martes, mayo 05, 2009

Palabras durante la presentación, el pasado 30 de abril, en la sala Che Guevara de la Casa de las Américas, del documental Nos deja su canción


por Carlos E. León

Medio siglo es tremendo para el ejercicio de meditar sobre el pasado, aunque si ese pasado es como el mío, integrado y batallador, entonces hasta uno se felicita por ser parte del ICAIC y casi de esta Casa…, eso es un orgullo muy medular, muy personal. Lo que me trae hasta acá es Noel Nicola, partícipe de esa media centuria de la Casa y del Cine Cubano. Me trae su obra, sus canciones, su enorme amistad.

Después de haber realizado Así como soy y haber escrito su “making” para Norberto Codina y su Gaceta de la UNEAC —a guisa de obituario—, pensaba que podría refugiar la tristeza del hermano ausente —que ya no toca a mi puerta— sacando mi guitarra y malcantando sus canciones.

Entonces, los amigos comunes llegaron a mis predios con ánimos de convocación, y la hermananza salió y las angulaciones aparecieron y se me posó en la nariz “un batallón de mujeres con un sartén colgado al cuello”. Exactamente así fue y lo agradezco.

Ante la idea acudí a Vallejo y a Martí —poetas imprescindibles en la obra de Noel— y el modo de él musicarlos me comenzó a sugerir el rumbo.

Rumbo ordenado por la certeridad narrativa de Germán Piniella, por el encanto pistolario de Lázaro García —algunos de los que estamos acá hemos dejado la amada al sur de nuestra mochila para salvar al hombre que padece—, por la sensibilidad y los diálogos de Tatico —ese al que a veces llaman Eduardo Collazo—, y la ternura, la destreza y el empeño de mis productoras: Lecsy González y Cecilia García.

Punto y aparte hago en estas palabras, y pudiera hacerlo hasta en el “acento viejo de la palabra”, para Miriam Ramos, que, juez y parte, rayó el guión y supo responder a mis indicaciones para conducir este documental, con esa inteligencia voraz que la caracteriza, con esa disciplina feroz con la que todos aprendemos. Mis palmas para todos ellos.

Desde antes de filmar Así como soy, y lograr que Noel se integrara a ese equipo de filmación, ya sabía que era verdad que el cine —o el audiovisual, como se dice ahora cuando uno no lo hace en 35 mm—, era un trabajo de equipo. Para este equipo que me acompañó, desde el primer plano soñado, hasta el producto DVD palpable, mis más sentidas gracias y mis disculpas por las tremendas exigencias en el rodaje, en la edición y en la autoría del DVD. Destaco a Abel Machado y Leandro Pérez, con los que pienso seguir trabajando. Continúan mis aplausos.

Treinta y tres personas están incluidas en estos discos, treinta y tres personas que brindaron su precioso y costoso tiempo para decir sus opiniones sobre Noel —nunca olvido aquel coro Diminuto que cantó y, entonces, aumentaría la cuenta. Treinta y tres personas que clasifican, para mí, como personalidades, por el espíritu y el eterno oficio de la amistad. Nombrar cuatro o cinco de los más conocidos y decir “entre otros”, sería un asalto al respeto del trovador que nos ocupa, por razones obvias; si existieran dudas buscar su último disco. Gracias infinitas a todos ellos.

La muerte de Noel es una falacia, estuvo en toda la producción y está ahora mismo en esta sala, Miriam puede dar fe de ello. Estoy seguro que las cosas salieron como él quería —claro, con algunas interpretaciones—, quizás se nos fue la mano —siempre a su modo de ver— en hacer justicia, en decir lo grande e importante que sigue siendo, cuánto dejó a la canción cubana, a la interpretación musical y al canto mismo.

Recuerdo a Carlos Gómez, un amigo trovador y fundador que me repetía que Noel era el mejor intérprete de la Nueva Trova, que era capaz de autointerpretarse, sabiendo —y eso nos corre a todos por las venas— que nadie dice las canciones de Silvio mejor que él mismo, y que cuando Pablo entona lo que sea, las nubes se iluminan y se detienen.

“Noel era un hombre de grandes retos”, dice Darsi en este documental. Nunca se impuso brillar —creo que todo lo contrario—, y formó fila junto a esos dos que halaban y conducían ese carretón de canciones; tres que cambiaron la Rosa Naútica a los viajeros adolescentes y sensibles de aquella época, tropa que integro. Nos enseñaron la grandeza del Sur y del Oeste.

Me tocó —como hubiera podido ser a cualquier otro— dedicar dos años de la vida en este empeño —Noel dedicó más de cincuenta—. Dos años que significaron, para todo este grupo de conspiradores, sembrar un árbol, escribir un libro y tener a este hijo que hoy ponemos a la consideración de ustedes.

Citando al que hoy homenajeamos, sencillamente nos dejamos llevar por “contemporáneos sentimientos de amistad, hermandad, tolerancia, y maravillosas coincidencias de amores por las trovas, las guitarras y las músicas…”

Muchas gracias.


30 de abril de 2009

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