viernes, enero 02, 2009

Cuba, una genuina democracia nacida de la lucha armada


La Revolución que surgió de los fusiles empuñados por los hombres y mujeres más conscientes de su época, dispuestos a tomar el cielo por asalto, que destruyó las raíces del orden injusto y creó un mundo nuevo, convirtiendo en realidad lo hasta entonces imposible, reivindicó también en este hemisferio el valor justo de la democracia llevándolo más alto y más lejos que en el antiguo olimpo.
Una de las singularidades de la Revolución cubana, a punto de entrar a su quinta década de vida, es la manera original en que se planteó el acceso de la mayoría de su población al disfrute de los beneficios de la democracia, uno de sus mayores logros paradigmáticos incesantemente calumniado desde el exterior.
Más allá de la vocinglería acerca de la libertad de expresión y asociación, o a la nostalgia por la ausencia de colisiones electorales partidarias para el acceso a los altos mandos de la nación, los goces íntimos de la democracia como gobierno del pueblo y para el pueblo son ignorados a ex profeso por los apologistas del capitalismo y enemigos del sistema político cubano.
El primer acto democrático de los valientes que se alzaron contra la dictadura que en 1952 pisoteó la Constitución de la República e inició la era del terrorismo desde el Estado con el apoyo del Gobierno de Estados Unidos, fue convocar al pueblo a tomar las armas y darle la oportunidad de constituirse en Ejército revolucionario integrado por campesinos, estudiantes, obreros y amas de casas.
Lo segundo sería, una vez culminada la lucha armada, las acciones para convertir en realidad la promesa del Moncada y sumar al pueblo a la lucha por liquidar las huellas de la explotación capitalista, construir una sociedad nueva y defenderla de las tantas formas de agresión contra el nuevo poder, en contubernio de apátridas con los desplazados asesores yanquis.
Fidel Castro fue claro desde el primer momento, cuando advirtió que democracia era precisamente devolver al pueblo las fábricas y servicios incautados por el capital nacional y extranjero, alfabetizar a los iletrados, permitir el acceso y permanencia de los niños y jóvenes a las escuelas.
En su concepción, democracia era facilitar tierras al campesino para que la trabajase, garantizar médicos y servicios básicos de salud para la población, extender a todos los rincones de la Patria los beneficios de la cultura y las artes, resolver viviendas decorosas a las familias, asegurar empleos para la fuerza laboral activa saludable y para los limitados físicamente.
Democracia era darle al cubano la posibilidad de entrenarse en las armas y poder defender a la Patria frente a las continuas amenazas de sus enemigos de adentro y de afuera, dijo también Fidel en sus múltiples intervenciones en los primeros años de la Revolución.
Qué gobierno, si no fuera democrático y de todo el pueblo, podría darse ese lujo de armar al pueblo, insistía el líder de la Revolución e incitaba a los enemigos a que imitasen si lo deseaban el ejemplo de lo que estaba aconteciendo en Cuba.
Lo primero, por tanto, que encaró exitosamente la Revolución, fue resolver el problema de convertir en realidad los derechos económicos, sociales y culturales de sus ciudadanos, instituirlos como obligación del Estado, y con ello asegurar la garantía de existencia de una sociedad democrática con todos y para el bien de todos, como lo había anticipado José Martí.
Simultáneamente se fue creando el conjunto de instituciones de masa, sociales y profesionales que, junto a la restitución de los sindicatos y central obrera libres de las patronales capitalistas —secuestrados por la tiranía y puestos al servicio de espurios intereses nacionales y extranjeros—, conforman hoy el conglomerado de asociaciones civiles que marcan su impronta en todo el acontecer nacional e internacional. Ellas son representantes de los diferentes sectores y grupos sociales de la nueva Cuba.
Desde el barrio hasta las más altas instancias del Estado, lo mismo en asuntos locales que en decisiones estratégicas que interesan a toda la nación, la voz de la familia se une a la del trabajador y del campesino, el estudiante o el artista, el científico o el militar para hacerse escuchar con sus propuestas y opiniones acerca de los temas que se debaten e interesan a todos.
Expresión de una democracia participativa que incluye a todos los sectores sociales del país, de abajo hacia arriba, son las elecciones que se celebran desde 1976 para la constitución de los órganos municipales, provinciales y la Asamblea Nacional del Poder Popular, encargados de dirigir y fiscalizar el funcionamiento del gobierno a esos mismos niveles y tomar las decisiones correspondientes.
Perfeccionar los perfiles y el accionar de este engranaje social, en cuya vanguardia está el Partido Comunista, es cuestión vital en una sociedad en continuo desarrollo, que se plantea los retos de constituirse en una opción justa y decorosa de vida, apta para asegurar los derechos básicos del ser humano y enfrentada a muerte con engañosas propuestas de regresar al capitalismo.
QUE CADA CUAL EXPRESE LO QUE SIENTA
Desde octubre pasado y hasta el 20 de enero próximo, Cuba vive en efervescencia electoral, promoviendo, nominando y eligiendo para dirigir sus destinos a los hombres y mujeres que se han formado durante 50 años de quehacer democrático. Ellos, como sus promotores, han sido educados en un sistema ajeno a la politiquería, la prebenda o la caza de oportunidades para enriquecer los bolsillos de políticos y asegurarse desde el poder posiciones de dominio en base a las esperanzas de millones de compatriotas.
Al valorar la calidad de este sistema electoral, el General de Ejército Raúl Castro destacó en su reciente recorrido por Santiago de Cuba, que este se caracteriza por la participación de los ciudadanos, y manifestó enfáticamente que si estudiase uno por uno a todos los países de este planeta, se verá que en algunos hay una democracia ajustada a su sistema de clase pero ninguna más democrática que la cubana.
Subrayó que en ningún lugar del mundo se seleccionan los candidatos como en Cuba, donde lo hace el pueblo y advirtió que, como es lógico, nada es perfecto de una sola vez y por siempre y el sistema electoral tiene que seguir profundizando en sus concepciones democráticas.
Recordó el Segundo Secretario del Partido que una especial muestra de democracia ha sido la discusión popular a raíz del discurso que pronunció el 26 de julio último, por encomienda del Partido y aprobado por Fidel, y que dicho análisis motivó miles de planteamientos e insatisfacciones de los sectores del pueblo, pero nadie impugnó al sistema socialista ni a la Revolución.
"En Cuba tenemos un solo Partido, pero tenemos que convertirnos en el Partido más democrático que exista, donde se discuta más, que existan diferencias, no antagónicas, y que se emitan en el lugar que correspondan, que cada uno diga lo que desee, dentro del orden establecido, respetando siempre el lugar adecuado, en el momento oportuno y de forma correcta", insistió.
Seguidamente apuntó: "Hay que luchar para que sea así, sin miedo de ninguna clase, que cada cual exprese lo que sienta".
La Revolución que surgió de los fusiles empuñados por los hombres y mujeres más conscientes de su época, dispuestos a tomar el cielo por asalto, que destruyó las raíces del orden injusto y creó un mundo nuevo, convirtiendo en realidad lo hasta entonces imposible, reivindicó también en este hemisferio el valor justo de la democracia llevándolo más alto y más lejos que en el antiguo olimpo.
Frank Agüero Gomez

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