Por: Ariel Díaz
14 de Octubre, 2008
(Cubarte).- Resulta demasiado difícil abarcar todo el quehacer trovadoresco actual sin cometer olvidos e imprecisiones. También se hace dudoso el criterio de quien ha estado dentro y es parte del asunto en cuestión.
Pero si buscamos una mirada mínima, salvo algunas excepciones, los trovadores más jóvenes no hemos tenido críticos, nadie nos ha nombrado en la real dimensión, polémica y singular, en que nuestra obra ha florecido ya, en las calles de muchas ciudades de Cuba. O sea, un poco más allá de nuestras narices. Ya se ha hecho un poco tarde.
Si menciono los nombres de Joaquín Borges Triana y Humberto Manduley, creo que represento ya a los que, de una manera u otra y no siempre de acuerdo con nuestras aventuras estéticas, han intentado alzar la voz por encima de sabemos qué ruidos (algunos musicalizados por los nuevos Mesías de la tontería universal), para que alguien nos mire. Otros, menos audaces, se han limitado a encarnar a Judas: "El tiempo dirá la última palabra": su frase favorita.
Resulta que el tiempo pasó. Que junto a las canas, los hijos y las barrigas nos han crecido canciones, hermosas y necesarias canciones. Muchas de ellas perdidas en nuestro propio olvido o en la ignorancia de las disqueras que nunca las grabaron, que hicieron que los programas de Radio y Televisión nunca las pusieran y provocaron que tantas orejas jamás las escucharan.
Me limitaré entonces a ubicar en el espacio intangible de la escena nacional a tantos como recuerde, aunque resalte a los que junto conmigo han edificado esta torrecita de arena que de vez en cuando la marea viene a derretir y la volvemos a levantar con nuestro próximo concierto, en medio del más absoluto silencio.
Lo siento, no clasifico para la imparcialidad. Yo estoy en un solo bando.
Corría el año 1996. En una tarde habanera común de la época, tal vez en medio de uno de los alumbrones no programados, nos reunimos en la puerta de Casa de las Américas un pequeño grupo de trovadores, la mayoría sin conocerse entre sí. Alguno, como este que escribe, con apenas nueve canciones en su breve caminata artística.
Fuimos convocados por una joven estudiante que pretendía hacer una tesis de Periodismo con la temática de los trovadores nuevos y desconocidos. Si mal no recuerdo ese fue el comienzo de mi bregar por el mundillo trovadoresco al que llegué sin haber conocido la Casa del Joven Creador o la recordada Peña de 13 y 8.
El primer paso fue dado por Alberto Faya, por entonces director de música de Casa de las Américas que abrió las puertas al proyecto Casa: paso a la más joven Trova Cubana. Todo culminó en una excelente temporada de conciertos, donde desfiló lo más representativo que se pudo localizar en el momento, incluso los que teníamos solo nueve canciones hicieron su primer concierto.
Aquel proyecto estaba firmado por el compromiso de veinte trovadores: Ihosvany Palma, Carlos Lage, Karel García, Fernando Bécquer, Ariel Díaz, Jose Luís Medina, Silvio Alejandro, Lisandro Pérez, Diego Cano, Nelson Felipe, Andy Villalón, Kelvis Ochoa y su gupo, Ramsay, Boris Larramendi y su grupo, Samuel Águila, Luís de la Cruz y su grupo, Alejandro Martínez, Pepe del Valle y su grupo, Manuel Argudín y Alejandro Bernabeu.
Otro paso importante fue dado por Silvio Rodríguez al ofrecer los estudios Ojalá para que un grupo de nosotros grabara cada uno cinco canciones a guitarra, que nos servirían para entrar en la llamada red de distribución nacional de la radio y que de vez en cuando nos pasaran alguna canción, sobre todo en provincia. Con estos "elegidos" más adelante surgiría un proyecto discográfico al que me referiré en su debido momento.
El despegue no estaba nada mal y…no pasó nada. Silencio en los medios, silencio en las instituciones y un par de hombres misteriosos indagando por cierto "grupo" que firmaba manifiestos.
Por supuesto que faltaban muchísimos. Desde aquella época fui descubriendo, según recuerdo, a Erick Sánchez, el tremendo dúo Superávit integrado por Raúl Ciro y Alejandro Frómeta, Frank González, Heidi Igualada, Rita del Prado y Lázara Ribadavia, Michel Carrasco, Yuri Redonet, Janny, Michel Peraza, Athanai, el desaparecido David Sirgado, Andrés Cárdenas, Boris Garcés, Darío, el dúo Alánimo, Norge Batista y Freddy Lafita de las Tunas, Fernando Aramís y Axel Milanés de Bayamo.
Las penurias del período especial acababan con los espacios y los proyectos. La nación estaba ocupada en asuntos más importantes que la cultura. Solo un boom comercial salvaba a la Salsa al proporcionar ésta jugosas ganancias incuestionablemente necesarias.
Por aquellos meses me fui a vivir a la Universidad Central de las Villas detrás de amores y emociones. Allí tuve la dicha de conocer a los hoy trovadores Alain Garrido entonces instructor de música de la Universidad, a Diego Gutiérrez, estudiante de lengua inglesa, a Leonardo García que tenía un par de canciones, a Raúl Marchena y Michel Portela que todavía no tenían ninguna y, significativamente, al maravilloso trío Enserie integrado por Roly, Levis y Raúl.
Se estaba gestando en esta ciudad del centro del país un verdadero grupo que hoy se destaca como de los más importantes desde el punto de vista creativo. Desde la emisora de radio territorial de Santa Clara se podían escuchar algunas de las canciones que se estaban haciendo, incluso las mías.
Continuará...
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