lunes, febrero 02, 2009

Luis Eduardo Aute, pintor y cantautor: El trovador de la luz y el erotismo


Transfiguraciones se llama la exposición que exhibe en Quito Luis Eduardo Aute. De ella habla con soltura, así como de música, cine y sexo. Para él, arte y vida son lo mismo.

Ha vuelto a Quito, que lo recibe con un biombo de niebla. Viene a presentar una retrospectiva de más de treinta años de pintura, en la Fundación Guayasamín. También cantautor, cineasta y poeta, Luis Eduardo Aute es una especie de artista del Renacimiento de jeans, tabaco y camisa por fuera. Sencillísimo, ofrece una conversación entrañable.

Usted asegura que su primera vocación es la pintura, por sobre la música y la poesía. Incluso daría la impresión de que, en sus canciones y sus poemas, sigue siendo un artista plástico. Sus versos son muy gráficos. La metáfora y la imagen son las rectoras del discurso…

… Es cierto, pero creo que no tengo mucha capacidad de visión objetiva de mi trabajo. Cuando estoy pintando, dejo que el azar, que el estado de ánimo, intervengan mucho. Hay ideas flotando, que agarro y desarrollo junto con ese coautor que es el azar… Es igual cuando escribo; pero no soy conciente de que el contenido y la forma pueden tener relación con los otros lenguajes que manejo… Cuando estoy pintando me olvido por completo de que escribo, o de que hago canciones… Soy, en ese momento, ajeno a aquellos otros lenguajes, y viceversa. Pero al pasar el tiempo, siempre, me doy cuenta de que hay denominadores comunes que conectan los distintos códigos expresivos. Cuando empecé a reunir los cuadros, hace años, para esta exposición, pude constatar que había un sinnúmero de nexos… Descubrí, por ejemplo, que mi pintura era religiosa, y que mi poesía también. Pero religiosas desde un punto de vista erótico. Es decir que sexo y religiosidad –esta última, esa apetencia del ser humano por trascender, a diferencia de la religión, que es una empresa en el Vaticano- eran el fundamento de mi trabajo. Sexo y Dios, si quieres. Me di cuenta de que la apuesta formal de mi pintura responde a una iconografía religiosa, pero hay mucha carne, mucho sexo.

Cuando una periodista le preguntó a Pollock "¿cómo sabe que ha terminado un cuadro?", él contestó: "¿cómo sabe usted que ha terminado de hacer el amor?"... Usted ha dicho recientemente que hace el amor con la pintura…
(Sonríe, mientras enciende un Marlboro blanco. No había rojo)… No conocía la frase, pero es muy precisa. Pollock sabía lo que decía, porque la pintura es lo más parecido a un acto de amor y, obvio, uno sabe siempre cuándo se acaba de hacer el amor.

Hanna Chomenko, quien escribe para La Jiribilla, revista de cultura cubana, ha dicho sobre Transfiguraciones que se trata, además, de una forma de poesía brutal…
… Lo que ocurre es que intento alcanzar cierta dimensión poética en todo lo que hago. El objetivo es lograr aquel vuelo poético que consiste en trascender lo evidente hasta dar con una mirada que conmueva y excite la imaginación. Quizá Chomenko habla de una poesía brutal –un adjetivo tal vez excesivo- por el uso, en mis obras, de lo perturbador. De la trasgresión…

… Ella habla, por ejemplo, de un trabajo que escenifica un ritual de sexo oral extremo, cuasi canibalesco, y lo relaciona con un deseo que en algún momento se siente de entrar por los poros; de más que estar, ser en el otro…

… Es una intención evidente en ciertos dibujos: desarrollar ese proceso en el que se intenta ser uno en el otro, y con el otro. Pero no es un asunto calculado, no me preguntes por qué ocurre eso… va saliendo sin yo provocarlo en absoluto… precisamente como el acto de amor del que hablaba Pollock.

Esa actitud frente al arte es producto de una actitud también frente a la vida. Me refiero al desparpajo para hablar de sexo ante la pudibundez de ciertas sociedades –en el caso nuestro, una herencia hispana-. Pienso en Woody Allen, quien decía que el sexo solo es sucio si está bien hecho. Usted, la última vez que vino al Ecuador, dijo en entrevista –durante plena expansión antiterrorista norteamericana- que la masturbación era buena contra el ántrax…

… Eso va por el lado del humor, que es una esencia importantísima que he ido afinando, decantando con los años. Algunos de mis primeros trabajos estéticos estaban huérfanos de humor, pero no fue difícil que me diera cuenta de que se trata de un elemento imprescindible no solo en la vida, sino en la obra. En cualquier cosa que se haga. Y hay un puente firme entre el sexo y el humor, ambos implican trasgresión. Y sí, es una herencia hispana, y lo siento (ríe, entre el humo) por la parte que me toca; ¡aunque déjame decirte que yo soy inocente!
"La religiosidad es esa apetencia por trascender. La religión, una empresa en el Vaticano"

Cierto. Su retrospectiva muestra un espectro amplio de rasgos estilísticos y técnicos. Sus primeras indagaciones tuvieron mucho de Expresionismo Alemán, y, en el marco de la tradición española, reconoce como fundamentos a Goya y Velásquez. ¿De qué manera puntual lo marcaron vertientes aparentemente tan distintas?

Precisamente por distintas. Creo que hay, en mí, una gran presencia de Goya y de Velásquez como fundamento, aunque no en todas las obras esto es evidente. A veces está confundido con el tránsito que hay por otros rumbos; por el Expresionismo de Emile Nolde y Max Beckmann, por el fauvismo -aunque es un paso leve-, y luego por las inmediaciones del surrealismo y el expresionismo abstracto de Pollock. Goya es el sustrato, el fondo más o menos manifiesto de mi obra. Creo que Velásquez inventa, de alguna forma, el cine –otra de mis pasiones-, ya que inventa la narración como principio. Goya es lo contrario: los sueños, lo grotesco, el horror… el paisaje del alma.

Habla de acercamientos al surrealismo. Hay una influencia que, en algunos de sus trabajos, se expresa con elocuente claridad: Buñuel…
… Hay mucho de Buñuel en todas mis actividades… Buñuel es EL ARTISTA, y claro que me marcó. Fíjate que Dios era una constante en su obra, como en la mía, y se declaraba ateo por gracia divina. Había en él, también, algo de Goya; y, por supuesto, mucho de humor. Ahora, otros surrealistas que también me han interesado, particularmente, son Man Ray y Duchapms. Creo que Duchamps es el anti-Picasso, porque Picasso acaba con la pintura, en la medida en que no es el origen del arte contemporáneo. Sí lo es Marcel Duchamps. Y se llevaban muy mal.

Ha definido el cine como otra pasión. Partamos de una anécdota, ¿qué le dejó, por ejemplo, trabajar en el rodaje de una superproducción como Cleopatra, de Joseph L. Mankiewicz?
La historia es así: la película, después de un rodaje complicadísimo, estaba acabada, las copias estaban a punto de hacerse, cuando la vio el productor y expresó: "no hay batallas, hay que filmarlas"… y durante un mes y medio se rodaron esas batallas en Almería, y conseguí vincularme, haciendo un poco de todo: asistente de dirección, traductor, en fin… A pesar de que pude vivir el avance de una superproducción, y que pude conocer a Mankiewicz, no fue algo que incidiera mucho en mi concepción del cine.

Bueno, decía que, con el tiempo, se da cuenta de las coincidencias que existen entre los códigos artísticos que maneja. Entre el cine y la pintura hay una clara, vivencial, porque alguna vez pintó carteles para ciclos de cine de Godard, Buñuel…

… Eran 'trabajos alimenticios'. En épocas difíciles se hacía de todo, y una de las cosas era pintar carteles. Pero, como mencionas, me pedían que hiciera carteles de cineastas que me interesaban: Buñuel, cine brasileño, Richard Brooks, y procuraba imprimirles mucha creatividad, salir de la idea común de cartel, rozar un poco la instalación, quería algo escenográfico y no habitual en la entrada de la sala. Cartelones muy grandes que pintaba, junto con el cineasta y artista plástico Iván Zulueta, con escaleras o arrastrándome por el suelo.
"Creo que, hoy por hoy, Latinoamérica es el único proyecto de futuro de este planeta"

Si hubiera que pensar en un director que es más bien un pintor, sería Peter Greenaway. Usted dice que no le llama mucho la atención, que el cine es otra cosa… ¿Qué?

El trabajo de Greenaway es muy interesante, pero creo que es una forma de experimentar con ciertas herramientas cinematográficas y multimedia, integrando otras artes… algo muy valioso, pero para mí el cine es otra cosa: Hitchcock, Buñuel, John Ford, Kubrick, Wilder y el cine mudo, que siento como la gran expresión de todos los tiempos en esta forma de arte. Cada vez que veo La pasión de Juana de arco, de Dreyer, lloro.

¿No llora cuando ve El chico, de Chaplin?

Ah, también. Y quizá a Chaplin no se le ha dado el espacio que merece... casi podría decir que el cine es él.

Ya que se puso sentimental… Muchas canciones suyas lo califican para intentar contestar esta pregunta, con la certeza de que eludirá los clichés: ¿cuál es el pico más alto de la conmoción que produce el amor?

(Va juntando, uno por uno, los dedos de las manos. Meñique con meñique, índice con índice… ubica el mentón sobre ellos, y piensa por largo rato. De repente separa ampliamente los brazos, y habla). Dos elementos hacen al ser humano: la reflexión y el amor. Y la reflexión es la capacidad de verse a sí mismo desde afuera. A través de la dinámica del espejo, el ser humano descubre su subjetividad. Se mira en el lago y dice: soy yo, y en ese momento está nombrando a Dios, porque el concepto de Yo y el de Dios son lo mismo. Igual de enigmáticos, inaccesibles e indescifrables.
Pero seguimos reflexionando, buscando… eso nos hace lo que somos. Eso, y el amor. Y cuando vivimos en ese estado de enamoramiento, todo cobra sentido. Se olvida la subjetividad propia para ser uno con la subjetividad del otro. El objeto de deseo es la unidad, y allí se disuelve el Yo, o los Yo que están buscando conocerse hasta la máxima intimidad. Que están intentando encontrar un nuevo Yo, un nuevo Dios. Por eso digo siempre, medio en broma, que hay que fijarse en que, cuando se hace el amor, al llegar al orgasmo, se invoca siempre a Dios: ¡Ay Dios!, ¡Oh God!... entonces creo que Dios es un gran orgasmo, en donde se producen el amor y la reflexión.

De allí lo que mencionaba en la primera pregunta, eso de no separar la mística de la erótica… Pero es usted también un gran retratista de cuando las cosas se apagan. De la melancolía, quiero decir, en canciones como Las cuatro y diez, Sin tu latido…

… Bueno, cuando escribí Las cuatro y diez, por ejemplo, no pretendía provocar nostalgia. Lo que quise hacer, muy objetivamente, era cantar el guión de un corto cinematográfico, en el que se juntaran pasado, presente y futuro, en unos diálogos. Así, quien escuchara el tema, podía fabricar sus propias imágenes de un pasado que una pareja archivó y, por ende, de un futuro que no fue…

… A eso me refería exactamente: sus canciones –La belleza, por decir algo- parecen revolver en el fondo una extraña melancolía por una felicidad posible, pero que no se ejerce nunca del todo, que está siempre a punto de llegar…
… Eso es muy interesante... ¿Melancolía de algo por venir?... en efecto, la mía es una nostalgia de futuro.

Al final de un tema (Cinco minutos), empieza a tararear, un poco, Knocking on heaven's door, de Dylan. He allí un manifiesto tributo al trovador que inspiró a Lennon tanto como a Francis Cabrel… ¿Podría intentar una especie de genealogía de los artistas de la música popular que le hicieron creer que era buena idea agarrar una guitarra?

Primero, los cantantes franceses que eran poetas. Que escribían y cantaban sus canciones. Jacques Brel –belga considerado francés-, George Brassens, Léo Ferré… Cuando descubrí todo este bagaje me di cuenta de que la canción, como género, podía tener otra categoría, más allá de la condición de inocuidad con la que se la relacionaba habitualmente. Descubro aquello que yo quería hacer. Años después, aparecen Dylan y los intérpretes y compositores norteamericanos de los años sesenta. Pero Dylan era el referente. Hizo que me preguntara: ¿cómo este personaje escribe estos textos próximos al surrealismo, largos, y construye canciones con cuatro acordes, que canta con una voz impresentable? Si él lo hace, yo también puedo. La curiosidad la despiertan los franceses, pero la posibilidad de que yo lo hiciera la apuntala Dylan, y luego Leonard Cohen, con cuyo universo llegué a coincidir en mayor medida, incluso, que con el de Dylan. Cohen tiende más a hablar de sexo, de Dios, de la muerte, que son también mis elementos.

… Sus canciones poseen, a pesar de su simpleza formal, una riqueza melódica que permite que sean re-leídas. Ocurre, por ejemplo, en el disco homenaje Mira que eres canalla Aute, donde José Marsé ha adaptado al flamenco, de manera fantástica, Al alba… esa flexibilidad en las melodías, ¿no responde a la influencia de los Beatles?...

… Justo iba a decirte que, después de la canción francesa, Dylan y Cohen, están los Beatles. Si no hubieran existido –y sobre todo Lennon-, no estaría escribiendo canciones.

¿Un álbum de los Beatles?
… Para mí todos son obras maestras… pero hubo un antes y un después del Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band. Sensacional.

Volvamos a las sensaciones entonces. ¿Qué aroma lo duelve a la infancia?
… No lo había pensado nunca (ríe, mientras fija la mirada en el suelo)… La del mango. Recuerdo la primera vez que, en España, tuve un mango entre mis manos: fue un olor que me llevó de vuelta a Manila…
"El concepto de Yo y el de Dios son lo mismo. Igual de enigmáticos, inaccesibles e indescifrables"

Físicamente, ¿qué es lo primero que le ve a una mujer?

Es complicado… es que no se ve. Cuando veo a una mujer que me puede insinuar una relación, no es por algo que realmente vea; es algo secreto que me provoca el sentimiento de querer ser uno con otro cuerpo, y con lo que hay dentro de ese cuerpo. Y puede ser de cualquier forma la mujer, en cuanto a lo físico.

¿Qué representa para usted Latinoamérica, sensitiva y poéticamente?

… Bueno, podríamos estar hablando de eso durante días... pero, en breve, creo que es, hoy por hoy, el único proyecto de futuro de este planeta. Latinoamérica está construyendo un barco, y el resto del mundo –salvo África, que es virgen, lamentablemente por ser el continente olvidado- se está hundiendo, a pesar de la desesperación por poner parches para no dejar entrar el agua. Pero ese barco se hunde, con Obama o sin Obama. Latinoamérica es un continente de una multiculturalidad intensa, que encierra una energía poética. No digo que aquí las cosas no sean difíciles, pero es un sitio lleno de ingredientes poéticos que ya no hay en otros lugares.

¿Cuál es el rasgo que deplora más de su propio carácter?

La pereza.

¿Qué profesión aparte de la suya le hubiera gustado ejercer?
… Ninguna, porque lo que hago no lo considero una profesión. Para mí, profesión es algo que se hace con esfuerzo, por obligación, porque tienes que sobrevivir, y la mayoría de la gente sobrevive vinculada con oficios que realmente no le interesan para nada. Yo tengo la suerte de jugar, de seguir indagando con materiales que me divierten… y eso no es trabajar, es vivir.

¿Y qué profesión aparte de la suya nunca le hubiera gustado ejercer?

Policía.

Pregunta de concurso televisivo, ¿Cuál de estas alternativas elegiría? Y las opciones surgen de algunas referencias culturales muy cercanas a usted: La guitarra que Dylan usó en Woodstock, dedicada; un Dalí original y secreto, un manuscrito de Eluard de 1930; una cama y, sobre ella, Marilyn Monroe, de blanco.

Y yo te pregunto a ti: ¿por qué hay que elegir? Las quiero todas.

Fabián Darío Mosquera
fmosquera@telegrafo.com.ec
Coordinador

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