personas a las que se acercó a lo largo de su vida, sobre todo en los años formativos, poseían grandes bibliotecas: Deodoro Roca, Rodolfo Borzone, su amigo José Ramón Luna. La del erudito es una marca fuerte en la vida de Yupanqui".
Es en ese tránsito que el hombre de "saberes concurrentes" encuentra a sus maestros y compañeros de ruta, hombres como Romildo Risso, autor de los versos de "Los ejes de mi carreta".
"En los versos de Risso, que efectivamente ejercieron gran influencia en Yupanqui, había una mirada de lo rural diferente, de cierto calado metafísico muy afín al gusto de Atahualpa", remarca Pujol.
Entre los muchos personajes que se mueven en esta biografía, resalta el del padre de Yupanqui, José Demetrio Chavero, "trotamundo a caballo" que viajaba con dos baúles de libros y que se suicida sin explicación: "La marca del padre es definitiva —acota Pujol—. El lo considera un baqueano en la vida, un modelo de criollo. Su muerte sume al joven Chavero en una gran soledad. Vivirá el resto de su vida obsesionado con el tema de la muerte".
¿Un Yupanqui cantor, decidor de máximas, coplero, recitador? Pujol concluye: "Era un cantor, sin duda. Entonado, de voz bien timbrada, muy musical. Con los años, un estilo más "decidor" se fue instalando. La forma milonga alentó esa manera de cantar diciendo, ó decir cantando. Y la debacle de su salud hizo el resto. Insisto: Yupanqui fue un cantor interesante y un gran guitarrista".
FUENTE: EL CIUDADANO.NET
http://www.elciudadano.net/NOTAS/nota.php?nombre=ULT-29-09-2008-040
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