sábado, agosto 13, 2011

Cuatro momentos del nacimiento de una imagen


Jorge R. Bermúdez • La Habana
Imágenes de archivo

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Con el triunfo de la rebelión popular armada contra la dictadura de Batista, el 1ro. de Enero de 1959, se abrió un período de profundas transformaciones sociales, políticas y económicas, que implicaron de manera directa al arte y a la gráfica de comunicación en el proceso de culturizar, educar y crear una conciencia en la sociedad cubana. En lo tocante a la evolución de la imagen pictórica y gráfica relativa a los “barbudos”, estos cambios no obraron de inmediato. La fotografía de prensa, como en otros momentos de nuestra historia, fue la primera en testimoniar sobre los hechos pasados y presentes, y, al mismo tiempo, darnos la imagen de sus protagonistas, en particular, las de Camilo, Che y Fidel. Este fue el núcleo visual de todo desarrollo iconográfico posterior tanto en la plástica, como en la gráfica de comunicación de asunto político. La preeminencia del credo abstracto en la pintura de vanguardia en el primer trienio de revolución, y el cúmulo de las urgencias comunicativas demandadas a la gráfica por el diario acontecer revolucionario, pospondrían para los años subsiguientes cualquier interés renovador en lo que a la representación visual de sus líderes respecta. En consecuencia, las publicaciones periódicas aún hicieron uso de los referentes visuales —fotográficos y pictóricos— más emblemáticos del período republicano, a manera de complemento de los contenidos informativos del acontecer del momento. Entre estos, cabe destacar la representación pictórica de Fidel Castro utilizada en la portada de Bohemia, del 11 de enero de 1959, correspondiente a la primera parte de la llamada Edición de la Libertad, con una tirada de un millón de ejemplares. En dicha representación pictórica, el referente utilizado fue una de las tantas fotos hechas a Fidel en la Sierra Maestra por los diferentes corresponsales de prensa que ascendieron el macizo montañoso oriental para dar fe de la existencia de la guerrilla. Sin embargo, el ilustrador, quizá, llevado por el sentir y el decir popular del momento, que creía ver en el líder del Movimiento 26 de Julio una representación de Jesús —otro tanto sucedió con la imagen de Camilo—, o de un dios griego, por su perfil helénico, la concibió idealizada; particularidad expresiva que se vio reforzada por una atmósfera crepuscular, donde dominan los tonos cálidos, y la mirada del retratado elevada al futuro.  
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Desde el triunfo insurreccional, los fotógrafos cubanos, profesionales o aficionados tuvieron un mismo punto de vista: la Revolución. Sin embargo, debe observarse que este “caso insólito de coincidencia temática”, como lo calificara la investigadora cubana María Eugenia Haya, fue tan heterogéneo en su expresión como la formación y trayectoria profesional de los fotógrafos llamados a expresarlo. Las primeras imágenes de Fidel, Raúl, Camilo y Che, como las de Frank País, José Antonio Echevarría, Fructuoso Rodríguez y otros dirigentes y mártires de la Revolución, que sirvieron de apoyo o complemento informativo a editoriales, artículos, entrevistas en las diversas publicaciones periódicas nacionales y extranjeras, fueron fotográficas. Tales fotos —las mejores—, como las tomadas a edificios, calles, plazas y montañas, que por su interés histórico llegaron a ser contextos emblemáticos de la geografía urbana y rural de la insurrección empezaron a conformar el núcleo visual de la iconografía revolucionaria. Simultáneamente, una gráfica comercial, además, de popular, se servía de las referidas imágenes y disímiles técnicas manuales y mecánicas de impresión  y reproducción gráficas para ilustrar pañuelos, postales, textiles, vajillas, chapones, almanaques, etcétera. En todos los casos, esas representaciones gráficas eran deudoras de la imagen fotográfica, y constituyeron las primeras por las cuales el ciudadano común hizo suyos a perpetuidad los héroes y lugares históricos con los que tenía una mayor identificación vivencial y sentimental.    
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También en el mercado de la iconografía revolucionaria hubo hábiles dibujantes, los que se sirvieron de las fotografías más aceptadas por el gusto popular para reinterpretarlas como dibujos idealizados o alegóricos en portadas de revistas, periódicos y postales… La ilustración más exitosa relacionada con esta línea de creación, presentó el rostro idealizado de Fidel, bañado por una luz cenital, a semejanza del Sagrado Corazón de Jesús: la imagen más recurrente en la tradicional iconografía religiosa del hogar cubano de entonces. Dicha ilustración fue reimpresa sobre diferentes soportes y difundida por casi todos los medios gráficos, al punto de llegar a perder la carga de idealización que ostentara en su versión impresa inicial. El ejemplo más notable de este tipo de representación, se relaciona con la calcomanía concebida para identificar a las familias revolucionarias, en cuyo texto base se leía: “Esta es tu casa, Fidel”.      
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En la madrugada del 1ro. de Enero de 1959 —Cuba siempre ha tenido una historia de amaneceres—, Eladio Rivadulla Martínez fue despertado por el timbre del teléfono, apenas eran las 2:00 a.m. Al responder, oyó una voz amiga que le dijo: “—Eladio, el hombre huyó. —¿Quién huyó?”, inquirió con voz gangosa el serígrafo. “¡Batista!, coño… ¿quién va' ser?” Como todo cubano que se enteró entonces de la huida del cubano, ya no pudo dormir más. Entre las imágenes que tenía escondidas de Fidel Castro, seleccionó una de las fotos que cubrieron el artículo del periodista Herbert L. Mathews, del New York Times, durante su memorable entrevista al líder guerrillero cubano en la Sierra Maestra, en 1958. La dibujó y caló en formato de 92 x 67 cm. Doscientas veces pasó la espátula sobre la seda: dos tiradas: una por color (rojo y negro). Al amanecer, junto con las primeras manifestaciones de júbilo del pueblo habanero, también estaba el primer cartel político de la Revolución Cubana. Por más señas, el cartel reunía algunas de las características que luego distinguirían al mejor cartel cubano, a saber: uso del referente fotográfico, dibujo simple y de contornos precisos, tratamiento del color con un valor simbólico, empleo de la técnica serigráfica y tipografía de palo seco. Por único texto: 26 de Julio, en altas y bajas; Fidel Castro, en altas. 
Estos “momentos” han sido tomados de los textos La imagen constante: el cartel cubano del siglo XX y Antología visual de José Martí.

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