Hay espejos de toda calaña. Eso es algo que sabemos todos. Están los espejos indulgentes, son los que devuelven una imagen liviana de la realidad. Podríamos decir que son espejos compinches. Uno puede contar con ellos ante cualquier desánimo.
Reflejan sencillamente lo que ven, apenas lo que ven. Tienen la vista corta y nunca se sumergen en el interior de una mirada ni atraviesan el alma.
Estos espejos no se detienen en los detalles. No detectan soledades, ausencias ni fracasos. De vez en cuando, si la mano viene mal, no está mal acudir a estos espejos. Son inofensivos, complacientes y no hacen preguntas.
Pero hay otros espejos. Son embusteros y perversos.
Usted los pone frente a la realidad y la deforman para que nadie advierta cómo son en verdad las cosas.
Su uso viene de los tiempos más remotos. Mienten, mienten descaradamente y aunque ya nadie les crea, ellos siguen mintiendo porque está en su naturaleza.
Destrozan sin piedad a los corazones crédulos.
Estos espejos desdibujan cualquier certeza y se ubican generalmente en las entrañas del poder. Desde ahí disparan imágenes falsas. Afirmaciones falsas.
Por ejemplo, y sin ir más lejos, uno de esos espejos lo han puesto, hace ya algún tiempo, al frente del INDEC y sus estadísticas.
De esa manera aparecen revelaciones de imposible comprensión para el ciudadano común que no posea un espejo como el del organismo estatal.
En estos días se asomaron nuevos datos sobre la inflación y uno se descubre un nuevo asombro y una antigua indignación.
El poder de compra de los salarios habría crecido un 15%.
Ya no habría indigentes porque el ingreso de los asalariados en negro -que constituye la mayor franja de indigentes- habría crecido un 35%.
Los niveles de pobreza estarían en franca disminución.
La redistribución del ingreso seguiría favoreciendo a los asalariados, en especial a los más pobres. La Argentina estaría transitando un fenómeno conocido como "inflación de salarios" por la estabilidad de precios y la deflación de los alimentos.
Los gremios no tendrían argumentos para reclamar aumentos.
Ya ve, el espejo del INDEC refleja algo parecido al país de los sueños.
El gobierno debería saber que estos espejos pueden enmascarar la realidad solo por un tiempo. La historia lo ha demostrado. Sus cristales terminan estallando en mil pedazos e incrustando sus astillas en el corazón de la gente sencilla, pero también sobre el rostro de los dueños del espejo. Los espejos que reflejan ficciones un buen día terminan siendo descubiertos.
Entonces, la realidad los destroza sin temor alguno aunque la intimiden con siete años de desgracia.
Por esa razón, en ese lugar donde sobrevive la verdad, en los rincones olvidados de nuestra geografía, no existen espejos mágicos.
Allí, pueden encontrarse espejos domésticos que, implacablemente y por fortuna, solo reflejan el paso de los años.
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