lunes, diciembre 15, 2008

A cualquiera le puede pasar (10)


07/12/2008
Lo que sigue no es, de niingún modo, el resumen del viaje ni de lo que fueron estos últimos largos días. Pero es de esas cosas que pasan y que mi psicólogo dice que mejoro mucho, y yo no sé si es que mejoro mucho o empeoro el doble.
Todo lo demás lo iré contando en la medida que pueda y quizás no, pero quisiera. Porque sentarse a escribir es como hacer un cuaderno a rayas (con rayas) a mano. No hay manera de que no quede torcido y se vaya para abajo o se suba para arriba. Así pasa cuando uno escribe, que dice: Voy a empezar a contar esto, y antes de llegar a eso, se desvía hacia lo otro, como ahora hice.
Total que esto sí es el resumen de parte del viernes, el día del show en Guadalajara. Ahí les va.

Que me despierto en el DF, más que nada porque estaba allí. Pasa Enrique a biuscarme y nos vamos rumbo hacia el agriopuerto. Namás pasando el control anti-todo ése que se pasa con un escaner (menos uno: todo lo demás) y te dejan pasar a base de que uno es quién es por honesto y no como otros. Total, decía, que pasé el escaner, y no hice más que subir unas escaleritas de nada y, ya habiéndome puesto el cinturón y acomodando los quehaceres que uno se saca y mete al escaner, que estaba todo menos mis documentos… un detalle vaya, junto con la billetera, es decir: todo. Frío en las patas me dio. No puede ser, me díjeme mientras revisaba hasta los bolsillos de los turistas. Pero no me apareció por ningún lado. Y bajé las escaleras hecho una tromba rumbo al escaner pero al revés, para salir. Y que me ataja la suboficial mayor y le explico "ES que perdí mi cartera, necesito pasar del otro lado" (a checar todo el aeropuerto no lo aclaré). Y ella, cual si fuera el hada madrina, le pregunta a otro: A ver la cartera ésa que si es del señor. Y sentí que me volvía como una esperanza pero de golpe. Y tal cual, que de la bandeja de plástico que alcanzan, la veo en el fondo gritando: "Papá, papá!". Sí, esa es. Le dije. No, el que hay que ver si es usted, ¿tiene algún documento? Me pregunta el bienintencionado. ¿Cómo iba a tener si estaban en la cartera? Y se la señalé, y le empecé a recitar mi nombre y todo lo que tenía, y el suboficial que manejaba el escaner que dice:
- Yo lo conozco, es el que cantaba en Bizbirije.
¡Y que me la dan, compadres! No sin antes haber corroborado, que sí, que era el que cantaba en el Once.
Miren que me les pongo a robar objetos perdidos, pensé, pero no les dije porque estaba más agradecido que ni qué.
Luego llegamos a la sala de preembarque. Y, al levantarnos a hacia la fila, un señor que no tendría por qué haberse molestado, se acerca desde atrás: Oiga señor, su celular. Ah, gracias, porque lo había apoyado y él aparatito no supo entrar solo a mi maletín. Y van dos.
Cuando estaba en la fila, que nos pusimos primero porque los quiero ver meter una guitarra si todos llevan guitarra y, aunque ahí no se veían, uno nunca sabe, y que estando primero, me esculco ¡Y no encuentro el pasaje, compadres! ¿¡Qué onda, objetos?! -me dije- ¡Ya párenle! y no apareció, no apareció y no apareció ni por más que revisé tres veces los mismos bolsillos. Y fui y le imploré a la señorita: que había perdido mi pasaje. Y que no importa, le dije mi nombre y, como no tenían para imprimir uno nuevo, me dieron una de esas etiquetas que vienen con un elastiquito, y que se ponen en las maletas. Escribieron mi nombre, mi código de algo, y como me la dieron me la puse en la muñeca. Antes me iba a perder yo que separárseme la canija. Y así subí al avión.
Nos sentamos y pasaban los pasajeros a llenar el avión, y que pasa un señor mayor, de trajhe y muy alto el hombre, y que le dice a los que iban con él: ¡Uy, nos tocó en la cola! Y que no le hice el chiste porque aprendí a ser más rápido a callarlos que a decirlos. Pero se lo merecía.
Llegamos a Guadalajara de lo más rápidos. Al hotel, descanso y de un brinco al show, porque no hubo mucho tiempo. Llega uno, con todas las letras, los atriles, guitarra, cambiado, bañado como debe ser, y ya con todos los técnicos encima del foro, esperando que uno les diga cómo va la cosa, y que probemos sonido…
- Enrique, me olvidé el micrófono.
Y eso fue lo último, porque a 25 % de tarugada por día está bien. Y además porque el show de después nos lo disfrutamos mucho mucho.
Y se los digo yo, que ¿para qué les mentiría, a ver?
Luis Pescetti

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