martes, enero 20, 2009

garcía márquez, periodista fuera de género..


Por Alejandro Rodríguez Rodríguez (tomado de la revista Esquife)

"Shakira voló de Miami a Buenos Aires el lunes primero de febrero, perseguida por un periodista que quería hacerle por teléfono una sola pregunta para un programa de radio. Por motivos diversos, aunque naturales en los oficios de ambos, no pudo alcanzarla en los veintiséis días siguientes, hasta que le perdió la pista en España en la primera semana de marzo. Lo único que le quedó al periodista fue el argumento el título del reportaje: ¿Qué hace Shakira cuando nadie la encuentra? Shakira, muerta de risa, lo explicó agenda en mano: Estoy viviendo".

El estilo inconfundible de la crónica de García Márquez no deja márgenes a la especulación sobre el autor de la que así comienza.

A inicios de 1999, el hombre de Cien Años de Soledad logró finalmente dedicarse por entero a la labor periodística al ser nombrado presidente del consejo editorial de la revista Cambio. Retoma entonces, con la fuerza del neófito, su pasión por crónicas y reportajes, alimentando a la vez el ímpetu de un grupo de jóvenes reporteros que crecen en el oficio tutelados por él, a la diestra de su estilo único.

En el mismo año al Gabo le fue diagnosticado cáncer linfático, hecho que lo incitó a escribir sus memorias. Las ciudades de México, La Habana y Los Ángeles acogieron al novelista mientras escribía el primer volumen, al que tituló Vivir para contarla. La edición inicial fue lanzada en Bogotá, en octubre del 2001. También en este período se publica el tomo 5 de su Obra Periodística, que lleva por título Por la libre; y en el año 2003 aparece en la palestra literaria mundial Memorias de mis putas tristes, un homenaje al escritor japonés Yasunari Kawabata, laureado con el Nobel de Literatura en 1968, que fuera el autor de La casa de las bellas durmientes, una novela que provocaría el interés de Márquez muchos años atrás.

Ahora el Gabo está preparando la segunda parte de sus memorias, que tendrán como plato fuerte su partida hacia Europa a mitad de la década del 50, la etapa trascendental de su vida que fue la escritura de Cien Años…, y la conquista del Nobel en 1982.

En la revista Cambio, además de sus crónicas de siempre, Márquez incluye una columna llamada Gabo contesta, desde la que responde habitualmente a los lectores que se interesan en su obra literaria y periodística: una manera extraordinaria de unir al periodismo y la literatura. La relación entre estos dos seres, algunas veces cómplices, rivales otras, encuentra en el Gabo una de sus expresiones más acabadas en América Latina.

Para García Márquez el periodismo no es otra cosa que un género literario. En más de una entrevista --de las cuales se confiesa enemigo eterno-- explica que para él el periodismo es la literatura "otra", mucho más utilitaria y menos trabajada en algunos de sus géneros.

Veamos ahora como entienden esta relación algunos escritores latinoaméricanos.
El colega Luis Sexto prefiere llamar al periodismo estilizado, no periodismo literario, sino periodismo personal. Apunta Sexto que para algunos, el periodismo es lugar común y evidencia; mientras que otros, con afán de rebajar los géneros literarios, dicen de ellos negación de la realidad, simple palabrería. Ahora que decimos "palabrería", en referencia a la ficción literaria, viene al caso el argentino Jorge Luis Borges, que a ratos define al periodismo como "simple tecniquería". Sin dudas, la literatura y el periodismo, y el vínculo que surge entre ambos, es mucho más complicado que agruparlos en las categorías peyorativas "simple palabrería" y "simple tecniquería"

Rubén Marín, mexicano, no cree en la hermandad y refiere así al periodismo: "por su propia naturaleza volante es frío y somero, y su precipitación y exactitud apartan el sentimiento y casi lo proscriben". No sé entonces, después de un criterio tan parcializado, cómo juzgar al periodismo mexicano; si fuera a hacerlo por la opinión de Marín no saldría muy bien parado.

El novelista cubano Lisandro Otero dice que "Hemos tenido que aceptar que los libros de memorias, los reportajes, incluso la propaganda, pueden ser categorías del arte"
Y seguidamente se pregunta Sexto desde cuándo hemos tenido que aceptar tal cosa, señalando que quizás Otero se refería a los tiempos actuales. Refuta entonces con que, quizás, José Martí ya lo creía en el siglo XIX cuando escribió sus reportajes. Mucho antes que Martí, incluso, los géneros fundacionales -- léase crónicas de viajes, ensayos-- ya veían al periodismo como apto para asimilar el trabajo literario. Pienso en Bernal Diaz del Castillo, por ejemplo, escribiendo la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.



Octavio Paz quizo "dejar unos pocos poemas con la ligereza, el magnetismo y el poder de convicción de un buen artrículo de periódico… y un puñado de artículos de periódicos con la espontaneidad, la consición, y la transparencia de un poema".
El maestro de la unión tácita entre el texto informativo y el texto estético --puesto así para no repetir, porque es improbable que exista tal demarcación-- nació en Aracataca, en 1927. Regía en Colombia la misma realidad que en el resto de América del Sur y Centroamérica.

La economía amorfa, a duras penas se sostenía en producciones agrícolas. La empresa norteaméricana United Fruit Company, con tanto poder como el gobierno, a ratos provocaba el descontento de los trabajadores que se lanzaban a la huelga en demanda de mejoras salariales y servicios sociales. Una de estas huelgas finalmente redundó en sangrienta represión de las autoridades y el mando militar, con un saldo de más de cien muertos y otros tantos heridos.

Conocida en la historia de Colombia como la "masacre de las bananeras", este suceso sería dibujado por el Gabo en su novela cimera. Lo que no es otra cosa que hacer literatura, a la altura de un premio Nobel, a partir de un acontecimiento de la realidad objetiva, objeto de estudio de la ciencia periodística.

En Cien Años…, García Marquez utiliza nombres propios de los protagonistas de la realidad, y ofrece la trascripción literal del decreto del tristemente célebre coronel Carlos Cortés Vargas, jefe civil y militar de la zona, declarando a los huelguistas "Cuadrilla de malhechores". Debo decir que la masacre fue silenciada durante 50 años por historiadores oficiales y profesores de Historia de los colegios y universidades colombianas.

Fue gracias a Cien Años… y al proceso de revisión histórica que ocurrió en Colombia en la década del 60, que este hecho de sangre fue destapado públicamente. ¿Entonces, es o no Cien Años… un enorme reportaje? Son reales las mariposas amarillas, las guerras civiles; es real el Macondo que describe García Márquez, aunque por fuerza de la voluntad del pueblo de Aracataca, aún el sitio no lleve el nombre de Macondo.
Según cuenta el Gabo, nadie había caído en la existencia de las mariposas amarillas hasta el personaje de Mauricio Babilonia, con ellas revoloteando en el sitio de sus pasos. Hoy en día miles de turistas quedan boquiabiertos ante la presencia real del entorno de Cien Años… en Aracataca.

El periodismo literario o Nuevo Periodismo, como movimiento así definido, comienza en la década del 60 del siglo pasado en los Estados Unidos, cuando requiere, por voluntad propia, del aporte de recursos antes privativos de los géneros literarios. Los periodistas y redactores entendieron que, aunque el periodismo enfatizara en lo informativo y la literatura en lo estilístico, ambos se unían en su afán de capturar atenciones, de interesar a los lectores.

Según narra Tom Wolfe, uno de los fundadores del movimiento, el sueño de los reporteros norteños de la década del 60 era retirarse y haber ahorrado lo suficiente para comprar una casita frente al lago, y dedicar los últimos años de su vida a la creación de la obra cumbre: la novela. Estos redactores de noticias veían la profesión como un medio de sustento, un simple trabajo técnico que nunca estaría a la altura de la novela.

Los hombres del Nuevo Periodismo rompieron el estereotipo e hicieron la novela en el trabajo del día a día. Este modo novedoso marcó un hito en la historia del periodismo; hizo más objetiva la realidad al humanizar el reportaje y la noticia.
Por lo general García Márquez no está presente en sus reportajes: Noticia de un secuestro y Relato de un náufrago lo descubren. El último de ellos es un reportaje-entrevista, publicado por El espectador entre abril y mayo de 1955 --la simple fecha ya demuestra que en América Latina se hacía periodismo literario antes que los autores clásicos del Nuevo Periodismo norteamericano.

Relato de un náufrago aparece en formato de libro bajo el exagerado título de "Relato de un náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de las bellezas, y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre".Es posible encontrar en su texto mucho más que la estética de la literatura. Las horas de los sucesos, fechas exactas, el estado del tiempo --corroborado por el autor con el servicio meteorológico colombiano-- características exclusivas del accidente, el estado psicológico del protagonista en cada situación, y todo un arsenal de datos que pueden antojarse intrascendentes, pero que despiertan la credibilidad en el lector.

"El protagonista, muchacho de 20 años con más cara de trompetista que de héroe, tenía un instinto excepcional para el arte de narrar, una capacidad de síntesis y una memoria asombrosas --cuenta el Gabo--; era tan meticuloso en su análisis que mi único problema literario era conseguir que el lector lo creyera."

Con Noticia de un secuestro, publicado en 1996, se fragua de una vez el concepto de Márquez del periodismo como género literario. El narrador reconstruye con lujo de detalles los secuestros de algunos periodistas destacados y otras personalidades de la vida colombiana, entre ellos el de Diana Turbay, hija del expresidente Julio César Turbay, muerta durante las operaciones de rescate.

En respuesta a carta de un lector desde su columna de la revista Cambio, el Gabo confiesa: "Mi problema original como periodista fue el mismo que el del escritor, cuál de los género me gustaba más, y terminé por escoger el reportaje, que me parece el más natural y útil del periodismo, el que puede llegar a ser no solo igual a la vida, sino más aún: mejor que la vida. Puede ser igual a un cuento o una novela, con la única diferencia, sagrada e inviolable, de que la novela y el cuento admiten la fantasía, pero el reportaje tiene que ser verdad hasta la última coma. Aunque nadie lo sepa ni lo crea. Nunca se aprenderá a distinguir a primera vista entre reportaje, crónica, cuento y novela."

No hay comentarios.: