jueves, octubre 16, 2008

Mirada tardía a la joven trova cubana (II parte y final)

Por: Ariel Díaz

15 de Octubre, 2008


(Cubarte).- Siguiendo nuestro bosquejo sobre la mirada tardía hacia la joven trova cubana, en la Habana se celebraba, en el verano de 1997, el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, oportunidad inmejorable de confrontar nuestra canción con públicos de todas partes, aprender, trasnochar y, de paso, vender algunos casetes mal grabados a los jóvenes izquierdistas latinoamericanos.

Esto coincidió además con el aniversario 25 de la fundación del Movimiento de la Nueva Trova y una vez más la Casa de las Américas, hasta aquel entonces lugar histórico indiscutible de los trovadores, abrió las puertas con el evento Canciones de la Rosa y de la Espina, una temporada de conciertos de varias generaciones que culminaba con el titulado Nuevas Voces de la Rosa y de la Espina, en el que un grupo de los más nuevos poníamos en la sala Che Guevara nuestras cartas sobre la mesa ante un público severo y, francamente, impresionado.

Estábamos: el dúo de Karel y Carlos, fogueado ya en arenas internacionales y con una obra sólida, Silvio Alejandro, Fernando Bécquer, Ihosvany Palma, Diego Cano, el recién llegado Axel Milanés y un servidor.

El concierto fue filmado para la televisión, pero nunca fue exhibido.

Milagrosamente aparecieron artículos e invitaciones a tocar en cuanto guateque, acto y presentación de revista hubiera. Nos hicieron hasta un cancionero y prematuramente fuimos identificados como generación, de una manera excluyente e irresponsable.

El precio de la ola mediática lo pagamos todos en el acto central por el natalicio de José Martí, en el Cuartel Moncada de Santiago de Cuba, este sí transmitido en vivo por los dos únicos canales de televisión donde, entre la mala dirección y los papelazos propios de nuestra inexperiencia, nos hundimos frente a la audiencia nacional, tanto que todavía arrastro fango en los zapatos.

La reacción de los críticos (ahora sí) no se hizo esperar y un torrente de criterios negativos y de oscura complacencia nos cerró las puertas hasta de la propia Casa que las había abierto unos meses antes.

Un mensaje claro terminó por marcarnos: "Los de la Rosa y la Espina, excluyeron a los demás y se autodenominaron generación". Era enero de 1998 y nada había cambiado.

Aún así la Casa aceptó a un par de desconocidos guatemaltecos extender la temporada de Canciones de la Rosa y la Espina hasta ciudad de Guatemala, pero esta vez el grupo fue "depurado" a solo un par de meses de lo ocurrido en Santiago.

Casi nada se ha hablado de aquella experiencia internacional de los jóvenes trovadores, donde llegamos a reunir más de cinco mil personas en una plaza o a llevar el rating de un popular programa de radio a cifra record, entrevistas en televisión y grandes titulares en los diarios.

Además, de paso, los desconocidos se desaparecieron y lavaron dinero con nosotros.

Deben ser nombrados los espacios que lucharon en vano contra el desgaste y la carencia material o no supieron impedir ser devorados por sus propios hijos.

Así recuerdo la peña de José Antonio en la Casa de la Amistad de Paseo, la peña de la Biblioteca Nacional creada por Vicente Feliú, el espacio de Ireno García en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, El Fandango del Candil de Jorge García en el Patio de María, la peña de 12 y Malecón que llevaban El Ruso y Julio Hernández, la Peña del piso 8 de la beca de F y 3ra que hacía el grupo Humoris Causa, la del cine Mara, la de casa de Macho Rico, la de Juan Carlos Pérez en la discoteca del Pabellón Cuba, la de La Madriguera, el célebre Trevolico del Colegio de Arquitectos, el teatrico de la Sinagoga de 17, la sala Talía, la galería Juan David del Yara, la peña de Andrés Cárdenas en la Casa de la FEU, Juego de Malabares en la Fragua Martiana, la etílica Trova sin Trabas de la UNEAC en pie hasta hoy, en Santa Clara El Mejunje y La Trovuntivitis, además de la glorieta del parquecito de H, los bancos del parque del cine Acapulco, los del parque de El Quijote pasando por el muro del Malecón. Mención especial para el Festival Longina de Santa Clara, las Romerías de Mayo de Holguín, activos hervideros de música y cultura y el Café Cantante del Teatro Nacional.

Claro que la mayoría de estos intentos fueron de corta vida y no convivieron al mismo tiempo para cubrir la demanda de público y artistas. En poco tiempo el panorama trovero estaba huérfano de espacios adecuados para su difusión y desenvolvimiento. Creo que muchos de nosotros nos fuimos metiendo en agujeros individuales a esperar, tal vez, mejores vientos.

Los medios seguían haciendo silencio mientras repetían a bombo y platillo los éxitos internacionales del Médico de la Salsa, Los Sauces y los cientos de grupitos con nombres rimbombantes y apodos comerciales que llegaron hasta "El Zunzún de la salsa".

Por suerte también los de NG la Banda y los Van Van.

Un aparte merece la labor de Radio Ciudad de la Habana y muchos de sus realizadores por aquellos días grises.

Con la única excepción de Antología de la Nueva Trova Vol. 4, un disco desordenado e infeliz que compiló a algunos de aquellos "elegidos" de Ojalá bajo el sello EGREM, cuya existencia fue advertida con sorpresa por sus integrantes cuando lo vieron en las tiendas sin haber firmado contrato ni licencia alguna, no se había grabado nada, por lo menos en La Habana, tal vez, en la onda del rock, algo de Superávit, Habana oculta y Vendiéndolo todo de Vanito y Lucha almada.

En 1998 ocurrió un hecho que cambiaría la suerte de muchos trovadores y la salvación de muchas canciones en grabaciones, primero en casetes bastante artesanales y luego en formato de CD. La apertura en la calle Muralla de la Habana Vieja del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau y su espacio A guitarra limpia, sobre el que no vamos a volver a profundizar porque es ya ampolla en las lenguas de la ineficacia institucional cubana.

Tal vez sólo decir que el Centro vino a reunir a nuevas y no tan nuevas hordas de trovadores de todo el país y todas las tendencias y a despertar los bríos.

De repente fue reanimado todo el hormiguero bajo tierra y se empezó a consolidar el paisaje trovero. Los ecos fueron haciendo que otros pequeños espacios se lanzaran a lo imposible con relativo éxito, como el espacio Puntal alto, En sepia del Dúo Karma, la Séptima cuerda, Las noches de la Casa de la Poesía, el Patio de las hormigas de Matanzas, El de los Cangrejos en Cárdenas, El Trovazo de Yamira Díaz en Pinar del Río, las renovadas ediciones del Longina y las Romerías, la intermitente Madriguera, y la apertura de salas de conciertos ideales para el género como la Caturla del Amadeo Roldan y la del Museo Nacional de Bellas Artes. Más recientemente el Club Barbaram y su trágico final dejó claro que la pelea es en serio y en desventaja.

A esto vienen a darle un impulso inimaginable los acontecimientos políticos a raíz del secuestro en Miami del niño Elian González y la aparición de las tribunas abiertas que, si bien han encasillado nuestra obra reduciéndola un compromiso político predeterminado dañándola en su esencia, hay que decir con justeza que contribuyó a que las multitudes conocieran los rostros que habían permanecido en circuitos muy específicos y minoritarios de la escena cultural no solo de la capital sino del más intrincado pueblito del interior.

Los medios se abren algo, cautelosos, a regañadientes. Entonces aparecen programas como los de Manduley en Metropolitana, En el Centro y Puntal alto en Habana Radio, algo en Progreso, de vez en cuando algo en Taíno.

La televisión no va mucho más allá de los actos políticos, alguno que otro chance, así, como de favor, para que un trovador aparezca desprotegido en un programa que nada tiene que ver con la canción, por suerte aparece Cuerda viva que, aunque no es un programa específicamente trovadoresco, sí lo es para la música alternativa en general.

En el 2001 el Primer Congreso de la Asociación Hermanos Saíz abre fuego desde sus más auténticos representantes ante la presencia del presidente Fidel Castro y altos representantes del gobierno, en encarnados debates se logran algunas victorias como la compra de mejores equipos de sonido, guitarras y otros medios.

Las paredes y los muros de la ciudad empiezan a llenarse de montones de carteles anunciando conciertos casi todos los fines de semana midiendo la temperatura de la escena.

Así vimos muchas caras. Unas que retornaban, otras nuevas: Inti Santana, Samuel Águila, el dúo Karma, el dúo Enigma, Diego Cano, Ihosvany Bernal, El Kinde, Raúl Verdecia, Fernando Bécquer, el Yolo y otros muchos que sabrán perdonar mi olvido.

Algún tiempo después alguna mano de esas invisibles prohibió los carteles en la Ciudad bajo pena de astronómicas multas a la institución y al artista.

Otros factores importantes son el éxito de la música tradicional cubana en el mundo, más cercana en esencia a los trovadores, el desarrollo de Internet como forma de promoción y el de las nuevas tecnologías que han permitido la aparición de una discografía alternativa a las disqueras nada despreciable y que ha suplido el desinterés de éstas en la trova como mercancía comercial, además de provocar el desinterés de nosotros hacia ellas.

El nuevo siglo trajo nueva correlación de fuerzas y de intereses. Tuvimos la fructífera e interesante metamorfosis del dúo Buena fé, el mal promocionado disco Trovanónima.cu, el contradictorio Acabo de soñar con poemas de José Martí, las nominaciones de los CDs de A guitarra limpia en el evento Cubadisco, el despegue de William Vivanco, proyectos como Interactivo y Aceituna sin Hueso, el video clip del dúo Karma compitiendo y ganando en terreno ajeno, Yusa en el Ronied Scott, el regreso estrepitoso de Habana Abierta, algunos de nosotros en festivales europeos, el regreso de Karel y Carlos por separado, la ayuda de la Tropa Cósmica y Trovacub, trovadores jóvenes en las selvas de Guatemala, Haití y Belice con los médicos cooperantes, la vitalidad de nuestros padres más cercanos: Frank rodeado de jóvenes, Santiago con sinfónica y sin Julieta, Varela en Hollywood y los 25 años de la canción de Gerardo, Los que soñamos por la oreja en Juventud Rebelde, la revista digital Esquife, el proyecto discográfico Colibrí, El Caimán Barbudo más verde que nunca, eso sin hablar de George Martin, Lenine, Gismonti, Gilberto Gil, Rick Wakeman, AudioSlave, Air Suply y Simply Red en la Habana con estatua de Lennon incluida.

Aires muy diferentes soplan con los que muchos llegamos a la primera madurez compartiendo con Yamira Díaz, Ariel Barreiros, Yunior Navarrete, Víctor Quiñones, Ernesto Pita, Toni Avila, Lien y Rey, Eduardo Sosa, Pável Poveda, Delvis Sarduy, acompañados por las voces de Rochy Ameneiro, Aurora de los Andes, Glenda Fernández, Damaris Figueroa, Bionaika, Haydee Milanés y Amanda Cepero.
Viendo llegar con alegría, y no voy a esperar por el tiempo para mencionarlos, a Adrián Berasaín, Pedro Beritán, Mauricio Figueiral, Jeiro Montagne, Juan Carlos Suárez, Joyce Concepción, Yordi Martínez, Erick Méndez, hasta las semillas que plantan los del grupo que se hace llamar T.A.L., que casi no pasan de los veinte.

Y a todos los que ahora mismo hacen una canción en una capital de provincia, en un batey, en la litera de una beca, incluso en una fría buhardilla de Barcelona o desde una calle de Medellín o Buenos Aires. Todos ellos van incluidos en mi antología, sin lineamientos ni planillas, sin requisitos. Las apreciaciones estéticas y conceptuales se las dejo a los críticos, si es que pueden reunir suficientes elementos antes de que pasemos por la música cubana en las narices de todos y quedemos al menos en la memoria de quienes nos fueron a escuchar un día sin otro interés que el de encontrarse en nuestra canción.
Aquí estamos…y parece que no ha sido suficiente.
Fuente: CUBARTE

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