miércoles, noviembre 26, 2008

Maltrato en la intimidad


Cada semana se escucha por los noticieros de diversas partes del planeta cómo el número de mujeres asesinadas por sus parejas va en aumento.
La violencia sexual es tan frecuente como el maltrato físico o psicológico, el abuso sexual a menores, el acoso o la violación por parte de un sujeto ajeno a nuestra vida de pareja es la violencia sexual. Sin embargo, la mayoría de las parejas lo oculta por temor a sentirse invadido (desde lo externo), con criterios, opiniones y consejos.
Atrapadas por esquemas sociales que asignan roles diferentes a hombres y mujeres, un gran número de personas se ven envueltas a diario en situaciones de violencia sexual. Este fenómeno aparece cuando uno de los dos exige tener relaciones sexuales aunque el otro no lo desee.
La educación que recibimos, basada fundamentalmente en patrones sexistas, impide que muchas veces la pareja perciba la presencia de esta problemática. Las más afectadas somos las mujeres porque el poder, sea simbólico o real, por lo general está en manos de los varones.
Desde su función social algunos hombres sienten que tienen que hacer el papel de `macho' y centran toda su atención en una erección de pene, por lo que al llegar a la relación íntima, solo piensan en su satisfacción y no les preocupa en qué condiciones está su compañera.
Cuantas veces no hemos escuchado historias de mujeres que aun cuando se sienten agotadas y no lo desean acceden a tener relaciones sexuales porque él se los exige. Muchas de ellas ni siquiera son capaces de decir no en ese momento, porque piensan que si lo hacen la abandonarán o creerán que dejó de quererlo.
Existen, por otra parte, hombres que exigen tener sexo y si su pareja se niega, la obligan por medio de la fuerza. En ambos casos ocurre violencia sexual, solo que no se percibe porque ha pasado a ser parte de la vida cotidiana.
Otro ejemplo común es el de la llamada prueba de amor que algunos adolescentes varones demandan a la novia. A esa edad la muchacha cree que ha encontrado a su príncipe azul, y ante la exigencia de que tenga relaciones coitales por primera vez accede debido a que él la manipula, pero no porque ese momento lo desee, por tanto, está siendo violentada aunque no lo parezca.
El asedio en momentos inoportunos e indeseados, las burlas respecto a la sexualidad de la mujer (las cuales incluyen críticas acerca del cuerpo o la forma de hacer el amor), las acusaciones de infidelidad constantes y sin motivos, ignorar o negar los sentimientos y necesidades sexuales de ellas, así como sus preferencias sexuales son también manifestaciones de abuso sexual.
Entre las formas de violencia se incluyen igualmente las solicitudes de sexo sin manifestaciones de cariño; la demanda de relaciones coitales después de maltratos físicos; la introducción de objetos en el cuerpo de la mujer que le ocasionen dolor; el obligarla a hacer algo en la relación que ella no desea (pero que a él le proporciona placer); y forzarla al intercambio sexual con otros hombres por intereses comerciales.
Las mujeres no son las únicas victimas de la violencia sexual. Ellos también pueden serlo cuando por ejemplo, ante una indisposición para hacer el coito, se le acusa de haberse satisfecho previamente con otra.
CAUSAS
Un gran número de personas asocia la práctica de la violencia al consumo de alcohol, la crianza en hogares con pocos ingresos económicos o bajo nivel cultural y a individuos con trastornos psiquiátricos, de personalidad, o con problemas de conducta.
Los estudios realizados acerca del tema han demostrado que todos esos eventos pueden actuar como desencadenantes, pero no son la causa. Entre los principales factores que condicionan la aparición del fenómeno se encuentra la exhibición de películas y programas cargados de violencia, los sitios pornográficos en Internet, que exponen el sexo de manera cruda, y la crianza en un hogar, donde uno de los miembros ejerce agresión sobre el otro.
Numerosos especialistas coinciden en afirmar que la violencia se aprende de los mensajes negativos que el individuo recibe. Influyen en este comportamiento la existencia de una educación sexista basada en desigualdades, donde los varones son educados para la fuerza, la violencia y en muchos casos desarrollan pocas habilidades comunicativas.
Un gran número de mujeres soportan durante años este tipo de maltrato porque caen en el ciclo de la violencia: El hombre las agrede, después se arrepiente y le pide perdón. Promete que no va a pasar nunca más y se reconcilian. Al cabo del tiempo la escena se repite, una y otra vez, indefinidamente.
Por otra parte, muchas de ellas tienen nociones muy negativas de su propio valor personal (graves problemas de autoestima), y piensan que la culpa es suya, o que si se separan no van a encontrar pareja nunca más. También creen que si lo hacen el esposo las van a matar, y hasta alimentan la esperanza de que este cambie.
Otras mujeres piensan que si denuncian a la policía no obtendrán ningún resultado, o tienen niños pequeños y creen que la presencia del padre es importante de cualquier modo. Cuando enfrentan problemas monetarios temen que con la separación la situación económica empeore.
El problema de dividir los bienes materiales adquiridos, principalmente la vivienda, les obliga a permanecer en situaciones de esta índole, de las que nadie puede salir sin la ayuda de un especialista.
Vivimos en una confrontación entre conservadurismo y modernidad, entre un feminismo que surge a contracorriente y un antifeminismo cada vez más abierto.
Esta lucha envuelve dos paradigmas: el patriarcal, que ya no se manifiesta como en un principio, y la gestación de un orden de géneros que se propone desconstruir el patriarcado y crear una sociedad habitada por humanos y humanas.

Aracelys Bedevia

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