sábado, septiembre 29, 2007

ENSAYO VERACA EN ORTIJO SOSTENIDO

Ensayo veraca en ortijo sostenido
Por Renato Candado (*)




Los veo y me sonrío. Los escucho en sus entrevistas, en donde ellos son los protagonistas, y no puedo evitar la carcajada. Es que si uno los observa con detenimiento son tan ridículos. Con sus poses de eminentes, con sus gestos de ilustres, con sus rabietas ensayadas para ganar audiencia, para caer bien a sus adeptos. ¿Cómo se puede ser tan canallita tan en la mañana? Uno quiere ver las noticias, escuchar entrevistas, desayunar un buen pedazo de pan; pero aparecen estos dos seres con hambre de ser vistos, con sed de escúchenme por favor, y la mañana se vuelve espesa. Son tan desagradables, tan prepotentes, tan egocéntricos: Yo y el mundo, yo y la política, yo y los medios, yo y mis invitados, yo y los comentarios, yo y la independencia, yo y mis treinta de experiencia. Siempre yo. Pobrecitos. Deben creerse una especie de súper hombres. Eso de ser la voz oficial, la imagen del canal, el raiting por encima, el controversial por debajo, el polémico por los lados, debe ser duro, no crean.



El uno es el latin lover de las entrevistas, por contacto, por directo; al otro le agarra la hora 7, este lunes y este viernes, y este y este otro. Ambitos, hechos para reinar en las pantallas, para escupir en la cámara toda su rabia, todo su veneno; y lo peor que en vivo y en directo. Nadie más puede enojarse como los señorcitos. Sólo ellos tiene derecho a ser déspotas, cínicos, irónicos. Sólo ellos pueden alzar la voz y estirar el dedo, los demás no. Sólo ellos se creen los elegidos para comentar de todo, sólo ellos lo saben todo. Se creen la opinión pública. A continuación , y en letras grandes y de molde: "Mi comentario".



¿Pero qué se creen estos tipos, tan dueños de la verdad absoluta, tan metro sesenta de estatura? Ya sé lo que dirán. No nos vean, cambien de canal; claro, con lo creativos que son nuestros noticieros. El uno solo obedece a su espejo y el otro es lorito de banquero. "Buenos días Carlitos, lo felicito por lo guapo que está"; y él se estira, se siente un dios griego, no se para porque se le nota la talla de no griego, pero no puede perderse tanto halago. Y luego a ponerse bravo, a interrumpir, a advertirles que el que entrevista es él, y las preguntas las hace él, y que él es él y nada más que él. El otro, el retacito, tartamudea hasta para ir al baño, pero se cree uno de los elegidos para denigrar al que le cae mal; todo lo que huela a izquierda le asusta, le pone tonto, por eso se enerva. Vive obsesionado con Cuba, con Fidel, con Chávez, con Correa. No le dejan dormir en paz en su cuna que es mecida por Donegas; todos los que hablan de lo social son sus cucos. Es tan bajo su proceder, tan bajo su criterio, tan bajo…su tamaño. Pero ahí está, dándonos clases de objetividad, de imparcialidad, de independencia ja, já. Lo feo y enano se le puede perdonar, pero lo atorrante, ya es pedir demasiado.



Les vamos a seguir a viendo, no se preocupen, tiene la imagen y la audiencia asegurada; nos gusta practicar el mal gusto recién despiertos, pero mejor, porque cada vez dan más asco, más risa. Sigan durmiendo en pijama con su nombre en corazoncitos: "yo amo a Carlos y él me ama a mí". "Yo adoro a Jorge y él a mí no se diga". ¿Qué se siente dormir abrazando su propia foto?
Ellos y su espíritu de cuerpo; ellos y su libertad de expresión; ellos y su yo-yo. Ellos sí pueden echarle lodo a cualquiera, pero el resto cuidado con topar a la prensa, a la santa y creíble prensa. Ahí sí se vuelven todos somos uno, todos somos todos. La prensa, la víctima, uy, lloremos, cómo deben sufrir los pobrecitos. Si ellos son casi perfectos, sólo informan; gracias a la prensa estamos vivos, gracias a ellos hay libertad de expresión. ¡Dios salve a la prensa!




No se puede ser tan canallita, bájense un poco del pedestal, sean solamente un poco canallitas, solo un poco, no se les pide más.




(*) Renato Candado, comunicador social, vinculado a medios alternativos y dedicado también a actividades artísticas relacionadas al teatro.

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