miércoles, noviembre 12, 2008

Las caricias perdidas

Sales y soles


Gorka Andraka
Gara

Quien bien te quiere te hará reír. Y así nos va. De pena. Caras largas, avinagradas, apagadas... En el fondo, sólo es eso: nos queremos, nos quieren, bien poco. Hace cuarenta años, el periodista Manuel Leguineche fundó en su casa de Madrid, junto a un grupo de amigos y amigas, el Club de los Faltos de Cariño. En su último libro, que toma el nombre de ese curioso colectivo, reconoce que "sigo en el club, cada día más necesitado de cariño".

"La vida es lo mejor que se ha inventado, ¿para qué los paraísos?", interpela Leguineche en "El club de los faltos de cariño", nuevo Premio Euskadi de Literatura en castellano. Según el jurado, este libro "infunde y destila curiosidad por la vida y el conocimiento del mundo y, sobre todo, alegría de vivir". Para muestra, un par de citas, dos joyas. "Cielo: Hay preguntas de niños que cortan la respiración. Uno, hijo de unos amigos, me ha preguntado a quemarropa: -Manu, ¿los árboles van al Cielo?". "Progreso: Fue un sarcasmo leer en un frontón abandonado, invadido por la maleza en un pueblo alcarreño, la frase: Por fin progresa nuestra Castilla".

Falta cariño, sin duda. Y el progreso viene arisco, antipático. Esta semana han presentado en Francia el primer corazón humano artificial completo. El órgano, una replica exacta del original, es una mezcla de tejido animal, titanio y… alta tecnología de guerra. La empresa EADS, el gigante aeronáutico y militar europeo, participa en su diseño. El nuevo corazón utiliza para regular el ritmo cardíaco y el flujo sanguíneo sensores electrónicos similares a los que guían los misiles. Lo que nos faltaba, un corazón guerrero, una bomba de malasangre.

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