sábado, septiembre 29, 2007

YO VENGO A OFRECER MI CORAZÓN, RAFAEL CORREA

Gentileza de: amigo Gilo Muirragui (EEUU)
Tomado de: www.ecuadorinmediato.com
Envía: APDH del Ecuador
Firma responsable:
Alexis Ponce (CI 170884944-1)

Fecha: 2007-09-21
Presidente Rafael Correa:
"Yo vengo a ofrecer mi corazón"

David Chocair Herrera
Enviado especial de ECUAMEX.



Merlo, un barrio obrero ubicado en los exteriores de la capital argentina, Buenos Aires, tuvo ayer 20 de septiembre dos visitantes no habituales. Por primera vez, los moradores del populoso barrio, de marcada tendencia peronista, veían caminar por sus calles no solo a uno, sino a dos Presidentes de la República: se trataba del mandatario argentino Néstor Kirchner y del jefe de Estado visitante, el ecuatoriano Rafael Correa, ya al cierre de su estadía en el país del tango.

Ante aproximadamente unas mil personas que los esperaban, el primer mandatario de Ecuador dio un discurso en donde destacó el papel de la mujer latinoamericana, a propósito de la campaña por la Presidencia de la República argentina que efectúa la Primera Dama Cristina Fernández de Kirchner.

Citando los versos de Martín Fierro o el emblemático tema del compositor rosarino Fito Páez, "Yo vengo a ofrecer mi corazón", Correa logró cosechar sendos aplausos y vítores en la audiencia, compuesta por trabajadores y obreros, amas de casa, jóvenes y abuelas de desaparecidos. Congregados en el coliseo de Merlo, se veía que el mitin había sido cuidadosamente preparado, evidenciándose en las banderas de ambos países que agitaban los asistentes, así como en los afiches que daban la bienvenida al Presidente Correa, resaltando la unión entre ambas naciones.

A continuación, damos a conocer el contenido del discurso del Presidente ecuatoriano.

Discurso del compañero Presidente en Merlo, Argentina:

Durante muchas décadas, la República Argentina, a través de su historia, sus creadores, su arte, sus luchas populares y conquistas sociales y laborales, fue un camino a seguir para la América Latina

Ya en el encuentro de Guayaquil, entre Bolívar y San Martín; en la declaración de amor irrenunciable por la emancipación del mismo General San Martín y la guayaquileña Rosita Campuzano, y en una serie de ejemplos, la amistad entre nuestros pueblos fue evidencia de nuestro origen y nuestro destino común.

Desde José Ingenieros hasta Aníbal Ponce; desde Borges a Cortázar; desde Gardel y Atahualpa Yupanqui a Mercedes Sosa, la influencia de los argentinos en Nuestra América fue la de los senderos de la libertad y la soberanía, de la creatividad y la solidaridad.

En los setenta, sin embargo, esa historia fue empañada por las horas oscuras de la Guerra Sucia, causante de muertes, torturas y más de 30.000 desaparecidos. La extraordinaria lucha de las Madres y las Abuelas de Mayo, y la vehemencia libertaria del pueblo argentino, nos tiene hoy aquí, a hermanos de sangre, luchando por mejores días para nuestros países y nuestro continente.

En este pueblo fundado por Francisco de Merlo, hace ya 252 años, compartimos la experiencia del pueblo argentino en su nueva y renovada democracia. No la democracia de élites y oligarquías que lo único que hicieron es asolar nuestras tierras con su entreguismo y doble moral. Fueron sumisos con el imperio y soberbios con su propia gente, sin embargo, esa historia, repetida durante tantos años, va a ser, por decisión de nuestros pueblos, erradicada para siempre.

Los latinoamericanos queremos un mundo donde la paz y el amor sean posibles, un nuevo orden mundial sin capataces ni amos, un escenario de relaciones internacionales donde la solidaridad se imponga a la falsa competencia entre naciones, que lo único que ha hecho es fracturar los ideales de unidad, postergar los temas que siempre debieron unirnos, y fijar relaciones perversas, en las que el dominio ha sido del mercado y no de los seres humanos.

Queremos entre la República Argentina y la República del Ecuador una relación de hermanos, con distinto grado de desarrollo, pero con las mismas urgencias y demandas de las grandes mayorías.

No hemos venido a hacer una visita solemne en el concepto que se tiene de ese tipo de relaciones asépticas y sin alma. Por el contrario, la actitud hoy debe ser expresada en su generosidad y acercamiento verdaderos para la unidad y defensa de nuestras naciones, para los proyectos conjuntos, para las agendas dictadas por el corazón, las necesidades y la capacidad de satisfacerlas, y no por las determinaciones pre-establecidas en las oficinas del Banco Mundial o del Fondo Monetario Internacional.

El pueblo ecuatoriano ha decidido, de manera soberana, su destino, que es un destino de responsabilidad compartida entre el gobierno y los pobres, los condenados de la tierra. En tan solo ocho meses de ejercicio verdaderamente democrático y participativo, hemos logrado revertir una historia de oprobio. Hoy la riqueza natural, el patrimonio heredado de los Libertadores, le pertenece al pueblo del Ecuador, y no a las élites que se encargaron de usurpar y dilapidar ese patrimonio.

Hoy no tiene el Ecuador un mandamás que dicte su política internacional, tiene sí, la potestad de que las decisiones sociales, económicas y políticas sean tomadas en nuestro propio suelo, por eso el Ecuador decidió también, y el mandato del soberano se cumple, no renovar el contrato de concesión de la Base de Manta, porque la decisión del pueblo ecuatoriano ha sido la de no permitir presencia de bases militares extranjeras en ningún sitio de nuestro territorio.

La decisión democrática tiene que ver con una política de unidad de los latinoamericanos, y esa propuesta fue respaldada con franqueza y transparencia por el gobierno argentino. La UNASUR, ese suelo de la gran nación sudamericana, evitará que cualquier tipo de fragmentación, inducida desde otros lares, nos quiebre en la idea central de la gran Patria unitaria.

La vigencia del pensamiento de Bolívar y San Martín se expresa, precisamente, en esta idea central de que nada nos separe, nada nos divida, porque Sudamérica, y quizá más tarde, toda la América Latina, serán ya no el continente de la esperanza, sino, por la historia y el origen comunes, por los sueños y promesas de este nuevo tiempo, la región que enfrente cualquier tipo de expansionismo, cualquier tipo de intervencionismos, con la legítima defensa de un continente soberano, altivo y libre.

El mensaje que traemos de la tierra del General Eloy Alfaro y de Manuelita Sáenz, es un mensaje de dignidad, mensaje de corazones ardientes por la Patria, porque ésta es la hora de que el desarrollo no sea una entelequia mercantil, sino ejercicio de la justicia y de la más profunda concepción de Humanidad.

Venimos, como diría Fito Páez, "a ofrecer el corazón", y en ese rumbo y en esa decisión, nadie podrá frenar el ímpetu de los pueblos latinoamericanos.

Cada juta democrática, cada encuentro internacional, cada mensaje y cada realización de los objetivos comunes, es una ofrenda al gran proyecto unificador, y no vamos a descansar hasta ver, en la realidad, y no solo a través de convenios de comercio, esta Gran Patria de todos y para todos.

Estamos, en mi país, en vísperas de un acontecimiento que transformará las estructuras viciadas y caducas que una partidocracia entreguista determinó en el pasado. El Ecuador elegirá a sus representantes a la Asamblea Nacional Constituyente el próximo 30 de septiembre. Sabemos, de antemano, que la ciudadanía va a triunfar, porque el pueblo dijo ¡Basta! a las fechorías anti patrióticas, a las ventas y usufructos de la bandera.

De la misma manera, y tas tantos años de ostracismo, el pueblo argentino, después de vocear, a todo pulmón, la sentencia de "que se vayan todos", escogió el camino por donde transitar hacia la verdadera democracia, y esa es una lección para todo el continente.

El Neoliberalismo creyó que a fuerza de privatizaciones y alienación iba también a usurpar la memoria del pueblo, pero no tomó en cuenta la vocación libertadora de pueblos siempre insurgentes, no acostumbrados a las tiranías ni los manejos turbios de la economía.

Como en los antiguos cantares de gesta, el pueblo ecuatoriano, el pueblo argentino y el pueblo de Nuestra América, ha escrito, en los últimos años, una historia de dignidad y de soberanía, y, como lo hemos dicho en otras circunstancias, foros y escenarios, la soberanía no se refiere exclusivamente a la defensa del territorio, sino a la capacidad de decidir nuestro futuro y nuestro destino.

Una copla del Martín Fierro dice:

"Junta experiencia en la vida
Hasta pa dar y prestar
Quien la tiene que pasar
Entre sufrimiento y llanto:
Porque nada enseña tanto
Como el sufrir y llorar".

Y nuestros pueblos se cansaron ya de sufrir y llorar, por eso decimos que no es una época de cambios, sino un cambio de época, lo que hoy vive América Latina.

Y para acompañar el rumor del pueblo en marcha, estamos los mandatarios. No hay veleidades personales, no existe vanidad, en nosotros, existe sí, la fortaleza y el coraje para cumplir con la promesa de luchar por una nueva vida, en la que desterremos la miseria, en que podamos ser parte de la solución a los problemas agobiantes del pueblo.

Este cambio de época ha convocado a todos los estamentos de la sociedad, pero, en particular, a la mujer latinoamericana. Nosotros tenemos un gabinete compuesto, en un 50% por mujeres; las listas a la Asamblea Nacional mantienen esa cifra, pero por sobretodo, hemos dado el ejemplo para que la sociedad en su conjunto trate de manera igualitaria a las mujeres. Este reconocimiento, de toda una vida de respeto, consideración, amor, a las madres, a las hermanas, las hijas, ha sido de impacto demoledor para ciertas relaciones sociales anacrónicas, fundadas en el machismo y la violencia, y por ello es un inmenso orgullo participar en este acto popular con la compañera Cristina Fernández de Kirchner, expresión de carácter rebelde y creador de la mujer de Argentina y del continente.

Le deseamos la mayor de las suertes en la contienda por venir, y sabemos que su talante y talento se demostrará en cada paso, porque conocemos de su apuesta por la vigencia de la verdadera democracia, por el respeto a los Derechos Humanos y Civiles de los argentinos.

Es ya hora de que, unidos por siempre, asistamos a esta nueva hora con el regocijo de que la vida será para las grandes mayorías, una palabra y no una desdicha. Es hora ya de vivir para el amor, para el arte, la cultura, el tango y la zamba, el pasillo y el sanjuanito. Es hora de celebrar el juego de las rondas infantiles y la certeza de la juventud en una mañana de trabajo, de salarios dignos y de justicia.

A la juventud ecuatoriana, que con vehemencia y decisión llegó hasta la tierra argentina para estudiar y avizorar un futuro de grandeza para la Patria y sus familias, mi abrazo fervoroso, y mi invitación a que, a la distancia, pero unidos por el corazón y la bandera, nos acompañen en este camino irreversible por la dignidad y la profunda transformación de nuestro país.

Es hora ya de que nuestra acción cotidiana se ilustre con la memoria de Ernesto Che Guevara y Eloy Alfaro.

Es hora, hermanos argentinos de Merlo y de toda esta gran República, de hacer realidad las utopías, vencer el egoísmo del neoliberalismo y así ser dignos de haber nacido en el mismo continente que Bolívar y San Martín.

Por la unidad de la Argentina y el Ecuador

¡Hasta la victoria siempre!

Rafael Correa Delgado
Presidente Constitucional de la República del Ecuador

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