lunes, diciembre 15, 2008

Implacablemente agudo, contestario y honesto


Tratándose de un derecho consagrado y garantizado en la Constitución, la maternidad no debería afectar a su beneficiaria. Lejos de ello, en pleno siglo XXI (el de la globalización y de los TLCs), los entes antes mencionados, ejecutan inconmovibles descuentos al sueldo de la gestante, precisamente cuando más requiere de los medios para afrontar tan decisivo momento. ¿Si convertir un derecho en un ultraje no es poner al revés cualquier sistema legal civilizado, entonces, qué lo puede ser?

En "Patas Arriba. La Escuela del Mundo al Revés", Eduardo Galeano desnuda con solidez y perspicacia las contradicciones e intereses velados de nuestros sistemas educativos. Desde el comienzo deja claro que es en la escuela, donde se originan y reproducen los mayores males de la sociedad. Demuestra, entre otras cosas, como aquella consagra el consumismo, la desigualdad y la corrupción desde los primeros años de vida.

No se trata de un ejercicio de abstracción – al menos en nuestro país – sino de una comprobación cotidiana del desempeño de las instituciones rectoras de nuestra educación. Un caso bastante frecuente servirá para demostrar este mundo al revés. Se supone que la inclusión, la igualdad de género y el derecho a la vida son principios tutelares de nuestro sistema educativo. Pues, en Piura, en el caso de licencias por maternidad, los tres son arteramente vulnerados, por las instituciones encargadas de protegerlos: DREP, ESSALUD, UGEL, Gobierno regional, etc.

Insisto, tratándose de un derecho consagrado y garantizado en la Constitución, la maternidad no debería afectar a su beneficiaria. Lejos de ello, en pleno siglo XXI (el de la globalización y de los TLCs), los entes antes mencionados, ejecutan inconmovibles descuentos al sueldo de la gestante, precisamente cuando más requiere de los medios para afrontar tan decisivo momento. ¿Si convertir un derecho en un ultraje no es poner al revés cualquier sistema legal civilizado, entonces, qué lo puede ser?

Desde todo punto de vista esta situación afecta los principios antes mencionados. Cómo hablar de inclusión cuando se dificulta la integración de un nuevo ser al tejido social. De qué igualdad de género prorrumpimos, cuando al afectar sólo a la servidora pública, se incurre en flagrante discriminación. Y dónde está el derecho a la vida del neonato, si al privar a la madre de los medios para su protección, se pone en peligro su vida.

Pedir a este gobierno reformas, reestructuraciones o siquiera reales reorganizaciones, es ceder a la utopía. Sin embargo callar ante la perpetración de una injusticia y la vulneración de un derecho es hacerse cómplice de la iniquidad. A través de los tiempos los cambios han comenzado en la toma de conciencia de unos pocos, hasta llegar a convertirse en demandas multitudinarias. Si hemos visto caer gobiernos otrora poderosos, corregir gruesas irregularidades y sancionar a los responsables tiene que ser un batallar permanente, a través del cual construimos democracia.

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