miércoles, octubre 22, 2008

experiencias de trabajo feminista

http://larebeldiadelosinmigrantes.blogspot.com

"TENGO RAZONES" (1)

Historias, preguntas y unas pocas claves del Trabajo Feminista –que no "De Género"- con Mujeres que viven Violencia (2)


RAZONES

Te echo de menos,
le digo al aire
te busco, te pienso, te siento
y siento que como tú no habrá nadie
y aquí te espero,
con mi cajita de la vida
cansada, a oscuras, con miedo
y este frío, nadie me lo quita
Tengo razones, para buscarte
tengo necesidad de verte, de oírte, de hablarte
tengo razones, para esperarte
porque no creo que haya en el mundo
nadie mas a quien ame
tengo razones, razones de sobra
para pedirle al viento que vuelvas
aunque sea como una sombra
tengo razones, para no quererte olvidar
porque el trocito de felicidad fuiste tu
quien me lo dio a probar…

(Bebe, cantautora española)
Relato 1


"Me había dado mucho al principio y luego me lo quitó… Yo quería eso de nuevo, lo necesitaba. Para mí era mucho que me tratara con algo de ternura, que me escuchara hablar de las cosas que me han dolido en mi vida, que mi madre parece no amarme, que mi padre ya no me mira porque le fallé, que mi hija es más hija de mi madre que mía… También estaba la adrenalina, me gustaban esas sensaciones que podía tener con él. El esperaba el semáforo en rojo para cruzar la calle corriendo. Me llevaba a situaciones eróticas en lugares románticos y peligrosos… Hacía cinco años que yo había sido una santa madre, no había estado con nadie sexualmente, había engordado.
A mí me criaron para ser linda, yo solía pensar que esto de ser blanca y rubia era una bendición, me daba miedo el solo pensar que hubiera nacido oscura, baja, gorda…
Y ahí estaba yo, medio gorda, sola, allegada con mis padres, habiéndolo hecho todo mal, porque la belleza me había servido sólo para dejarme una hija siendo soltera. Y apareció él, me llamaba, me buscaba, me hacía regalos, me decía cosas buenas sobre mí –fue la única época en que me dijo cosas buenas-. Todo eso me lo dio de golpe, me sorprendí y me enamoré… Eso creía yo, ahora pienso que me hice algo así como una adicta a eso que él me entregó una sola vez y nunca más… Por eso lo quería y no lo dejaba"…

Esta mujer, fue golpeada por el agresor, embarazada, muchas veces. Sufrió hemorragias. El la golpeó en la calle, en la casa, fue inmovilizada con técnicas de kárate ya que el agresor es profesor de kárate. Ella ha vivido maltrato en público y en privado de parte de él, y ha escuchado cosas de parte de juezas como: "¡Madure señora!". También aseveraciones sobre ella como que "no es apta para ser madre".
Hay quien, siendo psicóloga, asistente social o cualquier otra u otro profesional de lo social y mental, le ha dicho abiertamente que va a confrontarla con el agresor para detectar "quién dice la verdad", en circunstancias que el agresor está con orden de alejamiento. Unas con otras profesionales no se retroalimentan, no saben que lo que hace uno, puede anular lo que hace otra, y peor puede colocar en riesgo la vida de la mujer… Pero este es un relato común y hasta trivial. Las redes de apoyo de la Ley VIF son intrincadas, complejas y caprichosas. Dependen a menudo de las personas que trabajan en ellas y sus voluntades. También de sus miradas de la vida, de los paradigmas en que están paradas.
Si una jueza está convencida de que la madurez debe ser de un modo específico que responde a los escenarios que ella conoce, y no observa esa conducta en la mujer víctima de violencia, se sentirá con el derecho –y el deber- de decírselo en tono de reprimenda. Si una asistente social cree que debe ser "imparcial" descubrirá fácilmente "violencia cruzada" cuando oiga el relato del agresor. Si una terapeuta imagina que las mujeres que viven violencia son víctimas y nada más, la sobreprotegerá y puede que no le deje descubrir sus responsabilidades…

Relato 2
"El era el más interesante del Liceo. El la llevaba. Tenía una polola que era la chica más linda de todo el colegio. El la seguía para todos lados. Yo envidiaba a esa niña porque ella no estaba sola. Yo también era linda, pero menos. Era lo que decían porque yo no me sentía linda. Pero andaban hartos niños detrás de mí. En mi casa no me dejaban pololear, ni mirar a un niño siquiera y yo cumplía, porque siempre le quería agradar a mi abuela que era la que dirigía el hogar, pero que siempre elegía a otros nietos para acompañarla a salir.
Salir significaba un helado y algún regalito, pero no había plata para todos –mi casa no tenía ni ventanas- así es que ella, mi abuela, elegía a uno sólo –éramos 10-… Nunca me elegía a mí… Yo pensaba que yo tenía algo malo y por eso no era elegida…
Terminó el cuarto medio, yo era buena alumna, pero no la mejor y mi abuela decía que había que ser la mejor y que no valía de mucho el segundo puesto... En la graduación me contaron que la niña que pololeaba con el chico que me gustaba lo había dejado y que él estaba solo, así es que yo me le aparecí en el camino y él me hizo caso. Comenzamos a pololear, pidió permiso en mi casa, y le dijeron que sí porque yo ya había terminado cuarto. Para mí él fue un triunfo, me había hecho caso a mí, que no era la mejor ni la más bonita… Por eso y porque era lo que tenía que hacer me casé con él, aunque ya no lo quería cuando llegamos a eso. Habíamos pololeado años y yo ya me daba cuenta de cómo era… Todavía te puedes arrepentir me dijo una amiga y yo no le hice caso… no podía, iba a ser la vergüenza de todos"…

Lo que caracteriza la violencia que vivió luego esta mujer, son las prohibiciones, las burlas, la obligación sexual, los abusos sexuales, los relatos que hacía el agresor de cómo el siempre lograba vengarse de quienes lo traicionaban. El solía decirle que trabajaba en "seguimientos a terroristas" y que tenía gente en la DINA-CNI que lo ayudarían si ella lo dejaba. No hubo golpes en su relación, sí mucho terror, eran los años de dictadura.
Ella relató una vez en Taller de Autoconciencia, ya en los años 2000, cómo la psiquiatra a la que había sido derivada, había introducido su segunda sesión con ella diciéndole: "Usted ya tiene un matrimonio fracasado, perdió un marido y no ha tenido hijos por lo tanto ni siquiera ha formado una familia…". El psicólogo que la había atendido antes sin embargo, le había dicho: "¡O te separas o él te mata!"… Una tía a la que ella respetaba, por su parte, siempre le recomendó que se arreglara un poco más, ya que esa sería, en las palabras de ella, la manera de tener contentos a los hombres…

Relato 3
"Yo no vengo acá por violencia, yo vengo acá porque no puedo olvidar a este hombre. Y no entiendo cómo, si me ha hecho un montón de cosas malas. Cuando nos fuimos a vivir juntos comenzó todo. Se sentía menospreciado porque ganaba menos o estaba cesante y yo lo mantenía. También me quería obligar a tener relaciones sexuales de maneras que no me gustaban, me decía que iba a dejar de quererme porque yo no sabía tener satisfecho a un hombre. Vendió la casa, vendió el auto. Yo no tengo nada, tampoco paga pensión porque no tiene trabajo. Yo callé en los juicios porque no podía creer que él se transformara en eso…
Perdí mi casa, perdí mi auto, que me habían costado tanto porque a veces en la casa de mi mamá no hay ni gas para bañarse o para cocinar y yo hacía de tripas corazón y ahorraba, y nos bañábamos con agua fría, y nos comíamos un pan con algo… y así, junté para mi auto y mi casa porque necesitaba esas dos cosas para no vivir allegada y para ir a dejar a mi hijo al colegio y no llegar al trabajo atrasada. Pero la casa y el auto, los pusimos a nombre de él porque si no, él se ofendía, se enojaba, decía: "Bueno, ¿somos o no somos compañeros?", y yo no quería que se sintiera mal, porque a el siempre le iba peor que a mí, y además sí, es cierto, fuimos compañeros en un tiempo y eso me enamoró de él... Las cosas más lindas que viví en mi vida, antes de todo esto, las viví con él. Cuando empezamos, éramos compañeros, él pensaba como yo y andábamos en las protestas de los 80, creíamos en las mismas cosas, la lucha contra la dictadura, la revolución, y todo eso. Sus tíos son desaparecidos y los míos exiliados. Soñábamos juntos que el mundo iba a ser mejor… Tengo razones, sí "tengo razones", como dice una canción, para no poder olvidarlo… Y me duele tanto que ese tiempo ya no va a volver y que yo dejé de ser esa chiquilla con ideales, y el se transformó en esto. No me gusta en lo que yo me convertí ni en lo que se convirtió él"…

"Ya no me odio"…
La primera, es alta, blanca, considerada muy hermosa en la estética de nuestra cultura, se maquilla bastante, se tiñe el pelo muy rubio, se saca partido, como dicen.
La segunda es modesta, sin una gota de pintura, silenciosa, aunque también muy bonita en la estética "recatada". La tercera, es morena y muy atractiva. Las tres educadas. Ninguna pronuncia mal el español y han leído libros. La segunda es universitaria, la primera no tuvo dinero para algo universitario y tiene estudios técnicos, la tercera es secretaria y tiene muchos años en su experticie.

Las tres "tienen razones" para haber amado a quienes, luego, las han maltratado.
En un inicio, la tercera de ellas ni siquiera aceptaba que esas y otras cosas que ha vivido sean maltrato, pero al final de nuestras conversaciones y talleres consiguió aceptarlo y se emocionó por ello. Dijo: "Me hace sentir más inteligente haberme dado cuenta por qué me pasó lo que me pasó, ya no me odio, ahora sé cómo enfrentaré en adelante el amor".

"Ser" sólo en la definición de Otro
Las tres, como varias decenas, imaginan y saben -y me baso en sus relatos- que siempre cabe la posibilidad de que alguna funcionaria de una institución las maltrate tanto como que sus ex parejas. Siempre puede aparecer una psicóloga, educadora, consejera técnica, jueza, abogada, u otra mujer sentada al lado legítimo del escritorio, que les diga cosas que para ellas son inauditas.
A la tercera mujer, la secretaria, una consejera técnica le planteó que no tenía sentido "tanto juicio, que estaba forzando las cosas", que su ex marido no tenía trabajo y que ella "tenía que entenderlo"…

El punto es que la gente, con o sin Universidad de por medio, actúa –actuamos- desde las preconcepciones sobre los demás y lo demás, desde lo que cree –creemos- de "Debe ser" y desde lo que asegura –aseguramos- que "No debe ser".

La imagen que muchas de las mujeres participantes de los talleres de Autoconciencia y Biodanza tienen, es que siempre habrá alguien que al verlas y oírlas hablar desde sus dolores y heridas, las encuentre "poco recatadas", "insistentes", "agresivas", "vanidosas", "conflictivas", "trastornadas", "anormales"… Y ello puede llegar a causar estragos en las vidas de ellas por el sólo hecho de que ellas son "sólo" pacientes, usuarias, víctimas, señoras, mamitas, y quienes las definen desde fuera de ellas mismas son "Las profesionales"… Pueden surgir de esos encuentros disímiles: Informes, veredictos y hojas médicas que las categorizan y las incrustan en un ser de acuerdo a la definición de otras y de otros…

¿Se puede equivocar quien tiene el poder?
Esto la primera mujer, lo describe como: "lo que me queda claro es que las profesionales –subraya la palabra con ironía- no se equivocan y yo sí" y se pregunta: "¿Por qué me tratan como culpable de algo? ¿de qué tengo culpa? ¿o será que en realidad soy una mala persona y por eso me pasa todo esto? ¿o será que soy más tonta que las demás y por eso me lo merezco?".
Estas, a menudo, no parecen preguntas resentidas, sino más bien bastante honestas. Y esas interrogantes vuelven en cada bache en el camino, mientras en momentos en que las cosas parecen ir bien, las sentimos –ella y yo- superadas.

La según mujer, generalmente dice, refiriéndose a cualquier consulta de salud mental pasada o actual: "De acuerdo acepto sentarme en el banquillo de los acusados" e increpa: "¡Tú me estás juzgando ahora mismo!".

Preguntas sobre el Poder desigual
No hablaré de "Círculos de Violencia", no trataré de explicar por qué desde una mirada crítica de género no tiene nada de sorprendente lo que ellas han vivido, lo que sienten y lo que les pasa. (Y no hablo sólo de lo que ellas han vivido, sino de las acciones que todo el resto de la sociedad hemos emprendido con ellas –agresor, psicólogas, psiquiatras, asistentes sociales, madres, tías, Casas de Acogida, juezas, tribunales, médicos, etc.-).

Tampoco haré un discurso sobre aceptar la Violencia a cambio de Amor o Matrimonio. Ni siquiera sobre el cóctel fatídico que obtenemos en un paradigma machista, despreciativo de lo femenino y que exalta lo romántico amoroso, la maternidad, la familia y aterroriza con la soledad; un paradigma que es también: racista, adorador de lo blanco y de la belleza fabricada por los medios, arribista, amante de los títulos universitarios, los apellidos vinosos y que a las poblaciones las llama Villas…

Pero sí me interesa en este espacio preguntar por el Poder, por la distribución del poder, por la carencia de Poder de algunas –y algunos- en estos paradigmas. Es más, parece muy interesante buscar, no las expresiones más groseras de esta distribución del PODER -como la persecución a mapuches, el femicidio, las muertes por operaciones de bellezas para pobres, o los abusos laborales- sino aquellas más sutiles, aquellas que se expresan en lenguajes que jerarquizan a dos mujeres:

Por ejemplo, una "Vifita" y una visitadora. Vifita es una manera de llamar en algunos departamentos sociales municipales a mujeres que están en Programas llamados "de VIF" –de violencia intrafamiliar-, Y "visitadora" es como llaman las contribuyentes de un municipio a una asistente social…
Por ejemplo, a una educadora y a una usuaria. "Educadora" viene siendo la trabajadora de una Casa de Acogida del Estado o de la Iglesia Católica, a la que ingresa una "usuaria" – la mujer que está en riesgo de muerte por la violencia de marido o conviviente-. Y claro, las educadoras, educan… ¿A quién? ¿Por qué una mujer que vive violencia debe ser reeducada? ¿Por qué alguien debe ser reeducado desde fuera de sí mismo? ¿Quién puede educar a otro?
Por ejemplo, una psicóloga y una paciente: la doctora y la enferma…
Por ejemplo, la "señora", la "mamita", la "bipolar", la "programa puente", la "esquizo", la otra, esa otra, y "la profesional"…

Más allá de lo anecdótico de este lenguaje –que también crea realidad- hago una pregunta para la que no tengo respuestas por montones, pero la experiencia en nuestro trabajo con Mujeres que viven Violencia, nos fue indicando que no había posibilidad alguna de no ser otra cosa más que dos mujeres en la consulta.

Unas pretendíamos acoger e intentar divisar desde fuera riesgos que parecía que la otra desde dentro no alcanzaba a ver –y nos equivocamos, o al menos andábamos lejos, algunas veces, tanto para un lado como para el otro. Hubo riesgos que no vimos, y otros que imaginamos y no se desataron jamás, no sabemos si porque no estuvieron en realidad o porque logramos anticiparlos-.
Igualmente, la otra mujer, la que teníamos al frente, llegaba a ser escuchada y en un primer momento, muchas veces imaginaba que obtendría respuestas y esquemas de cómo hacerlo para no sufrir, para no ser dependiente, para dejar de estar enamorada, para no llegar a la muerte, mañana…

Sólo respuestas feministas
La premisas e ideas que nos han servido para evitar la soberbia todo lo posible en nuestro trabajo, han sido:

Todas vivimos violencia, unas y otras…
Todas trabajamos, unas y otras. Nadie no hace nada y nadie hace un trabajo menos importante que el otro…
Todas somos pobladoras, unas y otras. Se da el caso que ninguna está en el 20 % más rico de Chile, ni terapeutas ni amigas de la Casa…
Sí, ellas son presentadas como amigas de la Casa. Algunas son consultantes, otras voluntarias que apoyan el trabajo, todas juntas mezcladas, terapeutas y coordinadoras incluidas, sin distinciones hacemos Biodanza, participamos en los Talleres de Autoconciencia, en las acciones callejeras, en manifestaciones, ferias y reuniones…
Todas sabemos bastante sobre lo que hemos estudiado, analizado y vivido, ninguna tiene la fórmula mágica. Yo sé lo que estudio y vivo, ella sabe lo que sabe de su vida y es mucho más que lo que sé yo sobre su vida…
Seamos honestas, no mintamos. Ninguna es solo víctima, todas tenemos responsabilidad en aceptar la violencia en nuestras vidas. Muchas hemos sacado ganancias secundarias de eso –"tontas ganancias", dijo una, pero ganancias al fin-…
Seamos éticamente feministas: muchas veces sufrimos violencia, pero también la ejercemos contra otros y otras, contra nuestras hijas e hijos, contra las demás mujeres, contra los más pobres. Hablamos mal de la vecina, nos molesta la más bonita de la cuadra, no nos gustan los peruanos, miramos mal a los mapuche, si somos mapuche, desconfiamos de los chilenos y les llamamos winca que quiere decir violador, asesino y ladrón, describimos algo y comparamos a la puta con lo peor de la ralea social cuando en realidad, lo peor es un cafiche, porque vive de otras…
Seamos éticamente feministas y no vivamos de otras y otros…
Seamos éticamente feministas, podemos negarle a todo el mundo nuestro machismo, racismo, clasismo, arribismo, arraigados, todas nuestras miserias, pero jamás a nosotras mismas, con nosotras seamos implacables, nada de paternalismos e hipocresías internas…
Seamos éticamente feministas no nos odiemos por lo que somos, intentemos ser lo que quisiéramos, o al menos reírnos de nosotras mismas y tener claras nuestras taras y prejuicios para tomarlas al vuelo y pararlas en seco cuando la vemos venir en dirección del fascismo, del racismo, del machismo, del clasismo y el arribismo…
Seamos feministas listas, reírse de sí mismas es muy bueno, justo y necesario como dicen los católicos:

¿Te acuerdas cuándo me dijiste que yo arreglara tu vida? ¿Que para eso ibas a la psicóloga y no para que te anduvieran haciendo un millón de preguntas? ¿y que tú jurabas que era yo la debía responderlas?
¿Te acuerdas de ese día? Bueno, yo no te dije nada porque estaba muerta de miedo y hasta llegué a pensar que tenías toda la razón y que mejor me iba a mi casa y me dejaba de jugar a la terapeuta.


¿Te acuerdas cuando me pediste la fórmula para dejar de amar a un tipo? Bueno, yo casi te derivo a otra terapeuta porque yo misma en ese momento estaba enamorada y dependiendo de un amor complicado.

Sí me acuerdo… ¿Y tú te acuerdas cuando te dije que mi hija era "rara", y todos me culpaban por eso y tú pusiste una cara terrible y me dijiste algo así como "¡¿Y qué?!", y me obligaste a decir la palabra "les-bia-na"…
Yo llegué a pensar que tú también eras lesbiana… - ¿lo eres?... ¡No! ¡No me respondas, da lo mismo!-. Ahora que acepté a mi hija y me acepté a mí misma, y no me importa nada que sea lesbiana porque la amo tal y cual es. Ahora, te confieso que le cuento ese capítulo de mi vida a todo el mundo como un chiste, y adivina quién es el personaje al que le pongo más humor... ¡A ti!

Victoria Aldunate Morales

Canción de Bebe, cantautora española: "Razones", colección "Pa' fuera telarañas".
Experiencia de la Casa de Primera Acogida a Mujeres que viven Violencia, de la IELCH, Iglesia Evangélica Luterana en Chile -2005-2008-. Trabajo que hoy se prepara y desarrolla autónomamente por el Grupo Kllejeras en CENFOCAR, Centro de Formación Aracely Romo, casa comunitaria que coloca a disposición sus espacios para este trabajo.

Nota: Ponencia presentada en el IX Congreso de Psicología Comunitaria, Concepción, Chile, Octubre 2008

No hay comentarios.: