viernes, octubre 24, 2008

México: El triunfo de la razón y las razones del triunfo


No creo exagerar cuando digo que los mexicanos debemos felicitarnos porque, en materia de reforma petrolera, triunfó la razón y la principal industria del país mantiene su carácter de empresa pública de propiedad estatal exclusiva. La pretensión privatizadora quedó debidamente sepultada y, en cambio, se dotó a Petróleos Mexicanos de un mejor instrumental jurídico para su funcionamiento.
Lo que hoy se concretó es el resultado de una larga lucha por rescatar el carácter estratégico que la actividad petrolera significa para México, después de más de veinte años de haber sido sometida al criminal proceso desmantelador y a su dedicación exclusiva como contribuyente a la seguridad energética de los Estados Unidos.
Desde luego, la solución final del proceso legislativo no significa que, a partir de ahora, los mexicanos vamos a ver un nuevo PEMEX sirviendo plenamente a los intereses nacionales; solamente se logró evitar que se legalizara la desnacionalización y se facilitara la privatización.
En tanto el gobierno formal, ilegítimo y fraudulento controle la operación de la paraestatal, no podrá esperarse un cambio radical a favor del pueblo. Para ello se requiere que el pueblo acceda al poder y mandar por un tubo a la tecnocracia corrupta que actualmente lo usurpa.
Sin desconocer esto último, podemos asegurar que se inauguró con éxito una forma novedosa de hacer política, muy cercana a la democracia directa o participativa, lo cual debe ser cabalmente reivindicado como un triunfo del Movimiento Nacional por la Defensa del Petróleo.
De no haber mediado la tozuda coherencia del liderazgo de AMLO y la vigorosa respuesta popular a su convocatoria a la resistencia, este arroz se hubiera cocido desde antes de Abril y su resultante, a no dudarlo, hubiese sido la total pérdida de la industria para el interés nacional. Sin contar con las condiciones legales que lo propiciaran, la lucha desplegada constituyó un verdadero plebiscito.
Por más que ahora quieran vestirse de luces el espurio y sus socios priístas, la solución alcanzada por consenso se dio en el marco del garrote enhiesto de la movilización popular, bajo cuyo manto los legisladores del FAP pudieron negociar desde una posición de fuerza real, independiente de la aritmética de los votos partidistas en la Cámara de Senadores. Este es el triunfo de la razón y la razón del triunfo, que no hay que desperdiciar.
Tampoco puede descartarse que, al igual que cuando se dio la expropiación petrolera del 38, el entorno internacional contribuyó a la retirada de los afanes privatizadores de Calderón y compañía. No es lo mismo ser esbirro se un imperio en pleno auge, que seguirlo siendo en su debacle. Un mínimo de cordura le hizo entender que, de mantener sus designios entreguistas, ni el ejército ni la gendarmería serían suficientes para contener el descontento popular, cuando el horno no está para bollos.
Hubo un mensaje interesante y poco comentado en los medios; hace tres semanas, coincidiendo con la visita de AMLO a Los Angeles para promover la película de Luis Mandoki, el presidente del PAN se apersonó con Bill Richardson, Gobernador de Arizona y coordinador de la campaña de Barack Obama, para manifestarle el apoyo de su partido y, desde luego, el de su fraudulento presidente.
Anoto aquí que el señor Richardson es de origen mexicano de muy cerca y que conoce al PAN y a sus corrupciones; para no ir muy lejos: su hermana radicaba en Cuernavaca y era la Directora del Hospital del Niño, con una hoja de servicios impoluta, posición de la que fue groseramente despedida por el gobernador panista Sergio Estrada Cajigal, de nefasta memoria, razón por la que la gratuita gestión apoyadora del doblemente pelele no registró mayor utilidad.
En mi particular lectura, la presencia del panista ante la campaña de Obama, además de ser una muestra de un oportunismo vulgar, habida cuenta del tradicional alineamiento de su partido con los republicanos de Bush, buscó dos objetivos: el primero, desactivar cualquier peligro de comunicación de López Obrador con el candidato triunfador de la contienda gringa (se ve a leguas su brutal ignorancia) y, segundo, sensibilizar la actitud del futuro presidente yanqui ante un conflicto en México.
Los antecedentes del caso, aunados a la escasa cobertura mediática del hecho, me llevan a suponer una respuesta fría de parte del entrevistado y, de ahí que el tal Calderón se haya visto forzado a arriar sus banderas de guerra. Es la mía una simple especulación, pero no la descarto en el escenario de los futuros acontecimientos en México.
Lo importante del caso es que en esta batalla se triunfó y que tal resultado debe capitalizarse a plenitud, sin regateos de ninguna especie y sin permitir que los perdedores se alcen con los laureles, sin haber movido un dedo.
Es importante que la gente asuma claramente que su movilización tuvo efectos positivos, en términos esto de consolidar su fuerza y poder convocarla a retos mayores, especialmente en el ánimo de la construcción del México Nuevo en que estamos empeñados. Hay que recordar la manera en que el triunfo contra el desafuero, producto de la movilización popular, catapultó al Proyecto Alternativo de Nación y al liderazgo de Andrés Manuel.
Una lección importante a destacar es para ser observada por quienes protestan por otros agravios perpetrados por la caterva de tecnócratas en el poder. La unidad en torno a un liderazgo sólido y al conjunto de las fuerzas en movimiento, da resultados positivos. Atiéndalo maestros y burócratas.
Escúchenlo sindicatos afectados por la política laboral del régimen. Téngalo en cuenta campesinos en peligro de extinción. Sólo juntos podremos recuperar a la Nación y las expectativas de justicia y bienestar.

Gerardo Fernández Casanova

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