Por Taimí Fernández Pérez
Guantánamo, 8 oct (Redacción Digital Venceremos) No es posible hablar de Ernesto Che Guevara en otros términos que no sean los de una epopeya, porque entre asma, mate, monte fresco y ayuno, se desplazaba quijotescamente por los escenarios de América.
Rendirle tributo al Guerrillero Heroico una vez al año, es impensable porque, parafraseando a Eduardo Galeano, el Che tiene la peligrosa costumbre de seguir naciendo.
Este hombre sin tacha y sin miedo, en el aniversario 41 de su asesinato, renace cual ave fénix. Su imagen de revolucionario universal cobra mayor dimensión en estos tiempos, en que por el desigual orden económico internacional la Humanidad se debate entre el hambre, la pobreza y la injusticia, males contra los cuales siempre supo oponerse con su espíritu, acción y pensamiento.
Ese ser extraordinario, quien con visión profética demostró enorme sensibilidad ante los problemas del mundo, se multiplica en los que alzan la voz a favor de soluciones contra los cambios climáticos y el empleo de biocombustibles a partir de los alimentos, flagelos que afectan seriamente al planeta.
Se le descubre como guerrillero en su peregrinar por América integrándose a los diferentes movimientos de liberación , preocupado por la moral y disciplina de los combatientes, aspectos sobre los cuales Harry Villegas, compañero del Che en la Sierra, asi como en el Congo y luego en Bolivia, expresó:
“Nunca dejó pasar una indisciplina, pero siempre tenía tiempo para explicar la corrección, para persuadir, para educar hasta tal punto que uno mismo aquilatase y comprendiera la justeza de la sanción impuesta”.
Ernesto Guevara de la Serna, a quien los cubanos exiliados en México comenzaron a llamar Che, el que siendo médico se convirtió en soldado sin dejar de ejercer la Medicina, recorre nuevamente, con su adarga al brazo, los parajes de Venezuela y Bolivia en los miles de internacionalistas cubanos que hoy prestan su colaboración en sectores cardinales del proceso revolucionario en esos pueblos, como la salud y la educación.
Che, trascendiendo todos los obstáculos en el camino hacia la emancipación definitiva del ser humano, continúa encarnando las características de ese hombre del siglo XXI en el que tanto pensó. No hay mejor símbolo ni imagen superior, para continuar forjando al hombre contemporáneo.
Son muchas las cualidades, los hechos y las circunstancias que incentivan a los jóvenes del mundo a seguir el legado de su ejemplo y su pensamiento. La innata rebeldía, la disciplina estricta, la capacidad de amar, la incondicionalidad, la voluntad de ser el primero en las tareas más difíciles, la sensibilidad ante los problemas y, en especial, el aliento juvenil de su simbolismo.
Se le ve diseminado en cada universidad, entre los estudiantes, exhortando a la juventud a no dejar la alegría inherente de esta etapa de la vida, sin confundirla con la superficialidad, porque se puede ser alegre, pero profundo a la vez.
En los grandes centros productivos cubanos ahí está él, no como dirigente, estratega, estadista, ni economista, sino como obrero que, con su camisa olorosa a sudor y a trabajo, demuestra cuánto se puede hacer para sustituir importaciones, umpliendo lo que él mismo sentenció: “Tenemos que aprender a sacar del trabajo lo que tiene de interesante y renovador”.
Se le descubre, también, cada día Ministro, cada día soldado, cada día gente llana… cada día hombre nuevo.
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