jueves, agosto 06, 2009

Paraguay: Silvio Rodríguez ofrece una revolución a golpe de poesía



Ultima Hora, Paraguay: Un antiguo sueño: Silvio Rodríguez en Paraguay
ESPECIAL. La visita de Silvio Rodríguez es un acontecimiento que bien puede calificarse de histórico, por los años que demoró en concretarse y por la relevancia de su trayectoria como gran artista.

Junto a Pablo Milanés y Vicente Feliú, el gran cantautor Silvio Rodríguez, nacido un 29 de noviembre de 1946, en San Antonio de los Baños, Cuba, es una de las grandes figuras de la música latinoamericana.

Además de músico, ha sido estudiante, alfabetizador y empleado gastronómico. Es cofundador de uno de los movimientos renovadores que mayor influencia ejercieron en Cuba y en Latinoamérica en la música popular. Luego de unos 20 años de espera, se logró finalmente concretar su visita a nuestro país, llenando así una ancha expectativa.

Asunción se ubica en el circuito internacional de la información con un hecho positivo, como es la presencia del notable creador de Unicornio. Una figura emblemática que supo dar, además de sus bellas canciones, que acompañaron los sueños y amores de dos generaciones de latinoamericanos, gestos en favor de las luchas y esperanzas.

Como él mismo lo manifestara, Paraguay es “un misterio” para él. Y para sus muchos seguidores en el país, también será una experiencia inolvidable.
Ultima Hora, Paraguay: Antiguos lazos de Silvio con la tierra guaraní

Si alguna figura importante del cancionero hispanomericano faltaba visitar nuestro país, ése era el cantautor Silvio Rodríguez.
Antonio Pecci- Periodista
apecci@uhora.com.py

En estas dos décadas en democracia otras figuras importantes visitaron Asunción, algunas en más de una ocasión, correspondiendo a la expectativa ciudadana. Fue el caso de Joan Manuel Serrat, Mercedes Sosa, Pablo Milanés, Víctor Heredia, Teresa Parodi, Joaquín Sabina, Daniel Viglietti, Charly García, Fito Páez

Pero faltaba Silvio. Un verdadero portento de creatividad, sensibilidad y coherencia ética y estética demostrada a lo largo de 40 años de labor artistica sin concesiones, volcada en alrededor de 20 álbumes y varios documentales que le valieron la adhesió de miles de conciudadanos.

Su venida, aunque se ha dicho ya varias veces, responde a un antiguo anhelo popular.
Porque así de fieles son sus admiradores que abarcan franjas de 20, 30, 40, 50, 60 años y más. Y que desde la década del 70 venimos, algunos, tarareando sus canciones, aprisionando casetes, otros sumándose en los 80 atesorarían los LP y desde los 90 en adelante iríamos a buscar sus cd’s y luego los dvd, sumando un público cada vez más joven. Lo que evidencia la vitalidad y capacidad comunicativa de su música. Y de su palabra sobre Chile, Nicaragua, Argentina, Irak, la situación cubana.

Lazos con el Paraguay

Este país del cual, como diría Roa Bastos “pareciera que se enamoró el infortunio”, sin embargo tiene sus atractivos. Y Silvio lo destacó en éstos días. El hecho de que José Martí fué cónsul de Paraguay en Nueva York. O a que hace algunas décadas conoció a una paraguaya, Sofía, de quien escuchó las primeras palabras en guaraní, ya que era locutora de Radio Habana. Y las canciones paraguayas que escuchó de niño. Además su satisfacción de escuchar sus temas traducidos al guaraní por Félix de Guarania y cantados por Ricardo
Flecha.

Un momento mágico e inolvidable lo constituyó el Festival Latinoamericano realizado en La Habana en junio de 2005, a instancia suya. Y que reunió a artistas diversos, desde México hasta Argentina. Y donde Silvio influyó para que participaran Ricardo Flecha y Mario Casartelli. El uno con la canción “Víctor Libre”, de Maneco Galeano y Carlos Noguera, y el otro con un texto poético. Ambos artistas dejando en alto el nombre del terruño.

Ésos y otros lazos secretos son los que fueron trazando una relación alimentada año a año y que desembocó en ésta esperada visita que según Silvio se da como un apoyo al proceso de cambio político y social que se da en el país, a tono con el contexto regional.

Ultima Hora, Paraguay: Paraguay sueña con serpientes

Hace dos décadas, en Montevideo, Silvio Rodríguez le dedicó su canción “Ojalá” al Paraguay. Por primera vez en tierra guaraní, su guitarra rebelde enciende recuerdos, luchas, odios y amores.
Andrés Colmán Gutiérrez
Periodista y escritor-andres@uhora.com.py

Fue a mediados de los años 80, poco antes de un concierto que Silvio Rodríguez ofreció en Montevideo, Uruguay. La entonces joven guitarrista paraguaya Berta Rojas logró colarse al camarín del cantautor cubano y le hizo una entrevista para el Correo Semanal, de Última Hora.

Silvio quiso saber del Paraguay. Berta le contó que sus canciones circulaban en discos y casetes casi clandestinos, muchas de ellas cantadas por artistas paraguayos en los festivales contestatarios, canciones convertidas en banderas de resistencia contra la dictadura de Alfredo Stroessner. Y que varios jóvenes habían hecho un largo viaje secreto de Asunción a Montevideo, solo para verlo y escucharlo en vivo.
Minutos después, desde el escenario, Silvio se dirigió al público: “Quiero dedicar esta canción al Paraguay, un país que aún no conozco y es para mí un misterio”. Enseguida sus manos arrancaron a la guitarra los primeros acordes de uno de sus temas más emblemáticos, mientras su histriónica voz empezaba a entonar: “Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan …”.

Hubo mucha especulación sobre aquella dedicatoria. Circulaba la leyenda de que Ojalá fue escrita originalmente para el dictador chileno Augusto Pinochet, y que en aquel festival Silvio le mandaba un premonitorio mensaje al tirano Stroessner: “Ojalá pase algo que te borre de pronto/ una luz cegadora, un disparo de nieve…”.
El cantautor reveló en otro momento que compuso la canción en 1969 para su primer amor, Emilia. Pero las letras de Silvio siempre tienen múltiples significados. Aquella noche montevideana estaba dedicando una canción de amor y a la vez una canción política a un misterioso país llamado Paraguay, al que dos décadas después, en otro tiempo y en otras circunstancias, abrazaría por vez primera desde otro histórico escenario.

Quienes al principio de los 80 despertamos a la lucha contra la tiranía de Stroessner, aprendimos a amar las canciones de Silvio Rodríguez en la potente voz de Ricardo Flecha, cuando desde el mítico Grupo Juglares nos deleitaba con Mariposas, encendía nuestras fibras románticas con Te doy una canción, o nos convocaba a la movilización insurgente con Vamos a andar. Vocal Dos nos brindaba, a su vez, la inquietante versión de Sueño con serpientes, mientras Gente en Camino nos regalaba la más bella metáfora de la utopía, al relatar la pérdida del Unicornio azul.

Flecha conoció personalmente a Silvio en 1986, en Lima, durante la Semana de Integración Cultural Latinoamericana (SICLA). Nació una amistad artística y política que se fortaleció con las visitas de Ricardo a La Habana, y que los llevó a grabar juntos la versión en guaraní de Pequeña Serenata Diurna, en el primer disco El Canto de los Karai, de nuestro gran artista compatriota.

Ya entonces Flecha repartía la vaga promesa de un posible concierto de Silvio en Paraguay. En los 90 lo tuvimos al impagable Pablito Milanés; más recientemente, al insumiso Frank Delgado y al pionero Vicente Feliú; pero la venida de Rodríguez se nos fue volviendo tan utópica como la búsqueda del Unicornio azul
Tuvo que ir el propio presidente Fernando Lugo a invitarlo, en La Habana, para que finalmente dijera que sí.



Cita con ángeles

Son curiosos los cambios que provocan el paso del tiempo y la visión de nuevas
perspectivas de la historia.

De aquel enamoramiento juvenil de mi generación con respecto a la revolución de Fidel
Castro y el Che Guevara, me quedan sentimientos contradictorios: la admiración por la larga y obstinada resistencia del pueblo cubano a la imposición de un modelo político neoliberal y capitalista globalizador del mundo. El elogio a su solidaridad sin fronteras y a sus trascendentes logros en salud, educación, deporte, arte y cultura. Y también la necesidad de una dolorosa crítica a la falta de libertades básicas, a los injustificables excesos represivos contra los disidentes, al anquilosamiento de estructuras de poder autoritario, a la intolerancia hacia quienes piensan distinto.

Pero, a pesar de los tantos cambios de adentro y de afuera, nunca pude dejar de amar las muchas y bellas canciones de Silvio Rodríguez.

Así que, en esta noche particularmente simbólica y dolorosa, que nos recuerda los cinco años del masivo y hasta ahora impune crimen del Ycuá Bolaños, vamos a estar allí, los de entonces y los de ahora, a orillas de la mágica Bahía de Asunción, para deleitarnos con la voz cascada, pero vibrante, de este tan joven y tan viejo trovador sin edad, sintiendo que todavía seguimos persiguiendo unicornios y soñando con serpientes.

Y seguramente cantaremos juntos aquel Ojalá que nos regalara en una lejana noche uruguaya, y que sigue siendo el himno de nuestras mejores esperanzas.

¡Bienvenido, querido Silvio!
Sábado, 01 de Agosto de 2009
Ultima Hora, Paraguay: El poeta, el músico, el hombre

Alegórico, surrealista a veces, metafóricamente preciso y dignamente frontal (como la revolución), Silvio Rodríguez ha cantado siempre sus poemas desde la más profunda honestidad que pueda desnudar las vísceras expuestas de los hombres más negros, de las mujeres más azules, de los humanos más rojos.
Eulo García-Poeta
euloga@yahoo.com.ar

Por eso, escoger una sola canción que represente el universo poético –de las centenares escritas por el trovador cubano– ha de ser siempre una tarea audaz, por demás arbitraria y harto difícil, sobre todo por el descarte. Pero en la vida hay que jugarse siempre para lograr la cercanía de lo que se sueña posible. Y es justamente en este punto, en ese sueño de lo posible, esa cercanía hacia la búsqueda que se presagiará continua, que se revelan los versos de Playa Girón, canción poema en la que se concentra la búsqueda estética con la honestidad del arte, dentro de lo imperante de la historia en su momento crucial. Y es con esta honestidad que Silvio les pregunta a sus compañeros poetas, a sus compañeros de música y a sus compañeros de historia:

“Qué tipo de adjetivos se deben usar/ para hacer el poema de un barco/ sin que se haga sentimental/ fuera de la vanguardia/ o evidente panfleto…”. Con estos versos, el poeta Silvio construye un postulado poético desde el cuestionamiento mismo hacia cuál ha de ser la forma acorde, dentro de lo poético, que se debiera utilizar para manifestar un convencimiento hondamente sentido.

“Qué tipo de armonía se debe usar/ para hacer la canción de este barco/ con hombres de poca niñez/ hombres y solamente hombres sobre cubierta/ hombres negros y rojos y azules…”. Aquí es el músico Silvio el que se plantea el dilema de definir con un sonido la inagotable diversidad de la humanidad.

“Compañeros de Historia/ tomando en cuenta lo implacable/ que debe ser la verdad/ quisiera preguntar –me urge tanto–/ ¿qué debiera decir/ qué fronteras debo respetar?…

¿Hasta dónde debemos practicar las verdades?/ ¿Hasta dónde sabemos?…”. El hombre Silvio clama urgente por estas verdades para continuar dignamente por el inevitable avance de la historia y su camino. La poesía, la música y la verdad se dignifican en este poema, en esta canción, como las tres esencias que dan sustancia a la obra del cantautor cubano. Esto, sumado al ideal político-poético de José Martí (quien dos patrias asumió para sí: Cuba y la Noche) y la insoslayable influencia de los grandes clásicos de la literatura y la música universal, desde los clásicos griegos hasta los modernistas franceses, de Beethoven hasta los Beatles, o del Ruiseñor de Oscar Wilde hasta el Cuervo de Poe; Silvio Rodríguez construyó su universo poético artístico entre esas nubes, con esa voz que, “al escucharla, uno llega a temer que en cualquier momento se le quiebre” (a decir de Benedetti), pero que levanta vuelo siempre como tenaz mariposa ante la ternura del viento, y se convierte en canción que se dispara siempre alegre (hasta en las formas más tristes), desde su noble guitarra, cual su mejor fusil, y que en su tierno disparo suena como un libro, una palabra, una guerrilla, una verdad, una poesía…

Como esa misma fuerza e intensidad con que todos los hombres y todas las mujeres deberían de dar el amor, y con esa profunda honestidad con que las más agudas vísceras desnudan a la más oscura verdad.

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