sábado, julio 18, 2009

Omara Portuondo: «La música cubana es como el chocolate»


Portadora de las esencias de la música cubana , la cantante pasea ‘Gracias’, el disco con el que celebra 60 años de carrera

Todo empezó cuando le pidieron que bailara en el club Tropicana. Ella acompañaba a su hermana, que era la que bailaba. Había otra bailarina que no tenía ritmo ni nada. De repente le propusieron que la sustituyera, cuando no pensaba en eso. ¡Ella no quería!

-¿Cómo era el Tropicana?

-Más pequeño que ahora. Con cubanos de economía elevada, y turistas de Estados Unidos y México.

-¿Cómo pasó de bailar a cantar?

-De pequeña ya me gustaba. Veinte años, que grabé en Buena Vista Social Club, me la enseñaron mis padres. Quise estudiar música, pero no había dinero para las clases. Pero cada uno tiene unas condiciones para su trabajo y yo tendré las mías.

-Debutó como Omara Brown.

-Al pianista Frank Emilio Flynn, que era invidente, se le ocurrió crear un cuarteto vocal. Nos
llamamos Loquibambia Swing. Entonces se oía mucha música norteamericana, como Glenn Miller, y el locutor de una emisora, al presentarme, me puso «Omara Brown, la novia del filin».

- ¿Quién inventó el filin?

- Yo no lo sé. Puede que la base fueran los trovadores que teníamos en Cuba. Luego, había las orquestas norteamericanas, que se decía que tenían sentimiento, feeling. Sin que nadie se diera cuenta, en los años 40, salieron unas canciones románticas muy bonitas; un bolero con sentimiento.

-¿Bola de Nieve no tuvo algo que ver?

-Oh, Bola de Nieve… Me convertí en solista en parte gracias a él. Cuando estaba en el Cuarteto d’Aida, le pregunté si creía que tenía la calidad suficiente para serlo. Me dijo que tenía todas las condiciones. Compartí escenario con él en el Tropicana, y con mucha más gente: Ernesto Lecuona, Agustín Lara, Nat King Cole, Maurice Chevalier, Joséphine Baker… En los camerinos había un espacio con sillas y a veces conversábamos, nos tomábamos fotos… Con algunos había la barrera del idioma, pero la música era el elemento fundamental.

-¿Coincidió con Édith Piaf en el Tropicana?

-Sí, también. Era una mujer bajita, siempre vestida de negro. No usaba nada de maquillaje. Pero cuando salía a escena tenía una aureola.

-¿Buena Vista Social Club le salvó?

-No, porque yo no me había retirado, pero fue muy bueno. Todo fue muy espontáneo; íbamos grabando lo que queríamos y no nos tenían que indicar nada. Quise que Compay Segundo pusiera la segunda voz en Veinte años y así fue, aunque no estaba previsto. ¡Los técnicos aplaudieron antes de terminar la grabación! Luego nos dieron un Grammy, que yo no sabía lo que era.

-Han pasado 12 años de aquel disco. ¿La música popular cubana puede quedar una vez más en el olvido?

-Seguirá existiendo, aunque ahora tengamos el reggaetón. En Cuba siempre ha habido buena música. Allí nacieron el bolero, el son, la rumba… ¿A que usted no me va a decir que no le gusta el chocolate? Sí, ¿verdad? La música cubana es igual; por eso gusta a todo el mundo.

-¿Queda alguien con quien le gustaría cantar?

-Sí, mucha gente. Aquella cantante italiana… ¡Mina! Pero creo que ya no hace conciertos, ¿no? ¡Y Serrat! Me gustaría cantar alguna composición linda suya, pero eso depende del tiempo, de su trabajo… Aunque aún no se le ha ocurrido a nadie juntarnos, pero no creo que sea tan difícil, ¿no?

Fuente: El Periodico.com

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