martes, enero 27, 2009

Refuerzo de la alienación


★CARLOS SÁNCHEZ RAMOS

Un hecho no tan trivial

Indudablemente deben existir factores determinantes de este hecho que por ser tan habitual no llama la atención. Nos referimos al hecho de que la inmensa mayoría de las canciones puestas en circulación por la industria discográfica y por los medios de comunicación son portadoras, desde hace mucho tiempo, de un contenido extraño en realidad. Solo por excepción las canciones no aluden al tema del dolor vivido a causa de los infortunios del amor. Es como si en el mundo no pudiera existir un hombre feliz ni una mujer correcta. Desde hace más de un siglo, tangos, boleros, baladas y demás se refieren a la frustración y a las nostalgias de los amantes. El cinematógrafo, la literatura narrativa y poética abundan también sobre los mismos asuntos Debe darse una causa muy poderosa para que ocurra y persista el caso a que nos referimos. La vida y la cultura arrastran una ingente variedad de ocurrencias que no son acogidas de manera tan asidua como las señalas renglones atrás. Además no es verdad que los seres humanos sufran tanto y tan frecuentemente como sostienen
las expresiones folclóricas y cinematográficas. Está pues plenamente justificado preguntar por qué se quiere hacer creer que la afectividad padece de modo permanente las torturas del desamor, sin que ello corresponda a la realidad.

Una salida de Friedman

Leyendo a Milton Friedman tropezamos con la afirmación de que para el desarrollo económico capitalista no existe factor más poderoso que el sufrimiento de las masas. Friedman, como se recordará, fue el creador de la escuela de pensamiento económico de Chicago y orientador de los gobiernos de Ronald Reagan, de Margaret Thatcher y Augusto Pinochet. Sostuvo, entre otras opiniones, que «la única responsabilidad social de una empresa es aumentar sus beneficios». El despido de trabajadores no debe ir acompañado de preocupación. Poco importa que los trabajadores despedidos no tengan para comer ni dónde habitar. Gracias a la mágica ley del equilibrio entre oferta y demanda, encontrarán una nueva ocupación. La abundancia de mano de obra desempleada reduce el valor de los salarios y con ello se alcanza una mayor acumulación de capital y un enriquecimiento adicional de las empresas. Se logra así el principal objetivo de la vida social que es el de ser rico, no el de ser justo.

El sistema no es tan franco

El sistema económico está muy lejos de la franqueza y la frialdad de Friedman. Al contrario, multiplica las apologías en que se defiende al capitalismo como el mejor de los mundos posibles. Procura a todo trance ocultar los padecimientos a que condena a la mayoría de la humanidad. Una manera de ocultarlos es la de tratar de convencer a la gente de que sus tribulaciones emanan de la subjetividad de los amantes frustrados y no de los procesos desafortunados de la vida económica en que nos vemos involucrados. Folclor, cine, alguna literatura y otros recursos son pues empleados para crear una forma de alienación que impide ver objetivamente la suerte que corremos en las entrañas del sistema y que procura en cambio alucinarnos con el espejismo de las dulcineas desleales. La vieja reiterada apelación a los supuestos dramas amorosos tiene pues su explicación en la misión que le ha asignado el régimen burgués: la de desviar la atención de las reales calamidades que sufren los seres humanos en el interior del capitalismo y amortiguar de ese modo la participación en la lucha de clases.

La realidad conocida

Los clásicos, describieron detalladamente las condiciones en que trabajaban y vivían los trabajadores en distintas etapas del modo de producción capitalista. No se limitaron a llamar la atención sobre la exigencia de esfuerzos extenuantes en minas y fábricas, sino que se refirieron a «la situación servil y abyecta» a la cual fueron arrojados grandes sectores del proletariado, durante prolongados períodos.
Las luchas de los proletarios han atenuado las atrocidades que caracterizaron los siglos ya transcurridos, pero basta recorrer las zonas que ocupan actualmente muchos trabajadores activos y trabajadores desempleados para comprobar hasta qué punto contribuye su sufrimiento al desarrollo y al bienestar de la clase burguesa. La simple consideración de la mezquindad con que se determinan los niveles salariales o se eliminan las garantías conquistadas permite medir las carencias a que está sometida la gran mayoría de la clase proletaria. Crece la resistencia del proletariado contra la explotación y se multiplican también los medios
utilizados para someterlo y mantenerlo al servicio del capital. La solución solo se vislumbra a lo largo de la ruta revolucionaria. ★

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