jueves, octubre 08, 2009

SANTIAGO FELIÚ EN EL PATIO DE BALDOVINA

“Soy un trovador y lo he sido siempre”
Marianela González y Mabel Machado • La Habana
Fotos: La Jiribilla


El Patio de Baldovina había esperado mucho tiempo por que Santiago Feliú accediera a cantar bajo el influjo del ángel de La Jiribilla. El llamado de su amigo Iván Soca, fotógrafo de trovadores, fue uno de los motivos que lo trajeron a cantar durante más de una hora de concierto. Islas, la exposición de Iván en la sede de la revista (5ta. y D en el Vedado), le pareció “hermosa”. Sin embargo, esta muestra le devuelve el recuerdo de otros artistas del lente, que han registrado con mucho tino el alma de la música cubana: “Ahora es bárbaro que haya alguien como Iván. Pero realmente en este tema debiéramos mencionar al Plátano, un fotógrafo muy singular, que dedicó sus fotos a los trovadores y a otros músicos”.

Santiago, calificado tantas veces por la crítica como músico virtuoso y versátil, rasgó las primeras cuerdas de una guitarra a los seis años de edad. El ambiente musical que rodeó su infancia, junto a su hermano Vicente, lo acercó a la obra de trovadores como Silvio Rodríguez —quien fuera uno de sus maestros—, Pedro Luis Ferrer, Noel Nicola y otros. Apenas en el tercer lustro de su vida comienza a componer y dos años más tarde se integra al movimiento de la Nueva Trova. Puede decirse que la entrada de Santiago supuso una “sacudida” para este género en el país, pues la guitarra comenzó —por decirlo de alguna manera— a formar parte del texto de las canciones.
El hábil intérprete de la guitarra, el piano y la armónica ha compartido escenarios con Pablo Milanés, León Gieco, Luis Eduardo Aute, Frank Delgado y otros músicos de las diferentes generaciones de la trova. Una decena de álbumes, entre ellos Vida (1988), Para mañana (1988), Ansias del alba (1997) y Sin Julieta (2002), dan fe de una carrera plena de emoción y fuerza. Sus composiones refieren al sentido de la existencia del hombre, la revolución, el tiempo o la guerra.

“Y en treinta años de conciertos —confiesa ahora Feliú— debe haber habido alguna evolución. Yo espero que sí.”


¿Crees que hay temas que envejecen?

“Hay algunos que sí y otros que no.”
¿Cuáles?

“Los que realmente son de moda o de coyuntura.”

¿Sientes hoy la necesidad de cantar temas distintos?


“Distintos, no tanto. Lo que sí nuevos. Algo nuevo tengo que hacer.”


La mayoría de tus grabaciones, incluso las más recientes, son conciertos en vivo. ¿Crees en la existencia del trovador, tipo juglar, en tiempos donde la tecnología influye tanto en la música?


“Creo que sí. Yo sí soy un trovador y lo he sido siempre. Después hubo influencias del rock y de algunos otros géneros. Pero en esencia soy trovador.”


Por estos días Santiago Feliú, comparte el tiempo entre la grabación del disco ¡Ay, la vida! y la preparación de una gira por universidades, para acercar a este nuevo público a su quehacer, público que sucede a aquel que le fuera tan fiel en las décadas del ´80 y ´90.


Quizá Feliú, al entregarse a sus canciones en esa suerte de éxtasis y desenfado con que se ofrece a la música, ha descubierto una manera propia de expresarse, lo que los otros llamaríamos “sello”. No canta para descubrir algo, “realmente aún es espontáneo lo que me sale, y eso es una suerte, de verdad”.

No hay comentarios.: