miércoles, julio 09, 2008

El sonido de África


El sonido de África
Por: Emir García Meralla

08 de Julio, 2008




(Cubarte).- La visión predominante sobre la música africana que durante décadas prevaleció entre muchos cubanos estuvo siempre asociada al sonido de los tambores. A pesar de que durante algo más de treinta años algunos miles de africanos convivieron en Cuba, fundamentalmente como estudiantes de todos los niveles; el acceso y la difusión de su cultura entre sus "hermanos cubanos" estuvo siempre marcada por el prejuicio de los tambores y por cierta segregación natural a partir del desconocimiento de esas culturas desde su actualidad.
De hecho sin los tambores y las distintas familias de ellos conocidas y sin otros instrumentos provenientes de África o generados a partir de la impronta africana, la música cubana y todos los complejos a ella asociados y subordinados sería huérfana; o adolecería de la sensualidad y diversidad que la define y diferencia.
Resulta entendible que después de casi trescientos y tantos años de esclavitud África, o mamá África como también es llamada; se reduzca para nosotros, musicalmente hablando, a los tambores, a las danzas tribales y al reflejo condicionado por los medios masivos y las definiciones venidas desde la visión del colonizador.
De África llegó a Cuba una mañana en los años setenta, junto con las grandes oleadas de estudiantes de aquel continente, Miriam Makeba y su Pata Pata; pasarían muchos años antes de que esa misma artista volviera a pisar un escenario cubano y ese honor correspondió a la caboverdiana Cesaria Evora. Durante estos años fueron contadas las ocasiones en que tanto la radio como la TV dedicaron espacios a la música del continente negro. África estaba tan cerca emotivamente y a la vez tan lejos cultural y musicalmente de los cubanos en esos años. Paradojas de la vida. Sin embargo, ello ha comenzado a cambiar, aunque de modo discreto, desde comienzos de este año 2008.
Cuando se anuncio que la feria CUBADISCO se dedicaba a África, a pesar de los prejuicios persistentes, todo indicaba que disfrutaríamos, a las anchas, de lo que hoy marca la pauta de la cultura africana contemporánea; que nos permitiríamos el placer de reencontrarnos con una diversidad de estilos musicales, géneros, fusiones y hasta reelaboraciones de la música cubana; habida cuenta que en muchos de los países de ese continente son conocidos los músicos cubanos. Y cuando se habla de músicos cubanos conocidos se debe pensar en algo más que los Lecuona Cuban Boy, que La Sonora Matancera y la Orquesta Aragón; son conocidos los Van Van, NG la Banda y otras agrupaciones y solistas de estos tiempos y ello se debe, en lo fundamental, a los miles de nacidos en aquellos países de África que crecieron, fundaron y se convirtieron en "cubiches" por naturalización; pero a esta difusión han contribuido los cubanos que se han establecido en las naciones de aquel continente, sea por la vía laboral o por la diáspora. Son estos los portadores activos de ese intercambio.
La primera fisura en este muro de prejuicios y esteriotipos que hemos aceptado y además defendimos sin reparos alguna que otra vez, provino de la voluntad inclusionista y ecuménica que viene caracterizando a la SGAE y a sus ejecutivos lo mismo en La Habana que en su cede en Madrid, al presentar en la pasada feria CUBADISCO a los músicos Justin Tchatchoua y a Simao Félix, dos de los más importantes músicos africanos contemporáneos afincados en el continente europeo y en España fundamentalmente; pero como era una oportunidad única SGAE desde la Habana lanzó su sello MAM, por lo que el goce apuntaba a ser doble.
La música africana que nos ofrecieron Simao Félix y Justin Tchatchoua acercó al público cubano a una arista poco conocida de la música africana contemporánea, esa que desde las calles en que se escribe la historia de la emigración, el desarraigo y las ausencias se va interrelacionando con un entorno hostil generalmente, pero también se convierte en una música mestiza. Criolla, para utilizar una palabra común a africanos y cubanos.
A Justin agradecer el encontrar un instrumento que para los cubanos aporta reminiscencias de parte de sus sonido, el balafón, que en alguna medida recuerda a nuestra marímbula –que a su lado pudiera parecer un instrumento primitivo y de discretas posibilidades sonoras—y que de ser incorporado a nuestra música de hecho pudiera enriquecerla. Desconocido hasta esta su aparición en la Habana, el camerunés, hizo gala de una modestia infinita, a pesar de ser un habitual colaborador de importantes figuras de la música internacional.
Simao Félix, que a primera vista nos recuerda a Polito Ibáñez, explora con mayor inquietud los sonidos contemporáneos a partir de eso que se ha dado en llamar "fusión"; un algo que es el estado natural de la música; y su trabajo va del lirismo más conceptual a un desenfreno creativo donde los ritmos y esencias culturales de Guinea se imbrican para formar un todo sonoro. Si Simao Félix hubiera vivido en La Habana toda su vida sería entonces un trovador.
África, el continente madre, comienza a dejar de ser para nuestros oídos más que el tañir de los tambores y las leyendas; su música al parecer ha comenzado una nueva marcha hacía esta isla en la que una vez se estableció, a tal extremo que en Cuba se ejecutan golpes de percusión y se tocan tambores que hoy son reliquias en esos países; vuelve a la tierra a la que aportó elementos fundacionales, no sólo en la cultura. El primer paso ha sido dado, lo que el futuro depare será obra de los buenos oficios de todos aquellos que entierren sus prejuicios, a este funeral estamos invitados todos; de seguro cuando nos reoxigenemos con este continente y su música tendremos nuevos ritmos y géneros para conquistar el mundo. El tambor es algo que debe ser superado

Fuente: CUBARTE

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