lunes, octubre 19, 2009

Los “atajos” de la libertad de prensa



15 Octubre 2009 2 Comentarios
El actor y director de cine Robert Redford y los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein fueron los invitados especiales en una reunión celebrada recientemente en la Academia de Música de Brooklyn (BAM), en Nueva York.

Para quien no lo recuerde, Woodward y Bernstein son los famosos periodistas del Washington Post que “revelaron” el escándalo de Watergate, gracias a su fuente secreta, “Garganta Profunda”, en realidad vice director del FBI, cuya identidad revelaron recientemente.

En la reunión se discutió en tintes amargos el periodismo en los EE.UU. y sus males. Woodward opinó que el periodismo se ha “glamurizado” y se han perdido lecciones importantes.

No hay atajos -dijo- para llegar a la verdad, pero todos quieren atajos. Es un trabajo que se construye muy poco a poco y que te obliga a vivir en la duda constantemente. Los periódicos ya no están dispuestos a tener a dos personas trabajando en el mismo tema durante dos años, quieren resultados inmediatos. Ya no les preocupa la calidad y el problema es que el buen periodismo requiere esfuerzo, constancia, tiempo y no debería hacerse con el objetivo de un triunfo rápido si no de llegar hasta el fondo de los hechos.

Acto seguido Robert Redford explicaba que “entre los ‘pecados capitales’ del periodismo de hoy está la transformación de los grupos periodísticos en empresas que cotizan en bolsa, eso ha sido el principio del fin del buen periodismo”, dijo parafraseando a una directora de un periódico estadounidense que renunció a su cargo cuando este salió a bolsa en los años ochenta.

Más adelante, tanto Bernstein como Woodward, criticaron que hoy apenas se verifica la información, “por eso Internet es tan confuso y hasta se imprimen los rumores, hoy es difícil saber dónde buscar la verdad”, explicaron los premiados periodistas.
Los tres lamentaron lo que llamaron el “poco periodismo” que hubo en los 8 años de la administración Bush.

Casi al final Robert Redford reveló la disyuntiva esencial que revela el drama actual de la prensa: “si este fenómeno es coyuntural u obedece a razones más profundas de la misma esencia del sistema”, comentó el actor y director, refiriéndose a cómo empezó a interesarse en el escándalo Watergate cuando aún era una “pequeña” noticia de páginas interiores:

Yo había leído esos pequeños artículos que comenzaron a aparecer en el Washington Post, pero me preguntaba por qué nadie más escribía sobre el tema. Me parecía gravísimo lo que había ocurrido pero ‘los veteranos’ me dijeron que aunque todos se olían que había algo oscuro detrás, las relaciones entre prensa y política eran muy complicadas y no se podían romper haciendo preguntas equivocadas. Me tacharon de naive (ingenuo) y vaticinaron que aquello no llegaría a ningún lado, aquel cinismo y aquel derrotismo me dejaron muy mal cuerpo.

Cuando leía esto, algo (quizás ese traicionero subconsciente) me hizo recordar una leyenda del periodismo de Miami, que conocí por varias fuentes hace ya algunos años.

Dos periodistas cubanos llegaron de la Isla con la entonces muy famosa “glasnost” como fe cuasi religiosa en la mente, y al descubrir al Miami de la mafia que controla esa ciudad, escribieron un artículo titulado “Las Arpías”. Pero poco después recibieron una sorprendente invitación a un desayuno de trabajo nada más y nada menos que del mismísimo Jorge Lincoln Mas Canosa, quien, según la leyenda, les dijo más o menos que:

Miren, muchachos, si quieren hacer periodismo y buen dinero yo les ayudo y los encamino. Pero si lo que quieren es publicar esa basura de “Las Arpías”, se tendrán que ir para otro lado. “Así que elijan”, sentenció el entonces Chairman de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA).

Los dos periodistas tuvieron una exitosa carrera en los medios locales de la ciudad de Miami, tanto escritos como televisivos, siempre con posiciones muy cercanas al régimen de extrema derecha que controla esa ciudad.

Si la historia es cierta como fuentes bien informadas indican, este podría ser un ejemplo añadido a lo que Robert Redford y las estrellas del Watergate dan por hecho: el “libre acceso a la información y el libre intercambio de las ideas” pasan por ese atajo de incestuosas relaciones entre la prensa y la política.

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