miércoles, septiembre 23, 2009

LUNA DEL SUR ENTRE YAGRUMAS



Por María Fernanda Ferrer

Al Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, recientemente fallecido, fue dedicado el concierto A guitarra limpia que el pasado sábado 12 de septiembre se realizó en el patio de las yagrumas del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau titulado Luna del Sur a cargo del trovador Rubén Moro y el proyecto Kora.

Al presentar el recital Víctor Casaus, director de la institución enclavada en la calle de la Muralla en La Habana colonial, comentó que “algunos amigos llamaron para saber si se suspendía y dijimos que no, que lo realizaríamos porque Almeida fue, además de un gran revolucionario, un hombre de la música y del testimonio”.

“Ahí están sus libros y sus canciones por las que, igualmente, será recordado” reiteró Casaus, al tiempo que resaltó la obra del artista de la plástica Felipe Mesa que acompañó el concierto. “Nos parece que estos momentos son múltiples y siempre tratamos de que la trova esté respaldada por las artes plásticas. La multiplicidad artística ha sido y es una de las poéticas de nuestro Centro”, enfatizó.

Luna del Sur comenzó, precisamente, con el tema que dio título al concierto y continuó con “Desnuda”, dedicado a todas las mujeres que han sido, de alguna manera, violentadas, comentó Rubén Moro.

Prosiguió el concierto con “Cuando acabe de ir”, “Ahogando el mar” y “Alma”, dedicada a la pintora mexicana Frida Kahlo “que supo convertir su dolor en arte”, dijo Moro e inmediatamente regaló “Viaje al pasado”, tema que es un homenaje a la emblemática Orquesta Aragón de la que somos, dijo, “fervientes admiradores”.

“Persistir en la ilusión” fue un momento especial del concierto porque este tema fue, según insistió el trovador, “dedicado a Juan Almeida y a todos los soñadores” y continuó con “Pasos en la niebla” y “Marioneta”, canción esta última que obsequió a nuestra siempre querida y cercana trovadora Teresita Fernández.

Siguieron “Rezo”, “Dimensión”, “De tanto dar”, “Señal” y “Gitana tropical”, dedicada a Osneldo García, reconocido artista de la plástica y quien asistió al concierto que concluyó con “La cumbanchera”.

Moro se hizo acompañar de los músicos que confirman el proyecto Kora, que son: Glauber García y Osany (ambos en las voces y la percusión menor), Ray Márquez (bajo y violín), Mohamed (guitarra eléctrica) y Yusmel Marín y Adriannys Arbaizagoitia (en la percusión). Igualmente tuvo como invitados a Haskell Armenteros (clarinete), Etien Fresquet (guitarra), Irak Saens (rap).

Otro de los atractivos de Luna del Sur es que en tres momentos fueron insertados poemas del uruguayo Mario Benedetti y la argentina María Elena Walsh, dichos por Héctor Manuel Prieto.

En este A guitarra limpia se transitó por la habanera, la conga, el chachachá y el guaguancó, entre otros géneros y constituyó un “paseo por la gran diversidad de la música cubana” tal y como había prometido Rubén Moro en los minutos iniciales de su concierto.


RUBEN MORO Y EL PROYECTO KORA
(Palabras del programa)

Una de las cosas que más uno añora en mucha de la música que se hace por los días que corren, resulta la ausencia de propuestas que busquen transitar por caminos no trillados. Es cierto que a estas alturas del siglo XXI se torna muy difícil hacer algo en lo que no aparezcan aquí o allá reminiscencias de lo facturado en materia sonora con anterioridad. Empero, siempre hay espacio para la experimentación y el rigor con desenfado.

Creo que esto último, es decir, la capacidad de arriesgarse en aras de ofrecer algo diferente ya sea en el plano armónico o en el diseño de las líneas melódicas, fue lo primero que me llamó la atención cuando supe del quehacer de Rubén Moro, a inicios de la década de los noventa, instante en que él se estrenaba con el grupo nombrado Gatos en el tejado, protagonistas de un ciclo de peñas por espacio de un par de años en lo que oficialmente se llama Casa Comunal de Cultura Roberto Branly, pero que la vida (al fin y al cabo lo verdaderamente importante) denominase como El patio de María, gracias a la ingente labor que en la instalación realizara ese ejemplo de promotora cultural que es María Gatorno.

Desde la lejana fecha aludida he prestado el máximo de atención al trabajo que Rubén Moro nos ofrece, pletórico de códigos que demandan de la audiencia no la simple escucha a la que la industria nos ha acostumbrado.

Cierto que la ruptura con determinadas cadencias en la cancionística que por entonces hacía y ha continuado haciendo este creador, en un momento dado pudieran hasta haberme parecido demasiado violentas o cuando menos algo forzadas; sin embargo he de decir que prefiero que alguien se arriesgue en dicho orden a la pasmosa quietud que se nota en tantísima gente y que sólo va a lo seguro al componer.

Después de aquellas aún recordadas peñas en El patio de María, en las que Rubén se desempeñaba como el hombre orquesta, al disolverse la agrupación Gatos en el tejado, le perdí el rastro. No fue hasta fines del pasado decenio que conocí de lo nuevo que se traía entre manos. Me refiero a la formación que ya casi por espacio de trece años ha sido el centro de sus motivaciones creativas: el Proyecto Kora.

A este colectivo y en especial a su inspirador hay que agradecerle que en el ámbito de nuestra canción de origen trovadoresco, se retome la tradición de los ensambles vocal instrumental. Con frecuencia al pensar en la trova, sólo se evoca a un hombre o mujer acompañado por su guitarra, a pesar de que esa imagen no se corresponde del todo con la realidad, pues disímiles formatos han enriquecido esta expresión, sin afectar su manera peculiar de decir y hacer la canción.

En tal multiplicidad de formas, la combinación entre el trabajo vocal y el instrumental registra en nuestro contexto numerosos ejemplos. Por sólo mencionar a algunos que en la Nueva Trova hicieron grandes aportaciones en este sentido, ahí están los casos de Los Cañas, Los Dimos o Tema 4, nombres que por las veleidades de nuestros medios de comunicación y del esbozo de industria discográfica que tenemos, poco o nada le dicen a los más jóvenes.

La intención de Rubén Moro y el Proyecto Kora no se queda en retomar desde el prisma vocal el trabajo a voces, sino que a tono con los tiempos que corren, persiguen en su repertorio la hibridación de variados géneros y estilos. Así, junto a expresiones de la música tradicional cubana, como el son, el cha cha chá o la habanera, encontramos la presencia del blues, el jazz o el pop, éste último de tanta incidencia en la escena musical contemporánea en nuestro país. A lo anterior, únase que los arreglos de los temas interpretados por el grupo, están concebidos para distribuir –en equilibrada alternancia– el protagonismo de cada una de las voces o de los instrumentos de la formación.

De todo lo dicho, quienes hoy están presentes en el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau para disfrutar del concierto La luna del sur, como Rubén ha querido nombrar la actuación suya y de su Proyecto Kora en el espacio A guitarra limpia, en señal de reafirmación de un credo o concepto filosófico proveniente de este otro lado del mundo, pueden tener la certeza de que escucharán un conjunto de canciones en el que cada una posee su propia identidad y no la inocua repetición de un esquema armónico melódico ritmático de los fácilmente predecibles.

Ese permanente apostar por el riesgo al abordar el hecho musical es algo que, al menos yo, le aplaudo a Moro y sus compañeros de aventura.

Joaquín Borges Triana


Centro Pablo / Boletin Memoria 116

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