sábado, junio 28, 2008

"El acto de escribir es una tentativa de tocarse con otro"


"El acto de escribir es una tentativa de tocarse con otro"
Para el escritor uruguayo Eduardo Galeano, las palabras "son como dedos que te tocan. A veces te arañan, a veces te acarician... Cuando un libro está de veras vivo, respira y toca".

por Marcelo Pasetti
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"El mejor de mis días es el que todavía no viví", dice con su particular voz a través del teléfono, desde su querido Montevideo. Eduardo Galeano, uno de los escritores más importantes de Latinoamérica, acaba de llegar de España e Italia, donde ante miles de personas, en diferentes actos, presentó su nuevo ibro "Espejos", un "bebé que ya camina y habla", según relata con orgullo a LA CAPITAL.

La entrevista se venía tramitando por mail desde hace varios meses, hasta que el uruguayo, a principios de mes, fijó fecha y hora para la realización de la misma, veinte días después.
Durante la extensa charla no eludió ningún tema. Desde su nuevo libro hasta el fenómeno de los miles de inmigrantes que buscan un sueño en Europa, pasando por la coherencia a través de todos estos años o la locura por el automóvil "al que hay que alimentar más que a los humanos". "Desde hace muchos años estoy dedicado a escuchar las otras voces, las no escuchadas, de tratar de ver los colores escondidos, y la verdad es que eso me divierte. Las voces del poder me aburren. Sólo generan ecos, y ecos de ecos. Son las otras las que valen la pena. Y el libro se refiere sobre todo
a los que estuvieron pero no están en la historia oficial", dice este intelectual de izquierda.

"Somos todos africanos. Somos todos emigrados. Ahora lo que hay es una ola de racismo creciente que me preocupa muchísimo", reflexiona, para, en otro momento, admitir que "me hubiese encantado que 'Las venas abiertas de América Latina', que escribí hace muchos años, allá por los fines del '70, fuese desmentido por la historia. Que fuera un tema de arqueología. Me encantaría eso. Pero el libro parece escrito la semana pasada. Lamentablemente. Yo no lo celebro".

Galeano se pone serio. "No aprendemos de lo que nos pasó. El monocultivo es devastador", remarca y luego puntualiza que hay "un creciente desprestigio de la democracia, entre los jóvenes, y un desprestigio de la palabra también, quizás por el desarrollo de los medios audiovisuales de comunicación. Pero las páginas no tienen la culpa de lo que nosotros hacemos y deshacemos. Ese doble desprestigio me angustia mucho".

Admite, durante la entrevista con LA CAPITAL, que discrepa también "con muchas cosas que suceden en Cuba, en Venezuela o en países donde ocurren procesos de los que me siento solidario" y dice que no es un "fanático religioso" sino un hombre "que cree en ciertas cosas y que es leal a lo que cree, así como es leal a los que quiere".

- Cuando comenzamos a tramitar por mail esta entrevista, usted, a propósito de este nuevo libro, decía que estaba por nacer el bebé. Luego, en otro mail reciente, por su viaje a España para presentar "Espejos", nos comentaba que el bebé empezaba a caminar. Parece que crece muy rápido a juzgar por las ventas.

- Ya camina y habla. Habla y todo. Anda bastante bien para ser un recién
nacido.

- ¿Cómo nació "Espejos"? ¿Cómo se organizó su escritura donde hay tanta
historia que no se encuentra en los libros de historia?

- Hay 600 historias que se fueron enhebrando unas con otras. Tengo un amigo
ingeniero, no entiendo mucho de ingeniería, pero él me dijo una vez: "Mirá,
lo único que se hacen desde arriba son los pozos. Todo lo demás se hace
desde abajo". Y este libro también, nació desde abajo, nació desde el pie,
como decía Alfredo Zitarroza en una canción inolvidable. Y desde el pie
fueron creciendo, dentro de mí, historias que se iban enhebrando. Y al
final, el libro terminó de escribirme. Porque cuando son verdaderos los
libros te escriben, como el vaso del buen vino te bebe.

La historia de los nadies y los despreciados

- "Espejos" cuenta con más de 600 relatos y queda claro, como alguna vez usted lo señaló, que aquí los invisibles son más interesantes.

- Es un libro dedicado a los invisibles. O sea, es la historia no contada.
La otra cara de la luna, la historia de los nadies, los despreciados... Creo que el arco iris terrestre es mucho más luminoso y tiene muchos más colores que el arco iris celeste. Pero estamos mutilados, ciegos, no somos capaces de ver lo mucho que somos. Somos mucho más que lo que creemos que somos los humanitos en este mundo. Y estamos ciegos por una tradición de machismo, de racismo, de militarismo, que nos ha ido reduciendo a una mínima parte de lo que somos. Yo desde hace muchos años estoy dedicado a escuchar las otras voces, las no escuchadas, de tratar de ver los colores escondidos, y la verdad es que eso me divierte. Las voces del poder me aburren. Sólo generan ecos, y ecos de ecos. Son las otras las que valen la pena. Y el libro se
refiere sobre todo a los que estuvieron pero no están en la historia oficial. Que han sido suprimidos, como las mujeres, por ejemplo.

- En este libro hay un rescate claro y contundente de la mujer. Sin dudas, el aporte de Galeano en la desigual lucha contra el poder del hombre en los manuales de historia...

- Las mujeres han sido reducidas a sombras. Ese dudoso elogio que dice que detrás de cada hombre hay una gran mujer reduce a la mujer a la condición de respaldo de silla. La verdad que hubo y hay mujeres muy importantes en la historia de la humanidad, y que los derechos que las mujeres han ido conquistando, han sido resultado de una lucha muy ardua y por cierto muy dolorosa. No ha sido ningún regalo del poder macho. El libro cuenta muchas de esas historias. Las más conocidas, hasta cierto punto conocidas, son las que se refieren a la opresión de las mujeres en las sociedades religiosas o marcadas por la religión dominante, como uno lee en los diarios que sucede en algunos países musulmanes, no todos, donde la mujer es humillada, maltratada, negados sus derechos esenciales. Pero no son sólo los
musulmanes. Por ejemplo, yo que me formé en la religión católica no sabía y lo descubrí mientras iba haciendo este libro, que la religión católica impidió que las mujeres cantaran en los templos, durante siete siglos y medio. Hasta hace pocos años, en que el Vaticano autorizó, porque durante siete siglos y medio la Iglesia consideró que las voces de las hijas de Eva ensuciaban la pureza del aire. Y eso no se sabe. No se sabe tampoco que no se portaron demasiado bien las revoluciones laicas. La Revolución Francesa, por ejemplo. Cuento una historia que para mí era absolutamente desconocida y creo que para la mayoría de la gente también, que es lo que pasó cuando la Revolución Francesa proclamó los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Entonces había una militante revolucionaria que se llamaba Olympia de Gouges que propuso una declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana y
la mandaron a la guillotina. Le cortaron la cabeza.

- Son los hechos que no aparecen en la foto...

- Son quienes no salieron en la foto, es cierto. De lo contrario no hubiese tenido sentido escribir este libro. Yo no soy historiador. Además era un pésimo estudiante de historia cuando era chico...

- ¿Pésimo?

- Sí, sí. Me aburría la historia, ese desfile de héroes, de museo de cera. Pero cuando descubro que el pasado es presente, y voy encontrando amigos, amigos que nacieron y murieron hace muchos años o siglos, ya la cosa cambia. Se convierte en algo que me toca. Uno escribe, en el fondo, para eso. Y es para eso que uno publica también, para ofrecer amigos y enemigos, para decirle, bueno, esto que te dijeron de que el pasado estaba divorciado del presente no es verdad.

"Seguí escribiendo que vas a mejorar"

- Usted acaba de recorrer España presentando "Espejos", y he visto en la prensa que hubo un interés muy grande, pero especialmente entre los jóvenes. A lo largo de sus libros siempre ha tenido una gran acogida entre los jóvenes. ¿A qué lo atribuye?

- No sé, pero es lo que más me gusta. Escribo para gente de mi generación pero también para las siguientes y tengo muy buena comunicación con lo nuevo. Con los chiquilines. Mi mujer dice que de a poco van a ir a los encuentros con los cochecitos de bebés (risas) porque el promedio de edad es cada vez más bajo, más bajo, más bajo...

- Pero es espectacular...

- Es raro. Yo no sé, pero cada día celebran el entierro de Gutemberg y de la letra impresa, pero mi experiencia no coincide con eso. Los libros funcionan, son leídos, y tengo muy buena comunicación con los muchachos de todas las edades. Hace algunos años, ahora me estaba acordando, fui a una escuela en Salta, en el norte argentino, una escuela de niños pobres. Ocho o nueve años tenían. Y estuve con ellos un par de horas, contando y recibiendo historias. Yo estaba muy feliz, y al final, la maestra les propuso a los chiquilines que me mandaran cartas, que cada uno me escribiera algo. Hubo una carta sensacional de uno que me dijo "seguí escribiendo que vas a
mejorar" (risas).

- Se llenaron todos los teatros en los que estuvo en España y fue el escritor más solicitado en la Feria del Libro de Madrid, allí donde el escritor se encuentra cara a cara con sus lectores. ¿Cómo se vive esa experiencia?

- Es un cuerpo a cuerpo lindo, agotador. Uno queda frito del cansancio pero también te alimenta. Lo que pasa es que uno queda frito. Yo estuve firmando en Sevilla, en Barcelona, en Santiago de Compostela y dos días seguidos en Madrid.

- ¿Se inhiben los lectores al verlo? ¿Le sugieren temas? Contaba alguna vez Roberto Fontanarrosa que en la Feria del Libro de Buenos Aires en más de una oportunidad le pedían dibujos, por ejemplo, de Mafalda, creyendo que él era el creador de ese personaje. Y Fontanarrosa no se animaba a decirles la verdad para no defraudarlos...

- Sí, sucede. Piden, piden de todo. En general, lo que hay es un contacto cuerpo a cuerpo. Uno se toca con la gente. Y en el fondo, el acto de escribir es una tentativa de tocarse con otro. Las palabras son como dedos que te tocan. A veces te arañan, a veces te acarician... Por lo menos es lo que yo siento. Cuando un libro está de veras vivo respira y toca. Esta es la continuación del libro por otros medios, en el cuerpo a cuerpo. Traen cartitas, cosas, confesiones, a veces te cuentan historias. Cosas muy lindas. O uno que te dice "mirá, mi novia me dejó, y hace dos semanas que estoy intentando y ni siquiera me contesta el teléfono, pero si le llevo un libro tuyo dedicado..."(risas). Y ahí se va con el libro dedicado.

- ¿Si habrá arreglado entonces romances y parejas no?

- Sí, claro. Hay de todo. Gente muy diversa que te cuenta historias. Estuve en Orense, en Galicia, en la Universidad, y había muchísima gente, muy cariñosa. Y ahí un muchacho me dice "acabo de volver del mar. Llevé a mi abuela, que ya está muy viejita y se iba a morir sin ver el mar. Y yo la llevé a ver el mar. Como sé que a usted le gustan estas cosas -me señalaba- le voy a contar lo que ella dijo cuando vio el mar. Dijo "y no se acaba nunca...". Era muy hermoso. Tan simple y tan hermoso. La gente te regala esas cosas.

"Todos somos negros y emigrados"

- Usted hablaba del mar, y justamente España e Italia viven hoy con preocupación el tema de la inmigración. La llegada de hombres desesperados en esas pateras miserables no dejan de convertirse en un hecho conmovedor que contrasta con este mundo teóricamente globalizado y de respeto a los derechos humanos. ¿Cuál es su visión sobre este fenómeno?

- Mire, es el úselo y tírelo, que es la consigna universal en el mundo de hoy. La mano de obra barata, casi esclava, es recibida con los brazos abiertos cuando es necesaria y en los períodos de prosperidad y después, con los primeros signos de crisis económica el inmigrante tiene la culpa. Te cuento que "Espejos" se abre, creo que es el segundo texto, con la pregunta si Adán y Eva eran negros. La pregunta no es tan loca porque existe unanimidad entre los expertos, los que entienden del asunto, cuando dicen que todos venimos del Africa. O sea que los humanitos empezamos a caminar en tierras africanas. Fue de ahí que nuestros abuelos aprendieron la conquista del planeta, cuando no se exigía más pasaporte que las piernas. Somos todos
emigrados. Ahora demonizan a los inmigrantes. En primer lugar somos todos africanos, que es una cosa que convendría que los racistas supieran. Hasta los pálidos más pálidos son africanos. Y en segundo lugar, somos africanos emigrados. O sea, las dos condiciones, negros y emigrados, demonizados en el mundo de hoy, despreciados por los grandes medios de comunicación. ¡A ver si un poquito se curan de la amnesia por un minuto para recordar eso! Somos todos africanos. Somos todos emigrados. Ahora lo que hay es una ola de racismo creciente que me preocupa muchísimo. En Italia vi algunas cosas, escuché, que me dejaron muy preocupado. El alcalde de Roma hace el saludo fascista. Cuidado con estas cosas.

- ¿Van perdiendo terreno la palabra, las ideas, el debate? En la Argentina hace más de cien días que existe un grave conflicto que tiene como protagonistas al campo y el Gobierno pero pocos entienden lo que está sucediendo. Parece que se tratara de un Boca-River o un Peñarol-Nacional,buscando a un ganador. Sin dudas, en este tema no hay debate.

- Es verdad que hay un desprestigio creciente de la palabra. Por eso cuando preguntabas cómo me sentía yo, con el tema del libro, te comentaba lo importante que era esto de dialogar con los jóvenes, que para mí es lo más importante. Porque siento que hay un creciente desprestigio de la democracia, entre los jóvenes, y un desprestigio de la palabra también, quizás por el desarrollo de los medios audiovisuales de comunicación. Pero las páginas no tienen la culpa de lo que nosotros hacemos y deshacemos. Ese doble desprestigio me angustia mucho. Las encuestas en América Latina son terribles. Los tres países del sur, Argentina, Uruguay y Chile son los mejorcitos, donde todavía hay un porcentaje importante de jóvenes que creen en la democracia, pero en Chile ya hay una mayoría enorme de jóvenes que no se toman el trabajo de votar. Y en otros países no falta gente que diga "ah, bueno, a veces se necesita mano fuerte". O sea, con nostalgia de las
dictaduras. Ya es una responsabilidad de los políticos. Esencialmente creo que son los principales responsables de este desprestigio de la democracia que es también un desprestigio de la palabra porque ellos mienten. Entonces la gente deja de creer en lo que le dicen.

De computadoras, autos y manicomios

- Usted ha permanecido inmune a las conversiones ideológicas, y lo que debería ser moneda corriente en un intelectual, no deja de llamar la atención. ¿Es la coherencia uno de sus bienes más preciados?

- Sí, la coherencia desde el derecho a la diversidad. Derecho de cumplir con mi conciencia y no con el deber de obediencia. Yo discrepo también con muchas cosas que suceden en Cuba, en Venezuela o en países donde ocurren procesos de los que me siento solidario. Pero no solidario desde la obediencia incondicional ni mucho menos. Cuando algo no me gusta o me parece que contradice cosas en las que creo, como la diversidad democrática, el derecho a la libertad de expresión, eso yo lo digo abiertamente. No soy un fanático religioso. Soy un hombre que cree en ciertas cosas y que es leal a lo que cree, así como es leal a los que quiere.

- Acaba de ser nombrado ciudadano ilustre de Montevideo. ¿No la cambia por ninguna otra ciudad?

- (risas) No, me gusta respirar y caminar. Ya cuando era chiquito la maestra me decía "respirá gordito". Y eso es un lujo ahora en el mundo moderno, tener una ciudad donde se pueda respirar y caminar. Hay muchas cosas de Montevideo que no me gustan, pero prefiero las que me gustan. Entre las que no me gustan está la tendencia a la depresión, el aburrimiento, la nostalgia. Es una ciudad que te invita a preferir la nostalgia antes que la esperanza y eso no me va a mí. El mejor de mis días es el que todavía no viví. Acá a tres cuadras de mi casa camino junto al río mar, y me ahorro una fortuna en psicoanálisis.

- ¿Escribe de noche o de día? ¿Usa la computadora?

- Escribo a mano pero después paso a la computadora. Estuve mucho tiempo antes de decidirme, por mi antigua desconfianza a las máquinas en general. Soy medio prehistórico y sospecho que las máquinas beben de noche. Pero ahora sí, paso en computadora y reconozco que es de lo más útil. En el libro, te cuento, hay otra historia de esas que no se conocen. Cada vez que uno usa la computadora, que tan útil es, tendría que dar gracias a un señor que se llamaba Alan Turing que era profesor en la Universidad de Manchester, y que hace nada más que 60 años fue condenado por homosexual. Hace 60 años, no 600 años. La policía lo metió preso por homosexual, él se reconoció culpable de homosexualidad. Los médicos lo curaron de su enfermedad, y entonces le crecieron tetas, y se le armó un lío en la cabeza tremendo.
Empezó a sentir delirios de persecución, no salía de su cuarto. El tenía la costumbre de comer una manzana cada noche. Y una noche inyectó cianuro en la manzana que iba a comer.

- Para cerrar, me gustaría conocer su tesis sobre el automóvil. Usted dice que nos domina...

- Es el miembro más importante de la familia. El mundo está al servicio del automóvil y ahora, por ejemplo, el asunto es ver cómo le damos de comer a los autos, no a la gente. Es un mundo lleno de humanos hambrientos pero más importante es darle de comer a los autos. ¿Qué pueden comer los autos? Pueden comer caña de azúcar, maíz, soja, lo que sea, porque el petróleo está cada vez más caro. Es como que somos máquinas de nuestras máquinas. No estoy en contra de los autos, pero sí en contra de la dictadura de los autos. Ahora en Madrid, tenía una entrevista en una radio y después tenía que ir a otra. La distancia era de diez minutos. Me fueron a buscar y demoramos una hora por el atasco en el tráfico. O sea, el automóvil, inventado para
facilitar los movimientos humanos, terminó por impedirlos.

- Pero se dice que usted cruzó la ciudad de México caminando...
- Sí, crucé la ciudad de México y crucé Los Angeles también. Son dos actos de locura que conquistaron la unanimidad de mis amigos en el sentido de que yo me equivoqué de domicilio ya que mi verdadera casa es el manicomio. Todos mis amigos coinciden en eso.

"A veces me cabreo también"

- Usted siempre se ocupó de América Latina, con amor pero con dolor también. ¿Cómo ve la región, cuyos políticos parecen no terminar de entenderse en lo que usted mismo definió alguna vez como el reino de la diversidad?

- Soy muy optimista. Ahora hay una energía de cambio que se manifiesta de mil maneras. Es una región que por suerte es diversa, y que desde afuera no se entiende. ¡Qué se va a entender! En Europa, te digo, a veces me cabreaba con las entrevistas. Hice mil entrevistas y siempre llegaban el punto de América Latina. Llegaba la pregunta : "¿Y usted qué opina del populismo?" o "¿le preocupa el populismo?". Al final yo terminé contestando: "Miré, a mí me parece que la influencia de Berlusconi (Silvio), Sarkozy (Nicolas), y otros populistas, en América Latina no es tan grave". ¡Que se miren al espejo!

- Les devolvía la pelota...

- Pero claro, seguro. ¿Pero qué es esta absurda costumbre, colonial y colonialista de tomarnos examen todo el tiempo? ¿Pero qué se creen estos? A veces me cabreo también. Por suerte, aparece tanta gente linda que uno dice, bueno, la verdad me formé en el internacionalismo, y en eso creo. El mundo no merece fronteras. Los mapas del alma no tienen fronteras y uno siempre encuentra gente linda en todas partes. Pero las ondas dominantes, hoy con la manija que le dan los grandes medios, a veces te cansan. Por ejemplo, ahora en Italia me espantó este otro tema que aparece en los libros que son los gitanos. Está en el libro también, porque nunca se supo cuántos gitanos fueron exterminados en los campos de concentración de Hitler. Murieron muchísimos y nadie se tomó el trabajo de contarlos. Y ahora en Italia me
encontré con la onda antigitana. Que hay que quemarles los campamentos, que hay que echarlos a todos. Aunque sean gitanos italianos. El italiano medio cree que el gitano es un señor que se dedica a secuestrar niños. Los gitanos roban niños, contesta la gente en las encuestas. En los días en que yo estuve apareció, y no se publicó casi en ningún lado, por supuesto, un informe muy interesante, una investigación de la Universidad de Verona realizada entre 1986 y el 2007. Unos cuantos años de investigación y la conclusión es que no hay ni un solo caso de secuestro de niños por parte de los gitanos. Ni uno solo.

- ¿Y este informe no se difundió?

- No, para nada. La gente está convencida de que los gitanos roban niños.
Pero no los roban. Hay un desencuentro total entre la realidad, tal cual es, y la realidad tal cual la cuentan los fabricantes de opinión.

Las venas, el agua y la soja

- En "Las venas abiertas de América Latina", el cobre, el azúcar, la plata, el oro, el cacao, constituían elementos relacionados con el oprobio y la opresión de muchos pueblos. ¿Qué cree que se dirá de la soja, que también avanza sobre Uruguay, en "Las venas abiertas de América Latina" que se escriba en veinte o treinta años más?

- La soja, o en el caso de Uruguay, la industria forestal, que es su equivalente. Se trata siempre de lo mismo. La explotación de los recursos naturales es pan para hoy y hambre para mañana, y no dejan más que agujeros y fantasmas. Esa historia se repite. No porque la historia quiera repetirse. La historia no tiene el menor interés en repetirse, pero bueno, cuando uno no aprende de ella está condenado a repetirla. Y eso es lo que nos ocurre. No aprendemos de lo que nos pasó. El monocultivo es devastador. Devastador para la tierra y para el agua. En el caso de los bosques industriales que estamos padeciendo en Uruguay, nos van a chupar el agua. Yo fui miembro de la comisión que logró, y a mucha honra, que Uruguay fuese el primer país del mundo que plebiscitara el tema del agua, y la mayoría de la gente, más del 65% de la población votó para que el agua fuera un derecho público y no un
negocio. Participé en ese esfuerzo colectivo, pero ahora parece que esas empresas forestales, de la celulosa, nos van a chupar el agua. El monocultivo es devastador. El de la soja ni que hablar.¡Esta sojización de la Argentina, para colmo con soja transgénica, que es la peor...! Es como una historia que vuelve. Y no aprendemos, no hay caso. Somos como mulas, porfiados.¿Esta persistencia por trabajar por nuestra propia perdición qué explicación tiene? ¿Cómo no nos damos cuenta que tenemos que defender nuestras riquezas naturales, que son las más importantes? La tierra, el
agua, el aire, las riquezas del subsuelo... Se repite lo de siempre. La verdad es que me hubiese encantado que ese libro que escribí hace muchos años, "Las venas abiertas...", allá por los fines del '70, fuese desmentido por la historia. Que fuera un tema de arqueología. "Mirá lo que decían en aquel tiempo, qué locos"... Me encantaría eso. Pero el libro parece escrito la semana pasada, lamentablemente. Yo no lo celebro, te advierto.


http://www.lacapitalnet.com.ar/hoy/LaCiudad/Noticias/200806231050.html

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