miércoles, junio 03, 2009

“Pancho” Prado: El canto del pensamiento


FOTO: CARLOS POZO /El Telégrafo

Datos

Nació el 8 de octubre de 1964. Tiene más de 70 canciones compuestas, de las cuales ha grabado 33, tanto con Umbral como de solista. Fue uno de los miembros fundadores del colectivo Locomotrova y ahora pertenece a la Red de Trovadores, con la que se presenta periódicamente.

Hubo un tiempo, a mediados de la década de los ochenta, en que Pancho no estuvo en Umbral. “Era muy extraño verlos tocar sin mí, mis canciones, sentía que debía seguir ahí”, recuerda. Cuando Nelson García le propuso regresar al grupo, respondió con un ‘sí’ contundente”.

Paralelamente a Umbral, Prado y otros músicos tenían proyectos ligados a música en inglés, clásicos que eran escuchados por cientos de personas en discotecas y lugares afines. “Ya no recibas aplausos falsos”, fue la frase que escuchó de Hugo Idrovo y que se quedó grabada a fuego en su cabeza.

“Días mejores” es el disco solista que publicó pocos años atrás. Tiene su historia, también. Un día del año 2000, intentando cruzar la avenida 6 de Diciembre, Prado casi es arrollado por un bus. “No pude dormir por una semana. Pensaba: ¿qué pasaría con mis canciones si me muero?”.

Se dedicó al teatro por dos años, y lleva en un cuaderno decenas de poemas (algunos publicados en formato blog) que espera algún día tengan un destino en libro. Desea, también, hacer una publicación con la letra de sus canciones y centrarse en la escritura de una novela.

Con talento y denuedo llegó a ser un referente de la canción social ecuatoriana, actividad que compaginó con sus indagaciones como psicólogo.

Momentos de contundencia hay muchos. En la vida de Pancho ha habido varios; él los puede contar como hitos, con su historia y los detalles precisos. Uno de ellos fue, sin duda, el que dio vida al intérprete que creció hasta ser uno de los compositores más importantes de la canción ecuatoriana, en la década de los ochenta. Ese 8 de diciembre de 1980, el mundo aceptaba de golpe el asesinato de John Lennon en Nueva York. Hasta entonces, Pancho, que desde niño tuvo oído para sacar melodías y tocarlas en pequeños pianos de juguete, había decidido ahora que no quería saber nada de las guitarras (“odiaba la guitarra”, dice), aunque su mamá insistiera. Pero el día siguiente, luego del impacto que significó la muerte del ex Beatle, el adolescente tomó el instrumento que su madre había dejado por ahí y fue con un primo al CCI, a comprar cuerdas. La guitarra pasó a ser integrante de su vida y en un poco más de un año pudo dominarla.

“Aprender a tocar la guitarra fue un proceso de autoexigencia”, cuenta Francisco Xavier Prado Saona, en su consultorio al norte de Quito. La música parece ausentarse en las paredes que lo circundan, en un pequeño rectángulo: una fotografía de Carl Jung como bandera demarcatoria de la tendencia de su profesión diaria. Tanta fue la exigencia que Pancho pasaba tardes enteras con la guitarra, buscando domar las cuerdas, presionando la mano contra el diapasón. “En ocasiones me decía que no iba a comer tal día hasta que no me saliera lo que estaba intentando”, recuerda. Ya estaba en cuarto curso cuando iba a ver los ensayos de la banda de rock del colegio Spellman, a la que entraría tiempo después y en la que los temas que sonaban era de Black Sabbath, Led Zepellin y Pink Floyd. Pancho Prado era la guitarra solista y de vez en cuando hacía voces de una banda colegial. Una vez que aquella época llegó a su fin, el grupo se fusionó con la banda del colegio Americano (con la que compartían baterista) y Pancho conoció a la otra mancuerna de “Umbral”: Nelson García.


“En ocasiones me decía que no iba a comer tal día hasta que no me saliera lo que estaba intentando”

Nelson lo llamaba por teléfono a su casa: “¿Has oído a Silvio Rodríguez?”. “No”, fue la respuesta, “me gusta Ozzy Osbourne”. Llamada terminada, pero ya había un germen. “Umbral” nace a la luz del ingreso de Prado a la universidad a estudiar medicina. Otro hito: el ambiente político del momento. “Ese fue un momento de despertar latinoamericano”, dice, “era la época de leer ‘Las venas abiertas de América Latina’, de darte cuenta de lo que pasaba”.

Surge el dúo, una carrera que coloca tanto a Prado como a García en varios puntos del país, en cientos de conciertos, en llenos abarrotados, en el canto coreado de una de las tantas canciones que el futuro psicólogo entregara al inicio a García para que escogiera: “¿A dónde vas?”. Una historia que va desde 1984 hasta 1989 (siendo ya un grupo de tres integrantes en un momento), con una interrupción en el medio porque “la música si bien es importante, no lo es todo para mí”.

Los estudios de Psicología se mantuvieron a la par del crecimiento del grupo (y que ahora, que no hay Umbral y que Pancho Prado sigue con la música, dedicado a una carrera solista como trovador, han encontrado la manera de congeniar). Fue en ese desarrollo que Prado descubrió que sus caminos, si bien dispares aparentemente entre sí, tienen su punto en común: él. “Mi parte artística, mi parte terapéutica y mística están muy relacionadas y conforme han pasado los años sé que hay manera de que confluyan en un solo sitio”, afirma el compositor. Este proceso tuvo su conflicto en un momento inicial: “La gente venía a la consulta y me miraba por mucho tiempo hasta que me preguntaba, ‘¿Usted no es el de Umbral?’ o si me veían en alguna presentación decían ‘¡Ahí está mi psicólogo!’. Era casi como ser Batman y Bruno Díaz”. La solución se la dio Hugo Idrovo con una sola frase: “Pero si son lo mismo”. Desde ahí la unidad se fue dando poco a poco.

Los hitos siguen para este músico, psicólogo, poeta y convencido de la psicomagia, esa propuesta de Alejandro Jodorowski, uno de los últimos grandes descubrimientos importantes para Prado. Con eso en mente, y aceptando que muchas de sus canciones poseen letras que se centran en la Psicología (sin que él se haya dado cuenta), se encuentra desarrollando un proyecto en el que unirá lo terapéutico con el happening. Y eso no es nada más que la continuidad de esas coincidencias o hechos que lo han ido marcando, señalándole el camino. Los umbrales.

Eduardo Varas
evaras@telegrafo.com.ec
Retratista

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