martes, marzo 10, 2009

Pablo Guerrero, cantautor "Un día dejaré de cantar, pero nunca de escribir"


Poco amigo de los reconocimientos públicos, Pablo Guerrero recibirá el próximo jueves en Badajoz el Premio Toda Una Vida que le ha otorgado la Academia de la Música en reconocimiento a una carrera marcada por un estilo sobrio y poético. Previamente, el cantautor extremeño afincado en Madrid desde los 60 hace un repaso sincero a su brillante trayectoria en el cuarto capítulo del proyecto mensual de NOTICIAS DE GIPUZKOA 'Encuentros con alma', en el que el músico Jabier Muguruza entabla un diálogo íntimo con relevantes personajes de la cultura

Cuando Pablo y yo nos conocimos en persona -en un acto alrededor de los Premios de la Academia de la Música-, supimos que nos seguíamos artísticamente desde hacía tiempo, sin haber llegado nunca a ponernos en contacto. Pronto pudimos constatar que el interés artístico y humano eran mutuos.

Algunos años después, en 2005, tuvo lugar el segundo encuentro: éramos él y yo los invitados en un mismo programa de Radio 3; invitados para hablar alrededor de nuestros respectivos últimos discos. En ese segundo encuentro ya decidimos que en adelante no íbamos a dejar pasar de esa forma el tiempo: en el futuro estaríamos en contacto. Desde entonces somos amigos, amigos que se ven cada cierto tiempo, amigos que comen juntos y charlan sobre la música, la poesía y la vida.

Casualmente, días después de hacer esta entrevista, la Academia de la Música dio a conocer la concesión a Pablo del Premio a Toda Una Vida en reconocimiento a su carrera.

Naciste en el 46 en Esparragosa de Lares, un pueblecito de Extremadura, allá donde Badajoz se acerca a Andalucía.

Es un pueblo de Extremadura que hace frontera entre las comarcas de La Serena y La Siberia extremeña y está a treinta kilómetros de la zona de Los Pedroches, en la provincia de Córdoba. Nací en ese pueblo y soy el tercero de cinco hermanos. Mis padres me recibieron con un gran alborozo, porque querían un niño y las dos mayores eran niñas. Luego vino una hermana y por último otro hermano. Cinco hermanos.
Hace poco decías que cuando escribes recuerdas más tu infancia y la tierra donde naciste que la ciudad donde ahora vives.

Bueno, yo creo que eso ha sido con el tiempo. Hubo una época en la que tenía menos relación con Extremadura. Iba a cantar, pero con mi pueblo concretamente tenía menos relación. Y, de repente, no sé si es un cambio debido a la edad, o que me he encontrado con gente que me ha recordado cosas de cuando yo era niño, pero me acuerdo mucho. Me acuerdo mucho de mi infancia, de mi primera juventud, y veo que me ha marcado en lo que escribo y en la forma de decirlo.

¿Qué flashes, qué imágenes de tu infancia y de tu tierra te visitan con mayor fuerza?
Recuerdo, por ejemplo, la era, lo bien que lo pasábamos en el trillo, dando vueltas alrededor de la era. Recuerdo también la matanza, donde pasaba mucho miedo, porque estaba dormido, y a la misma hora, muy de madrugada, empezaba el griterío de los cerdos, que los estaban sacrificando. Recuerdo también las vendimias. Mi padre tenía una pequeña viña, que luego anegó un pantano... Y las vendimias eran una especie de fiesta donde se reunía toda la familia y los vecinos, que iban a ayudar. Se cantaban canciones, y lo recuerdo muy vivamente. Recuerdo también, no tan vivamente, la recogida de la aceituna, que íbamos medio a ayudar a mis padres, medio a jugar. Eso lo recuerdo menos, no me gustaba nada.

¿Por qué no te gustaba?
Pues porque se ponían las manos heladas (se ríe) y además competíamos los hermanos a ver quien llenaba antes la cesta, y era... Era complicado. En cambio, vendimiar me gustaba mucho, cortar los racimos de las cepas y pasar por el río a bañarme... eso me encantaba.

Vienes del mundo rural.
Totalmente rural. Mi pueblo es un pueblo muy aislado; bueno, ahora no, pero en esa época estaba muy aislado. Las noticias las traían, como en la Edad Media, los caldereros y los arrieros y la gente de trabajos ambulantes.

¿Tú has vivido eso?
Sí, sí, yo recuerdo haber vivido hasta los cantares de ciego, cuando venía el ciego, que normalmente era un "falso ciego" (sonríe), y empezaba a cantar romances, y cuando iba a llegar lo más emocionante paraba la canción y vendía los papeles donde venía escrito el texto del romance.

Qué bueno...
Era muy interesante. A mí todo eso me fascinaba, me resultaba maravilloso. Cuando venían los teatros, o los gitanos con la cabra y la escalera me parecía fascinante todo aquel mundo.

Tus padres eran agricultores...
Sí, mis padres eran pequeños agricultores, pero con el tiempo mi padre se dedicó más al negocio del ganado. Es una zona con un pasto muy especial, ese que da ese queso tan especial, de untar. Y en primavera florece todo y se pone maravillosamente bonito; en cambio, en verano, es todo como dunas, como si estuvieses en un desierto.
De niño estudiaste en el colegio público de tu pueblo. ¿Qué tal fue la experiencia?

¿Cómo era aquella escuela?
Curiosamente, la maestra que más recuerdo es doña Emilia, que era una mujer encantadora, y muy avanzada pedagógicamente para su época. Nos sacaba al campo, nos enseñaba canciones, podíamos llevar los juguetes de los Reyes al colegio. Era una mujer muy entregada a su trabajo, que le gustaba. Luego, los maestros que tuve después, ya los recuerdo menos (sonríe pícaramente). Ya había que aprenderse la tabla de multiplicar y eso para mí era un suplicio.

¿Un suplicio?
Era un suplicio total. Lo pasaba fatal cuando tocaba matemáticas enfermaba. No me gustaba nada, nada. Me gustaba la lengua, escribir, leer, pero las matemáticas nada (sonríe).

Creo que ya en esa primera época eras lector de poesía, y me resulta algo extraño.
En fin, en la primera época... Sabes que teníamos una enciclopedia para todos los cursos, la enciclopedia Álvarez, donde venían algunas nociones de métrica y venían poesías, y a mí me gustaban y me las sabía de memoria.

Ya había algo ahí que te tocaba.
Sí, me encantaba. Yo en aquella época creía que hacer poesía era buscar rimas, y me gustaba escribir y buscarlas. Cuando acertaba una, ya creía que era... Decía "arde, tarde" y ya creía que era el colmo de la poesía (nos reímos).

Luego estudiaste Bachillerato en Badajoz y Magisterio en Sigüenza. ¿Cómo transcurrieron aquellos años del Pablo jovenzuelo?
En Badajoz estuve en un internado de curas cuatro años, y cualquier persona de mi generación que haya estado en un internado ya sabe lo que es eso. Recuerdo un cura que nos miraba y nos echábamos literalmente a temblar. Seguramente tuvo una vida difícil y lo pagaba con nosotros. Pero bueno, había bastante buen ambiente, nos dejaron hacer una rondalla y yo empecé a tocar la guitarra allí. Estaba el latín y el griego, que me gustaban mucho (sobre todo el latín), afortunadamente matemáticas pocas, clases de música... mis primeras nociones de música las aprendí allí. Recuerdo los pasillos, recuerdo mucho frío, levantarnos temprano, las misas, que eran un aburrimiento total, y poco más...

Bastante espartano...

Espartano, sí, una vida muy dura.

¿Y en Sigüenza?
En Sigüenza ya era distinto, ya nos dejaban salir, nos íbamos a pasear. Recuerdo Sigüenza con mucho cariño porque es la primera vez que yo vi nevar de verdad... En mi pueblo no nevaba nunca y allí nevaba todos los inviernos, y a mí entonces me encantaba ver nevar. Es lo que más recuerdo de esa época, la nieve.

A los 16 años te regalan tu primera guitarra. ¿Qué recuerdos tienes asociados a ella?
Me regalaron una guitarra y yo oía la música de aquella época, las guitarras de Los Brincos, Los Pasos, e intentaba reproducirlas, y no sabía ni afinarla, o sea que malamente podía hacer algo. Rompía todas las cuerdas a base de apretarlas (nos reímos).

¿Dónde escuchabas ese tipo de música?
En la radio. También me gustaban mucho las rancheras y los fados. Se podían sintonizar bastantes emisoras portuguesas.

A finales de los 60 te vas a Madrid, donde estudias Filosofía y Letras, rama de Literatura, y, a la vez, empiezas a cantar. O sea, que te las arreglas para compaginar la carrera con la música... Y además, practicas en ese tiempo la docencia.

Sí, hacía todo eso, pero lo que menos hacía era cantar, porque yo
en aquella época era muy tímido. Me gustaba cantar, pero el mundo de la canción no me gustaba tanto, sobre todo el de los periodistas, las entrevistas me intimidaban un montón.

Entonces, tengo una curiosidad: la decisión de marchar a Madrid ¿a qué obedece?, ¿cuál fue el motivo principal?
Mira, mi padre un día nos reunió y -yo creo que con una gran lucidez-, nos dijo: "este mundo se acaba, aquí no tenéis nada que hacer". Se refería al cambio tan grande que hubo, a la emigración... Él había vivido del campo, y ya no había quién trabajara en el campo. En mi pueblo hubo una emigración brutal, sobre todo a Alemania, y nos dijo que nos fuéramos a Madrid, y nos vinimos los cinco hermanos. Alquilamos una casa y vivíamos los cinco juntos.

Fue algo promovido por vuestro padre...
Sí, sí, mi padre era un hombre muy liberal, le gustaba mucho Azaña, no le gustaba la Iglesia ni el catolicismo, y mi madre se callaba, porque ciertos temas eran tabú, sobre todo el tema de la guerra era tabú. Pero mi padre desde niños ya nos decía que Franco no era bueno.

No sé si quieres contar algo más sobre él...
Bueno, recuerdo que a mi padre le gustaba mucho que llevásemos amigos a casa, en las fiestas, que son fiestas típicas de Extremadura, con la procesión y las capeas... Venían amigos de los pueblos de al lado, y al final siempre nos juntábamos todos en casa a cenar, y mi madre no dejaba de hacer huevos fritos (sonríe). Recuerdo a mi padre con mucho cariño. Creo que no me echó una bronca en serio nunca; a lo mejor las necesitaba, pero no me las echó (nos reímos). La verdad es que tanto mi padre como mi madre eran muy abiertos.

Cambiando de tema, me resulta un poco chocante que alguien que -en palabras de Nacho Saenz de Tejada-, "ha empeñado buena parte de su vida tratando de pasar inadvertido, casi escondiéndose", en el año 69 se presentara al Festival de Benidorm.
(Sonríe) Yo grabé un disco pero los de la compañía no sabían cómo sacarlo y se les ocurrió la idea -que en aquella época era muy común, de presentarlo en un festival... Y yo dije que sí.

Pues me choca un poco...
Sí, bueno, soy una persona que... Quizá los tímidos somos un poco... arrojaos . De repente ante una cosa que debemos decir que no, vamos y decimos que sí (se ríe).

¿'Arrojaos'?
Sí, en mi pueblo se llama arrojaos , y yo entonces tenía bastantes arrojos de ese tipo. La cosa es que di con gente que lo entendió e hice cuatro singles en aquella época, que fueron saliendo poco a poco.

En tus comienzos como cantante te interesas mucho por el folclore extremeño.
Sí, bueno, me interesa no porque yo sea folclorista, ni haya pretendido nunca serlo, ¿no? Sino porque lo viví. Como te contaba antes, se cantaba en la Navidad, en las matanzas, en las reuniones familiares. Se cantaban romances. Lo que más me gustaba eran los cantares de campo, los cantares de trabajo. A veces, ibas por el campo y oías un mozo que venía con las bestias y venía cantando, y aquello a mí me encantaba. Entonces, en ese primer tiempo, hacía lo que sabía hacer, cantaba con un acento extremeño muy cerrado, que luego mi estancia en Madrid lo ha ido mitigando, y cantaba romances populares.

En el 72 grabas el disco 'A cántaros' y la canción que le da título se convierte en un auténtico himno en aquella época de reivindicaciones y sueños.

Bueno, no creas, en realidad cuando grabé ese disco gustó a la crítica, pero pasó prácticamente desapercibido. Fue más tarde cuando se convirtió en un himno, y yo me di cuenta en el Festival de los Pueblos Ibéricos, porque empecé a cantarla y todo el mundo se sabía la canción y la cantó conmigo. Fue uno de los momentos más emocionantes de mi carrera.

Tres años más tarde hiciste algo que supongo que entonces, para un cantautor, sería muy importante: grabaste un disco en directo en el Olympia de París.
La verdad que sí. Era un ciclo que organizaban un grupo de exiliados políticos y de intelectuales, dedicado a la música de aquí. Pasó mucha gente por allí en aquella época: Menese, Mª del Mar Bonet, Xavier Ribalta, por supuesto Paco Ibáñez... Pasamos muchos por el Olympia.

Y aprovechaste para grabar...
Y ya aproveché para grabar el disco. Entonces no había apenas estudios de grabación y se hizo con un magnetofón de calidad, pero nada más. Por eso es un disco que sufro mucho oyéndolo, aunque ahora con las masterizaciones y los milagros de la técnica suena mejor (sonríe).

Tengo que decirte que yo recuerdo de esos años un concierto que diste en el frontón Uranzu de Irun, repleto de gente. No era el Olympia, claro, pero nosotros salimos de allí entusiasmados. Tenías muchos seguidores en aquella época de 'A cántaros', 'A tapar la calle'... una etapa que podríamos calificar de "cantautor social". ¿Cómo la recuerdas? ¿Echas en falta ahora aquél éxito?

La verdad es que no, que no lo echo en falta, porque era todo muy complicado. Los equipos de música no eran buenos, la organización tampoco era muy allá. Llegabas a muchos pueblos y no habían previsto ni la toma de luz para enchufar el equipo, que muchas veces lo llevábamos nosotros. Entonces, se suplía con el entusiasmo que poníamos a la hora de cantar y el que nos daba la gente que iba a vernos.

No echas en falta el éxito, pero alguna vez has dicho que te da pánico que te perciban como un autor de culto.
Bueno, lo que me da pánico es que sólo a un tipo de gente, de un estrato social, le guste lo que hago, y es que en aquella época la verdad es que era muy bonito, porque iba todo el mundo. Íbamos a un pueblo e iba todo el mundo. Lo que no quiero es tener, digamos, un público excesivamente selecto, ¿no? Me gusta cantar también para la gente sencilla.

Que no sea elitista...
Que no sea elitista. En ese sentido lo dije, pero vamos, lo cierto es que si sigo en esto es por haberme convertido en un cantante un poco... Que me ha apoyado gente que entendía bien mi mensaje, o sea que en ese sentido sí soy un poco un cantante de culto.

Del 78 al 85 hay un largo parón que no sé si puedes explicarme un poco...
Tuve una crisis de tipo creativo... No sé, como que perdí interés. Quizá el éxito excesivo que tuvimos. Terminé un poco quemado en el sentido que te decía ¿no? De llevarnos a un sitio donde estaba la tómbola, el vendedor de las rifas. Había momentos de preguntarte qué hacías ahí. Y coincidió con el nacimiento de mi niño, y yo seguí actuando, pero un poco por supervivencia, sin demasiado entusiasmo. Me gustaba más estar con mi hijo jugando que por la carretera. Mi mujer trabajaba en la enseñanza y yo tuve la fortuna de vivir muy de cerca la primera infancia de mi hijo.

Tu vuelta nos muestra a un cantante distinto en diferentes aspectos: hay otro concepto musical y un cierto abandono de la temática social de años anteriores.
Bueno, yo esos años conocí a gente como Suso Sáiz, Javier Paxariño, la familia de los Paniagua, Delgado, Javier Bergia... Nos dábamos discos, nos reuníamos en casa para tocar y cantar, y yo empecé a ver que quería hacer otro tipo de música, buscar sonoridades nuevas, romper un poco los esquemas -que nunca me gustaron mucho-, de cantautor, sólo con su guitarra. Necesitaba estar más arropado, me gustaba escuchar a mi alrededor otros instrumentos.

Y la temática social la dejaste un poco de lado...
Sí, yo creo que un poco por cansancio, por lecturas, leí otro tipo de poemas... Por influencias, también escuché a otro estilo de cantautores...
Sobre esto del mensaje, Yupanqui decía: "Después vienen los otros, los que dicen: 'Tengo mi mensaje' y han escrito dos zambas, una chacarera y una canción protesta y a eso le llaman mensaje. Eso es falso. Mensaje es una vida."
Sí (se ríe), estoy de acuerdo, el mensaje es una vida y es una actitud, una actitud lo más ética posible, lo más coherente posible.

Desde el 88 empiezas a publicar también poesía.
Sí, pero en el 88 publiqué muy poca poesía, sólo una recopilación de textos de canciones y seis o siete poemas. No me encontraba seguro, me encontraba más seguro como letrista de canciones que como poeta.

Sin embargo, posteriormente te ha gustado definirte como un poeta que canta.
Sí, yo creo que es algo que me he ganado a pulso, ¿no? Publicando libros de poemas. Nació en mí una pasión por escribir muy grande, de repente me gustaba tanto o más escribir poesía que canciones. De hecho, yo creo que un día dejaré de cantar, pero de escribir, si puedo, no voy a dejar nunca. Me encanta escribir, me parece maravilloso.

¿En qué distingues las letras de canciones y los poemas?
Bueno, hay letras de canciones que pueden... Yo creo que fue una conquista de toda mi generación el diluir las fronteras entre poesía y canción. De hecho, una gran aportación de los cantautores es la poesía cantada, ¿no? A mí me parece que las letras con una cierta calidad poética, son una aportación grande.
Me llama la atención que hayas trabajado para los niños, publicando el disco 'Un barco de sueños'.

Esto me lo pidió Luis Mendo. A mí me encargaron las letras, pero me parece muy difícil escribir para niños. El nivel de autoexigencia, de limpieza de intenciones con que se escribe para niños, me parece complicado. Yo, es una experiencia que creo que no voy a volver a repetir...

No te quedaste satisfecho...
Me quedé contento, sí, porque a las letras les pusieron música cantidad de amigos, pero no es fácil meterse en la piel de un niño.

Has dicho alguna vez que tus principales referentes han sido Leonard Cohen en la música y Federico García Lorca en la poesía.

Sí, y los dos muy temprano. Cuando leí a Lorca, de joven, creo que me di cuenta de lo que era un poeta. Aprendí mucho de él, me enseñó a intentar escribir con los sentidos y con los sentimientos. Y aprendí de Cohen a hacer poemas cantados. Eran textos enrevesados, como lo eran los anglosajones en aquella época, pero su voz transmitía tal sentimiento que aprendí mucho de él.

Decía Cohen hace poco lo siguiente: "Hoy la cultura literaria ya no nos alimenta, no podemos vivir con la descripción que hace el poeta. El arte es sólo una laca de uñas." Algo radical, quizá...

Demasiado radical y además no estoy nada de acuerdo (sonríe). El arte actual que a mí me interesa es el que tiene una mirada sobre el ser humano. Lo que ocurre es que hay ahora muchos artistas que son muy activos promocionándose, y se hacen conocidos, pero no son verdaderos artistas. Para mí, el arte tiene que tener algo "sagrado", entre comillas, y tocar la fibra de la sensibilidad del ser humano, y eso ahí está, en cuadros, discos, películas, libros...

No me parece que seas muy partidario de los homenajes, pero supongo que el que promovió Ismael Serrano hace dos años, a través del disco 'Hechos de nubes' habrá sido para ti algo muy especial.

Sí, fue muy especial por poder conocer a Ismael más a fondo (soy amigo de su padre), y porque me hizo un regalo impagable.

Decía entonces el propio Ismael Serrano que eres una referencia para los cantautores no sólo por haber compuesto grandes canciones, sino por ser ejemplo de inquietud musical, de búsqueda permanente, y de honestidad y coherencia.
No sé, no sé... Si lo dice Ismael Serrano se lo respetaremos (nos reímos).
Hablando sobre ti, he leído que tu fin es unir la poesía con la música sin que ésta última empañe o enturbie la palabra poética, que ya en sí misma tiene un ritmo y una música interna. Decía Dylan que él leyó mucha poesía antes de escribir sus primeras canciones.

Pues podría decir lo mismo, yo he leído mucha poesía por trabajo, cuando era estudiante de literatura y tuve épocas en que sólo leía poesía. Yo creo que la poesía, de alguna manera, participa de todas las artes: de la música, del ritmo, de la danza... ¡Hasta de la arquitectura! Y es que a veces parece que se rompe el espacio con los poemas.

Una última, Pablo: ¿Qué piensas, qué te dices, los momentos anteriores a salir al escenario?
La verdad es que sobre todo intento estar tranquilo. Suelo vocalizar un poco antes de salir, hablo un poco con los músicos, les digo que no hay que preocuparse, que seguro que sonará mejor que en la prueba de sonido (nos reímos). Y cuando sales, lo bonito es ir creciendo y que eso tan mágico que es el sonido y el texto de una canción te surja de verdad, sin artificio. Es lo que intento hacer, nada más.

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