lunes, diciembre 15, 2008

La música de los tiempos que vendrán


Brouwer sinfónico en Brasil. Edelton Gloeden, director artístico del Festival, exalta legado del compositor cubano
PEDRO DE LA HOZ, enviado especial
pedro.hg@granma.cip.cu
SAO PAULO.— Leo Brouwer legó al público paulista una noche memorable al conducir la Orquesta de Cámara de la Universidad de Sao Paulo (OCAM) en una jornada dedicada íntegramente a primeras audiciones de obras suyas aquí.
En el espléndido teatro SESC de Pinheiros, zona densamente poblada al oeste de la ciudad, el maestro estrenó en Brasil Gismontiana, concierto para cuarteto de guitarras y orquesta de cuerdas, todo un hito de la música contemporánea y puente de ida y vuelta entre las culturas de nuestros pueblos.
Según Edelton Gloeden, director artístico del Festival Leo Brouwer y uno de los mejores conocedores del catálogo autoral del cubano en un país donde este desde hace mucho tiempo es valorado, tanto este concierto como otras piezas escuchadas por primera vez han ensanchado en las nuevas generaciones la comprensión de la riqueza cultural de la obra brouweriana, opinión compartida por Franscesc Puértolas, del Instituto Cervantes, quien no ocultó su orgullo por la contribución de Leo a situar una alta cota en el programa Guitarrísimo, que su entidad desarrolla para promover el culto a un instrumento esencial en la vida espiritual de Iberoamérica.
El auditorio, repleto más allá de su capacidad, vibró con la energía de Los negros brujos se divierten, pieza para diez ejecutantes que estructura su trama sonora sobre ritmos, acentos, planos dinámicos e inusitadas interrelaciones polifónicas.
A continuación Gismontiana creció en tiempo y espacio a través del aporte de la OCAM, aleccionada por Leo en arduos ensayos hasta conseguir la empatía necesaria entre el cuerpo instrumental y los solistas. Nada mejor que el cuarteto Quaternaglia para desempeñar este papel, por conjugar la calidad del sonido con una aguda y sensible asimilación del lenguaje brouweriano.
A los temas vigorosos de Gismonti, visceralmente enraizados en la cultura brasileña —un frevo aquí, la reminiscencia de un choro allá, el estremecimiento de un baión balandro, la melancolía de Agua y vino, y el frenesí amazónico—, Leo añadió una cadencia que clasifica como una de las muestras más exultantes de su ingenio.
En la segunda parte del programa, Brouwer dirigió Vitrales de La Habana Vieja, evocación de la carpenteriana ciudad de las columnas desde una perspectiva poliédrica en la que tanto los aires barrocos como neorrománticos completan la imagen.
Como colofón vino la imprescindible Canción de gesta. Arte revolucionario —entendido este concepto en tanto eclosión estética renovadora que se abre paso junto a la emancipación social: no es fortuito su subtítulo: Epopeya del Granma, la nave llena de futuro—, transmite, como ha dicho la musicóloga Isabelle Hernández, "la inconfundible personalidad estilística del compositor en plena madurez". Tanto fue el entusiasmo ante la obra, que luego de diez minutos de sostenida ovacion, el maestro se vio obligado a regresar al podio para repetir el segmento final.
¿Un balance del concierto en pocas palabras? Leo dejó entrever el horizonte de la música de los tiempos que vendrán en esta parte del mundo.

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