Por: Ariel Díaz
27 de Septiembre, 2008
Cubarte).-Sube al escenario en una extraña mezcla de prisa y cautela. Escuetas palabras antes de comenzar y sus dedos poco a poco se confunden con las cuerdas entre la delgadez y el movimiento. Quien pasara de lejos y escuchara sabría, sin el más mínimo esfuerzo, que quien se aventura a desnudarse con tan singular destreza no es otro que Samuel Águila.
Trovador Habanero, de la más antigua procedencia entre los de su grupo generacional. No sabemos desde cuándo guitarrea (cuentan que desde muy niño), tocador inagotable de las canciones de Silvio Rodríguez más desconocidas y con la obra más extensa que yo le conozca a un juglar de su edad.
Los conciertos de Samuel son verdaderos focos de emoción donde se unen las ideas como eslabones que resultan en una gruesa cadena. Su proyección escénica, que no pocas veces le ha ganado críticas desfavorables, es un instrumento más de comunicación de su interior con los demás, que no siempre tiene por qué tener la forma y los colores que esos demás esperan.
Toda la energía que otros reprimen con falsa sobriedad se nos lanza en su movimiento, sus gestos y sus esquirlas cortantes y peligrosas que, sin embargo, justo antes de tocar los cuerpos se hacen pétalos.
Más allá de algunos matices de aparente agresividad que algunos le achacamos, Samuel es un trovador desde la ternura. Los que sabemos de su bregar desde hace tiempo lo hemos descubierto cantando una poesía tremendamente lírica, aunque lejana de las formas más aceptadas de la belleza.
Las canciones de este trovador son duras como el mundo real, tangibles como la vida, estrepitosas como la calle y el barrio. A través de su voz se escuchan los alaridos inconformes de esta generación, la crisis de los pensamientos más sabios y el terremoto de los cambios globales que nos han hecho cambiar a nosotros mismos.
Tal vez todo sea una errata y donde dice trovador deba decir guerrero. Enfrentando su canto a la adversidad desde una violencia distinta es posible que Samuel haya encontrado una manera de sobrevivir al tedio de la cotidianidad, revelarse contra la frivolidad y la inmovilidad que propone el nuevo siglo como forma de dominación y control sobre los seres humanos y es por eso que su pelea ha trascendido al canto creciendo en otras formas como su afán de promover a otros trovadores desde el proyecto Puntal Alto, que ahora cuenta además con un programa radial en la emisora Habana Radio y que, luego de varios años, ha dejado una fila interminable de conciertos, experiencias y grabaciones para reforzar el antídoto contra el alzheimer mundial.
No podemos pasar por Samuel Águila sin pasar por su guitarra. Los pocos críticos que ha tenido la más joven trova cubana acostumbran a resaltar el bajo nivel guitarrístico de los bardos con algo de razón. El empirismo, la despreocupación y la falta de estudio diario nos han afectado durante años. Águila es verdaderamente uno de los que destroza el señalamiento con sus propias manos en su destreza al tocar y componer.
Conocedor a fondo de las posibilidades armónicas del instrumento ha sido capaz de mantener un alto nivel de interpretación que se caracteriza por la velocidad y la variedad. Ha sabido establecer un verdadero diálogo entre su canto y la guitarra. Si escuchamos detenidamente encontraremos todas las anteriores características de su performance en las cuerdas de su guitarra. El tempo vertiginoso seguido de la suavidad más contrastante, luego las formas percutidas, los armónicos, todo sin escapar a la unidad y la lógica. Si queremos un par de minutos que nos demuestren lo anterior, escuchemos solamente el tema Madrugando, una verdadera joya de la guitarra trovadoresca contemporánea.
Aunque parte de esto se lo deba a alguna formación académica hay que decir que el resultado es producto de un marcado interés por el auto-estudio. El empleo de varias horas al día en explorar las interioridades de la guitarra más allá del misterioso proceso creativo. Siempre se ha manifestado públicamente a favor del estudio como única posibilidad de plasmar una obra de calidad y trascendencia. La explotación al máximo de las cualidades y destrezas que uno mismo tiene y que no siempre desarrolla.
Esta es una forma característica de Samuel, la independencia para ejecutar los proyectos, sin medir a veces las limitaciones o el alcance real de la empresa. Como si una vez más, como en aquella historia conocida, el tamaño de los molinos no importara para la carga definitiva. Pero debe el cantor andar con paso cauteloso y mirada certera porque el enemigo suele ponernos falsos molinos para que en nuestro lance nos estrellemos también definitivamente.
Es conocido que las grabaciones han sido prácticamente prohibitivas para nuestra estirpe más nueva. El evidente desinterés de las disqueras y del aparato comercial nacional no ha conseguido, sin embargo, imposibilitar el movimiento de nuestra obra en soportes digitales y asequibles. Samuel ha sido tal vez uno de los iniciadores de eso que algunos reconocen ya como la discografía alternativa, acumulando una buena cantidad de grabaciones, no solo para beneficio personal, sino también grabando en su propia casa a otros que no han contado con los mínimos medios.
Puede ser de manera muy precaria que atenta contra la calidad final de los fonogramas pero, del cuarto de Samuel han salido varios discos dignos de reconocer, entre otras cosas, por el trabajo físico y mental que supone una utopía como esta y por la importancia testimonial que deja para un futuro realmente incierto.
Tres discos compilatorios de los tres aniversarios correspondientes del espacio Puntal Alto, dos de Ihosvany Bernal, dos de su propia obra y no sabemos cuántas canciones, programas de radio, entrevistas y conciertos en vivo masterizados han salido de la pequeña fábrica de 26 en Nuevo Vedado, cuya ventana suele estar iluminada hasta altas horas de la silenciosa madrugada habanera.
Para suerte de todos nosotros Samuel es un madrugador, aunque él mismo sienta que va arando el fin, yo creo que en realidad va labrando el siguiente comienzo. Trabajar es su premisa, a veces excesivamente, lo que él mismo sabrá equilibrar para que no afecte los resultados.
Canciones ha dejado muchas que ya están tatuadas en la pequeña historia que hemos construido. Lo recuerdo cantando junto a Fernando Bécquer y David Sirgado Será que el canto en las interminables noches del piso 8 de la beca de F y 3ra., recorriendo la isla en bicicleta en los años más duros de nuestras jóvenes vidas como El primer día, preguntándose ¿Cómo andará la Habana?, desde las alturas Mayas del Quiché guatemalteco o pretendiendo ir Del otro lado del sol,Como una mariposa en el patio del Centro Pablo con una de las guitarras más limpias de aquel año.
Si últimamente lo hemos sentido apartado de las calles, o por lo menos, de los sitios comunes que habitamos, no es de preocuparse. Sabemos que no está detenido como esos viejos relojes que abundan por ahí y que pretenden pararnos en el segundo en que ellos lo hicieron. De alguna manera estará volcando su increíble energía, la violencia dulce que le impuso el mundo.
En algún momento inesperado volverá para convencernos, con su prisa cautelosa, de que cuando se madruga cotidianamente el amanecer podrá llegar más tarde, pero mucho más luminoso y duradero.
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