Faltan solo diez días para que comiencen los XIX Juegos Olímpicos en la capital de México. Son poco más de las 17:30 del 2 de octubre de 1968. Entre 6.000 y 15.000 personas, incluidas varias familias, están congregadas en la Plaza de las Tres Culturas, en la Ciudad de México, para escuchar el discurso de los líderes del Movimiento Estudiantil, que dos meses y diez días antes han comenzado a realizar ocupaciones y manifestaciones.
De pronto, una luz de bengala verde ilumina los alrededores de la plaza. En un santiamén, los militares ocupan sus posiciones. Unos minutos más tarde, una segunda bengala, esta vez roja, se enciende en el cielo. La señal es clara: se puede comenzar a disparar. La masacre de Tlatelolco ha empezado.
A la medianoche, el ejército y la policía habían culminado su tarea. Según el gobierno del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, 32 personas fallecieron durante los acontecimientos. Sin embargo, algunas organizaciones registraron hasta 300 muertos, mientras el Departamento de Estado de los Estados Unidos dio cuenta de entre 150 y 200 fallecidos, incluyendo 40 militares. Además de los muertos, la masacre se saldó con 1.000 estudiantes arrestados, algunos de los cuales permanecieron varios años en prisión.
Desde hace 40 años mintieron, desde el poder y a través de los medios de comunicación nos hablaron de una conjura comunista que deseaba desestabilizar al país, nos dijeron que los estudiantes habían disparado sobre la multitud y sobre los soldados, nos dijeron que no existía el "Batallón Olimpia".
Gracias a entrevistas y documentos desclasificados del gobierno de Estados Unidos, hoy sabemos que en los archivos de la CIA, los agentes de Winston Scott, el principal hombre de la CIA en esa época en México, eran identificados con números específicos. El nombre codificado de la CIA para la red de espías de Scott era LITEMPO. Gustavo Díaz Ordaz era LITEMPO-2, otro de los agentes de Scott, según los registros de la CIA, era Luís Echeverría, subsecretario de Gobernación a principios de los años sesenta, identificado como LITEMPO-8.
Hoy sabemos también que el jefe de Estado Mayor presidencial, había apostado en el piso superior del edificio Chihuahua a diez hombres armados, y les había dado órdenes de tirar sobre la multitud. Actuaba por órdenes de Díaz Ordaz, según revela la historia publicada en Proceso, en 1999.
Gracias al tiempo y a valiosas investigaciones hoy sabemos más acerca de lo que paso esa noche de octubre.
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