viernes, mayo 15, 2009

Pasión por la danza en diferentes ámbitos: Martha Hickman

Hickman es una amante de la danza contemporánea y la práctica desde la ejecución, la creación y la enseñanza.EL INFORMADOR * A. CAMACHO


Entre la creación y el salón de clases

Martha Hickman se trasmuta en intérprete, coreógrafa y maestra en la Universidad de Guadalajara

GUADALAJARA, JALISCO.- A partir de hoy, inicia una serie sobre los creadores que han encontrado en la docencia un área de desarrollo. Si bien se trata, en ciertos casos, de artistas que quizá han tenido que recurrir a ella para solventar su creación, también algunos de ellos son férreos amantes de su arte que han decidido compartir con otros su pasión por la expresión desde distintas trincheras: la danza, el teatro, la plástica, las letras y la música.

Hace poco más de dos décadas, Martha Hickman comenzó a ver con claridad que la danza sería su modus vivendi. Ya había pasado los primeros años bailando por aquí y por allá y sabía con seguridad que ésa sería su profesión en adelante, así que comenzó con lo básico: su formación en la licenciatura en Danza Contemporánea en Jalapa, Veracruz.

A partir de ese momento entró de lleno en esta faena, "empiezo a ver danza contemporánea de una manera conceptual, una manera seria e inmediatamente empiezo a bailar con grupos serios".

Durante cinco años, Hickman se dedicó solo a eso, a formarse en esta disciplina que ya la había apasionado desde muy temprana edad. Al cabo de cinco años, decidió desplazarse a Guadalajara e iniciar una nueva vida, siguiendo desde donde se había quedado.

Así, después de conocer a Antonio González, de Neodanza, comienza a bailar en la ciudad, "en prácticamente todos los foros de Guadalajara", incluso interpretando algunas obras de su propia autoría, pues desde que estudiaba en Jalapa comenzó a desarrollarse en ese otro rol de la danza.

Más tarde, en 1997, Martha Hickman decidió dividirse en tres: la creación, interpretación y docencia. Fue de las primeras maestras en sumarse a la naciente escuela de danza de la Universidad de Guadalajara (UdeG), en la División de Artes y Humanidades del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD).

- ¿Cómo ingresas a la docencia?

- "Cuando llegué aquí, antes de estar con Toño (Antonio González), conocí a algunos amigos que estaban en la universidad con la maestra Adriana Quinto y por alguna razón dejaron de trabajar con ella y empezaron a conectarse y hacer un proyecto, que no llegó a escena, pero estuvimos seis meses trabajando.

Estuvimos trabajando, desarrollando ideas, estábamos chavos, 24 ó 23 años, yo era de las más jóvenes en ese grupo; pero nos vimos en la necesidad de que alguien tenía que dirigir el entrenamiento y la que empezó a hacerlo fui yo; fue la primera vez que di clases.

Para mí es algo muy afortunado porque no empecé con gente inexperta, sino con bailarines formados, a quienes no iba yo a lesionar, no había un riesgo de que yo echara a perder nada. Entonces ahí me di cuenta que me gustaba la enseñanza de la danza, y en el 97 supe que se acababa de formar la licenciatura en la UdeG y agarré mis papeles, mi currículo y me fui a pedir trabajo, y me contrataron".

- ¿Cómo ha sido tu encuentro con esa gente que tiene el gusto, pero a lo mejor no tiene la convicción o la vocación?

- "Pues más bien, ¿cómo ha sido el encuentro de ellos conmigo? Al inicio, cuando yo decido entrar a la universidad fue porque yo sabía que no quería trabajar en talleres con gente aficionada; no digo que esté mal, creo que es una muy buena opción porque todo el mundo tienen derecho de acceder a la danza, pero con mi formación y mi esquema y ‘cuadradez’ a veces en ese aspecto de la danza profesional, yo sabía que eso no era para mí, o sea, ‘un día sí y otro no y a ver si me gusta bailar’.

Entonces dije, ‘universidad, yo soy universitaria’. Esto estaba en pañales, ahora ya tenemos una carrera profesional, convocatoria muy grande, gente talentosa.

Cuando yo entré sabía que estábamos picando piedra y que iba a tener que empezar a tomar prestigio la universidad, tenía que haber un producto para que se conociera. Somos muy exigentes, hacemos una audición para entrar y ahí vemos si tienen habilidad, no podemos entrar en su cerebro para ver si lo que nos dicen es cierto.

Yo hablo muy claro con los alumnos, si no les gusta puede ser extremadamente difícil, porque levantarse todas las mañanas con influenza o sin ella, ir a entrenar, a torcer el cuerpo, estar en lucha constante con el cuerpo, deben tener una calidad de movimientos, un parámetro amplio para desarrollarse.

Entonces, cuando no amas esta profesión es absurdo que te enfrentes a todos estos sacrificios entre comillas, porque yo no lo veo así. A mí me encanta estar encerrada en un salón de danza, me encanta entrenarme, me encanta estar a dieta, todo lo que conlleva, renunciar a muchas cosas porque tienes ensayo y eso es lo más importante en tu vida. Si no tienes vocación todo esto es absurdo".

- ¿Qué haces para que tus alumnos amen esta profesión a pesar de todas las limitaciones que existen; pocas temporadas, pocos espacios, una serie de condicionantes negativas para que la danza pueda subsistir feliz?.

- "Cuando yo inicié lo hice en un grupo profesional, pero independiente. A la par de mi formación universitaria, me formé en una suerte de cofradía dancística, de los guerreros, ‘vámonos a tomar las calles, no importa que no haya vestuario, lo hacemos con las cortinas’.

¡Me tocó ir al Festival José Limón desde Jalapa hasta Culiacán en dos Volkswagens! Entonces, ellos (los alumnos) están conscientes de que van a tener que generar, que no es fácil y que no pueden esperar a que todo les caiga del cielo; que las compañías, al menos en México, ya desaparecieron como estructura; aquí tenemos una nueva, pero es de ballet.

El modelo de compañía, de ‘me van a resolver la vida’, ya no existe. Lo saben. Tratamos de darles todas las herramientas en la universidad para que puedan desarrollarse en sus carreras, ser creativos, propositivos y bueno, debes conocer la danza y el amor que se le tiene para comprender cómo puede darte felicidad hacer algo en lo que todo va en contra".

- ¿Qué es lo que impartes?

- "Técnica Graham, quien no la conoce piensa que es un trabajo arcaico, caduco. Imagínate si pensáramos eso del ballet, ya no existiría. Es una técnica que forma a los bailarines desde abajo, desde cero; tiene una metodología muy clara, muy específica y forma al bailarín escénico para interpretar. Ojo, o sea, la Técnica Graham parte del manejo de energías internas para que a partir de ahí se mueva el cuerpo.

Es un trabajo fuerte, da un tono muscular muy fuerte. Tiene muchos niveles, igual que el ballet, y si tú llegas al más avanzado sin haber pasado por el principiante, te lesionas las rodillas, no puedes. O aunque pudieras pasar lo físico, lo más importante de la Técnica Graham es lo interno, la lesión interna. A la hora que va a estar en un escenario interpretando una coreografía, tu movimiento va a ser siempre interno que da como consecuencia lo externo.

Esto quiere decir mucho dramatismo, cualidad expresiva. Finalmente es lo que la mayoría de los contemporáneos buscamos. Es difícil, no es un interruptor, los bailarines deben trabajar con su energía personal".

- Si te dieran a elegir entre ser intérprete de danza contemporánea, coreógrafa o docente, asegurándote que tendrán una buena entrada económica, ¿qué escogerías?

- "Si me pusieran a escoger una sola cosa, sería coreógrafa. Me llena todo, me llena mucho la enseñanza, la interpretación, aunque ya me quedan pocos años escénicos; pero en lo que estoy en constante trabajo en mi mente y en mi espíritu, es en la composición".

"A mí me encanta estar encerrada en un salón de danza, me encanta entrenarme, me encanta estar a dieta, todo lo que conlleva, renunciar a muchas cosas porque tienes ensayo y eso es lo más importante en tu vida", Martha Hickman, bailarina, coreógrafa y maestra de danza contemporánea

CRÉDITOS: Informador Redacción / MFRC

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