martes, noviembre 04, 2008

René, sápido poeta de insondable efervescencia



René, sápido poeta de insondable efervescencia protagonizando afectos, eternizando la vida…


"Rilke enseñó famosamente a no aventurarse en ciertos temas, sobre los que, por haberse escrito mucho o de modo inmejorable, ya casi es imposible agregar nada. Voy a desoírlo. La literatura, ya se sabe, es siempre una contravención..." (Abelardo Castillo)
"El poeta es el mismo al fin cual lo convierte / la eternidad, suscita con una espada armado / a su siglo que tiembla por haber ignorado / en esta voz extraña el triunfo de la muerte." Stephane Mallarmé
René del Risco Bermúdez el heraldo hijo de Doña América Bermúdez Escoto, "maestra, historiadora, escritora, furibunda antiimperialista y anti-balaguerista"; y de Víctor René del Risco Aponte, murió joven (1937-1972); demasiado joven (35 años), cuando su vida de ensueños remontaba el crepúsculo otoñal señoreando el impulso encantador de su refrescante juventud.
El clarificado poeta petromacorisano, y de todos los dominicanos, caracterizó su trajinar social aferrado al eslabón de la solidaridad protagonizando la afectividad humana como cultura prodigiosa de virtudes excelsas. Efervescencia de su trepidante inspiración poética, de sus fluidas emociones y energía espiritual. De la germinación jubilosa de sus sápidos poemas resplandecientes.
El plateado entorno de sus vivencias cristalina era manojo dulce de su emotivo optimismo quijotesco, empinando el vuelo luminoso de su prosa poética y sus frondosos versos fervorosos; entregado en el fragor de las jornadas emancipadoras como vigorosos himnos de combate; cantiga indómita del pueblo conciente que lucha sin claudicar por un mundo mejor.
La sutileza incorpórea de su olímpica acuidad poética resultó ser un oasis mágico donde acudió la imberbe muchachada, recién salida de su puericia, en procura de la motivación patriótica para lanzarse, pecho abierto, con arrojo, contra la herrumbre abominable de sangre que terroríficamente tomó presencia de muerte de las calles de la otrora "ciudad amurallada", de aquel heroico rincón de la patria que en feroz combates detuvo en 1965 la acometida monstruosa de la gendarmería foránea; visualizando tras la augusta elegancia de sus versos florecidas ideas emancipadoras, óptico canal de inspiración de sus anhelos democráticos.
Su alto espíritu de solidaridad y definida conciencia política fue de tal magnitud que en medio del ambiente tenso de terror y represión que vivía el país ( 1966-78), y a raíz del crimen cometido contra ese extraordinario hijo del pueblo y mejor dirigente revolucionario del momento, Maximiliano Gómez (El Moreno), cobardemente asesinado en Brusela, Bélgica, en mayo de 1971, "por mandato de la CIA y el gobierno de los 12 años del presidente Joaquín Balaguer", según la denuncia del hecho; se infló de valor y coraje, reaccionando con hondo sentimiento luctuoso, enardecido, vesánico, se sobrecogió en trémulo estremecimiento onírico y, desafiantemente, flameó su inmenso dolor lúgubre con sobrios versos de asombro y tristeza.
Y con sentida indignación humana ondeó con fervor su protesta y condena por el vil crimen cometido; y bañado del calor trepido de la lóbrega noticia del pérfido hecho, lanzó a la luz de las estrellas de la patria aquella proclama poética inolvidable, "No está bien, sin embargo…"
"Está bien que el pájaro se canse, que entristecido ruede de la rama empolvado el plumaje y se desgaje en un vagido oscuro en la mañana.
Está bien si la fruta picoteada se desprende del tallo y viene a tierra Y encolada su dulzura; siempre queda el mundo en grave paz, no ocurre nada.
Y también está bien que el viento venga, badajo gris golpeando una campana de lluviosa oquedad y la mañana en húmedos repiques se detenga.
Todo está bien: la ingrávida melena que vela el dulce rostro adolescente, el amor en la cama y de repente un pájaro cantando en otra rama.
Está muy bien la sangre derramada, la boca del fusil, la mano negra de pólvora y de llanto, y la mirada fija sobre el cadáver en la tierra.
Bien que estalle la paz o que la guerra sea ganada por todos libremente, bien por el día que empieza tristemente, bien por la puerta que al pobre se le cierra.
Todo está bien, el saco, la corbata, la soda para el whisky, la cortina, Herp Alpert en mis manos y la fina sordina de la lluvia en los tejados.
Bien está lo perdido y lo ganado, la sal y el agua, el fin, de lo vivido, los rostros olvidados y el olvido que nos cubre de polvo de pasado.
Bien está que juguemos torpemente a cara o cruz, a llanto o alegría, bien que la luz sea máscara del día, y el día rostro amargo del presente.
Que estemos hechos de ayer, de escurridiza y caduca materia condenada, de sangre triste, de sangre aprovechada, de piel enamorada y enfermiza.
Está bien la paloma en la cornisa, el beso en la mejilla, la mirada espejo de la risa y la imprecisa frontera entre la noche y la alborada.
Bien la mujer que siempre me acompaña, bien la mesa del pobre, el agua fresca, el pan elemental, la simple araña, bien que llueva, que escampe, y que anochezca.
Hay que aceptar el mundo en su inviolable redondez planetaria o de moneda, justa es la soledad, es aceptable la vida y el cansancio que nos queda.
Lo que no puede ser, lo que no entiendo es que tú, como un pájaro cansado de mucha libertad, de haber cantado en el árbol más alto y más abierto, mueras así, de un modo tan sencillo, tan en paz, tan sin plomo, ni cuchillo, que a mí se me haga extraño que has muerto...! Mayo 24, 1971".
Así era nuestro René: un dardo insondable y lozano levitando cándidamente la solidaridad como principio de vida. Inspirado en el asombro. Eternizando la conciencia; protagonizando los afectos.
Fiel al testimonio viviente de su lucha y sufrimientos padecido, nunca olvidó los momentos de estremecedores peligro donde el pecho viril de su generación supo ser muralla acorazada, evocando insignes canciones poéticas y pretéritos versos de amor y paz; oponiéndose a la tiranía trujillista e identificándose, comprometidamente, con el cambio revolucionario. Desde la majestad de su trinchera nuestro René levantó valientemente su prosa de pueblo oprimido, punzante aguijón lapidario contra el latrocinio que azotaba la República.
El autor de "El viento frío" (Poesía), "Ahora que vuelvo, Ton" (Cuento), "El mundo sigue, Celina" (Cuento), "Del júbilo a la sangre" (Poesía)", "El cumpleaños de Porfirio Chávez", "No está bien, sin embargo", La máscara,"( cuento), murió a la temprana edad de 35 años, de él la periodista y critica literaria Ángela Peña dice que "vivió intensamente para las letras y la gran causa de la libertad". Con espontánea esplendidez abrazaba ideales altruista y noble simpatizando con los hombres y mujeres que cargaban "estrellas en la frente".
Estoicamente flotó por encima del fetichismo en ciernes promovido por los mixtificadores del Poder político y social de la dominación de clase opresora y explotadora; guardando distancia del lenocinio fangoso donde pululan los medrosos y débiles de voluntad, arrastrados por tentatrices ofertas inmorales.
Filosóficamente se mantuvo prudentemente alejado de esa sordidez embriagadora que enturbia y aturde los sentidos de muchos intelectuales tenido por "progresistas", pero cuyas características emanada de sus poses oportunistas y coyunturales le ha restado prestigio y autoridad pública; al grado de conformar una sectaria falange infecunda; alcahuetes del sistema oligárquico de dominación.
La firmeza en sus convicciones impidió que se sumara al circulo de los "confundidos", de aquellos que parapetados en una riesgosa fragilidad de conducta han sucumbido entregándose al transfuguismo: libidinosas velloneras despreciables; fétidos andantes, pantomímicos engolados, manipuladores y tergiversadores patológicos al servicio inmoral de un sistema corrupto que prioriza injusticias y privilegios.
René es la negación dialéctica de ese espejismo ominoso promovido por una sinuosa clase seudo intelectual acomodada, veleidosa; mojigangas adocenadas comprometidas con la corrupción; cuya perfidia pone al descubierto el conocido principio sociológico de que "el ser social determina la conciencia social".
La trascendencia de René está en el sello exuberante de su poesía y ensayos literarios que lo identifican claramente con una posición social y política de principios, ello lo distinguió de los apostatas y oportunistas profesionales que desde su podio de ridiculez se esmeran en promocionar el afán de lucro, la acumulación de riqueza y el individualismo anti humano.
Aagitando sus logros indecentes como "bandera" de su "capacidad y talento", con fatuota zafiedad le rinden culto a la traición ejerciendo su nefasto papel de renegados de las heroicas batallas por la libertad y los valores democráticos, abonada con la sangre y el martirologio de la Pléyades de La Raza Inmortal, expresada en los hombres y mujeres de las epopeyas patrióticas de 1959 y 1963.
Es en la lealtad a estos valores patrióticos donde descansa la importancia histórica y moral del legado poético de nuestro inexhausto René del Risco Bermúdez, que sin preámbulo exhibió una vida coherente con los postulados que abrazó imberbe en plena tiranía trujillista, cuando era una osadía peligrosa, atrevida y temeraria expresar cualquier mínima manifestación de disidencia con el régimen de turno.
"…La tiranía lo persiguió con encono hasta lograr capturarlo el veinte de enero de 1960. En la cárcel La 40 sufrió la tortura de la silla eléctrica y su cuerpo quedó marcado para siempre con las cicatrices de los azotes en la espalda y las oquedades en las piernas por los cigarrillos que sus verdugos apagaban en su carne tierna". (Ángela Peña).
"Su oposición a la dictadura de Trujillo lo llevó a la cárcel y al exilio a Puerto Rico. Participó en la política nacional a través de los movimientos estudiantiles universitarios surgidos a raíz de la Guerra Patria, de abril de 1965".
Es en las raíces primordiales de su juventud expresada en su militancia política en el Movimiento revolucionario 14 de Junio, liderado por Minerva Mirabal y Manolo Tavarez Justo, preponderantes solemnes figuras de los últimos años, donde encontramos la razón motivante de su musa, de su proclama permanente de solidaridad, cantera prodigiosa de sus inmarcesibles poemas de amor y rebeldía. Palingenesia constante de su presencia histórica en el parnaso nacional.
Este poeta del pueblo nació en San Pedro de Macorís el 9 de junio de 1937. Sus biógrafos lo definen como "Poeta, cuentista y publicista", destacando su condición de nieto del poeta Federico Bermúdez, "iniciador de la poesía social en República Dominicana".
Apuntan que se casó por primera vez el ocho de enero de 1961 con Altagracia Musa Grunning, "que le acompañó al destierro, donde nació su primogénita, Minerva. Luego tuvieron a René Miguel, fallecido días después de su venida al mundo. En 1970 casó por segunda vez con Victoria Bobea Amor, madre de René Ernesto", narra su madre.
Concluidos sus estudios primarios y secundarios en San Pedro de Macorís, "se trasladó a la capital e ingresó a la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) a estudiar la carrera de Derecho, pero su interés por la literatura y la publicidad se sobrepusieron a su deseo de ser abogado".
"Desde muy joven incursionó en la literatura destacándose como poeta y cuentista, género éste último en el que recibió varias distinciones en los concursos organizados por la agrupación La Máscara".
"Fundó, junto con Miguel Alfonseca, Ramón Francisco y Marcio Veloz Maggiolo, el grupo literario El Puño".
En el trayecto más lúcido de su vuelo un intruso y fragoroso accidente automovilístico malogró sus brillantes alas y la sombra tenebrosa de la muerte se apoderó de su valiosa vida.
Un mundo de ilusiones fabricado con su deseo de transformaciones políticas y sociales quedó tendido en el pavimento de la Avenida George Washington el 20 de diciembre de 1972.
Allí quedó regada dramáticamente la sangre del poeta querido, esparcida por el violento choque automovilísco.
Y hoy a más de 34 años de aquel suceso inolvidable recogemos su tragedia bajo la premisa cierta de que la vida renace desde los escombros de la muerte cuando la misma es esculpida con honor y dignidad. Por eso los seres como tú, mi querido René, se transforman en alba gestora de nuevos amaneceres; en perfumado duende poético cultor de sueños libertarios.
Y sin embargo, René, tu muerte no está bien.
A un amigo del alma y camarada de lucha asesinado, le cantaste atribulado, "No está bien, sin embargo…" Y hoy René, a posteriori, adolorido, yo reflexiono proclamando que tu muerte no está bien.
No está bien que tú, profeta de la utopía, te hayas marchado así, con fugaz estruendo y precipitado adiós. No está bien que bruscamente eclipse la solidaridad, dejándonos confusos, aturdidos y sorprendidos.
No está bien que la oscuridad se interponga a la luz esplendorosa que tu encarna; oh guía de vida de los nuevos retoños del jardín de la utopía.
No está bien que tú ejemplo generoso haya sido diezmado en la vorágine fortuita de la casualidad, menguando el destello refulgente de la esperanza; haciendo tortuoso el caminar de los hacedores de sueños revolucionarios.
No está bien que la muerte cargue contra una vida útil, valiosa y gallarda.
No está bien que el crepúsculo vomite fuego cuando se espera una noche fresca, placida y maravillosa.
No está bien que los azahares sean egoístas obstruyendo el paso a la cultura viviente distanciándola de la moderna tecnología.
No está bien olvidar ese mediodía eterno que entristeció el invierno donde cayó tu vida
Esta bien rociar el jardín fecundo de tu recuerdo, imprecando con la fuerza de tu nombre este mundo arbitrario e injusto que se nos impone.
Está bien continuar proponiendo tu olímpica figura centellante como oferta de alegría, bandera limpia de amor y paz.
Nunca estará bien tu ausencia prematura, inaceptada, inolvidable. Dolor de pueblo. Sentimiento de la patria. La muerte jamás detendrá el encomio de tu triunfo beatizado, cenit de gloria, constelación de héroes ocupando un cimero sitial de respeto, poeta permanente en la nostalgia amada.
Estará siempre bien evocar tu lírica, envuelta en luz y colores, maravillosa fosforescencia, alegría de vida derrotando la tristeza. Perspicuo poeta de emociones ahora hospedado en la conciencia de la patria.
Enrique Alberto Cabrera Vásquez (Mellizo)

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