Por Hilda Pupo S. / miércoles, 08 de octubre de 2008 / hildita@ahora.cu
“¿Por qué será que el Che tiene esta peligrosa costumbre de seguir naciendo? Cuanto más lo insultan, lo traicionan, más nace. Él es el más nacedor de todos. ¿No será porque el Che decía lo que pensaba y hacía lo que decía? ¿No será que por eso sigue siendo tan extraordinario, en un mundo donde las palabras y los hechos muy rara vez se encuentran, y cuando se encuentran no se saludan, porque no se reconocen?”
Esas palabras del escritor Eduardo Galeano me resultan exactas para dimensionarlo en este octubre de homenaje, porque él supo sintetizar, como nadie, su cualidad mayor de trascendencia.
Unos le llaman necesitarlo y otros vigencia, porque ¿qué sería de la praxis sin el alimento teórico sustentador?, y el Che supo darlo con una propuesta de mucho mayor alcance que la estrategia revolucionaria ligada a las circunstancias inmediatas de su existencia.
Martí valoró una vez que el único hombre práctico es aquel cuyo sueño de hoy será la ley de mañana, y el Che fue de esos hombres aseguradores de grandeza permanente con fuerza de convocatoria latente, sin importar cuánto sucedió aquel aciago 8 de octubre en el lejano Valle Grande, cuando la muerte física añadió ese cruel absurdo en la historia para siempre.
Vivimos momentos especiales. La compleja cotidianidad está requerida de aciertos, y difícil será hablar de trabajo, ponderar esfuerzos, recurrir a entregas, mencionar sacrificios, llamar al orden, recabar disciplina, pedir eficacia y valorar conciencias, sin pensar en las enseñanzas que nos supo legar Ernesto Che Guevara.
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