martes, marzo 03, 2009

La oscura transparencia de la CIA


Joaquín Rivery Tur
Colaborador de Radio Rebelde
27 de Febrero de 2009, 10:30 a.m.

LA HABANA, CUBA. - No lo crea, si no quiere. La vocera de la embajada norteamericana en Ecuador acaba de decir que la CIA realiza un trabajo transparente.

Hasta ahora, yo entendía por transparente lo que se puede ver a través de otra superficie, lo claro, lo que no deja interpretaciones vagas ni sombrías. Para Martha Youth, en la embajada de Washington en Quito, el significado no es exactamente ese, porque acaba de afirmar que los funcionarios de la CIA han hecho su trabajo de una manera transparente.

Sólo que han preferido la oscuridad para que nadie vea lo que hacen. Lo malo para ellos es que los organismos competentes de Ecuador los descubrieron y como los agentes del norte estaban metidos en tramoyas de carácter interno, el Presidente Rafael Correa decidió expulsar del país a Mark Sullivan, a la vez que revelaba al individuo como jefe de la estación de espionaje en Ecuador.

Primera vez en mi larga vida de periodista que escucho decir que una agencia de espionaje es transparente, cuando su esencia es exactamente lo contrario: lo secreto.

Cuba, con su larga marcha de enfrentamientos con la Agencia Central de Inteligencia, en la cual no se puede decir que ha fracasado, es el primer ejemplo de la sordidez de del espionaje norteamericano.

Venezuela, con la CIA atizando complots, golpes de Estado y hasta separatismos inútiles, puede ilustrar a América Latina sobre la “transparencia” del organismo de inteligencia de Estados Unidos.

También Bolivia, cuyo presidente, Evo Morales, acaba de revelar que la gente de las tres letras se había infiltrado en la empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos y que algunos habían caído en la tentación de los dólares devaluados. Recuerden que la CIA organizó el golpe de Estado que encabezó Pinochet.

Volviendo a Ecuador, no es la primera vez que Correa se ve obligado a botar a un agente estadounidense, porque ya en marzo del año pasado expulsó a Armando Astorga y reveló que la CIA había penetrado los servicios de inteligencia militar de su país, lo que costó el puesto al director de ese departamento, Mario Pazmiño y aun no se conocen las consecuencias que siguieron.

Pazmiño, por cierto, es un oficial bien preparado por Estados Unidos e Israel, tiene amplia información sobre temas delicados del ejército, el país y el Comando Sur que controla la base de Manta. El coronel retirado Jorge Brito, que participó en la rebelión indígena del 2000, acusó a Pazmiño de ser el jefe de la Legión Blanca, un grupo de ultraderecha que amenazaba a periodistas, activistas de los derechos humanos y dirigentes políticos y sociales de izquierda.

En fin de cuentas, todos los gobiernos latinoamericanos conocen la presencia, los métodos y las intenciones de la CIA, enfocados actualmente en evitar el crecimiento de los movimientos populares y en su represión de ser necesario. Solamente tienen que vigilarlos un poco para descubrirlos y, claro, tener la valentía del presidente Rafael Correa de denunciarlos y expulsarlos si es preciso.

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