domingo, junio 15, 2008

Vicente Feliú: uno de los expedicionarios

Vicente Feliú: uno de los expedicionarios
Texto y fotos: Rodolfo Romero Reyes,
estudiante de Periodismo


Desde su llegada a las prisiones no paraba de tomar fotos. Iba en segunda fila, detrás de Silvio y Amaury, recogiendo con el lente arte, rostros y muestras de cariño. Al llegar al escenario, dejaba a un lado la cámara y tomaba la guitarra. Después se confundía entre la gente y disfrutaba una vez más del espectáculo. Hasta él llegamos para conocer más detalles de la Expedición, que guiada por Silvio, recorre los centros penitenciarios de todo el país. Así comenzó la entrevista con Vicente Feliú.
¿Cómo llega Feliú a la primera expedición de Silvio en 1992?
La génesis está en los orígenes del Movimiento de la Nueva Trova, en 1972. En aquellos tiempos celebrábamos encuentros y festivales en todas las provincias y cantábamos en centros de trabajo, estudiantiles, unidades militares, campamentos cañeros y a veces también en prisiones.
En Angola cantamos en las unidades conjuntas de cubanos y angolanos para todos los que estaban allí, incluyendo prisioneros. En ese mismo viaje (1976) cantamos para los primeros cuatro prisioneros sudafricanos, en Luanda, y quien hizo de traductor fue un mercenario argentino.
Tradujo de manera impecable todo lo que dijimos y quedó anímicamente mal, porque cantamos al internacionalismo, al amor y al Ché (luego jugó un positivo papel en los juicios contra los mercenarios). A finales de los 80, una amiga pianista, y pedagoga, Eurídice Losada, trabajaba en una prisión de adolescentes y jóvenes y me invitó a cantar y conversar con los muchachos, lo cual fue una experiencia muy enriquecedora. En 1990 ó 91 canté en una prisión de Ecuador, junto a otros trovadores latinoamericanos.
En el viaje de regreso a Chile después de la dictadura de Pinochet, en 1990, Silvio tuvo un encuentro con los presos políticos chilenos, apareció una guitarra (no faltaba más) y cantó para ellos. A su regreso propuso a la dirección del Ministerio del Interior hacer una gira por las prisiones cubanas, para todos los que quisieran escucharlo. De manera que cuando nos propuso a Augusto Blanca y a mí que lo acompañáramos nos pareció la cosa más natural del mundo, teniendo en cuenta que tanto Augusto como yo, más Lázaro García y Sareska Pantoja, también habíamos estado presos (en Bolivia en 1980) y aunque nadie nos cantó entonces, sí supimos de la solidaridad de mucha gente. Y ése es el quid de la cuestión. La solidaridad humana.
¿Por qué surge la idea de retomar la experiencia?
En aquellos tiempos habían regresado de Angola y Etiopía todos los internacionalistas cubanos. Los soviéticos se iban desentendiendo de todo lo que fuera socialismo, Gorbachov viajaba a los Estados Unidos y posaba alegremente con Reagan y el campo socialista, con el que teníamos el mayor comercio, se desmoronaba, y con ello, los recursos energéticos. Se acabó la gasolina y hubo que postergar el resto de la gira, que incluyó entonces solo el occidente del país. El proyecto quedó pendiente, y supimos del efecto positivo que había quedado en la población penal la experiencia. Nuevamente la solidaridad tuvo su peso. Fe
lizmente ha podido retomarse, con mucho más brío y, espero, con una mayor continuidad.
¿Cómo fue la acogida por parte de los reclusos?
Yo creo que de manera muy positiva. En primer lugar porque en una situación en que se está lejos de la familia, los amigos y la sociedad toda, coartado de libertad física, conviviendo con personas que muchas veces no son de su agrado, el hecho de que gente de fuera de ese entorno venga de manera desinteresada a compartir su trabajo artístico representa solidaridad, y vuelvo al tema, porque es la esencia.
Además de los conciertos, ustedes pudieron palpar la realidad de las prisiones ¿las habían imaginado así?
No las había imaginado así. En Cuba no es precisamente por buena conducta social por lo que los ciudadanos están en una prisión. He visto personalmente, como te decía, otras cárceles en otros lugares del mundo, especialmente de Latinoamérica y África, además de películas e informaciones directas, para no hablarte ya de las que hubo en Cuba antes de 1959 y en América del Sur y Central durante las dictaduras de los años 70. En principio se podría pensar que personas que han cometido delitos graves, asesinatos inclusive, no debían tener las mejores condiciones posibles de vida.
Eso pensaba yo, y cambié radicalmente de parecer cuando empecé a recordar la manera en que trataban en la guerra insurreccional los rebeldes cubanos a los prisioneros de guerra del ejército de Batista (apoyado por Estados Unidos), que eran curados con nuestras exiguas medicinas antes que a los propios rebeldes, y liberados posteriormente si no tenían crímenes en su haber. Déjame decirte que ya en los 90, me parecieron increíbles las condiciones en que vivían los reclusos. En el Combinado del Este había –y tiene todavía, con mejores condiciones, de excelencia- un hospital para todos los reclusos del país, con todo tipo de especialistas, uno de los cuales estudió conmigo en el preuniversitario. La comida en el 90, era mejor que la que entonces tenía yo en casa.

Me satisfizo mucho percatarme de que ahora, tantos años después, las condiciones han mejorado considerablemente, especialmente las referidas a la salud. Todos los centros penitenciarios tienen bibliotecas (estaban antes de llegar nosotros en esta Expedición, a las que se aportaron más de 300 títulos cubanos y de literatura universal). Buena parte de los enfermeros que requieren las prisiones se formanen las mismas cárceles; hay dos carreras universitarias que se pueden estudiar durante el período de condena; es obligatorio el estudio hasta alcanzar el 9º grado; hay un desarrollo mayor en los referentes artesanales y artísticos, incluyendo bandas de música y formaciones múltiples que en dependencia de su conducta tocan fuera de las prisiones.
Los reclusos con oficios que producen bienes materiales o trabajan en los centros reciben un salario como cualquier trabajador. Estas condiciones responden sin duda alguna a la consideración de que la población penal es también población humana, oriunda de nuestro país y de las condiciones sociales (mejorables, por supuesto) creadas por la Revolución.

Todo el tiempo Silvio y usted andaban cámara en mano ¿qué pretendían recoger con sus flashazos?
Tengo cámaras fotográficas desde que era adolescente, porque siempre me interesó captar momentos que hubiera querido guardar en la memoria, tanto de paisajes como de personas o entornos. En 1975 hubo la posibilidad de viajar al Vietnam recién liberado y compré con el dinero que me prestó mi amigo Felo una cámara Kiev soviética, un verdadero tanque de guerra. No pudo realizarse aquel viaje y como ya la tenía me la llevé a Angola en 1976. Me acompañó toda aquella epopeya, usando carretes vencidos y enrollados con película de 35 milímetros que me proporcionaban nuestros amigos, los fílmicos de las FAR.
Regresó con la cubierta del lente abollada, pero intacta, y con ella hice fotos de la brigada de la que fui parte, de muchas de las actividades que participamos, de algunos de los jefes de entonces, de lugares históricos para Cuba y Angola, de muchísimas personas anónimas y de alguna que otra operación en la que estuvimos. Siempre con una óptica testimonial. El año pasado estuve repasando aquellas fotos y de pronto me percaté que había sido, sin proponérmelo, un corresponsal de guerra. Con esa misma óptica, me dediqué durante la Expedición a hacer fotos, (con las ventajas de las cámaras digitales) de cuanta cosa me llamaba la atención. Siempre preferí a los fotógrafos, técnicos, choferes, cocineras, personal de los hoteles que nos atendían, oficiales y miembros del MININT, y reclusos, además de paisajes y cielos. Copia de todas las fotos las entregué a Lester Hamlet para el documental que se está haciendo sobre Expedición, y espero que algunas sirvan para algo.
La selección del repertorio, con canciones de su autoría y otras representativas de la nueva trova, perseguían alguna intención específica.
Fue un diseño, muy acertado, que propuso Silvio. Me pidió que cerrara con un tema de la trova tradicional para hacerlo juntos El Colibrí; eso me permitía presentarlo como trovador y jefe de la Expedición y entregarle la guitarra. En varios lugares canté un poema de Antonio Guerrero al que le hallé música. Luego Amaury hizo el popurrí con Te amaré, Yolanda y Te perdono, que además de funcionar muy bien, le rindió homenaje a Noel, quien seguramente hubiera compartido esta experiencia con nosotros. El resto de los compañeros cubrieron una amplia gama de la canción cubana, desde el filin hasta la canción campesina, tan brillantemente representadas por Sexto Sentido y Alexis Díaz Pimienta y su tropa.

¿Existía el temor de no ser comprendidos por los reclusos?
Por mi parte, jamás lo pensé. Desde Angola sé que en las condiciones más difíciles y adversas, cualquier cosa que te saque de lo cotidiano se agradece. Cuando lo que te saca de esa rutina es arte, y además traído con toda intención para que te sientas mejor, se establece una corriente de complicidad muy hermosa. Otra vez la solidaridad de la que te hablo desde el principio. Una pena es que algunos de los que nunca serán libres porque su pensamiento y bolsillo dependen del Norte no asistieran (aunque es comprensible, porque toda la gente que visitó las prisiones vieron las mentiras de las que viven).

¿Cuáles fueron las principales enseñanzas obtenidas de la expedición?
Unas cuantas. La primera es que todo nuestro sistema de enseñanza tiene que ser revisado en profundidad, porque no tiene sentido que haya tantas personas menores de 40 años con tan bajo nivel educacional, uno de los motivos por los cuales muchas se convierten en delincuentes. La segunda es que tenemos que enderezar la economía de nuestro país para que no existan tantas diferencias sociales que conduzcan a que mucha gente no pueda ganarse la vida con su trabajo honrado y, de una manera o de otra, se la busque como pueda (ya sabemos lo que implica). La tercera ya la sabíamos, y se hizo pública justamente en la Asamblea Nacional por Raúl cuando dijo (más o menos) que muchas prohibiciones ya obsoletas no conducen más que a la ilegalidad y la corrupción. Igual muchas figuras delictivas. Esto nos lleva a repensar nuestra sociedad, que la mayoría de los cubanos queremos que sea verdadera y definitivamente socialista. En lo más íntimo, me llevó a reafianzar mi fe personal, de que todo individuo tiene derecho a rectificar sus errores, y una sociedad como la nuestra, justísima en su esencia, tiene el deber de promover esas rectificaciones, como lo pude comprobar durante la parte que compartí de esta Expedición.
Si tuviera que escoger un momento de gran emoción ¿cuál sería?
La pregunta más difícil, porque implica los sentimientos más hondos, decirte uno solo sería imposible. Mucha emoción cuando los reclusos en su mayoría cantaban a la nación y sus más altos valores, a sus héroes, a la salud de Fidel, a la solidaridad con Los Cinco. Un momento especial, cuando Osmaro, un joven recluso en Boniato, me regaló una guitarra hecha por él de un tarro de buey y me dijo que le hubiera gustado ser mi hijo.

¿Cree Vicente Feliú en la reeducación de los reclusos cubanos?
Absolutamente. Y en los de todo el mundo. Las cárceles no pueden ser abolidas porque las sociedades necesitan defenderse de los que no logran adaptarse a vivir en compañía.

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