martes, mayo 05, 2009

El cine, la música, lo cubano y Leo Brouwer


Joel del Río • La Habana

“La primera virtud que debe tener la música para el cine es no estorbar el filme. Me gusta pensar que la música puede considerarse u oírse por sí sola, mas no es esa cualidad la esencial: el compositor debe acostumbrarse a pensar que su música es complemento de un todo y no lo más sobresaliente”, escribía Leo en la revista Cine Cubano razonando sobre la música en nuestras películas. A la vuelta del tiempo, algunas de las melodías que tan bien complementaron la atmósfera dramática de Lucía (que ocurre en tres épocas perfectamente delimitadas por la música), Memorias del subdesarrollo, La primera carga al machete, Un día de noviembre, La última cena, Cecilia y Amada, siete de las mejores películas cubanas de todos los tiempos.

En el ensayo antes citado, que se titula La música en el cine cubano, Leo sigue diciendo que “la visión de un arte integral no excluyente —el cine— obliga a dosificar todos los parámetros implícitos, con un sentido de equilibrio formal: guión + imagen + teatro + música + palabra = cine. Solo que ese signo «igual» no refleja una simple suma en términos convencionales sino un proceso de interacciones que resulta en salto cualitativo y nuevo medio de expresión”. Así, una nueva expresividad cinematográfica proponen todas las grandes películas a las cuales Leo le puso música, sin contar los conocimientos sobre arte en general y música en particular que compartió con los jóvenes que se nuclearon en el GES, es decir Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola, Eduardo Ramos, Martín Rojas, Pablo Menéndez, Sara González, Emiliano Salvador y Sergio Vitier, entre otros que, también, contribuyeron en mayor o menor medida a la creación de música para cine.


Dirigido en su primera etapa por Leo, el Grupo de Experimentación Sonora se propuso, según Leo Brouwer, “el estudio-investigación-desarrollo-creación del problema musical, no solo insertado en el cine, sino también y fundamentalmente, como arte-música per se”. Las canciones que Pablo aportó a La primera carga al machete, o la de Silvio para El hombre de Maisinicú hablan con elocuencia del papel del GES en cuanto a conferirle un nuevo nivel a las relaciones entre cine y música, de acuerdo con las prédicas y las enseñanzas del compositor, único miembro del grupo con amplio aval en la composición, la teoría musical, la dirección orquestal y un virtuoso de la guitarra. Sus primeras obras representan su contexto cubano y muestran la influencia de la música afrocubana y su estilo rítmico. Leo toca, además, violonchelo, clarinete, percusión y piano y antes o después de su etapa dirigiendo el GES compondría una gran cantidad de piezas para guitarra y varios conciertos, sería Director General de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, y desde 1981 Director General de la Institución Filarmónica Nacional. Tendría activa participación en la organización del Concurso y Festival Internacional de Guitarra de La Habana.

Aunque Leo pertenece indiscutiblemente al mundo de la música —el universo en el cual se enseñorea como una de las presencias más contundentes del siglo XX cubano— un arte tan integrador como el cine lo incluye también como uno de sus creadores más destacados, y es en virtud de tales aportes que se le atribuye el Premio Nacional de Cine. Casi medio centenar de bandas sonoras fueron compuestas por él, de modo que consiguió aportarle, a una cinematografía naciente, la extraordinaria calidad musical en algunas de las bandas sonoras más notables, esas que acompañan a filmes conscientemente aplicados al enaltecimiento de lo cubano en cine, filmes que contribuyeron a configurar la identidad nacional en el mapa mundial del séptimo arte, y ese alto sitial que ocupan se debe también a la música que los complementa y prolonga en la imaginación y el recuerdo del espectador.


Teóricamente Leo explicó varias veces las múltiples analogías entre el cine y la música. Al primero lo caracteriza el guión, la temática visual, el ritmo de las imágenes, el fondo de la locación, la atmósfera dramática y la edición, mientras que la música, igualmente, posee plan composicional (equivalente al guión), temática melódica, ritmo sonoro o tempo, atmósfera sonora a través de la armonía o background, intensidad sonora para subrayar la atmósfera dramática y composición que se emparenta con la edición. De acuerdo con tales analogías, Leo aseguraba que “en música para cine se evitará utilizar una estructura musical que contenga de manera redundante, pleonásmica más bien, los parámetros análogos entre música y cine”.

Cuando se menciona en este texto la concepción de Leo sobre el cine, y sobre la música para cine, en términos de arte, no es una frase hecha que se les endosa a todos los grandes creadores de estas disciplinas. En 1986, más o menos alrededor de los años cuando comienza a descender el número de colaboraciones con el cine, Leo asegura en una entrevista para la revista Bohemia que “la salud del cine cubano es pobre. Es mi cuna, le debo al cine incluso hasta las formas composicionales de mi música en general, puesto que el cine cubano nace con fuerza y creatividad extraordinarias, con una razón de ser y formas propias. Pero como siempre, cuando hay un resultado que avalar políticamente, cuando un cine como el nuestro, con tantas dificultades económicas, necesita corresponderse con las interpretaciones económicas de la cultura, surge una contradicción enorme: o el cine se vende o se arruina. De ahí que en los últimos años se muerda la cola, dé vueltas alrededor de qué es el cine cubano, con el resultado de montones de películas que pueden cumplir quizás una función de entretenimiento, y que sin plantearse ser obras de arte, podrían trascender más como cine”.


A Leo le han sido entregados reconocimientos como la medalla Alejo Carpentier, la orden Félix Varela, el premio Manuel de Falla, el Premio del MIDEM clásico en Francia, y, por supuesto el Premio Nacional de Música. El Premio Nacional de Cine, la distinción de mayor jerarquía que confieren el Ministerio de Cultura y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos en ese campo, alcanza este año particular relevancia pues su entrega forma parte de los festejos por el aniversario 50 de la creación del ICAIC. El Premio Nacional de Cine ha sido conferido desde su fundación a Alfredo Guevara (2003), Julio García Espinosa (2004), Humberto Solás (2005), Enrique Pineda Barnet (2006), Daysi Granados, Fernando Pérez y Nelson Rodríguez (2007) y Juan Padrón (2008).

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